Atentado de la cafetería Rolando.- a
Soledad Garcia Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
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Fachada de la cafetería poco después de la matanza: hubo 13 muertos |
El 13 de septiembre de 1974, viernes, estalló una bomba en una cafetería de Madrid. Murieron 12 personas. Un herido, la víctima decimotercera, falleció al año siguiente. Fue el atentado maldito de ETA. La organización no quiso reivindicarlo. Los dos presuntos asesinos, Bernat Oyarzábal Bidegorri y María Lourdes Cristóbal Elhorga, una joven pareja de vasco-franceses, no fueron detenidos ni juzgados: se beneficiaron de la amnistía de 1977.
A día de hoy viven tranquilamente como matrimonio cerca de Bayona, en el sur de Francia. Oyarzábal se convirtió, con los años, en un prestigioso lingüista que trabajó junto Noam Chomsky y en uno de los más respetados filólogos del euskera. El atentado de la cafetería Rolando, junto a la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, no sólo destrozó un puñado de vidas. Envenenó las relaciones entre la ETA y la izquierda antifranquista, dividió a la propia ETA y exhibió la debilidad de una dictadura podrida y sin crédito. Fue una matanza trascendental.
Pero el tiempo parece haberla enterrado en el olvido.Bernat, apodado Albert, y Lourdes, apodada La Pompadour, eran casi chavales. Ella tenía 21 años; él, 24. Llevaban ya algún tiempo inmersos en el magma de vasquismo, clericalismo y antifranquismo del que surgió la propia ETA, realizando breves huelgas de hambre en iglesias francesas y organizando protestas contra una dictadura que asqueaba a la mayoría de los españoles y al conjunto de Europa. Tras el atentado que el 20 de diciembre de 1973 acabó con la vida del jefe del gobierno español, el almirante Luis Carrero Blanco, además de su escolta y su chófer, ETA había adquirido prestigio como instrumento armado del antifranquismo.
Eran otros tiempos. España vivía sometida a una dictadura anacrónica, ridícula y criminal. Bernat y Lourdes soñaban con la liberación de la patria vasca y querían participar en un ataque contra el régimen. El Partido Comunista de Santiago Carrillo, consciente de su debilidad, había apostado por una política de reconciliación nacional.Muchos de sus simpatizantes y militantes, más o menos los mismos que protagonizaron, en esa época, la proliferación de grupúsculos de extrema izquierda enfrentados a la moderación del PCE, no querían reconciliación, sino combate.
Entre ellos se contaban el dramaturgo Alfonso Sastre y su compañera, la psiquiatra y escritora Genoveva Forest. Genoveva, conocida como Eva, pensaba que convenía golpear en el corazón de la dictadura: la sede de la siniestra Dirección General de Seguridad, en el edificio que ahora ocupa el gobierno autonómico madrileño. ETA, que aún disponía de la infraestructura clandestina que permitió el atentado contra Carrero, envió exploradores. Ni ellos ni la propia Forest consideraron posible poner una bomba en la Dirección General de Seguridad. Había mucha vigilancia. Forest señaló como alternativa la cafetería Rolando, en la calle del Correo, en un lateral del edificio. La DGS disponía de cantina, pero la comida era lamentable. Muchos policías almorzaban en Rolando.
La idea consistía en hacer una matanza de inspectores de la aborrecida Brigada Político-Social.Bernat y Lourdes salieron de Bayona el 9 de septiembre de 1974 y cruzaron la frontera en coche. En el maletero llevaban una maleta y una bolsa con diez kilos de explosivos. Ya en España, Lourdes se quedó con el equipaje y Bernat volvió a Bayona para devolver el coche. Luego viajaron en tren hasta Madrid. Eva Forest les acogió en su casa durante dos días. El 13 de septiembre les acompañó en coche hasta la Gran Vía. Bernat y Lourdes, con una bolsa de plástico en la mano, caminaron hasta la Puerta del Sol. Entraron en la cafetería Rolando a las 14.30.
Se sentaron y a los pocos minutos, como quejosos, según los testigos, de que no se les atendiera, se marcharon, dejando atrás la bolsa cargada de explosivos y metralla. La explosión se produjo a las 14.35.Unas horas más tarde, las radios hablaban ya de las víctimas. Un cocinero, un camarero, una pareja en luna de miel, una secretaria, un comercial, un ferroviario... Entre las 12 víctimas mortales no figuraba ni un policía. Uno de los heridos, la víctima mortal número 13, fallecido al año siguiente, era policía jubilado. Y había un miembro de la policía política entre los muchos heridos.
