Museo del Louvre.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes



El Palacio del Louvre (en francés: Palais du Louvre), en la orilla derecha del Sena en París, es un antiguo palacio real situado entre los jardines de las Tullerías y la iglesia de Saint-Germain-l'Auxerrois de París. Sus orígenes se remontan al período medieval, y su actual estructura ha evolucionado en etapas desde el siglo xvi en adelante.

El Louvre toma su nombre de la palabra franca leovar o leower, que quería decir lugar fortificado, según el historiador francés Henri Sauval (1623-1676). Fue la sede real del poder en Francia, hasta que Luis XIV se trasladó a Versalles en 1682, llevándose a la fuerza el gobierno con él; el Louvre fue la sede formal del gobierno hasta el final del Antiguo Régimen en 1789. Desde entonces ha albergado el célebre Museo del Louvre así como varios departamentos gubernamentales.

Descripción del palacio actual

El complejo
Palacio del Louvre, ala Sully.
Detalle de un mapa de París, mostrando el Palacio de las Tullerías y el Louvre, alrededor de 1589.
Restos de los cimientos medievales que pueden todavía verse por debajo del museo.
Mapa del complejo del Palacio del Louvre.
La Cour Carrée («patio cuadrado») del «Viejo Louvre» mirando hacia el Oeste (De izquierda a derecha: Aile Lescot, Pavillon Sully (de l'Horloge), Aile Lemercier).
Parte del «Nuevo Louvre» (De izquierda a derecha: Pavillon Turgot, Pavillon Richelieu, Pavillon Colbert).
El actual palacio del Louvre es un complejo de alas y pabellones en cuatro niveles principales que, aunque parece unificado, es el resultado de muchas fases de construcción, modificación, destrucción y restauración. El Palacio está situado en la orilla derecha del río Sena entre la Rue de Rivoli al norte y el Quai Francois Mitterand (anteriormente el Quai du Louvre) al sur. Al oeste está el Jardin des Tuileries y, al este, la Rue de l’Amiral de Coligney con la Columnata de Perrault, su fachada arquitectónicamente más famosa, creada por Claude Perrault) y la Place du Louvre. El complejo ocupa alrededor de 40 hectáreas (400.000 m2) y forma dos grandes cuadriláteros que encierra dos grandes patios: la Cour Carrée («Patio Cuadrado»), acabada con Napoleón I, y la más grande Cour Napoléon («Patio de Napoleón»), con la Cour du Carrousel («Patio del Carrusel»), al oeste, construido por Napoleón III. La Cour Napoléon y la Cour du Carrousel están separados por la calle llamada Place du Carrousel.
El complejo del Louvre puede dividirse entre el «Viejo Louvre»: los pabellones medievales y renacentistas y alas que rodeaban la Cour Carrée, así como la Grande Galerie («Gran Galería») que se extendía al oeste a lo largo de la orilla del Sena; y el «Nuevo Louvre»: aquellos pabellones del siglo XIX y alas que se extendían a lo largo de los lados norte y sur de la Cour Napoléon junto con sus extensiones al oeste (al norte y al sur de la Cour du Carrousel) que eran originariamente parte del hacía tiempo desaparecido Palais des Tuileries (Palacio de las Tullerías).
Alrededor de 51.615 m2 en el complejo palaciego están dedicados a espacio de exposición. El complejo es tan vasto que uno puede visitarlo cada día a lo largo de una semana y no ser capaz aun así de echar una simple mirada a lo expuesto.

El «Viejo Louvre»

