Santa María del Mar de Barcelona.-a
Soledad Garcia Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
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La iglesia de Santa María del Mar es una basílica menor situada en la ciudad de Barcelona, Cataluña, España. Fue construida entre 1329 y 1383. Desde el 3 de junio de 1931, tiene la catalogación de Bien de Interés Cultural.
Historia
Algunos estudios actuales afirman que se levanta sobre un antiguo anfiteatro o arenas romanas. La construcción comenzó en 1329, tal como lo atestiguan las lápidas del portal de las Moreras (que da al Fossar de les Moreres). Un hecho destacable, que aún perdura: se acuerda que la obra había de pertenecer, exclusivamente, a los feligreses de la zona del puerto y de la Ribera, únicos responsables materiales del templo, ya que ellos fueron quienes la sufragaron, bien con su dinero o bien con su trabajo. Este hecho está en clara contraposición a la catedral que por aquellas mismas fechas también se estaba construyendo y que estaba asociada a la monarquía, a la nobleza y al alto clero.
Parece ser que en la construcción participó activamente toda la población de la Ribera, en especial los descargadores del muelle, llamados galafates de la Ribera o bastaixos, los cuales llevaban las enormes piedras destinadas a la construcción de la iglesia desde la cantera real de Montjuïc y desde las playas, donde estaban los barcos que las habían traído a Barcelona, hasta la mismísima plaza del Borne, cargándolas en sus espaldas, una a una. La puerta principal de la iglesia homenajea a los bastaixos que ayudaron a su construcción.
Los muros, las capillas laterales y la fachada se terminaron alrededor de 1350. En 1379, a punto de acabarse el cuarto tramo de bóvedas, se incendiaron los andamios y las piedras sufrieron importantes daños. Finalmente, el 3 de noviembre de 1383 se colocó la última parte de la bóveda y el 15 de agosto del año siguiente se celebró la primera misa. El terremoto de 1428 causó el derrumbamiento del rosetón provocando algunas muertes, por la caída de las piedras del mismo. Aunque pronto se firmó un contrato para construir uno nuevo de estilo flamígero, que quedó acabado en 1459 y al año siguiente, fueron colocadas las vidrieras del mismo.
Generalidades
Visto desde el exterior el edificio presenta un aspecto macizo y robusto, que no transmite lo que encontraremos en el interior. El predominio de las líneas horizontales y de las secciones de pared sin grandes aberturas ni decoraciones es absoluto. Continuamente se subraya la horizontalidad, marcándola con molduras, cornisas y superficies planas, como si se quisiera evitar una excesiva sensación de altura (a pesar de ser, en realidad, un edificio bastante alto). Globalmente el edificio forma un bloque compacto, sin secciones de pared en diferentes profundidades (solo las correspondientes a las naves) típicos del gótico europeo. Esto permite que la iluminación sea siempre muy plana, alejada de los juegos de luces y sombras que se pueden producir en otras iglesias.
La fachada principal queda enmarcada por las dos torres octogonales (forma que se repetirá en las columnas del interior) y los dos poderosos contrafuertes que enmarcan el rosetón y transmiten la amplitud de la bóveda interior. Horizontalmente podemos ver dos tramos, claramente diferenciados por las molduras y las galerías, mientras que en las torres la horizontalidad queda subrayada, una vez más, por las galerías en lugar de pináculos o agujas. El tramo inferior queda centrado por el pórtico y el superior por el rosetón, con los dos ventanales que lo acompañan entre los contrafuertes y las torres.
La austeridad general es aún más manifiesta en los laterales, formados por una pared plana sin decoración que cierra el espacio entre los contrafuertes y permite la presencia de capillas interiores. La concepción es muy diferente a la de la gracilidad de los arbotantes del gótico francés, que nunca fueron un elemento destacado en el gótico catalán y que aquí han desaparecido por completo.
Horizontalmente se marcan con claridad tres pisos. En el inferior, correspondiente a las capillas laterales, se abren estrechos ventanales, relativamente pequeños, que ritman la pared y corresponden cada uno a una capilla interior y cada tres al espacio entre los contrafuertes. En los laterales se abren también dos puertas: la puerta de Sombrereros y la de las Moreras. Posteriormente se abrió una nueva puerta en el ábside: la puerta del Borne.
