Tigres voladores: Los mercenarios estadounidenses que desangraron a la aviación japonesa.-a
Soledad Garcia Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
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Era un día igual que cualquier otro para los pilotos estadounidenses de la AVG (Grupo de Voluntarios Americanos) en la ciudad de Kunming, China. Después de una larga semana enfrentándose a los japoneses, algunos de ellos se encontraban en un bar tomando unas cervezas con dos tenientes del Air Force Army. La conversación giraba en torno a la falta de bombarderos dentro de la unidad. Los estadounidenses consideraban que si contasen con ellos sería mucho más sencillo combatir a la aviación japonesa, ya que podrían destruir sus naves en tierra en lugar de tener que estar jugándose la vida en el aire día tras día.
Así siguieron bebiendo y hablando durante varias horas, hasta que sobre las 12 de la noche, probablemente a causa del alcohol, uno de los pilotos tuvo una delirante idea. «Yo podría bombardear Hanoi con mi C-48», afirmó. Ante esto, uno de los miembros del AVG, mejor conocidos como Flying Tigers (Tigres Voladores), respondió que tenía acceso al búnker en el que se almacenaban las bombas. Apenas tres horas después, el avión de carga C-48 sobrevolaba la ciudad de Hanoi, que se encontraba completamente iluminada, ya que no había sufrido un solo bombardeo nocturno desde la conquista japonesa.
Los jóvenes norteamericanos llevaban las bombas junto a la puerta lateral del avión. Mientras las lanzaban sobre la ciudad a patadas, uno de los voluntarios estuvo cerca de perder el equilibrio y caer él también sobre la población. Tras terminar el trabajo, volaron de vuelta a Kunming, donde llegaron sobre las ocho de la mañana. Se fueron directamente a la cama y no volvieron a hablar del tema mientras duró su periodo de servicio en suelo chino.
Si bien esta no deja de ser una anécdota dentro de las miles que vivieron los Flying Tigers durante los siete meses que combatieron en Asia (entre diciembre de 1941 y julio de 1942), permite hacerse una idea sobre la pasta de que estaban hechos sus pilotos. Una unidad conformada por aviadores realmente jóvenes y sin apenas experiencia, raramente superaban los 30 años; pero que aún así consiguieron hacer frente a los Nakajima japoneses, muy superiores, al menos sobre el papel, a sus P-40.
Japón se lanza a por China
La creación del AVG no hubiese sido porisble sin el piloto e instructor estadounidense Claire Lee Chennault, quien llevaba desde 1937 adiestrando a las Fuerzas Aéreas del general nacionalista Chiang Kai-shek. La guerra contra Japón, iniciada en julio de ese mismo año a raíz de la invasión de Nankín, estaba de cara para los intereses nipones. Por entonces la aviación china poco podía hacer contra los preparados pilotos japoneses, que no solo les superaban en habilidad, sino también en lo que se refiere a la calidad y a la cantidad de los aviones.
Al poco de llegar suelo chino, y gracias al apoyo de la mujer del Chiang Kai-sheck, Chennault fue puesto al cargo de la CAF (Fuerza Aérea China). Por entonces, y según afirmó el aviador estadounidense en un informe recogido por Daniel Ford en «Flying Tigers: Claire Chennault and his American Volunteers, 1941-1942» (Harper Collins-Smithsonian Books), «China tenía 10 Boeing P-26, 21 bombarderos de fabricación alemana, italiana y estadounidense. Dentro de la CAF la nave más importante era un biplano estadounidense que estaba obsoleto, el primero de los Curtiss Warhawk».
A pesar de los intentos de la aviación China por hacer frente a los Zeros japoneses, pronto se hizo evidente la necesidad de pedir ayuda en el extranjero. Primero recibieron ayuda de la Unión Soviética, pero sus hombres no cuajaron. De este modo, con el fin de adquirir nuevos aviones que modernizasen la flota de la CAF, así como contratar pilotos para la guerra, Chiang Kai-shek envió a Chennault a Estados Unidos en octubre de 1940. «Chennault estaba convencido de que la guerra de China contra Japón también era la de América. Estaba seguro de que, en algún momento, Japón atacaría por el este a Estados Unidos», señala John Toland en su obra «The Flying Tigers» (Random House).
