El Archivo Real y General de Navarra; El Catálogo Göring a

El Archivo Real y General de Navarra

Vista del Archivo Real y General de Navarra
Introducción

El Archivo Real y General de Navarra, también conocido como Archivo General de Navarra (AGN), tiene su origen en una Real Orden de 1836 que solicita a la Diputación la gestión del Archivo de la Cámara de Comptos, institución abolida ese año al transformarse Navarra de reino a provincia. Fue nombrado archivero en 1841 José Yanguas y Miranda, por entonces secretario de Comptos. En 1852, al ocupar la Diputación el palacio neoclásico que es la actual sede del Gobierno de Navarra, el Archivo de Comptos hasta entonces en la sede de la calle Ansoleaga de Pamplona, se trasladado al nuevo edificio y se unifica con el Archivo del Reino, que guardaba la documentación de las antiguas Cortes y de la propia Diputación, y del que ésta era titular.
Tras la muerte de Yanguas y Miranda en 1863, los sucesivos secretarios de la Diputación que, absortos en sus propias tareas administrativas, dejaron en su segundo plano de sus ocupaciones la gestión archivística. Así fue hasta que la creciente demanda de los investigadores llevó a la Diputación al nombrar un archivero en la persona del historiador Hermilio de Olóriz (director del Archivo Histórico, hoy Archivo General de Navarra), a fin de que se ocupase a tiempo parcial de las tareas de catalogación, conservación e inventario de los fondos.
A finales del siglo XIX se producen dos hechos que sirvieron para reafirmar la importancia del fondo documental que albergaba el Archivo General de Navarra. El primero fue la presencia, entre 1880 y 1895, de investigadores franceses que sacaron a luz la documentación medieval relevante para la historia de Francia. Antes, la había investigado el navarro Iturralde y Suit, y más tarde lo haría Arturo Campión. Este reconocimiento internacional del archivo coincidió en el tiempo con su traslado al edificio anejo al Palacio de Navarra y dotado de instalaciones archivísticas modélicas para su época. La obra del arquitecto Florencio de Ansoleaga, se realizó entre 1895 y 1898.

Archivo

Local en que se custodian documentos públicos o privados; también es el conjunto de estos documentos. Aunque sólo desde 1423 se tiene noticia de la creación en Navarra de un archivo, el del nuevo municipio de Pamplona, la existencia anterior de depósitos documentales aparece evidente por la propia conservación de buen número de diplomas componentes de los fondos, fundamentalmente públicos (reales, municipales) o eclesiásticos (catedralicios, monásticos, parroquiales).
Posterior es la primera reglamentación conocida, referente al archivo de Tribunales Reales y promulgada por Carlos I (IV de Navarra) en 1542. El sucesivo entramado legal tendrá su plasmación última en la Ley Orgánica de Amejoramiento del Fuero (1982), que atribuye a la administración foral la competencia plena sobre archivos y, en consecuencia, la política de ordenación y gestión de los mismos, salvo los de titularidad estatal (Audiencia Territorial y Delegación de Hacienda entre los más relevantes).
La puesta en práctica de esta legislación se plasmó, como primera medida importante, en la realización por encargo del Gobierno de Navarra, con la colaboración de la Sociedad de Estudios Vascos y el asesoramiento del Ministerio de Cultura, del Censo Guía de los Archivos de Navarra; en una primera fase abarcó Pamplona y su comarca (1983), la segunda (1985-1986) el resto de Navarra hasta un total de 2.452 archivos. Con ello se obtuvo una relación y situación, exhaustivas en lo posible, de los fondos documentales de todo tipo (públicos, eclesiásticos, empresariales, educativos… ).
En este marco cabe inscribir, igualmente, las ayudas fiscales y subvenciones concedidas especialmente desde 1986, para el acondicionamiento y ordenación de archivos, tanto de titularidad pública (fundamentalmente municipal) como privada.

