Murallas medievales de madrid y las cercas de Felipe II y Felipe IV.-a


Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes



Madrid como toda ciudad medieval que se precie  tuvo su muralla, en realidad son dos murallas la primera la muralla árabe construida a finales del siglo IX por Muhammad I y la muralla cristiana edificada entre los siglos XI y XII después de la conquista de Madrid para la corona de Castilla por Alfonso VI.

La cerca de Felipe II

La cerca de Felipe II, construida en el siglo xvi, fue una ampliación de la cerca del Arrabal y precedente de la cerca de Felipe IV (1625), en el conjunto de cercas de Madrid construidas como aduanas de acceso a la Villa.
Iniciada hacia 1566 y finalizada en 1598,5​ su trazado incluía siete puertas en un perímetro de casi cinco kilómetros en torno a unas 125 hectáreas de la expandida antigua ciudad medieval.2​ Entre las más importantes, estaban la Puerta de la Vega, y las de Santo Domingo, Red de San Luis, Sol, Antón Martín, la Puerta de Toledo y la Puerta de Segovia, además del postigo de San Martín en el límite norte. Desaparece hacia 1625.
La cerca ordenada por Felipe II, al no tener función bélica de defensa de la ciudad, sino tan solo de control fiscal y sanitario,2​ era un muro de mampostería sin torres ni almenas. Mesonero Romanos especifica que no era más que «una sencilla tapia que no impidió ni contuvo el progreso ulterior del caserío». No se han conservado vestigios de ella, salvo quizá un lienzo de tres metros descubierto en 1991, durante las obras de ampliación del Senado.

Perímetro

Siguiendo el itinerario descrito en 1960 por Miguel Molina en su libro Planos de Madrid de los siglos XVII y XVIII,8​ los investigadores y arqueólogos definen el recorrido de la cerca de Felipe II con el siguiente trazado: calle de las Aguas, calle del Águila, calle de Calatrava, calle de Santa Ana, calle de Juanelo, calle de la Cabeza, calle de la Magdalena, entorno de la plaza de Matute, la calle del León, la de Echegaray y la de Ventura de la Vega, continuando luego por Cedaceros, calle de Arlabán, calle de la Virgen de los Peligros, calle de la Aduana, calle de la Montera, calle de Jacometrezo (en el tramo que absorbió la Gran Vía), calle Preciados, Santo Domingo, cerrando su trazado por el tramo norte a lo largo de la cerca del Arrabal y la calle de la Bola


La cerca de Felipe IV o Real Cerca de Felipe IV 


La cerca de Felipe IV o Real Cerca de Felipe IV rodeó la ciudad de Madrid entre 1625 y 1868. La ordenó construir el rey Felipe IV para sustituir a las anteriores cercas, las de Felipe II y del Arrabal, que habían sido superadas ya por el crecimiento de la población. No se trataba de un muro defensivo, sino que tenía fundamentalmente un carácter fiscal y de vigilancia: controlar el acceso de mercancías a la ciudad así como asegurar el cobro de impuestos, y vigilar quien entraba y salía de Madrid. Los materiales empleados para la construcción fueron el ladrillo, la argamasa y la tierra.

Cuesta de la Vega, rondas de Segovia, Toledo, Valencia y Atocha, plaza del Emperador Carlos V, avenidas de la Ciudad de Barcelona y Menéndez Pelayo, Alcalá, plaza de la Independencia, Serrano, Jorge Juan, plaza de Colón, Génova, Sagasta, Carranza y girando a la izquierda por San Bernardo corría por Santa Cruz de Marcenado hasta Serrano Jover, Princesa, Ventura Rodríguez, Ferraz, cuesta de San Vicente, paseo de la Virgen del Puerto y subía bordeando el Campo del Moro hasta enlazar con la cuesta de la Vega.

Como en 1590 las construcciones rebasaron la cerca de Felipe II, debido a que durante el reinado de Felipe IV la población se triplicó con respecto a la existente en el de su abuelo, fue necesario ampliar los límites de Madrid. La idea de realizar una nueva cerca parte de 1614 y para ello se le encargó el proyecto a Juan Gómez de Mora, arquitecto mayor del rey y del ayuntamiento. Gómez de Mora marcó los límites de la nueva cerca en 1617 en un informe en el que indicaba que los distintos tramos de la cerca debían de ser realizados por maestros arquitectos.
En 1625, Felipe IV mandó construir otra nueva cerca empleando para ello ladrillo, argamasa y tierra. Esta cerca fiscal y de vigilancia sirvió para controlar que todos los productos y víveres que entraban en la ciudad pagaran su correspondiente impuesto así como para vigilar a las personas que llegaban a Madrid. Para poder levantarla se aplicó una sisa en el vino. Se construyó por sectores separados de la ciudad, en cada uno de los cuales se colocó una puerta de cierta importancia o un portillo. Puertas y portillos tomaron los nombres de edificios cercanos. El trazado de la cerca se adaptó a la configuración del terreno, lo que hizo que fuera muy irregular. En 1650 ya abarcaba la Montaña del Príncipe Pío, el Buen Retiro y la ermita de Atocha. Su mayor inconveniente fue que impidió el crecimiento de la ciudad hacinando su población durante más de doscientos años.
La nueva cerca tenía unos trece kilómetros de longitud1​ y abarcaba una superficie de quinientas hectáreas, de las que más de ciento cincuenta pertenecían al Real Sitio del Buen Retiro. Corresponde a todo el actual distrito Centro más el parque del Retiro y el barrio de los Jerónimos. La cerca fue parcialmente rehecha en el siglo XVIII y se derribó en 1868, durante la Gloriosa, al ser considerada un símbolo isabelino.
Las salidas de Madrid estaban flanqueadas por cinco puertas reales o de registro (en las que se pagaban los impuestos): Segovia, Toledo, Atocha, Alcalá y Bilbao (o de los Pozos de la Nieve), y catorce portillos de menor importancia o de segundo orden (abiertos en distintas fechas): Vega, Vistillas, Gilimón, Campillo del Mundo Nuevo, Embajadores, Valencia, Campanilla, Recoletos, Santa Bárbara, Maravillas, Santo Domingo (trasladado luego a la puerta de Fuencarral), Conde Duque, San Bernardino (o San Joaquín) y San Vicente.
Las puertas permanecían abiertas hasta las diez de la noche en invierno y en verano hasta las once. Pasado este horario, en caso necesario, un retén permitía el paso. Los portillos se abrían al amanecer y cerraban con la puesta del sol, permaneciendo cerrados toda la noche. Los portillos, como ya se ha dicho, eran puertas de menor importancia que las de registro o reales. Salvo la puerta de San Vicente —construida por Sabatini— ningún portillo destacaba por su arquitectura e indistintamente se las llamaba puertas o portillos.

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