Pistoleros al amanecer (Historia de Barcelona) a



Cuando Martínez Anido controlaba Barcelona con la venia de la patronal. El centenario


Como en otros lugares de Europa, el pistolerismo barcelonés tuvo su origen en las repercusiones socio-económicas de la Primera Guerra Mundial (1914-1918). La neutralidad mantenida por España durante el conflicto ofreció a la burguesía catalana la posibilidad de hacer grandes negocios en el sector de la  exportación. Las reivindicaciones obreras encontraron una respuesta que oscilaron entre la represión (como en la huelga del verano de 1917) a las concesiones muy limitadas a la vez que se asistía al aumento de los precios. Al acabar el conflicto, los obreros intentaron conseguir las mejoras que habían obtenido antes de la guerra a través de las huelgas y la violencia de baja intensidad. Esto fue posible gracias al aumento del sindicalismo, sobre todo de la CNT, sindicato anarcosindicalista. La ciudad condal vivió una guerra, que para nadie quedaba oculta, entre los sindicatos y las patronales, con pistolas y pistoleros a ambos lados. Para las clases acomodadas, el tema de fondo iba a ser la búsqueda, en ocasiones angustiante, de mecanismos que pudiesen evitar el peligro revolucionario. Y el Estado no garantizaba, según muchos, ningún tipo de terreno de juego para el establecimiento de unas relaciones laborales estables y no crispadas. Por el contrario, a menudo los gobiernos se mostraban reformistas, un reformismo que no encajaba en la mentalidad de muchos empresarios que apostaban por la vía más dura en el trato con sus obreros. En Barcelona, en pleno auge de los llamados “años del pistolerismo”, llegó al gobierno civil el general Severiano Martínez Anido y la denominada ley de fugas en las calles. A través de las múltiples huellas del pasado, veamos como se forjó todo aquello.

Preámbulo

El 6 de noviembre de 1920, en la sala de actos del Ayuntamiento de Barcelona se reunieron las fuerzas políticas, económicas y sociales de Barcelona. Esto tampoco es que fuera nada nuevo, pero aquel no era un día como los otros, aquella jornada era diferente: iban a escribir al presidente del gobierno, el abogado y conservador Eduardo Dato, un hombre de sesenta y cuatro años de rostro afilado que se distinguía por su brillante oratoria, para solicitarle el relevo del gobernador civil de Barcelona Federico Carlos Bas, considerado como el autor de todos los males que aquejaban a la provincia. Confiaban en que un militar, el general Severiano Martínez Anido, ahora gobernador militar, pasase a ostentar el cargo que habría de quedar vacante. De hecho, Francesc Cambó, líder de la Lliga Regionalista, incluso se había adelantado: hacía días que ya se lo había pedido a Dato. Ahora iba más lejos: proponía que le fueran otorgadas a Anido amplios poderes en materia de represión del sindicalismo. Jaime Cussó, vizconde de Cussó, presidente del Fomento del Trabajo Nacional y fabricante de pianos, había sido el encargado de enviar la misiva al presidente del gobierno. Más tarde, en el Fomento se hacía una valoración del encuentro de los representantes de las corporaciones:

“(…) las principales representaciones políticas y sociales de Barcelona, reunidas en el Ayuntamiento, pidieron la dimisión del entonces Gobernador Civil Federico Carlos Bas, que a pesar de sus talentos y dotes personales, por la falta de apoyo en las altas esferas, por equivocaciones propias o extrañas, o por lo que fuera, no supo poner a raya la osadía del sindicalismo revolucionario, que durante el último período de su mando llegó a domina por completo nuestra ciudad”.

Dato recibió el requerimiento y se puso a las órdenes de la patronal, como lo pone de manifiesto la nota siguiente depositada en el archivo del Fomento:

“El gobierno de don Eduardo Dato dándose cuenta de la importancia del acto realizado por las Corporaciones de Barcelona, aceptó la dimisión de Don Federico Carlos Bas, nombrando para sustituirlo a Severiano Martínez Anido, que por ejercer a la sazón el cargo de gobernador militar de esta plaza, conocía perfectamente la gravísima situación de Barcelona. El nombramiento fue muy bien recibido por la opinión pública, y la actuación del gobernador mereció desde el primer día el aplauso de todos”.


Martínez Anido, conocido por su talante duro, había nacido en el Ferrol en 1862. Contaba 52 años. Su rostro delataba su historia. El gesto de la boca era amargo. Tomó posesión de su cargo el 8 de noviembre de 1920. Entonces hizo un discurso. Las arengas eran su especialidad; impresionaban a la gente humilde. En un momento dado dijo una frase que ha quedado para la posteridad. Seguro que cuando se hizo pública helaría la sangre a más de uno: “He estado en Cuba y en Filipinas. Tendría que estar en África. El Gobierno me envía a Barcelona y obraré como si estuviera en campaña”. Pronto tantearía al gobierno hasta donde podría llegar, lo que toleraría y no toleraría. Y pronto, también, demostraría a la burguesía que estaría a la altura de sus esperanzas. Los oscuros y diferentes elementos de defensa patronal hasta entonces utilizados –policías y guardias civiles, somatenes, brigada somatenista, policías paralelas, confidentes de policía, y los hombres del Sindicato Libre encontraron una unidad de acción. El Libre había aparecido en Barcelona en la primavera de 1919 protegido por un militar y funcionario del gobierno civil, Bartolomé de Roselló, y la patronal, según consta en una carta conservada en el archivo Romanones, de Madrid.  Apareció al mismo tiempo que Mussolini fundaba en Italia los Fascis di Combattimento. No es baladí el hecho de que como jefe superior de policía estuviera el general Miguel Arlegui. De aspecto sombrío, enfermo del corazón, de los nervios y del estómago, dejó un triste recuerdo entre los militantes de la CNT. Se hizo famoso en Barcelona por los refinados métodos de tortura que utilizaba contra los obreros en las comisarías, como bien han puesto de manifiesto publicaciones obreras de la época.

