Asesinato de Arzobispo Óscar Romero.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes



Óscar Arnulfo Romero y Galdámez (Ciudad Barrios, 15 de agosto de 1917 – San Salvador, 24 de marzo de 1980), conocido como monseñor Romero, ​ fue un sacerdote católico salvadoreño y el cuarto arzobispo metropolitano de San Salvador (1977-1980), célebre por su prédica en defensa de los derechos humanos y por haber sido asesinado durante la celebración de la misa en la capilla del hospital Divina Providencia. En América Latina algunos se refieren a él como san Romero de América.​ El 14 de octubre de 2018 fue canonizado por Francisco.
Como arzobispo, denunció en sus homilías dominicales numerosas violaciones de los derechos humanos y manifestó en público su solidaridad hacia las víctimas de la violencia política de su país.6​ Su asesinato provocó la protesta internacional en demanda del respeto a los derechos humanos en El Salvador. Dentro de la Iglesia católica se consideró un obispo que defendía la «opción preferencial por los pobres». 
En una de sus homilías, afirmó: «La misión de la Iglesia es identificarse con los pobres, así la Iglesia encuentra su salvación» (11 de noviembre de 1977). Sus acciones son admiradas por los seguidores de la teología de la liberación;​ sin embargo, según su biógrafo, «Romero no estaba interesado» en ella.
El 24 de marzo de 1990 se dio inicio a la causa de canonización de monseñor Romero. En 1994 se presentó de modo formal la solicitud para su canonización a su sucesor Arturo Rivera y Damas. A partir de ese proceso, monseñor Romero recibió el título de Siervo de Dios.​ El 3 de febrero de 2015 fue reconocido como mártir «por odio a la fe» por parte de la Iglesia católica, al ser aprobado por el papa Francisco el decreto de martirio correspondiente y promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos.10​11​ El 23 de mayo de 2015 fue beatificado en la plaza Salvador del Mundo cerca de las 10:30 A.M. Se trata del primer salvadoreño en ser elevado a los altares y el primer arzobispo mártir de América.
Fuera de la Iglesia católica, Romero es honrado por otras denominaciones religiosas de la cristiandad,13​ incluyendo a la Comunión anglicana, la cual lo ha incluido en su santoral.14​15​ Es uno de los diez mártires del siglo XX representados en las estatuas de la abadía de Westminster, en Londres,16​17​ y fue nominado al Premio Nobel de la Paz en 1979,18​ a propuesta del Parlamento británico.
escudo de armas

Primer intento de homicidio

El día 9 de marzo de 1980, en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús se encontró un portafolios de color negro colocado debajo del Altar Mayor, la persona que notó su presencia, identificada como el sacerdote Ramiro Jiménez, notificó inmediatamente a la extinta Policía Nacional. El detective Juan Francisco Alas, experto en explosivos de la Policía Nacional, desactivó la bomba; ésta estaba compuesta con un interruptor, un radiotransmisor conectado a tres baterías de 1.5 voltios que activarían dos detonadores eléctricos accionados por control remoto. La cantidad del explosivo era de 72 candelas de dinamita comercial.
Según investigaciones, la bomba se accionaría en el momento que Monseñor Oscar Arnulfo Romero oficiaría una misa en memoria de Mario Zamora Rivas siendo este ex procurador general y ex secretario general del Partido Demócrata Cristiano, asesinado el 23 de febrero de 1980 en su lugar de residencia. La gestión de la Fiscalía General de la República no hizo ninguna investigación formal del caso.

Muerte

En octubre de 1979, Romero recibió con cierta esperanza las promesas de la nueva administración de la Junta Revolucionaria de Gobierno, pero con el transcurso de las semanas, volvió a denunciar nuevos hechos de represión realizados por los cuerpos de seguridad. El 2 de febrero de 1980, la Universidad Católica de Lovaina distinguió a Romero con el doctorado honoris causa como reconocimiento en su lucha en defensa de los derechos humanos. En ocasión de recibir ese título honorífico, Romero pronunció un discurso considerado como su testamento profético:

[...] Las mayorías pobres de nuestro país son oprimidas y reprimidas cotidianamente por las estructuras económicas y políticas de nuestro país. Entre nosotros siguen siendo verdad las terribles palabras de los profetas de Israel. Existen entre nosotros los que venden el justo por dinero y al pobre por un par de sandalias; los que amontonan violencia y despojo en sus palacios; los que aplastan a los pobres; los que hacen que se acerque un reino de violencia, acostados en camas de marfil; los que juntan casa con casa y anexionan campo a campo hasta ocupar todo el sitio y quedarse solos en el país. [...]

