Nobleza de Navarra.-a

«En campo de gules unas cadenas de oro dispuestas en orla, cruz y sotuer con una esmeralda de su color en el centro.»


Nobleza titulada Navarra


Condados creados por Carlos III de Navarra

Condado de Lerín y  condestable de Navarra.

El condado de Lerín y condestable de Navarra es un título nobiliario español, de origen navarro, concedido por el rey Carlos III de Navarra en 1425, con motivo de su boda, a Juana de Navarra, hija de Carlos II de Navarra, y a su esposo Luis de Beaumont, nieto de Luis de Evreux, duque de Durazzo y bisnieto de los reyes Juana II de Navarra y su Felipe III. Hacia 1430 Luis de Beaumont le añadió el título más pomposo de condestable de Navarra.
Los condes de Lerín encabezaron la facción de los beaumonteses durante la guerra civil de Navarra, en defensa de los intereses de Carlos de Viana, en contra del rey Juan II de Aragón.
Se trata uno de los títulos nobiliarios más importantes de España, y se le concedió la grandeza de primera clase de 1520, por el emperador Carlos V.



Vizcondados creados por Carlos III de Navarra

Vizcondado de Val de Erro

El vizcondado de Val de Erro o Valderro, es un título nobiliario navarra creado el 15 de mayo de 1408 por el rey Carlos III de Navarra "el malo" a favor de Mosén Bertrán (o Beltrán) de Ezpeleta y Garro, señor de Ezpeleta; le fue otorgado el vizcondado en reconocimiento a los servicios prestados al rey Carlos II de Navarra, por su bisabuelo Mosén Miguel de Echáuz, señor de Val de Erro.​ Bertrán de Ezpeleta y Garro, era hijo de Oger de Garro y Chatillón -de linaje Agramont (Agramonte)- Merino de Thelousetle y San Maruricio, Caballerizo de Carlos II y Carlos III y Baylio del País de Labourd, y de su esposa Juana de Ezpeleta y Echáuz, baronesa de Ezpeleta, señora de Ezpeleta, de Valderro y de Gallipienzo. Al heredar de su madre, Bertrán alteró el orden de sus apellidos.


El Vizcondado de Arberoa

El Vizcondado de Arberoa es un título nobiliario navarro creado el 1 de junio de 1455, en el Reino de Navarra por el Príncipe de Viana a favor de Juan de Beaumont de Navarra, Gran Prior del Reino en la Orden de San Juan.

Baronías creadas por Carlos III de Navarra

Baronía de Beorlegui

La Baronía de Beorlegui es un título nobiliario navarra creado el 6 de agosto de 1391 por el rey Carlos III de Navarra a favor de Martín Beaumont de Navarra, hijo de Juan de Beaumont de Navarra I vizconde de Arberoa.
Su denominación hace referencia a la pequeña localidad de Beorlegui en el antiguo territorio histórico de la Baja Navarra, actualmente integrada en el departamento francés de Pirineos Atlánticos en la región de Aquitania.

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes





Según el Censo de Floridablanca, en 1786 había en Navarra cerca de 57.000 “hidalgos”, aproximadamente una cuarta parte (25,2%) de la población total. La variedad del medio físico y de la historia habían contribuido a un reparto muy desigual de la nobleza: mientras casi la mitad de los habitantes de la merindad de Pamplona (46%) eran de familia hidalga, sólo lo eran el 21% en la de Sangüesa, el 12,5% en la de Estella, el 8% en la de Olite y el 4,5% en la de Tudela. Estas mismas cifras advierten de la coexistencia de muy diferentes grados y tipos de nobleza: desde la hidalguía colectiva de algunos valles pirenaicos hasta los grandes y títulos, propietarios de extensos-señoríos, en la Ribera.
Como en el resto de España, la hidalguía era una condición jurídica y socialmente privilegiada. En Navarra, aunque los simples hidalgos no estaban exentos del pago de cuarteles y alcabalas y del repartimiento por fuegos, que componían los capítulos esenciales del “servicio” de las Cortes, gozaban de otros importantes privilegios: militares (exentos de alojamientos, bagajes y construcciones), judiciales (ni tormento ni risión por deudas), económicos (vecindades “foranas“* y aprovechamientos vecinales dobles), políticas (reserva de oficios del gobierno local) y sociales (escudo en la casa, llevar armas y ropas ricas, cazar con galgos, ocupar los primeros puestos en todo acto público, etc.). Por ello, el acceso a la nobleza fue el objetivo ambicionado por todo el que, con dinero o prestigio, intentaba ascender en la jerarquía social. La compra de hidalguías de privilegio en el siglo XVII y, más frecuentemente, la introducción fraudulenta, que dieron pie a numerosos pleitos y leyes sobre probanzas de hidalguías, escudos, etc., son hechos abundantemente documentados.

