EL CAFÉ DE FRANCIA Y EL CAFÉ DE PARÍS DEL PASAJE MATHEU.
A escasa distancia de la Puerta del Sol, entre las calles de la Victoria y de Espoz y Mina, se encuentra el Pasaje de Matheu. En el año 1836 la desamortización de Mendizábal se llevó por delante, entre otros, al convento de mínimos de San Francisco de Paula (convento de la Victoria -1561-), que se extendía desde la entrada de la calle de Carretas hasta la de La Victoria y desde la calle de la Cruz a la Carrera de San Jerónimo, aproximadamente. El enorme solar se planificó entonces para levantar viviendas y abrir nuevas vías de acceso siendo adquirido por el comerciante Manuel Matheu Rodríguez con esa finalidad, al precio de tres reales el pie cuadrado. El terreno pronto se revalorizaría debido a la ampliación de la Puerta del Sol del año 1857. Es así como la calle de Espoz y Mina alargó su extensión y se abrió el pasaje comercial de la Equidad y Bazar de la Villa de Madrid, nombres por los que también era conocido el pasaje de Matheu, que fue construido entre los años 1843 y 1847 por el arquitecto Antonio Herrera de la Calle, entre la citada de Espoz y Mina y la calle de la Victoria. El pasaje fue diseñado con lujo para instalar en él tiendas de ropa para señora y caballero ya que Matheu era entonces director de la empresa “La Villa de Madrid”, que expedía sus productos textiles tanto a España como al extranjero. Estaba cubierto por un techo de cristal sobre una armadura en curva elíptica de hierro de tres metros de altura. Su entrada por la calle de Espoz y Mina se hacía a través de un arco de medio punto sobre el que había esculturas alegóricas al comercio de Francisco Pérez. El vestíbulo estaba decorado por pilastras corintias con pedestal y su pavimento era de mármol. Toda la anaquelería de las tiendas era de caoba con adornos dorados, al igual que los mostradores y escaparates. La superficie total del recinto era de 3.166 pies cuadrados. (Un pie = 27,86 cm.). Parece que el pasaje y su bonito techo entraron en decadencia hacia el final de los años cincuenta del siglo XIX, poco tiempo después de la liquidación de la sociedad “La Villa de Madrid” que tuvo lugar en 1854. Según los periódicos del momento, muchos de los cristales que cubrían el pasaje estaban rotos y permitían el paso de las aguas de lluvia, sin que nadie se tomara la molestia de arreglarlo. Ya en el año 1874, la bóveda de cristal había sido eliminada y el pasaje estaba a cielo abierto, convertido en una calle peatonal. Manuel Matheu, que falleció intestado, también fue apoderado de la “Compañía general de pozos artesianos” que contó con el exclusivo privilegio real, por cinco años y en toda España, para acometer perforaciones con un nuevo sistema a vapor que permitía taladrar en 12 horas, 25 pies. Es así como, según Ramón Gómez de la Serna, en los terrenos del pasaje de Matheu se llegó a perforar el agujero más profundo de Madrid, un pozo artesiano tan hondo que terminó por cerrarse. En la segunda mitad del siglo XIX, dos cafés fueron a instalarse también en este pasaje y eran los preferidos de los ciudadanos franceses que venían a Madrid: El café de Francia y el café de París.
El café de Francia o Francés, se inauguró en el año 1867 y estaba situado en la calle de la Victoria, números 6 y 8, haciendo esquina con el pasaje de Matheu.
| antiguo aspecto
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Fue, junto a su vecino el café de París, el primero en sacar terraza a la calle ante la mofa de quienes aún no estaban acostumbrados a ver semejante servicio en Madrid y repetían con insistencia que aquel debía ser un local tan pequeño, que las mesas debían estar fuera.
Era un café tranquilo y dotado de mesas de billar. Silencioso hasta el punto de jugar a los dados con cubilete de cuero y tapete sobre la mesa, para mitigar el ruido. Un lugar donde nadie miraba a nadie y aburrido, en contraste con el bullicio del resto de los cafés de Madrid.
