Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente (Comuniter, 2018).-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes

MUJER CONTRA MUJER EN LA CATALUÑA INSURGENTE, RAFAELA TORRENTS (1838-1909) Y TERESA CLARAMUNT (1862-1931)
Autor: Laura Vicente



Introducción al libro

Las protagonistas de esta historia son cuatro y tienen nombres femeninos: Rafaela, Teresa, Barcelona y la desigualdad. Su autora es Laura Vicente, quien en Mujer contra mujer en la Cataluña insurgente (Comuniter, 2018) ha creado un relato híbrido entre el ensayo documental y la recreación histórica que pretende fotografiar las vidas de dos mujeres absolutamente opuestas en el marco de la Barcelona finisecular que pasaba la página del XIX al XX. Con sus retratos, Vicente busca “una visión global desde dos miradas de mujeres comunes, reales y desconocidas para la historia”, comenta a El Salto esta doctora en Historia por la Universidad de Zaragoza y especialista en historia de la mujer.

Dos mujeres

Rafaela Torrents (1838-1909) y Teresa Claramunt (1862-1931) nunca se cruzaron y sus comportamientos y condiciones no podrían haber sido más diferentes. Vicente parte del atentado en el Liceo el 7 de noviembre de 1893, un suceso que le sirve para entrelazar las vidas de Torrents y Claramunt: la primera asistía desde la platea a la representación del Guillermo Tell de Rossini, la obra que esa noche inauguraba la temporada de la Ópera en Barcelona, y la segunda sería detenida en la posterior oleada de arrestos —que ascendieron a más de 500 al finalizar el año—, pese a no guardar relación con el ataque, dos bombas lanzadas sobre el patio de butacas cuya explosión provocó una veintena de muertos. Según algunas interpretaciones, el atentado ejemplificaría el choque sangriento de los dos mundos —el burgués y el obrero, de los que Torrents y Claramunt son exponentes muy claros— que compartían la misma ciudad.

Desde la abundancia de Rafaela Torrents se pueden apreciar mejor las carencias de las mujeres trabajadoras —explica Vicente—. Ella estaba protegida por el dinero y por las influencias políticas que tenía. Aunque intenta transgredir algunos límites, no necesita arriesgar todo como tiene que arriesgar Teresa Claramunt, incluso su salud, que se va deteriorando progresivamente por la falta de recursos”. La historiadora ya había publicado en 2006 otro trabajo, centrado en la figura de Claramunt, pero se quedó con la impresión de que le faltaba la otra parte de la sociedad, las clases altas, “que aparecían casi como una sombra proyectada en la pared”.

MUJER (RICA) CONTRA MUJER (POBRE)

Marquesa una, trabajadora textil desde los diez años la otra, la desigualdad entre ambas se ilustra plenamente con un dato: a los 18 años, el hijo de Rafaela Torrents era el segundo mayor contribuyente al fisco en Barcelona; mientras, Teresa Claramunt sufrió la muerte de cinco de sus retoños a edad muy temprana, apenas unos pocos meses de vida.
De Claramunt llegó a afirmar Federica Montseny —anarcosindicalista que se convirtió en la primera mujer ministra durante la II República— que carecía de cultura y no usaba frases floridas pero que tenía el instinto certero del pueblo. Participante activa en la huelga de las siete semanas en 1883, con el objetivo de reducir la jornada laboral a 10 horas, Claramunt tejió redes con sus compañeras y un año después crearon la sección varia de trabajadoras anarcosindicalistas de Sabadell en la que ella propuso compartir, en las jornadas festivas, los conocimientos de cada una relativos a administración de la casa, lectura o escritura. Después publicaría folletos, organizaría huelgas y secundaría protestas que en numerosas ocasiones dieron con sus huesos en la cárcel. La represión institucional hizo mella en el cuerpo y la salud de Teresa Claramunt.
Rafaela Torrents, por su parte, enviudó muy joven, quedando a cargo de administrar la fortuna legada a su único hijo por parte de su marido, un terrateniente cuya familia había amasado un tesoro en el mercado de los esclavos en Cuba. Esa situación desahogada le permitió disponer de palacete y participar en los rituales de la clase alta en Barcelona, también moverse en los ambientes en los que lo hacían quienes regían el destino de la ciudad. Su mentalidad era conservadora, al igual que sus ideas políticas.
Prolijo en detalles relativos a la vida cotidiana de ambas, el libro de Laura Vicente se inscribe en una corriente historiógrafica denominada contrahistoria, que renuncia conscientemente al gran relato para centrarse en la letra pequeña, según la autora. Un propósito que emparenta su trabajo con el de Carlo Ginzburg (autor de El queso y los gusanos: el cosmos según un molinero del siglo XVI) o el de María Rosón, en su investigación sobre cultura visual e identidades de género en los primeros años del franquismo.
Vicente reconoce que en su búsqueda topó con complicaciones derivadas de la falta de documentación sobre dos personas comunes, aunque una de ellas fuese de clase alta: “De hecho, se sabe menos de Rafaela Torrents que de Teresa Claramunt. Acercarte a su historia es complicado porque hay poco rastro. Claramunt tiene tres coordenadas que hacen muy complicada su biografía: es mujer, viene de clase humilde y desarrolla una ideología política revolucionaria. En el caso de Torrents, el hecho de ser una mujer observada como una persona banal y carente de interés por su condición de clase en esta época lo hace difícil”.

