Guerra de bandas en el país vasco.-a
Soledad Garcia Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
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CASA-TORRE DE LOPE GARCÍA DE SALAZAR, EN PORTUGALETE |
UNA GUERRA CIVIL ENTRE CLANES FAMILIARES
La guerra de Bandos o de Banderizos tuvo lugar durante la Edad Media. Entre los siglos XIII y XV, aproximadamente, aunque probablemente se remonte mucho más, algunos de los parientes mayores del territorio de Guipúzcoa, los terratenientes, estaban divididos en dos bandos enfrentados, los Oñaz y los Gamboa.
Los oñacinos fueron liderados por el Señor de la Casa de Mújica, mientras que los gamboinos lo fueron por la Casa de Urquizu de Abendaño.
Este hecho no era exclusivo de esta provincia, pues en otras regiones cercanas también pasaba lo mismo: en Álava, los Mendoza contra los Guevara o los de Ayala contra los de Calleja; en Vizcaya, los Urquizu-Abendaño contra los de Mújica-Butrón; en Navarra los Beaumoneteses contra los Agramonteses; incluso alcanzó también a Castilla entre los Castros y los Laras. Y los de un bando de una región se aliaban con los de otra, con lo cual estas guerras acaban traspasando las fronteras. Las guerras entre clanes fueron características del mundo feudal en otros muchos lugares de Europa.
Es preciso tener en cuenta que no existía conciencia nacional navarra o vasca y sentimiento de unidad, pero si que existía un fuerte arraigo del Señorío histórico como entidad política de cada una de las regiones y una muy fuerte identidad particular de ser de Álava, de Vizcaya, de Guipúzcoa y de Navarra, según el criterio de la mayoría de historiadores creíbles.
Fue un conflicto brutal entre clanes tribales o banderías que se extiende por todos los valles. Más tarde, las villas y ciudades pidieron ayuda a los reyes de Castilla para plantear soluciones a las bárbaras luchas. Los Reyes Católicos finalizaron la sangría.
Los protagonistas de estas luchas fueron los grandes señores, los jauntxos rurales, también llamados Parientes Mayores porque eran los primogénitos de las familias, y por tanto, los herederos de cada linaje. A un nivel inferior de esta alta nobleza de Parientes Mayores se situaban los Parientes Menores o pequeños hidalgos.
Los Parientes Mayores llegaron a formar una auténtica oligarquía señorial, que en ocasiones establecieron enlaces entre sí, como el que realizaron los Leguizamón y Arbolancha en Vizcaya, familias vecinas en Begoña y en Echévarri respectivamente. Algunos de ellos, como los Butrón, los Mújica y Avendaño, adquirieron cierta influencia en la Corte castellana y se mantuvieron en contacto matrimonial con grandes casas nobiliarias del Reino de Castilla: Juan Alonso de Mújica, Pedro de Avendaño, Juan de Avendaño, etc. Los Haro y los Ayala han sido las dos casas nobiliarias vizcaínas que mayor acercamiento realizaron hacia el Reino de Castilla, contribuyendo en las cruzadas de la Reconquista y posterior repoblación.
Las mayores rentas las obtenían a través de la propiedad territorial y jurisdiccional del Señorío y provincias, que les proporcionan derechos derivados de la propiedad de la tierra, censos sobre los campesinos, derechos eclesiásticos, ciertos monopolios, derechos comerciales, donaciones reales, etc. que les plantearían problemas con los labradores y con la Corona. También la obtención de cargos reales o mercedes que repartía el Señor entre los linajes vascongados generaron nuevas rentas y proporcionaron un importante poder, entre las que comprenden los oficios de prestamero como en el caso del escritor Lope García de Salazar, o el de merino, alcalde de ferrería o cargos cortesanos como el de paje de la reina como el en el caso de Francisco Adán de Yarza.
Parte de esta alta nobleza se fue incorporando a las nacientes villas y participando en el desarrollo mercantil, como es el caso de los Zurbarán en Bilbao, enriquecidos a través del comercio. Tanto en el medio rural como en el urbano, los Parientes Mayores rivalizaban constantemente por el poder, construyendo casas-fuertes y torres para su defensa y para la demostración de la superioridad de su linaje.
En efecto, el mayorazgo típico de los linajes de bandos era la casa-torre, que era la destinada a actividades militares, en ellas se hicieron fuertes y desde ellas impusieron su ley. Se trataba de una casa rural, donde solía residir el pariente mayor, y desde la cual controlaba las tierras cultivables y de montazgo e ingresos provenientes de actividades adicionales, como ferrerías o diezmos y primicias.
Desde el siglo XII, entre ellas comenzaron cruentas luchas de linajes con crímenes y horrores entre bandos encabezados por los Velascos, los Salazar, los Butrón, los Ayala, los Berroetas, los Zugastis, los Leguizamones, los Urquizus, los Suzunagas, y cuantos tenían poder alguno o gentes que les siguieron.
Nadie quedó al margen de la violencia. Los demás linajes se vincularon a uno u otro bando en función de sus intereses, siendo normal el cambio de bando. Tomar partido de un bando significaba gozar de su protección, pero también exigió responder al apellido, proporcionando al bando soldados y recursos. Cada agresión respondía a un agravio previo y generaba a su vez otra lucha. No fue una guerra caballeresca, sino una guerra bárbara de pillaje y brutalidad.
Los señores no dudaban en robar en la villas consideradas enemigas, en saquear y extorsionar a sus campesinos, ni en asaltar los convoyes de los mercaderes de Burgos que se dirigían a los puertos marítimos para exportar sus géneros. En esta prolongada lucha medieval, que se extendió a todas las regiones, tomaron parte tanto los campesinos del medio rural como los vecinos de las villas recién fundadas.
