La Guerra de los 30 años y La defenestración de Praga.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes



 Defenestración de Praga 

Tres hombres y una ventana. Poco después de las nueve de la mañana del miércoles 23 de mayo de 1618, Vilém Slavata se encontró colgando de una ventana del castillo de Hradschin, en Praga... Cuando Slavata desapareció en el vacío, sus atacantes repararon en su secretario, Philipp Fabricius y, tras ignorar sus ruegos, lo arrojaron por la ventana para que compartiera el mismo destino que su señor... Momentos antes, su también distinguido colega Jaroslav Borita von Martinitz había sido arrojado por ella por cinco hombres armados». 
Este episodio conocido como la Defenestración de Praga fue el detonante que dio inicio a la Guerra de los 30 años, de la que se cumple en estos días su IV centenario y con este pasaje inicia el catedrático de Oxford, Peter H. Wilson su ensayo, «La Guerra de los Treinta Años. Una tragedia europea 1630-1648», publicado en España por Desperta Ferro Ediciones, que acaba de presentar su volumen II.


Se trata de una edición exhaustiva y renovada de un conflicto trascendental que desgarró el corazón de Europa entre 1618 y 1648. Una cuarta parte de la población alemana murió entre violencias, hambrunas y pestes, regiones enteras de Europa central fueron devastadas y muchas tardaron décadas en recuperarse. Lo que comenzó como un conflicto religioso entre católicos y protestantes, limitado al ámbito del Sacro Imperio Germánico, acabaría por convertirse en una guerra a escala europea al arrastrar a las grandes potencias del momento, una pugna de antagonismos entre los Habsburgo y los Borbones que involucró a los principales países de Europa.

La obra de Wilson es la primera historia completa de la Guerra de los Treinta Años en mucho tiempo. No solo analiza sus distintas fases, sino las causas que lo provocaron. Dada su amplitud, la han dividido en dos partes, un primer volumen dedicado a las conocidas como fases bohemia y danesa del conflicto, hasta 1630, y el segundo recién publicado que arranca con la irrupción sueca para culminar con la intervención francesa. Wilson expone la intervención de Gustavo Adolfo II sin concesiones a la propaganda. Del éxito de Breitenfeld va a su duelo contra Wallenstein y a su muerte en Lützen. Sigue con un capítulo que abarca la caída del general de Fernando II y la decisiva intervención española que condujo a Nördlingen.

Las ambiciones suecas

Asimismo, incluye un relato pormenorizado de las campañas y batallas de la fase final del conflicto, las luchas de Bernardo de Sajonia-Weimar en el Rin, los triunfos suecos en la segunda batalla de Breitenfeld y en Jankau, las campañas de Enghien y Turenne contra Baviera y la lucha en los Países Bajos Españoles, con Rocroi como punto álgido, hasta llegar a las negociaciones y consecuencias de la Paz de Westfalia. En medio, la rivalidad entre Francia y la Monarquía Hispánica a través de la agresiva política exterior de Richelieu y Olivares, la cuestión holandesa, las ambiciones suecas sobre el Mar Báltico y la entrada de Dinamarca. Wallenstein, Fernando II, Gustavo Adolfo, Richelieu u Olivares, están presentes, así como miles de soldados y civiles anónimos.

La Guerra de los Treinta Años es una de las más complejas de la historia. Para Wilson, «abarcar todos sus aspectos precisaría conocer, al menos, catorce lenguas y existe documentación de archivo para investigar durante varias vidas. Trabajarlo desde el punto de vista archivístico sería imposible, así que, me he basado en los trabajos más notables sobre el tema y, luego, he acudido al archivo para contestar a preguntas que quedaban en el aire sin contestación en ellos». Fue una de las más devastadoras de Europa, con unos costes humanos y económicos terribles. «Muy destructiva, la población del Sacro Imperio Germánico descendió un 20%, lo que significa que se habían perdido, más o menos, 5 millones de vidas durante el conflicto. Además, al ser una sociedad preindustrial, las bajas de la población no podían ser reemplazadas por máquinas, así que, si pierdes gente lo pierdes todo. Se calcula que se tardó 65 años para recuperar las cifras de población anteriores a la guerra». Y lo llamativo es que vino precedida de 63 años de paz interna en el Sacro Imperio, entre 1555 y 1618. «Había disfrutado de épocas de prosperidad y la guerra provocó una sensación muy profunda de pérdida que perduró en la memoria colectiva durante bastante tiempo».