Génesis histórica

No hay noticia cierta de lo que pudo ser el archivo del Reino con anterioridad al siglo XII. El archivo vivo sería itinerante, como la propia corte, y los fondos más antiguos se conservarían posiblemente en alguno de los castillos del rey, o tal vez en algún monasterio, que por entonces ofrecían una considerable seguridad.
Al inicio del reinado de Teobaldo I (1234-1253), el principal depósito documental, y posiblemente también el archivo vivo, radicaba en el castillo de Tudela, donde lo habría instalado sin duda Sancho el Fuerte (1194-1234), que tuvo entre sus muros la residencia habitual. Allí fue donde copió los cartularios reales el escriba Pedro Fernández hacia 1240.
A comienzos del siglo XIV hay noticias de que se guardaban documentos en los castillos de Tudela, Estella, torre de Pamplona y Tiebas, y no exclusivamente en este último, como se ha venido creyendo desde tiempo de J. Moret. En 1328, el notario Martín Pérez de Cáseda llevó a cabo un minucioso inventario de los fondos documentales del Reino que se conserva incompleto. Por entonces, en Tiebas se custodiaban los fondos reales y de tesorería y algún documento del obispo. Los diplomas estaban guardados en arcas, armarios y cajas, agrupados en paquetes o metidos en sacos. En Estella, en la capilla del castillo, existía un arca con fondos de mayor antigüedad sobre patrimonio real en Tudela y “fechos granados”. En Pamplona, en la torre llamada María Delgada, radicaba otro depósito documental que no pudo ser inventariado; tal vez fuese éste a la sazón el archivo vivo. Al faltar el comienzo del inventario, cabe la posibilidad de que existiera un archivo principal en Pamplona, en el palacio o tal vez en alguna dependencia episcopal. Como observó en su día J. M. Lacarra, los fondos reseñados en el inventario corresponden a los hoy conservados del período comprendido hasta esa fecha. Posiblemente el archivo fue trasladado de Tudela a los lugares citados por razones de seguridad.
La unificación de los fondos repartidos en los distintos archivos debió de efectuarse dentro del mismo siglo XIV, posiblemente durante el reinado de Carlos II (1350-1387). Se sabe que en 1361 se enviaban cajas y sacos “plenos de cartas” de Estella a Tiebas, donde posiblemente radicaba el depósito general. Por entonces, la documentación viva y de Tesorería -antecedente de la Cámara de Comptos- se guardaba en la misma casa donde tenían lugar las audiencias, y se trasladó a otra en la rúa mayor de la Navarrería el año 1364.
Carlos II organizó en 1365 la Cámara de Comptos como tribunal de cuentas del Reino. Con ello aumentó sensiblemente el volumen de documentación emitida. Paralelamente, la cancillería real desarrolló notablemente su actividad, con el consiguiente incremento de papel. Incluso se elaboraron registros de cartas remitidas, y se dio forma definitiva al formulario. A finales del siglo XIV se copiaron en el llamado Cartulario Magno numerosos documentos importantes del archivo real.
Hacia 1440, en época ya de Juan II y doña Blanca, la Cámara de Comptos y su archivo se hallaban en una casa detrás de San Cernín, y posiblemente estarían ya unificados allí los antiguos depósitos de Pamplona, Estella y Tiebas. En 1449 se hundió esta casa, que pertenecía al real patrimonio, perdiéndose muchos documentos y desordenándose casi todos. Al año siguiente, la cámara se trasladó a la Torre del Rey, cerca de San Lorenzo. Como ésta había sido vendida poco antes por el Príncipe de Viana a don Juan de Beaumont, hubo que volvérsela a comprar por cuenta del real patrimonio. En 1511 ordenó el rey Juan de Labrit que nadie sacase copia ni examinase los documentos sin licencia real.
En 1524, incorporada ya Navarra a la corona de Castilla, hubo un nuevo traslado. Por haber dado Carlos V la antigua Torre del Rey a los franciscanos para ensanchar el convento que estaban reedificando, fue preciso desalojar de allí la Cámara, el archivo y la casa de la moneda, y llevarlos a la casa del señor de Otazu, en las Tecenderías, que todavía hoy se conoce como Cámara de Comptos. Poco después, en 1525, el Emperador ordenó que se hiciesen inventarios de los documentos.
En los siglos XVI al XVIII el archivo no podía ser consultado, salvo para asuntos de la propia administración, por las trabas que se ponían al acceso y la falta de atención e instalación adecuada. Únicamente E. Garibay, J. Moret y F. Alesón, estos últimos como cronistas oficiales del Reino pudieron manejar sus fondos. La documentación se hallaba depositada en cajones organizados por materias.
Un primer ensayo, inacabado, de clasificación de los fondos del archivo de Comptos se hizo en los años 1749 a 1751, por don Bernardo Sanz, abad de Egüés.

La verdadera labor de catalogación se llevó a cabo en los años 1786 a 1789, siendo encomendada a Fray Liciniano Sáez, monje benedictino del monasterio de Silos, cumpliendo el mandato de las Cortes de 1781. Primero se pensó en Fray Bernardo de Salazar, pero renunció por razones de salud. El P. Liciniano Sáez reorganizó los cajones del archivo con criterio cronológico, elaboró extractos de los documentos y redactó un compendio o catálogo en 29 tomos manuscritos, que estuvo en uso hasta hace pocos años. Desde 1790, retirado el P. Sáez al monasterio a causa de sus achaques, continuaron los trabajos siguiendo sus directrices Gregorio Moreno y Juan Lucas de Riezu.
En 1794, ante el peligro de una invasión francesa, hubo que trasladar el archivo. Aquel precipitado cambio de sede duró apenas quince días y ocasionó la pérdida de algunos documentos. Al año siguiente, las Cortes pidieron a la cámara copia de los índices del P. Liciniano, hechos a expensas del Reino.