UNA CRISIS SOCIOECONÓMICA EN EL BAJO MEDIEVO
El origen de esta rivalidad entre las distintas casas fue debido a diversos motivos e intereses, los cuales se fueron vinculando en sus respectivos bandos por enlaces matrimoniales. A veces dos casas vecinas rivalizaban por viejas rencillas, por el predominio en un valle o una ciudad, y si una se unía a un bando la otra lo hacia al contrario.
La crisis bajomedieval generó una disminución de la producción agrícola, hambrunas, etc. A esta crisis se sumó la epidemia de la peste negra de 1348. Muchos campesinos murieron, y otros se refugiaron en las villas, lo cual afectó a las rentas de los señores feudales.
Los intentos de mantener su prestigio y la búsqueda de ingresos llevó a los jefes de linaje a la enemistad entre familias vizcaínas y a la lucha de poder que dieron lugar a dos bandos: los oñacinos y los gamboinos.
Tuvo mucha influencia en el origen de estas luchas la transformación de la propiedad durante el Medievo, el nacimiento de poderosos clanes de propietarios y prebostes rulares, la fundación de nuevas villas aforadas, urbanización del territorio rural y una emergente clase burguesa urbana.
La lucha constante entre Castilla y Navarra por la posesión de las tierras de Rioja, Bureba y Vascongadas alimentaron esta rivalidad ya que los oñacinos apoyaron a Castilla, mientras los ganboinos apoyaron a Navarra.
Así comenzaron las guerras de banderizos que asolaron Vizcaya desde la Baja Edad Media hasta principios de la Edad Moderna. Uno de los últimos responsables de aquellos acontecimientos fue el historiador y banderizo Lope García de Salazar, que así describía sus causas:
"La causa de las guerras entre los linajes, fue sobre envidias y sobre quién valía más, como fue antiguamente por todo el Universo Mundo... En el año del Señor de 1275 hubo guerra entre Ochoa de Butrón e Íñigo Ortiz de Ibarguen, su primo, la cual se comenzara en vida de sus padres, que eran hermanos, sobre cuál valía más en la tierra... Mataron los de Alcedo a Martín Vidal, sobrino de Martín Sánchez de Palacio, en la puente de Sopuerta... e porque Ochoa de Salazar tenía cargo de Martín Sánchez de Palacio, e non les ayudaba como quisieran, fueron a los de Velasco..."
En pocas palabras, para Lope García de Salazar estas luchas se hacían para saber "quién valía más en la tierra" o, como señaló fray Juan de Victoria en el siglo XVI, "cuál ser más y mandar más".
CASA-TORRE DE LOPE GARCÍA DE SALAZAR, EN PORTUGALETE
Aunque la gran mayoría de este tipo de sucesos ocurrieron en los siglos XIV y XV, las primeras luchas de banderizos aparecieron a finales del XIII: Durante esta época en las Encartaciones se entablaron luchas a muerte entre los Ochoa de Butrón y los Sánchez de Zamudio.
Según escribió García de Salazar, las disputas dentro de una villa surgían entre los parientes mayores sobre la herencia del señorío como ocurrió en el caso de Ochandiano donde fue incendiada en 1295 por los López de Haro. García de Salazar sufrió la prisión en su propia casa-torre custodiada por sus hijos enemistados con su padre; el desencadenante fue el denegado derecho por la herencia de su prebostazgo familiar.
La leyenda dice que el conflicto se inició en la iglesia alavesa de Ulibarri, entre los gamboinos y los oñacinos. Ambos bandos discutían sobre el modo de llevar los cirios en una procesión. Los Gamboa decían que debían “llevarse en hombros o en alto” (gaindi-bijoa), y los Oñaz que “a brazo, o por lo bajo” (daruagaz oñaz). Los protagonistas de los dos clanes familiares alaveses fueron Guevara, por los gamboinos, y Mendoza, por los oñacinos. Las otras familias notables entraron en la disputa: los Salazar, los Ayala, los Velasco, etc.
LOS BANDOS Y LINAJES
En Vizcaya, las familias de Oñaz y de Gamboa dieron, en realidad, nombre a los bandos de Oñacinos y Gamboinos. Oñaz y Ganboa significaron, en sus comienzos, Castilla y Navarra, y por tanto la unión a la Corona de Castilla o la unión a la Corona de Navarra.
Los Gamboa procedían de una rama de los Guevara alaveses que, señores también de Oñate, fundaron una casa solar en Zumaya y, después, poco a poco se fueron instalando en el resto de villas, echando de ellas a los del bando de Oñez, de forma que también se convirtió en un conflicto entre el campo y la ciudad.
Sus principales clanes familias eran los Gamboa, Olaso, Abendaño y Salazar. Tenían como aliados a los agramonteses y al Reino de Navarra.
Más ampliamente las principales casas del bando gamboino eran las siguientes:
Marzana, en el Duranguesado; Olaso, en Elgoibar; Balda en Azcoitia; Zarauz, en Zarauz; Iraeta, en Aizarna, (Cestona); Zumaya o Gamboa, en Zumaya; Jaolaza, en Elgueta; Cegama de los Ladrones, en Cegama; San Millán o Done María, en Cicurquil; Achega, en Usurbil; Zaldivar, en la merindad de Durango con la de Yurreta; Yarza, en Lequeitio; Ugarte en Marquina con la de Otaolea; Mújica e Ibargüen de Guernica; Urdaybay, Mezeta e Irazabal, en Guerricaiz; Unzueta en Eibar; Madariaga en Busturia con los escuderos de Mundaca; Leguizamón en Bilbao; Jáuregui y Susunaga en Baracaldo; Martiartu de Guecho; Echebarría de Urduliz; Rentería y Olea de Baquio; Señorío de Aramayona con la casa de Urrejola y la de Garayo; Ermendurua, Aspioza, Arostegui y Areilza, en Bermeo; Susunaga en Asua; Inglés, de Plencia; Aedo en Balmaseda; Basabil y Mandaguiliz, en Lezama...
