6.-Baronía de Camporredondo.-a


Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


Baronía de Camporredondo es un título nobiliario español creado por el Jefe del Estado Francisco Franco, el 19 de abril de 1965, a favor de María Samaniego y Martínez Fortún.
El título se otorgó en subrogación del Señorío de Camporredondo, concedido a favor de Francisco Manuel Calderón y Enríquez de Cisneros, el 30 de mayo de 1765.




 María Samaniego y Martínez Fortún, I baronesa de Camporredondo.

Casó con José Larrucea Lámbarri, asesinado por los republicanos el 31 de agosto de 1936, cuando se encontraba preso por motivos políticos en el barco-prisión Cabo Quilates. Tuvieron cinco hijos: Javier, Carlos (asesinados ambos junto a su padre en 1936), Jaime, Ángeles y María Josefa.

La matanza de Bilbao del 4 de enero de 1937


La matanza de Bilbao del 4 de enero de 1937, en plena Guerra Civil, produjo el mayor número de personas muertas en la historia de esta ciudad. Los presos nacionales en las cárceles fueron víctimas de una furiosa represalia por parte de la población civil republicana como consecuencia de los bombardeos de la aviación franquista realizados en la ciudad.

Antecedentes              

Cuando se formó el primer Gobierno vasco en octubre de 1936, una de las primeras medidas que adoptó fue el traslado de los presos nacionales que se hacinaban en los barcos prisión anclados en la ría de Bilbao a diferentes edificios habilitados como cárceles en la misma ciudad. La intención era que no se volvieran a repetir las lamentables matanzas selectivas ocurridas en estos barcos bajo responsabilidad de la extinta Junta de Defensa de Bizkaia semanas antes con motivo de bombardeos aéreos nacionales. Pero estos no cesaron y las amenazas, llevadas a su fin, de acabar con la vida de los presos en pago a las muertes y destrucción ocasionadas por la aviación franquista, desembocaron en los asaltos a las cárceles terrestres el día 4 de enero de 1937 y en el asesinato de 224 personas.
Entre octubre y diciembre de 1936 se habilitaron cuatro edificios para albergar a los presos:

la prisión provincial de Larrinaga,
al lado de la prisión provincial, el albergue para indigentes de la Casa Galera,
el convento de monjas de los Ángeles Custodios,
un poco más alejado, el convento carmelita de El Carmelo.
De esta forma, y escalonadamente, los presos del buque prisión Cabo Quilates fueron trasladados al buque prisión Altuna Mendi. Desde este barco, junto con los presos del buque prisión Arantzazu Mendi, fueron repartidos entre las cuatro cárceles terrestres para principios de diciembre de 1936.  

El apresamiento del mercante alemán Palos

El 23 de diciembre era apresado a cinco millas de la costa vizcaína el buque Palos, mercante de nacionalidad alemana, por parte del bou artillado Bizkaia de la Flota auxiliar del Gobierno vasco. La detención del mercante Palos causó sensación en los medios políticos germanos. El gobierno alemán alegó que el apresamiento se había realizado en aguas internacionales, lo que era cierto, y no en aguas jurisdiccionales republicanas.
El 28 de diciembre el Gobierno vasco decidió dejar libre al mercante. Pero confiscó oficialmente el material de guerra que transportaba para el bando franquista y detuvo a un pasajero indocumentado. El crucero ligero Koenigsberg, enviado por el III Reich alemán, comprobó que no se había puesto en libertad al pasajero ni a la carga del barco. Se ordenó al Koenigsberg realizar medidas punitivas en aguas del Cantábrico, al aprobar Hitler el apresamiento de mercantes republicanos como la opción menos grave en represalia al asunto del Palos.
La alteración en Bilbao era patente. El presidente Aguirre y el jefe de las Fuerzas Navales del Cantábrico tomaron la decisión de adoptar a su vez medidas extremas. Ordenaron a sus submarinos C-2 y C-5, los únicos de bandera republicana en todo el Cantábrico y con base en Bilbao, que se mantuvieran a la expectativa y que procedieran al torpedeamiento del buque alemán agresor.

