Rey de Armas de Navarra.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes



Ana Karina González Huenchuñir

Los oficiales de armas, llamados genéricamente heraldos en las épocas más antiguas, aparecen citados a menudo en poemas franceses de mediados del siglo XII. Casi en todas las ocasiones su cometido está relacionado con los torneos. Por el contrario, no se hallan menciones de los heraldos en los siglos XII y XIII en aquellas regiones donde no se estilaban los torneos, como en los reinos ibéricos y en Occitania. En esta primera época se equiparaban socialmente a los ministriles y juglares.

Esta institución llegó a España con el auge de las costumbres caballerescas y los contactos con Francia e Inglaterra, en la segunda mitad del siglo XIV. A la vez, hay un proceso de ascensión social de los heraldos y de los oficiales de armas en general. Si bien sus misiones específicas eran la de mensajeros y otras de escaso relieve, de hecho actuaban como un eficaz medio para propagar la fama de los caballeros. Por esto se les ha considerado como los periodistas de la época.

En Navarra, parece haber sido Carlos II el primer rey que tuvo heraldos a su servicio. En abril de 1366 el cronista Froissart se reunió en Bruselas con los heraldos de los reyes de Navarra, Aragón y Dinamarca, de los duques de Láncaster, Baviera y Brunswick, que habían llegado para asistir a las justas que mantenía la duquesa de Brabante. Desde 1368 tenía a su servicio a un normando, Martín Carbonnel, “rey de los heraldos” de su casa con el título de Navarra. Es autor de un conocido armorial que, sin embargo, no comprende armerías navarras, al menos en la versión que nos ha llegado. Acaso fuese obra suya un Role d´armas des compagnons du Roi de Navarre dans son expédition à Chypre, citado en alguna obra antigua, pero desconocido hoy. Poco después, en 1386, comienzan a ser nombrados el heraldo Pamplona y maestre Juan, “petit héraut” del Rey. Otros documentos de la sección de Comptos del Archivo de Navarra permiten reconstruir el entorno social de los heraldos. En 1385, reinando Carlos II, Pierres du Bar y su hijo Johanín du Bar, probablemente de origen bretón, eran “juglares de arpa” del infante Carlos. Otra hija de Pierres estaba casada con Nicolás Porchín, “juglar de órgano”. En 1395 Carlos III nombró a Pierres “rey de armas”, eximiéndole de ciertos tributos y dándole el nombre de Navarra. En los documentos se le menciona generalmente como “Navarra, rey de los heraldos”. Había en este momento siquiera otro, que llevaba el sobrenombre de Evreux. Al repartir los aguinaldos, éste recibía lo mismo que los juglares, el trompeta y los cantores, pero Navarra, el rey de armas, recibía doble cantidad de dinero. Este Evreux también había sido juglar del futuro rey y se llamaba entonces Hannequín Testa de Ferro (1386-1391). Desde 1396 aparece como heraldo con el título de Evreux. Poco después cambió su nombre de aspecto juglaresco por el de Johan de la Fontaine. Acompañó a Carlos III a Francia, fue con mosén Leonel a Berbería y se ocupó en llevar cartas a Aragón, Castilla, Sicilia, Francia, etc. En mayo de 1407 hizo un viaje a Aragón “para ver las armas (justa o torneo) del senescal de Hainaut y de otros señores”. No es imposible que esté relacionada con este viaje la presencia de armerías navarras en el armorial llamado de Urfé, escrito en Hainaut poco después. El cuadro de los oficiales de armas del rey Carlos III se completa con dos “poursuivants de hérauts”: Estella y Collin Cuignet, titulado Liège. Obra de estos oficiales es la composición de las armas de Pamplona, blasonadas en el privilegio llamado de la Unión.

Pronto estas costumbres se extienden a los grandes señores. En tiempo de Juan II mosén Pierres de Peralta tenía su propio “porsavante”.

Al principio, los oficiales de armas se ocuparon de las armerías heráldicas sólo de forma incidental, en cuanto necesitaban reconocer por ellas a los caballeros y saber blasonarlas en los torneos. Más tarde el decaimiento de las costumbres caballerescas hizo que las armerías cobrasen mayor importancia en el quehacer de los oficiales de armas. En la última etapa, desde la anexión, la ocupación del “rey de armas” de Navarra fue casi únicamente lo relativo a los escudos de armas, la custodia del Libro de Armería y la expedición de certificados. La intervención en las juras y proclamaciones de reyes era naturalmente ocasional. Al comenzar la edad moderna se concedía la mayor importancia al aspecto artístico, por lo que se proveía el cargo generalmente en pintores de retablos. Pero en 1578, con ocasión del nombramiento de Pedro de Azcárraga, el virrey y el Consejo opinaba “no convenir que se provea el oficio de pintores y personas semejantes”. Se preferiría en lo sucesivo que los reyes de armas fuesen además escribanos reales, de modo que fueron cobrando mayor importancia los aspectos administrativos. El rey de armas, en esta época, solía posponer el título de Navarra a su propio nombre y apellido. Ocuparon el cargo:

Juan del Bosque, pintor. Era rey de armas en 1542. Gracián del Bosque, sucedió al fallecer su tío en 1546. Lope de Aoiz, nombrado en 1556.

Ramón de Oscáriz, en 1557. Miguel de Tarragona, nombrado en 1575, se ausentó de Navarra. Pedro de Azcárraga, en 1577. Deja el cargo. Martín de Istúriz, nombrado en 1593. Juan de Landa, pintor y escultor, nombrado en 1595. Don Miguel de Sarasa y Arraya, en 1615. Don Gabriel de Huarte e Ibarra, en 1630. Diego Sanz, nombrado en 1642, cesado. Martín Serrano, en 1642; revocado el nombramiento. Juan de Sagardía, nombrado en 1648, cesado. Martín de Istúriz, en 1651. José de Istúriz, hijo del anterior, en 1681, cesado. Juan de Salaberría, en 1716. Juan Bernardo Loperena, en 1730. Manuel de Armendáriz, nombrado en 1765; teniente por su hijo Bernardo, legatario de Loperena. Juan Bernardo Loperena, presbítero; nombrado en 1797 por legado de su tío del mismo nombre, con facultad para nombrar sustituto.

No volvieron a ser nombrados otros reyes de armas por el reino. Pero algunos de los reyes de armas del monarca español llevaron el título de Navarra en los siglos XIX y XX.

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