La gran pregunta es, ¿podría haberse evitado? «En mi opinión sí, la historiografía clásica siempre ha dicho que era inevitable, pero yo creo que no –afirma Wilson–. El gran fallo fue la incapacidad de los sectores implicados para evitarla o, al menos, contenerla. Por ejemplo en 1624, 1629 y en 1634, la guerra está casi concluida, pero esa incapacidad para llegar a la paz hizo resurgir la llama hasta 1648».

La religión, en su sitio

El libro es ya una referencia mundial. ¿Qué aporta de novedoso con respecto a la bibliografía tradicional? Lo primero, «defender que esta guerra no fue inevitable. Luego, ver que los sucesos políticos y religiosos en el Sacro Imperio Germánico están entrecruzados con otras guerras, no es un conflicto sólido, sino varios conectados entre sí. Desmenuzar esto ayuda a comprender al lector más fácilmente las diferentes ramificaciones. Los objetivos políticos y religiosos son muy diferentes en estos sub-conflictos y van a llevar distintos caminos, por ejemplo, el papel de la monarquía hispánica no va a ser el mismo en referencia a Flandes que al Imperio». Y continúa: «Otro aspecto novedoso es poner a la religión en su sitio histórico. A veces se ha dicho que era una guerra religiosa, otras que la religión fue solamente una excusa para una guerra política. He intentado dar una visión no simplista de ella, mostrar toda su complejidad por el número de actores y guerras, aunque de manera entendible, porque en la divulgación histórica, lo ameno no ha de estar reñido con lo exhaustivo», añade.


Otro punto importante, en referencia a la diplomacia, «se produce a la hora de llegar a un acuerdo de paz, la de Westfalia de 1648. Los estados van a ser capaces de atraer a todo el mundo a diferentes sesiones para hablar sobre la paz, se salvarán todo tipo de dificultades –religiosas, políticas, económicas–, para sentarse en la mesa e intentar llegar a un acuerdo final». La paz de Westfalia englobó dos tratados, Münster y Osnabrück. En la primero se reúnen los católicos y en el segundo los protestantes. «Desde mi punto de vista no se creó un sistema totalmente nuevo, pero fue el germen de lo que despuésserá el sistema moderno diplomático. Westfalia es importantísimo, fue el triunfo de la diplomacia. A partir de ahora se buscarán los principios de soberanía, igualdad y equilibrio en Europa. Estos tratados estabilizan el Sacro Imperio Germánico, que seguirá siendo multiconfesional, y les devolverán el equilibrio y la fortaleza que disfrutaba antes de estallar la guerra para sobrevivir 150 años más», apunta. 
Políticamente se produce la transformación de los Estados, el Sacro Imperio vio cambiada su estructura al crecer la autonomía de sus distintos Estados en detrimento de la autoridad del emperador. «La antigua concepción jerárquica queda fragmentada y se pasa a una nueva en la que los Estados pueden negociar entre ellos como iguales y eso supone una transformación radical», afirma. El Imperio español vio cómo su dominio hegemónico sobre Europa era sustituido por la Francia absolutista de Luis XIV, primera potencia europea en la segunda mitad del siglo XVII. España, que fue uno de los países perdedores de la guerra, tuvo que reconocer la independencia de las Provincias Unidas, con las que llevaba en conflicto más de medio siglo y seguir once años más su guerra con Francia.