El mismo día que Anido accedió a su  cargo, un representante de la Federación Patronal de Cataluña, ubicado en Madrid desde mediados de año –al igual que lo estaba Jaime Cussó, el presidente del Fomento-, visitó a Dato. La estancia en la capital proporcionaba a estos líderes patronales agilidad para contactar con los dirigentes del gobierno. La Federación Patronal era una organización patronal fundada por empresarios de la construcción de clase media, que a aquellas alturas tenía la pretensión de englobar la totalidad del empresariado catalán. Por aquel entonces estaba presidida por un contratista de obras, Félíx Graupera Lleonart, de cuarenta y siete años de edad. Graupera sería asesinado por los cenetistas en 1936 en la localidad de Alella. La asociación hundía sus raíces en los albores del siglo, pero cuando se dio a conocer oficialmente fue en el momento de estallar la huelga de la “Canadiense”. La organización era, en realidad, el Sindicato Patronal del empresariado catalán y recibía la financiación del gran capital. La visita que uno de sus representantes hizo a Dato fue para agradecerle el nombramiento de Anido y para entregarle, en mano, un largo documento en que se le informaba de cual era la situación de Barcelona. En síntesis decía así: en Cataluña no hay situación real para la violencia, ésta viene provocada por grupos terroristas que propugnan algunos sindicalistas, no por los obreros en general. Por ello se solicitaba una actitud dura contra estos grupos. Al tiempo, se le hacía una súplica: que pudiera implantarse la sindicación obligatoria y única para patronos y obreros; en el fondo el corporativismo. El tema de la sindicación, voluntaria o forzosa, era un debate que venía de atrás. Si bien la patronal catalana en ocasiones manifestaba discrepancias en cuanto al tema de sindicación, vertical u horizontal, por oficios, la mayoría coincidía en postular por una sindicación obligatoria, única, vertical. Así se venía solicitando a Madrid desde 1918. Esta sindicación, supuestamente, erradicaría definitivamente a la CNT. Este sindicato, lógicamente, se oponía a ella. La justificación doctrinal para reivindicar la sindicación vertical vendría dada por la tradición: por la tradición gremial catalana. Como es sabido, hubo que esperar a que Franco ganara la guerra para que la institucionalizase.

Se desconoce la respuesta de Dato. No obstante, la actitud de Anido confirmaba las esperanzas de la patronal. Recién ocupado el cargo, sus métodos pusieron fin a una huelga que los metalúrgicos venían planteando desde el 22 de octubre. 36 sindicalistas implicados en ella quedaron detenidos. Un directivo de la Federación Patronal respondía con la nota siguiente:

“Es de la huelga de metalúrgicos que deriva el restablecimiento del principio de autoridad representada por el general don Severiano Martínez Anido; es de aquellas fechas que arranca la posible evolución en las esferas gubernamentales inspirándose en principios de justicia, precursores de una era de paz social y de prosperidad patria”.

Todo parece indicar que el apoyo militar y patronal hacia los Sindicatos Libres aumentaba. El empresariado barcelonés no dudaba que estaba defendiendo sus intereses cuando despedía a los trabajadores de la CNT y ponía en su lugar a los del Libre. Pero todo y así, a finales de año los Libres estaban perdiendo el combate con la CNT. Sus acciones no estaban exentas de represalias, no había encuadrado una militancia estable y catorce de sus afiliados habían padecido agresiones. Al comenzar el mes de noviembre, el Libre estuvo a punto de disolverse, pero la llegada de Anido abrió una nueva etapa en su trayectoria. La alianza estaba sellada. El  día 19 de ese mes, una comisión del Libre fue recibida por Anido. Le manifestó su malestar con los métodos de la CNT y confirmó su deseo de actuar dentro de la ley. El gobernador prometió acabar con el problema del orden público a través de medidas de extremos rigor. No se llegaron a más acuerdos pero los representantes del Libre salieron de la reunión sabiendo que tendrían una mayor impunidad.

Anido cumplió su promesa. El 30 de noviembre, ordenó la censura telefónica y de prensa y la detención masiva de militantes del sindicato CNT y de su líder Salvador Seguí (el Noi del Sucre), un hombre joven aún, contaba treinta y tres años de edad, que caerá abatido por las balas de los Libres dos años después. Entre los detenidos estaba también el abogado laboralista y republicano federal Lluís Companys, años después presidente de la Generalitat. Cuando se confirmó la noticia de su detención y la orden dictada de su deportación a un penal de Mahón, el también republicano federal y abogado laboralista Francesc Layret, que mantenía con ambos una estrecha colaboración y una franca amistad, salió de su casa apoyado en sus muletas para prestarles asistencia jurídica. En aquel momento, un pistolero del Libre lo asesinó disparándole siete tiros a bocajarro. Todo bajo la total tolerancia de Anido, que contaba con la complicidad del general Miguel Arlegui, el jefe de policía de triste recuerdo para los sindicalistas. El entierro de Layret, que tuvo lugar el 2 de diciembre, significó una gran manifestación de duelo. Un gran número de trabajadores acompañó el féretro hasta el cementerio, pues Layret era un hombre muy querido por los sindicalistas. Durante el recorrido, la guardia civil efectuó diversas cargas, provocando que llegara caer el ataúd que iba transportado a hombros.

En respuesta a estos sucesos, lo que quedaba del Comité Nacional de la CNT, dirigido por Evelio Boal, en una reunión clandestina decidió convocar a la huelga general, que en principio se había pensado iniciar hasta el 7 de diciembre y se envió un enlace a Madrid para conectar con la dirección de la UGT. La huelga fracasó al no obtener el apoyo del sindicato socialista. Mientras, en Europa la marea revolucionaria retrocedía.

Mi actuación será inflexible

La violencia continuaba en Barcelona. Entre los días 9 y 30 de noviembre se produjeron 21 asesinatos, (contando patronos y obreros). Acogiéndose a estas cifras, el 2 de diciembre Anido emitía un bando en el que manifestaba que su actuación sería inflexible. Al hacerse público, las tabernas se vaciaron, muchos barceloneses se helaron de frío. El viento soplaba con fuerza por las calles pero Anido, haciendo una gran manifestación de fuerza que serviría para sondear el umbral de aceptabilidad del gobierno y de la misma población, afirmó que estaba dispuesto a aplicar todos los recursos que estuvieran en su mano con tal de lograr la paz pública, pero para ello decía que necesitaba contar con el recurso de todos los barceloneses. ¿De todos? Una parte empezaría a preparase sabiendo que le esperaba una dura represión. Otra, la que componía las “fuerza vivas”, respondió al bando con una entusiasta felicitación. Quedaba claro que Anido no pretendía contentar a todos los barceloneses, sino sólo a una parte de ellos. Era tal la satisfacción del empresariado desde que Anido estaba de gobernador que desde el Fomento se insinuaba “que estaban dispuestos a dirigir un llamamiento a todas las clases sociales para que acudan a ese Gobierno a dar público testimonio de adhesión y asistencia”.
 El 30 de enero de 1921, el presidente del Fomento, Jaime Cussó, que como se ha dicho permanecía en Madrid para estar más cerca del poder político, escribía una carta al presidente de la Cámara de Comercio de Barcelona instándole a convocar una manifestación de apoyo a Anido. Vale la pena transcribir:

“Mi distinguido amigo: La Mesa de la Junta del Fomento del Trabajo Nacional ha acordado significar, por medio de la prensa, a todos sus señores socios la conveniencia de que se remita el día primero de enero próximo, el mayor número de tarjetas posible al Sr. Gobernador Civil de esta Provincia, con el objeto de poder realizar una manifestación pública que sirva para testimoniar al Sr. Martínez Anido el sincero agradecimiento de los elementos industriales y mercantiles de nuestra Ciudad por su brillante actuación en pro de la pacificación social de Barcelona, manteniendo incólume siempre el prestigio del Poder público desde que ocupa la dirección de nuestra provincia”.