Es, pues, un hecho claro que nuestra Iglesia ha sido perseguida en los tres últimos años. Pero lo más importante es observar por qué ha sido perseguida. No se ha perseguido a cualquier sacerdote ni atacado a cualquier institución. Se ha perseguido y atacado aquella parte de la Iglesia que se ha puesto del lado del pueblo pobre y ha salido en su defensa. Y de nuevo encontramos aquí la clave para comprender la persecución a la Iglesia: los pobres. De nuevo son los pobres lo que nos hacen comprender lo que realmente ha ocurrido. Y por ello la Iglesia ha entendido la persecución desde los pobres. La persecución ha sido ocasionada por la defensa de los pobres y no es otra cosa que cargar con el destino de los pobres. [...]

El mundo de los pobres con características sociales y políticas bien concretas, nos enseña dónde debe encarnarse la Iglesia para evitar la falsa universalización que termina siempre en connivencia con los poderosos. El mundo de los pobres nos enseña cómo ha de ser el amor cristiano, que busca ciertamente la paz, pero desenmascara el falso pacifismo, la resignación y la inactividad; que debe ser ciertamente gratuito pero debe buscar la eficacia histórica. El mundo de los pobres nos enseña que la sublimidad del amor cristiano debe pasar por la imperante necesidad de la justicia para las mayorías y no debe rehuir la lucha honrada. El mundo de los pobres nos enseña que la liberación llegará no sólo cuando los pobres sean puros destinatarios de los beneficios de gobiernos o de la misma Iglesia, sino actores y protagonistas ellos mismos de su lucha y de su liberación desenmascarando así la raíz última de falsos paternalismos aun eclesiales. Y también el mundo real de los pobres nos enseña de qué se trata en la esperanza cristiana.
Óscar Romero

El día 23 de marzo de 1980, un día antes de su muerte, Romero hizo desde la catedral un enérgico llamamiento al ejército salvadoreño, en su homilía titulada La Iglesia, un servicio de liberación personal, comunitaria, trascendente,​ que más tarde se conoció como Homilía de fuego:

Yo quisiera hacer un llamamiento, de manera especial, a los hombres del ejército. Y en concreto a las bases de la Guardia Nacional, de la policía, de los cuarteles... Hermanos, son de nuestro mismo pueblo. Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice: "No matar". Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la Ley de Dios. Una ley inmoral, nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen su conciencia, y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana, de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas con tanta sangre. En nombre de Dios pues, y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo cada día más tumultuosos, les suplico, les ruego, les ordeno en nombre de Dios: Cese la represión.
Óscar Romero
Escultura que representa al arzobispo Óscar Romero, flanqueada por la de Martin Luther King, Jr. a la izquierda, y la del pastor Dietrich Bonhoeffer a la derecha, en la galería de los Diez Mártires del Siglo XX, ubicada sobre la gran puerta occidental de la abadía de Westminster, en Londres. La estatua de Romero fue diseñada por Tim Crawley y esculpida por John Roberts.

En su último día, Romero pasó el 24 de marzo en un retiro organizado por el Opus Dei, una reunión mensual de amigos sacerdotes dirigidos por Mons. Fernando Sáenz Lacalle.33​ En ese día ellos reflexionaron sobre el sacerdocio. El lunes 24 de marzo de 1980 aproximadamente a las 6:30pm fue asesinado cuando oficiaba una misa en la capilla del hospital Divina Providencia en la colonia Miramonte de San Salvador. Un disparo hecho por un francotirador desde un auto con capota de color rojo, impactó en su corazón momentos antes de la Sagrada Consagración. Tenía 62 años.





Los restos mortales descansan en la cripta de la Catedral Metropolitana de San Salvador, justo debajo del altar mayor del templo y dentro de un mausoleo que ostenta su nombre. El monumento fúnebre es una estructura de bronce que representa al cuerpo de Romero rodeado de cuatro ángeles que simbolizan los cuatro evangelios. Fue donado por la Comunidad de Sant'Egidio cuyo consejero eclesiástico es monseñor Vincenzo Paglia, postulador oficial de la causa de beatificación, y fue elaborado por el artista italiano Paolo Borghi. La cripta ha sido visitada por reconocidas personalidades entre las que se encuentran Juan Pablo II, Barack Obama y Ban Ki-moon.