Si la intención era la de hacer una matanza de policías del régimen, aquello fue un fracaso. Fue, además de un crimen horrendo, un monumental error político. Bernat y Lourdes figuraban entre los curiosos que se agolpaban alrededor de la zona acordonada. Lourdes sollozaba. La pareja se refugió esa noche en el mismo piso franco de la calle Hogar, Alcorcón, donde se ocultaron meses atrás varios de los autores del atentado contra Carrero Blanco. Unos días después, Bernat y Lourdes viajaron en tren desde Chamartín a Barcelona y de allí a Francia.
La policía disponía de un infiltrado en la dirección de ETA: Mikel Lejarza Eguía, Lobo para sus jefes, Gorka como militante etarra. Gracias a sus informaciones había detenido en agosto a José María Arruabarrena, alias El Tanque, que se encontraba en el hospital de San Sebastián tras ser sometido a un típico interrogatorio de la época. En una agenda incautada a Arruabarrena figuraba un apunte: «Rolando, 2.15-2.45». Fue fácil atar cabos. Para la policía no cabían dudas sobre quién había organizado el atentado. Por primera vez se ofreció un botín, de un millón de pesetas, a quien facilitara la detención de los autores. La Policía cometió un error de bulto: atribuyó la autoría a Justo Sansano, un vasco refugiado en Francia, y ese fue el nombre difundido por los medios.Ya pocos se creían la información del régimen. Empezaron a circular rumores sobre la supuesta responsabilidad de la ultraderecha y de los servicios secretos.
Parecía increíble que ETA, que hasta entonces no había utilizado bombas de forma indiscriminada, hubiera cometido tal atrocidad. La Policía contribuyó a la confusión: gracias a la agenda de Arruabarrena y a sus confesiones detuvo a Eva Forest y a su compañero, Alfonso Sastre, pero aprovechó el atentado para detener también a personas de la izquierda antifranquista que nunca habían sabido de la preparación de la bomba de Rolando: la dirigente feminista Lidia Falcón y su compañero, el periodista Eliseo Bayo; la actriz María Paz Ballesteros; el comandante de Iberia Bernardo Vadell y su mujer, Carmen Nadal, entre muchos otros. Madrid hervía entre incredulidad y rumores.¿Y ETA? La matanza de la calle del Correo sembró el desconcierto en la banda, inmersa en una discusión interna. La dirección de ETA tardó más de un mes en reaccionar. Cuando lo hizo, negó estar vinculada. Puertas adentro se conocía la verdad. Las disensiones entre obreristas y militaristas, agudizadas por el atentado contra Carrero Blanco, se convirtieron en diferencias insalvables.
La mayoría de los militantes de ETA rechazaron la matanza de la cafetería Rolando. Aquello desembocó en la escisión más grave de la historia de la organización: de un lado ETA político-militar, contraria a los atentados indiscriminados, que aún cometió varios crímenes pero se orientó, a través de Euskadiko Esquerra, hacia la vía política, y de otro lado ETA militar, la que ha permanecido hasta ahora. Bernat Oyarzábal y María Lourdes Cristóbal siguieron con su vida.
El sumario que los incriminaba, el 285/74, se cerró a principios de 1978 como consecuencia de la amnistía de 1977. Nunca fueron detenidos. Quedaron para siempre como «presuntos autores». Sus nombres y su crimen, presunto crimen, se diluyeron entre el impacto de la muerte de Francisco Franco y las turbulencias de la transición a la democracia.
Él adoptó ocasionalmente el apellido Oyarzábal, se doctoró en Filología vasca y llegó a trabajar durante en el Departamento de Lingüística del Massachusetts Institute of Technology junto a Chomsky. Ingresó en la Academia de la Lengua Vasca, con sede en Bilbao. Fue, y es, profesor universitario. Lourdes permanece a su lado. Tienen hijos. Hace años, el periodista Manuel Cerdán intentó que Oyarzábal hablara del atentado de la calle del Correo, la mayor matanza cometida por ETA en Madrid. Oyarzábal se negó. Nunca ha hablado sobre la matanza y quizá nunca lo hará. No quiere hacerlo. Del crimen olvidado de ETA sólo queda, apenas, la memoria de las víctimas.
