Historia de las monjas dominicas en Santiago.-a


Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


Santa rosa de lima

domingo, 16 de abril de 2017

Gracias a un grupo de docentes del Instituto de Historia de la Universidad de los Andes y aportes de la British Library, en los próximos días se podrán revisar los archivos digitalizados de la Segunda Orden de las Dominicas de Santa Rosa de Lima en Santiago. Se incluyen, entre otros tesoros, una misiva de la denominada Patrona de América y la correspondencia de una de las más importantes escritoras coloniales, sor Dolores Peña y Lillo. 
Una carta publicada en "El Mercurio" por el sacerdote jesuita René Cortínez Castro, en febrero de 2015, sacó a la luz un dramático acontecimiento. "A fines de enero partieron de Chile las dos últimas religiosas dominicas contemplativas del Monasterio de Santa Rosa de Lima, fundado en 1754, más conocidas como las 'monjas rosas'. Su presencia originalmente en el centro de Santiago dio el nombre a la calle 'Rosas'".
A juicio de este religioso, el cierre de este monasterio -emplazado a partir de 1960 en la calle Las Trinitarias- significó una irreparable pérdida no solo para los católicos, sino también para todos los habitantes de Santiago, "ya que su presencia en la ciudad desde la Colonia fue un espacio de oración, educación y acogida para los pobres, así como de creación artística y cultural".

Cortínez también valoró su invaluable tesoro artístico-religioso y que ha sido confiado, lo mismo que su edificio en la comuna de Las Condes, al Arzobispado de Santiago. "Entre las obras de arte más valiosas destaca la célebre serie de cuadros coloniales con la vida de Santa Rosa de Lima; la colección de jarrones isabelinos de porcelana que adquirió para las monjas monseñor Eyzaguirre en París, y los textiles de uso litúrgico con bordados en hilos de oro, plata y seda. Confiamos en que la misma Providencia, que permitió su extinción, haga que la semilla muerta en la tierra dé fruto en abundancia", puntualiza el religioso jesuita.
Esta desoladora noticia también tuvo eco en el Instituto de Historia de la Universidad de los Andes y en especial en sus académicas Alexandrine de la Taille e Isabel Cruz de Amenábar. "El abogado Hernán Corral, quien fue un gran apoyo para este monasterio, y el Padre Gabriel Guarda, Premio Nacional de Historia 1984, nos alertaron sobre el cierre. Como ya habíamos trabajado en el rescate de los archivos de las Clarisas de Antigua Fundación y de las Carmelitas Descalzas, nos contactó la madre superiora de las Dominicas de Santa Rosa, sor Carmen Gloria Guíñez, una mujer de mucho empuje, intelectual y gran literata, para que la ayudáramos en la salvaguardia de su archivo", comenta a "Artes y Letras" la historiadora Isabel Cruz de Amenábar.
Pero la tarea no fue fácil. "Para el proyecto de las Clarisas (que finalmente se concretó en 2014) contamos con el apoyo económico de la Universidad de Harvard, pero ese plantel ya no está financiando proyectos de este tipo, así que tuvimos que buscar otras alternativas. En Chile, además, no existen fondos que apoyen este tipo de iniciativas patrimoniales; pero afortunadamente contamos con el aporte de la historiadora Alejandra Fuentes, egresada del Master en Historia y Gestión del Patrimonio Cultural de la Universidad de los Andes, quien nos ayudó en esta tarea", añade Alexandrine de la Taille.

De esta manera, Fuentes -junto a la licenciada en estética Ximena Gallardo- se abocó a la búsqueda de financiamiento:

"Revisando internet, llegué a la British Library y a un fondo para la digitalización de archivos premodernos. La postulación fue todo un reto porque, como el aporte era significativo (más de diez millones de pesos) y bastante superior a lo que nos entregó la Universidad de Harvard para las Clarisas, la British Library fue muy rigurosa en todos los requisitos para postular. Nuestro equipo, además, adquirió los implementos para la creación de un sistema de captura de imágenes, muy similar al que antiguamente empleó Memoria Chilena para la digitalización de los archivos de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam). En los próximos días todo ese trabajo estará disponible para su consulta en una página web creada por la propia British Library, además publicaremos un catálogo con todo lo que significó esta tarea. Y en www.uandes.cl, próximamente estará listo otro sitio dedicado a este archivo", explica Alejandra Fuentes a "Artes y Letras", quien también -entre otros valiosos proyectos patrimoniales- participó en la puesta en valor del Teatro Grez, del Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak.

Alexandrine de la Taille complementa que si bien el archivo de las Dominicas de Santa Rosa -cerca de 30 mil documentos- es menor que el de las Clarisas, "no deja de tener un valor importantísimo porque son escasos los documentos femeninos escritos en la Colonia".

Alejandra Fuentes añade que se encontraron con un acervo mucho más variado que el de las Clarisas, este último con un perfil más económico. "El de las Dominicas tiene biografías, cartas, cuentas, prácticas de piedad, distintas oraciones, poesías, además de recetarios médicos, de salud, textos de alimentación y cocina, reflexiones espirituales, resoluciones, crónicas, escritos autobiográficos como el de sor Dolores Peña y Lillo; y necrologías".