En este bando también se incluyen a las casas de Mújica, Guipúzcoa, Aulestia, Mezeta, Irazabal con los escuderos de Olaeta y Oca, Gareca, Urdaybay, Zangroniz, Asua, Lujua, Sopelana, Meñaca, Repeca, Lacabex, Ibargüen, Zalla, Marroquin de Monehermoso, Loizaga, Salcedo...
El origen de los Oñaz se remonta al antiguo solar de Murua en una cueva de dicho monte (curiosamente en este monte está el castro de Murumendi). En dicha cueva habitaba un hombre fortísimo llamado Murua Sugur, que espantaba a la gente y que fue asesinado en una batalla por el señor de Lazcano, casándose después con su hija. El primero del que se tiene constancia de esta casa es de Martín Lopez de Murua, cuyos nietos trasladaron el solar al llano en Lazcano en el 984.
Los principales clanes familiares eran los Oñaz, Lazcano, Mújica y Butrón. Tenían como aliados a los beamonteses y a la Corona de Castilla.
Más ampliamente las principales casas del bando oñacino eran las siguientes:
Lazcano, en Lazcano; Loyola, en Azpeitia; Berastegui, en Berastegui; Aguirre, en Gabiria; Arriarán, en Ormaiztegui; Yarza, en Beasain; Alcega o Alzaga, en Hernani; Azméqueta, en Amézqueta; Unzueta, en Eibar; Cerain, en Cerain; Lizaur, en Andoain; Murguía, en Astigarraga; Ozaeta y Gabiria, en Vergara, y Ugarte, en Oyarzun, la más antigua de Guipúzcoa; Urquizu o Avendaño, en Bilbao; Ibargën en Elorrio; Berriz, Muncharaz y Echaburu, también de la merindad de Durango; Unda, Urquiaga y Berriz, en las villas de este nombre; Isasi, Usánsolo, Tucubando, Bedia, Atucha, Aguirre, Arandia, Bildosola, Ubirichaga, Castillo, Lejarazu, Elejabeitia, Elguezu, y Cortazar con los escuderos de su apellido en Villaro y Ceánuri; Belendiz y otras de escuderos en Guernica; Viteri con los escuderos de Villaro; Lope de Murga con los de Maruri y en Balmaseda el linaje de La Puente...
En este bando también se incluyen a las casas de Belaostegui, Coeta, Garay con los de Alzaibar, Larrea, Artunduaga, Zeberio, Basurto, Ciarrusta, Begoña, Retuero, San Martín de Somorrostro, Salazares y Muñatones, Santelices, Galindo, Salcedo, Aranguren, Traslaviña de Puente Hurtado, La Cuadra, Largacha y Palacio..
LA REALIDAD TERRITORIAL Y ADMINISTRATIVA DE LAS VASCONGADAS
Durante la Edad Media, las tierras de las provincias vascongadas no constituyeron una única entidad política y administrativa. Guipúzcoa era un territorio de contornos difusos que tan pronto formaba parte de Castilla como de Navarra. Álava, cuya existencia se documenta desde el siglo VII, se formó como un señorío o condado que osciló entre Navarra y Castilla hasta el siglo XI. Vitoria fue fundada por el rey de Navarra, pero el territorio alavés terminó siendo castellano. Lo mismo en Vizcaya. Todos preferían vincularse a Castilla porque sus reyes garantizaban más libertades y fueros privilegiados.
En todos los territorios vascongados se formaron señoríos que representaban al poder regio, pero el poder del rey era limitado: por un lado, las villas poseían sus fueros propios; por otro, los señores rurales representaban a la ley en sus tierras y, además, influyeron en las juntas de las villas. Los privilegios de unos y de otros hacían imposible aplicar una ley exterior ajena a los propios fueros. Además, los parientes mayores no fueron rebeldes nobles que luchaban contra la Corona castellana, sino que en ocasiones prestaban servicios militares en sus contiendas de la Reconquista, consiguiendo mercedes y recompensas. Y es que la voluntad de poder de los jauntxos no se dirigía contra el poder real del monarca castellano, sino que se centraba en las tierras de su titularidad, al más típico estilo feudal, y en ellas libraron sus batallas. La Corona tampoco tenía legitimidad para inmiscuirse en asuntos que no le concernían ya que podría violar la ley foral.
La carencia de instrumentos políticos eficaces para resolver el problema, la violencia y lucha se extendió en todos los valles.
LOS INICIOS DE LA CONFLICTIVIDAD ENTRE LOS BANDERIZOS
Los señores no dudaban en robar en la villas consideradas enemigas, en saquear y extorsionar a sus campesinos ni en asaltar los convoyes de los mercaderes de Burgos que se dirigían a los puertos para exportar sus géneros.
Era tal el odio que mutuamente se profesaban, que por el menor motivo venían al enfrentamiento. Cuando San Sebastián y Rentería disputaron por el canal de Pasajes, la bronca terminó en batalla campal: 100 juantxos muertos.
En el siglo XIII, en Álava, los gamboinos derrotan a los oñacinos en el combate de Arrato, matando a su jefe, Lope González de Mendiza; años después, el hijo de Lope venga a su padre y mata al jefe gamboino Iñigo de Guevara. El señor de la torre de Zuia, gamboino, toma las riberas del Zadorra; los oñacinos se hacen fuertes en el pueblo de Mendoza. En el clan de los Ayala, ayaleses de Respaldiza y Quejana guerrean contra los Murga por el control de Álava.