El bombardeo del 3 de enero

Sobre las once de la mañana del domingo 3 de enero, tres bous de la marina vasca en funciones de vigilancia en la costa vizcaína observaron la llegada del crucero Koenigsberg a gran velocidad hasta el límite de las aguas jurisdiccionales. El comandante del bou Bizkaia, el mismo que apresó al mercante Palos, advirtió al crucero mediante banderas que, si seguía avanzando, sería hundido.
El Koenigsberg dio media vuelta y desapareció por el oeste para no regresar jamás. Pasadas las tres de la tarde las sirenas de alarma de Bilbao avisaron de la inminente llegada de aviones enemigos. Tres patrullas de trimotores Junkers JU-52 alemanes con escolta de cazas bombardearon zonas fabriles de ambas márgenes de la ría de Bilbao. La población civil sufrió un muerto y ocho heridos.

El bombardeo del 4 de enero

El bombardeo aéreo del 4 de enero fue similar al del día anterior. La misma hora de ataque (tres de la tarde), parecido número de aparatos nacionales (22) y los mismos objetivos. Las bajas entre la población civil no fueron elevadas (cinco muertos y varios heridos). Tampoco los daños causados en zonas fabriles, aunque numerosos edificios civiles de Bilbao sufrieron graves desperfectos.
En este segundo ataque, aparte del aviso de las autoridades a la población civil de la presencia de aviones enemigos, la aviación republicana estaba en alerta. Varios aparatos despegaron y lograron abatir un trimotor Junkers alemán. De sus seis ocupantes, cuatro perecieron y dos lograron lanzarse en paracaídas. Uno de estos cayó en las afueras de Bilbao. Fue hecho prisionero y conducido de inmediato al hotel Carlton, sede del Gobierno Vasco, lo que le salvó la vida.
El otro componente de la tripulación fue a caer en una zona de Bilbao en donde se concentraba un alto porcentaje de población proletaria con mucha presencia anarquista, comunista y socialista. Grupos armados de personas pistola en mano, entre los que no faltaban mujeres, salieron en busca del aviador y le dispararon, para luego lincharlo cuando estaba moribundo. Su cuerpo fue colocado en una angarilla, después de ser arrastrado salvajemente por varias calles.

La matanza de Bilbao del 4 de enero de 1937

Pasaban de las cuatro de la tarde cuando la manifestación logró llegar al centro de la ciudad, con el aviador como trofeo, hasta el edificio de la Sociedad Bilbaína que ocupaba la consejería de Gobernación del Gobierno Vasco. Su consejero Monzón dirigió unas palabras a los manifestantes desde un balcón y les invitó a disolverse. Pero como ya había ocurrido en ocasiones anteriores después de bombardeos aéreos enemigos, la población civil clamaba y pedía la cabeza de los presos nacionales.
A la consejería de Gobernación empezaron a llegar noticias cada vez más alarmantes de una manifestación de cinco mil personas armadas que se dirigían a las cárceles que albergaban a los presos. Cundió el nerviosismo en Gobernación y se acordó el rápido envío de fuerzas para reforzar la vigilancia de las prisiones, solicitando de la consejería de Defensa el envío de los batallones de infantería de que se dispusieran.

