La desconocida biblioteca del ‘president’ Lluís Companys.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


Parte de la biblioteca de Lluís Companys, en la que se encuentran 'Le comte de Monte-Cristo', de Dumas; 'Novelas españolas', 'Cadaqués', de Josep Pla, y las obras completas de Lope de Vega.

El retrato del político impulsivo,buen orador pero no muy cultivado, de discurso incendiario y construido sobre tópicos que hacen los historiadores del presidente de la Generalitat de Cataluña Lluís Companys se relativiza tras echar una ojeada a su, hasta ahora, desconocida biblioteca. Los escritos de Cicerón, la primera edición completa del Quijote en francés, Las mil y una noches editada en 1858, Le comte de Monte-Cristo en una versión con ilustraciones de 1852, las obras completas de Lope de Vega, Episodios nacionales de Pérez Galdós, Páginas escogidas de Azorín, Jacinto Benavente, Emilia Pardo Bazán, los poemas de Gabriel y Galán… son algunos de los 250 libros que pertenecieron a Lluís Companys (Tarrós, Lérida, 1882-Barcelona, 1940) y que ofrecen un perfil muy distinto del político que proclamó el Estado catalán dentro de la República Federal Española el 6 de octubre de 1934 y, tras ser indultado y volver a ser presidentdurante la Guerra Civil, fue capturado en Francia por la Gestapo y fusilado por Franco en 1940, un día como hoy de hace 77 años.

TESOROS DE PAPEL

Histoire de l’admirable don Quixotte de la Manche, una edición en cuatro pequeños volúmenes (13,5 x 5,5 centímetros cada uno) traducida por Filleau de Saint-Martin e impresa en Ámsterdam en 1692, es el mayor de los tesoros de papel que perteneció a Lluís Companys. Además de tratarse de la primera traducción completa al francés que se realizó de la obra de Cervantes, Filleau de Saint-Martin reescribió el final del libro y dejó vivo a don Quijote, de forma que años más tarde él escribió las partes 5º y 6ª de la novela.
Las mil y una noches, en una cuidada edición con ilustraciones de 1858, o Le comte de Monte-Cristo, de Alexandre Dumas, impreso en París en 1852 e ilustrado por Staal y Beaucé, son algunos de los ejemplares que conviven con diccionarios, libros de Derecho, de arte y mucha poesía.
Tan distinto como que las tres cuartas partes de esos títulos, seguramente sus libros más queridos puesto que Companys tuvo que abandonar Barcelona la madrugada del 24 de enero de 1939 rumbo a París con lo que pudo llevarse en un coche, están en castellano y retratan a un hombre culto que apreciaba lo español. “Son los libros que llevó consigo cuando se exilió y entonces uno escoge lo que más aprecia”, comenta la propietaria de la biblioteca, que pide mantenerse en el anonimato. El conjunto lo vendió un sobrino de Carme Ballester, la segunda esposa de Companys, en 2010 en Saint-Malo, en la Bretaña francesa.
Los ejemplares, en buen estado de conservación, contienen muchas dedicatorias, entre ellas algunas tan significativas en esos momentos de crisis política como la del diputado y escritor Álvaro de Albornoz —presidente del Gobierno de la República en el exilio entre 1947 y 1951—, quien le obsequió con su conferencia El fascismo y las armas y las letras españolas, que pronunció en el Ateneo de Barcelona en 1938: “Al presidente Lluís Companys, en la gran tragedia de la República, con tantas simpatías por Cataluña como amor a España”.
Manuel Azaña, que le nombró ministro de la Marina en 1933 antes de ser presidente de la Generalitat, le dedicó su libro Mi rebelión en Barcelona (1935): “A don Lluís Companys, un muy amigo, que le recuerda afectuosamente”. De Azaña es también una cuidada edición, encuadernada por Brugalla con tapas de madera, de un discurso que pronunció en Barcelona el 18 de julio de 1938. Es una edición limitada de 75 ejemplares con dedicatoria impresa al president. En su biblioteca hay lugar también para la lírica, y aparecen títulos en catalán como Llibre blanch. Policromi-tríptic (1905), un poemario de Caterina Albert —que firmaba con el seudónimo de Víctor Català— que Companys le dedicó a su mujer: “A la meva doneta estimada i bonica; eternament, tu Lluís”.
Dedicatoria de Álvaro de Albornoz a Companys en 1938 en la que dice tener “tantas simpatías por Cataluña como amor a España”.

