Theodore Saevecke, verdugo de la plaza de Loreto; Armario de la vergüenza.-a
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, la CIA sabía perfectamente que Theodor Saevecke había sido uno de los brazos ejecutores del genocidio de Hitler y responsable de innumerables crímenes de guerra. La carrera protagonizada por este oficial de las SS fue meteórica. Con 16 años entró en la «Rossbach Freikorps», una organización paramilitar de adolescentes conocida por aterrorizar a los ciudadanos en la República de Weimar. Poco después ingresó en el Partido Nazi y, en 1940, con 29 años, ya era una de las tres personas autorizadas para aprobar las ejecuciones de polacos, rusos, gitanos y judíos en el campo de concentración de Poznan.
Sin embargo, nada de esto fue inconveniente para que la CIA lo reclutara como uno de sus agentes mientras en Nuremberg se juzgaba a sus jefes por el asesinato de millones de inocentes en los campos de concentración. No importaba que en los informes de la agencia pudieran leerse consideraciones tales como: «Saevecke ha estado involucrado en el reclutamiento de judíos para la realización de trabajos forzosos», «es culpable de que los principios del nacionalsocialismo sean tan sólidos» y «no se detendría ante nada para reprimir el movimiento comunista, al que odia desde los años 20».
El momento exacto del comienzo de esta relación no está clara, pero los documentos desclasificados hacen referencia a que, en 1946, estaba ya bajo la protección del Grupo Central de Inteligencia (CIG). Incluso que, un año después, convertida esta ya en la CIA, llegó a recibir ayuda de esta para no ser juzgado por sus matanzas y no ser enviado a prisión en Gran Bretaña, a sabiendas de que su crueldad durante la Segunda Guerra Mundial alcanzó niveles salvajes.
En Túnez, por ejemplo, ayudó a perfeccionar el «suerwagen» (sistema de exterminio con camiones de gas) creado por Walter Rauff y, en norte de Italia, se ganó sobrenombres como el «carnicero de Milán» y el «verdugo de la plaza Loreto» por sus matanzas públicas. Comenzaba la Guerra Fría y todo valía para controlar y enfrentarse al gigante socialista.
En Túnez, por ejemplo, ayudó a perfeccionar el «suerwagen» (sistema de exterminio con camiones de gas) creado por Walter Rauff y, en norte de Italia, se ganó sobrenombres como el «carnicero de Milán» y el «verdugo de la plaza Loreto» por sus matanzas públicas. Comenzaba la Guerra Fría y todo valía para controlar y enfrentarse al gigante socialista.
La matanza de la plaza de Loreto
Esta última masacre, perpetrada el 10 de agosto de 1944, fue una de las más famosas. Saevecke ideó y organizó la ejecución de quince partisanos en la misma plaza de Loreto donde, curiosamente, menos de un año después, el cadáver de Mussolini sería colgado boca abajo, apaleado y escupido por los vecinos de Milán. Un fusilamiento público que el oficial de la SS no dudó en relatar a los soldados estadounidenses, cuando fue capturado a finales de abril de 1945, pensando que le podría acarrear alguna simpatía con los americanos, como así ocurrió. ¿Cómo? Justificó el asesinato de combatientes de la resistencia italiana si estos eran comunistas, como el aseguraba. Pero se cuidó de no mencionar su responsabilidad en el genocidio de los judíos.
Haciendo oídos sordos a sus propios informes, Saevecke quedó en ese momento bajo la protección de la CIA, que lo reclutó para dirigir sus operaciones en Berlín. Los documentos oficiales, obviando todo su pasado criminal, le atribuyeron pronto logros importantes a la hora de combatir la influencia comunista en la capital alemana. «Saevecke todavía anhela volver a los días en los que el partido (nazi) se encontraba en activo», escribió uno de sus controladores, que después anteponía el hecho de que era el único miembro de su equipo «con experiencia en inteligencia práctica» y «comprensión de los objetivos estadounidenses».
La inmunidad de Saevecke se puso a prueba en 1947, cuando Gran Bretaña quiso juzgarle por los crímenes cometidos en Italia. Y aunque la CIA fue incapaz de evitar su extradición en un primer momento, sí supo utilizar su influencia para protegerle. En apenas un mes, el agente nazi de los americanos era puesto en libertad. Saevecke defendió que nunca había pertenecido a las SS, que solo había sido un agente de policía en Berlín. Y le creyeron, supuestamente, a pesar de haber leído la transcripción de su interrogatorio en junio de 1945, en Italia.