El interior
Interiormente es un edificio de tres naves, con deambulatorio y sin crucero. Las naves están formadas por cuatro tramos y el presbiterio consta de medio tramo y un polígono de siete lados, todo cubierto con una bóveda de crucería y coronado con magníficas llaves de bóveda. Formalmente, pues, tenemos un edificio de tres naves, pero parece como si el arquitecto hubiera querido dar la misma sensación de espacio que se consigue con una sola nave. Por eso separa bastante los pilares (15 metros) e iguala mucho las alzadas de las tres naves (1/8 menos las laterales que la central). El resultado es un espacio diáfano, que descarta la división del gótico europeo y se inclina por una idea de espacio único.
La nave central se ilumina mediante óculos abiertos entre las galerías de la nave central y los laterales. Estos óculos se convierten en ventanales entre las columnas del presbiterio, los cuales ocupan casi todo el espacio disponible y contribuyen a reforzar el efecto de las columnas con un semicírculo de luz. Las naves laterales se iluminan con ventanales (uno por tramo y no muy grandes) que también contribuyen a iluminar la nave central.
Merece la pena destacar la austeridad conseguida, una vez más, por las paredes lisas; por las columnas octogonales limpias, ya que los nervios terminan a nivel de los capiteles en lugar de llegar a tierra; por el hecho de que los arcos de las naves laterales y los de la central arrancan de la misma alzada (la línea de impostas, en los capiteles) que dan una mayor impresión de igualdad de las naves, etc.
Se trata del ejemplo más emblemático y depurado del gótico catalán. La importancia que adquirió el barrio de la Rivera partir del siglo XIII como centro neurálgico de mercaderes y armadores hizo que se planteara la construcción de una gran iglesia en sustitución de la vieja Parroquia de las Arenas.
Fachadas
Sus tres fachadas, la principal situada en la plaza de Santa María, otra en la calle de Santa María y la del paseo del Born, muestran la esencia del gótico catalán: torres octogonales, abundancia de superficies desnudas y contrafuertes macizos.
La fachada principal está decorada con las imágenes de San Pedro y San Pablo, con un insuperable rosetón de estilo gótico flamígero del siglo XV. En la fachada de la calle Santa María destacan las gárgolas de los contrafuertes, el reverso de las vidrieras y, sobre todo, sus monumentales dimensiones.Su interior es igualmente paradigma del gótico catalán con su amplitud de formas y la austeridad decorativa. Tiene tres naves de gran altura separadas por altas columnas y su armonía consiste en que las naves laterales miden la mitad exacta que la central y la anchura total del conjunto es igual a la altura de las naves laterales. Su riqueza decorativa fue destruida tras los disturbios de 1936, aunque subsisten lápidas relacionadas con el mundo marinero.
El Fossar de les Moreres
(«Fosal de las Moreras») es una plaza de la ciudad de Barcelona, España, construida sobre el antiguo cementerio perteneciente a la adyacente basílica de Santa María del Mar. Integra los elementos conmemorativos a los caídos durante el asedio de Barcelona de 1714, en el marco de la Guerra de Sucesión Española. El motivo de que en este lugar se recuerde a los defensores caídos de la ciudad de Barcelona es que, durante la batalla del 11 de septiembre de 1714, muchos de los defensores muertos en combate fueron enterrados aquí.
Orígenes
Los orígenes del Fossar de les Moreres datan del siglo xii, cuando el párroco de la iglesia de Santa María del Mar, necesitado de un lugar cercano a su parroquia para enterrar a sus fieles, solicitó al potentado Bernat Marcús la donación de un terreno adyacente a la iglesia, que era de su propiedad. Marcús, después de meditarlo largamente, le cedió el solar, pero con la condición de que en el plazo máximo de quince días se debía haber enterrado en su solar algún feligrés, ya que consideraba que si transcurrido dicho plazo el terreno no se había utilizado, no era tan necesario como el párroco pretendía. Transcurrido el plazo otorgado por Marcús sin que se produjera ningún fallecimiento, este se dirigió a la iglesia para anular la donación realizada. Cuando llegó bajo las moreras que adornaban la plaza, un fulminante ataque al corazón acabó con su vida, siendo el propio donante quien inauguró el cementerio.