El Viejo Louvre ocupa el lugar de la fortaleza del siglo XII del rey Felipe Augusto, también llamado el Louvre. Sus cimientos se pueden ver en el nivel inferior como el departamento del «Louvre medieval». Esta estructura fue arrasada en 1546 por el rey Francisco I en favor de una residencia real más grande que fue añadido por casi cualquier monarca francés posterior. El rey Luis XIV, quien residía en el Louvre hasta que se abandonó en favor de Versalles en 1678, completó la Cour Carrée, que fue cerrado del lado de la ciudad mediante una columnata. El Viejo Louvre es un cuadrilátero de aproximadamente 160 metros en un lado consistiendo en 8 ailes (alas) que están articulados por 8 pavillons (pabellones). A partir de la esquina noroeste y moviéndose en el sentido de las agujas del reloj, los pabellones consisten de los siguientes: Pavillon de Beauvais, Pavillion de Marengo, Pabellón noreste, Pabellón central, Pabellón sureste, Pavillon des Arts, Pavillon du Roi, y Pavillon Sully (anteriormente, Pavillon de l’Horloge). Entre el Pavillon du Roi y el Pavillon Sully es el Aile Lescot («Ala Lescot»): construido entre 1546 y 1551, es la parte más antigua de las elevaciones externas visibles y era importante en el asentamiento del molde para el posterior clasicismo arquitectónico francés. Entre el Pavillon Sully y el Pavillon de Beauvais está el Aile Lemercier («Ala Lemercier»): construido en 1639 por Luis XIII y el cardenal Richelieu, es una extensión simétrica del ala de Lescot en el mismo estilo renacentista. Con él, se demolieron los últimos vestigios externos del Louvre medieval.

El «Nuevo Louvre»

El «Nuevo Louvre» es el nombre que se da a menudo a los pabellones y alas que amplían el Palacio a lo largo de alrededor de 500 metros hacia el oeste en los lados septentrional (Napoleón I y Napoleón III) y meridional (Napoleón III) de la Cour Napoléon y Cour du Carrousel. Fue Napoleón III quien finalmente conectó el Palacio de las Tullerías con el Louvre en la década de los años 1850, logrando así finalmente el Grand Dessein («Gran Diseño») originalmente visionado por Enrique IV en el siglo XVI. Esta consumación sólo duró unos pocos años, sin embargo, pues las Tullerías fueron incendiadas en el año 1871 y finalmente completamente arrasado en 1882.
El miembro septentrional del nuevo Louvre está formado por (de este a oeste) tres grandes pabellones a lo largo de la Rue de Rivoli: Pavillon de la Bibliotheque, Pavillon de Rohan y Pavillon de Marsan. En el interior (parte del patio) del Pavillon de la Bibliotheque hay tres pabellones; Pavillon Colbert, Pavillon Richelieu y Pavillon Turgot; estos pabellones y sus alas definen tres patios secundarios, de este a oeste: Cour Khorsabad, Cour Puget y Cour Marly.
El lado meridional del Nuevo Louvre consiste (de este a oeste) de cinco grandes pabellones a lo largo del Quai Francois Mitterand (y la orilla del Sena): el Pavillon de la Lesdiguieres, Pavillon des Sessions, Pavillon de la Tremoille, Pavillon des Etats y Pavillon de Flore. Como en el lado septentrional, tres pabellones interiores (lado del interior): Pavillon Daru, Pavillon Denon y Pavillon Mollien y sus alas definen tres patios más subsidiarios: Cour du Sphinx, Cour Viconti y Cour Lefuel.
Por motivos de sencillez, en los mpas turísticos del museo, el brazo norte del «Nuevo Louvre», el lado sur del mismo y el «Viejo Louvre» se llaman el «Ala Richelieu», el «Ala Denon» y el «Ala Sully», respectivamente. Esto permite al visitante casual evitar (hasta cierto punto) perderse totalmente en el confuso conjunto de nombres de alas y pabellones.
El Pavillon de Flore y el Pavillon de Marsan, en el extermo más occidental del Palacio (brazos sur y norte, respectivamente), fueron destruidos cuando la Tercera República arrasó las vecinas Tullerías, pero posteriormente se restauraron a partir de 1874. El Flore sirvió entonces como el modelo para la renovación del Marsan.
Un vasto complejo subterráneo de oficinas, tiendas, espacios de exposición, áreas de almacenamiento y de aparcamiento, así como un auditorio, una terminal de autobuses turísticos y una cafetería, fueron construidos por debajo de los patios centrales del Louvre de la Cour Napoléon y la Cour du Carrousel para el proyecto «Gran Louvre» de Francois Mitterand (1981-2002). La entrada a nivel del terreno a este complejo se situó en el centro de la Cour Napoléon y está cubierto por la destacada pirámide de hierro y cristal (1989) diseñada por el arquitecto estadounidense I.M. Pei.

