La batalla de Valenciennes, «La última gran Victoria» del Imperio español, por Ferrer-Dalmau.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


El pintor Augusto Ferrer-Dalmau muestra en exclusiva para ABC su último cuadro de los Tercios de Flandes, retratando la batalla de Valenciennes (1656). A decir de sus contemporáneos, la victoria española produjo «uno de aquellos estremecimientos que solía dar España en tiempos más afortunados»


Habían pasado trece años desde Rocroi y ocho desde que la guerra en Flandes terminará con la paz de Münster. Pero los frentes a los que las tropas de Felipe IV debían acudir no hacían más que multiplicarse. Con el Rosellón ocupado por tropas francesas y Portugal alzado en armas desde hacía más de una década, las tropas del mariscal Turena acometieron un ataque contra la estratégica plaza de Valenciennes, defendida por tropas de la monarquía hispánica al mando de Francisco de Meneses. Corría el año de 1656.
A pesar de la larga cadena de derrotas que la infantería española había sufrido en la década de los 40 de aquel siglo, en mayo de aquel mismo año había llegado a Bruselas don Juan José de Austria para hacerse cargo del gobierno de las provincias leales. El bastardo real se había revelado como un comandante capaz en la guerra contra Portugal y arrebatando Barcelona a los galos cuatro años antes. Se esperaba que obrara un milagro, deteniendo la incursiones del ahora poderoso ejército francés en los Países Bajos Españoles. Casi inmediatamente, el 18 de mayo, el asedio a Valenciennes comenzó y se prolongaría durante dos meses.
Consciente de que la ciudad iba a caer, don Juan José partió hacia el sur acompañado por el príncipe de Condé, al mando de la caballería, con 20.000 hombres, que debían enfrentarse a los 25.000 de Turena y su subordinado, La Fertè. La plaza estaba a punto a punto de capitular cuando los españoles llegaron en la noche del 15 de julio, cogiendo totalmente por sorpresa al mariscal francés. El ataque, que se llevó a cabo durante la noche, comenzó con un fulgurante avance de Condé, al que siguió una carga de caballería al mando del mismo don Juan José de Austria, que con más de 4.000 jinetes entró en el campamento enemigo y rechazó un contraataque de Turena, que fue incapaz de rescatar a Fertè y levantó el sitio, replegándose con sus tropas hacia Quesnoy.

«Uno de aquellos estremecimientos»

Al amanecer, la infantería española e irlandesa, dueña del campo de batalla tras el ataque de la caballería, hizo recuento de la rápida victoria: 77 oficiales capturados (incluyendo a La Fertè), 4.000 muertos en el bando enemigo y 1.200 prisioneros entre la tropa, además de tomar todo el tren de bagajes francés y 50 cañones.
Se trataba de la victoria de los otrora temidos Tercios, que a decir de sus contemporáneos produjo «uno de aquellos estremecimientos que solía dar España en tiempos más afortunados». Y a pesar de que se disfrutó de la victoria, los franceses todavía habían de asestar el golpe definitivo. Fue dos años más tarde, en las Dunas, donde se rubricaría el capítulo final de la decadencia del antes temido Ejército de Flandes.
Augusto Ferrer-Dalmau nos muestra, 360 años más tarde, una visión del amanecer del 16 de julio de 1656, a las afueras de Valenciennes. Juan José de Austria, acompañado de un caballo coraza, se interesa por dos de los prisioneros franceses, cuya bandera cayó tras las últimas cargas. Un oficial francés, avergonzado por la humillante derrota, se niega a cruzar su mirada con él.
Atento, como siempre, al detalle, Ferrer-Dalmau nos muestra armas y armaduras de esta fase final de la Guerra Franco-Española, donde se nota la influencia de otros conflictos contemporáneos como la Guerra Civil Inglesa, en el uso de tipologías de casco como el famoso «cola de langosta».
Debido al protagonismo de la caballería en Valenciennes, los jinetes ocupan un lugar destacado en esta obra, donde se representa tanto a jinetes ligeros (dragones o arcabuceros a caballo, que visten búfalas o cueras amarillas) como a caballos coraza con armaduras de tres cuartos, «arcabucillos» de rueda o llave de miquelete y largas escarcelas articuladas.
Ha amanecido en Valenciennes, demostrando que, a pesar de que los vientos de la guerra soplan en su contra, los Tercios eran capaces de dar a su rey una última victoria.

David Nievas Muñoz / es Licenciado en Historia por la Universidad de Granada; Máster en la Monarquía Católica, el Siglo de Oro Español y la Europa Barroca; y Asesor histórico de Augusto Ferrer-Dalmau

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