La Guerra de Sucesión Española
En 1705, mediante el Pacto de Génova, los caudillos austracistas catalanes firmaron una alianza militar entre el Principado de Cataluña y el Reino de Inglaterra, en virtud de la cual Cataluña se comprometía a luchar por la causa del pretendiente al trono español, Carlos de Austria, con la ayuda militar de Inglaterra, y esta se comprometía a defender las Constituciones de Cataluña fuera cual fuere el resultado de la guerra. Sin embargo, en 1713, tras la renuncia de Felipe V al trono de Francia, la entrega de Gibraltar y Menorca, y las concesiones comerciales en América, los ingleses cedieron ante Felipe. Este se comprometió en el artículo 13 del Tratado de Utrecht a aministiar a los catalanes y a concederles sólo los mismos derechos y privilegios que los habitantes de las dos Castillas, «que de todos los pueblos de España son los más amados por el Rey Católico».
Ante el abandono inglés, se convocó en Barcelona el 30 de junio de 1713 una Junta de Brazos que finalizaría el 9 de julio con la publicación del edicto por el cual Cataluña declaraba la guerra en solitario a Felipe V y contra Francia, para mantenerse bajo la obediencia de Carlos de Austria y «por conservar las leyes, constituciones, privilegios, honores, costumbres y prerrogativas que el serenísimo duque de Anjou ha derogado queriendo que el presente Principado de Cataluña se entregue a discreción y que los naturales y habitantes no gocen en adelante más ley ni privilegio que la que a su arbitrio quiere imponerles».
A los pocos días, las tropas de Felipe V rodearon la ciudad e iniciaron un bloqueo de once meses. Ante el fracaso del bloqueo, Felipe V solicitó a su abuelo, Luis XIV de Francia que le enviara militares franceses y, en julio de 1714, y con la llegada del duque de Berwick, se inició el asedio que finalizaría con la toma de la ciudad. Días después fueron abolidas las constituciones catalanas, siendo reemplazadas mediante el Decreto de Nueva Planta por el régimen absolutista borbónico que prolongaría su existencia hasta el siglo xix.
Simbolismo
En el siglo xix, las nuevas disposiciones sanitarias promulgadas en esta época supusieron la desaparición de numerosos cementerios parroquiales, cuyos solares se urbanizaron como nuevas plazas públicas: surgieron así plazas como la de Santa María, del Pino, de San José Oriol, de San Felipe Neri, de San Justo, de San Pedro y de San Jaime.
En la actualidad, cada 11 de septiembre se conmemora la Fiesta Nacional de Cataluña y se rinde homenaje en la plaza a los defensores de la ciudad, muertos y enterrados en este lugar. Por ello, se encuentra inscrito el siguiente texto de Serafí Pitarra:
Al fossar de les Moreres no s'hi enterra cap traïdor,
fins perdent nostres banderes serà l'urna de l'honor.
En el Fossar de les Moreres no se entierra ningún traidor,
hasta perdiendo nuestras banderas será la urna del honor.
Sin embargo, según el historiador Jordi Canal, «no hay evidencias históricas ni arqueológicas, por el momento, que permitan corroborar» los hechos narrados en el poema de Pitarra. «Lo único que parece seguro, como afirma el arqueólogo Roger Molinas, es que allí se enterraron cuerpos desde la época medieval. No parece que fuera ni el principal lugar de sepultura de los defensores de Barcelona en 1714, ni tampoco que únicamente los "patriotas" muertos fueran allí destinados... Menos de una década después de los hechos, según las investigaciones de Albert García Espuche, ya se habían construido casas en el cementerio».
Monumento
A finales de los años 1980 se urbanizó la plaza con el objetivo de instalar un monumento en memoria de los caídos en 1714, cuyo proyecto fue encargado a la arquitecta Carme Fiol. Para tal fin, se derribaron varias casas de una planta que se habían construido sobre el cementerio, algunas de ellas adosadas a la iglesia de Santa María del Mar. También se eliminó el pasadizo elevado que comunicaba la iglesia con el edificio de Capitanía General. Fiol diseñó un muro de separación entre la plaza propiamente dicha y la calle de Santa María, que corre paralela a la pared de la iglesia; en este muro, de granito rojo y 30 metros de longitud, se inscribió el verso de Pitarra dedicado a los caídos de 1714. Para el pavimento de la plaza escogió ladrillos de color rojo, simbolizando la sangre vertida en este lugar. En una esquina se colocaron unas moreras. El diseño general era sencillo, casi minimalista, para enfatizar el contenido simbólico. La plaza fue inaugurada el 11 de septiembre de 1989 por el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall.