Isabel Cruz de Amenábar profundiza en los alcances de este proyecto y, en especial, destaca la digitalización de los manuscritos de una de las más importantes escritoras coloniales: sor Dolores Peña y Lillo -nacida en 1739 y fallecida en 1822-, quien vivió toda su vida en el convento dominico situado en calle Rosas, también considerada una vidente y consultada por políticos de la primera república chilena. "Se trata de un valioso material estudiado desde un punto de vista filológico por Raïssa Kordic y que ahora podrá ser consultado por otros investigadores, nacionales y extranjeros. 
La correspondencia de sor Dolores es extraordinaria y la muestra como una mujer ilustrada, llena de ideas, inquietudes y dudas que reveló a su confesor, el sacerdote jesuita Manuel Álvarez. Estas cartas son una de las joyas del archivo y también nos confirman que sor Dolores fue una mujer heroica. A diferencia de la clarisa Úrsula Suárez, una religiosa de velo negro, es decir, una religiosa de mejor escalafón social, ya que contaba con una dote, sor Dolores Peña y Lillo fue de origen más humilde: no ingresó al convento con ese apoyo económico, y por lo mismo, junto con su destacada labor intelectual, también tuvo que trabajar para financiar su estadía en el Monasterio de Santa Rosa. Los escritos de Úrsula Suárez nos resultan, por los demás, más naïfs , más inocentes, frente al legado de sor Dolores Peña y Lillo, con una pluma mucho más ilustrada, más propia del siglo XVIII".

Alexandrine de la Taille puntualiza que existen importantes estudios filológicos en torno a Dolores Peña y Lillo, "pero gracias a este archivo se abren nuevos campos de investigación, se podrían desarrollar trabajos comparativos que sitúen a sor Dolores en el contexto de la época y comparar su orden con la espiritualidad de otras religiosas coloniales. También la Universidad de los Andes recibió en comodato la biblioteca del Monasterio de Santa Rosa que incluye valiosos textos de 1640 en adelante. Esta biblioteca complementará y ampliará enormemente el estudio del archivo".

Origen de la calle Rosas

El carisma de la dominica peruana Isabel Flores de Oliva, conocida como Santa Rosa de Lima (1586-1617), la primera santa americana, terminó proyectándose muy pronto en Chile. En 1680, bajo el obispado del dominico fray Bernardo Carrasco y Saavedra, solo ocho años después de su canonización por el Papa Clemente X y de su proclamación como Patrona de América, se inicia en Santiago un beaterio (grupos de mujeres que no necesariamente guardaban una vida claustral) de esta orden femenina fundada por Santo Domingo de Guzmán en 1216.
Según adelantan las impulsoras de este proyecto de rescate del archivo de la Orden de las Dominicas de Santa Rosa de Lima en Santiago, dos terciarias dominicas del monasterio limeño se trasladan a la capital chilena para difundir aquí la espiritualidad singular de Santa Rosa de Lima -mestiza en su origen- y que, en el transcurso de los siglos XVII y XVIII, se convirtió en un símbolo unificador e identificador de los territorios americanos.

En una modesta construcción situada en la esquina de la nueva calle de las Rosas con la calle del Peumo, actual Amunátegui, se instala el beaterio. Limosnas y donaciones de bienes raíces las proveen de sustento y las propias beatas administran estas rentas con el sistema crediticio de censos y capellanías, propio de la época. Su nombre y su devoción se extienden de manera muy rápida y en 1754 fue aprobada su transformación en monasterio.
Isabel Cruz de Amenábar explica que las dominicas formaron a muchas niñas de la élite. "La docencia fue uno de sus sellos y les permitió subsistir económicamente, y las reveló como una orden mucho más erudita e intelectual que las Clarisas, famosas por su repostería y cerámica perfumada".
La historiadora añade que la adaptación al ámbito americano y surandino de la regla dominica "no se dirigió a postulantes de origen noble, de familias particularmente adineradas, ni constituidas a la manera tradicional, sino a criollas y mestizas de situación media. La Orden de las Dominicas fue mucho más flexible a la hora de aceptar a mujeres que no provenían de la élite".
En 1935, los nuevos planes urbanísticos y la plusvalía de los terrenos en el casco histórico las obligaron a abandonar la calle de las Rosas en el centro de la ciudad y adquirieron una casa en la calle Manuel Montt. En 1953, con escasos medios económicos y bastante debilitadas, son nuevamente trasladadas, esta vez a la clausura de las Monjas Clarisas de la calle Lillo, en Recoleta, y en 1960 -con gran esfuerzo- logran comprar un terreno, en la comuna de Las Condes, como parte de una propiedad perteneciente a los padres dominicos. "Para pagar estos terrenos incluso llegaron a pedir limosna en las calles. En los últimos años, el tema económico fue un problema para la subsistencia de la orden, lo que se sumó a la escasez de vocaciones y finalmente confluyó en el cierre del monasterio en la calle Las Trinitarias y el traslado de las religiosas a las sedes de Atacama, Mendoza y España", señala Cruz de Amenábar.

La historiadora puntualiza que la devoción por Santa Rosa de Lima siempre ha sido muy popular en nuestro país. "Antes de que fuera monasterio, el beaterio cimentó entre los chilenos una mística vinculada a la naturaleza. Santa Rosa de Lima fue primero terciaria franciscana y después dominica, y por eso a ella la identificamos con la naturaleza, con la rosa como metáfora, con la rosa como símbolo de la vida espiritual y de la belleza. Por otra parte, la devoción se extendió de manera muy rápida hacia Santa Rosa de los Andes que fundó el gobernador Ambrosio O'Higgins y después en el pueblo Santa Rosa de Pelequén, cuya historia gira en torno a su santuario de Santa Rosa de Lima".
Alexandrine de la Taille remata que "este archivo nos permite entrar realmente a este mundo femenino de los siglos XVII y XVIII, e incluso XIX, de muy difícil acceso, porque no hay tantas fuentes y, fundamentalmente, por la escasez de mujeres escritoras. Gracias a estos documentos uno puede recrear de todo: la vida religiosa, la vida cotidiana, la vida económica y la vida cultural. Hay demasiadas vetas. Hay demasiadas preguntas que pueden salir de este archivo".

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