«Una vida digna»
Los servicios de inteligencia de Estados Unidos sí que sabían que el antiguo oficial de las SS había estado involucrado en crímenes de guerra. En 1950, la CIA informó a su sede en Berlín de que Saevecke había sido jefe de la «SIPO» y la «SD» en Milán y que había estado «involucrado en el reclutamiento de judíos para realizar trabajos forzosos». Esta información no fue suficiente para que continuara siendo un agente activo. La prueba de esto se encuentra en otro informe de agosto de 1951: «Está agradecido de que le hayamos proporcionado una oportunidad de llevar una vida digna, en una posición similar a su antiguo puesto de trabajo».
Pronto el oficial nazi se convirtió en una bomba de relojería para la agencia, que no dudó, sin embargo, en introducirlo en un puesto de autoridad de la Oficina Federal de lo Criminal (BKA). Esto obligó al jefe de la CIA en Berlín, amenazado por el desprestigio que suponía apoyar a este exmiembro de las SS, a escribir a sus superiores un poco a la defensiva: «Saevecke rechaza todas las atrocidades que ha cometido, y las minuciosas investigaciones de los aliados no han logrado apuntalar los cargos en su contra». Pero después añadía que todavía se negaba a pedir disculpas por asesinar a los quince partisanos italianos en Milán.
El antiguo oficial de la SS soportó varias investigaciones por aquella matanza, sobre todo a petición de las autoridades italianas. A pesar de ello, logró estar en activo hasta bien entrada la década de los 60, gracias al empeño de la CIA por ayudarle: «Si su pasado es justificable de alguna manera, se pasarán los informes a los alemanes occidentales con nuestra opinión de que es políticamente conveniente», informaban internamente.
Jubilación
Saevecke en 1971, pudo jubilarse y retirarse a vivir a una pequeña ciudad termal de la Baja Sajonia. Allí llevó una existencia tranquila y exenta de preocupaciones hasta que, en 1994, fueron descubiertos una serie de informes de la Fiscalía General Militar de Roma ocultos durante más de cuatro décadas. En noviembre de 1999, el Tribunal Militar de Turín pudo al fin condenarle a cadena perpetua por la ejecución de los 15 miembros de la resistencia en 1944. En la sentencia se decía:
Nota
«Aun admitiendo que el proyecto criminal de la plaza de Loreto tuviera origen en los mandos superiores, Saevecke lo acogió totalmente, dando disposiciones precisas con respecto a la modalidad de ejecución, incluida la orden de mantener expuestos los cuerpos de las víctimas en aquel lugar como amonestación para todos los opositores».
Nota
El armario secreto de los nazis deja sus crímenes al descubierto.
Documentos escondidos en una fiscalía italiana permiten procesar a criminales de guerra
Vanessa Lerin
Milán - 29 abr 2004
Hace 10 años se descubrió en un cuarto cerrado con candado, en el sótano del palacio Cessi, sede de la Fiscalía General Militar de Roma, un armario sellado y vuelto hacia la pared con 695 carpetas que contenían las investigaciones de los crímenes nazifascistas cometidos en Italia entre 1943 y 1945. Habían sido escondidas durante medio siglo. El descubrimiento desembocó en un juicio, iniciado el 20 de abril, contra tres antiguos SS acusados de una matanza cometida en 1944 en Sant'Anna di Stazzema (Toscana), en la que murieron 560 personas, entre ellos 120 niños.
Antonino Intelisano, fiscal militar de Roma en 1994, fue al sótano de palacio Cessi en busca de pruebas para el juicio contra el ex oficial nazi Erich Priebke, pero encontró 695 carpetas que fueron escondidas durante 50 años. Cientos de textos documentaban las matanzas que los miembros de las SS y del Ejército alemán habían cometido contra civiles italianos. Eran más de 15.000 muertos.