En Vizcaya, el señor de la casa de Mújica encabezó el bando oñacino, y el de la casa de Urquiza de Adendaño, el gamboino. En 1356, en Bilbao, se celebra una corrida de jabalíes; al señor de Vizcaya, el conde don Tello, se le asusta el caballo y queda en una posición indefensa. Un jauntxo rival, Juan de Abendaño, domina a la cabalgadura. En venganza por el deshonor, don Tello mata a don Juan y así comienza otra de aquellas guerras permanentes. Lope García de Salazar lo explicó así:
“En el año del Señor de 1356 mató el conde Don Tello, Señor de Viscaya, a este Juan de Avendaño, en la Villa de Bilbao dentro de su palacio, y echólo de las ventanas a la plaza... Y la postrimera causa de su muerte fue porque este Conde D. Tello, que era mucho montero, tenia doce puercos monteses en Alobiña, y echólos a la plaza de Bilbao, y cabalgó en un caballo, e nunca lo pudo meter entre ellos, espantándosele, y díjole aquel Juan de Avendaño: Señor, dejadme cabalgar en ese caballo o yo le haré saltar sobrellos a pesar de sí. Y dióselo y cabalgó en él. Y como era hombre endiablado, púsole las espuelas e hízole saltar sobre aquellos puercos. Y descabalgando, y subido en Conde a comer, no faltó quien le dijo que no era par el mundo si tales cosas soportaba. Y viniendo este Juan de Avendaño al palacio después de comer, fue luego muerto a porradas, y echado por la ventana a la calle, como dicho es.”
Un primer agravante desencadena una consecución de ataques y posteriores venganzas. En 1320, Martiartu y los zamudianos quemaron a los hijos de Diego Pérez de Leguizamón por haber matado alevosamente al hijo mayor de aquél.
Se guerreaba por controlar cruces de caminos, pasos de montaña, accesos a valles. También por cuestiones de honor. Como no hay instrumentos políticos eficaces para resolver el problema, la violencia se extiende sin control.
A mediados del siglo XIV, la situación se hace insostenible para las gentes de las villas, que viven bajo la perpetua amenaza de las correrías de los jauntxos. En 1370, Juan López de Gamboa y los gamboinos quemaron la casa de Gonzalo Ibáñez de Marquina matándole a él y a dos hijos.
El mismo Enrique III, como rey de Castilla y Señor de Vizcaya, visitó la villa de Durango en 1393. No se libró el duranguesado de las luchas de los bandos, como ejemplo clarificador fueron las diferencias y luchas habidas entre los Ibargüen y los Zaldivar.
LAS PRIMERAS MEDIDAS PROTECTORAS
El Señorío, el 22 de junio de 1342, reunido en Junta General de Guernica, acordó varios capítulos destinados, sobre todo, a castigar a los delincuentes. Con estos capítulos no se alcanzó la paz pública deseada.
En 1375, en la Junta de Tolosa, presidida por el alcalde de la Real Audiencia, García Pérez de Camargo, se redactaron unas ordenanzas para la Hermandad de Guipúzcoa. Se aprobaron por el monarca Enrique II, en Sevilla, el 20 de diciembre de aquel año. Don Juan las confirmó en las Cortes de Burgos en setiembre de 1379
A fin de que cesasen estas continuas discordias entre parientes mayores, el merino mayor de San Sebastián, Pedro López de Ayala, y seis familias principales de las villas guipuzcoanas, se dirigieron al rey Juan I de Castilla, para que tome medidas al respecto. El rey confirmó las ordenanzas que los guipuzcoanos habían acordado en Junta General en San Sebastián y presidida por el merino mayor, en 1379, que dicen así:
“Quedó mandado que ningún vecino ni morador de las villas y lugares de Guipúzcoa tomase parte en los bandos de Oñaz y Gamboa, ni de otros cualquier escuderos de la tierra y si tal hiciese, pechara en pena al merino 600 maravedies... Que si los bandos de Oñaz y Gamboa o algunos otros escuderos de la dicha tierra de Guipúzcoa tuviesen asonadas entre sí o con otros, ninguno de los dichos bandos que morasen en las villas y lugares fúeran osados de ir a las asonadas, ni dar a los referidos escuderos favor ni ayuda con las armas ni de ninguna otra manera.”
LA CONSECUCIÓN DE LA LUCHA ENTRE BANDERIZOS
Pero las luchas continuaron. Se conocen muchos de esos incidentes:
Una lucha entablada en Castro por Diego Pérez de Mioño y Sancho Ortiz de Mioño contra los Marroquines de Samano finalizó con la muerte de Juan Sáez de Salazar de San Martin de Somorrostro en 1399. Su hijo Ochoa de Salazar juró venganza y toda su parentela se enzarzó en luchas interminables.
En tierra de las Encartaciones, las parcialidades gamboina y oñacina estaban representadas por los Velascos y los Salazares. En 1410, murieron en Somorrostro Juan de la Bodega, Ochoa de Valle, Rodrigo de San Martin y Juan de San Martin, “a lanza o cuchillo... siendo lo más notable que en estas muertes una fue dada por un hermano a otro hermano y un padre a su hijo”. Los culpables fueron condenados al destierro.
En Carranza murieron también Juan de San Esteban, Diego de Aldeanueva y su hermano Rodrigo por los del linaje de Zorrilla, y en Orduña lucharon los Zalduendo y Castro mediando varias muertes.
El doctor y corregidor Gonzalo Moro reunió a la Junta de Avellaneda para ayudarle a pagar los gastos de su doctorado en Zaragoza; de repente se encendió una pelea que acabó con la vida de Iñigo Ortiz de Salcedo.
