Miguel de Unamuno y Jugo.-a
Miguel de Unamuno y Jugo nació el 29 de septiembre de 1864 en Bilbao, ciudad que le vio nacer y en la que pasó su infancia y su adolescencia. Pero fue en Salamanca donde estableció su hogar, donde permaneció de forma ininterrumpida el resto de su vida —excepto en la época de su destierro—, y donde murió la tarde del último día del año 1936, después de una intensa vida familiar, social, política, académica e intelectual.
Tres son las ciudades más influyentes en la vida de Don Miguel: Bilbao, Madrid y Salamanca. Esta ciudad castellana fue "más que un destino administrativo: fue un incesante y hondo descubrimiento de sí mismo, de sus posibilidades y también (...) de sus limitaciones"1. Unamuno encontraba un significado profundo, más allá de la pura apariencia, en los paisajes y en los lugares que visitó, que conoció y que plasmó en algunas de sus obras como Paisajes (1902), Por tierras de Portugal y España (1911) o Andanzas y visiones españolas (1922). Pero fue especialmente Salamanca la ciudad que más profunda huella dejó en Unamuno:
Cuando el 2 de octubre volvió para iniciar el curso académico, comenzó un proceso de acercamiento a la ciudad y a su contexto paisajístico y significativo, que sería determinante en su vida y en su obra. Salamanca y, al mismo tiempo Castilla, en la que desde el principio colocó a la ciudad, se convirtieron en realidades esenciales para su pensamiento. (...) El descubrimiento de Salamanca y simultáneamente de Castilla fue uno de los acontecimientos capitales de su biografía2.
El padre de Unamuno, Félix de Unamuno se casó con su sobrina Salomé de Jugo con la que tuvo seis hijos de los que Miguel fue el tercero y el primer varón. Su padre era comerciante y la situación económica de la familia Unamuno era desahogada hasta su muerte en 1870, cuando Miguel tenía seis años. La muerte de su padre "condenaría a la familia a una vida austera, de apuros económicos"3. Su padre, antes de establecerse definitivamente en Bilbao, había emigrado a Méjico y había amasado una pequeña fortuna de la que disfrutaba su familia. Además, el padre a su regreso trajo consigo una pequeña biblioteca que fue el primer contacto del pequeño Miguel con los libros, entre los que había de Historia, Derecho, Filosofía, Ciencias Sociales y Ciencias Generales4.
Miguel de Unamuno estudió en Bilbao hasta terminar el bachillerato que cursó, primero en el Instituto Vizcaíno, y después en el Instituto Provincial. Posteriormente, a su regreso a Bilbao después de doctorarse, impartió clases de latín en el Instituto de Vizcaya. En el bachillerato Unamuno estudió latín, geografia, historia, retórica, álgebra, aritmética, psicología, lógica, ética, etc. En el tercer curso de bachillerato fue cuando Miguel comenzó sus lecturas filosóficas. Por obligación de su profesor debían leer a Balmes y a Donoso Cortés, pero estos autores —sobre todo, el primero— no satisfacían las inquietudes de Unamuno y comenzó a leer a Kant, Descartes, Hegel, Fichte y Newton, entre otros5. Las lecturas de estos autores, de los libros de la pequeña biblioteca que dejó su padre y su propia inquietud intelectual, ya desde época muy temprana, fueron poniendo las bases de la vocación de Unamuno como literato y pensador.