Suprimida definitivamente la Cámara de Comptos en 1834, la Diputación obtuvo oficialmente la custodia del archivo (1836), aunque, los fondos continuaron depositados en la antigua sede del tribunal, en la calle Tecenderías, hoy de Ansoleaga.
Una vez terminadas las obras del actual palacio de la Diputación, en 1852 se trasladó a él el antiguo archivo de Comptos, que quedó instalado en el segundo piso, en una sala contigua a la que ocupaba el auténtico núcleo originario del Archivo General y del Reino, que guardaba los fondos de las antiguas Cortes y de la propia Diputación.
Este archivo del Reino estuvo depositado originariamente en la iglesia de San Cernín, en una alacena situada a un lado del altar mayor. Las Cortes de 1587, en vista de la humedad que amenazaba con destruirlo, ordenaron su traslado a la Catedral, a una sala contigua a la de la Preciosa, donde a la sazón se celebraban las sesiones y funcionaba la secretaría. Allí permaneció hasta 1818, en que fue trasladado a la casa del mayorazgo de Eguía, junto con las demás dependencias del Reino.
Sufriría dos nuevos traslados, al palacio del barón de Armendáriz, en la calle de San Francisco, en 1824, y a la casa de Antillón, en la de Estafeta, en 1846, antes de su instalación en el palacio provincial en 1852, junto con el de Comptos.
Por esos años, el secretario de la Diputación, archivero e historiador J. Yanguas y Miranda llevó a cabo una importante labor de coordinación y catalogación, iniciada en 1829, por mandato de las últimas Cortes de Navarra. Se inició entonces una nueva era, en la cual el archivo de Navarra -al que durante mucho tiempo se siguió llamando de Comptos- comenzó a tener proyección exterior, no sólo a nivel nacional, sino internacional, fundamentalmente por parte de los historiadores franceses. Es la época de Iturralde, Campión, la Comisión de Monumentos, Brutails, Cadier, Michel, Desdevises o Boissonade. Por entonces, no se autorizaba la consulta más de dos investigadores a la vez, lo que da una idea de las precarias disponibilidades de aquel archivo. Por ello, andando el tiempo, la Diputación Foral, pionera en este campo de la archivística, se decidió a finales del siglo pasado a levantar una construcción de nueva planta con esta finalidad.
El actual edificio, proyectado por el arquitecto don Florencio de Ansoleaga, se construyó entre los años 1896 y 1898, albergando al principio únicamente los fondos de Comptos y del Reino. Posteriormente, en 1935, se hizo necesaria una considerable ampliación por la parte trasera, que vino a duplicar su capacidad para albergar las nuevas secciones de Clero -depositada hasta entonces en la Delegación de Hacienda- y de Procesos, procedente del antiguo Consejo Real -que se trajo del archivo de la Audiencia- de las cuales se hizo entrega formal a la Diputación Foral a partir de 1930.





Sección de Comptos

Comprende el primitivo archivo real y la documentación propia de la antigua Cámara de Comptos. Para su manejo se cuenta con un catálogo impreso, obra de J. R. Castro y F. Idoate, en 54 volúmenes, publicado entre los años 1952 y 1974.
La sección consta de más de 200 cajones que guardan documentación, en pergamino y papel, desde el siglo XII, si bien existen copias de originales más antiguos. Contiene fueros, privilegios reales, bulas, cartas de homenaje, cédulas de pago, cuentas, recibos diversos, documentación de cancillería, etc.
Destaca, dentro de la sección de Comptos, la serie de Registros. Comprende 558 volúmenes hasta principios del siglo XVI, encuadernados en pergamino en el XVIII, que contienen las cuentas anuales de tesoreros y recibidores, aparte de otras de carácter extraordinario o especial.

La Sección de Papeles Sueltos, formada por 179 legajos, fue organizada por Yanguas y Miranda en dos fases: 1843 y 1852. Para su consulta se dispone de los índices manuscritos hechos por el propio J. Yanguas.
Los Cartularios Reales son códices manuscritos en los que se halla recopilada abundante documentación de interés para evitar su pérdida y facilitar su consulta en la cancillería. El I y el II, copiados en el siglo XIV, contienen traslados de documentos desde el siglo XI; el III y el IV, fueron elaborados en 1237 por el notario Pedro Fernández.
Los Libros de Mercedes Reales, 45 volúmenes manuscritos, contienen registrada toda la documentación referente a privilegios y gracias reales, títulos de oficios, real patronato, hidalguías, mayorazgos, y concesiones hechas por el rey a particulares. Se dispone para facilitar la consulta, de índices detallados hechos por J. Yanguas.
Aparte de todo esto, se conserva también el archivo interno de la Cámara de Comptos y los pleitos que se tramitaron en ella sobre cuestiones de hacienda, finanzas y patrimonio real.

Fondos del Reino, Cortes y Diputación.


