El Palacio y Real Sitio del Pardo.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes

El Palacio Real de El Pardo es una de las residencias de la familia real española. En su origen fue un pabellón de caza de los Austrias, para luego convertirse en la principal residencia invernal del soberano bajo los Borbones. Su principal uso en la actualidad es el de alojar a los jefes de Estado extranjeros de visita oficial en España.
Se encuentra en el Real Sitio de El Pardo, perteneciente al municipio de Madrid, en el entorno del Monte de El Pardo. Su gestión corresponde a Patrimonio Nacional, organismo estatal que administra los bienes al servicio de la Corona Española. Se construyó en el siglo XVI a partir de un edificio primitivo del siglo XV diseñado por Luis de Vega. Su aspecto actual corresponde a las reformas y ampliaciones emprendidas en el siglo XVIII, a instancias del rey Carlos III, en las que participó el arquitecto Francesco Sabatini.
Además de por sus valores arquitectónicos, el palacio destaca por su decoración interior, representativa de diferentes épocas y estilos. Destacan los frescos, que abarcan desde el renacimiento tardío de Felipe II hasta el neoclasicismo de Fernando VII pasando por el tardobarroco de época de Carlos III. Asimismo, es especialmente relevante su colección de tapices, del siglo XVIII, en la que figuran cinco de las series más conocidas de Francisco de Goya.
Tanto el palacio como su pequeño jardín fueron declarados Bien de Interés Cultural en 1931 y 1934, respectivamente.



Historia

Los orígenes de este palacio se remontan al año 1405, cuando el rey Enrique III de Castilla ordenó la construcción de una casa real en el Monte de El Pardo, lugar que el monarca frecuentaba, dada su riqueza cinegética. Enrique IV, por su parte, edificó sobre la misma un pequeño castillo.


El pabellón de caza de los Austrias

El Pardo en época de los Austrias

Fachada lateral del palacio, que da acceso al Patio de los Austrias


El palacio conserva el foso del castillo tardo-medieval sobre el que se levanta.



El emperador Carlos I, por impulso del joven príncipe de Asturias, Felipe, determinó la conversión de este castillo en palacio. A partir de 1547, comenzaron las obras siguiendo un primer diseño de Luis de Vega, autor también del palacio de Valsaín. El nuevo edificio seguía el esquema de un alcázar cuadrado, con cuatro torres en los ángulos y un patio porticado en el centro. Las fachadas de ladrillo se articulaban a través de ventanas con pequeños balcones, el único elemento escultórico remarcable era el gran portal de entrada con el escudo de Carlos I. En 1557, siendo ya rey Felipe II, se empezó a retejar el edificio con una puntiaguda techumbre de pizarra emulando la arquitectura flamenca que tanto gustaba al soberano.1​ Anexo al palacio se edificó la Casa de los Oficios, destinada a alojar a los sirvientes y miembros subalternos de la corte.

Felipe II fue también el responsable de ultimar la decoración del palacio siguiendo las tendencias tardorenacentistas que venían de Italia. Se realizaron elaborados estucos y pinturas murales y varios retratos obra de Tiziano o Sánchez Coello. De toda esta decoración solo se conserva el llamado "aposento de la Camarera Mayor de la Reina", con pinturas en el techo de la Historia de Perseo, obra de Gaspar Becerra.
El 13 de marzo de 1604 sobrevino un gran incendio que destruyó buena parte del palacio y la mayoría de las obras pictóricas allí depositadas, si bien se salvó la llamada Venus de El Pardo, de Tiziano (actualmente en el Museo del Louvre). Se cuenta que cuando notificaron a Felipe III el siniestro, preguntó por dicho cuadro y terminó diciendo:
 «Si ese cuadro se salvó, lo demás no importa».