Investigaciones posteriores

En 1993, la Comisión de la Verdad, creada por los Acuerdos de Paz de Chapultepec para investigar los crímenes más graves de la guerra civil salvadoreña, concluyó que el asesinato de monseñor Romero había sido ejecutado por un francotirador. En 2004, una corte de los Estados Unidos declaró civilmente responsable del crimen al capitán Saravia.
El 6 de noviembre de 2009, el Gobierno salvadoreño presidido por Mauricio Funes decidió investigar el asesinato de Romero para acatar un mandato de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos del año 2000.
Treinta y un años después del asesinato, se conoció el nombre del asesino de Romero: fue Marino Samayor Acosta, un subsargento de la sección II de la extinta Guardia Nacional, y miembro del equipo de seguridad del expresidente de la República, quien manifestó que la orden para cometer el crimen la recibió del mayor Roberto d'Aubuisson, creador de los escuadrones de la muerte y fundador de ARENA, y del coronel Arturo Armando Molina.​​ Marino Samayor Acosta habría recibido 114 dólares por realizar esa acción.

Asesinos

De acuerdo a lo declarado  por  el  Capitán  Álvaro Saravia, uno de autores del asesinato,  al periódico  virtual  el “Faro”, el Guardia recibió  un mil colones  para asesinar  a Monseñor Oscar Arnulfo Romero  y de acuerdo a otras informaciones, el guardia nacional  Marino  Samayor Acosta estaba  trabajando –Hasta hace poco-  como ex jefe de   Seguridad  del Ministerio de  Justicia  y Seguridad Pública.
El Capitán Álvaro Saravia dijo:

“Dos o tres días después del asesinato de monseñor Romero, el grupo de D´Aubuisson sostiene una reunión en la casa de Eduardo Lemus O´byrne. Saravia conoce de esta reunión, porque él mismo, saliendo de ahí, fue a pagarle al hombre que disparó contra monseñor Romero. Fue a pagarle por sus servicios”.

    
“Yo no conocía al tirador. Ese día lo vi yo en el carro, meterse al carro de barba. Y después le fui a entregar yo personalmente los mil colones que le entregó, que los pidió prestados D´Aubuisson a Eduardo Lemus O´byrne. En la casa de él estábamos nosotros cuando llegaron a decirle que… ¡A cobrar! Y Roberto d´Aubuisson jamás manejaba dinero. Le prestó mil colones a este para entregárselos.”
“Eduardo Lemus O´byrne es un conocido empresario salvadoreño. Ha sido presidente de la Asociación Nacional de la Empresa Privada, propietario de granjas avícolas y un hombre muy conocido en los círculos empresariales centroamericanos”.
Fue un acérrimo enemigo de la reforma agraria, desde los tiempos del coronel Molina, y se acercó, casi de manera natural, al grupo de D´Aubuisson. De Saravia y Sagrera dice: Esos eran unos matarifes. Yo con ellos nunca tuve nada que ver. Yo defiendo principios, pero estos se habían vuelto guerreros y mafiosos. 
“Asegura que nunca, nunca le dio dinero a D´Aubuisson y que, si le hubiera pedido mil colones para dárselos al asesino de Romero, sin duda lo recordaría. Y no, no recuerdo esa reunión. Esa reunión nunca pasó”.


“Lemus O´byrne se separó de D´Aubuisson y los fundadores de Arena poco después. El 14 de septiembre de 1982, su cuñado, Julio Vega, piloto aviador, desapareció en una pista aérea en Guatemala. “Creo que lo eliminaron porque andaba traficando armas para el FAN”, dice Lemus. El FAN era el Frente Amplio Nacional, un movimiento paramilitar dirigido por D´Aubuisson que sentó las bases de Arena”.
“La viuda de Vega se casó poco después con D´Aubuisson, y Eduardo Lemus O´byrne aún no descarta que haya alguna relación entre el homicidio y la relación amorosa. Solo eso explica que, cuando uno de sus amigos comenzó a investigar el crimen, pronto fue amenazada su vida: “Lo trató de matar el grupo de D´Aubuisson, Sagrera y Saravia. Entonces yo le dije a Roberto: conmigo no estés jodiendo, que yo sí te voy a quebrar el culo”.
“El capitán Saravia insiste en que el dinero lo puso Lemus O´byrne. “Dio los mil pesitos. Yo mismo se lo fui a entregar. Llegué donde él y le dije, mirá, dice Roberto d´Aubuisson que no quiere saber ni mierda de vos, que te arreglés con tu jefe”.
“El dinero se lo fue a entregar al estacionamiento de un pequeño centro comercial en el oeste de San Salvador, llamado Balam Quitzé. Ahí lo esperaba el tirador, ya sin barba, acompañado de Walter “Musa” Álvarez, un extraño hombre que murió asesinado poco después”.