Aunque existen diferentes inventarios antiguos, se utiliza el redactado por J. Yanguas a partir de 1830, en seis volúmenes manuscritos.
Los fondos se inician con un libro de resoluciones de las Cortes (1503-1531). Comprenden también 19 libros de actas de Cortes (1530-1829), 41 libros de actas de la Diputación del Reino (1593-1836), y 280 libros de actas de la Diputación Foral y Provincial (1836-1984).
Aparte de las actas, el archivo del Reino comprende más de 500 legajos, divididos en 47 secciones establecidas con criterio administrativo por materias cuando Yanguas llevó a cabo la clasificación y catalogación hacia 1830. Destacan por su interés las de Cortes, Legislación y Contrafueros, Fueros y Privilegios, Guerra, Estadística, Caminos, Tablas y Aduanas, Instrucción Pública, Cuarteles y Alcabalas y Negocios Eclesiásticos.

Sección de Clero

En los años 1929-30 pasaron al Archivo de Navarra, por Real Orden, los fondos documentales de los monasterios y parroquias, que a raíz de la Desamortización fueron depositados en la Delegación de Hacienda. La subsección de Clero Secular, comprende fondos patrimoniales de las parroquias de Pamplona y de unas 20 más de otras localidades. Mayor interés, por su volumen y contenido, encierra la de Clero Regular, que guarda los archivos de los antiguos monasterios de Irache, Fitero, Iranzu, La Oliva, Leire, Urdax, Tulebras, y otros conventos y casas religiosas. El de Roncesvalles se halla repartido en la actualidad entre esta sección y el archivo que todavía conserva la Colegiata.
Para el manejo y consulta de esta sección se cuenta con un amplio fichero de cédulas manuscritas, elaborado en los años 60 por J. Goñi Gaztambide.

Sección de Procesos

Tras una primera incorporación en 1898, dentro de las reducidas posibilidades que entonces ofrecía el archivo, entre los años 1930 y 1935 tuvo lugar el traslado sistemático, desde la Audiencia, de los fondos procedentes del antiguo Real Consejo de Navarra. Consta de unos 250.000 procesos, distribuidos en tres salas, comprendidos entre los años 1498 y 1836. Para su consulta se dispone de índices manuscritos del siglo XVIII, divididos por secretarías y escribanías. Aparte de los procesos se incorporaron también otros fondos históricos diversos, como el llamado Archivo Secreto, clasificado en 14 libros y 33 títulos, con su inventario manuscrito en 6 volúmenes. También se conservan papeles varios de inseculaciones de pueblos, alistamientos, expedientes, autos acordados, minutas de informes y expedientes de filiación de oficios y profesiones: abogados, escribanos, maestros, médicos, cirujanos y boticarios.

Sección de Protocolos notariales

Por resolución de 26.3.1971 se autorizó el traslado de los protocolos de más de 100 años de antigüedad al Archivo de Navarra, en calidad de depósito. Las Cortes de Navarra, desde el siglo XVI, pero especialmente las de 1757, se ocuparon con interés de garantizar la conservación de la documentación notarial. Ya en 1802 el Real Consejo ordenó la creación de una sección de protocolos en el archivo municipal de Pamplona, y un proyecto más amplio y ambicioso sobre el tema fue propuesto por el Colegio de escribanos a la Diputación en 1832. A raíz del Decreto de 8.1.1869 se reorganizó el archivo notarial, instalándolo en un anexo de la capilla de San Fermín, donde inició su catalogación Ramón Yanguas, el cual publicó un índice en 1879. Su sucesor, Juan Miguel Astiz, prosiguió la labor con un índice complementario que vio la luz en 1917. Poco después, tras un pleito con el párroco de San Lorenzo, hubo que desalojar los locales que se venían ocupando. En 1921 el notario archivero Juan San Juan reorganizó los fondos, acondicionó la instalación, y publicó un nuevo índice el año 1942.
En 1974, se habilitó la actual dependencia aneja de la calle Virgen del Puy, unificando en ella los archivos notariales de los distritos de Pamplona, Estella, Sangüesa-Aoiz y Olite-Tafalla. Curiosamente, el traslado no afectó a los protocolos de Tudela ni a los de Vera de Bidasoa, que quedaron en sus respectivas localidades.
Salvo Tudela y Estella, cuyas series se inician en 1383 y 1466 respectivamente, la documentación notarial conservada arranca del siglo XVI. Los fondos, muy variados, comprenden toda clase de escrituras, capitulaciones, compraventas, testamentos, etc. Hay que recordar que antiguamente Navarra contaba con 84 notarías: hoy son 30 notarios repartidos en 19 localidades. Se calcula que el volumen de documentación existente sobrepasa los 5.000.000 de instrumentos, contenidos en 16.000 legajos.