El monarca decretó la reconstrucción del edificio con un presupuesto de 80 000 ducados, concediendo la dirección de la obra a Francisco de Mora, el mismo que había sucedido a Juan de Herrera en la ejecución del Monasterio de San Lorenzo del Escorial. En 1607 pudieron empezar las obras de decoración dirigidas por Bartolomé Carducho y Pantoja de la Cruz, y a su muerte por Pedro de Valencia; esta campaña constituyó una de las empresas artísticas más importantes del reinado de Felipe III. Algunos de los pintores implicados en esta redecoración fueron Jerónimo de Cabrera o los hermanos Patricio y Eugenio Cajés.
En el periodo de los Austria el palacio de El Pardo siempre estuvo ligado a la actividad cinegética, no en vano el Monte de El Pardo era uno de los cotos de caza más importantes de los alrededores de Madrid. Bajo el reinado de los últimos Habsburgo, la corte visitaba brevemente El Pardo el día de San Andrés (30 de noviembre), luego, pasadas las festividades navideñas la corte volvía para pasar alrededor de un mes (desde la primera semana de enero hasta inicios de febrero). Asimismo, los soberanos también solían visitar El Pardo sin preaviso para ir a comer o disfrutar de la caza uno o dos días.

El Pardo bajo los primeros Borbones

Felipe V, primer soberano de la Casa de Borbón, visitó por primera vez El Pardo en 1701 y el lugar le pareció profundamente anticuado e inhóspito. El palacio albergaba en esa época doscientas veintidós pinturas, entre las que se incluían pintura de género y paisajes flamencos, retratos de los Habsburgo y varias copias de obras de Tiziano. Felipe V decidió cambiar radicalmente la decoración, las pinturas fueron enviadas a otros reales sitios y las paredes se recubrieron con tapices de la recién fundada Real Fábrica. Asimismo, para albergar a toda la familia real, el arquitecto René Carlier decidió tabicar dos de las tres galerías que tenía el palacio: la Galería de la Reina y la Salón de Retratos.
Durante su reinado, Felipe V, seducido por el carácter agreste de El Pardo lo convirtió en la principal residencia invernal de la corte en detrimento de Madrid. No en vano el soberano pasaba apenas dos meses en la capital durante todo el año.​ Sin embargo, para la mayoría de los miembros de la familia real, el palacio siguió siendo un lugar inhóspito y solitario, en medio del bosque y sin jardines. Aparte de la caza, poco más había que hacer y con frecuencia el corto camino hacia Madrid se convertía en impracticable a causa de las lluvias torrenciales. Algunas de las pocas diversiones de las que gozaba la familia real eran los cumpleaños del Infantes Carlos y Felipe, además del carnaval que concentraba sus jolgorios en los aposentos de los príncipes de Asturias mientras el rey y la reina permanecían enclaustrados en sus aposentos.
De 1738 a 1739, François Carlier, hijo de René Carlier, construyó la nueva capilla del palacio de planta octogonal y amplió la Casa de Oficios (entonces llamada Casa de Oficiales, Caballeros y Criados del Rey) de 1741 a 1745.
Fernando VI, por su parte, fue el responsable de empezar la adquisición del Monte de El Pardo en nombre de la Corona (finalizada bajo Carlos III) y decretar la construcción, en 1749, de una cerca de cien kilómetros de longitud alrededor de la propiedad.

Las reformas de Carlos III

Carlos III disfrutaba especialmente de la estancia en El Pardo que, una vez más, se convirtió en la principal residencia invernal, allí la corte pasaba casi tres meses el año, desde Epifanía hasta Semana Santa. El rey encargó importantes trabajos de redecoración para sus aposentos y los de la reina (habitados por la infanta María Josefa), como la confección de nuevos tapices de temática campestre basados en los cartones de David Teniers o la realización de nuevos techos con estucos dorados obra de Roberto Michel.
Sin embargo, el palacio continuó siendo exiguo para alojar a toda la familia real, por lo que a partir de 1772, Carlos III encomendó a Francesco Sabatini, uno de los arquitectos del Palacio Real de Madrid, la ampliación de El Pardo.
Sabatini edificó, al este, un nuevo edificio idéntico al viejo palacio y los coaligó ambos a través de un pabellón central que albergaría el vestíbulo en la planta baja y las antecámaras y comedor del Rey en el primer piso. El patio central del nuevo edificio recibió el nombre de Patio de los Borbones, en oposición al Patio de los Austrias del viejo palacio. Para unificar el conjunto, la fachada de ladrillo rojizo de época de los Austrias se enfoscó y se pintó de color crema. El Pardo adquirió entonces un aspecto más parecido al de un château tardo-barroco francés articulado a través de pabellones y con tejados à la Mansard.
Para decorar el Cuarto de los Príncipes de Asturias en la nueva ala del palacio, se encargaron varias series de tapices a la Real Fáfrica. Mengs y Francisco Bayeu supervisaron la temática de las series, que aunque mantenían un tono "jocoso y campestre" representaban escenas más contemporáneas y madrileñas. Ramón Bayeu, José del Castillo y Francisco de Goya fueron los responsables de pintar los cartones. Cinco de las siete célebres series de cartones de Goya tuvieron como destino el palacio de El Pardo.
Tras la muerte de Carlos III en 1788, su hijo y sucesor, Carlos IV, abandonó El Pardo en 1792, ya que en ese palacio siempre se había sentido aislado durante los largos meses de invierno. Los aposentos fueron desamueblados y la mayoría de objetos trasladados al Palacio de los Borbones de El Escorial.​ El rey pasó a alargar la jornada en Aranjuez y allí residía durante los 6 primeros meses del año.

