La científica poetisa.-Augusta Ada King, Condesa de Lovelace.-a
(Londres, 10 de diciembre de 1815-íd., 27 de noviembre de 1852), registrada al nacer como Augusta Ada Byron y conocida habitualmente como Ada Lovelace, fue una matemática, informática y escritora británica, célebre sobre todo por su trabajo acerca de la calculadora de uso general de Charles Babbage, la denominada máquina analítica. Entre sus notas sobre la máquina, se encuentra lo que se reconoce hoy como el primer algoritmo destinado a ser procesado por una máquina, por lo que se la considera como la primera programadora de ordenadores.
Dedujo y previó la capacidad de los ordenadores para ir más allá de los simples cálculos de números, mientras que otros, incluido el propio Babbage, se centraron únicamente en estas capacidades.
Su madre, Anne Isabella Noel Byron, fue matemática y activista política y social. Su padre fue el conocido poeta George Byron.
Su posición social y su educación la llevaron a conocer a científicos importantes como Andrew Crosse, Sir David Brewster, Charles Wheatstone, Michael Faraday y al novelista Charles Dickens, relaciones que aprovechó para llegar más lejos en su educación. Entre estas relaciones se encuentra Mary Somerville, que fue su tutora durante un tiempo, además de amiga y estímulo intelectual. Ada Byron se refería a sí misma como una científica poetisa y como analista (y metafísica).
A una edad temprana, su talento matemático la condujo a una relación de amistad prolongada con el matemático inglés Charles Babbage, y concretamente con la obra de Babbage sobre la máquina analítica. Entre 1842 y 1843, tradujo un artículo del ingeniero militar italiano Luigi Menabrea sobre la máquina, que complementó con un amplio conjunto de notas propias, denominado simplemente Notas. Estas notas contienen lo que se considera como el primer programa de ordenador, esto es, un algoritmo codificado para que una máquina lo procese. Las notas de Lovelace son importantes en la historia de la computación.
Los hallazgos Ada Augusta Lovelace hicieron posible la creación de un primer modelo que serviría de base para la actual computadora
Poca gente sabe que el poeta inglés Lord Byron tuvo una hija con la matemática y astrónoma Anna Isabella Milbanke. Tal y como cuentan, fue una hija no deseada por el poeta que, llevado por sus impulsos de calavera literario, rogaba al diablo que la hija naciera muerta.
Chismorreos aparte, la hija de Byron con el tiempo se convirtió en pionera de la programación informática, llegando a bautizar un lenguaje de computadora con su nombre. Vamos a contar su historia, tan electrizante como desastrosa, esto último debido a su afición por las apuestas hípicas.
Nacida en Londres, a principios de diciembre de 1815, Ada Augusta Lovelace heredó el carácter aventurero del padre y la capacidad numérica de la madre. Decía ser científica poetisa y su rebeldía e inconformismo, a la hora de no aceptar las pautas victorianas de los tiempos, llevaría a Ada a enfrentarse con uno de sus profesores, el matemático Augustus De Morgan; toda una eminencia de la época y primer presidente de la Sociedad Matemática londinense, al que Ada provocaba con sus preguntas; interrogantes que conseguían dejarlo en evidencia ante los demás alumnos. La incomodidad del reconocido matemático se hizo manifiesta cuando fue a ver a Lady Byron para llevar sus quejas acerca del comportamiento de su hija en las clases “Piensa como un hombre”, le dijo, lamentando con actitud machista la capacidad intelectual de Ada.
Así estaban las cosas entonces.
La pasión que Ada manifestaba por las matemáticas, abstrayendo los datos relevantes hasta dar con la resolución de un problema, desafiaba todo umbral que se le pusiese por delante, tal es así que, cuando Ada era muy joven, conoció a Charles Babbage, un excéntrico científico de 44 años. Entre otras cosas, este hombre, llevado por su obsesión a la hora de experimentar sin límites, fue capaz de introducirse en un horno encendido para saber qué era lo que le pasaba a un cuerpo humano sometido a altas temperaturas.
Con tal asunto, sostenía que era capaz de soportar el calor del cráter del Vesubio. En el momento de conocer a Ada, estaba obsesionado por construir una máquina calculadora que funcionase de manera mecánica, es decir, sin la ayuda humana, llamada la máquina diferencial. Ante el invento, Ada quedó sorprendida y con su estímulo y aporte intelectual, Babbage concebiría su cacharrito. Entre otras cosas, Ada exploró el uso de tarjetas perforadas para programar la máquina .
Con todo, los dimes y diretes de la época señalaron a Ada como la culpable de haber arrastrado a Babbage al vicio de las apuestas hípicas. El científico Charles Babbage -según lenguas victorianas- abandonó sus inventos para darse al estudio de estadísticas, velocidades y cálculos, con el fin de ganar en el hipódromo. Por lo visto, el machismo reinante en la época sólo permitía repartir las culpas, siempre inclinando más la balanza hacia la mujer, asunto por lo que la aportación científica de Ada Lovelace fue ignorada durante largo tiempo.
Tardaría mucho en verse reconocida su labor. Hoy en día, sabemos que los hallazgos de esta mujer hicieron posible la creación de un primer modelo que serviría de base para la actual computadora. De ahí que el lenguaje de programación desarrollado durante los años 1970 por el Departamento de Defensa de Estados Unidos, y que se aplica para la gestión del tráfico aéreo, lleve el nombre de Ada.
Por decir no quede que todos los años, el segundo martes de octubre, se rinde tributo a esta mujer visionaria que profetizó las posibilidades de las máquinas programables, capaces de “actuar sobre otras cosas más allá de los números, si encontráramos objetos cuyas propiedades pudieran ser expresadas mediante la abstracta ciencia de las operaciones” tal y como dejó escrito.
Por eso el “Ada Lovelace Day” está dedicado a impulsar la participación de las mujeres en la ciencia. Para que no sean ignoradas ni marginadas a la manera victoriana que las excluía de toda participación debido al acomplejado parecer de algunos -como el citado Augustus De Morgan- que sostenían que una mujer nunca podrá pensar como un hombre.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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