La cárcel provincial de Larrinaga

Esta cárcel tenía una población penal muy superior a la reglamentaria por la llegada de los presos desde los barcos prisión en los dos últimos meses. Sobre las cinco de la tarde los primeros grupos de la manifestación, milicianos y civiles de ambos sexos, subiendo por la cuesta de Zabalbide, asaltaban la prisión provincial, la primera de su recorrido, al dejarles la entrada libre el vigilante del rastrillo exterior.
Los primeros asaltantes llegaron hasta el segundo rastrillo, donde el encargado de su custodia les hizo entrega de la llave, faltando ambos vigilantes a la consigna de impedir el acceso a persona ajena y de no entregar la llave a quién no fuera funcionario o autoridad. Las mujeres no entraron en la prisión, pero animaban desde fuera a los asaltantes sin uniformes pero armados con pistolas, revólveres, pistolas ametralladoras y bombas de mano.
Guiados por varios líderes que caldeaban los ánimos, los asaltantes dedicaron casi un cuarto de hora a examinar los libros de registro de los presos para determinar cuáles debían de ser fusilados y cuáles no, seleccionando de esta forma a sus víctimas, ya que supieron de alguna forma que en la sala 3ª de la galería 1ª del piso principal, se encontraban recluidos gran número de guardias civiles.
Recorriendo los pasillos de la prisión los asaltantes, en grupos de cinco o seis, mataban a los presos que sorprendían en las galerías y a los que se alojaban en las celdas. La carnicería duró casi tres horas. Los cadáveres eran despojados de su dinero, tabaco y joyas. La primera de las matanzas en las cárceles de Bilbao terminó con la vida de cincuenta y cinco personas.

El Convento de El Carmelo

Mientras se realizaba el asalto a Larrinaga, un reducido grupo de doce individuos armados se personó en el convento de El Carmelo, con la intención de tomarlo por la fuerza. Al percatarse de que su exiguo número no bastaba para asaltarlo, se marcharon hacia Larrinaga en busca de refuerzos. Regresaron quince minutos más tarde con un grupo armado más numeroso.
En él se había albergado a un número de presos excesivo, casi un millar y medio, procedentes de los barcos prisión Altuna Mendi y Arantzazu Mendi. Muchos de ellos eran jóvenes y otros, del estamento militar. Esta conjunción de factores, a lo que se unió el estar ya avisados con el primer intento de asalto a la cárcel, provocó una rápida reacción en los presos.
De esta forma, cuando los asaltantes armados recorrieron el interior del convento, se encontraron con una férrea defensa que impidió una matanza de presos, falleciendo siete de ellos. Los asaltantes, viendo que aquello no iba a ser como en Larrinaga, se dedicaron al saqueo e intentaron incendiar el convento, sin conseguirlo.

El Convento de Los Ángeles Custodios

La mayor matanza perpetrada en las cárceles de Bilbao no fue obra de los grupos armados que asaltaron Larrinaga y El Carmelo. Cuando la consejería de Gobernación solicitó ayuda a la de Defensa, el único batallón en condiciones de actuar y que podía presentarse con rapidez en las cárceles era el batallón Asturias, nº 7 de la UGT.
Con su cuartel en la Universidad de Deusto, esta unidad descansaba de su desafortunada actuación durante la batalla de Villarreal, en la cual sufrió serios reveses. Sobre las cinco y cuarto de la tarde salía su segunda compañía pertrechada con la consigna de restablecer a toda costa el orden y expulsar de las prisiones a los asaltantes.
A su llegada a los Ángeles Custodios, habilitado como cárcel y hospital, el capitán ordenaba a su primera sección que acordonara la prisión y la calle. Pero el teniente, el sargento, los tres cabos y los treinta y dos milicianos desobedecieron la orden y entraron al interior de la prisión. Allí se juntaron con grupos de asaltantes que ya habían accedido antes al huir los guardias de vigilancia sin ofrecer la mínima resistencia.
Los presos moribundos, en su mayoría enfermos de gravedad y de edad avanzada, eran rematados en el suelo. La orgía de sangre terminó cuando aparecieron los consejeros Monzón, Astigarrabia y Gracia, que obligaron a los milicianos a deponer su actitud sobre las ocho de la noche, pero les mantuvieron de vigilancia hasta el día siguiente, dedicándose a saquear los cadáveres de los fallecidos. La mayor matanza en las cárceles de Bilbao terminó con la vida de ciento nueve personas, de un total de casi ciento noventa que habilitaban en esta prisión. 