El Pardo fernandido e isabelino
Isabel II y Francisco de Asís (1867), por Louis Étienne Charles
Porion (Museo del Romanticismo, Madrid).


Aunque Carlos IV apenas volvió a utilizar el palacio de El Pardo, sí que fue el responsable de encargar a Juan de Villanueva la restauración, de 1806 a 1809, de la Capilla Real y la Casa de Oficios, dañados por un incendio.14​
Fernando VII volvió a reamueblar el palacio, en este caso con muebles ya de clara inspiración Imperio. Fue el último monarca que lo habitó regularmente y a él también se debe la sistematización del jardín y la construcción del pequeño puente que une los aposentos reales alrededor del Patio de los Austrias con la Capilla Real.
Durante el reinado de Isabel II, dado el poco interés de la reina por la caza, El Pardo fue poco frecuentado por la corte. Sin embargo, fue uno de los lugares protagonistas de la primera, y más importante, crisis matrimonial de la pareja real.
En abril de 1847, mientras la reina madre María Cristina y su esposo se encontraban en Italia, la corte se dispuso a partir hacia Aranjuez para pasar la primavera, tal y como era costumbre desde tiempos de los Austrias.15​ Para sorpresa de muchos, el rey consorte Francisco de Asís no viajó a Aranjuez, por el contrario decidió instalarse en El Pardo. En Aranjuez, la reina llevaba una vida caprichosa y desenfrenada de bailes, juegos y teatro, permanecía despierta casi toda la noche y dormía de día. Por el contrario, la rutina de Francisco de Asís era mucho más calmada, se levantaba temprano para ir a cazar y disfrutaba escuchando música y leyendo.
Los caracteres profundamente diferentes de la reina y del rey consorte habían llevado a un progresivo distanciamiento de la pareja, que ahora amenazaba con una auténtica separación. Profundamente alarmada ante un posible desprestigio de la corona y un relanzamiento de la causa carlista, la reina madre María Cristina tuvo que mediar entre su hija y su yerno. En el conflicto matrimonial también se mezclaban intrigas políticas entre los moderados y los progresistas, además de las maquinaciones de la reina madre, que deseaba volver de su exilio parisino. No fue hasta el mes de octubre, después de casi medio año de separación, cuando se produjo la ansiada reconciliación de la pareja.
Francisco de Asís siguió frecuentando El Pardo, pero, por lo general, prefirió residir en la más íntima y aislada Quinta del Duque del Arco.

