Palermo, el divino encanto de la decadencia.-a


Palermo  es una ciudad capital de la región autónoma de Sicilia y de la Ciudad metropolitana de Palermo. En ella habitan 860 000 personas (2016) y en su aglomeración urbana cuenta con cerca de 980 000, cifra que aumenta hasta 1 500 135 habitantes en toda su área metropolitana (la quinta más poblada de Italia).
Su historia milenaria le ha dotado de un considerable patrimonio artístico y arquitectónico que abarca desde restos púnicos hasta casas de estilo Art Nouveau, pasando por residencias de estilo árabe y normando, iglesias barrocas y teatros neoclásicos. Para actividades culturales, artísticas y económicas fue una de las ciudades más grandes del Mediterráneo y hoy es un apreciado destino estival para el turista que visita tierras italianas.​
En julio de 2015, el conjunto «Palermo árabe-normando y las catedrales de Cefalú y Monreale» fue incluido en la lista del patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Historia

Visitar Palermo, en el noroeste de Sicilia, es hacer un viaje en el tiempo. Trasladarse a la época de los fenicios y cartagineses; vivir las epopeyas romanas, disfrutar del legado bizantino y de la huella normanda; seguir los pasos del imperio español o deleitarse con la herencia árabe.
Sicilia, y sobre todo su capital, es eso, un crisol de culturas y una mezcolanza artística que se siente en cada esquina, se saborea en su cocina barroca, que toma de aquí y de allá lo mejor de cada casa, y ha conformado la idiosincrasia de los palermitanos, amables y acogedores con el foráneo. Palacios y casonas de verano, grandes teatros, iglesias, catedrales, esculturas, fuentes y plazas de distintos estilos y épocas conforman su paisaje urbano.
Una historia milenaria ensombrecida por un pasado reciente –las trágicas décadas de los ochenta y noventa– en la que Palermo vivía bajo la omertà –la ley del silencio–, la mafia campaba a sus anchas, su centro histórico se degradó hasta límites infranqueables y acaparaba tristemente la primera plana de los periódicos de medio mundo.
Sobre la autopista que une el aeropuerto internacional con Palermo hay dos monolitos en memoria del brutal asesinato del juez antimafia Goiovanni Falcone en 1992. Pocos días después también caería su mano derecha, Paolo Borsellino.
A la derecha de la carretera, en dirección al centro de la ciudad, y sobre una pequeña colina, aún se conserva una diminuta torre blanca –si se fija verá una pintada en letras negras con un No a la mafia– desde donde se activó el detonador de la bomba.
Afortunadamente esa época pasó y los únicos trapitos que se tienden al sol son la ropa recién lavada o las cortinas de grandes franjas de colores, que protegen ventanas y balcones del tórrido calor. Tradiciones tan mediterráneas.
Palermo sigue manteniendo un aire decadente que la hace irresistible. Viejas tabernas, donde podrá tomarse un vino frizzante –espumoso– o fermo –sin burbujas–; terrazas –donde pedir la bebida de moda: un Aperol Spritz o un helado–, y contemplar el ajetreo de sus calles, a veces encantadoramente destartaladas y que dan fe de que la capital siciliana es una ciudad viva que atrae a numerosos visitantes por un día –cruceristas– o por una estancia más larga.
Una semana le será suficiente para deleitarse con Palermo –el centro histórico lo puede recorrer a pie– y sus alrededores –Monte Pellegrino, Monreale, Mondello, Cefalú o Castelbuono, entre otros–.

De calle en calle

El Palacio de los Normandos o Palacio Real, cuyo origen se remonta al siglo XII, es la sede de la Asamblea regional. ¿Lo más impactante? 
La Capilla Palatina, donde conviven en armonía el arte árabe y bizantino con fabulosos mosaicos de pan de oro y su no menos espectacular techo de artesonado mocárabe de madera. Mezcla de estilos (normando, árabe, gótico, neoclásico) es la majestuosa catedral de Palermo en la via Vittorio Emanuele.
Esta calle es una de las más famosas de Palermo por sus palacios barrocos y tiendas. En la plaza Giusepe Verdi está uno de los iconos de la ciudad, el Teatro Massimo, uno de los más grandes e importantes de Europa por su formidable acústica, famoso además por su gran cúpula y su escalinata, que sirvió para rodar una de las escenas de la saga de El Padrino.
No se puede ir de Palermo sin visitar alguno de sus antiguos mercados que se remontan al siglo IX, como el de Ballaró –frutas y verduras–, la Vucciria –carnes– o el del Capo –pescados, aunque ahora puede encontrar de todo– y donde es un espectáculo ver a los tenderos vocear sus mercancías –abbaiare– .

La catedral

Visita obligada es la impresionante catedral de Monreale, a 30 minutos de Palermo, y uno de los mayores exponentes del arte normando en el mundo. Se quedará mudo al ver los fantásticos mosaicos dorados que cubren todo su interior: 6.500 m2, y su no menos magnífico claustro.


La catedral de Monreale (en italiano, Duomo di Monreale) es uno de los mayores logros del arte normando en el mundo. Es notable su fusión con el arte árabe que imperaba en Sicilia antes de la conquista de la isla por parte de los normandos. La iglesia fue fundada en 1172 por Guillermo II de Sicilia, y muy pronto, junto a ella se levantó un monasterio benedictino. La catedral es famosa por los impresionantes mosaicos dorados que cubren todo su interior, en los que se pueden contemplar escenas tanto del Antiguo Testamento, como del Nuevo Testamento.
El claustro, junto a la catedral, se apoya en 228 columnas, decoradas profusamente, y rematadas en unos capiteles muy trabajados. Sobre estos se apoyan unos arcos que denotan una fuerte inspiración árabe.

En julio de 2015, el conjunto «Palermo árabe-normando y las catedrales de Cefalú y Monreale» fue incluido en la lista del patrimonio de la Humanidad por la Unesco.1​ La catedral de Cefalú es uno de los nueve bienes individuales que comprende la declaración (con el ID 1487-009).

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