Álvaro Rafael Saravia Marino


Álvaro Rafael Saravia Marino nació en Santiago de María, departamento de Usulután, el 16 de febrero de 1946. Sus documentos de identidad lo describen de la siguiente manera: de 1.60 centímetros de estatura, ojos claros, pelirrojo y de oficio: piloto militar.
Saravia Marino abandonó la Fuerza Armada en 1979. Luego de su salida del ejército, el capitán se relacionó con un grupo de exmilitares que tenían influencia en un sector importante de la Fuerza Armada. Entre esos militares estaba el mayor Roberto d´Aubuisson, acusado de dirigir durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992) un grupo paramilitar conocido como “los escuadrones de la muerte”.
Uno de los asesinatos cometidos por los escuadrones de la muerte fue el del arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero. La tarde del 24 de marzo de 1980, Monseñor Romero oficiaba una misa en la iglesia de la Divina Providencia cuando un francotirador le disparó, aproximadamente, desde una distancia de 35 metros.
En 1987, la Comisión de Investigación de Hechos Delictivos de la Policía Nacional determinó que una de las personas que participó en el asesinato de Monseñor Romero fue el capitán Saravia. La prueba de los investigadores fue la declaración de Amado Antonio Garay Reyes, quien trabajaba como motorista del capitán Saravia, en 1980.
Garay Reyes relató que, por órdenes del capitán Saravia, condujo un vehículo rojo de cuatro puertas, marca Volkswagen, desde una casa en la colonia San Benito hasta la iglesia de la Divina Providencia. En el asiento trasero del vehículo viajaba el francotirador que disparó contra Romero. El testigo también involucró a d´Aubuisson en el asesinato. Aseguró que el capitán Saravia se reunió con d´Aubuisson tres días después del crimen para informarle que ya había “cumplido la orden”.

En 1987, el Juzgado Cuarto de lo Penal de San Salvador ordenó capturar al capitán Saravia por homicidio agravado y tramitó una solicitud de antejuicio contra d´Aubuisson, en ese momento diputado. Un año después, la Corte Suprema de Justicia (CSJ) resolvió que la declaración del testigo no era creíble porque ya había pasado mucho tiempo del hecho y la investigación se estancó.
Cuando las autoridades descubrieron que el capitán Saravia estaba involucrado en el asesinato, él ya no estaba en El Salvador. Según los registros migratorios, en 1985, el capitán Saravia salió en un vuelo hacia Guatemala. Luego emigró hacia los Estados Unidos.
El juez y los fiscales continuaron buscando evidencias para procesar a los responsables del crimen de Monseñor Romero, pero en 1993, después que la Asamblea Legislativa aprobó una Ley de Amnistía, el Juzgado Cuarto de lo Penal archivó el caso. 
El 10 de abril de 2007, el juzgado que procesó al capitán Saravia recibió, por medio de la Embajada de los Estados Unidos en El Salvador, un escrito de la US Inmigration and Customs Enforcement en la cual solicitan un informe si el capitán Saravia y Roberto Eduardo Ciudad Real Saldaña han sido procesados por el secuestro de Carlos Humberto Herrera Campos. 
“Hago de su conocimiento que dicha información es requerida por esta sede diplomática para agregarla a un proceso en una Corte en nuestro país”, se lee.

El juzgado salvadoreño respondió que el capitán Saravia no ha sido procesado por ese delito y aclaró que el caso por el asesinato de Monseñor Romero está archivado, por la aplicación de la Ley de Amnistía. 

Como mataron a Monseñor Romero (Reportaje de la prensa)

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