BARCELONA, LA TERCERA EN DISCORDIA

Aunque ninguna de las dos era oriunda de Barcelona, la capital catalana es la tercera protagonista del relato escrito por Laura Vicente a partir de las vidas de Rafaela Torrents y Teresa Claramunt en la segunda mitad del siglo XIX. En ese periodo, la población barcelonesa creció hasta un 300%, debido a la anexión de localidades como Gracia, San Martín o Sants. En 1930 la ciudad alcanzó el millón de habitantes, en un proceso también definido por la baja natalidad, lo que propició el fomento —por parte de las patronales, necesitadas de mano de obra— de la inmigración desde zonas rurales de Cataluña y de fuera.
En esa Barcelona dual creció una febril actividad sindical y obrera, recuerda Vicente: “Cuando se habla de la Cataluña insurgente, se habla de la Cataluña de las clases trabajadoras que eran las que habían construido espacios de resistencia y rebeldía en los barrios, encauzados por el sindicalismo y especialmente por el anarquismo. Pero esto es extensible a cualquier otro lugar de España y de Europa. Lo que queda de eso ahora mismo en la ciudad de Barcelona son barrios en los que hay espacios que emergen en momentos determinados que podrían enlazar con este planteamiento de posiciones de resistencia y rebeldía. Se manifestaron muy claramente en el 15M, (El Movimiento 15-M, también llamado movimiento de los indignados,​ fue un movimiento ciudadano formado a raíz de la manifestación del 15 de mayo de 2011, convocada por diversos colectivos, donde después de que cuarenta personas decidieran acampar en la Puerta del Sol esa noche de forma espontánea,​ se produjeron una serie de protestas pacíficas en España, con la intención de promover una democracia más participativa alejada del bipartidismo PSOE-PP (binomio denominado PPSOE)​ y del dominio de bancos y corporaciones, así como una «auténtica división de poderes» y otras medidas con la intención de mejorar el sistema democrático.) por ejemplo. No con la fuerza de entonces, pero siguen muy vinculados al mundo libertario, ya lo muestren explícitamente o por las prácticas que desarrollan”.

La historiadora señala también que en la ciudad de Barcelona “sigue habiendo una distancia enorme entre los barrios de clase alta y de clase trabajadora: no es poca cosa, por ejemplo, que exista una diferencia media de ocho años en esperanza de vida entre unos y otros”.

Biografía

Teresa Claramunt Creus
Teresa Claramunt Creus

(Sabadell, Cataluña, 4 de junio de 1862 - Barcelona, 11 de abril de 1931)​ fue una dirigente anarcosindicalista española.
Ya a la edad de 10 años la fiera burguesa me sujetó con sus garras explotando mi débil existencia”. La historiadora Laura Vicente Villanueva recupera estas palabras de la obrera anarquista y feminista Teresa Claramunt (1862-1931) publicadas en 1887 en el periódico El Productor. Cursados los primeros años de enseñanza obligatoria (hasta los nueve, según la Ley Moyano), la anarcosindicalista de madre católica y padre adscrito al republicanismo federal empezó a trabajar en Barbastro (Huesca) y, a partir de los trece años, en las factorías de Sabadell. 
En el artículo “Teresa Claramunt, memoria y biografía de una heterodoxa” (Arenal, 2005), Laura Vicente recuerda que la joven obrera empezó a adquirir conciencia de clase en las sociedades obreras de oficio de la Federación de Trabajadores de la Región Española (FTRE) y, durante 1883, en la “huelga de las siete semanas” de la industria lanera de Sabadell, que movilizó a miles de personas y por la que fue despedida. Tras intentos como el de la Sección Varia de Trabajadoras Anarco-colectivistas de Sabadell (1884), se acercó a otras tradiciones; así, participó a partir de 1889 en la Sociedad Autónoma de Mujeres de Barcelona, organización librepensadora y feminista en la que compartía espacio y saberes con la republicana y masona Ángeles López de Ayala y la espiritista Amalia Domingo Soler. 
El activismo de Teresa Claramunt se concretó también a finales del siglo XIX en la propaganda a favor de la huelga general, la intervención en mítines y la defensa de un anticlericalismo que vinculó a la emancipación de las mujeres; contrajo matrimonio por la vía civil (en el juzgado de Sabadell) con el tejedor y sindicalista Antonio Gurri, y años después iniciaría una relación “libre” con Leopoldo Bonafulla.