El Pardo alfonsino

Durante el reinado de Alfonso XII, El Pardo, que gustaba mucho al soberano, volvió a convertirse en un lugar frecuentado, especialmente como retiro, dada su tranquilidad y su cercanía a Madrid. El monarca pasó, en el palacio, la luna de miel con su primera esposa María de las Mercedes, en 1878.​ Asimismo, también es este palacio tuvieron lugar las capitulaciones de boda entre el rey y su segunda esposa, la archiduquesa María Cristina de Habsburgo, el 28 de noviembre de 1879
Después de más de diez años de reinado, Alfonso XII, aquejado de tuberculosis, se retiró a El Pardo a finales de 1885, esperando una mejora de su salud. Fallecería, sin embargo, el 25 de noviembre del mismo año, en la misma habitación que había servido de dormitorio a los futuros Carlos IV y María Luisa de Parma. Dos días después, sus restos fueron trasladados al Palacio Real de Madrid y luego al Panteón de los Reyes de El Escorial.​ En 1898, su viuda, la reina regente María Cristina, ordenó convertir la habitación mortuoria en oratorio
A finales del siglo XIX y en los albores del XX, el Pardo, además de otros Reales Sitios, podía ser visitado cuando la corte no se encontraba en el palacio y previa solicitud a la administración del Patrimonio de la Corona.
En 1906, del mismo modo que había hecho su antecesora, la futura reina Victoria Eugenia de Battenberg se alojó en le palacio justo antes de su boda con Alfonso XIII. Llegó el 25 de mayo a la estación de El Plantío y, dos días después, un rally de 200 automóviles partió desde la Castellana rumbo a El Pardo para homenajear a los futuros esposos.
Tras la caída del Imperio austrohúngaro y el repentino fallecimiento del emperador Carlos I en Maderia en abril de 1922, el rey Alfonso XIII ofreció el palacio de El Pardo como residencia a su viuda, la emperatriz Zita, y a sus ocho hijos. La emperatriz y su familia habitaron en el palacio pocas semanas, antes de trasladarse, en agosto, a la localidad vasca de Lequeitio.

Descripción

Exterior

El palacio presenta, en su apariencia exterior y estructura global, una doble herencia, en primer lugar del viejo alcázar de los Austrias y, en segundo lugar, de las amplias reformas llevadas a cabo durante el reinado de los primeros Borbones.
La primera influencia queda patente en su planta cuadrangular, rodeada por un foso, con torreones en las esquinas, puertas y ventanas enmarcadas con piedra labrada y grandes patios interiores porticados. Tampoco hay que olvidar las cubiertas de pizarra, así como los emplomados, para cuyas obras se hicieron venir oficiales flamencos y plomeros ingleses por orden de Felipe II. El Pardo fue uno de los primeros edificios de España con cubierta de pizarra, una tendencia que con el tiempo se convirtió en emblema del estilo constructivo español. Todos estos elementos son típicos de los alcázares españoles.
Las reformas efectuadas bajo los Borbones, en especial Felipe V y Carlos III, cambió radicalmente la apariencia del viejo alcázar. Prueba de ellos son las torres achatadas, las mansardas que sustituyeron a los puntiagudos tejados flamencos y el enfoscado color crema (como en Ludwigsburg o Solitude) que ocultó el ladrillo rojizo. Asimismo, la fachada resultante después de la ampliación de Sabatini sigue el típico esquema tripartito de los palacio barrocos franceses: un pabellón central o avant-corps equilibrado por dos pabellones laterales (como en Maisons o Würzburg).

Salas

La planta principal del palacio fue completamente re-sistematizada bajo el reinado de Carlos III, aunque, por otro lado, el soberano aportó pocas modificaciones a los aposentos del siglo XVII situados alrededor del Patio de los Austrias. Después de la muerte del rey en 1788, la distribución de los aposentos o appartements del palacio solo sufrió pequeñas modificaciones. La distribución del palacio en 1788 sería la siguiente:

Alrededor del Patio de los Austrias:

Aposento del Rey: habitado por el soberano desde tiempos de Felipe III hasta Isabel II, bajo el reinado de Alfonso XII se convirtió en estancias de recepción. Actualmente forma parte del museo.
Aposento de la Reina: utilizado por las consortes reales hasta María Amalia de Sajonia, luego ocupado por la infanta María Josefa (hija de Carlos III) y, en el siglo XIX, por la infantas Isabel y Eulalia (hermanas de Alfonso XII). Actualmente forma parte del museo.
Aposentos de los infantes don Gabriel y don Antonio: situados, en parte, en el espacio de la antigua Galería de la Reina, reabierta durante las reformas de los años 80. Actualmente están parcialmente cerrados al público.