En 1414, Rodrigo Adán de Yarza, con ayuda de los de Múxica y Auleztia, incendió la casa-torre del rico mercader Martín Pérez de Licona. La reacción tuvo lugar en la villa de Lequeitio en la cual los de Adán de Yarza, acompañados por los Arteaga y Urdaibai, iniciaron una pelea callejera que asestó varios muertos y heridos. Uno de ellos fue Rodrigo Adán de Yarza.
En 1420, Fernando de Gamboa y los gamboinos quemaron de noche la casa de Lope de Unzueta, matando a éste y a doce hombres más.
Los Butrón y Mújica protagonizaron una guerra de más de treinta años, desde 1412 hasta 1443, contra la torre de Villela, en Munguía, e incluso utilizaron artillería; todo había empezado por una disputa sobre la caza de un jabalí. Pero el conflicto alcanzó a varias villas, por ejemplo a Ochandiano.
En Bilbao, en 1446, Martín de Vasozábal peleó con Tristán de Leguizamón matándole de un saetazo en el pecho; al año siguiente, en venganza, este Martín fue asesinado y despedazado. Los de Leguizamón llevaban desde 1414 peleándose en Bilbao contra los de Zurbarán. Sánchez de Zamudio mató en Altamira, en 1452, a Ochoa de Butrón y a su hijo.
Se asesina en Mondragón, Durango, Bilbao. Cada refriega encendía la mecha de una nueva guerra banderiza.
EL SISTEMA DE FUNDACIONES Y AFORAMIENTO MUNICIPAL
Una forma que tenían los reyes castellanos de quitar poder a los nobles banderizos era mediante la fundación de villas. A lo largo de dos siglos, desde la fundación de San Sebastián en 1180, se crearon en Guipúzcoa 25 villas y otras 21 en Vizcaya, primero en la costa y después en las principales rutas comerciales, de forma que fomentaban el comercio, aseguraban los caminos y además ayudaban al rey cuando este tenía algún conflicto con la nobleza.
Estas fundaciones también fueron uno de los mayores motivos del conflicto entre bandos, pues según se iban creando las villas, las principales casas instalaban en ellas a los segundones, para asegurarse su control. De hecho los Gamboa entraron así en Guipúzcoa.
La población de estas villas, en especial la de las más grandes, se constituyó en actividades mercantiles, claramente hostil al mundo rural de los parientes mayores. Entonces surgían nuevas disputas entre los banderizos sobre el control de las nuevas villas, control y vasallaje del cual los vecinos de las villas querían escapar.
En ese proceso, durante los siglos XIII a XV, se establecieron los perfiles de cada uno de los componentes sociales y se delimitaron los tres espacios político-territoriales vascongados. Esta nueva clase social burguesa convertida en ciudadanos de las recién fundadas villas de Guipúzcoa y Álava, y del Señorío de Vizcaya (desde 1379, él mismo rey de Castilla), que escapaba del feudalismo rural y sus señores, encontró su estímulo en la decidida política de los reyes castellanos en la fundación de villas y su dotación de fueros y privilegios.
Estas villas que los reyes castellanos fueron fundando estaban acompañadas de unas cartas-puebla o fueros municipales, que eran sus ordenamientos jurídicos locales. Era tan poderosa la identidad de los juantxos rurales guipuzcoanos, alaveses y vizcaínos que la Corte de Castilla se apresuró en dotar de fueros o privilegios exclusivos a estas provincias con la intención de permitirles el autogobierno dentro del Reino de Castilla. Por ejemplo, los fueros vizcaínos se escribieron por primera vez en 1342 con las Ordenanzas de la Hermandad, en defensa contra los banderizos, aprobadas en Guernica con objeto de vigorizar los resortes de la autoridad frente a los desafueros de los banderizos, ya que seguían produciéndose los saqueos de las banderías.
LAS HERMANDADES PROVINCIALES
Como instrumentos de oposición a la agitación banderiza, surgieron durante el siglo XIV las Hermandades provinciales, que contenían un cuaderno de leyes penales. Estaban patrocinadas por la Corona y formadas por campesinos, habitantes de las villas y posiblemente algunos hidalgos que se opusieron a los Parientes Mayores. Ya en el siglo XV, estas instituciones se dotaron de una sólida organización extendiendo su ámbito de acción paulatinamente.
La Hermandad de Vizcaya se fundó en 1329, cuando María Díaz de Haro, señora de Vizcaya, ordenó a los alcaldes de villas hermanadas que ejecutaran a los banderizos que hallasen culpables. Pero debió establecerse en el siglo XIII a imitación de la que formó Fernando III en 1245 para perseguir a los delincuentes que mataban y robaban en los montes y despoblados de las comarcas de Toledo, Talavera y Ciudad Real; y de otra Hermandad fue formada en 1282 por el infante don Sancho, prelados, ricohombres y señores de Castilla, León y Galicia, a consecuencia de los desafueros que cometía Alfonso X el Sabio.
La Hermandad de Guipúzcoa fue aprobada y redactada sus ordenanzas en la Junta de Tolosa de 1375 y aprobadas por el rey Enrique II en Sevilla el mismo año. Juan I la confirmó en las Cortes de Burgos de 1379. Su objetivo era perseguir a los malhechores que infestaban la provincia cometiendo asesinatos, robos y otros delitos.
Juan I autorizó la reconstitución de las hermandades de Concejos. En Guipúzcoa el resultado no resultó ser una Hermandad general como en Vizcaya, ya que sólo concurrieron procuradores de 8 villas de las 26 existentes: Tolosa, Segura, Urrechua, Azpeitia, Bergara, Hernani, Eibar y Ordizia; y de 2 alcaldías mayores: Arería y Aiztondo.