Según explica Boletín, órgano de la Federación Patronal, de mayo a diciembre de 1920 en Barcelona se produjeron 35 huelgas. Proliferaron los atentados personales, contabilizándose, en esas fechas, 137 víctimas mortales y 187 heridos, de los que fallecieron 36. Los obreros eran, en general, sindicalistas del Único (la CNT), o del Libre. Avanzado el año 1921 la situación se agravó. Por aquel entonces Anido estableció la llamada ley de fugas. Quería saber la capacidad de tolerancia del pueblo, y del gobierno.  La llamada aplicación de la ley de fugas consistía en simular la evasión de un detenido (especialmente cuando era conducido de una prisión a otra, casi siempre de noche o de madrugada) para poder así suprimir la vigilancia de la fuerza que lo custodiaba y encubrir el asesinato del preso, alegando el precepto legal que permitía hacer fuego sobre un fugitivo que no obedecía al «¡Alto!» conminatorio de los guardias.  
Según explica el anarquista Abad de Santillán “comenzaba el humillante espectáculo de las cuerdas de deportados llevados por los caminos entre guardias civiles, con su viático de cinco céntimos por día. Algunas veces estos presos llegaban a su destino, en regiones lejanas, pero muy a menudo quedaban en las carreteras, ultimados por sus guardianes y confidentes”.

De la violencia que tenía por escenario las calles de Barcelona se tiene que responsabilizar a la policía oficial, a la paraoficial, a los hombres del Sindicato Libre, a los de la CNT, aunque parece ser que, a estas alturas, una parte de los anarcosindicalistas querían establecer una vía de diálogo con el gobierno. Pero no sus pistoleros, claro está. Existen unos documentos que lo avalan. Estos documentos son dos cartas enviadas por un personaje controvertido: el periodista y político catalán Emili Junoy a Eduardo Dato. Junoy, un hombre nervioso que lucía grandes bigotes negros, había pasado del republicanismo federal al liberalismo y a ser convencido monárquico. Por las razones que fueran, siempre había contado con simpatías entre los sindicalistas. Durante estos meses aquí descritos, es donde explicaba que entre una parte del obrerismo había un movimiento favorable hacia los cauces legales y judiciales. El hecho es que los obreros habían comunicado a Junoy que “la mayoría de la masa obrera consciente” se daría por satisfecha “con el reconocimiento de su personalidad, su intervención o control en la obra de producción, con un régimen equitativo de participación en los beneficios y con una serie de leyes sociales como en repetidas ocasiones se ha mostrado propicio a plantearlas su amigo Eduardo Dato”. Los obreros también señalaron a Junoy que pretendían hacer una gran tirada de un folleto en el que hacía propaganda de esta orientación con el fin de desautorizar la política de la violencia y los atentados. No obstante, debido a la represión, temían que se secuestrase la edición, pero añadían “que carecían de fondos para sufragar ellos los gastos habiendo tantas familias de presos o de despedidos en la miseria, sin alguna seguridad”.

La ley de fugas y los debates en el Parlamento

Se dice que Gregorio Daura Radua, militante de la CNT, fue la primera víctima de la ley de fugas. El 5 de diciembre de 1920, día de huelga general por el envío de los presos a Mahón, había intentado agredir a un policía. Los guardias lo detuvieron y fue llevado a comisaría. Pero, según la nota que apareció en la prensa, intentó huir y entonces la guardia civil lo abatió. En el Clínico no daban crédito: abrió los ojos, la mirada parecía vacía, pero gemía, pidió agua, estiró un brazo…en definitiva ¡se movía! No había fallecido.

Se puede citar otro caso del 20 de enero de 1921. El tañido de las campanas de una iglesia avisaron que eran las tres de la madrugada. El frío atenazaba los hogares humildes y Barcelona dormía. En aquel mismo momento la policía aprovechó para trasladar de lugar a un grupo de sindicalistas detenidos. Iban a pie, calzados con viejas alpargatas, ligados con una cuerda uno detrás de otro hacia la prisión Modelo de Barcelona; caminaban en silencio, recelosos, quizás imaginando los que les esperaba, y a la altura de la calle Calabria fueron tiroteados a sangre fría. La policía informó que mientras trasladaban a los arrestados unos hombres les dispararon para liberarlos, momento en que estos intentaron huir y fueron tiroteados. En el suelo ¡los muertos tenían el rostro tan diferente! Las cabezas torcidas hacia un lado, los labios rígidos. Nadie, o poca gente, vio el atentado, pero por la mañana media Barcelona ya lo conocía.

La situación social de Barcelona se planteó en el Parlamento español.  Algunos diputados trataron de depurar culpas y delimitar responsabilidades. El debate lo inició un catedrático y diputado socialista, el moderado Julián Besteiro, el 7 de febrero de 1921. En las sesiones del 10 y 11 de aquel mes, acusó al gobernador de haber empleado procedimientos terroristas para eliminar la oposición sindical y pidió al gobierno que aclarase su responsabilidad en la política seguida por Martínez Anido. Pero el ministro de la gobernación respondió que Besteiro partía de supuestos equivocados. Entonces, en defensa del diputado socialista hablaron los republicanos catalanes, el federal Lluís Companys y los radicales Guerra del Rio y Emiliano Iglesias. Mientras, diputados liberales sostuvieron que no estaban de acuerdo en la gestión de Anido, pero que no entorpecerían la acción gubernativa. Pero la postura más destacable fue de nuevo la del diputado Francesc Cambó, empresario y abogado. Aunque era imposible que no supiera lo que estaba ocurriendo en Barcelona, en nombre de la Lliga Regionalista declaró que no podía desarrollarse política distinta a la de Anido “aplaudida por la inmensa mayoría de Barcelona”. Cambó propuso la creación de tribunales especiales, la sindicación obligatoria y otras medidas regresivas. En este mismo sentido se manifestó el diputado de Unión Monárquica Nacional, Alfonso Sala, conde de Egara, industrial textil de Terrassa.


Juan Laguía Lliteras (1890-1937)(foto: Wikimedia Commons)
El 29 de marzo, el diputado socialista Indalecio Prieto hizo también una interpelación en el Parlamento sobre la represión de Anido. El requerimiento dio lugar a nuevas intervenciones de Julián Besteiro y de Guerra del Río, quienes pidieron la dimisión del gobernador civil. Besteiro llegó a denunciar las 21 autopsias que se llevaron a cabo en Barcelona en 36 horas por delitos sociales. Pero el gobierno siguió apoyando al gobernador. Las críticas de Prieto a los Libres llevaron al vicepresidente de los mismos, Juan Laguía, a viajar a Madrid para agredir al diputado socialista el 16 de mayo. Así de enconadas estaban las posiciones.