Alrededor del Patio Central:

Comedor del Rey: la estancia más grande del palacio se convirtió en Salón de Embajadores en el siglo XIX y luego en Despacho Oficial de Franco, a su alrededor de ubicaban estancias como el Oratorio, la Sala del Café y la Sala de Aparadores. Actualmente forma parte del museo.
Teatro o Coliseo de Palacio: es el único teatro de corte conservado en España, fue redecorado en el siglo XIX por Isidro González Velázquez. Bajo en franquismo se convirtió en sala de cine y se ocultaron los elaborados trampantojos neoclásicos bajo entelados. Actualmente forma parte del museo.

Alrededor del Patio de los Borbones:

Aposento del príncipe de Asturias: destinado al príncipe Carlos, más tarde fue ocupado por Alfonso XII y durante el franquismo se destinó a vivienda privada del general Franco. Actualmente forma parte del museo.
Aposento de la princesa de Asturias: albergó a la princesa María Luisa de Parma, a finales del siglo XIX se destinó a la reina María Cristina de Habsburgo (esposa de Alfonso XII) y desde 1982 es la suite privada del jefe de estado extranjero. Actualmente se encuentra parcialmente abierto al público.
Aposento de las Infantas niñas: fue habitado por las hijas de los príncipes de Asturias, las infantas Carlota Joaquina, María Amalia y María Luisa. En 1982 se convirtió en las estancias del séquito del jefe de estado extranjero. Actualmente se encuentra cerrado al público.




Proyectado por Enrique III de Castilla como pabellón de caza en 1405, el emperador Carlos I lo trasformó en palacio aunque los Austrias siempre lo ligaron a la caza, dada la riqueza cinegética del entorno. Seria un Borbón, Carlos III, en el siglo XVIII, quien lo convirtió en su residencia de invierno, tras encargar a Sabatini su ampliación, que le dio aspecto de château frances.
Allí tuvieron lugar anécdotas históricas, como convertirse en vivienda de soltero del marido de Isabel II, Francisco de Asís, a raíz de la crisis matrimonial que llevó a la reina a disfrutar dicho paréntesis con total desenfreno en el palacio de Aranjuez. Alfonso XII pasó en El Pardo de su fogosa luna de miel con su prima Mercedes y allí también se retiró a esperar su muerte en noviembre de 1885 aquejado de tuberculosis.
Acabada la guerra civil, en 1939, Franco,  hizo de El Pardo su residencia, que se convirtió en icono del régimen. Se instaló en las antiguas recámaras del Príncipe de Asturias, alrededor del patio de los Borbones, reciclando el comedor de Carlos III en sala del consejo de ministros y la sala de recibir regia en despacho.

La habitación donde murió Alfonso XII fue convertida en capilla, y el teatro de corte en sala de cine donde la familia Franco disfrutaba en privado de los estrenos del momento. Destacaba la pista de tenis rotulada con el yugo y las flechas, emblema del falangismo. A través de los años, se mantuvo intacto el dormitorio del dictador,  entelado en seda verde, con dos camas y mesillas con unos nada estéticos flexos.
Lugar preeminente ocupaba una reliquia, el brazo incorrupto de Teresa de Jesús, que era para Franco su talismán y fue devuelta tras su muerte al convento de la Merced en Ronda, de donde procedía. Incluso se conservó su vaso de noche, guardado en la mesilla. Contiguo al dormitorio, había un vestidor, repleto de uniformes y condecoraciones, ponderando su trayectoria militar.

En 1980, se decidió  dar al palacio, propiedad de Patrimonio Nacional, un nuevo uso como residencia de jefes de estado extranjeros y sus comitivas. Como dato, cuando lo ocupa el huésped, incluso se iza la bandera del país al que pertenece.

También lo utiliza la Familia Real para actos y algunas celebraciones, por ejemplo la pedida de mano de Don Felipe y Doña Letizia o la fiesta que se ofreció la víspera de su enlace. Para ello se renovaron todas sus plantas y aposentos, dotando al palacio de nuevas instalaciones de fontanería, electricidad, megafonía y detección de incendios, así como nuevas cocinas con capacidad para servir 400 comidas.
Los primeros huéspedes ilustres en estrenar El Pardo fueron los monarcas suecos, que se alojaron durante su visita oficial a España el 21 de marzo de 1983.

Comentarios

  1. uno de los grandes palacios reales de españa, al norte de Madrid, en real sitio de recreo de la corte y la caza.

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