La reunión tuvo lugar en Villafranca en 1387. Los acuerdos que se adoptan fueron de carácter marcadamente anti-banderizo. Los procuradores que asistieron eran de la zona de predominio del bando oñacino.
LAS MEDIDAS PROTECTORAS DE ENRIQUE III
Por cédula de 24 de Febrero de 1393, Enrique III comisionó al corregidor Gonzalo Moro para que, si no bastaban las antiguas Ordenanzas de Hermandad, formase otras nuevas. Así se reunió la Junta general y acordó la Hermandad "buena et combenible", que redactaran un cuaderno en el que se insertara el capitulado necesario para juzgar a los malhechores.
En 1394, los procuradores de la Tierra Llana y de las Villas de Vizcaya acudieron al rey Enrique III de Castilla, señor de Vizcaya, al cual le presentaron un pedimento en el que exponían los muchos "maleficios y muchas guisas" que cometían los criminales y que éstos no escarmentaban por más que se intentara, rogándole autorización para formar una segunda Hermandad, cuya finalidad era mayor protección.
Paralelamente, Gonzalo Moro también otorgó unas Ordenanzas de Hermandad a Las Encartaciones, adoptando el Fuero de Avellaneda, para luchar contra la conflictividad social generada por la violencia de los banderizos. En el mismo año de 1394, Castro Urdiales y otros pueblos se unieron a la Hermandad.
Enrique III ordenó desde Ávila en 1397 al corregidor de la provincia, Gonzalo Moro, para que, tras reunión en Junta general de toda la Hermandad de Guipúzcoa y examen de los cuadernos formados en tiempos de Enrique II y de Juan I, propusiera lo mejor para guardar la tierra y Hermandad.
La Junta general se reunió en Guetaria y elaboró un cuaderno de 60 leyes, que se publicó en 1397 y que fue sancionado por Enrique III. El cuaderno de las Ordenanzas de Guetaria contenían preceptos de carácter penal, que son la mayoría de organización de justicia y de orden procesal.
En la forma de administrar justicia se otorgaba gran importancia al testigo, ya que no se podía usar del tormento. Por el abuso que se hacía de la pena de muerte se estableció el tormento, del que se debió abusar cuando en 1469 solicitó la provincia y fue aprobado por el rey que ningún alcalde de la Hermandad pudiera dar tormento a ningún hermano de ella sin el consejo y firma de letrado conocido. En caso contrario, incurría en pena de muerte el alcalde de Hermandad. En la parte orgánica del cuaderno de Guetaria se regulaba una institución creada por Enrique II en 1375: los alcaldes de la Hermandad.
LOS ATAQUES CONTRA LA HERMANDAD
Pero estas ordenanzas no llegaban a aplicarse por la oposición de algunos señores del bando oñacino: Juan Alonso Mújica, Gonzalo Gómez de Butrón y Martín Sánchez de Leguizamón.
Los transportistas que cruzaban los productos castellanos a los puertos vascos del Cantábrico eran continuamente atacados por banderizos. Por ello, en 1415 el rey decidió que el trigo debía embarcarse desde los puertos de Asturias. Este acto fue considerado un contrafuero por la Hermandad.
Ahora los actos de bandidaje los producen los alcaldes de la Hermandad. Los principales caballeros de Vizcaya se unieron al corregidor y atacaron a la Hermandad, entre los que se encontraba Juan de Avendaño, desterrado en la Corte por los desórdenes cometidos en Munguía.
El 15 de noviembre de aquel año, la Hermandad fue atacada en Erandio "e morieron e un alcalde de Busturia, e otros que morieron en el alcance, e otros que se afigaron en el pasage de Luchana, que fueron todos fasta sesenta omes".
En 1417, a consecuencia de los excesos que cometieron Sancho López de Marquina y Ochoa de Landaburu, fueron degollados en Bilbao por el alcalde de la Hermandad, Alfonso Fernández de León. Se derribaron varias casas fuertes a causa de que en ellas se refugiaban los acotados y banderizos.
La villa de Ochandiano fue incendiada en 1415 por los partidarios de Juan de Avendaño para presentar batalla a los de Juan Alonso de Múgica, refugiados en ella. El origen de la discordia fue la lucha por la posesión de un montazgo, la guía de Urbina, con la que el rey recompensó a Juan de Avendaño por sus servicios prestados. Murieron 17 hombres de la parcialidad de Abendaño.
En 1437, regresó a esta villa Gómez González Butrón y Mújica, y al cabo de diez días de cerco, se apoderó de la torre de Pedro de Avendaño que tenía 15 hombres de guarnición, y la demolió por incendio; por cuya causa hubo algunos muertos, heridos, robos y estragos. En 1443, el citado Pedro de Avendaño se vengó de Butrón y Mújica; incendió la torre de Ochandiano y en Aramaiona hizo lo mismo en 26 casas, adquiriendo toda la ganadería que en estas casas rurales fue confiscando.
LAS MEDIDAS PROTECTORAS DE JUAN II
No bastaron las ordenanzas de Enrique III para restablecer la paz, soberbios los banderizos y seguros de su pujanza, persistieron en sus luchas, y los combates se sucedieron diariamente. La Tierra Llana no podía defenderse de la violencia de los poderosos, y las Ordenanzas cayeron muy pronto en el olvido porque los jefes de las parcialidades no vacilaban en hacer frente y luchar contra la Hermandad. Esta institución, formada por gente corriente y sin prácticas guerreras, no sabía resistir al empuje y a la táctica de las huestes banderizas. Se renovó por tercera vez la Hermandad de Vizcaya con varias leyes que otorgó Juan II en 1439.