Durante su visita, el antiguo instructor de vuelo pretendía convencer a Estados Unidos de la venta a China de algunos de sus P-40 último modelo. Este tipo de caza todavía era inferior a los Zero, que eran mucho más rápidos y maniobrables. Sin embargo, Chennault estaba convencido de que, con el correcto entrenamiento, los pilotos estadounidenses que reclutase serían capaces de batirse de tú a tú con los japoneses.
Finalmente, y no sin ciertas reservas, ya que Estados Unidos todavía estaba en paz con Japón, el presidente Franklin D. Roosevelt dio su aprobación en enero de 1941 para la formación del AVG y la venta de P-40 a la China nacionalista. De este modo, durante los meses siguientes, Chennault permaneció en suelo norteamericano supervisando la compra de 100 cazas, así como el reclutamiento de los pilotos que se presentaban voluntarios para la aventura china. Varios aviadores tuvieron problemas para dejar sus escuadrones, ya que sus oficiales no veían con buenos ojos dejarles partir.
Las condiciones de los miembros del AVG eran envidiables. Si el sueldo de un piloto estadounidense era de algo más que 250 dólares al mes, como miembros de la nueva unidad pasarían a cobrar de 600 a 750. Además, recibirían una bonificación de 500 dólares por cada avión japonés derribado, aunque esta no figuraba en el contrato. Nada mal para la época. Los pagos corrían a cargo de una empresa llamada Central Aircraft Manufacturing Company (CAMCO). Al mismo tiempo, los soldados que decidieron participar en el conflicto falsearon su verdaderos propósito y se dirigieron hacia Asia con pasaportes civiles.
Una vez terminado todo el proceso, se logró reclutar a unas 300 personas entre personal de tierra y pilotos, que fueron 100. Durante el otoño de 1941, la AVG recibió entrenamientos especiales en Toungoo, Birmania. «Nuestra rutina en Toungoo comenzaba a las 6.00 de la mañana con una conferencia en un aula hecha de madera de teca. Toda mi vida he sido maestro, pero creo que las mejores lecciones de mi carrera las he dado esa choza de Toungoo», comentó Chennault en su autobiografía: «Way of a fighter».
La formación de los estadounidenses que llegaron antes del 15 de septiembre estuvo compuesta por 72 horas de clases teóricas y 60 de vuelo. El veterano piloto, además, les enseñó a sus hombres todo lo que sabía sobre los japoneses y cómo debían batirse con ellos. De este modo, consciente de que en enfrentamiento singular los maniobrables y veloces Zeros tenían todas las de ganar, ordenó a sus hombres que combatieran juntos en todo momento. También era de vital importancia adelantarse a los movimientos del enemigo, por lo que Chennault explotó al máximo la red de puestos de información, la cual informaba a su unidad de todo lo necesario antes de hacer frente los ataques de la aviación nipona.
Nacen los tigres
Los pilotos fueron divididos en 3 escuadrones: Adam & Eves (1º), Panda Bears (2º) y Hell’s Angels (3º). Entraron en combate por primera vez el 20 de diciembre de 1941, cuando los dos primeros escuadrones atacaron a 10 bombarderos nipones que se dirigían hacia Kunming, que era la ciudad donde el AVG tenía su base durante la defensa de Rangún, Birmania. Gracias a sus esfuerzos en el aire, los pilotos japoneses tuvieron que lanzar sus bombas antes de llegar a su objetivo. Los P-40, además, logaron derribar 9 de los 10 aviones mientras que ellos solo perdieron uno.
