22 Julio 2018 Un chilote en la Brigada Lincoln durante guerra civil española Por Dante Montiel Vera, Historiador
Hace setenta y nueve años, las Brigadas Internacionales se retiraban de España. Habían sido constituidas por cuarenta mil voluntarios de todo el planeta. Nunca hubo una movilización solidaria de tal magnitud. Iban a defender la república española. En febrero de 1936, triunfó el Frente Popular, la derecha no aceptó el veredicto de las elecciones y preparó en julio el golpe militar encabezado por Francisco Franco. Entretanto, el gobierno del Frente Popular aceptaba las autonomías vasca y catalana, negándose a enfrentar por la fuerza las huelgas y ocupaciones de tierras.
Guerra
La Guerra Civil española (1936-1939) fue un acontecimiento de gran impacto en la historia universal del siglo XX. Quedó en la memoria histórica de las sociedades europeas como el enfrentamiento de mayor escala contra el fascismo. Las Brigadas Internacionales, hasta hoy en día, 79 años después de su formación, su sola mención provoca reacciones encontradas. Para los herederos del franquismo no eran otra cosa que grupos de “judíos centroeuropeos comunistas que no han ganado ni una batalla”, para los demócratas de España, de Europa y también de América, son recordadas como el único caso en la historia del siglo XX de personas con ideales y principios, dispuestos a pelear y dar la vida por defender la democracia y la república en un país lejano, para cerrar el camino al fascismo.
El reconocimiento cada vez más universal de la sociedad española a las Brigadas Internacionales se manifestó en la otorgación en 1996 de la nacionalidad española a los ex combatientes de las Brigadas y a sus descendientes, aprobada en el parlamento español por los votos tanto de la izquierda y centro-izquierda, como del centro-derechista Partido Popular. En Chile no había sido reivindicado por ningún partido político la incorporación de combatientes chilenos en las Brigadas Internacionales, ni menos hemos leído o escuchado reivindicaciones públicas de la participación chilena en la acción de las Brigadas Internacionales.Esto resulta paradojal por cuanto los brigadistas en todo el mundo han sido motivo de gran reconocimiento, así hubiesen integrado la Brigada Lincoln de EEUU o la Taelmann de Alemania. A España acudieron hombres jóvenes de todo el mundo dispuestos a defender la república. Los voluntarios latinoamericanos sólo sumaban cientos, en su mayoría argentinos y cubanos.
La historiadora Olga Ulianova descubrió en los archivos de la Internacional Comunista las fichas de veinticinco combatientes chilenos. La recuperación se produjo en el Centro Ruso para la Conservación y Estudio de los Documentos de la Historia Contemporánea, ex Archivo del Instituto de Marxismo Leninismo.
Las fichas de los chilenos combatientes corresponden a las Brigadas Internacionales y allí están las respectivas biografías, completísimas, como corresponde a la práctica del movimiento comunista de hacer llenar formularios con todos los datos posibles a militantes y, en este caso, a individuos comprometidos con la causa republicana. Ahora se sabe de veinticinco chilenos, uno de los cuales era Efraín Gartés, un chilote que vivía en Brooklyn, Nueva York, que se alistó en la Brigada Lincoln.
Las fichas corresponden al período de la derrota republicana, cuando ya están desmovilizados y son perseguidos por los franquistas, inclusive algunos ya se encuentran prisioneros en España, en el campo de concentración de San Pedro de Cárdenas. Según el documento, el comisario político André Marty, secretario del coronel Cordon , al referirse a los chilenos, recomienda “no se concedan condiciones especiales a los oficiales extranjeros que no poseen una muy alta calificación militar”.
25 chilenos.