Comentario 

La Guerra de los Treinta Años fue un conflicto de dimensiones europeas: desde España hasta Polonia y desde el Báltico al norte de Italia. A pesar de su extensión (1618-1648) y de su hondo legado, el interés historiográfico que suscitó quedó restringido en gran medida a Alemania hasta prácticamente el siglo XX. La evolución de la investigación sobre el conflicto explica muchas de las carencias y limitaciones que el estudio y la percepción del mismo adoleció hasta la publicación, en 2009, de una obra monumental, verdaderamente holística y rigurosa: «The Thirty Years War: Europe’s Tragedy», de Peter H. Wilson, que pronto verá la luz en nuestro idioma de la mano de Desperta Ferro Ediciones con el título «La Guerra de los Treinta Años: una tragedia europea».


El primer estudio moderno sobre la conflagración fue la «Geschichte des dreißigjährigen Krieges» de Friedrich Schiller, publicada en 1790. Este libro ilustra a la perfección la tendencia de los primeros académicos a fundir en los estudios históricos sus planteamientos filosóficos y políticos. El Schiller historiador era el mismo que atacaba a los Habsburgo, entonces aún reinantes en un debilitado Sacro Imperio. Su obra histórica elabora un discurso muy a tono con la ilustración en su variante alemana, que veía en los príncipes protestantes la salvaguarda de la libertad política, garantía, a su vez, del progreso humano, y en los soberanos católicos, a tiranos impregnados de oscurantismo y articulados por jesuitas intrigantes. Este tipo de percepciones fueron comunes en el siglo XIX, cuando los estudios debían ponerse al servicio de los grandes sistemas filosóficos de la época (en el caso alemán, y en relación con la Guerra de los Treinta Años, el hegeliano y, en menor medida, el marxista).

Mil páginas

El siglo XX eliminó en buena medida la carga ideológica de los estudios e interpretaciones de la guerra. «The Thirty Years War» (1938), de Cicely Veronica Wedgwood, fue probablemente la obra más completa hasta la publicación del libro de Wilson. Geoffrey Parker abordó la cuestión en «The Thirty Years War» (1987), que cuenta con contribuciones de otros autores de gran calado como John H. Elliot. Esta multiplicidad, empero, restó algo de coherencia al estudio, que, por lo demás, está un escalón por debajo de la minuciosa exhaustividad documental de que Parker hace gala en sus grandes estudios.

El libro de Wilson, con cerca de un millar de páginas (que en español aparecerá en dos volúmenes), conjuga todos los elementos que permiten afirmar que se trata de la mejor y más completa obra sobre este conflicto europeo y alemán: extensión, pues abarca holgadamente no solo las sucesivas fases de la guerra, sino también la concatenación de acontecimientos que llevaron a su estallido –decisivo aspecto que otros trabajos despachan en un somero capítulo introductorio–; profundidad documental, faceta en la que muestra un espléndido dominio de las fuentes y habilidad narrativa –a fin de cuentas, la obra es, ante todo, una crónica en la que el autor relata los acontecimientos políticos y militares con soltura y dinamismo sin perder un ápice de rigor–.

Y, por último, el equilibrio: Wilson no antepone la descripción de las campañas bélicas a los vaivenes políticos, ni viceversa, ni deja de lado el sufrimiento de la gente común. No resulta fácil calibrar los desafíos que supone realizar una obra de semejante amplitud y complejidad. Sirvan como prueba unas palabras de Wilson en su prefacio: «Abarcar todos los aspectos de este conflicto precisaría conocer, al menos, catorce lenguas». Por no hablar de la concurrencia de innumerables personajes y la dificultad de articular un relato unificado a partir de acontecimientos que se desarrollan simultáneamente. Wilson lo consigue con creces a través de un relato que desgrana las interioridades de las cortes europeas, el coste económico del conflicto, las características de los ejércitos en liza, las particularidades de las campañas y los calamitosos efectos demográficos que supuso; un relato en el que deshace la complicada madeja del entramado institucional y religioso del Sacro Imperio y, a fin de cuentas, calibra la impronta del conflicto en la historia europea.