Cuando Unamuno estaba en el colegio de San Nicolás, con nueve años, estalló la Segunda Guerra Carlista. En esta guerra la ciudad de Bilbao fue sitiada y bombardeada por los carlistas en 1873, y posteriormente liberada por las tropas liberales en 1874. Unamuno vivió esta guerra civil en la inocencia de sus nueve años aunque "Miguel, entonces, se dispone a tomar su primera comunión, y casi sin saberlo, cobra también dolorida conciencia del hecho de la guerra civil"6. El mismo Unamuno lo consideró "como el primer hecho significativo en su vida: la explosión, el 21 de febrero de 1874, sobre uno de los tejados cercanos a su casa, de una bomba carlista", a través de este hecho, "se forjó nuestro pensador muchas de sus ideas y sentimientos acerca de España"7. Don Miguel aún llegaría a ver y a sufrir más profundamente, ya en el final de su vida, el comienzo de la guerra civil que enfrentó y dividió a los españoles en 1936, una guerra que "Unamuno había anticipadamente llamado una 'guerra incivil'—guerra donde, al contrario de las por él soñadas, no había en el corazón de los contendientes ninguna paz—"8.
Bilbao es la segunda ciudad importante en la vida de Unamuno, fue la ciudad en la que germinaron muchas de las ideas y de los intereses que ya no le abandonaron nunca. El viejo Bilbao de las siete calles, del que dice Unamuno en su obra De mi país que fue "mi mundo, mi verdadero mundo, la placenta de mi espíritu embrionario, el que fraguó la roca sobre que mi visión del universo posa"9, y que retrató magistralmente en su primera novela Paz en la guerra (1897). Algunos críticos del pensamiento de Unamuno han insistido también en que el origen vasco de Don Miguel se apreciaba claramente en su personalidad, en su talante un tanto especial. Luis Granjel lo explica con estas palabras:
Cuando antes hablaba de la personalidad de Unamuno, fue preciso aludir, insistencia, a la filiación vasca de sus rasgos más prominentes; en su temperamento ególatra, agresivo y terco, en aquella negativa suya de dejarse calificar de intelectual o de sabio, en su preocupación religiosa sobre todo, advertimos la huella de un influjo racial, reconocido y aceptado por el propio Unamuno10.
Unamuno terminó el bachillerato y partió hacia Madrid en 1880 para comenzar sus estudios universitarios, la carrera de Filosofía y Letras. Madrid fue otra de las ciudades que dejaron huella en Don Miguel, pero en este caso, la impresión que produjo Madrid en Unamuno no fue muy positiva, porque en aquellos años universitarios vivió la soledad, la lejanía de su hogar en Bilbao, en ocasiones, de manera un tanto dramática y ajena a su propia vida y a su propia visión del mundo y ajena a lo que, según Unamuno, debía ser el espíritu del pueblo español11:
Unamuno, hombre de ciudad provinciana -de pueblo y de campo, de paisaje rural y no urbano—, se sentía poco a sus anchas en una ciudad que, como Madrid, tenía ya algunas veleidades de cosmopolitismo y, por lo tanto, se hallaba a mil leguas de lo que, según Unamuno, se opone radicalmente al cosmopolitismo: la universalidad12.
Completó su carrera en Madrid y este fue el único periodo de su vida en el que Unamuno permaneció durante largo tiempo en la capital. Durante su vida regresó en varias ocasiones a Madrid para pronunciar alguna conferencia—como la conocida conferencia pronunciada el 25 de noviembre de 1914 titulada "Lo que ha de ser un rector en España"—, asistir a alguna reunión en el Ateneo, o cuando su puesto de director del Consejo de Instrucción Pública o sus cargos académicos le reclamaban para alguna gestión o acto público. Unamuno nunca accedió a asentarse en Madrid a pesar de que, incluso su amigo José Ortega y Gasset, siempre quiso que Unamuno estuviera en Madrid y optara a una cátedra en la corte. En sus años universitarios Unamuno aprendió alemán leyendo a Hegel y a Goethe en el Ateneo de Madrid. En este año de 1880 publicó su primer artículo periodístico titulado "La unión hace la fuerza" que apareció en El noticiero bilbaíno. La experiencia de Unamuno en la capital también fue decisiva en su vida por otro importante motivo, pues fue allí donde Unamuno dejó de acudir a misa —que en él era un hábito diario— y comenzó a racionalizar su fe:
Se mantienen sus inquietudes religiosas e intenta racionalizar su fe, es decir, buscar un fundamento lógico a los dogmas. Fracasa en el empeño y cae en cierto agnosticismo (...) Sin embargo, hay que tener en cuenta que, cuando habla de pérdida de la fe, se refiere a una fe dogmática, no a una fe cordial, sentimental, que, de un modo u otro, persistirá siempre13.