Posteriormente, en 2001, se instaló un pebetero sobre una estructura metálica de forma curva, de 15 metros de altura y color rojo —como el resto del conjunto—, del que surge una llama en recuerdo a los caídos. Este nuevo elemento fue iniciativa del teniente de alcalde de ERC Jordi Portabella, y fue obra del arquitecto Albert Viaplana, junto a su hijo David.
Historia
Algunos estudios actuales afirman que se levanta sobre un antiguo anfiteatro o arenas romanas. La construcción comenzó en 1329, tal como lo atestiguan las lápidas del portal de las Moreras (que da al Fossar de les Moreres). Un hecho destacable, que aún perdura: se acuerda que la obra había de pertenecer, exclusivamente, a los feligreses de la zona del puerto y de la Ribera, únicos responsables materiales del templo, ya que ellos fueron quienes la sufragaron, bien con su dinero o bien con su trabajo. Este hecho está en clara contraposición a la catedral que por aquellas mismas fechas también se estaba construyendo y que estaba asociada a la monarquía, a la nobleza y al alto clero.
Parece ser que en la construcción participó activamente toda la población de la Ribera, en especial los descargadores del muelle, llamados galafates de la Ribera o bastaixos, los cuales llevaban las enormes piedras destinadas a la construcción de la iglesia desde la cantera real de Montjuïc y desde las playas, donde estaban los barcos que las habían traído a Barcelona, hasta la mismísima plaza del Borne, cargándolas en sus espaldas, una a una. La puerta principal de la iglesia homenajea a los bastaixos que ayudaron a su construcción.
Los muros, las capillas laterales y la fachada se terminaron alrededor de 1350. En 1379, a punto de acabarse el cuarto tramo de bóvedas, se incendiaron los andamios y las piedras sufrieron importantes daños. Finalmente, el 3 de noviembre de 1383 se colocó la última parte de la bóveda y el 15 de agosto del año siguiente se celebró la primera misa. El terremoto de 1428 causó el derrumbamiento del rosetón provocando algunas muertes, por la caída de las piedras del mismo. Aunque pronto se firmó un contrato para construir uno nuevo de estilo flamígero, que quedó acabado en 1459 y al año siguiente, fueron colocadas las vidrieras del mismo.
El edificio
Generalidades
Visto desde el exterior el edificio presenta un aspecto macizo y robusto, que no transmite lo que encontraremos en el interior. El predominio de las líneas horizontales y de las secciones de pared sin grandes aberturas ni decoraciones es absoluto. Continuamente se subraya la horizontalidad, marcándola con molduras, cornisas y superficies planas, como si se quisiera evitar una excesiva sensación de altura (a pesar de ser, en realidad, un edificio bastante alto). Globalmente el edificio forma un bloque compacto, sin secciones de pared en diferentes profundidades (solo las correspondientes a las naves) típicos del gótico europeo. Esto permite que la iluminación sea siempre muy plana, alejada de los juegos de luces y sombras que se pueden producir en otras iglesias.
La fachada principal queda enmarcada por las dos torres octogonales (forma que se repetirá en las columnas del interior) y los dos poderosos contrafuertes que enmarcan el rosetón y transmiten la amplitud de la bóveda interior. Horizontalmente podemos ver dos tramos, claramente diferenciados por las molduras y las galerías, mientras que en las torres la horizontalidad queda subrayada, una vez más, por las galerías en lugar de pináculos o agujas. El tramo inferior queda centrado por el pórtico y el superior por el rosetón, con los dos ventanales que lo acompañan entre los contrafuertes y las torres.
Vista de las naves hacia el presbiterio. |
Horizontalmente se marcan con claridad tres pisos. En el inferior, correspondiente a las capillas laterales, se abren estrechos ventanales, relativamente pequeños, que ritman la pared y corresponden cada uno a una capilla interior y cada tres al espacio entre los contrafuertes. En los laterales se abren también dos puertas: la puerta de Sombrereros y la de las Moreras. Posteriormente se abrió una nueva puerta en el ábside: la puerta del Borne.
El interior
Interiormente es un edificio de tres naves, con deambulatorio y sin crucero. Las naves están formadas por cuatro tramos y el presbiterio consta de medio tramo y un polígono de siete lados, todo cubierto con una bóveda de crucería y coronado con magníficas llaves de bóveda. Formalmente, pues, tenemos un edificio de tres naves, pero parece como si el arquitecto hubiera querido dar la misma sensación de espacio que se consigue con una sola nave. Por eso separa bastante los pilares (15 metros) e iguala mucho las alzadas de las tres naves (1/8 menos las laterales que la central). El resultado es un espacio diáfano, que descarta la división del gótico europeo y se inclina por una idea de espacio único.