Esto llama la atención, pues de los veinticinco chilenos, unos diez eran oficiales de las diversas ramas militares, hasta un aviador: algo notable en una España sin aviación. Todos con muy buena preparación y calificados en sus fichas como buenos, disciplinados, serios, responsables. Por lo demás, todos estos combatientes son de conducta ejemplar, salvo uno que tiene la tacha de “anarquista” y otro que es sospechoso porque sale de noche y no se presenta al acantonamiento. Se trata de las fichas de combatientes, que llenaba cada postulante en los años 1936-38 y donde posteriormente se introducían comentarios de sus superiores, así como de las listas de ex combatientes, retenidos en los campos de concentración en el territorio francés, tras la salida de las Brigadas Internacionales de España en 1938. Veinticinco personas no es mucho, si lo comparamos con los contingentes europeo o norteamericano, pero para América Latina el número no es despreciable. Entre los países de la región sólo Argentina, Brasil y Cuba presentan grupos cualitativamente mayores, mientras que la presencia de los demás países no supera, según el registro de los archivos kominternianos, un promedio de 3 a 5 personas. Sin embargo, ningún partido los ha reivindicado. ¿Qué suerte corrió la mayoría? ¿Quedaron abandonados por completo? ¿Fueron exterminados? ¿Se los comió la segunda guerra? ¿Qué juraron en nombre de la causa? ¿No casarse? ¿No tener hijos? ¿No demandar ayuda ni socorro en la adversidad? ¿Su lealtad los llevó a guardar el secreto de su heroico compromiso hasta más allá de la muerte? ¿Por qué ninguno de ellos fue embarcado en el “Winnipeg”?
Para el comisario Marty, estos combatientes chilenos “no han hecho la guerra moderna, no tienen una instrucción teórica y son muy políticos” y finalizaba advirtiendo:
“la prudencia exige en mi opinión no aceptar a ninguno, salvo elementos muy investigados”.
¿Sería semejante “prudencia” definitoria del destino de estos chilenos? ¿Ese “no aceptar a ninguno”, significó borrarlos de la vida y la memoria?. El hallazgo documental demuestra fehacientemente que uno regresó a Chile, vivió luengos años, tuvo destacada participación en los medios de comunicación y guardó celosamente el secreto. Si se examinan las fichas, se puede apreciar la altivez de esos rostros de uniformados serios y fieles: reflejan decisión y coraje. Correspondían al sector social que en nuestro país se considera como gente de bien, sus viviendas se hallaban en los mejores barrios de Santiago o Viña del Mar; ilustrados, partidarios del Frente Popular, con una tradición democrática, antifascista. Pertenecían a la intelectualidad uniformada. De los veinticinco, unos diez no salieron directamente de Chile y estaban viviendo en la misma España, Francia y Estados Unidos, como el chilote, que habla inglés, pero no lo sabe escribir. Veinteañeros en su mayoría, algunos de los salidos directamente de Chile eran damnificados del cierre de las salitreras, y al llegar se incorporaron enseguida al ejército republicano. La gran sorpresa fue el hecho de que prácticamente todos los brigadistas chilenos provenientes de Chile resultaron ser militares profesionales, oficiales activos o en retiro del Ejército y de la Armada de Chile, y constituyen un episodio excepcional al lado de los representantes de otros países, tanto europeos como americanos en las Brigadas Internacionales, así como una página inédita e irrepetible en la historia de Chile del siglo XX.
En las fichas que llenaron de su puño y letra, debían dejar constancia hasta de los orígenes e ideas de su familia, dar los nombres de sus amigos, decir en que escuelas y centros de educación superior habían estudiado, qué papel había desempeñado en sindicatos o centros laborales. Pero estas fichas no lo dicen todo, pues están escritas después de la disolución de las brigadas. ¿Cuántos chilenos en total lucharon en esa guerra? ¿Cuántos cayeron gritando “NO PASARÁN”? Cuando las brigadas se retiraron, un doloroso proceso de divisiones intestinas ya había afectado la causa republicana. Llegó un momento en que las Brigadas Internacionales no compensaban la intervención de nazis y fascistas. Lo cierto es que en junio de 1938, se retiraron, seis meses más tarde caería Barcelona y ocho meses después, Madrid. La retirada de las Brigadas Internacionales implicó desconcierto, desbande; peligro tremendo; algunos no podían retornar a sus países por la situación política o por la distancia. Los chilenos querían volver a Chile.
José Efraín Gartez.