Mediante carta real, expedida en Valladolid en 1449, se ordenó que para conseguir la paz y para apartar a los pueblos de los escándalos, movimientos y levantamientos, así como para la defensa de las villas y lugares se ordenase una Hermandad general de los concejos de las tres provincias vascongadas, y que se ayudaran mutuamente los que se hermanasen.
Se designó para ello a los mariscales Santiago de Estúñiga y Sancho de Londoño, y se mandó al prestamero mayor de Vizcaya y a Iñigo López de Estúñiga, Sancho de Leiba y Lope de Rojas para que prestaran ayuda a los primeros en el cometido de esta labor.
Esta carta estaba dirigida al Señorío de Vizcaya, a la tierra y merindad de Guipúzcoa, a las hermandades de la dicha tierra y de las ciudades de Vitoria y Orduña, con toda la tierra de Álava, y de las villas de Valmaseda y tierra de Mena (entrando en ésta la tierra de Frías, las villas de Pancorbo, Miranda de Ebro, Santo Domingo de la Calzada y la merindad de La Rioja).
Mediante la Real Cédula de 8 de abril de 1453 se aprobó la solicitud para la reanudación de la Hermandad general provincial de Guipúzcoa.
LAS MEDIDAS PROTECTORAS DE ENRIQUE IV
En la primera mitad de siglo XV, los Jaunchos rurales eran señores de los territorios vascongados hasta que las villas, reconociendo que solamente unidos podían hacer frente a los señores banderizos que alteraban la paz, determinaron unirse para su defensa. Y así, tras más de dos siglos de luchas entre ambos bandos, en 1456 las villas formaron la Hermandad de las Villas y Tierra llana de Vizcaya, salvo las ubicadas en el señorío de Oñate, para restablecer el orden. También se formó la Hermandad de Álava.
Ante lo cual los dos bandos, exiliados en Vizcaya, se unieron y mandaron clavar una carta de desafío en la entrada a la villa de Azcoitia, retando a los hombres principales de cada villa a pronunciarse en favor o en contra de un bando o de otro, carta que fue exponiéndose en todas las villas.
Entonces las villas nombraron comisionados, acudieron distintas veces al rey de Castilla, su señor de Vizcaya, para que aprobase las Ordenanzas, y para tenerle informado. Pero ante el peligro que corrían las villas, Enrique IV acudió personalmente a Guipúzcoa. Este ordenó a las tropas castellanas y las Hermandades de las villas vascas el derribo de todas las casa-torres de Guipúzcoa y Vizcaya, sin distinguir entre oñacinos y gamboínos, y el destierro de los parientes mayores que sean banderizos, por un plazo de 1 a 4 años, a la frontera andaluza para combatir contra los moros.
Así lo sufrió en primera persona y así lo contó Lope García de Salazar en sus Bienandanzas y Fortunas:
“entró el Rey don Enrique IV en Guipúzcoa e en Vizcaya e a petición de las Hermandades dellas fiso derribar las Casas de todos los Mayores de Guipúzcoa e desterró a Pero Lopes de Ayala e a don Yñigo de Guebara, e a Juan Lopes de Lescano... e desterró de Viscaya a Juan Alonso de Mugica, e a Pedro de Vendaño... e desterró de la Encartación a Lope García de Salasar e a Lope Furtado de Salsedo e a Ochoa de Murga, e Juan de Salsedo para tierra de moros e otros lugares...”
Enrique IV sancionó estas medidas y ordenó la formación de un nuevo cuaderno de ordenanzas de la Hermandad. Este cuaderno constó de 147 leyes y privilegios, relativas en su mayor parte a la administración de justicia. Se dispuso, por ejemplo, que las Juntas Generales revisasen las sentencias de los alcaldes de Hermandad. Se consideró un antecedente de la formación de la provincia.
El rey aprobó y confirmó este cuaderno en Vitoria, en marzo de 1457. Se suponía que por estos hechos pueda ser el rey que figura en el escudo de Guipúzcoa. Posteriormente, en 1463, sufrió una ampliación hasta 217 ordenanzas, propuesta por el rey en Fuenterrabía y acordada en Junta provincial en Mondragón el mismo año. La causa fue que las ordenanzas de Hermandad de 1457 no habían proveído cumplidamente a los casos y cosas que posteriormente se habían experimentado.
Fueron derribadas completamente las casas-torres de Olaso en Elgoibar; Murgula en Astigarraga; Lazcano en el concejo de su nombre: Leizaur en Andoain; San Millan en Cizurquil; Ozaeta y Gaviria en Vergara: Astigarribia en Guetaria; Zaldivia en Tolosa; Alcega en Hernani; Zarauz y Achega en Usurbil, y otras.
La Hermandad de Vizcaya propuso como corregidor a Juan García de Santo Domingo, que no consiguió poner orden y a quien sucedió López de Burgos en 1465.
LA TIERRA LLANA CONTRA LAS VILLAS
Pero, una vez cumplida la condena, los jauntxos regresaban para imponer su poder y su fuerza: Múgica, líder de los gamboinos, robaba por tierra y por mar; Avendaño, jefe de los oñacinos, saqueaba desde Álava hacia el norte; los Marroquíes, Salcedo, Murga y otros asaltaban a los mercaderes de Burgos. Juan y Pedro Salazar robaban a su padre Lope García. La guerra tomó además una nueva característica: los jauntxos intentaban imponer su voluntad en las Juntas de las villas. Se produjeron auténticas batallas campales entre los unos y los otros.
En 1470 volvieron del destierro Pedro de Avendaño y Juan Alonso da Mújica, principales jefes de los bandos oñacino y gamboino; se reanimó la discordia y de ello fue causa principal el conde da Treviño, amigo de los recién llegados y enemigo del conde de Haro, Pedro Velasco, gobernador de Vizcaya.