Durante los siglos XV y XVI, los reyes concedieron diversos privilegios reconociendo que todos los vecinos -no así los simples moradores- de determinados valles y lugares eran hidalgos por su origen. Esta hidalguía “colectiva”, concedida o ratificada por el rey a Lumbier (1391), Aoiz (1424), Iribas y Alli (1455), Munárriz (1457), Gollano (1476), Inza, Betelu y Errazquin (1507), Miranda de Arga (1512), no siempre comportaba todos los privilegios del hidalgo de sangre. Algunos valles montañeses, como Aézcoa, Lana, Larráun (1497), Bértiz (1429), Baztán (1440), Salazar, Roncal, Cinco Villas, protestaron siempre de ser “hidalgos originarios”, por no estar “contaminados” de judíos y moros y ser los iniciadores de la reconquista. De hecho, todo este grupo de hidalgos se confundían con sus convecinos labradores en cuanto a los modos de vida.
De mayor relieve era la que podemos calificar de nobleza media, constituida por los “palacianos”, “remisionados” y “señores de pechas”. Ricos propietarios rurales -aunque tampoco excesivamente- gozaban de más importantes privilegios fiscales y militares. Desconocemos su influencia social y, sobre todo, política, desde el brazo nobiliario en las Cortes, en la Diputación y en las ciudades, pero parece que encontró poca competencia en una burguesía poco numerosa y en una alta nobleza ausente.

El estrato superior de la nobleza del reino lo constituían los “titulados”. Antes de la conquista por Fernando el Católico se habían concedido 11 títulos, algunos tan importantes como el condado de Lerín (1424, a Luis de Beaumont), el de Santesteban de Lerín (ca. 1450) y el de Cortes (1413). Si durante todo el siglo XVI sólo se crearon tres nuevos títulos, destacando el de marqués de Falces en 1513, en los siglos XVII y XVIII se multiplicaron -25 y 49, respectivamente- de acuerdo con las necesidades hacendísticas y de patronato de la Corona, que así premiaba servicios de armas o en la administración. De este modo, muchos palacianos, señores de tierras y de jurisdicciones, adquirieron títulos correspondientes a sus propiedades; condado de Javier (1625), marquesado de San Martín de Améscoa (1690), de Góngora (1695), de San Adrián (1696), etc. Las rentas de los titulados navarros, en comparación con las de sus parientes castellanos o aragoneses, fueron más bien escasas, unos 6.000 ducados anuales las del marqués de Cortes hacia 1620, y en torno a los 4.000 las del marqués de Cadreita y vizconde de Zolina.
Durante el siglo XIX, la nobleza navarra siguió la misma evolución que la del resto de España. Las Cortes de Cádiz (1810-1814) suprimieron la hidalguía y, aunque su legislación fue derogada en bloque por Fernando VII (III de Navarra), en 1814, puede considerarse entonces prácticamente desaparecida; las leyes que, entre 1810 y 1837 dan forma a la revolución liberal terminan con su poder jurisdiccional, al hacer electivos los cargos municipales y al depositar la judicatura en un cuerpo profesional específico y en unos tribunales uniformes; los hidalgos quedaron en labradores, comerciantes o industriales como los demás.
Aunque también se vieron afectados por esas reformas administrativas y judiciales, los títulos, en cambio, no sólo se mantuvieron sino que aumentaron, por la política de creación de una nueva aristocracia que siguieron Isabel II y sus sucesores, por un lado, y los jefes de la dinastía carlista por otro, siendo así que, en diversos momentos, y como prenda de conciliación, los monarcas isabelinos reconocieron los títulos carlistas* a cambio de reconocimiento también de los derechos de aquéllos al trono de España.
Esta nueva nobleza, no obstante, fue abandonando paulatinamente, durante el siglo XIX, primero los ámbitos rurales -en los que hasta el siglo XVIII había transcurrido una buena parte de su vida- y al cabo las propias ciudades -incluida Pamplona-, en beneficio de Madrid.
En general, y contra lo que podría aventurarse, la base de esta nobleza cortesana siguió siendo agraria. Los antiguos señores y cabezas de mayorazgo se convirtieron en propietarios absolutos de sus tierras, y los nuevos títulos recayeron sobre burgueses que, por lo general, participaron durante el mismo siglo XIX de la desamortización eclesiástica, como se ha comprobado al elaborar la lista de compradores de tales bienes.
La documentación más diversa sobre la historia de Navarra de la segunda mitad del XIX, hasta nuestros mismos días, está salpicada de notas que muestran la permanencia de una cantidad notable de propiedades en manos de la aristocracia. Recuérdese, por ejemplo, la importancia que tenían aún en 1985 -en relación con la extensión del respectivo término- las tierras que en Zolina, Monteagudo, Traibuenas y Cadreita poseían los marqueses de Narros y San Adrián y los duques de Miranda y Alburquerque respectivamente (Desamortización civil*, Sociedad*). Pero también es cierto que ningún título navarro figuraba entre los más ricos de la aristocracia española del siglo XIX y el XX.

