Semana Trágica de Barcelona; a


Guardias Civiles y arrestados, durante la Semana Trágica.
Ana Karina González Huenchuñir
Introducción

Se conoce con el nombre de Semana Trágica a los sucesos acaecidos en Barcelona y otras ciudades de Cataluña entre el 26 de julio y el 2 de agosto de 1909. El desencadenante de estos violentos acontecimientos fue el decreto del gobierno de Antonio Maura de enviar tropas de reserva a las posesiones españolas en Marruecos, en ese momento muy inestable, siendo la mayoría de estos reservistas padres de familia de las clases obreras. Los sindicatos convocaron una huelga general.

Antecedente

Aquel verano de 1909 fue uno de los más convulsos del recién estrenado siglo XX. El gobierno conservador presidido por Antonio Maura había decretado la movilización de diversos núcleos de reservistas para completar las unidades militares que debían embarcar hacia Melilla. Aquella guarnición necesitaba refuerzos tras las operaciones de policía ordenadas por el general Marina a resultas del acuchillamiento de cinco empleados de la Compañía Norteafricana que explotaba las minas de plomo de Beni-bu-Ifrur, y para proveer las posiciones avanzadas que permitirían proteger Melilla de nuevas incursiones rifeñas. La necesidad se había hecho perentoria el 5 de julio, cuando una junta de jefes tribales declaró la guerra a España, desatendiendo, como de costumbre, la autoridad del sultán de Marruecos. 
La incapacidad de este último para salvaguardar el orden en el Rif y proteger los enclaves e intereses españoles convenció al gobierno Maura de la conveniencia de establecer un hinterland defensivo que remediara el ahogo endémico de Melilla. Las operaciones debían culminar con la toma del macizo del Gurugú, baluarte desde donde los rifeños amenazaban los arrabales de la ciudad.
El uso de soldados en la reserva, hombres aún sujetos al servicio militar, pero fuera ya del periodo de instrucción e insertos en la vida civil -no pocos de ellos casados, con hijos y empleos estables-, hizo especialmente impopular esta pequeña guerra. Todavía es un misterio por qué el ministro de la Guerra, general Linares, no desplegó primero la Brigada que, con base en el campo de Gibraltar, estaba preparada para actuar en Ceuta o Melilla, según se requiriera.
Era cierto que la movilización de reservistas para la integración orgánica de las unidades estaba contemplada en la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército y obedecía a la técnica más moderna. Pero cabían pocas dudas de su impopularidad para conflictos que trascendían la mera defensa del territorio nacional, sin que aquélla pudiera compensarla la calidad militar o la moral de los efectivos movilizados. En todo caso, las imprecaciones contra la guerra, patentes a principios de julio durante la despedida de los reservistas de Madrid y Barcelona ante unos familiares consternados, mostraron a las organizaciones republicanas y obreristas un filón que explotar en su constante labor de deslegitimación de la monarquía constitucional. Una proclama publicada el viernes 23 de julio en el periódico La Internacional, dirigido por el socialista Antonio Fabra Ribas, pidió la reunión de un congreso nacional de sociedades obreras para acordar una huelga general en toda España. 
El comité de Madrid la fechó para el 2 de agosto, pero el de Barcelona, integrado por representantes anarquistas, de UGT y sindicalistas de Solidaridad Obrera, predecesora de la CNT, precipitó la protesta a la mañana del lunes, 26 de julio, aprovechando el caldo de cultivo de un nuevo embarque de reservistas y tras haber recabado la colaboración de militantes del catalanismo de izquierdas y del republicanismo radical. Aunque se ha popularizado la participación de Alejandro Lerroux, éste, ausente de España desde febrero de 1908 y favorable a la intervención de España en Marruecos, estuvo al margen de los hechos. En todo caso, la tarde del 26 de julio los piquetes extendieron la huelga por Barcelona y otros centros industriales de la provincia. El incremento de los disturbios conllevó la declaración de la ley marcial y el despliegue de los soldados para apoyar a la policía en labores de vigilancia. La Semana Trágica había comenzado.

Semana trágica 
Barcelona se convirtió en La ciudad quemada durante la Semana Trágica.