La Casa Galera

Esta cárcel fue asaltada sobre las seis y media de la tarde por el resto de milicianos de la segunda compañía del batallón Asturias. El jefe de la prisión no pudo impedir la entrada de esta fuerza armada, ya que un guardia de la misma abrió las puertas a los milicianos.
Pero lo que sí pudo hacer fue abrir una puerta trasera por la que lograron escapar algunos presos en dirección a las calles laterales. Los demás presos no tuvieron esa suerte. Los asaltantes, al igual que había ocurrido en las demás cárceles, se preocuparon de su botín, llevándose a cabo un saqueo de los efectos personales de los presos. Poco antes de las nueve de la noche terminó la masacre. La última matanza terminaría con la vida de cincuenta y tres personas, quedando heridos graves unas quince, de un total de setenta y cinco.

Las responsabilidades

El asesinato de presos de las cárceles gubernamentales vascas del 4 de enero de 1937 ha supuesto la mayor masacre de personas en la historia de la ciudad de Bilbao. Doscientos veinticuatro presos murieron en poco más de cuatro horas de matanza y en las horas posteriores como consecuencia de sus mortales heridas.
En los días siguientes a los lamentables sucesos de las cárceles, el Gobierno vasco procuró mantener una estrategia diseñada a la perfección para ocultar con todos sus medios la responsabilidad principal que tenía como garante en la salvaguarda de los presos nacionales. Lo primero que hizo fue cambiar la vigilancia exterior de las prisiones, con guardias de su entera confianza. Se suprimieron las visitas a los presos hasta el día 20 de enero, consiguiendo así el tiempo necesario para evitar filtraciones y comentarios por parte de los familiares y organizar de nuevo las cárceles.
Otro ejemplo de ocultamiento de los asaltos a las cárceles fue el silencio sepulcral de los medios de comunicación, sobre todo de la prensa escrita. Los periódicos diarios desviaron la atención de sus lectores sobre este tema con el asunto de la no intervención y la ayuda alemana a los franquistas.

La investigación del Gobierno vasco

La consejería de Justicia del Gobierno vasco abrió una investigación incoando expedientes para depurar responsabilidades, con un juez especial nombrado expresamente para ello. En marzo, como resultado de las diligencias realizadas para el esclarecimiento de los hechos, se había dictado autos de procesamiento y prisión contra sesenta y un individuos comprometidos en los sucesos ocurridos. Trece procesados por los hechos de Larrinaga y cuarenta y ocho por los hechos de los Ángeles Custodios, pero no en El Carmelo y Casa Galera. Hoy en día se desconocen aún los responsables directos de la matanza, ya que a la entrada en Bilbao de las tropas nacionales, el 19 de junio de 1937, la investigación se había diluido en la guerra.

Notas

Este artículo es un resumen del artículo Los asaltos a las cárceles de Bilbao el día 4 de enero de 1937 publicado en la Revista de Investigaciones Históricas de la Universidad de Valladolid nº 32, 2012, pp. 217-236, ISSN: 0210-9425.
Si los lectores desean saber más sobre el porqué de lo acontecido el 4 de enero de 1937 en Bilbao, les remitimos a la lectura del artículo, en el que encontrarán una investigación completa y verídica con todo tipo de notas e información.


Historia de los barones de Camporredondo

María Samaniego y Martínez-Fortún, i baronesa de Camporredondo.
Casó con José Larrucea Lámbarri, asesinado por los republicanos el 31 de agosto de 1936, cuando se encontraba preso por motivos políticos en el barco-prisión Cabo Quilates. Tuvieron cinco hijos: Javier, Carlos (asesinados ambos junto a su padre en 1936), Jaime, Ángeles y María Josefa. Le sucedió, por Carta de Sucesión de fecha 28 de abril de 1971, su hija:
María de los Ángeles Larrucea y Samaniego, ii baronesa de Camporredondo. Enfermera voluntaria de la División Azul en los hospitales españoles de Königsberg y Riga (URSS).
Le sucedió, mediante Real Carta de Sucesión de fecha 25 de octubre de 2006, su hermana:
María Josefa de Larrucea y Samaniego, iii baronesa de Camporredondo.
Casó con José Antonio Girón de Velasco (1911—1995), ministro de Trabajo (1941—1957), bajo su gobierno se instauró el sistema de Seguridad Social que tenemos en la actualidad, con derecho al desempleo, vacaciones pagadas, pagas extraordinarias, etc.

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