La situación tensa que se vivió en el hemiciclo creó alarma entre la patronal catalana. El vice-presidente del Fomento del Trabajo Nacional, José Enrique de Olano y Loyzaga, conde de Fígols –uno de los fundadores de la Unión Monárquica Nacional- reaccionó de forma contundente. Olano, un hombre de sesenta y dos años, contactó con los presidentes de otras corporaciones catalanas con el fin de rendir un homenaje a Anido en señal de simpatía y adhesión. Reunidos los líderes de las corporaciones decidieron realizar una serie de campañas que se denominarían: “Campaña apoyo Martínez Anido”. El homenaje no se llevó a cabo porque el propio Anido no lo autorizó. Se desconocen los motivos. Pero se dejó mimar. En su lugar no ocultó su satisfacción al recibir una gran cantidad de tarjetas que se fueron recibiendo de toda Cataluña; en ellas, algunos barceloneses, no todos, mostraban su fidelidad. Se recogieron 102.092 firmas corporativas, 253 que representaban más de 200.000 asociados y 83 ayuntamientos. El mismo presidente del Fomento entregó a Anido las adhesiones. Junto con ellas, se le envió una nota en la cual las corporaciones más importantes de Barcelona y provincia le mostraban su gratitud.

Anido no estaba derrotado, ni mucho menos. El 24 de abril, alrededor de 40.000 somatenistas desfilaron por el Paseo de Gracia y la Diagonal. El gobernador participaba en la ceremonia en nombre del rey. El presidente del Consejo de Ministros refrendó los métodos del gobernador y la patronal alentaba la ley de fugas y potenciaba el Somatén como milicia parapolicial.


La patronal pide un título nobiliario para Anido

Paralelamente a estas actuaciones, en respuesta al debate parlamentario antes comentado, el 21 de abril, el vice-presidente del Fomento, junto con los de otras corporaciones, envió telegramas a los presidentes del consejo de ministros y al de gobernación. En él se quería demostrar la confianza que tenían en Anido “con el objeto de robustecer, si cabe, su autoridad, considerando conveniente la publicación de los despachos que Vds. dirijan a la prensa”.

Pero también se quiso involucrar al rey. No hay que olvidar que era el jefe de las fuerzas armadas. El conde de Fígols y los presidentes de las siete corporaciones económicas más relevantes de Barcelona se pusieron en contacto con el resto de las corporaciones catalanas para gestionar, todos juntos, cerca de Alfonso XIII, la concesión de un título nobiliario para el gobernador “única forma de testimoniarle nuestro agradecimiento por los relevantes servicios que ha realizado”. Por otra parte, el vice-presidente del Fomento también incidió cerca del Ayuntamiento: propuso al resto de corporaciones solicitar al consistorio que nombrase hijo adoptivo de Barcelona a Martínez Anido. Estas propuestas, no obstante, no prosperaron.

Desde el mes de abril, hasta entrado ya el otoño de 1921, las muestras de afecto de las corporaciones económicas hacia Anido fueron constantes. Estas manifestaciones de cariño le hicieron cambiar de opinión: ya no se pronunciaba sobre su posible dimisión. Pero era tal la voluntad de hacer llegar las muestras de confianza al gobernador que éstas se prolongaron a su hija, María Teresa, a la que entregaron la Gran Cruz de Beneficencia, una artística arquilla y un álbum de firmas de los personajes que asistieron al acto. La flor y nata de Barcelona. María Teresa Martínez Anido Baldrich, una muchacha de belleza algo insípida, lucía unos hermosos cabellos negros. Se prestó al juego. La iniciativa de estos homenajes partió de diferentes ámbitos: desde la sección de Juventud del Centro de Defensa Social de Gracia, una típica organización del catolicismo intransigente, como desde la Unión Gremial, entidad que representaba a las pequeñas industrias de carácter artesanal y comercios de Barcelona y provincia.

Un nuevo gobierno presidido por Maura

El 8 de marzo de 1921 Madrid iba saliendo del invierno. Dato circulaba en su coche oficial de regreso a su domicilio. Al llegar a la Plaza de la Independencia fue tiroteado por varios pistoleros anarquistas que iban en una moto-sidecar. Dato falleció. El magnicidio provocó un fuerte impacto en la opinión pública española, al quedar en evidencia la escasa protección policial que tenía el jefe del gobierno. Le sucedió en el cargo el ingeniero y también conservador Manuel Allendesalazar, quien gobernó hasta agosto de 1921. Allendesalazar era un hombre entrado en carnes, con grandes bigotes y barbas. Las gafas le proporcionaban un aspecto más distinguido. Cuando Anido tuvo noticias del asesinato no se inmutó. Manteniendo firme un cigarrillo en la boca, afirmó que él no quería saber nada de los gobiernos y que cuando tomó el cargo había puesto como condición tener una completa autonomía en su gestión.


Martínez Anido se reúne con Allendesalazar, presidente del gobierno, y los ministros de Gobernación y de Marina (foto: Mundo Gráfico, 4 de mayo de 1921)
En aquel escenario de violencia, los dirigentes sindicalistas Evelio Boal, trabajador de artes gráficas, y Antoni Feliu fueron tiroteados en la puerta de la prisión Modelo en las primeras horas de la mañana del 17 de junio de 1921 después de dejarlos en libertad. Quedaron muertos. Les cerraron los ojos y se los llevaron. Nada más.  Habían sido encarcelados meses atrás, en marzo de 1921. Hasta entonces, Boal ostentaba el cargo de secretario del Comité de la CNT; y Antoni Feliu el de tesorero. Como era costumbre, ya que se había establecido la censura de prensa, los periódicos de Barcelona mayoritariamente silenciaron el hecho, y los principales rotativos de la ciudad no dieron ninguna noticia del suceso. No hubo acusaciones ni detenciones. El parte quedó reducido al mundo anarcosindicalista, pero en las calles y  tabernas de los barrios obreros, en los lavaderos de Horta, en los mercados, en las fábricas y talleres aquel día no se habló de otra cosa. Con indignación, con rencor acumulado… Plumas obreras lo recogieron y lo legaron por escrito para la posterioridad.

Desde agosto de 1921 hasta marzo de 1922 en España hubo un nuevo gobierno presidido por el conservador Antonio Maura. Levantó la suspensión de las garantías constitucionales, pero los sindicalistas más destacados siguieron detenidos. En este período la patronal ya no protestaba porque, como se ha ido poniendo de manifiesto, los cuadros sindicales estaban descabezados y además sus relaciones con el gobernador civil y el ejército seguían siendo excelentes. Si en algún momento alguien mencionó algo sobre una posible dimisión de Anido la patronal se movilizó intentando cortar por lo sano cualquier indicio. Percibiendo algún remoto rumor sobre este asunto, la Federación Patronal envió un telegrama a Maura que decía lo siguiente:

“Presidente Consejo Ministros: Ante rumores dimisión gobernador civil de Barcelona, la Federación Patronal de Cataluña cree debe advertir gobierno trastornos ocasionaría cambio gobernador mayormente momento en que está encauzándose problemas que podrían ser base armonías futuras”.