El 27 de julio la protesta adquirió verdadero carácter insurreccional. Proliferaron las barricadas, los asaltos a las armerías y los tiroteos contra la fuerza pública desde los tejados, balcones y azoteas. Se cortaron las líneas telegráficas y telefónicas y el tendido eléctrico, se interrumpió el tráfico ferroviario y se volaron puentes. Protegidos los edificios oficiales, los asaltos e incendios se concentraron en las casetas donde se cobraba el impuesto de consumos y, especialmente, en 63 iglesias y conventos, que fueron saqueados y quemados total o parcialmente.
 Los 2.000 efectivos, entre policías y soldados, se vieron desbordados por la generalización y dispersión de la violencia.Los dirigentes del comité de huelga intentaron encauzar el levantamiento hacia la proclamación de la República. Sin embargo, y pese a la destacada participación de muchos de sus afiliados en la revuelta, los dirigentes del catalanismo de izquierdas y del Partido Radical se desligaron de toda responsabilidad.
 Esto, y que la revolución no se extendiera al resto de España, desmoralizó a los insurrectos. El levantamiento languideció el viernes 30 de julio, cuando la fuerza pública recibió órdenes de sofocarlo activamente. La llegada de refuerzos de Valencia y Zaragoza terminó con él al día siguiente. Hasta el 1 de agosto el gobierno contabilizó 78 muertos, 153 heridos graves y más de un centenar de edificios incendiados, la mayoría de ellos religiosos. Se abrieron más de 700 causas con un número de implicados que sobrepasó el millar y medio y se impusieron 17 condenas de muerte y 59 de cadena perpetua.

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
Francisco Ferrer Guardia

Pero el corolario más célebre de aquella Semana Trágica fue la ejecución de Francisco Ferrer Guardia, destacado anarquista, junto a otros cuatro individuos a los que no se indultó.
 El caso Ferrer fue polémico por lo endeble de las pruebas condenatorias, sin más base que los testimonios de afiliados radicales y socialistas. Ferrer Guardia estuvo en Barcelona y alentó la revuelta, pero no se mezcló en los desmanes ni organizó o dirigió el levantamiento. En su condena pesaron factores ajenos, como su defensa del terrorismo como método revolucionario o su implicación en anteriores atentados, especialmente en los magnicidios frustrados contra Alfonso XIII en 1905 y 1906.
 Las manifestaciones contra la ejecución de Ferrer, llevadas a cabo por las organizaciones obreras de varias ciudades europeas, estarían sobre la base de una campaña que, momentáneamente, rompería la solidaridad entre los partidos conservador y liberal, y propiciaría, en octubre de 1909, la caída de Maura. 




HISTORIA ENTREVISTA.

Por qué Barcelona ha sido una ciudad tan sangrienta en los últimos dos siglos
La ciudad violenta (Península) de Jordi Corominas sigue el rastro de la criminalidad en Barcelona desde el siglo XIX. Un trabajo periodístico exhaustivo y que pretende huir del amarillismo y la "versión oficial". 
26 septiembre, 2021

 Por qué el estallido de la Guerra Civil fue tan brutal: 8 vidas truncadas en la España de 1936
El amarillismo infectó a la opinión pública casi al mismo tiempo que la prensa escrita hizo acto de presencia. El poder político maquinó el resto con el mantra goebbeliano de la repetición, la mentira y la confusión como sus principales armas. Barcelona sufrió un proceso de industrialización a mediados del siglo XIX que fue el detonante de toda clase de movimientos sociales y respuestas sangrientas.
150 años después es posible tomar el pulso a cada década de la historia de la ciudad a través de los crímenes que la prensa cubrió, recreó o inventó; siempre con motivaciones más o menos políticas. Un rastro que puede ser trazado hasta nuestros días, y en el que la violencia —junto con sus consecuencias—, termina por reconstruir el pasado de la ciudad. 

Jordi Corominas nació en Barcelona en 1979. El tiempo suficiente para ser testigo del advenimiento de la era "de Messi y Gaudí" que se manifiesta en cada rincón de la capital catalana. Ahora firma La ciudad violenta (Península), un ágil trabajo de investigación a golpe de hemeroteca, que parte desde el pistolerismo de principios de siglo hasta la Urquinaona de 2019. Una suerte de geografía de la violencia que discurre de forma paralela con su historia reciente. 