El primer volumen se divide en dos partes. Las primeras 270 páginas detallan minuciosamente los orígenes del conflicto. Como es lógico, el eje central lo conforma la evolución política y religiosa del Sacro Imperio Romano desde los comienzos de la Reforma protestante hasta la Defenestración de Praga, que detonó el conflicto. Asimismo, Wilson profundiza en otras dos dinámicas históricas que confluyeron decisivamente en la guerra y la elevaron a una categoría internacional: la tradicional rivalidad entre las coronas de Francia y España, con el factor añadido de la Revuelta holandesa, y la también antigua disputa entre Suecia y Dinamarca por el Dominium Maris Baltici («dominio del mar Báltico»). Nada de esto resulta baladí.

En palabras de un cronista de aquel entonces, Jean-Nicolas de Parival (1605-1669), profesor de francés en la Universidad de Leiden: «Del conocimiento de las revoluciones de la época precedente se extraen las verdaderas causas y motivos de las sangrientas y terribles tragedias que todavía están en juego entre nosotros».

La segunda mitad del libro aborda las primeras fases de la guerra: la Revuelta bohemia, la campaña del Palatinado, la intervención danesa y la amenaza de la propagación de la guerra a una escala sin precedentes con la intervención imperial en Polonia, contra Suecia y en el norte de Italia, contra la Francia de Richelieu.

Wilson describe con soltura e ingenio las campañas de un elenco de generales únicos: el mitificado y poco escrupuloso Wallenstein, el conde de Tilly –personificación militar de la Contrarreforma– o Cristian de Brunswick, a medio camino entre el príncipe caballeresco y el fanático religioso protestante, por citar algunos. Las principales batallas, lógicamente, disponen de los indispensables mapas que ayudan a comprender las tácticas desplegadas en el campo por los líderes militares.

El segundo tomo de «La Guerra de los Treinta Años» cubrirá la entrada en escena de Gustavo Adolfo de Suecia, el León del Norte, sus sorpresivas campañas y su enfrentamiento contra Wallenstein; la decisiva participación española en la batalla de Nördlingen, la entrada de Francia en la guerra y las batallas finales del conflicto, además de las profundas consecuencias de la Paz de Westfalia en la política europea y la dimensión humana de la contienda, que describe con lúgubre atino la portada de la edición de Desperta Ferro, un fragmento de «El triunfo de la muerte» (1562) de Pieter Brueghel «el Viejo». El volumen no puede faltar en toda buena biblioteca histórica. Por sus especiales cualidades, se trata del género de obra cuya lectura disfrutará tanto el lector iniciado como el principiante.

La Defenestración de Praga

¿Quién pudo prever que la defenestración de Vilém Slavata y Jaroslav Borita, dos destacados miembros de la administración real, junto con su secretario Philipp Fabricius, fuese a desencadenar una guerra de treinta años que se cobraría ocho millones de muertos? Era imposible calcular de antemano semejante desenlace, sobre todo porque en la década precedente se habían producido otras crisis que habían estado a punto de desembocar en guerra abierta pero que fueron sofocadas. Los sucesos de Praga fueron distintos. Los nobles protestantes que habían arrojado por la ventana a los representantes del emperador Fernando II –y que sobrevivieron milagrosamente– fueron pronto conscientes de su debilidad y recabaron apoyos externos: ofrecieron la corona de Bohemia al elector palatino Federico V y solicitaron la ayuda militar de la Unión protestante alemana. Federico aceptó la corona a pesar de que sabía que ello implicaría la guerra, pero confiaba, a su vez, en contar con el apoyo de su suegro, Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia. Fernando, por su parte, pidió ayuda a su pariente Felipe III de España. La lección duró muchos años, pero la historia volvió a repetirse. Eso es lo que ocurrió tres siglos más tarde, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando en Sarajevo el 28 de junio de 1914, cuando un suceso aparentemente local provocaría una escalada de tensión que arrastraría a todas las potencias del continente a una desgarradora guerra que devastaría Alemania y transformaría la faz de Europa.

Título: «La Guerra de los 30 años»

Autor: Peter H. Wilson


Editorial: Desperta Ferro

Comentarios

  1. la guerra de los 30 años fue la primera guerra total en continente europeo, fue mucho mas destructiva, que las guerras mundiales, con respecto a la población, y daño material producido; quedo en recuerdo europeo asta presente.

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