En relación al chilote internacionalista José Efraín Gartez, nació en Ancud (Chiloé), el 16 de mayo de 1902. “Son todos trabajadores” – se refiere a su familia residente a la fecha en Corral y Santiago. Chofer de profesión y “con conocimiento del oficio de barbero”, partió a España desde los EE.UU., donde (en Brooklyn, N.Y.) residía permanentemente, trabajando y militando en AFL y desde febrero de 1935 en el PC norteamericano, sin tener cargos directivos en ninguna de las organizaciones. Como militante ejemplar del “partido internacional” “pidió su traslado a España”. Con una letra difícil de una persona con poca instrucción, anota ser lector del periódico comunista norteamericano “Dayle Works”, así como de “algunos libros de Lenin y Stalin y Jorge Dimitrol”.
Lo último lo caracteriza como militante bien actualizado de la época “bolchevizada” y estalinista del movimiento comunista internacional. Llegó a España el 16 de octubre de 1937, participando como soldado, ascendido luego a cabo en la Brigada Lincoln (formada por voluntarios norteamericanos) y en la Compañía especial de Ametralladoras del Estado Mayor. Después de 6 meses en el frente fue herido en los combates de Ebro. Aun en el período de recuperación lo sorprende la retirada de los voluntarios de España. Pese a su evidente poca escolaridad (entre otras cosas, declara hablar inglés, pero no saber escribirlo, razón por la cual llena la ficha en español, lo que a su vez permite que se conserve en la carpeta chilena), demuestra buen manejo de su situación migratoria. Si bien desea volver a los EE.UU., donde no tiene problemas para entrar y “no es conocido como comunista”, afirma tener alternativas migratorias en México y Francia (provisional). Al igual que otros voluntarios chilenos, el 13 de octubre 1938 lo encontramos en Barcelona, donde llena su ficha en el Comisariado de Guerra de las Brigadas Internacionales, documento que permitió reconstruir ciertos datos de su biografía. Frente a los destinos humanos como este: de Chiloé a Nueva York y de ahí a España, apenas sabiendo escribir, pero soñando con ser parte de los redentores de la humanidad, uno no puede sino sorprenderse ante lo chico que se hizo el mundo en ese tormentoso siglo XX y ante lo grande que han sido sus pasiones.
Luego su huella se pierde. No se logró encontrar en los archivos del registro civil chileno nota alguna, referida a su nacimiento, situación que se debe probablemente, a la lejanía y el aislamiento de su terruño chilote. Desconocemos si volvió a Chile tras la guerra o dónde se perderían las pistas de ese singular “ciudadano del mundo”. Tampoco los archivos creados en los EE.UU. por los veteranos de la Brigada Lincoln registran su nombre. La revisión posterior de la colección del periódico comunista chileno “Frente Popular” nos demostró que E. Gartez no fue el único chileno que partió a España desde EE.UU.…” Puntualizamos que en Chiloé “Gartez” no es un apellido local, el apellido es “Garcés” o “Garcéz” , cuyas familias en general de localizan en Ancud y Quinchao, y podría tratarse de una trascripción errónea del apellido o se copió mal en las fichas pertinentes.
La historiadora Ulianova indicaba “respecto del chilote-brigadista, es muy probable que se trate de una transcripción errónea del apellido. La única fuente disponible, era su ficha de combatiente, llenada de su puño y letra que dice claramente “Gartéz”. Y claramente se trata de una persona no muy letrada. Además escribe en Spanglish. ¿Se equivoco él?. ¿“anglinizó” de esta manera su apellido?. ¿o así lo anotaron en alguna oficina de inmigraciones de EE.UU.?. siempre existen constantes diferencias en la transcripción de los apellidos. Además, nuestro personaje menciona Ancud como su punto de partida. Creo que son suficientes las coincidencias para considerarlo parte de la familia que se menciona”.
América latina
En los países de América Latina, a pesar de su lejanía geográfica del teatro de operaciones militares y de la antesala de la guerra mundial que se hacía sentir en Europa, el impacto de la Guerra Civil española fue mayor. Hubo simpatizantes, grupos de apoyo y recepción de exiliados de ambos bandos. A su vez, el idioma común, similitudes culturales, distanciamiento del conflicto europeo, posición pro-republicana de varios gobiernos, hicieron de América Latina uno de los destinos principales del prolongado exilio español republicano. Han transcurrido más de setenta y nueve años del acontecimiento y aún no hay una voz que reivindique la gesta heroica de los brigadistas chilenos en la guerra civil española, ni menos de nuestro coterráneo insular. |
chilenos están en todos lados
ResponderEliminar