Marquesa de Marianao

Rafaela Torrents Higuero

Rafaela Torrents (1838-1909), titulado “Los ‘poderes’ de una mujer de clase acomodada en la Cataluña decimonónica”. Nacida en Vilanova i la Geltrú (Barcelona), Rafaela Torrents provenía de una familia de alcurnia. De hecho, el Ayuntamiento vilanovense consideraba a su padre, en 1849, como el quinto contribuyente del municipio, resalta la historiadora; “además de ser propietarios de fincas urbanas y rústicas, eran beneficiarios del poder municipal y profesionales del Derecho”, añade. La autora llama la atención sobre la relevancia del primer tercio del siglo XIX en Vilanova i la Geltrú: se produjo una significativa expansión del comercio y el “arranque” de la industria mecanizada del algodón.
Rafaela Torrents contó con una notable biblioteca en casa; fue hija de una época y sus valores, en que la esposa se subordinaba al hogar y el marido. Su padre falleció en 1851, cuando ella tenía 13 años, lo que le abría las puertas a una parte del patrimonio familiar. A los 18 años, mujer casadera, departía en los hogares de la burguesía, el círculo vilanovés y las tertulias de los domingos.
 “Las clases acomodadas seguían estrategias matrimoniales comunes para reunir patrimonios y vincular intereses económicos, o de otro tipo”, explica Laura Vicente. El futuro cónyuge de Rafaela Torrents, de la familia Samà, provenía de los “indianos” que habían migrado -a partir de la segunda mitad del siglo XVIII- de Vilanova a América; el primer migrante, Pablo Samà, hizo fortuna en Cuba, en parte vinculada al negocio esclavista.

Rafaela Torrents, quien se casó con Josep Samà en 1859, un año después que el “indiano” retornara de Cuba. El matrimonio fijó su residencia en Barcelona, donde tuvieron que echar raíces y empezar a relacionarse con gente de orden. Un primer paso fue instalarse en la Plaza Real, “zona de prestigio antes de construirse el Ensanche”, recuerda Laura Vicente Villanueva. Otra señal de respetabilidad burguesa era la asistencia a las iglesias y el Liceo.(Teatro de la Opera) La historiadora continúa describiendo las inquietudes del matrimonio: “En 1862 se iniciaron las obras de construcción, por encargo de la propia Rafaela, de un palacete digno de su categoría en el Paseo de Gracia”.


En 1866 Rafaela Torrents enviudó, con un hijo de cinco años a su cargo –Salvador Samà i Torrents- que heredó el marquesado de Marianao (en 1883, antes de convertirse en diputado y alcalde de Barcelona, Salvador Samà ya figuraba -por su patrimonio inmobiliario- entre los principales contribuyentes al Ayuntamiento de Barcelona); tutora de la fortuna del menor, esta mujer aristocratizada entabló pleitos e invirtió en inmuebles y acciones de empresas. Asimismo trabó una amistad estrecha con Víctor Balaguer, diputado, Ministro de Ultramar durante la Restauración y senador vitalicio desde 1888. Según Laura Vicente, “Rafaela llegó a ser amiga de Balaguer y, a través del afecto, consiguió ella misma influencia y favores”. 
En enero de 1875 el rey Alfonso XII llegó al Puerto de Barcelona, tras el pronunciamiento del general Martínez Campos que liquidó la I República y restauró la monarquía borbónica. Rafaela Torrents celebró la vuelta al orden.

Marquesado de Marianao

El Marquesado de Marianao es un título nobiliario español creado el 10 de diciembre de 1860 por la reina Isabel II a favor de Salvador Samá Martí, Coronel de Milicias de Infantería en Cuba. Regidor de La Habana, Senador del Reino.

A esta familia catalana pertenece, entre otras de notoria distinción, la rama de los Marqueses de Marianao, con Grandeza de España; de Villanueva y Geltrú y de Samá.

Tuvo casas en Villanueva y Geltrú, villa de la provincia de Barcelona, y en esta ciudad. A esa rama de Villanueva y Geltrú pertenecía en mediados del siglo XVIII.

ARMAS:

En campo de azur, un losanje de oro cargado de un grifo de gules y acompañado de cuatro estrellas de oro.
Así las trae la rama de los Marqueses de Marianao.
Ana Karina González Huenchuñir

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