“La idea que se tiene de este político cambia radicalmente al conocer su biblioteca. Primero se ve que era un hombre con inquietudes intelectuales y también que no tenía aversión a lo español”, afirma la propietaria, quien revela que en 2010 la persona que adquirió el conjunto en Francia ofreció donarlo a la Biblioteca Nacional de Cataluña sin que sus responsables mostraran interés, y también al Ayuntamiento de Barcelona, con la misma respuesta.

Ricardo Cayuela, bisnieto de Lluís Companys, está entusiasmado con la idea de que se haya conservado la biblioteca de su antepasado. “En 1936 Companys se divorció de mi bisabuela, Mercé Micó, y se casó con Carme Ballester, una mujer muy dinámica que tuvo una vida muy complicada. Fue bastante valiente porque, ya viuda, refugió a judíos en París durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando fusilaron a mi bisabuelo, su segunda mujer lo heredó todo y lo que yo sé es que a su muerte [en París en 1972] cartas, libros, fotografías y muebles pasaron a manos de un sobrino de ella a quien le hemos perdido la pista”, explica Cayuela por teléfono desde México. El escritor y editor, que fue redactor jefe de la revista Letras Libres desde su creación en 1999 hasta 2012, añade:
 “Mientras que vivió, mi abuela sí que mantuvo una relación epistolar con Carme”, añade.

 La familia mexicana

 Los abuelos de Ricardo Cayuela, Maria de l’Alba Companys y Héctor Gally, se exiliaron a México tras la Guerra Civil. Allí tuvieron tres hijos, uno de ellos María Luisa —la madre de Ricardo—, pero ninguno regresó a España. De forma que los descendientes directos del político catalán, que solo tuvo dos hijos con su primera mujer —aunque el varón, Lluïset, siempre estuvo enfermo y murió en Francia—, están todos en México. 
“Mi familia conservaba algunos objetos de Companys, como plumas, gafas, pitilleras, cartas, fotografías y hasta el testamento ológrafo que escribió el 15 de octubre de 1940, justo antes de su fusilamiento; pero lo donamos todo a la Generalitat”, comenta Ricardo Cayuela (Ciudad de México, 1969).

“Yo no conozco cuáles eran sus gustos literarios, sí sé que fue un gran periodista y fundó varios periódicos. Él salió de Cataluña casi con lo puesto, con lo que podía llevarse en un coche, pero al ser el presidente de la Generalitat es probable que alguien le ayudara y pudiera hacer una pequeña mudanza. Sería muy interesante poder estudiar su biblioteca”, añade.
El presidente de la República Manuel Azaña le regala
 su libro 'Mi rebelión en Barcelona' a su “muy amigo” Companys.

Los historiadores coinciden en la idea de que el presidente de la Generalitat que declaró la independencia de Cataluña mostraba un escaso interés por la literatura. Opinión que quizás, tras conocerse la existencia de esta biblioteca, se modifique:

“Tenía una gran capacidad para conectar con la ciudadanía. Fue un político más impulsivo que reflexivo. Leer habría leído pero no se le notaba, no había referencias literarias en sus discursos. Fue un mal estudiante que se dedicó a tiempo completo a la política; además le gustaba mucho la vida nocturna, jugar al billar…”, comenta el historiador Arnau Gonzàlez, autor junto a Enric Ucelay da Cal del ensayo Contra Companys, 1936.
 La frustración nacionalista ante la revolución (2012. Universidad de Valencia), un ensayo que analiza un complot para asesinar al presidente.

Un periodista nato

Mi impresión es que la curiosidad estrictamente literaria de Companys fue escasa. Era un periodista nato, hombre de redacción con el horario que eso supone, a quien se le intuye una cultura rápida, política, poco meditada. Orador de verbo fácil, efectivo pero reiterativo y lleno de tópicos”, explica Ucelay da Cal, catedrático emérito de Historia Contemporánea de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.
Idea que también comparte Josep Maria Solé, catedrático de Historia Contemporánea de la Autónoma de Barcelona y el primer director que tuvo el Museo de Historia de Cataluña, entre 1996 y 2000.
 “En 1935 estuvo condenado a cadena perpetua en el penal de El Puerto de Santa María junto a algunos miembros de su Gobierno, hombres cultos, lo que sin duda le influyó”, afirma Solé, quien recuerda que Companys era, ante todo, un periodista de raza, más preocupado por lo que ocurría en la calle que en los libros. La historia tendrá que reescribirse ahora que la sociedad catalana ha recobrado el interés por la figura del político, y cuando la propietaria se decida a mostrar su tesoro.

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