Los legajos fueron enviados a las fiscalías militares correspondientes y comenzaron las investigaciones para comprobar la situación de los responsables de las matanzas. Gracias a una de estas investigaciones, el martes 20 de abril comenzó el juicio contra tres ex SS octogenarios -Gerhard Sommer, Alfred Schnonenberg y Ludwig Sonntag- acusados de la matanza de Sant'Anna di Stazzema, en la Toscana. El martes declararon los supervivientes y descendientes de quienes murieron carbonizados dentro de una iglesia o por ráfagas de metralleta. Los acusados, residentes en Alemania, no acudirán al juicio y, aunque sean condenados, no cumplirán la pena ya que, al ser ciudadanos alemanes, no pueden ser extraditados por un tribunal militar.
El alcalde de Sant'Anna di Stazzema, Gian Piero Lorenzoni, afirma que, "aunque la condena no se cumpla nunca, lo que más importa es el resarcimiento moral de las personas que vivieron este trágico episodio". El alcalde también asegura que estas personas no buscan venganza, ya que 60 años de espera han atenuado la rabia, "sólo quieren saber el nombre de los asesinos de sus familiares". Éste no es el único proceso abierto por la justicia militar italiana, que a partir del descubrimiento del llamado "armario de la vergüenza" se vio inundada por centenares de papeles inculpatorios que esperaban justicia.
El tribunal militar de La Spezia, donde se enjuicia la tragedia de Sant'Anna di Stazzema, es uno de los más activos y ayer anunció la apertura de un proceso, el 8 de julio, contra otro antiguo SS, Hermann Langer, acusado de la matanza de 60 civiles en un monasterio cercano a Lucca, también en la Toscana. Le sigue el de Turín, que ya juzgó a los ex SS Engel y Saevecke, y ha iniciado otro proceso. El 8 de septiembre de 1943 se anunció el armisticio firmado por Badoglio, jefe del Gobierno italiano tras la caída del régimen de Mussolini, y las fuerzas aliadas. Al día siguiente, nuevas tropas del Ejército alemán y varios batallones de las SS se unieron a las ya existentes e invadieron a su antiguo aliado, mientras por el sur entraban los estadounidenses y británicos. Desde septiembre de 1943 hasta abril de 1945, más de 15.000 personas murieron a manos de las tropas alemanas y las SS, ayudadas en ocasiones por italianos de la República mussoliniana de Salò. Tras el fallido intento de controlar Italia, los alemanes se retiraron dejando tras de sí un reguero de cadáveres.
Según Luigi Borgomanieri, escritor e investigador del Instituto Milanés de Historia Contemporánea, la estrategia de los alemanes consistió en "arrasar" las poblaciones cercanas a sus líneas de defensa para protegerlas y para dar ejemplo a los italianos que se unieron a los partisanos. Una de estas líneas era la Línea Gótica, que cruzaba Italia de oeste a este, desde La Spezia hasta Rimini. Bajo esta línea se encuentra la Toscana, que fue una de las regiones más castigadas. Cuando las tropas aliadas llegaban a los escenarios de las matanzas, recogían pruebas que, poco a poco, se acumularon en un espeso archivo de atrocidades.
Al finalizar la II Guerra Mundial, los tribunales angloamericanos celebraron 49 juicios contra altos mandos alemanes. No estaba lejos de la intención del Gobierno aliado celebrar un Nuremberg italiano pero, comenzada la década de los cincuenta, y con ella la guerra fría, Alemania se convirtió de nuevo en aliado y los procesos se paralizaron por "razones de Estado", hasta que en los años noventa se inició el juicio contra Priebke y se abrió el "armario de la vergüenza".
* Este artículo apareció en la edición impresa del jueves, 29 de abril de 2004.
Documentos escondidos en una fiscalía italiana permiten procesar a criminales de guerra
Vanessa Lerin
Milán - 29 abr 2004
Hace 10 años se descubrió en un cuarto cerrado con candado, en el sótano del palacio Cessi, sede de la Fiscalía General Militar de Roma, un armario sellado y vuelto hacia la pared con 695 carpetas que contenían las investigaciones de los crímenes nazifascistas cometidos en Italia entre 1943 y 1945. Habían sido escondidas durante medio siglo. El descubrimiento desembocó en un juicio, iniciado el 20 de abril, contra tres antiguos SS acusados de una matanza cometida en 1944 en Sant'Anna di Stazzema (Toscana), en la que murieron 560 personas, entre ellos 120 niños.