Códices forales y diversos

Entre los códices medievales que conserva el Archivo destacan tres ejemplares del Fuero General de Navarra, del siglo XIV, y algunas versiones y copias posteriores de los siglos XVI y XVII. Son también de gran interés un registro de cartas remitidas en los años 1365-1366 y un formulario de la cancillería real de tiempo de Carlos III en Noble.
Entre los becerros y cartularios de los antiguos monasterios, hay que citar los de Leire (siglo XII), Fitero e Irache (siglo XIII), y La Oliva (siglo XVI), que contienen copias de documentos desde el siglo X. Especial mención requieren también los llamados Libros de Fuegos, de los años 1366 y 1427, muy importantes para el estudio de la demografía medieval.
Posiblemente, la pieza más singular entre los códices conservados sea el Ceremonial de la Coronación, Unción y Exequias de los Reyes de Inglaterra, de hacia el año 1400, iluminado con bellas miniaturas policromadas, orlas y capitulares decoradas y otros detalles. Son también dignos de reseñar el Libro de Jura de los alcaldes de Pamplona, con miniaturas del siglo XIII, y el de los Diputados del siglo XVIII, con encuadernación carmesí con aplicaciones de plata.
Existen también ejemplares manuscritos de diferentes crónicas y obras de carácter histórico de Carlos de Viana, Diego Ramírez Dávalos de la Piscina, J. Moret y otros. Y, en cuanto a Heráldica, dos versiones del Libro de Armería del Reino, del siglo XVI, otro armorial más moderno, del siglo XVIII, y los libros donde se registraban los escudos de los que obtenían en los tribunales nuevas ejecutorias de hidalguía.

Fondos varios

De procedencia diversa, de centros oficiales o bien de adquisiciones y donaciones de particulares. Citaremos entre ellos los Papeles de Rena, con interesantes noticias del primer tercio del XVI; los de Virreinato, con fondos de los siglos XVI al XIX; los del Hospital e Inclusa, del Colegio de San Cosme y San Damián, con materiales referentes a Medicina, su ejercicio y enseñanza; Príncipe Bonaparte, de gran interés para el estudio de la lengua vasca; Asociación Euskara de Navarra; Fondos particulares del marquesado de Góngora y de la casa de Antillón. Hay también algunos papeles de cofradías, y otros de menor importancia, diversos o de particulares; son los llamados Papeles de Hernández, de la época de la ocupación napoleónica; los de la Junta Gubernativa de Navarra, de tiempos de la l.ª Guerra Carlista o la Colección Zaratiegui, también de asunto carlista.

Archivo Administrativo

Creado en 1983 con los fondos posteriores a 1836 del Archivo General de Navarra y las sucesivas aportaciones documentales de los diferentes negociados de la administración foral, a cuya estructura responden, lógicamente, las diversas secciones.

Archivo del Parlamento de Navarra

El más reciente de los archivos pertenecientes a instituciones forales (el Parlamento Foral fue constituido en 1979). Está regido por un archivero-bibliotecario desde 1984 y recoge la documentación generada por el órgano legislativo.

Archivo de la Catedral de Pamplona

Ubicado en una dependencia aneja a la Catedral.

A partir de la instalación del cabildo regular hacia 1086, cada dignidad capitular -y naturalmente el propio obispo- fue organizando su archivo particular, guardando en una o varias arcas sus escrituras y documentos. Algunos incluso formaron sus cartularios especiales, como el enfermero, en el siglo XIV, el chantre en el XV o el hospitalero en el XVIII. El resto de los canónigos, por su parte, copiaron sus privilegios en el llamado Libro Redondo y guardaron los originales en arcas con epígrafes curiosos: contra el señor obispo, contra el arcediano de tabla, contra otras dignidades. El resto de la documentación, como era habitual entonces, fue clasificado por materias, con arreglo a criterios más o menos funcionales.

Integran el archivo 63 arcas, 4 de ellas vacías en previsión de un futuro aumento de la documentación, pero carece de clasificación sistemática. Dentro de cada arca no existe orden y el número de documentos es desigual. Se conservan 46 bulas del siglo XII, numerosos documentos reales, pontificios y episcopales, algunos con sellos céreos y actas capitulares. Son de destacar varias bulas que no existen en los Archivos Vaticanos. Los fondos comprenden desde el año 829 hasta 1830, aunque hay muy pocos anteriores al año 1100 y menos aún posteriores a 1775.

La sección de Sindicatura contiene la correspondencia del cabildo entre los años 1405 y 1860, aunque cuenta con escaso material anterior al año 1600. Son 132 fajos más 37 de extraviados. Desde 1861, sucedió a esta sección la de Secretaría Capitular, a razón de un fajo de documentación anual.

Aunque en 1587 se acordó asentar en acta todas las resoluciones del cabildo, los libros de actas capitulares no se iniciaron hasta 1623. Comprenden 13 volúmenes entre ese año y el de 1860, y 16 desde 1860 a 1984. Los primeros corresponden a la etapa regular del cabildo y los segundos a la secular. Con anterioridad a esas fechas existe un Liber Statutorum que contiene asuntos de elecciones, nombramientos, jubilaciones, sanciones, liturgia y otras cuestiones de régimen y funcionamiento, entre los años 1520 y 1633.