Autores materiales
Bernat Oyarzábal Bldegorri
Académico de la Real Academia de la Lengua Vasca. Nº 16 de asiento. Aulkia (Investidura 1991 : Beñat Oihartzabal)
María Lourdes Cristóbal Elorza
A día de hoy viven tranquilamente como matrimonio cerca de Bayona, en el sur de Francia. Oyarzábal se convirtió, con los años, en un prestigioso lingüista que trabajó junto Noam Chomsky y en uno de los más respetados filólogos del euskera. El atentado de la cafetería Rolando, junto a la Dirección General de Seguridad de la Puerta del Sol, no sólo destrozó un puñado de vidas. Envenenó las relaciones entre la ETA y la izquierda antifranquista, dividió a la propia ETA y exhibió la debilidad de una dictadura podrida y sin crédito. Fue una matanza trascendental.
Pero el tiempo parece haberla enterrado en el olvido.Bernat, apodado Albert, y Lourdes, apodada La Pompadour, eran casi chavales. Ella tenía 21 años; él, 24. Llevaban ya algún tiempo inmersos en el magma de vasquismo, clericalismo y antifranquismo del que surgió la propia ETA, realizando breves huelgas de hambre en iglesias francesas y organizando protestas contra una dictadura que asqueaba a la mayoría de los españoles y al conjunto de Europa. Tras el atentado que el 20 de diciembre de 1973 acabó con la vida del jefe del gobierno español, el almirante Luis Carrero Blanco, además de su escolta y su chófer, ETA había adquirido prestigio como instrumento armado del antifranquismo.
Eran otros tiempos. España vivía sometida a una dictadura anacrónica, ridícula y criminal. Bernat y Lourdes soñaban con la liberación de la patria vasca y querían participar en un ataque contra el régimen. El Partido Comunista de Santiago Carrillo, consciente de su debilidad, había apostado por una política de reconciliación nacional.Muchos de sus simpatizantes y militantes, más o menos los mismos que protagonizaron, en esa época, la proliferación de grupúsculos de extrema izquierda enfrentados a la moderación del PCE, no querían reconciliación, sino combate.
Entre ellos se contaban el dramaturgo Alfonso Sastre y su compañera, la psiquiatra y escritora Genoveva Forest. Genoveva, conocida como Eva, pensaba que convenía golpear en el corazón de la dictadura: la sede de la siniestra Dirección General de Seguridad, en el edificio que ahora ocupa el gobierno autonómico madrileño. ETA, que aún disponía de la infraestructura clandestina que permitió el atentado contra Carrero, envió exploradores. Ni ellos ni la propia Forest consideraron posible poner una bomba en la Dirección General de Seguridad. Había mucha vigilancia. Forest señaló como alternativa la cafetería Rolando, en la calle del Correo, en un lateral del edificio. La DGS disponía de cantina, pero la comida era lamentable. Muchos policías almorzaban en Rolando.
La idea consistía en hacer una matanza de inspectores de la aborrecida Brigada Político-Social.Bernat y Lourdes salieron de Bayona el 9 de septiembre de 1974 y cruzaron la frontera en coche. En el maletero llevaban una maleta y una bolsa con diez kilos de explosivos. Ya en España, Lourdes se quedó con el equipaje y Bernat volvió a Bayona para devolver el coche. Luego viajaron en tren hasta Madrid. Eva Forest les acogió en su casa durante dos días. El 13 de septiembre les acompañó en coche hasta la Gran Vía. Bernat y Lourdes, con una bolsa de plástico en la mano, caminaron hasta la Puerta del Sol. Entraron en la cafetería Rolando a las 14.30.
Se sentaron y a los pocos minutos, como quejosos, según los testigos, de que no se les atendiera, se marcharon, dejando atrás la bolsa cargada de explosivos y metralla. La explosión se produjo a las 14.35.Unas horas más tarde, las radios hablaban ya de las víctimas. Un cocinero, un camarero, una pareja en luna de miel, una secretaria, un comercial, un ferroviario... Entre las 12 víctimas mortales no figuraba ni un policía. Uno de los heridos, la víctima mortal número 13, fallecido al año siguiente, era policía jubilado. Y había un miembro de la policía política entre los muchos heridos.