El éxito de este primer ataque se mantuvo durante los 11 días siguientes. El AVG acabó con más de 70 aviones japoneses confirmados, aunque seguramente fueron muchos más. Las pérdidas de los estadounidenses, en la línea de lo ocurrido durante su bautismo de fuego, fueron de seis cazas y dos pilotos. Sobre la actuación de sus hombres en la defense de Ragún, Chennault dijo lo siguiente en «Way of a fighter»:
«El AVG estampó el sello de su fama como los Flying Tigers en las batallas aérea de Rangún. Las frías estadísticas de las semanas en las que el AVG sirvieron en Rangún demuestran que su fuerza varía entre veinte y cinco P-40 utilizables. Esta pequeña fuerza se encontró con un total de unos mil aviones japoneses sobre el sur de Burma y Tailandia. En 31 encuentros destruyeron 217 aviones enemigos y 43 probables. Nuestras pérdidas en combate fueron cuatro pilotos abatidos en el aire, uno en tierra y uno hecho prisionero. Dieciséis P-40 fueron destruidos. Durante el mismo periodo, la RAF, luchando codo con codo con los AVG, destruyeron 74 aviones del enemigo, y 33 probables, con unas pérdidas de 22 aviones».
No pasó demasiado tiempo antes de que la prensa se hiciese eco de las actuaciones de los voluntarios norteamericanos. Precisamente, fue la que le dio el sobrenombre de «Flying Tigers». El apodo les hizo gracia a Chennault y a sus chicos, por lo que acabaron dibujando tigres con alas en los laterales de sus P-40. También comenzaron a pintar en los morros de los mismos las míticas fauces de tiburón. Algo que ya había hecho un escuadrón de RAF, que a su vez había copiado a otro de la Luftwaffe alemana.
Disolución
Rangún terminó por caer a finales de febrero ante el empuje nipón, por lo que los voluntarios tuvieron que dirigirse hacia Magway, en el norte de Birmania. A pesar de los increíbles resultados obtenidos por los Flying Tigers hasta la fecha, las necesidades de pilotos de refresco y, sobre todo, de nuevos aviones obligaron a hacer retoques en los escuadrones. Chennault tuvo que reforzar los Panda Bears con aviadores del primer escuadrón.
Precisamente, el tiempo que pasaron en su nuevo destino estuvo marcado por los sucesivos ataques de bombarderos japoneses a los que difícilmente se podía hacer frente con una flota compuesta por menos de 10 P-40 en condiciones de vuelo. Este número se había a 4 el día en que abandonaron Magway para dirigirse finalmente a China.
Allí continuaron hostigando a los japoneses hasta su disolución el 4 de julio de 1942. Para entonces Estados Unidos llevaba ya varios meses en guerra con Japón y quería a sus chicos de vuelta. La idea de la USAAF (Fuerzas Aéreas de Estados Unidos) era que pasasen a formar parte del 23º regimiento, donde estarían encargados de escoltar bombarderos británicos. Algo que no le hizo demasiada gracia a los Flying Tigers.
La mayoría optó por renunciar a seguir sirviendo en el ejército americano, que además ofrecía unas pagas mucho peores que las que habían estado recibiendo como mercenarios. Entre los que decidieron aceptar la oferta se encontraba, entre otros, el as de la aviación David «Tex» Hill, quien había derribado nada menos que 12 aviones japoneses confirmados durante su tiempo como miembro de la AVG.
Legado
Aunque el servicio de los Flying Tigers en suelo asiático fue breve, la unidad consiguió unos resultados difíciles de superar por cualquier otra unidad. Durante los siete meses que pasaron combatiendo contra Japón sobre los cielos de China, Birmania e Indochina lograron derribar cerca de 299 aparatos japoneses y otros 153 probables. Todo esto a costa de tan solo 12 P-40 perdidos en combate aéreo y 61 en tierra. Su labor fue reconocida por el gobierno chino, que condecoró a prácticamente todos sus pilotos. Incluso Winston Churchill se hizo eco de sus acciones en un mensaje enviado al gobernador de Birmania: «Las victorias de estos estadounidenses son comparables en carácter, sino en alcance, con las obtenidas por la RAF sobre los campos de lúpulo de Kent durante la batalla de Gran Bretaña».
Franklin D. Roosevelt, por su parte, llegó a escribir sobre los voluntarios lo siguiente: «La extraordinaria capacidad y la audacia del AVG combinada con su increíble eficiencia son una fuente de orgullo para toda América».
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