La nave central se ilumina mediante óculos abiertos entre las galerías de la nave central y los laterales. Estos óculos se convierten en ventanales entre las columnas del presbiterio, los cuales ocupan casi todo el espacio disponible y contribuyen a reforzar el efecto de las columnas con un semicírculo de luz. Las naves laterales se iluminan con ventanales (uno por tramo y no muy grandes) que también contribuyen a iluminar la nave central.
a luz es la gran protagonista del interior de Santa María del Mar |
Merece la pena destacar la austeridad conseguida, una vez más, por las paredes lisas; por las columnas octogonales limpias, ya que los nervios terminan a nivel de los capiteles en lugar de llegar a tierra; por el hecho de que los arcos de las naves laterales y los de la central arrancan de la misma alzada (la línea de impostas, en los capiteles) que dan una mayor impresión de igualdad de las naves, etc.
Se trata del ejemplo más emblemático y depurado del gótico catalán. La importancia que adquirió el barrio de la Rivera partir del siglo XIII como centro neurálgico de mercaderes y armadores hizo que se planteara la construcción de una gran iglesia en sustitución de la vieja Parroquia de las Arenas.
Fachadas
Sus tres fachadas, la principal situada en la plaza de Santa María, otra en la calle de Santa María y la del paseo del Born, muestran la esencia del gótico catalán: torres octogonales, abundancia de superficies desnudas y contrafuertes macizos.
La fachada principal está decorada con las imágenes de San Pedro y San Pablo, con un insuperable rosetón de estilo gótico flamígero del siglo XV. En la fachada de la calle Santa María destacan las gárgolas de los contrafuertes, el reverso de las vidrieras y, sobre todo, sus monumentales dimensiones.Su interior es igualmente paradigma del gótico catalán con su amplitud de formas y la austeridad decorativa. Tiene tres naves de gran altura separadas por altas columnas y su armonía consiste en que las naves laterales miden la mitad exacta que la central y la anchura total del conjunto es igual a la altura de las naves laterales. Su riqueza decorativa fue destruida tras los disturbios de 1936, aunque subsisten lápidas relacionadas con el mundo marinero.
El Fossar de les Moreres
(«Fosal de las Moreras») es una plaza de la ciudad de Barcelona, España, construida sobre el antiguo cementerio perteneciente a la adyacente basílica de Santa María del Mar. Integra los elementos conmemorativos a los caídos durante el asedio de Barcelona de 1714, en el marco de la Guerra de Sucesión Española. El motivo de que en este lugar se recuerde a los defensores caídos de la ciudad de Barcelona es que, durante la batalla del 11 de septiembre de 1714, muchos de los defensores muertos en combate fueron enterrados aquí.
Orígenes
Los orígenes del Fossar de les Moreres datan del siglo xii, cuando el párroco de la iglesia de Santa María del Mar, necesitado de un lugar cercano a su parroquia para enterrar a sus fieles, solicitó al potentado Bernat Marcús la donación de un terreno adyacente a la iglesia, que era de su propiedad. Marcús, después de meditarlo largamente, le cedió el solar, pero con la condición de que en el plazo máximo de quince días se debía haber enterrado en su solar algún feligrés, ya que consideraba que si transcurrido dicho plazo el terreno no se había utilizado, no era tan necesario como el párroco pretendía. Transcurrido el plazo otorgado por Marcús sin que se produjera ningún fallecimiento, este se dirigió a la iglesia para anular la donación realizada. Cuando llegó bajo las moreras que adornaban la plaza, un fulminante ataque al corazón acabó con su vida, siendo el propio donante quien inauguró el cementerio.
La Guerra de Sucesión Española
Detalle del pebetero de la llama eterna en memoria de los muertos durante el sitio de Barcelona. |
En 1705, mediante el Pacto de Génova, los caudillos austracistas catalanes firmaron una alianza militar entre el Principado de Cataluña y el Reino de Inglaterra, en virtud de la cual Cataluña se comprometía a luchar por la causa del pretendiente al trono español, Carlos de Austria, con la ayuda militar de Inglaterra, y esta se comprometía a defender las Constituciones de Cataluña fuera cual fuere el resultado de la guerra. Sin embargo, en 1713, tras la renuncia de Felipe V al trono de Francia, la entrega de Gibraltar y Menorca, y las concesiones comerciales en América, los ingleses cedieron ante Felipe. Este se comprometió en el artículo 13 del Tratado de Utrecht a aministiar a los catalanes y a concederles sólo los mismos derechos y privilegios que los habitantes de las dos Castillas, «que de todos los pueblos de España son los más amados por el Rey Católico».