En 1883 hizo su examen de licenciatura, acabó la carrera y en 1884 se doctoró con una tesis titulada Crítica del problema sobre el origen y prehistoria de la raza vasca. Cuando leyó su tesis regresó a Bilbao el mismo año. La principal ocupación de Unamuno a su regreso a Bilbao fue la preparación de oposiciones. En esta época en su ciudad natal comenzó también la militancia socialista de Don Miguel. En 1889 Unamuno hizo su primer viaje al extranjero y visitó dos países, Italia y Francia. La preparación de las oposiciones duró varios años hasta que en junio de 1891 las ganó y obtuvo la plaza para la Cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca de la que tomó posesión en junio de 1891. El 2 de octubre de ese mismo año regresó a Salamanca para comenzar las clases.
Antes de ganar las oposiciones, Unamuno había contraído matrimonio el 31 de enero del mismo año con Concha Lizarraga, con la que mantenía un noviazgo desde los doce años. Concha Lizarraga fue su primer amor y permaneció a su lado hasta que ella murió el 15 de mayo de 1934 en Salamanca. Doña Concha tuvo un papel muy importante en la vida de Don Miguel:
Entre sus apuros económicos, entre los desvelos y preocupaciones religiosas, mucho más importantes, en su trabajo de escritor, siempre la figura de aquella fiel compañera acude cada vez que el desánimo se apodera de Unamuno14.
Miguel de Unamuno tuvo nueve hijos con Doña Concha: Fernando, Pablo, Raimundín, Salomé, Felisa, José, María, Rafael y Ramón. Unamuno encontró en su hogar la paz y la alegría que en ocasiones le faltaban a causa de sus preocupaciones intelectuales, religiosas, académicas, políticas y sociales. "Junto a sus hijos y junto a su mujer encuentra algo de sosiego. Fuera, en la lucha, la polémica encarnizada en la universidad y en otros ámbitos de la vida local y nacional"15.
Su hijo Raimundo —que nació el 7 de enero de 1896— y su temprana muerte en 1902 influyeron de manera profunda en Don Miguel que vivió muy de cerca su enfermedad: sufría de una meningitis que le produjo una hidrocefalia que resultó fatal. Don Miguel sufrió cada momento de los seis años que vivió su hijo junto a él y no le abandonó nunca, incluso tenía su cuna instalada en su despacho mientras trabajaba. Como ya se ha dicho, el padre de Don Miguel se había casado con su sobrina. Este hecho de la familia Unamuno será uno de los focos de angustia de la posterior crisis que sufrirá Don Miguel en 1897 durante la que Don Miguel observaba "atormentado la cabeza deforme de su hijo Raimundo y, por otra parte, llega a dudar de su propia cordura, vuelve la mirada a esta circunstancia familiar y se obsesiona pensando en las leyes de la herencia"16.
Unamuno ya estaba instalado en Salamanca con su familia desde 1891 y ejercía su labor docente de forma continua e intachable debido a la propia actitud de Don Miguel como profesor, "era puntual en sus clases y buen cumplidor de los deberes académicos. Recuerdos elogiosos de su magisterio han suscrito varios de sus discípulos"17. Al mismo tiempo estaba escribiendo su primera gran obra dentro de la prolífica producción de Don Miguel que abarca numerosos géneros como la novela, la poesía, el teatro o el ensayo. En 1897 se publicó Paz en la guerra, novela centrada en la Segunda Guerra Carlista y en el sitio de Bilbao en 1874.