Para el nuevo gabinete presidido por Maura, los conflictos sociales de Barcelona constituían un foco de problemas. En realidad, el gobierno temía  que la conflictividad se extendiese a otros puntos de España. Por ello, en un intento por contener el malestar barcelonés, el gobierno decretó medidas reformistas en materia social. Esta decisión produjo de inmediato el rechazo de la patronal. Dentro de este fallo se llegaba a establecer el proyecto de sindicación profesional voluntaria, el establecimiento de comisiones mixtas de patronos y obreros, y, al tiempo, se indicaba que, en Barcelona, se había de confeccionar un censo de patronos y obreros como paso previo para la creación de los organismos que habrían de arbitrar en los conflictos laborales. De esta forma se llegó al 3 de noviembre de 1921 en que se decretó la sindicación voluntaria, no la obligatoria como desde hacía años demandaba la patronal catalana.

A principios de 1922 la CNT catalana sobrevivía en la sombra, sumida en la clandestinidad mientras los Libres seguían creciendo. A fines de marzo ya había entrado la primavera, el frío había durado más de lo habitual, pero el gobierno de Maura caía sin haber resuelto el problema catalán. Le sucedió un gabinete presidido por el abogado, periodista y político conservador José Sánchez Guerra. Hombre de semblante circunspecto, de gesto austero, llegaba al poder con la pretensión de poner orden en Barcelona. Legalizó la CNT –aunque ya estaba muy debilitada-, devolvió las garantías constitucionales a la provincia de Barcelona y dejó en libertad a los sindicalistas presos. La Lliga Regionalista respondió a estas medidas retirando del gabinete a su único ministro, el abogado José Bertrán y Musitu (al que muchos medios acusaban de tener conexiones con los pistoleros). Las corporaciones económicas barcelonesas se apresuraron a intervenir.

Ante el nuevo gabinete que se mostraba más benévolo con los sindicalistas, la patronal trató de estrechar más los lazos con las fuerzas represivas locales. El 30 de abril, cuando Barcelona vivía ya una primavera gloriosa, los empresarios catalanes enviaron un mensaje al jefe del gobierno. Solicitaban el ascenso del general Miguel Arlegui, como se ha dicho jefe de policía y general inspector de la guardia civil, a general de división. Unos días después, los firmantes del mensaje convocaron a todas las “fuerzas vivas” barcelonesas a una reunión que se celebraría en la jefatura superior de policía. La finalidad del acto era celebrar allí mismo un homenaje a Arlegui.

Aquel día la sala estaba a rebosar. Los asistentes que se reunieron para rendir pleitesía al policía eran multitud. El humo expulsado por los cigarrillos y puros enturbiaba la atmósfera. La lista de concurrentes, larguísima, ofrecía a cualquier curioso la posibilidad de comprobar lo articulada que estaba la burguesía en aquellos momentos. Pero quizás lo que más sorprende es que, entre los cientos de asistentes, además de los líderes patronales, como los presidente del Fomento, de las Cámaras Oficiales o de la Sociedad Económica de Amigos del País, había otros que pertenecían a sociedades recreativas, como el vice-presidente del Círculo del Liceo, el de la Real Sociedad Colombófila de Cataluña, el del Real Club Marítimo; incluso se personaron profesionales liberales, como catedráticos de Universidad, médicos, militares y también miembros de la aristocracia venciendo el despecho que les causaba un hombre vulgar como Arlegui. Por último se ha de hacer notar la presencia, allí, del obispo interino de Barcelona.

Es significativo que también hubieran asistido algunas asociaciones obreras que agrupaban a trabajadores de cierto rango, como la de los contramaestres de la sociedad El Radium, integrada ahora en los Sindicatos Libres después de pertenecer a la CNT. Por su parte, Arlegui no sabía cómo mostrar su gratitud por este acto, como se pone de manifiesto en esta nota:

“Señores: no salgo de mi asombro al contemplar aquí una representación tan selecta como numerosa, en la que figuran las autoridades militares, eclesiásticas, judiciales y gubernativas: todos los estamentos sociales, desde el Universitario, que cultívale espíritu hasta el obrero que desarrolla la fuerza; desde el trabajo industrial que impulsa la producción hasta el comercio terrestre y marítimo que difunde la riqueza; este compendio de la espléndida ciudadanía barcelonesa, orgullo de la patronal española, se deslumbra, obscurece mi inteligencia y no permite coordinar la expresión justa y suficiente de mi gratitud”.


Reacción patronal ante la posible dimisión de Anido

Aquel verano de 1922 estaba siendo el más bonito del siglo. También uno de los más calurosos. A principios de agosto, desde la Diputación de Barcelona se contactó con el gobierno. La institución se quejaba de que a pesar de la actuación de Anido los conflictos seguían aumentando. Como problema de fondo estaba la colaboración del teniente coronel Oller Piñol, comandante de los mozos de escuadra de la Diputación, con Anido. El gobernador alegaba que no se le tenía respeto a la autoridad que representaba. Tal era su enfado que presentó la dimisión. Pero al día siguiente se retractó. Afirmó que no retiraba su propuesta, pero que de momento no se iba, sobre todo mientras durase la huelga de correos iniciada días atrás.

La posibilidad de que Anido dimitiese volvió a movilizar a la patronal. Las entidades económicas de Barcelona acordaron aceptar un proyecto de las Cámaras Oficiales de Comercio y de Industria de Barcelona y del Instituto Industrial de Sabadell. Mediante un telegrama enviado al presidente del Fomento, le habían sugerido comenzar una campaña de adhesión a Anido. La campaña, iniciada por el Fomento, invitaba a todas las corporaciones catalanas a efectuar una visita a Anido para rogarle que retirase su dimisión. Asimismo,  suplicaba a los vocales de todas las agrupaciones que componían el Fomento que estuvieran presentes en el acto. Llevado a cabo, el acto de homenaje constituyó un grandioso éxito de asistencia. Allí estuvo presente la élite refinada y orgullosa. Durante el mismo, hizo uso de la palabra el ingeniero, industrial textil y político de la Lliga Regionalista Domingo Sert, presidente del Fomento. Sert, un hombre de cincuenta y cuatro años de edad, entre otras cosas, dijo lo siguiente:

“Excmo. Sr. Las Entidades Económicas de Barcelona aquí representadas se honran en testimoniar, una vez más, sus sentimientos de simpatía y adhesión y a rogarle con todo encarecimiento y ahínco que les inspira su patriotismo y su amor a la ciudad que continúe al frente del cargo que con tanta extraordinaria ejemplaridad y con el beneplácito general viene desempeñando (…).”

Anido, emocionado, dijo “estos actos me llenan de emoción”. Y a continuación leyó un telegrama que le había enviado Sánchez Guerra:

“(….) quiero decirle telegráficamente que celebro muy de veras las manifestaciones de simpatía y adhesión de que viene siendo objeto por parte de las fuerzas más importantes de esa hermosa población (…). Creo que falta toda base para que V.S. mantenga su decisión de abandonar el puesto que ocupa y espero que la noción exacta de sus deberes todos que acreditó durante su vida militar y civil, le harán retirar la dimisión y mantenerse en el cargo con la plenitud de autoridad que necesita su desempeño.”