Existe índice manuscrito de la sección de Sindicatura, en 2 volúmenes; otro general, elaborado en el siglo XVIII por Fermín de Lubián*, de 913 págs. y otro de las arcas de Dignidades, también manuscrito, de 780 págs. Estos últimos fueron extractados por Joaquín Javier de Uriz y Lasaga* a principios del siglo pasado.

José Goñi Gaztambide, canónigo y archivero, es autor de un Catálogo del Archivo Catedral de Pamplona. Tomo I (829-1500), publicado en Pamplona en 1965.

Archivo Diocesano

Situado en el Palacio Arzobispal, guarda documentación diversa, de carácter pontificio, de la nunciatura, y episcopal, así como de los distintos aspectos concernientes al gobierno de la diócesis: curia, clero secular y regular, parroquias, asociaciones religiosas, capellanías, fundaciones, etc.
Posiblemente la serie más interesante y valiosa que guarda este archivo es la de Procesos. Comprende todos los pleitos tramitados ante el tribunal de la Curia desde el año 1499. Como ocurre con los procesos conservados en el Archivo de Navarra, están también divididos en pendientes y sentenciados, y organizados con arreglo a los secretarios que actuaron en las causas. La sección cuenta con inventarios manuscritos y hacia 1940 trabajó en su ordenación el archivero Marcelo Núñez de Cepeda. En 1988 se inició la publicación de un catálogo de sus fondos. Acoge igualmente los archivos parroquiales de un buen número de localidades navarras, y fundamentalmente las despobladas.

Archivo de la Audiencia

Contiene la documentación judicial, fundamentalmente procesos civiles y criminales, a partir de 1836. Los fondos más antiguos se hallan depositados en el Archivo General de Navarra, comprendidos entre los años 1517 y 1836 y corresponden a los antiguos tribunales de la Real Corte y del Consejo Real, antecesor histórico de la actual Audiencia.

Archivo de la Catedral de Tudela

Guarda los fondos decanal y catedralicio, con documentos que se remontan al siglo XI y, con mayor regularidad, al XIV y XV. Conserva igualmente, en depósito, fondos parroquiales de algunas iglesias de la diócesis, F. Fuentes Publicó (1944) un catálogo documental de este archivo junto a otros eclesiásticos de la ciudad ribera.

Archivo de la Audiencia Territorial

Creado con el organismo del que depende en 1836, conserva documentación desde esas fechas relativa a las actividades realizadas por los organismos judiciales navarros. Hasta 1936 conservó también los fondos del extinguido Consejo Real de Navarra, en ese año fueron trasladados al Archivo General de Navarra.

Archivo de la Delegación de Hacienda

Presta sus servicios desde 1888. Los fondos, en general posteriores a 1840, son de especial interés en asuntos referentes a la Desamortización.

Archivos Municipales

Desde época medieval, las buenas villas y localidades importantes de Navarra empezaron a contar con archivos más o menos rudimentarios -generalmente arcas o alacenas- donde guardaban la documentación cuya conservación interesaba garantizar. Solía reducirse ésta a fueros y privilegios de la villa respectiva, mercedes posteriores y confirmaciones de gracias concedidas con anterioridad, sentencias favorables sobre derechos de pastos, aguas, y otros aprovechamientos, así como también títulos de propiedad de los bienes propios del patrimonio municipal o concejil.
A partir del siglo XVI comienzan a aparecer las series de libros de actas municipales en algunas ciudades y villas de importancia. En ocasiones tienen nombres distintos, por estar confundidas con otros fondos: Consultas, Remates, etc. En los siglos XVII y XVIII se fue generalizando la división de la documentación con arreglo a los distintos ramos o materias que comprendía la administración municipal de la época: propios, remates, audiencias, libranzas, etc. observándose en esto una gran variedad de denominaciones. Ya en el siglo XIX aparecen nuevas secciones: quintas, suministros a la tropa, abastos, bandos, multas, catastro, copias de oficios, colecciones de correspondencia. Aunque hay lugares en que existen inventarios manuscritos antiguos, que recogen detalladamente el contenido del archivo respectivo, en general hay muy pocos anteriores a finales del s. XIX.
La Diputación Foral se preocupó en distintas ocasiones de adoptar medidas concretas y dar normas a los ayuntamientos, velando por la conservación del patrimonio documental de nuestros pueblos. Con fecha 23 de noviembre de 1896, envió una circular a los ayuntamientos, encomendando a los secretarios la ordenación de los archivos municipales a su cargo y la formación de catálogos o índices de su contenido, remitiendo copia de los mismos a la Corporación. También deberían enviar un apéndice anual, detallando toda la documentación de nuevo ingreso. Cuando se produjese un relevo en la secretaría, el secretario entrante debería recibir del saliente el correspondiente inventario de entrega de los fondos documentales.
Por acuerdo de 19 de abril de 1905, volvió a remitirse la misma circular a los ayuntamientos. Posteriormente, en 17 de marzo de 1910 y 10 de diciembre de 1913, se enviaron nuevas circulares insistiendo en el asunto, incluyendo especialmente a los municipios compuestos, y contemplando la exigencia de responsabilidades a los remisos.
El Reglamento de Administración Municipal de Navarra en 1928 encomendaba nuevamente a los secretarios la custodia y ordenación de los archivos municipales.
El 10 de enero de 1941 se dictó una nueva circular. En esta norma se contemplaba ya la posibilidad de trasladar los fondos históricos en aquellos lugares donde no se hallasen en las debidas condiciones de conservación. Hasta que no se adoptasen medidas de alcance general, los secretarios cuidarían que la documentación antigua de los archivos municipales (documentos, pergaminos, sellos de todas clases, libros de actas, etc.) no sufriera menoscabo. En esos años de la postguerra se produjeron algunos fraudes en varios ayuntamientos, con motivo de supuesta autorización de venta de papel de expurgos. Se presentaban personas en los pueblos, alegando estar autorizados por Diputación, lo cual era falso. Con tal motivo, la Corporación Foral, acordó con fecha 16 de abril de 1948 prohibir expresamente la venta a particulares de papel procedente de los archivos. En caso de necesidad, la venta se haría únicamente a la Diputación, que pagaría los precios al uso.
Por acuerdo de 10 de agosto de 1979, la Diputación encomendó a la Dirección del Archivo General de Navarra, y a su personal titulado, una inspección de los archivos municipales de toda Navarra, con el fin de conocer las condiciones que reunían, así como el estado de la documentación conservada en ellos. A raíz de esto, se elaboró un plan de ayudas a los ayuntamientos que realizasen inventarios o catálogos, o bien obras de acondicionamiento y mejora.
En el trienio 1986-1988 una cincuentena de municipios navarros han recibido importantes subvenciones a estos efectos (Estella, Olite, Lumbier, Valtierra, Artajona, Mendigorría, Cirauqui, Pitillas, Cendea de Cizur, Burguete, Lizoáin o Lerín, entre otros).