En el mismo año de la publicación de Paz en la guerra se produjo una experiencia en la vida de Unamuno que le llevó a sufrir su gran crisis religiosa de 1897. En esos terribles días en los que Unamuno vivió una de sus más profundas crisis, la idea del suicidio le rondó la cabeza en varias ocasiones pero acabó desechando esta idea porque tenía una familia que mantener, además de por un motivo menos mundano: las dudas que abrigaba aún sobre la inmortalidad18. Este episodio que sucedió en los últimos años del siglo XIX ya no abandonó nunca su memoria porque de él se derivó el gran problema de todo el pensamiento de Unamuno: el problema de la inmortalidad humana, que se convirtió en el eje sobre el que se desarrolló toda la obra de Don Miguel, no sólo en su pensamiento más cercano a la filosofía —que se puede identificar más claramente en sus ensayos—, sino también en sus novelas como Niebla. Don Miguel creía que la inmortalidad proporciona a la muerte su más hondo sentido19 y permaneció marcado profundamente por este problema el resto de su vida.
Algunos han caracterizado esta experiencia de Don Miguel como una neurosis cardiaca sobrevenida por el agotamiento o la preocupación por todos los problemas que tenía en ese momento. Lo que sí es común es la afirmación de que esta experiencia que se produjo la noche del 21 ó 22 de marzo de 1897 supuso un cambio de dirección en su pensamiento:
Una etapa intermedia en que se refunde y acrisola toda su problemática anterior, de la que resurge un Unamuno, no completamente nuevo, puesto que no ha habido conversión o cambio de personalidad, sino reformado y con mayores fueros que nunca, pues tiene ahora más clara conciencia de sí mismo, de su misión y de su pensamiento20.
Unamuno había caído en un cierto agnosticismo en su etapa de universitario en Madrid y esta crisis la interpretó como una especie de conversión, un principio para recuperar la fe que había perdido hacía ya años. El episodio fue el siguiente:
Aquella noche de marzo sufría insomnio. Daba vueltas en la cama con desasosiego. De pronto sintió que su corazón le fallaba y se vio en las garras del "ángel de la nada". Fue una terrible conmoción. Le sobrevino un llanto inconsolable. Entonces la pobre esposa le abraza y, acariciándole, le dice: "¿Qué tienes, hijo mío?" Al día siguiente desaparece de casa y se refugia en el convento de los dominicos, donde pasa tres días rezando21.
Fruto de esta crisis religiosa, Unamuno escribió y leyó en 1899 en el Ateneo de Madrid un ensayo titulado "Nicodemo el fariseo" que fue el primero de una obra que empezó a escribir y que, en un principio, tituló Meditaciones evangélicas pero que nunca llegó a terminar22. No obstante, "el contenido de todas ellas, años más tarde, está refundido en Del sentimiento trágico de la vida"23. En este texto, "Nicodemo el fariseo", aparecen ya esbozadas algunas de las ideas capitales de la filosofía de Unamuno, como la idea del poder creador de la fe: "Cuando la razón me dice que no hay finalidad trascendente, la fe me contesta que debe haberla, y como debe haberla la habrá. Porque no consiste tanto la fe, señores, en crear lo que no vimos, cuanto en crear lo que no vemos. Sólo la fe crea"24. "Nicodemo el fariseo" es el ensayo que mejor refleja el cambio que se dio en la religiosidad de Don Miguel a partir de la crisis de 1897, "estado que, representa mejor que ningún otro escrito", y que "subsiste hasta el momento en que Unamuno descubre que 'Dios es ateo', es decir, hasta cuando comprende que no puede volver a la fe de la infancia que añora"25. Se puede enunciar la tesis principal de este ensayo con un mandato, "hay que abandonar los caminos de la razón y volver a la fe de la infancia"26.