Fuentes documentales

Archivo General de Navarra: Sección Comptos. Documentos y Registros. Papeles Sueltos. Libros de Mercedes Reales. Libros de Protonotaría y Tesorería. Sección Reino. Nobleza. Cuarteles y alcabalas. Protonotaría. Libro de Armería del Reino de Navarra. Libros de Heráldica. Sección del Consejo Real. Procesos. Sección de Protocolos Notariales. Actas de Cortes. Actas de la Diputación del Reino.

Bibliografía

J. Altadill, Castillos medioevales de Navarra. San Sebastián, 1934-36. (3 vols). J. Argamasilla de la Cerda, Nobiliario y Armería General de Navarra. (Madrid, 1899). M. Arigita, Don Francisco de Navarra. (Pamplona, 1899). J. de Atienza, Diccionario nobiliario español. (Madrid, 1948). C. M. Baleztena, Heráldica Navarra. Publicado por entregas en Diario de Navarra entre los años 1955 y 1962. J. Caro Baroja, La hora navarra del XVIII. (Pamplona, 1969). Etnografía histórica de Navarra. (Pamplona, 1971), (3 vols). Cuadernos de las leyes y agravios reparados por los tres Estados del Reino de Navarra. (Pamplona, 1896) (2 vols). A. Chavier, Fueros del Reino de Navarra. (Pamplona, 1815). F. Elorza y Rada, Nobiliario de la Valdorba. (Pamplona, 1714). A. y A. García Carraffa, El Solar Vasco-Navarro. (Madrid, 1947). (6 vols). I. Gil de Jaz, Nobleza del Reino de Navarra. (6 vols manuscritos). F. Huarte, Nobleza executoriada del Reino de Navarra. (ms). J. M.ª Huarte, y J. Rujula, Nobiliario del Reino de Navarra. (Madrid, 1923). M.ª P. Huici, Las Cortes de Navarra durante la edad moderna. (Pamplona, 1963). F. Idoate, Rincones de la Historia de Navarra. (Pamplona, 1954-66). (3 vols). El Señorío de Sarría. (Pamplona, 1959). Catálogo de la sección de Guerra del Archivo de Navarra. (1259-1800). (Pamplona, 1978). Esfuerzo bélico de Navarra en el siglo XVI. (Pamplona, 1981). Marqués de Jaureguizar, El palacio cabo de armería de Ripa. (Madrid, 1978). J. M. Lacarra, Historia del Reino de Navarra. (Pamplona, 1973). (3 vol). Investigaciones de Historia de Navarra. (Pamplona, 1983). J. J. Martinena, Palacios cabo de armería. (Pamplona, 1977). Navarra, castillos y palacios. (Pamplona, 1980). Libro de Armería del Reino de Navarra. (Pamplona, 1982). F. Menéndez Pidal, Libro de Armería del Reino de Navarra. (Bilbao, 1974). Ministerio de Justicia. Grandezas y Títulos del Reino. Guía Oficial. (Madrid, 1969). J. Moret y F. Aleson, Anales del Reino de Navarra. (Tolosa, 1890-92). (12 vols). Ordenanzas del Consejo Real del Reino de Navarra. (Pamplona, 1622). A. Otazu y Llana, Hacendistas navarros en Indias. (Bilbao, 1970). Fr. J. de San Francisco Xavier, Pechas de Navarra vindicadas. (Pamplona, 1766). Notas y adiciones al libro titulado Pechas de Navarra vindicadas. (Pamplona, 1774). M. de Vizcay, Derecho de naturaleza que los naturales de la merindad de San Juan del Pie del Puerto tienen en los reynos de la Corona de Castilla. (Zaragoza, 1621). J. Yanguas y Miranda, Diccionario de los Fueros del Reino de Navarra y de las leyes vigentes promulgadas hasta las cortes de los años 1817-18. (San Sebastián, 1828). Diccionario de Antigüedades del Reino de Navarra. (Pamplona, 1840). (3 vols). Adiciones al Diccionario de Antigüedades de Navarra. (Pamplona, 1843). J. Zabalo, La administración del Reino de Navarra en el siglo XIV. (Pamplona, 1973).