En esta misma década, fueron cesando las disensiones entre los linajes y empezaron a extinguirse los odios entre las familias de los Parientes Mayores. Pero de una lucha entre localidades se pasó a una lucha entre familias de una misma localidad.
Necesitaban los jefes de linaje influir en la Juntas Generales de Guernica; para lograrlo habían procurado alejar de los pueblos que les eran afectos, las influencias de las familias del bando contrario, y de aquí derivó a la guerra de las familias dentro de cada localidad; las familias se reconciliaron al cesar la desunión de los jefes, y comenzó la lucha de pueblo a pueblo para destruir su representación en las Juntas. Y así, paulatinamente, dio comienzo en Vizcaya la guerra de la Tierra Llana contra las Villas y Ciudad, pretendiendo aquella privar a éstas del derecho de elección de los Diputados Generales, cual si fueran parte segregada del Señorío.
Durante esta etapa, en Vizcaya, las peleas entre señores banderizos se transformaron en luchas de poder entre los que dominaban la Tierra Llana, por una parte, y los que controlaban las Villas y la ciudad, por otra.
En 1478, la franca hostilidad de algunas villas y la firme actitud de Bilbao detuvieron a los caballeros Juan Alonso de Múgica, Pedro de Abendaño, Juan de Salazar y Fortún García de Arteaga en su intento de renovar las odiosas luchas.
LA PACIFICACIÓN POR LOS REYES CATÓLICOS
En 1479, la Junta de Villas, reunida en Durango, acordó formar una nueva Hermandad para las villas vizcaínas autorizada por los Reyes Católicos. Y, en 1480, formaron una comisión para ampliar el término de la Hermandad el corregidor de Bilbao, Rui González de la Puebla, los apoderados de las villas de Bilbao, Bermeo, Lequeitio y Durango y miembros de los linajes de Butrón, Múgica, Abendaño y Arteaga para dirimir las querellas y dar fin a las peleas.
Finalmente, fueron los Reyes Católicos quienes consiguieron detener los enfrentamientos y restablecer la paz definitiva. Primero con medidas políticas de conciliación entre las villas y los linajes de los jauntxos. Después, y cuando ni siquiera esto pudo dar resultado, con medidas mucho más duras que excluían de los cargos públicos a los miembros de las banderías.
Las villas vascas habían sido las primeras en apoyar a Isabel la Católica cuando luchó por acceder al trono de Castilla durante la Guerra de Sucesión frente a Juana la Beltraneja. La propia Isabel se instaló en Bilbao en 1483, consolidó el ya poderoso movimiento hacia la paz, juró personalmente respetar y guardar los fueros bajo el árbol de Guernica y otorgó las mismas ordenanzas entregadas poco antes a Vitoria. Lo mismo hizo con los Fueros de las otras merindades vizcaínas: Bermeo, Lequeitio y Durango.
En la redacción de la nuevas Ordenanzas se comisionó al licenciado García López de Chinchilla, miembro del Consejo Real. Disponían las nuevas ordenanzas:
“Primeramente porque el principal fundamento et rrazon de tos los escandalos et muertes et feridas de omes et de mengua de justicia et otros males et dapños que en esta villa de Bilvao ha habido en los tyempos passados ha seydo las parcialidades et vanderias que en ella avia por aver apellidos de diversos et contrarios linajes asi como oñes, gamboas, Leguiçamo, Basurto, Çurbaran, Arbolancha, Bilvao la Vieja, et otros que depende destos et por querer algunos de los parciales de los dhos linajes con nombres de cabeças de vandos et parientes mayores sostener los dichos vandos et parcialidades et fatvorescer divisiones et enemistades entre los del pueblo por manera que los malos eran sostenidos et favosrecidos et los que deseavan bien vivir non podian nin avian logar antes eran constreñidos et apremiados a seguir las luchas, parcialidades et vanos en peligros de sus annimas et personas et en dapño de sus fasiendas, et poraue el remedio desto es estirpar et desrraigar los dichos et parcialidades et vandos... es acordado et ordenado et cerca desto se tena et guarde la ordenanza que se sigue: Que de aquí adelante en tiempo alguno non se nonbre en esta dicha villa de Bilvao apellidos ni bandos de hoñes nin de gamboa, nin de Leguiçamo,...”
En 1501, los Reyes Católicos otorgaron la carta real a las Encartaciones de Vizcaya, extendiéndose esta misma ley al reino de Galicia, principado de Asturias y villas y tierras de Álava y Guipúzcoa, poniendo fin a los banderizos.
Las guerras de banderizos acabaron a finales del siglo XV gracias a la puesta en marcha de varias medidas eficaces:
-El control administrativo de las villas bajo la Corona.
-La pujanza de las Hermandades de las villas.
-El reconocimiento de la hidalguía universal, en 1526, a todos los vizcaínos y guipuzcoanos, que supondría la desaparición de las diferencias jurídicas entre hidalgos y labradores.
-La limitación de poder de los Parientes Mayores, privándoles de la mayor parte de lo que antes ya habían usurpado. Aun así conservaron algunos sus privilegios.
Por otro lado, los valores de los señores banderizos (nobleza, honor, honra) pasaron a ser considerados propios de la sociedad vizcaína, y, añadidos a otras costumbres importadas, como el mayorazgo castellano, reforzaron la idea de una identidad propia vizcaína.
Y del mismo modo que Fernando e Isabel descabezaron a los señores feudales rebeldes en Castilla, así igualmente hicieron que imperara una única ley en esa tierra que llevaba más de doscientos años desangrándose por las guerras entre oñacinos y gamboinos, aquella primera guerra civil entre vascongados.
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