Durante esos primeros años en Salamanca la vida de Don Miguel fue en apariencia monótona. Acudía a sus clases, atendía a sus obligaciones familiares y docentes, al mismo tiempo que seguía publicando escritos que agitaban, de algún modo, la vida local de Salamanca y la vida nacional. Pero Unamuno siempre se negó a ser un dirigente político, porque su propio afán de individualismo y su negativa a definirse en ningún sentido no se lo permitían y, hacían que rechazara toda clase de ofertas para liderar algún tipo de formación política. Ferrater Mora recoge esta actitud de Don Miguel con las siguientes palabras:
Unamuno no perteneció a ningún partido, porque, en sus propias palabras, era un entero y no un partido. De ahí que fuera siempre el heterodoxo de todos los partidos —y aun de todos los regímenes—, en parte por el prurito de discrepar, pero en parte mayor aun por fidelidad al papel que soñaba le correspondía desempeñar sin fallas en España —y en Europa—: el de excitador, de alcaloide27.
En una superficial aproximación a la vida cotidiana de Unamuno pudiera parecer que esta vida tranquila que llevaba en Salamanca era fiel reflejo de la propia actitud de Don Miguel pero él, lejos de desentenderse de los problemas que afectaban a España, seguía muy de cerca la vida nacional y la vida de la ciudad de Salamanca y de su universidad. De hecho, el 30 de octubre de 1900 Unamuno fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca —después de no pocas polémicas entre los miembros del claustro— con el apoyo del alumnado pero sin el respaldo de la mayoría de aquél, que se había inclinado hacia el lado del rector saliente, Don Mamés Esperabé Lozano, y que no veía con buenos ojos el nombramiento de Unamuno. Don Miguel aún le dio más razones para su antipatía al hacerse cargo de la reorganización de la universidad y crear una cátedra de Filología comparada de latín y castellano que el mismo rector desempeñó. Emilio Salcedo narra de este modo el nombramiento del nuevo rector en su exhaustiva biografía de Don Miguel:
El acto es breve (...) De sí les dice que espera poder hacer algo, que lo creía posible y que la única manera de saberlo era comprobándolo al frente de la universidad. Terminó pidiendo leal colaboración (...) Al salir del aula, los estudiantes aclaman a Unamuno, le aplauden y piden a gritos que vaya al Paraninfo. Y allá van. El rector ya es Unamuno; el rector dirige a los estudiantes unas breves palabras (...) Y termina, contemplando el rostro de algunos de sus compañeros de claustro, presintiendo la dura lucha que se le avecina: "Huid de albergar en vuestra alma la envidia y la soberbia"28.
Unamuno ocupó la rectoría hasta 1914, año en el que fue destituido por primera vez como máxima autoridad de la Universidad de Salamanca. Durante estos catorce años como rector, Unamuno publicó algunas de sus obras capitales. El mismo año de su nombramiento, Don Miguel escribió Tres ensayos (1900) que plantea el problema de la personalidad íntima, ya sea personal o colectiva, dentro de la etapa del angustioso esfuerzo que Don Miguel estaba atravesando para adentrarse en sí mismo29. Dos años más tarde apareció Amor y pedagogía (1902) — novela a la que Unamuno había titulado originariamente Todo un hombre— y Paisajes (1902).
La gran variedad de temas de Unamuno y su uso de diferentes géneros iban haciéndose patentes en la producción de Don Miguel, pues el cambio de tono de sus obras es sorprendente: cómo pasa del tono de "subjetividad crítica, desnudez y arbitrariedad de Amor y pedagogía"30, a la descripción de los diferentes paisajes que lleva a cabo en Paisajes. Estos lugares y paisajes que visitó se quedaban grabados en la retina de Don Miguel, en la memoria del artista que era Unamuno, en la mirada del hombre que usaba las palabras para describir el mundo, pero que también sabía pintarlo con los trazos de su lapicero de dibujar que tantas veces había utilizado en sus años de juventud. "El paisaje como asunto literario es género en el que Unamuno ha dejado marca personalísima"31. Unamuno es capaz de escribir una novela, Amor y pedagogía en la que trata de caracterizar la filosofía, y un año más tarde publicar De mi país (1903), recopilación de artículos periodísticos que Don Miguel publicó en el diario bilbaíno El Nervión "sobre motivos costumbristas, aderezados con reflexiones sociológicas y literarias"32. El propio Unamuno enuncia la tesis de fondo de Amor y pedagogía con unas palabras recogidas por S. Serrano Poncela:
¿Qué importan las ideas, las ideas intelectuales? El sentimiento, no la concepción racional de la vida y del Universo, se refleja mejor que en un sistema filosófico en un poema en prosa o en verso, en una leyenda, en una novela, aunque todo y sobre todo la filosofía es, en rigor, novela o leyenda33.