En el libro de Armería del Reino de Navarra están los doce blasones de los ricoshombres.

La figura del ricohombre, o la ricohombría, hunde sus raices en las antiguas dignidades y títulos romanos. Era una denominación de origen castellano. José Yanguas y Miranda, en su Diccionario de antigüedades del Reino de Navarra, afirma que era:


«Primera dignidad del reino entre la clase de la nobleza. No hay noticia de haberse usado de este título en Navarra hasta el siglo XII.»
José Yanguas y Miranda.

En esa línea, los Ricoshombres de Navarra constituyeron el sector más privilegiado de la nobleza con alto nivel en prestigio social, capacidad económica y atribuciones políticas en el reino de Navarra. El Fuero General especifica sus funciones y les dedica varios capítulos de derecho privado.


«Parece según el fuero general que en un principio solo había los doce ricoshombres o doce sabios de la tierra. Es probable que rico y sabio eran sinónimos. (...) Los ricoshombres eran los consejeros del rey: sin consejo de ellos no podía tener corte ó tribunal (...) ni hacer paz, guerra ni tregua con otro rey ó reina, ni otro granado fecho ó embargamiento de regno: fuero general, cap. 1.»José Yanguas y Miranda2

Tradicionalmente fueron doce familias que figuran en el libro de Armería del Reino de Navarra que son: Almoravid, Guevara, Aibar, Baztán, Urroz, Leet, Subiza, Rada, Vidaurre, Cascante, Montagudo y Mauleón.​ Estos se irían modificando desapareciendo los Urroz y Mauleón (este último de la Baja Navarra) con Teobaldo II de Navarra, mientras que los Cascante y Montagudo se unirían en un solo linaje. En 1264 figuran las siguientes casas: Almoravid, Rada, Lodosa, Barillas, Leet, Baztán, Vidaurre, Arróniz y Monteagudo.​


«Pero en este mismo siglo XIV, las ricohombrías llegaron á degenerar en títulos de honor, pues que se daban por los reyes aun á los niños que acababan de nacer.» José Yanguas y Miranda

En la mayor parte de los casos estaban emparentados con los reyes. En cambio, la nobleza de segundo orden tenía un ascenso circunstancial y en relación a los servicios militares prestados.


Entre los linajes que aparecieron posteriormente a las doce familias, destacan el de Agramont con Sancho VII en el siglo XII, el de Pierres de Peralta el Viejo y sus descendientes con Carlos III y la originada por la casa bastarda de Beaumont. Los linajes de Agramont y el de los Beaumont se enfrentarían en un largo conflicto durante el siglo XV que finalizaría en el siglo XVI con la incorporación de Navarra a Castilla como consecuencia directa de este conflicto.

Con el afianzamiento de las Cortes de Navarra el papel de aconsejar al monarca, que el Fuero General le reservaba a los ricoshombres, se ampliaba al resto de los estamentos.

La legislación de Navarra es la más rica de toda España en materia nobiliaria. El Rey de Armas de Navarra, cuyas funciones eran independientes de las de los demás Reyes de Armas de su Majestad, recopilaba en un Armorial los escudo de cada linaje Navarro que ganaba ejecutoria de Nobleza en los Tribunales del Reino, base sólida de sus futuras certificaciones.
En Navarra no había más Nobleza oficial que la “ejecutoria o registrada”; solamente eran considerados nobles los que demostraban calidad de tal ante algún Tribunal, y sus descendientes directos y legítimos, no turbados en el goce de su posesión a través de los siglos.
A diferencia de Castilla, en Navarra las ejecutorias de Hidalguía se tramitaban a petición de parte, casi siempre por haber cambiado de residencia el interesado. También se caracteriza esta región porque el uso indebido de escudos nobiliarios era cuestión criminal, aunque llevase accidentalmente la responsabilidad civil.

Fuente: "La heráldica Española y Basca" de Joaquín Rodolfo Asiaín y Crespo.

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