Museo 



El Louvre nació, en realidad, como forta­leza defensiva recién iniciado el siglo XIII, bajo el reinado de Felipe Augusto, el primero en autodenominarse rey de Francia, y no “rey de los francos”. Para reafirmar su poder, necesitaba dotar a París, la ciudad donde residía la corte, de una muralla que la protegiera de los ataques enemigos.
El Louvre nació como fortaleza bajo el reinado de Felipe Augusto para defender París de los ataques enemigos.
Felipe Augusto dispuso entonces la creación de un cinturón amurallado al que se añadió un castillo presidido por una enorme torre de defensa. Era la Grosse Tour, el punto de partida del Louvre que conocemos. Por entonces, el Louvre cum­plía funciones de arsenal, más que de castillo.
No fue hasta la subida al trono de Carlos V, en el siglo XIV, cuando la for­taleza se convirtió en residencia real. A su muerte, sin embargo, pareció quedar relegado al olvido. Sus sucesores prefi­rieron las comodidades de Chinon, Am­boise o Blois.
No fue hasta el siglo XVI, con Francisco I y su amor incondicional por París, que el Louvre recupera su condición de residencia de los monarcas. Al regresar de su cautiverio en España, Francisco I se decidió a transformar la antigua fortaleza en una residencia a la moda renacentista. Pero no vi­vió lo suficiente para ver el resultado.
Con posterioridad, Enrique II y su esposa, Catalina de Médicis, prosiguieron con las obras y dieron la forma definiti­va al proyecto de su antecesor.  El edificio resultante se convirtió, con el tiempo, en la espina dorsal de las refor­mas posteriores. Además, Catalina de Médicis decidió la construc­ción en las inmediaciones del Louvre de un pabellón al que llamó de las Tullerías, por encontrarse en los terrenos de una antigua fábrica de tejas (tuiles, en fran­cés). Para entonces, en la segunda mitad del siglo XVI, la antigua fortaleza ya era un palacio tan típicamente renacentista que marca­ba la pauta en toda Francia.
Luis XIV quería hacer del Louvre una residencia a su medida, pero cuando terminaron las obras su interés estaba en el nuevo palacio de Versalles.
El Louvre pasó una etapa de silencio hasta la llegada al poder de Luis XIV. El Rey Sol hizo del Louvre su residencia principal y exigía una residencia a su me­dida. Un palacio que le separara del pue­blo llano y dejara en evidencia su supre­macía de Rey Sol.
Sin embargo, cuando concluyeron las obras, en el último tercio del siglo XVII, el interés del rey ya no estaba en el Louvre, sino a unos cuantos kilómetros de París, en un antiguo pabellón de caza transfor­mado en brillante palacio: Versalles. La corte abandonó definitivamente el Louvre y siguió al monarca. Quedaba libre el paso para las academias de Arte y Cien­cia, que, casi de inmediato, se adueñaron de las silenciosas estancias del Louvre.
Relegado en el favor real y en el de la corte, el palacio del Louvre contempló impasible los grandes momentos de la Revolución, que afectaron a París y con­vulsionaron a Francia primero y al mun­do entero después.
En pleno estallido revolucionario, Luis XVI y María Antonie­ta abandonaron Versalles y residieron durante tres años en las Tullerías. Tras la ejecución de los Reyes, sus estancias fueron ocupadas por el gobierno de la Convención. Otro tanto hizo Na­poleón, que escogió como residencia estable el palacio construido a iniciativa de Catalina de Médicis en los terrenos del antiguo tejar.
Con Napoleón III, el palacio del Louvre volvía a ser utilizado para justificar y enaltecer el poder de la Corona.
Pero París no sería la ciudad solemne y elegante que es hoy sin las obras emprendidas durante el Segundo Imperio. El artífice de la gran transformación urbanística de la capital francesa en el siglo XIX fue Luis Napoleón III, que incluyó el Louvre en sus planes.
Una vez más, el palacio del Louvre volvía a ser utilizado para justificar y enaltecer el poder de la Corona. Dos meses después de alcanzar la dignidad imperial, Napo­león III encargó al arquitecto Luis Vis­conti un proyecto que englobara el Louvre y las Tullerías en un único conjunto armónico.
Tras la caída del Segundo Imperio, las Tullerías ardieron en un devas­tador incendio que las arrasó durante los hechos de la Comuna de 1871. Sin embargo, el Louvre si­guió en pie. El edifi­cio había ampliado sus fondos de ma­nera espectacular con las aportaciones que Napoleón hizo a través de los expolios derivados de sus empresas militares. Sin embargo, el actual Museo del Louvre nacería a finales del siglo XIX, cuando, tras la demolición definitiva de las Tullerías, se desvinculó casi to­talmente de la actividad política para consagrarse al mundo del arte y la cul­tura.
A partir de 1926, el entonces di­rector del museo, Henri Verne, puso en práctica un vasto proyecto de apertura de salas para exponer el mayor número posible de piezas al público.
El estallido de la Segunda Guerra Mun­dial obligó a evacuar las colecciones al castillo de Chambord, en el Loira, al su­doeste de París, y a proteger, mediante grandes sacos de arena, aquellas piezas que no era posible poner a buen recau­do. Tras el fin de la contienda el museo se reorganizó, desplazando las coleccio­nes asiáticas al Musée Guimet y la pintu­ra impresionista al pabellón del Jeu de Paume, al noroeste del jardín de las Tu­llerías, donde permaneció hasta su tras­lado definitivo al Musée d’Orsay.
El actual Museo del Louvre nacería a finales del siglo XIX, cuando se desvinculó casi to­talmente de la actividad política para consagrarse al mundo del arte y la cultura.
Pero el Louvre no podía dejar de vincu­larse al poder. En 1981, el presidente de la República, François Mitterrand, anun­ció la puesta en marcha de un proyecto auténticamente faraónico que consistía en la total remodelación de las instala­ciones del museo.
Su mayor evidencia arquitectónica es la gran pirámide de cristal proyectada por el arquitecto Ieoh Ming Pei. Situada en el centro de la Cour Napoléon y rodeada de juegos de agua, señala no solo la entrada del nuevo mu­seo, sino una nueva etapa del que fuera fortaleza y palacio, pero siempre símbo­lo de Francia y de su capital.
Estas son cinco de las joyas del arte que guarda hoy el Museo del Louvre:

El Código de Hammurabi

En el siglo XVIII a. C., el rey babilóni­co hizo registrar en esta estela un riguroso conjunto de leyes. La estela fue hallada por Jac­ques de Morgan en 1901. Foto: Wikimedia Commons / Mbzt / CC BY-SA 3.0.

El escriba sentado

De esta estatua egipcia se sa­be poco. Menos del personaje a quien retrata. Ni su nombre, ni su cargo (aunque se le llame escriba) ni la época exacta en que vivió. Fue realizada durante el Reino Antiguo, tal vez en tiempos de la dinastía IV, hacia 2620-2500 a. C. En 1854 el gobierno egipcio lo cedió a Francia. Foto: Wikimedia Commons / Rama / CC BY-SA 3.0. fr.

La Victoria de Samotracia

La diosa alada de la Victoria que se erigía en la isla griega de Samo­tracia fue seguramente una ofren­da del pueblo de Rodas. Apareció en 1863 durante una campaña en la isla del arqueólogo aficionado Charles Champoiseau.

La Venus de Milo

Esculpida hacia 100 a. C. y descu­bierta en la isla griega de Melos en 1820, llegó al Louvre un año después. La famosa estatua representa a Afrodita o bien a Amfitrita, diosa del mar. Foto: Wikimedia Commons / Mattgirling / CC BY-SA 3.0.

La Mona Lisa

El retrato pintado por Da Vinci a principios del siglo XVI, probablemente de Lisa Ghe­rardini, esposa de un mercader, terminó en la colección de Francisco I de Francia. Tras la Revolución Francesa llegó al Louvre, con un paréntesis en manos de Napoleón. 

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