En 1905 Unamuno publicó una de sus obras filosóficamente más relevantes, Vida de Don Quijote y Sancho, en la que se pueden encontrar algunas de sus tesis filosóficas más importes mediante comentarios a pasajes de la novela de Cervantes, de "nuestra Biblia nacional", como le gustaba llamarla a Unamuno. Este ensayo sobre la obra de Cervantes supuso un nuevo motivo para alimentar aun más, a través de la escritura, el afán de inmortalidad de Don Miguel. Este "hambre de inmortalidad"— expresión que el propio Unamuno usa para acentuar el carácter instintivo que cree que posee en el ser humano el deseo de inmortalidad— "explica la atracción de figuras novelescas como las de Don Quijote y Sancho, llamados a no morir, portadores de alguna manera del espíritu creador"34. Este ensayo tiene también dos temas principales: el heroísmo y el erostratismo.
En el tema del heroísmo la máxima influencia que recibió Unamuno procedía del ensayista, historiador y filósofo de la cultura escocés Thomas Carlyle (1795-1881), y aunque esta relación de Unamuno con el pensamiento de Carlyle no ha tenido un importante eco entre los estudiosos del pensamiento de Don Miguel, de hecho, "hubo un contacto real, intenso e íntimo de Unamuno con la obra de Carlyle"35, y Unamuno hace algunas referencias a Carlyle al que califica de "genial imaginador"36.
Por otra parte, el término "erostratismo", que usa Unamuno, procede de un mito griego que cuenta la historia de Eróstrato que quemó el templo de Efeso para obtener fama. El erostratismo, tal como lo entiende Unamuno, son los sacrificios para obtener fama37. Este tema está muy relacionado con uno de los sentidos del problema de la inmortalidad humana que maneja Unamuno: el de la fama en este mundo como forma de inmortalidad. El heroísmo y el erostratismo en Unamuno se relacionan por medio de los héroes que Don Miguel elige como alegoría para tratar el problema de la inmortalidad y que pueden tener dos clases de objetivos: Dios o la fama. Estos héroes son Don Quijote, Augusto Pérez —protagonista de Niebla—, San Ignacio, Santa Teresa, San Manuel Bueno, etc. A causa de las dudas respecto a la inmortalidad humana después de la muerte, Unamuno concentró sus fuerzas en lograr una fama mundana, en dejar escrito su nombre en los anales de la historia:
En el deseo de perduración que dominó la vida de Unamuno se integraban dos inclinaciones contrapuestas: el anhelo de una vida personal tras su muerte física y el afán de dejar, cuando aquélla sobreviniese, un nombre imperecedero en el mundo. Su incapacidad de creer en la inmortalidad hizo que Unamuno peleara con mayor tesón por conquistar renombre, fama mundana38.
La producción literaria de Unamuno en estos catorce primeros años de rectorado fue muy prolífica. Después de Vida de Don Quijote y Sancho, Unamuno cambió de género y publicó en 1907 una obra que tituló Poesías. Al año siguiente escribió la obra en la que mejor recogió sus recuerdos pasados —aunque muchas de sus obras están impregnadas de muchos recuerdos de su infancia y de su juventud—y que llevó por título Recuerdos de niñez y mocedad. En 1909, Unamuno volvió a cambiar de género y publicó dos obras teatrales, La esfinge y La difunta.
