Atentado contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia en 1906.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


Madrid, 31 de mayo de 1906. Una boda real que acabó en tragedia.

EL ATENTADO

“Llegaba la comitiva en medio de vítores y aclamaciones a la parte de la calle Mayor, frente a la calle de San Nicolás. La carroza se encontraba a la altura del nº 88 de la calle Mayor, cuando se oyó una formidable detonación. Eran las dos y cuarto de la tarde. La gente se arremolinó, loca de terror, sin saber ni darse cuenta de lo que hubiera pasado”
“Los cuatro troncos de caballos tordos claros que arrastraban el carruaje ocupado por los Reyes, espantáronse, emprendiendo veloz carrera y arrastrando algunos pasos al caballo de varas del lado derecho, que cayó estremeciéndose violentamente y arrojando gran cantidad de sangre. El cochero, herido también, cayó al suelo desde lo alto del pescante”
“El general Aznar, que estaba ante la Capitanía general, acudió con su Estado Mayor al lado de la carroza de los Monarcas. Se vio á la Reina Victoria asomarse a la ventanilla derecha, sacar el busto fuera y hacer ademanes para tranquilizar a la multitud aterrada. Por la misma ventanilla, y con evidentes señales de la tremenda impresión que había recibido, se asomo el Rey”



Así comenzaba la crónica del diario ABC del día 1 de junio de 1906, en la que se daba cuenta detallada, del atentado perpetrado el día anterior por el anarquista Mateo Morral contra los reyes, cuando tras su boda, celebrada en la iglesia de San Jerónimo el Real, “Los Jerónimos”, se dirigían en su carruaje hacia el Palacio Real, donde poco después debía celebrarse una cena de gala, que se suspendió, como muestra de respeto a las víctimas.

Boda Real 1 Alfonso XIII y Dª Victoria Eugenia




La Calle Mayor era, hasta la construcción de la Gran Vía, el principal eje de comunicación este-oeste de la capital, paso obligado de las celebraciones más importantes que tenían lugar en la Corte. Y el día de la boda de D. Alfonso XIII con Dº Victoria Eugenia de Battemberg, el 31 de mayo de 1906, no iba a ser una excepción y la comitiva real la recorrió, en su camino de regreso desde Los Jerónimos hasta el Palacio Real. La calle Mayor estaba engalanada y abarrotada de madrileños y forasteros llegados de toda España, esperando alegres y festivos el paso de los reyes. Pero en un balcón del último piso del nº 88 (actual 84) de la citada calle, se estaba fraguando la tragedia. El anarquista Mateo Morral estaba a punto de cometer el atentado contra los Reyes.


La misma mañana del 31 de mayo, Mateo Morral lo preparó todo. Una bomba de fabricación casera, conocida bomba de Orsini, conocida por haberse usado anteriormente contra Napoleón III, el 14 de enero de 1858 y en el atentado del Teatro del Liceo de Barcelona, el 7 de noviembre de 1893, sería el instrumento sembrador de muerte elegido por el anarquista. Pío Baroja nos cuenta que el artefacto había llegado a Madrid diez días antes procedente de París, envuelto en una bandera francesa, siendo el militar y ministro de la Guerra durante la Primera República, Nicolás Estévanez, quien se la entrego a Morral.

Todo estaba listo, todo previsto. Pero…

El anarquista introdujo la bomba en un ramo de flores, se asomó al balcón y al paso de la comitiva real, arrojo el ramo. Y entonces, en su macabro y siniestro descenso hacia la carroza real, el ramo se encontró con los cables del tranvía, que desviaron su trayectoria. La bomba no provocó ni un rasguño a los reyes, pero el resultado fue aun más trágico, si cabe: la bomba, al desviarse, explotó entre la multitud que aclamaba a los Reyes a su paso, provocando la muerte de 24 personas e hiriendo a más de cien.




Mateo Morral, aprovechando la enorme confusión del momento, se dio a la fuga mezclándose entre la aterrorizada multitud, con la ayuda de José Naskens, director de “El Motín”, un periódico anarquista que se caracterizaba por sus constantes e iracundos ataques a la monarquía y la iglesia. Desde Torrejón de Ardoz, hasta donde llega en su huida, tiene planeado llegar en tren hasta Barcelona, para desde la Ciudad Condal pasar a Francia, pero el 2 de junio todo se le pone en contra al anarquista y asesino, al ser reconocido por varias personas en un ventorrillo, próximo a Torrejón de Ardoz.




Avisado un guarda jurado de la zona, Fructuoso Vega, éste le conminó a acompañarle voluntariamente. Mateo Morral, se entregó pacíficamente, pero cuando era conducido por el guarda al cuartelillo de la Guardia Civil, Morral le robó el arma y le mató de un tiro para, a continuación, suicidarse disparándose en el pecho.




En el lugar del atentado se inauguro en 1908 un monumento conmemorativo, promovido por  la duquesa de la Conquista y realizado por el escultor Aniceto Marinas, según un proyecto del arquitecto Enrique María Repullés y Vargas. Estaba formado por un grupo de tres columnas en representación del pueblo, el ejército y la aristocracia. En lo alto, una imagen de  la Virgen del Amor Hermoso, que representaba el día en que ocurrió el atentado y en la base, varias  lápidas con los nombres de los fallecidos y la figura de un ángel custodio.




Un monumento que sería desmantelado durante la Segunda República, momento en el que el Ayuntamiento de Madrid cambió el nombre de la calle Mayor por el de calle de Mateo Morral. Ya se sabe, esas cosas de la izquierda más radical, cosas de esta España en la que nos ha tocado vivir. Años después, en 1963, un nuevo monumento a las víctimas del atentado, esta vez mucho más humilde, obra del escultor Coullaut Valera, se instaló en el mismo lugar, en la calle Mayor, delante de la Iglesia Arzobispal Castrense y frente a Casa Ciriaco.

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