Fue el propietario más conocido del café de Francia Camilo Double, un fracés muy simpático que huyó de Francia en 1871, cuando Thiers (Louis Adolphe), el llamado enano sangriento, venció a la Commune y fusiló a centenares de comuneros. Era éste un hombre alto, grueso y elegante que saludaba a los parroquianos y daba el brazo a su esposa para llegar hasta la mesa.
| Aspecto actual del pasaje de Matheu. Al fondo se aprecia la calle de la Victoria. A la derecha estuvo el café de Francia y a la izquierda el café de París, con sus respectivas terrazas |
Una noche del mes de febrero de 1882, a la hora de más concurrencia en el local, sucedió un hecho insólito para el sosiego acostumbrado. Un jinete abrió de improviso la puerta y penetró con su caballo, recorriendo el café, ante el pasmo y el terror general. Todo el mundo corrió a refugiarse en los rincones que encontraba mientras el paseante decía: Señores, no hay que asustarse porque ni a ustedes ni a mí, ni a mi caballo nos va a suceder nada. Naturalmente fue detenido por una pareja del orden público, comprometiéndose a pagar cuanto hubiesen roto él y su caballo, y como no se había roto nada, nada tuvo que pagar. En septiembre del año 1897 llega a Madrid M. León Gandeaux, ciudadano francés y oficial de artillería quien dice haber dado la vuelta al mundo a pie. El dueño del café Francés puso a su disposición una habitación con asistencia completa, por todo el tiempo que le plazca permanecer en Madrid. Pero, al parecer, se trataba de un distinguido timador que procedía de Argelia y fue descubierto durante su visita a Barcelona, ciudad a la que llegó un mes después. No era militar ni tampoco había recorrido la distancia de sesenta mil kilómetros en cinco años, como aseguraba. No es difícil imaginar la animación, proporcionada por aquellos cafés, en el pasaje de Matheu cada 14 de julio, aniversario de la toma de la Bastilla. Los adornos con banderas galas, los faroles, la música de chotises revolucionarios, los bailes y La Marsellesa acompañada a coro por toda la concurrencia de ciudadanos franceses, en su gran mayoría. Cuando estalló la guerra europea, como España era neutral, hubo que impedir que los franceses que aquí residían demostrasen de una manera candorosa su noble patriotismo. Se prohibió la celebración de la fiesta del 14 de julio en el Pasaje Matheu. Esta fue la herida de muerte para sus cafés. Aspecto actual del pasaje de Matheu. Al fondo se aprecia la calle de la Victoria. A la derecha estuvo el café de Francia y a la izquierda el café de París, con sus respectivas terrazas. El café de París, frontero al de Francia, estaba en la calle de la Victoria, número 4, haciendo esquina con el pasaje de Matheu. Debió abrir sus puertas hacia el principio de la década de los años setenta del siglo XIX y también, como su vecino el de Francia, tenía habitaciones a modo de pequeño hotel. El sosiego y la amabilidad de sus parroquianos proporcionaron escasas noticias en la prensa sobre algún acontecimiento singular en este café. Tal vez alguna riña entre los ocupantes de su entonces “original” terraza y algún transeúnte contrariado por ella, que los hubo; el hurto de un gabán o la negativa a pagar lo consumido. El de París era el café que anunciaba vender ostras frescas de Arcachón a 1,50 y se sirven a domicilio, en el año 1892. También fue el centro de información escogido por los redactores y corresponsales de los periódicos de Madrid, para seguir telefónicamente el resultado de la lotería del mes de diciembre de 1918 para lo que, la Cía. de Teléfonos puso hilo directo con la Casa de la Moneda. La única trifulca más sonada y que hizo cerrar las puertas del café de París por el orden público, tuvo lugar el 14 de julio de 1915. El sexteto que tocaba habitualmente en el café interpretó La Marsellesa como colofón a la fiesta francesa, que fue cantada por todos los asistentes. Se pidió una nueva interpretación del himno que fue rematada con tantos vítores y aplausos que no gustaron a los guardias desplegados por la zona, quienes obligaron a desalojar tanto el local como el pasaje de Matheu. El café de París cerró a finales de la segunda década del siglo pasado, un poco antes de que lo hiciera su vecino Francés.
| el cafe de parís estuvo aquí. |
El pasaje de Matheu se convertiría, a partir de entonces, en una calle plagada de negocios dedicados a la restauración y a la venta de entradas para las corridas de toros. |
las terrazas, gracia o desgracia de coronavirus, se espande a mi ciudad de santiago
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