Además de las adhesiones de las fuerzas económicas y del gobierno, el capitán general y el gobernador militar, es decir, el ejército, se sumaban también a las manifestaciones de adhesión incondicional.

Cese de Anido y Arlegui: un balance

Cuando los barceloneses se despertaron aquella mañana otoñal, el 24 de octubre de 1922, con la noticia de un supuesto atentado contra los generales Martínez Anido y Miguel Arlegui no daban crédito. Esta hipotética agresión tuvo el efecto deseado: se cometieron detenciones arbitrarias y se repitió una y otra vez la llamada ley de fugas. La respuesta, inspiradora del complot, urdida por los dos militares, acabó con la paciencia de Sánchez Guerra. La realidad es que temió que se produjera una movilización sindicalista en Barcelona y decidió la destitución de los dos hombres. Esto provocó la indignación, el enojo, de las clases dominantes catalanas. Una semana después, vigilia de Todos los Santos, en uno de los magníficos salones del edifico neoclásico de la Cámara de Comercio, se aprobó la medida de realizar una visita el gobernador destituido. La finalidad era mostrarle la adhesión de la patronal. También la revista Producción, Tráfico y Consumo, órgano de la Federación Patronal se hizo eco del suceso. Desde las páginas de esta publicación se hizo un balance de la actuación de Anido y Arlegui.  Uno de los párrafos decía lo siguiente:

“Una decisión poco meditada, y sobre todo inoportuna,  ha determinado que los señores Martínez Anido y Arlegui cesen en el desempeño de su función gubernativa cuantos conservamos aún viva la visión de los trágicos días que atravesaba Barcelona al encargarse estos señores de sus respectivos cargos, no nos puede pasar inadvertido, en este momento de su marcha el persistente y generoso esfuerzo (…). Y Cataluña siente hoy sensiblemente su pérdida (…). Pero por lo que afecta a nosotros, los patronos, los aplausos otorgados a buena parte de su labor han sido públicos. Y nuestra admiración a sus cívicas virtudes a sus altísimos méritos personales, sincerísima”.

Y desde la Cámara de Comercio también se hacía un balance entusiasta de su gestión:

“No era tarea fácil restablecer el principio de autoridad; Barcelona había estado sometida durante un largo período a un régimen de soviet que clandestinamente ejercía, de hecho, una tiranía intolerable; el sindicalismo había logrado una buena organización, contaba con un ejército de gente adiestrada en el manejo de las armas, la falta de autoridad y valor cívico de los habitantes de Barcelona (no incurriremos en el error de llamarles ciudadanos), había facilitado el dominio sindicalista. Pues bien, Martínez Anido, con una policía viciada con escasísimos medios, suplió por la inteligencia y el valor personal logró restablecer el principio de autoridad, dando la sensación, hasta entonces no conocida de que quien mandaba en Barcelona era el gobernador, la autoridad legítima”.

Por otra parte, el triunfo fascista en Italia no dejó indiferente a la patronal de Barcelona. Estimulada por ello, y por la amenaza revolucionaria que representaba la CNT, los empresarios y el Libre centraron sus esperanzas en una solución de fuerza. En una reunión celebrada en una sociedad de resistencia de Barcelona, el presidente de la Federación Patronal, Félix Graupera, afirmó que era preciso que los patronos hicieran la revolución. La apelación a la revolución no era nada nuevo en el lenguaje de la Federación Patronal. Ya antes de que Mussolini llegara al poder, durante el Segundo Congreso Patronal celebrado en Barcelona en octubre de 1919, se había había hablado de ello. Tomás Benet, un abogado catalán presidente de la patronal madrileña, afirmó que el fascismo había sido creado en Italia por la patronal y propuso a los empresarios españoles secundar el ejemplo, aprovechando su estructura de sociedades y corporaciones. Al mismo tiempo, por Barcelona circulaban noticias de se estaban confeccionando grandes cantidades de camisas negras. De momento no se conoce cuál fue su destino.

Desde la desaparición del escenario de Anido y Arlegui las cosas ya no fueron igual para la patronal. Con ellos se fue su esperanza de descabezar definitivamente el sindicato confederal. Con ello, también, se fue la sombra protectora que cubría y amparaba los Sindicatos Libres. Meses después, contando con el beneplácito de la patronal catalana, el general Primo de Rivera, capitán general de Cataluña y furibundo anticatalanista, dio un golpe de estado y accedió al poder. Sólo entonces las clases dominantes conseguirían conciliar, tranquilas, el sueño.

Durante la Dictadura de Primo de Rivera, 1923-1930, Martínez Anido fue una de las principales figuras del gabinete, desempeñando los puestos de ministro de la Gobernación y vicepresidente del Consejo de ministros. Ya durante la Guerra civil española, 1936-1939, fue ministro de Orden Público del primer gobierno del general Franco. Nunca fue inculpado por haber establecido la ley de fugas.



Directorio civil de Primo de Rivera en diciembre de 1925. Martínez Anido, ministro de gobernación, con casco entre Calvo Sotelo (ministro de Hacienda) y el presidente (imagen: Wikimedia Commons)


Una sucinta reflexión

La sociedad barcelonesa estaba dividida. La burguesía, cohesionada, definía un enemigo: los líderes de la CNT. Una gran parte de los barceloneses estaba de acuerdo con los métodos utilizados por Martínez Anido y Miguel Arlegui contra los sindicalistas. Se lo hacían saber y estos quizás imaginaban que esa gran parte era “la gran parte” de la sociedad. Evidentemente no era así. Ya se ha dicho: la sociedad estaba profundamente dividida. Los enemigos son los terroristas, repetían junto con la patronal, no la clase obrera en general. La ilusión era acabar con ellos, pero en el fondo, la esperanza era poner fin definitivamente a la CNT. El gobierno decretó finalmente la sindicación voluntaria, cuando la burguesía catalana lo que reclamaba era un corporativismo que excluyera al sindicato confederal.

Anido siempre presentó su gestión en Barcelona como un ejemplo de defensa activa, aunque expeditiva de los “verdaderos intereses de la clase obrera”, asegurando que nunca había hecho una utilización escandalosa de los recursos coercitivos a su disposición. Pero lo cierto es que durante su mandato, en Barcelona se aplicó un tipo de lucha que en el caso de la ley de fugas ejemplificaba el terror de Estado. Él mismo afirmaba que el respeto a la ley pasaba a un segundo plano en aras de una represión inspirada en métodos militares,  que pudieron llevarse a cabo porque el gobernador contaba con el respaldo de fuerzas institucionales, políticas, sociales y, sobre todo, patronales. Aunque a menudo estuvieran enfrentadas en sus formas de actuación, lo que les unía era el afán de liquidar un enemigo común.