Bibliografía



F. L. Sáez, Compendio del Archivo de la Cámara de Comptos. (29 volúmenes). J. Yanguas y Miranda, Inventario del Archivo del Reino de Navarra. (6 volúmenes). Indice de los documentos contenidos en los libros de Mercedes Reales. (3 volúmenes). Indice de la sección de Papeles Sueltos. (2 volúmenes). Indice de la sección de Procesos. Por secretarías y escribanías. Redactados en el siglo XVIII por el propio Real Consejo. J. Albizu, Catálogo general del archivo de la parroquia de San Cernin (San Saturnino) de Pamplona, Pamplona. J. Baleztena, Catálogo del Archivo General de Navarra. Sección de Comptos. Papeles sueltos. II serie I. 1237-1399 (Pamplona, 1985). J.R. Castro, F. Idoate, Catálogo del Archivo General de Navarra, Pamplona (1952-1974), 52 volúmenes. J. R. Castro. El Archivo General de Navarra (Pamplona, 1956). E. Castillejo, F. Garralda, S. Herreros, Inventario de Tablas Reales, 1573-1805, “Príncipe de Viana”, 47, 1986, p. 741-760. E. Castillejo, F. Garralda, S. Herreros, I. Zabalza, Inventario de los libros de condenaciones y penas del Archivo General de Navarra (1518-1833), “Príncipe de Viana”, 48,, 1987, p. 463-4216. Clavero, Catálogo del Archivo Municipal de Pamplona (1129-1512), Inédito. Diccionario de la legislación administrativa y foral de Navarra (Pamplona, 1969). L.J. Fortún Pérez de Ciriza, Situación y perspectiva de los Archivos de Navarra, “Primer Congreso General de Historia de Navarra”. 1. Ponencias (Pamplona, 1987), p. 17-54. L.J. Fortún, C. Idoate, Guía de la Sección de Tribunales Reales del Archivo General de Navarra (Pamplona, 1986). F. Fuentes, Catálogo del Archivo Municipal de Tudela (Tudela, 1947); Catálogo de los Archivos Eclesiásticos de Tudela (Tudela, 1944). S. García Larragueta, Archivo parroquial de San Cernin. Colección diplomática hasta 1400 (Pamplona, 1976). J. Goñi Gaztambide, Catálogo del Archivo Catedral de Pamplona. I. (Pamplona, 1965). F. Idoate, Catálogo de los Cartularios reales del Archivo General de Navarra (Pamplona, 1974); Catálogo del Archivo General de Navarra. Sección de Guerra (1259-1800) (Pamplona, 1978); Catálogo documental de Corella (Pamplona, 1964). C. Idoate, J. Segura, Inventario del archivo histórico de protocolos notariales de Navarra (Pamplona, 1985). J.M.ª Lacarra, Guía del Archivo General de Navarra (Madrid, 1953). El Archivo de Comptos de Navarra. (Introducción al tomo I del Catálogo de Castro). J.J. Martinena, Archivos de Navarra. Lección pronunciada el 16-V-1984 en el I Curso de Derecho Foral Administrativo, en la Universidad de Navarra; Estado de la cuestión de los Archivos: Archivos en Navarra. Situación y proyectos. “X Congreso de Estudios Vascos. Iruña 1987” (San Sebastián, 1987), p. 293-298. H. de Olóriz, Archivo de Comptos. Informe sobre su estado (Pamplona, 19(14). L. Oroz Zabaleta, Legislación administrativa de Navarra (Pamplona, 1917-1923). (2 volúmenes). Reglamento de Administración Municipal de Navarra (Pamplona, 1928). J.L. Sales, I. Ursúa, Catálogo del Archivo Diocesano de Pamplona. I-II 1558-1598 Pamplona, 1988). F. Toni, Novísimo manual para la administración Municipal de los pueblos de la provincia de Navarra (Pamplona, 1902). J. Yanguas y Miranda, Diccionario de los Fueros y Leyes de Navarra (San Sebastián, 1828). Diccionario de Antigüedades del Reino de Navarra (Pamplona. 1840-1843). (reed. Pamplona 1964).