La Barcelona de la 'bullanga'

El 25 de julio de 1835 se da la primera bullanga, los fenómenos de violencia esporádica y profundamente anticlerical que se extenderían durante toda la década siguiente. La quema de 'manos muertas' de la Iglesia y la implicación de la ciudadanía, guardaba el velado interés de una burguesía incipiente por obtener parcelas en terreno codiciados a través de su destrucción.
A finales del siglo XIX, en 1897, la ciudad anexionaba los pueblos que se extendían en sus márgenes, duplicando el número de habitantes en una sola noche hasta el medio millón. Corominas señala la importancia de un hecho que dividió aún más la ciudad entre el "centro burgués y el extrarradio obrero". El periodista señala la impresión que Madrid causó en Josep Pla, quien decía que "estaba lleno de señoras, aunque la mayoría eran de pueblo"; frente a la cultura señorial y cosmopolita que ya desarrollaba la ciudad condal. 

El autor hace referencia a la industrialización de Cataluña como un hecho principal para entender estos levantamientos violentos. "Mientras que Madrid y País Vasco eran socialistas, a Barcelona llegaron los delegados anarquistas que lo implantaron en todas las fábricas, la sindicación era enorme". 

El anarquismo vertebró las luchas políticas de los obreros de la Barcelona fabril. Estos años estuvieron marcados por "la violencia sin organización" del atentado en el Liceo a la Semana Trágica. Un episodio este último que su autor subraya como un advenimiento del golpe de Estado de 1936. "El pueblo fue carne de cañón y ya había dos Españas muy distintas: una de reformas laborales que deseaba vivir mejor; y otra de militares, Iglesia y terratenientes que defendía lo suyo". Una realidad política que se manifestaría de la forma más cruenta en la década de los 30.

La ciudad violenta

De las bullangas y atentados anarquistas, La ciudad violenta nos lleva hasta la última década. El turismo, las leyes de civismo y el procés se convierten en protagonistas con el telón de fondo de la crisis económica y social en Barcelona. Corominas blande la 'violencia mental' de aquellos a los que "se les prometió cruzar la meta, cuando la propaganda les dijo que estaban a las puertas". Una violencia alimentada por los medios de comunicación y de la que se lamenta su autor:

 "En Cataluña los medios de comunicación han creado un ruido infame que no permitía a la gente desconectar del procés".

De octubre a noviembre de 2019, se extendieron por Cataluña las protestas contra la sentencia del juicio a los líderes del proceso independentista. Los seis días de altercados alimentaron los fuegos de la indignación en el centro de la ciudad. El resultado final fue de más de 580 heridos y el retumbar de viejos fantasmas.
"La prensa tuvo el gatillo muy fácil a la hora de relacionar Urquinaona con la Semana Trágica pero no tienen nada que ver".

Corominas apunta a las grandes diferencias que separan las revueltas violentas de los siglos pasados con las actuales:
  "Somos muchísimo más pasivos que nuestros abuelos y bisabuelos, tenían más ideología y se la jugaban por el pan. En Urquinaona estaban mucho más desorganizados, no había tampoco una motivación política clara". 
El autor hace referencia a las "resacas de la historia", las jaquecas que los grandes procesos históricos acaban provocando y de los que la población sale aletargada. Un proceso en el que parece sumirse ahora Barcelona, entre el final de la pandemia y el desmantelamiento de la línea dura del independentismo.
  "Ahora parecen haberse relajado los ánimos. Hoy concretamente con lo de Puigdemont da la sensación de que hace dos años se habría 'liado' en la calle 'la de Dios'", resume.
En los últimos capítulos del libro, el periodista llega hasta 2019 y los sucesos de Urquinaona, sin equidistancias con el pasado; pero con la vista sobre lo que la historiografía de la violencia puede decirnos del futuro de la ciudad. 
"La resaca histórica en Cataluña va a tratarla mal, ha sido muy violento. No ha habido una ruptura de España —como decían algunos partidos—, pero sí que han quedado heridas".

Comentarios

  1. un gran conocimiento de masas en la ciudad condal, una ciudad revolucionaria y terrorista

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