Ante el abandono inglés, se convocó en Barcelona el 30 de junio de 1713 una Junta de Brazos que finalizaría el 9 de julio con la publicación del edicto por el cual Cataluña declaraba la guerra en solitario a Felipe V y contra Francia, para mantenerse bajo la obediencia de Carlos de Austria y «por conservar las leyes, constituciones, privilegios, honores, costumbres y prerrogativas que el serenísimo duque de Anjou ha derogado queriendo que el presente Principado de Cataluña se entregue a discreción y que los naturales y habitantes no gocen en adelante más ley ni privilegio que la que a su arbitrio quiere imponerles».
A los pocos días, las tropas de Felipe V rodearon la ciudad e iniciaron un bloqueo de once meses. Ante el fracaso del bloqueo, Felipe V solicitó a su abuelo, Luis XIV de Francia que le enviara militares franceses y, en julio de 1714, y con la llegada del duque de Berwick, se inició el asedio que finalizaría con la toma de la ciudad. Días después fueron abolidas las constituciones catalanas, siendo reemplazadas mediante el Decreto de Nueva Planta por el régimen absolutista borbónico que prolongaría su existencia hasta el siglo xix.
En el siglo xix, las nuevas disposiciones sanitarias promulgadas en esta época supusieron la desaparición de numerosos cementerios parroquiales, cuyos solares se urbanizaron como nuevas plazas públicas: surgieron así plazas como la de Santa María, del Pino, de San José Oriol, de San Felipe Neri, de San Justo, de San Pedro y de San Jaime.
En la actualidad, cada 11 de septiembre se conmemora la Fiesta Nacional de Cataluña y se rinde homenaje en la plaza a los defensores de la ciudad, muertos y enterrados en este lugar. Por ello, se encuentra inscrito el siguiente texto de Serafí Pitarra:
Al fossar de les Moreres no s'hi enterra cap traïdor,
fins perdent nostres banderes serà l'urna de l'honor.
En el Fossar de les Moreres no se entierra ningún traidor,
hasta perdiendo nuestras banderas será la urna del honor.
Sin embargo, según el historiador Jordi Canal, «no hay evidencias históricas ni arqueológicas, por el momento, que permitan corroborar» los hechos narrados en el poema de Pitarra. «Lo único que parece seguro, como afirma el arqueólogo Roger Molinas, es que allí se enterraron cuerpos desde la época medieval. No parece que fuera ni el principal lugar de sepultura de los defensores de Barcelona en 1714, ni tampoco que únicamente los "patriotas" muertos fueran allí destinados... Menos de una década después de los hechos, según las investigaciones de Albert García Espuche, ya se habían construido casas en el cementerio».
Monumento
A finales de los años 1980 se urbanizó la plaza con el objetivo de instalar un monumento en memoria de los caídos en 1714, cuyo proyecto fue encargado a la arquitecta Carme Fiol. Para tal fin, se derribaron varias casas de una planta que se habían construido sobre el cementerio, algunas de ellas adosadas a la iglesia de Santa María del Mar. También se eliminó el pasadizo elevado que comunicaba la iglesia con el edificio de Capitanía General. Fiol diseñó un muro de separación entre la plaza propiamente dicha y la calle de Santa María, que corre paralela a la pared de la iglesia; en este muro, de granito rojo y 30 metros de longitud, se inscribió el verso de Pitarra dedicado a los caídos de 1714. Para el pavimento de la plaza escogió ladrillos de color rojo, simbolizando la sangre vertida en este lugar. En una esquina se colocaron unas moreras. El diseño general era sencillo, casi minimalista, para enfatizar el contenido simbólico. La plaza fue inaugurada el 11 de septiembre de 1989 por el alcalde de Barcelona, Pasqual Maragall.
Posteriormente, en 2001, se instaló un pebetero sobre una estructura metálica de forma curva, de 15 metros de altura y color rojo —como el resto del conjunto—, del que surge una llama en recuerdo a los caídos. Este nuevo elemento fue iniciativa del teniente de alcalde de ERC Jordi Portabella, y fue obra del arquitecto Albert Viaplana, junto a su hijo David.
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