En estas páginas se ha visto la connivencia de intereses que se daba entre los miembros de las diferentes entidades y asociaciones políticas sociales cuando estos parecían peligrar…. No tiene por qué sorprendernos: los hombres que dirigían y formaban las entidades de esparcimiento a menudo eran los mismos que tenían intereses propios –o familiares– con el mundo industrial y comercial de la ciudad. A pesar de que muchos industriales poseían sus empresas fuera de Barcelona, generalmente su domicilio particular estaba ubicado en la ciudad condal. La cohesión de estas redes se pone aquí de manifiesto: entre ellas se establecieron  contactos estrechos con el gobernador civil, e incluso se mantuvieron relaciones personales o epistolares con los ministros de la Gobernación o/y con los presidentes de los diferentes gobiernos españoles, a los cuales se presionaba con el fin de conseguir unos objetivos concretos. Una lectura atenta de los documentos invita a abrir un debate sobre el grado de autonomía que tenían los líderes políticos para tomar decisiones al margen del poder económico.

En la CNT, el recuerdo de Anido pesó como una losa. No sólo por la pérdida de militantes. También por los efectos perversos que la espiral de violencia tuvo en la estructura del sindicato. Como señaló el dirigente confederal Ángel Pestaña, “el terrorismo gubernamental vino a desplazar la lucha terrorista, prestándole nuevos incentivos, vitalizándola, para atraer a u órbita a elementos que nunca habían pensado en intervenir, y, porque obligados a batirse en legítima defensa, los elementos obreros se vieron precisados a que la organización oficialmente entonces, interviniera y se aprestara a la defensa y al ataque”.

Por último, hay que señalar que a menudo hablar de burguesía y patronal presenta problemas conceptuales. En el ámbito social, no obstante, no hay duda de que la patronal ocupó un lugar preeminente dentro de la burguesía y, en cierta manera, la dirigió y la vampirizó… cuando no era la quinta esencia. Me parece interesante concluir con la siguiente estadística

 


                                     
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Fuente: Albert Balcells,  El pistolerisme. Barcelona (1917-1923), Barcelona, Pórtic, 2009

 

*Soledad Bengoechea, miembro del Grupo de Investigación Consolidado “Treball, Institucions i Gènere” (TIG), de la UB, e integrante de “Tot Història. Associació Cultural”.

 

Referencias:
BENGOECHEA, Soledad, Organització patronal i conflictivitat social a Catalunya. Tradició i Corporativisme entre finals del segle XIX i la Dictadura de Primo de Rivera, Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 1994.

BENGOECHEA, Soledad, Patronal catalana, Corporativismo y crisis política,  tesis doctoral, UAB, 1991, 3 vols., vol. 2.

GONZÁLEZ CALLEJA, Eduardo, El máuser y el sufragio. Orden público, subversión y disidencia en la crisis de la Restauración)1917-1931. Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1999.

REY REGUILLO, Fernando del, Propietarios y patronos. La política de las organizaciones económicas en la España de la Restauración (1914-1923), Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1992.

Portada: El general Martínez Anido con miembros del Somatén (foto: portal Fuenterrebollo)


Tabla 1. Víctimas de atentados sociales en Barcelona y su radio (1917–1923)

1917191819191920192119221923Total
Muertos6152053951959267
Heridos2550601951703053583
Ilesos11774346125131
Total32828729131161117981
                

 

Tabla 2. Tipología de las víctimas de atentados sociales en Barcelona (1917–1923)

1917191819191920192119221923Total%
Patronos4141535252610110,29 
Encargados66813136525,3 
Agentes de autoridad25254454858,66 
Obreros de posición antisindicalista85163439484,89 
Obreros de afiliación desconocida134320886016824825,25 
Pistoleros sindicalistas221160,61 
Sindicato libre15171824747,54 
Sindicalistas y anar­quistas16319110165020520,88 
Abogados de cenetistas12140,41 
otros6189136815916,19 
Total32828729231161117982100 
                   

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Ojo por ojo, infografía de una mini-serie de 2010 ambientada en la Barcelona obrera de la década de 1920.

En los años previos a la Guerra Civil, Josep Maria Planes escribió su famosa obra Gàngsters de Barcelona, donde describía las oscuras conexiones de los hombres de la FAI con el hampa y la delincuencia común. El famoso periodista fue asesinado por ello en los primeros compases del conflicto, en la carretera de la Arrabassada. Y aquella crónica sirvió para perpetuar el estigma del pistolero anarquista. Desgraciadamente, Planes solo fue capaz de retratar a los grupos de defensa que los obreros crearon para protegerse de los verdaderos matones que en aquellos años se enseñorearon de la ciudad.
Actualmente, la plaza de Sants se ha convertido en el centro vital del barrio. Pero entre la posguerra y los años ochenta este lugar estuvo dedicado a un personaje poco conocido, que seguramente hubiese podido contarle muchas cosas a Planes. Dedicarle este entorno a Salvador Anglada no era precisamente una decisión casual. Se trataba del jefe local del carlismo y un mártir de la violencia política, razón más que suficiente para que el franquismo le incluyese en el nomenclátor, presidiendo un vecindario que había sido uno de los feudos del anarquismo. Cuando yo era un niño, el tal Anglada también daba su nombre a una calle y a un instituto. Importante sí parecía, pero nadie de mi entorno tenía la menor idea de quién era tan homenajeado personaje.
Salvador Anglada era hijo de Sants, químico industrial de profesión. Había fundado el Círculo Tradicionalista Obrero y había sido concejal del Ayuntamiento por el partido Dreta Catalana. Pero lo que le trae a estas páginas fue su vinculación a la patronal y su contribución a fundar el tristemente célebre Sindicato Libre. Por si no les suena este nombre, los del Libre formaban parte de las fuerzas paramilitares pagadas por los patronos, creadas con la intención de eliminar a líderes sindicales y a obreros contestatarios.

El pistolerismo barcelonés es un tema difícil y polémico, pero los números son tozudos

El pistolerismo barcelonés es un tema difícil y polémico, aunque los números son muy tozudos. Entre 1917 y 1923 se calcula que fueron asesinados unos 200 sindicalistas, alrededor de 100 obreros y un número indeterminado de sus abogados y políticos afines, como Francesc Layret. Entre los patronos hubo 50 víctimas, a las que hay que añadir unos 30 policías y 40 pistoleros del Libre. El fenómeno se inicia con la muerte del empresario Joan Tapias, a lo que respondió la patronal acabando con la vida de uno de los suyos: Avellí Trinxet, partidario de negociar con los trabajadores. En el contexto de la I Guerra Mundial el jefe de la policía era Bravo Portillo, a sueldo del espionaje alemán. A él le debemos la creación de los primeros grupos de pistoleros y la muerte del empresario Barret i Moner, que era aliadófilo y que fue el auténtico Savolta en el que se inspiró el escritor Eduardo Mendoza para su famosa novela.

Tras la huelga general de la Canadenca en 1919 se crea el Sindicato Libre, de origen carlista e integrado por hampones y esquiroles, a quienes dirigen hombres como Anglada o Ramón Sales. Tras la muerte del líder sindicalista Pau Sabater, Tero, estos grupos se ponen bajo el mando del siniestro barón de König, a quien debemos el sangriento atentado perpetrado en el teatro Pompeya del Paral·lel, considerado una respuesta tardía al atentado contra el Liceo. A partir de ese momento la espiral de violencia cada vez es mayor, con la implicación del somatén barcelonés dirigido por Bertrán y Musitu, mano derecha de Francesc Cambó (aún con monumento dedicado en la Via Laietana).

