El sumiller de Corps a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
Joaquín Fernández de Córdoba y Pacheco (Madrid, 22 de abril de 1787 - Madrid, 1 de octubre de 1871), IX marqués de Malpica, viii conde de Gondomar, xix señor de Parla, xx señor de Valdepusa, vi duque de Arión y grande de España, fue un militar y aristócrata español que ostentó los cargos de caballerizo mayor y sumiller de corps de la reina Isabel II.


El sumiller de Corps era el cargo palaciego que estaba al cuidado de la persona y las habitaciones del rey de España. Formaba parte del entramado institucional de la Real Casa y Patrimonio de la Corona de España.

Antecedentes históricos y régimen en los siglos XVI, XVII y XVIII

El cargo de sumiller de Corps tiene su antecedente en la función palatina de Castilla de camarero mayor del rey y era el equivalente al gran chambelán de la Corte francesa. Su denominación proviene de la palabra francesa “sommelier” (dormitar) y por tanto, era, en definitiva, el que regía al personal a su cargo en todo lo concerniente a las habitaciones privadas, vestir y aseo personal del rey, en resumen, todo cuanto atendiese al cuido y apariencia de la real persona y su familia. Fue introducido como tal cargo a partir de 1515 al traer Carlos I la etiqueta de la Casa de Borgoña a la Corte española y sus funciones estaban perfectamente delimitadas con las del mayordomo mayor del rey ejerciendo competencia sobre la Real Cámara mientras éste la ejercía sobre el Palacio, tan pronto el monarca lo abandonaba, y el caballerizo mayor.

Esta figura sustituiría en el reinado del emperador a la ya citada de camarero mayor (de hecho el último que tuvo Carlos I fue Enrique de Nassau entre 1521 y 1536.
El sumiller disponía todo lo atinente al ceremonial y funcionamiento de la Real Cámara nombrando a los nobles (los gentilhombres) y a los ayudas de cámara que debían ejercer el servicio diario en la misma y administrando el presupuesto destinado a su sostenimiento.
El poder de los sumilleres de Corps, por ello, en esta primera época era enorme por estar más íntimamente cercano a la real persona, hasta tal punto de que era el cargo palatino más codiciado en detrimento del de mayordomo mayor, en teoría de mayor jerarquía y más extenso mando efectivo sobre todas las demás funciones y cargos en la Casa Real. Los aristócratas más cercanos al poder real en la época de los Austrias, los llamados validos siempre procuraron ser nombrados para tal puesto ya que, así, ello les permitía pasar más horas junto al monarca y controlar las personas que formaban su círculo más íntimo. Fue así el caso del duque de Lerma respecto a Felipe III, el conde-duque de Olivares respecto a Felipe IV o el duque de Medinaceli respecto a Carlos II.

Según Gómez Centurión:

El mayordomo mayor y el sumiller de Corps debían repartirse los espacios del Palacio, reservando para el segundo los aposentos más privados que componían la Real Cámara. Sólo dentro de la Cámara –y con excepciones– el sumiller se convertía en señor absoluto. El sumiller tenía servicio continuado en la Real Cámara y, por tanto, también la entrada asegurada en todo momento a ella. Y era este acceso permanente al rey dentro de sus habitaciones más privadas y cuando se encontraba retirado lo que proporcionaba al sumiller de Corps todo su poder y autoridad en la vida de Palacio. No sólo podía filtrar sus audiencias privadas, que él concedía, retrasando unas y favoreciendo la celebración de otras, sino también intervenir en el nombramiento de los gentileshombres de cámara, sus inmediatos subordinados, estrechando de esta manera el círculo de personas que rodeaban cotidianamente al soberano. Y, por supuesto, gracias a las horas que disponía de intimidad con el rey, mediar en la concesión y distribución de toda clase de gracias y mercedes. El reconocimiento de todas estas enormes posibilidades de ejercer un poder efectivo sobre el soberano había sido lo que había llevado a los grandes validos del siglo XVII a ocupar siempre el cargo de sumiller de Corps o, al menos, a controlar estrictamente su nombramiento. El ceremonial de la alcoba real constituía una de las principales prerrogativas que las etiquetas borgoñonas concedían al sumiller de Corps, en la medida en que suponían una gran intimidad y un contacto físico diario con el monarca. Las de la Real Cámara de 1659 establecían en su punto primero que al camarero, o en su caso al sumiller, le correspondía dormir en una cama auxiliar en el mismo aposento del soberano. Si esto no era posible o el monarca deseaba dispensarle de esta obligación, debía al menos dormir en palacio. Al levantarse el rey tenía que entregarle personalmente la toalla, la camisa, el toisón, la ropa de levantarse y la capa y, en las comidas y cenas, servirle la copa

Con la llegada de los Borbones la posición del sumiller decayó, al principio por la gran cantidad de criados y servidumbre francesa que Felipe V trajo consigo. Posteriormente, su función no estuvo ya tan unida a su influencia política, al burocratizarse el propio funcionamiento del gobierno. Al centrarse en su labor doméstica, no fue extraño que mantuviera frecuentes conflictos de competencias con el mayordomo mayor. Su posición jerárquica era menor que éste y percibía por ello menos sueldos o “gajes” si bien, éstos solían verse, a menudo, compensados con otros ingresos paralelos.
Lo que es cierto es que el monarca siguió siempre nombrando para tal cargo a personas de su más íntima confianza, como ocurrió con el duque de Losada respecto a Carlos III y éstos aprovecharon su posición para tratar de favorecer a sus ministros más afines. Los sumilleres además no eran, generalmente, miembros de las más antiguas familias de la Grandeza de España los cuales, por el contrario, solían ser elegidos para ocupar el puesto de mayordomo mayor.

Régimen durante los siglos XIX y XX

En el siglo XIX las funciones fueron perdiendo importancia. Fernando VII e Isabel II aún mantuvieron un sumiller encargado de su servidumbre inmediata. Sin embargo, la figura de mayordomo mayor fue adquiriendo cada vez más relevancia real y la creación, en el reinado de Isabel II, del cargo de jefe superior de Palacio unido al de mayordomo mayor hicieron que la distinción entre este cargo y el de sumiller fuera cada vez más difusa. De hecho, al comienzo del reinado de penúltimo rey antes de Segunda República, Alfonso XII, en 1875, el cargo se suprimió.
Sólo en 1906, ya bajo el reinado de Alfonso XIII, se volvió a crear, si bien los cargos de mayordomo mayor y de sumiller de Corps se ejercieron por la misma persona con una sola excepción entre 1925 y 1927 cuando el primero fue ejercido por el duque de Miranda y el segundo por el marqués de Viana, caballerizo y montero mayor, que además ostentó el cargo de guardasellos, tradicionalmente unido al de mayordomo mayor.
A pesar de esta última circunstancia, del sumiller de Corps, al menos orgánicamente, y en consonancia con su antigua función a la que antes se ha mencionado, dependían los regios sirvientes que acompañaban en todo momento al monarca que eran los mayordomos de semana. Asimismo de él dependían, al menos formalmente, los gentilhombres de casa y boca, la clase de gentilhombre de cámara con ejercicio y los gentilhombres de entrada.

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