Si la intención era la de hacer una matanza de policías del régimen, aquello fue un fracaso. Fue, además de un crimen horrendo, un monumental error político. Bernat y Lourdes figuraban entre los curiosos que se agolpaban alrededor de la zona acordonada. Lourdes sollozaba. La pareja se refugió esa noche en el mismo piso franco de la calle Hogar, Alcorcón, donde se ocultaron meses atrás varios de los autores del atentado contra Carrero Blanco. Unos días después, Bernat y Lourdes viajaron en tren desde Chamartín a Barcelona y de allí a Francia.
La policía disponía de un infiltrado en la dirección de ETA: Mikel Lejarza Eguía, Lobo para sus jefes, Gorka como militante etarra. Gracias a sus informaciones había detenido en agosto a José María Arruabarrena, alias El Tanque, que se encontraba en el hospital de San Sebastián tras ser sometido a un típico interrogatorio de la época. En una agenda incautada a Arruabarrena figuraba un apunte: «Rolando, 2.15-2.45». Fue fácil atar cabos. Para la policía no cabían dudas sobre quién había organizado el atentado. Por primera vez se ofreció un botín, de un millón de pesetas, a quien facilitara la detención de los autores. La Policía cometió un error de bulto: atribuyó la autoría a Justo Sansano, un vasco refugiado en Francia, y ese fue el nombre difundido por los medios.Ya pocos se creían la información del régimen. Empezaron a circular rumores sobre la supuesta responsabilidad de la ultraderecha y de los servicios secretos.
Parecía increíble que ETA, que hasta entonces no había utilizado bombas de forma indiscriminada, hubiera cometido tal atrocidad. La Policía contribuyó a la confusión: gracias a la agenda de Arruabarrena y a sus confesiones detuvo a Eva Forest y a su compañero, Alfonso Sastre, pero aprovechó el atentado para detener también a personas de la izquierda antifranquista que nunca habían sabido de la preparación de la bomba de Rolando: la dirigente feminista Lidia Falcón y su compañero, el periodista Eliseo Bayo; la actriz María Paz Ballesteros; el comandante de Iberia Bernardo Vadell y su mujer, Carmen Nadal, entre muchos otros. Madrid hervía entre incredulidad y rumores.¿Y ETA? La matanza de la calle del Correo sembró el desconcierto en la banda, inmersa en una discusión interna. La dirección de ETA tardó más de un mes en reaccionar. Cuando lo hizo, negó estar vinculada. Puertas adentro se conocía la verdad. Las disensiones entre obreristas y militaristas, agudizadas por el atentado contra Carrero Blanco, se convirtieron en diferencias insalvables.
La mayoría de los militantes de ETA rechazaron la matanza de la cafetería Rolando. Aquello desembocó en la escisión más grave de la historia de la organización: de un lado ETA político-militar, contraria a los atentados indiscriminados, que aún cometió varios crímenes pero se orientó, a través de Euskadiko Esquerra, hacia la vía política, y de otro lado ETA militar, la que ha permanecido hasta ahora. Bernat Oyarzábal y María Lourdes Cristóbal siguieron con su vida.
El sumario que los incriminaba, el 285/74, se cerró a principios de 1978 como consecuencia de la amnistía de 1977. Nunca fueron detenidos. Quedaron para siempre como «presuntos autores». Sus nombres y su crimen, presunto crimen, se diluyeron entre el impacto de la muerte de Francisco Franco y las turbulencias de la transición a la democracia.
Él adoptó ocasionalmente el apellido Oyarzábal, se doctoró en Filología vasca y llegó a trabajar durante en el Departamento de Lingüística del Massachusetts Institute of Technology junto a Chomsky. Ingresó en la Academia de la Lengua Vasca, con sede en Bilbao. Fue, y es, profesor universitario. Lourdes permanece a su lado. Tienen hijos. Hace años, el periodista Manuel Cerdán intentó que Oyarzábal hablara del atentado de la calle del Correo, la mayor matanza cometida por ETA en Madrid. Oyarzábal se negó. Nunca ha hablado sobre la matanza y quizá nunca lo hará. No quiere hacerlo. Del crimen olvidado de ETA sólo queda, apenas, la memoria de las víctimas.
Autores materiales
Bernat Oyarzábal Bldegorri
Académico de la Real Academia de la Lengua Vasca. Nº 16 de asiento. Aulkia (Investidura 1991 : Beñat Oihartzabal)
María Lourdes Cristóbal Elorza
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