Tras la huelga de la Canadenca se forma ese grupo de rufianes formado por hampones

Durante los años 1920 y 1921 se suceden las huelgas obreras y los asesinatos del Libre. Lo cual lleva a muchos trabajadores a organizarse a fin de proteger la vida de sus representantes, surgiendo grupos de pistoleros como Los Justicieros o Los Solidarios, que intentan devolver golpe por golpe. Hasta que en 1923 se produce la muerte a tiros de Francesc Comes y de Salvador Seguí, el Noi del Sucre, en la esquina entre las calles de la Cadena y de San Rafael. En aquel momento la urgencia la dicta el ruido de sables que se oye ya en los cuarteles de Barcelona, donde poco después el general Primo de Rivera da inicio a un golpe de Estado que será el funesto presagio de los protagonizados posteriormente por Sanjurjo y después por Franco.
El rígido control militar, la ilegalización de los sindicatos y la violencia policial acabaron con el pistolerismo obrero. Pero el Sindicato Libre todavía resistió en pie hasta la proclamación de la Segunda República, cuando ya resultó más difícil matar impunemente a los trabajadores. Desaparecía así la organización de los auténticos gánsteres de Barcelona.

Ramón Sales Amenós

Ramón Sales Amenós (La Fuliola, 1893 - Barcelona, 1 de noviembre de 1936), fue un sindicalista tradicionalista español, fundador de los Sindicatos Libres. Murió asesinado al comienzo de la Guerra Civil Española, víctima de la represión en la zona republicana.

Campesino y requeté leridano, con quince años se trasladó a Barcelona, junto con sus hermanos, al enviudar su madre. Trabajó como dependiente en unos almacenes, y en 1918 ingresó en el Sindicato Mercantil de la CNT. Al estar en desacuerdo con su ideología libertaria, en diciembre de 1919, con otros miembros del Centro Obrero Legitimista, fundó la Unión de Sindicatos Libres, de la que sería líder indiscutible.
El Sindicato Libre pronto chocó con la CNT, y también hubo de hacer frente a la Patronal, que pretendía subordinarlo a sus intereses. De 1919 a 1921, el naciente sindicato fue promocionado por los empresarios en su labor de dividir al movimiento obrero barcelonés. Los Sindicatos Libres perdieron 53 dirigentes ante los pistoleros anarquistas, y crearon sus propios grupos armados para combatir a los sindicatos anarquistas. En 1923, el Sindicato Libre contaba casi con 200.000 miembros, tres cuartas partes en Barcelona. Favorecido por la Dictadura de Primo de Rivera, la organización sufrió una campaña de acoso y difamación a partir de 1930 por parte de las fuerzas de izquierda.
De acuerdo con Colin M. Winston, Ramon Sales se separó de la dirección del carlismo al conspirar con Martinez Anido y el gobernador civil Milans del Bosch para hacerse con el control del centro obrero jaimista «La Margarita» después de haber sido clausurado en 1927. Esa misma táctica la emplearía también con el CADCI, centro que fue reabierto bajo una nueva junta controlada por amigos de Sales, la cual cortó todos los lazos con los jefes catalanistas, según reconocería el propio Sales en una carta a Milans del Bosch.
Tras la proclamación de la Segunda República, comenzó una represión feroz contra el Sindicato Libre, auspiciada por el abogado ex-cenetista y presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluis Companys, que suscribió el llamado Pacto del Hambre, por el cual la patronal acordó con la CNT y la UGT a no contratar a ningún trabajador afiliado a los Sindicatos Libres, cuya sede y bienes fueron incautados.
Ramón Sales tuvo que exiliarse a Francia, donde vivió de albañil y otros oficios. En 1935 volvió a Barcelona en la clandestinidad. Por entonces los Sindicatos Libres ya estaban muy politizados y patrocinados por el Bloque Nacional de José Calvo Sotelo. También en 1935, en noviembre, se reuniría en Niza con Severiano Martínez Anido para tratar infructuosamente que este liderara el golpe de estado en Cataluña.​ Capturado por milicianos de la CNT en la primavera de 1936, se escapó el 19 de julio y volvió a huir a Francia. Regresó de nuevo para organizar la quinta columna barcelonesa, pero fue capturado el 30 de octubre,4​ y descuartizado vivo en el Ensanche, ante las oficinas de Solidaridad Obrera:
Encadenaron los pies y las manos de Sales a cuatro camiones. Acto seguido los camiones emprendieron la marcha, en direcciones distintas.
Sin embargo, La Vanguardia informó el 5 de noviembre de lo siguiente:

El que fue presidente de los Sindicatos Libres de España, el tristemente famoso Ramón Sales, fue fusilado ayer, a las doce de la noche, por quienes habían recibido mayores agravios de su funesta actuación.

Biografía de Salvador Anglada Llongueras

Salvador Anglada Llongueras (Barcelona, 1878 - 19 de agosto de 1936) fue un empresario y político carlista español.

Biografía

Vivía en el barrio de Sants, donde tenía una fábrica de tintes y blanqueo, y fundó el Centro Carlista de Sants. En 1919 participó en una reunión del Ateneo Obrero Legitimista de Barcelona, presidida por Pedro Roma, Miguel Junyent, Estanislao Rico Ariza y Ramon Sales Amenós, donde decidió organizar el Sindicato Libre, un sindicato obrero independiente basado en la doctrina social de la Iglesia que posteriormente se enfrentaría a los terroristas anarquistas.
Fue concejal del ayuntamiento de Barcelona por el distrito 7 en las elecciones municipales de 1920 como candidato jaimista. Durante estos años fue subcabo del Somatén dirigido por José Bertrán. En mayo de 1921 fue objeto de un atentado personal que lo dejó gravemente herido.
Fue designado miembro de la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista en Cataluña en marzo de 1931.3​ En noviembre del año siguiente se integró en la candidatura Derecha de Cataluña.4​ El 20 de septiembre de 1934 fue detenido por la Guardia Civil en Prades al encontrar municiones y armas cortas en su domicilio de Barcelona.​ Fue arrestado en su casa, en la calle Rey Martín de Barcelona, el 14 de agosto de 1936. Acusado de tradicionalista y católico, fue fusilado en Casa Antúnez el 19 del mismo mes y año.
Su hijo Ricardo Anglada luchó en la guerra civil española integrado en el Requeté catalán, siendo hecho prisionero e internado en el campo de trabajo del SIM en Concabella.​ Su hija, Casilda Anglada Tomás, estuvo casada con Joaquín Isern Fabra, alcalde de Parets (1962-1966).​ Un nieto suyo fue Carles Isern Anglada, militante del Partit Carlí de Catalunya.

Durante la dictadura franquista la plaza de Sants de Barcelona se llamó en su honor Plaza Salvador Anglada

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