El Castillo de Olite, su hundimiento por la batería al mando del capitán Cristóbal Guirao.-a

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy


Capitán Guirao: "Sabía lo que hacía cuando hundimos el Castillo de Olite"
26.11.2006

El capitán Cristóbal Guirao observa lúcido el islote de Escombreras y el superpuerto, que ha borrado de la costa el monte donde estuvo el monumento a los marinos del Castillo de Olite, hundido bajo sus órdenes desde la batería de La Parajola. Ha vuelto a este fuerte por primera vez desde aquel 7 de marzo de 1939, acompañado de algunos familiares, unas cámaras de televisión, el historiador Luis Miguel Pérez Adán y el editor de Áglaya, Ángel Márquez, artífice del regreso al escenario de la batalla. Guirao residió en Francia hasta 1977 y ahora vive en España en el más estricto anonimato.
Llegó a Cartagena dos días antes del hundimiento al mando del batallón 821, compuesto por trescientos hombres harapientos y mal alimentados que formaban parte de la legendaria brigada 206. "Habíamos luchado contra Millán Astray, contra la Guardia Mora de Moscardó y los Requetés del Norte, duchándonos cuando llovía, éramos un ejército de chiquillos, pero bien preparado y con una buena infantería, no como las milicias, que solo tenían buena voluntad". La brigada sofocó en Cartagena la rebelión a favor de Franco. Ese día, la flota republicana había partido hacia Bizerta. "No habrá otro Cavite", ordenó Miguel Buiza, jefe de la Base Naval.
Tenían poca artillería, porque subir ametralladoras hasta La Parajola era costoso. "Sólo mosquetones, parecidos a los mausers, fusiles de los llamados 'checos' y 'naranjeros', con capacidad para cincuenta balas en el cargador". La noche antes del hundimiento, Guirao cenó butifarra lorquina y un poco de chorizo reseco junto a su compañero de galones, Antonio Martínez Pallarés.
El día que ha elegido Cristóbal Guirao, de 94 años, para visitar el escenario de la batalla es también luminoso, pero no hace frío como la mañana de aquel 7 de marzo.
Sus recuerdos son tan nítidos que parece que fue ayer cuando tras un intento fallido, el obús del cañón Vickers de la batería entró en oblicuo por la proa del carguero, hizo blanco en el puente y el barco saltó por los aires con su carga humana y toda la munición. Sin radio, el Castillo de Olite desconocía la orden de retirada de los 30 barcos de Franco que iban a tomar Cartagena. "Apareció entre la isla y la costa y no se detenía, a pesar de las señales del heliógrafo; yo le dije a Martínez Pallarés: dos cañonazos, uno a cada lado, para que eche anclas, se quede al pairo y diga quién es, pero sólo quitó la bandera de popa, y al virar se puso en la línea de fuego", cuenta Guirao, sin quitar la vista del mar.


El capitán ordenó entonces preparar una segunda pieza mientras el sargento recordaba que la artillería se atascaba. Fue entonces cuando Guirao cruzó su mirada con la de Martínez Pallarés. "Los honores son suyos y la responsabilidad es mía -dijo- y el capitán del Castillo de Olite, pobrecillo, se debió dar cuenta de que no podía avanzar". El jefe del fuerte de La Parajola recuerda el silencio que siguió a la explosión. "Luego disparamos dos cañonazos más para que los barcos de Escombreras que habían salido a prestar auxilio se fueran, y así lo hicieron". Ese mismo día dejó salir del puerto a un submarino. "Fui y soy consciente de mis actos; la guerra es la guerra y luché por lo que creí. La República tenía nombre de mujer y machos para defenderla, pero ahora no los tiene".
Días después se exilió a Francia, donde colaboró con la Resistencia. Durante mucho tiempo le quitó el sueño la suerte de Martínez Pallarés. "Fue trágico, pero 'C'est la casualité', como dicen los franceses"

Epilogo 

El capitán Martínez Pallarés abandonó la batería antes de la entrada de las tropas nacionales en Cartagena. Fue detenido, o se entregó él, en Hellín, a principios de mayo del 39. Procesado en Consejo de Guerra en Murcia,  y condenado a muerte el 28 de noviembre de 1.940. Ratificada la sentencia el 5 de marzo de 1.941 por un tribunal de Alicante. Así, el 7 de marzo de 1.941, aproximadamente a la misma hora del hundimiento del Castillo Olite (¿intencionada y macabra coincidencia?), fue fusilado en el cementerio de Nuestro Padre Jesús de Murcia. Su cadáver fue inhumado en la Zanja Judicial del departamento de disidentes de dicho cementerio.

El Capitán Cristóbal Guirao, asumiendo la responsabilidad, huyó de España embarcando en el puerto de Águilas, hacia Argelia, logró exiliarse en Francia. Murió el 31 de Julio de 2007 en la localidad alicantina de San Juan. 

Batería  de La Parajola

La Batería de La Parajola, también conocida como C-3, es una fortificación española de soporte de artillería costera situada en el monte de Galeras, dentro del término municipal de Cartagena (Región de Murcia), y más concretamente en la diputación de Canteras. Es conocida principalmente porque durante la Guerra Civil Española uno de sus disparos hundió el buque Castillo de Olite, provocando una de las mayores tragedias navales de la historia de España. 

Historia

La batería fue proyectada y construida en 1926, durante el programa de dotación de un cinturón defensivo a la estratégica plaza de Cartagena por la dictadura de Primo de Rivera. La Parajola se encuadraba en las instalaciones militares de La Algameca, y contaba con cuatro cañones construidos por la Sociedad Española de Construcción Naval en Reinosa, bajo licencia de la empresa británica Vickers-Armstrongs. El modelo de las piezas de artillería era el cañón de costa de 152,4/50 cm (seis pulgadas).
La Parajola fue utilizada contra objetivos militares exclusivamente durante la Guerra Civil Española, haciéndose necesaria por primera vez para responder a los bombarderos que sobrevolaban la ciudad descargando sus proyectiles, y posteriormente contra buques del bando sublevado que, como el crucero Canarias, se atrevían a acercarse a la costa.
A principios de marzo de 1939, estalló una sublevación en Cartagena fomentada por la quinta columna franquista y elementos republicanos favorables a un fin negociado de la guerra. La Armada de la República huyó a Túnez mientras el gobierno del presidente Juan Negrín enviaba a la 206.ª Brigada mixta a retomar la ciudad y el Estado Mayor del general Francisco Franco mandaba que desde Castellón de la Plana y Málaga zarparan 30 barcos con más de 20.000 soldados con intención de asegurar la importante base naval.

La Brigada 206 fue la primera en llegar y rápidamente redujo a los rebeldes, restableciendo el control republicano a mediodía del 7 de marzo. La Armada franquista retrocede al conocer la noticia a excepción del buque Castillo de Olite, que avanza hacia el puerto al no conocer la situación por tener la radio estropeada. Conforme se acerca, comprueba que la bandera tricolor republicana ondea en los edificios de Cartagena. No les da tiempo a reaccionar cuando impacta el primer disparo proveniente de La Parajola, que dirige el capitán Antonio Martínez Pallarés
El barco intenta maniobrar, pero entonces varios proyectiles vuelven a chocar en el casco, alcanzando uno de ellos la santabárbara. En la subsiguiente explosión murieron 1.476 hombres de los 2.112 que iban a bordo, 342 quedaron heridos y 294 hechos prisioneros.​ El Castillo de Peñafiel, otro barco que no pudo ser avisado a tiempo, recibió un impacto, pero pudo retirarse a Ibiza sin más percances.

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