El Catálogo Göring informa del mayor robo artístico de la historia.

Se trata de una relación anotada de las 1.376 pinturas, 250 esculturas y 168 tapices que quien le da nombre expolió de los museos y colecciones privadas durante la invasión nazi en la segunda Guerra Mundial.

Hace algo más de un lustro se publicó por primera vez el llamado Catálogo Görieng, una relación anotada de las 1.376 pinturas, 250 esculturas y 168 tapices que quien le da nombre expolió de los museos y colecciones privadas de algunas familias judías en los países ocupados por la invasión nazi durante la segunda Guerra Mundial. Solo de Francia se calcula que fueron cien mil en total los objetos artísticos que se llevó la Werhrmacht. 

El catálogo de la segunda autoridad del Tercer Reich responde a los caprichos de apropiación que Hermann Wilhelm Göring (1893-1946), solo por debajo de los que tuvo su Führer, primer beneficiario del mayor robo artístico de la historia: 650.000 piezas robadas en toda Europa.  Tuvieron que transcurrir setenta años hasta que esa documentación, depositado en los archivos diplomáticos de Quai d’Orsay, en París, así como en otras dependencias provinciales, fuera dado a conocer durante la gestión de Laurent Fabius como ministro de asuntos exteriores de Francia. El producto fue una edición crítica, en la que se incluye un prólogo y notas que facilitan el entendimiento de los hechos, resaltando el papel jugado en la protección y recuperación de ese tesoro artístico de Francia por la conservadora del Museo Jeu de Pomme Rosa Valland
Sus precipitadas y detalladas fichas haciendo anotaciones de cuanto se llevaron los nazis desde París a Alemania en casi medio centenar de trenes, hicieron posible no solo que la resistencia francesa no dinamitara esos convoys sino su recuperación al término de la guerra fuera posible. Es de lamentar que el papel jugado por Rosa Valland no fuera reconocido por su país hasta muchos años más tarde. Las notas tomadas por esa funcionaria, jugándose la vida, permitieron conocer las preferencias artísticas de Göring para acaparar su gran colección personal, registrada en ese catálogo manuscrito de 286 páginas. No hay que olvidar que Göring,  se crió en el castillo de Burg Veldenstein, donde su padrino de ascendencia judía le inculcó la afición por el arte.
Gracias a una magnífica película de Laurence Thiriat, difundida recientemente por Arte TV, hemos podido tener conocimiento detallado del mayor robo artístico perpetrado en la historia de la humanidad. Cada cual podrá seguir las incidencias de este expolio en el mencionado canal y subrayar aquellos aspectos que le resulten más interesantes, pero hay uno que personalmente me resultó muy significativo por lo que comporta de metáfora sobre aquel expolio y que el realizador del film dejó para poner punto final a la película.
Movido por su megalomanía y al objeto de asemejarse a un príncipe renacentista, Görieng quiso hacer de su residencia de campo en Carinhall una especie de Versalles teutón en el que dar acogida al fruto de su robo. Obviamente, al término de la guerra, y en evitación de que el Ejército Rojo ocupara el suntuoso edificio, ordenó a la escuadra de demolición de la Luftwaffe que lo destruyera el 28 de abril de 1945. Gran parte de las obras artísticas fueron halladas después por las tropas del general Patton en una mina de sal Altaussee, una aldea remosta de los Alpes austriacos.

Todo un tren repleto de cuadros, esculturas y demás objetos artísiticos  (el llamado tren de Göring) llegó a la localidad de Berchestesgaden, causando la lógica inquietuid entre los vecinos, que en lugar de alimentos, como esperaban encontrara, se contraron con arte, artre que pasó a los gftraneros de no pocos de los lugareños, hasta el punto de que aún hoy en día cabe creer -según testimonian algun anticuario- que en Berchestesgaden siguen ocultas obras artísticas de ese tren, obra, por lo tanto dos veces robadas a sus propietarios.

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