Antonino Intelisano, fiscal militar de Roma en 1994, fue al sótano de palacio Cessi en busca de pruebas para el juicio contra el ex oficial nazi Erich Priebke, pero encontró 695 carpetas que fueron escondidas durante 50 años. Cientos de textos documentaban las matanzas que los miembros de las SS y del Ejército alemán habían cometido contra civiles italianos. Eran más de 15.000 muertos.
Los legajos fueron enviados a las fiscalías militares correspondientes y comenzaron las investigaciones para comprobar la situación de los responsables de las matanzas. Gracias a una de estas investigaciones, el martes 20 de abril comenzó el juicio contra tres ex SS octogenarios -Gerhard Sommer, Alfred Schnonenberg y Ludwig Sonntag- acusados de la matanza de Sant'Anna di Stazzema, en la Toscana. El martes declararon los supervivientes y descendientes de quienes murieron carbonizados dentro de una iglesia o por ráfagas de metralleta. Los acusados, residentes en Alemania, no acudirán al juicio y, aunque sean condenados, no cumplirán la pena ya que, al ser ciudadanos alemanes, no pueden ser extraditados por un tribunal militar.
El alcalde de Sant'Anna di Stazzema, Gian Piero Lorenzoni, afirma que, "aunque la condena no se cumpla nunca, lo que más importa es el resarcimiento moral de las personas que vivieron este trágico episodio". El alcalde también asegura que estas personas no buscan venganza, ya que 60 años de espera han atenuado la rabia, "sólo quieren saber el nombre de los asesinos de sus familiares". Éste no es el único proceso abierto por la justicia militar italiana, que a partir del descubrimiento del llamado "armario de la vergüenza" se vio inundada por centenares de papeles inculpatorios que esperaban justicia.
El tribunal militar de La Spezia, donde se enjuicia la tragedia de Sant'Anna di Stazzema, es uno de los más activos y ayer anunció la apertura de un proceso, el 8 de julio, contra otro antiguo SS, Hermann Langer, acusado de la matanza de 60 civiles en un monasterio cercano a Lucca, también en la Toscana. Le sigue el de Turín, que ya juzgó a los ex SS Engel y Saevecke, y ha iniciado otro proceso. El 8 de septiembre de 1943 se anunció el armisticio firmado por Badoglio, jefe del Gobierno italiano tras la caída del régimen de Mussolini, y las fuerzas aliadas. Al día siguiente, nuevas tropas del Ejército alemán y varios batallones de las SS se unieron a las ya existentes e invadieron a su antiguo aliado, mientras por el sur entraban los estadounidenses y británicos. Desde septiembre de 1943 hasta abril de 1945, más de 15.000 personas murieron a manos de las tropas alemanas y las SS, ayudadas en ocasiones por italianos de la República mussoliniana de Salò. Tras el fallido intento de controlar Italia, los alemanes se retiraron dejando tras de sí un reguero de cadáveres.
Según Luigi Borgomanieri, escritor e investigador del Instituto Milanés de Historia Contemporánea, la estrategia de los alemanes consistió en "arrasar" las poblaciones cercanas a sus líneas de defensa para protegerlas y para dar ejemplo a los italianos que se unieron a los partisanos. Una de estas líneas era la Línea Gótica, que cruzaba Italia de oeste a este, desde La Spezia hasta Rimini. Bajo esta línea se encuentra la Toscana, que fue una de las regiones más castigadas. Cuando las tropas aliadas llegaban a los escenarios de las matanzas, recogían pruebas que, poco a poco, se acumularon en un espeso archivo de atrocidades.
Al finalizar la II Guerra Mundial, los tribunales angloamericanos celebraron 49 juicios contra altos mandos alemanes. No estaba lejos de la intención del Gobierno aliado celebrar un Nuremberg italiano pero, comenzada la década de los cincuenta, y con ella la guerra fría, Alemania se convirtió de nuevo en aliado y los procesos se paralizaron por "razones de Estado", hasta que en los años noventa se inició el juicio contra Priebke y se abrió el "armario de la vergüenza".
* Este artículo apareció en la edición impresa del jueves, 29 de abril de 2004.
Francia Carolina Vera Valdes
ResponderEliminarNo solo los alemanes competir crímenes de lesa humanidad, también lo cometieron los fascistas italianos que eran sus aliados
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