Saló o los 120 días de Sodoma (Película).-a
"Malditos sean mis ojos, que me quede ciego si ésta mala puta no es lo más excitante que he visto en toda mi vida."
"Es una locura suponer que se debe algo a la propia madre. ¿Debemos estar agradecidos porque en otros tiempos disfrutaba mientras alguien la poseía? Ésta ya es suficiente recompensa."
"Recuerdo que hace muchos años también yo tenía una madre que despertaba en mí los mismos sentimientos que usted experimentaba con la suya. Apenas estuve en situación de hacerlo la envié al otro barrio. Nunca nada en mi vida me produjo un placer tan sutil como el que sentí cuando cerró los ojos por última vez."
Estas tres son de las más flojas barbaridades que el espectador puede presenciar en "Saló o los 120 días de Sodoma", dirigida por el poeta, ensayista, escritor y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini.
"Saló o los 120 días de Sodoma" se desarrolla en la Italia de finales de la Segunda Guerra Mundial, en plena ocupación nazi. La película se encuentra dividida en cuatro segmentos, similar al Infierno de la novela Divina Comedia de Dante: Anteinfierno, Círculo de las manías, Círculo de la mierda y Círculo de la sangre.
Cuatro hombres poderosos, llamados el Presidente, el Duque, el Obispo y el Magistrado, acuerdan casar a sus hijas a la fuerza. Con la ayuda de varios colaboradores, secuestran a dieciocho jóvenes (nueve chicos y nueve chicas) y los conducen a un palacio. Los acompañan cuatro ex-prostitutas, también colaboradoras, cuya función será la de contar historias que exciten a los hombres poderosos, quienes entonces explotarán sexual y sádicamente a sus víctimas.
La película muestra los tres primeros de los 120 días transcurridos en el palacio, tiempo durante el cual los cuatro hombres poderosos, para su propio placer, conciben torturas y humillaciones, cada vez más aberrantes, con las que atormentar a sus víctimas.
El film se divide en cuatro partes; la primera es el llamado Anteinfierno, la sección más corta de la película, donde se muestra la captura de los jóvenes y un discurso dado por parte del Duque a las víctimas. Después el film pasa al Círculo de las Manías, liderado por la Señora Vaccari, una de las prostitutas. En ésta segunda parte las víctimas aparecen desnudas, atadas por el cuello con correas, y son obligadas a caminar a cuatro patas y a comer carne del suelo como si fueran perros. A una de las víctimas, hija de uno de los cuatro hombres poderosos, se le da de comer un panecillo lleno de clavos. A otra de las víctimas se la azota con un látigo.
En la tercera parte comienza el Círculo de la Mierda, donde varios personajes discuten sobre haber asesinado a sus madres y también sobre el hecho de que no se le debe nada a la madre simplemente por haber fornicado con un hombre. A una de las víctimas se le escucha llorar, entristecida porque su madre fue asesinada cuando la capturaron. Entonces ella es forzada a comer la mierda del Duque. A los jóvenes se les prohíbe cagar durante un día completo, porque al final sus excrementos sean servidos en un gran banquete. Además se realiza un concurso de los mejores culos donde el ganador supuestamente moriría en el acto. Al ganador se le asusta con una pistola descargada. Éste final del Círculo de la Mierda anuncia los horrores del siguiente segmento.
En la última parte, el Círculo de la Sangre, las historias de las prostitutas son mínimas y relatadas por la Señora Castelli. Se celebra una boda gay entre algunos soldados y tres de los cuatro señores, oficiada por el Obispo. Un soldado seduce a este último y tienen sexo. Después, el Obispo se va a inspeccionar las víctimas a sus dormitorios, donde cada una traiciona a otra: se descubre un romance lésbico, una fotografía escondida, y, finalmente, un amorío entre un colaborador y la sirvienta negra, por lo que ambos son asesinados a tiros. Más tarde, las víctimas que decidieron no colaborar con sus agresores, y las hijas de los mismos, son torturadas de varias espantosas maneras, antes de ser asesinadas: violados, desollados, marcados, con pene y pezones quemados y con lenguas y ojos extirpados. La última escena de la película retrata la indiferencia, la insensibilización a la violencia y el conformismo de las masas: dos colaboradores, que acababan de presenciar y participar en la masacre, aburridos, se ponen a bailar un vals juntos.
"Saló o los 120 días de Sodoma" es una película que habla del fascismo. Pero ¿qué es el fascismo? Para responder a esta pregunta hay que observar bien la película. Que Pasolini ambiente la película en la Italia fascista de Mussolini no es casualidad.
Pasolini tiene un concepto radical del fascismo. Para él, el fascismo es el capitalismo, es la sociedad de consumo, la cultura de masas que permite la democracia liberal. Y eso se ve en la película. Para Pasolini, el ferviente y vehemente consumismo que ya no incluso satisface sino que incluso satura todas las necesidades, deseos y caprichos, no es más que una enfermedad social, que esclaviza y analfabetitza a la gente, y la somete bajo un régimen donde la persona deja de ser persona y se convierte en un número o una estadística, una sociedad donde no se permite la unidisconformidad, ya que esta no es tolerada por una élite que se mantiene en el poder a través de la sumisión que provoca la necesidad económica y consumista.
Para Pasolini eso es el fascismo, y en estos términos coincide bastante con Frank Raymond Leavis y con Charles Wright Mills. Más con Mills que con Leavis. La película no sólo muestra el concepto que Pasolini tiene del fascismo, sino también la hipocresía, la falsedad y la perversión moral de esta élite de democracia liberal. Y aquí es cuando Pasolini muestra su "unidisconformidad" con Walter Lippman, ya que Lippman era partidario de una sociedad paternalizada por una élite de tecnócratas. Un régimen tecnócrata no dejaría de ser otra forma de fascismo, se estaría cambiando una élite egoísta, hipócrita y moralmente corrupta por otra élite que viene a ser lo mismo pero con otro nombre.
Es lo que nos dice Pasolini. Nos describe cómo fue el fascismo de Mussolini, y uno se acaba dando cuenta de que tampoco difiere mucho de otros regímenes que en principio son democráticos pero que de democrático sólo tienen el derecho a voto, y a veces ni eso. Sólo hay que ver los ejemplos de España, Estados Unidos, Rusia, etc.
La referencia del infierno de Dante no es gratuita. En la película el palacio es una extrapolación del infierno de Dante, es el fin del mundo para las víctimas que se ven atrapadas, para ellos representa el apocalípsis, y los cuatro señores sus jinetes. Ya se lo recuerda el Duque a sus víctimas en el Anteinfierno, antes de entrar en el palacio/infierno “La escapatoria es imposible. Abandonad toda esperanza.” Al mismo tiempo nos lo dice Pasolini a los espectadores. Quitaos de la cabeza que la historia pueda acabar bien, no hay final feliz. Es entonces cuando nos adentramos en el infierno. En ese infierno todo lo que hace que un ser humano lo sea queda prohibido y reprimido, no hay humanidad.
Con esta referencia a la obra de Dante, Pasolini define muy bien su idea del capitalismo. Disfrute y goce para unos a costa del sufrimiento y la miseria de muchos. Eso lo expusieron muy bien Neil Blomkamp en “Elysium” y Bong Joon-ho en “Snowpiercer”, pero no hace falta que nos vayamos al cine para verlo, basta con mirar a nuestro alrededor, vivimos en dicha realidad. Compramos y nos ponemos ropa de marca fabricada en China por niños explotados o prisioneros políticos; nuestros gobiernos “democráticos” hacen acuerdos comerciales con gobiernos dictatoriales y totalitarios; muchos gobernantes se suben el sueldo mientras recortan servicios sociales, educativos, sanitarios, culturales, asistenciales, facilitan el despido, bajan prestaciones y salarios...
Muchos se sorprenden de la dureza y crudeza de la película, de su explicitud malrollera, en la asquerosidad y repugnancia de muchos momentos del film. En cierto modo es justo tener esa percepción de “Saló o los 120 días de Sodoma”, a su lado "The human centipede II" o "Martyrs" parecen los teletubbies. Pero no hay que equivocarse, lo que sucede en la película no deja de ser una extrapolación de una realidad que Pasolini ya veía y que hoy vivimos. Nos parece duro lo que vemos en la película pero, del mismo modo que los dos colaboradores que bailan un vals, nos hemos insensibilizado del dolor y la miseria que nos rodea.
Podemos observar esa situación en un momento devastador de "La lista de Schindler" (Steven Spielberg, 1993), cuando un soldado de las SS toca en un piano una pieza de Mozart mientras a su alrededor sus compañeros asesinan a sangre fría y sin piedad a todos los judíos del gueto de Cracovia. El horror y la maldad se vuelven tan cotidianos que pierden importancia y significado. Es un momento estremecedor pero, al mismo tiempo, también evocador de la sociedad, de una sociedad que no tiene reparos en evadirse con ocio del horror y la maldad que la rodea, volviéndose cómplice de ese horror y esa maldad en vez de hacer algo para combatirlos y detenerlos, tratar de impedirlo.
Muchos se sorprenden de la dureza y crudeza de la película, de su explicitud malrollera, en la asquerosidad y repugnancia de muchos momentos del film. En cierto modo es justo tener esa percepción de “Saló o los 120 días de Sodoma”, a su lado "The human centipede II" o "Martyrs" parecen los teletubbies. Pero no hay que equivocarse, lo que sucede en la película no deja de ser una extrapolación de una realidad que Pasolini ya veía y que hoy vivimos. Nos parece duro lo que vemos en la película pero, del mismo modo que los dos colaboradores que bailan un vals, nos hemos insensibilizado del dolor y la miseria que nos rodea.
Podemos observar esa situación en un momento devastador de "La lista de Schindler" (Steven Spielberg, 1993), cuando un soldado de las SS toca en un piano una pieza de Mozart mientras a su alrededor sus compañeros asesinan a sangre fría y sin piedad a todos los judíos del gueto de Cracovia. El horror y la maldad se vuelven tan cotidianos que pierden importancia y significado. Es un momento estremecedor pero, al mismo tiempo, también evocador de la sociedad, de una sociedad que no tiene reparos en evadirse con ocio del horror y la maldad que la rodea, volviéndose cómplice de ese horror y esa maldad en vez de hacer algo para combatirlos y detenerlos, tratar de impedirlo.
"Saló o los 120 días de Sodoma" es una obra maestra, y una de esas películas que hay que ver antes de morir. Pero no es apta para estómagos sensibles, es una película muy dura que te hace sentir muy mal.
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