Unamuno ya era un escritor reconocido, capaz de abarcar numerosos temas en diversos géneros: había publicado ensayo, poesía, teatro y novela. Su producción de textos no cesó hasta el mismo año de su muerte. En 1910 vio la luz la colección de ensayos que Unamuno tituló Mi religión y otros ensayos breves que se caracteriza por la notable diversidad de temas que Unamuno trata: la religión, la verdad, la política, la cultura, la pornografía, la lujuria, la opinión pública, además de escribir sobre otros literatos y pensadores cuyas obras conoce como Ibsen o Kierkegaard, al que comenzó a leer en 1901 y que le sirvió de "compañero de su nueva trayectoria. Además lee también a autores protestantes y modernistas que dan nuevos horizontes a sus problemas teológicos"39.
Unamuno continuaba con su infatigable labor escritora y en 1911 publicó tres obras: Rosario de sonetos líricos, Por tierras de Portugal y España y Soliloquios y conversaciones; y en 1912 otra colección de ensayos con un título que podría corresponder muy bien con el temperamento del propio Unamuno, Contra esto y aquello. Las cargas familiares y los compromisos que de ellas se derivaban obligaban a Unamuno a trabajar sin descanso: escribía numerosos artículos para diferentes diarios, pronunciaba conferencias en diversos lugares, además de escribir sus obras y cumplir puntualmente con su responsabilidad docente y su responsabilidad académica como máxima autoridad de la universidad.
El año 1913 fue un año notable dentro de la producción escrita de Don Miguel pues publicó nada menos que cuatro obras entre las que se encuentra la que se puede considerar la obra más genuinamente filosófica de Don Miguel: Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos. Las otras tres obras que publicó Unamuno en 1913 corresponden, en primer lugar, a una colección de cuentos que recogió en un volumen y tituló El espejo de la muerte. Y, en segundo lugar, a dos obras teatrales que aparecieron con los títulos de La venda y La princesa doña Lambra que se publicaron juntas en un mismo volumen.
La obra Del sentimiento trágico de la vida está compuesta por nueve ensayos y un epílogo dedicado a Don Quijote en la tragicomedia europea contemporánea. En ella Unamuno recogió sus principales preocupaciones filosóficas agrupadas en torno al recurrente tema unamuniano de la inmortalidad humana. En esta obra es donde claramente se puede encontrar la síntesis de las inquietudes y cuestiones filosóficas de Unamuno en torno a la inmortalidad. En palabras de Julián Marías, “el tema de Unamuno (...) es, pues, el hombre en su integridad, que va de su nacimiento a su muerte, con su carne, su vida, su personalidad y, sobre todo, su afán de no morirse nunca”40. En una carta a Pedro Jiménez Ilundain Unamuno dio noticia de esta obra que comenzó a publicar por entregas en 1911 y que más tarde reagrupó en su forma definitiva:
A la vez he enviado ya a La España moderna el primero de mis ensayos, bajo el título común de Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos. Serán siete u ocho ensayos que luego constituirán un libro. En ellos he refundido mi Tratado del amor de Dios que, en la forma que lo planeé primero, me iba resultando irrealizable. Hay un ensayo dedicado a la lucha del Papado contra el sillonismo41, el modernismo, etc., justificándola en cierto modo. Y todo ello acaba estableciendo la filosofía de la incertidumbre y la desesperación. En el fondo algo pesimista42.
En el verano de 1914, Unamuno llevó a su familia a pasar las vacaciones a Portugal, pero él debía regresar antes a Salamanca por los compromisos que le reclamaban allí. El 30 de agosto Don Miguel ya estaba en la ciudad castellana y se enteró de manera indirecta de su propia destitución:
En la Plaza Mayor cuelgan los periódicos locales unas carteleras en que dan avances de las noticias más salientes que van a publicar. Los titulares de la guerra europea llenan las planas de todos los diarios y la gente tiene avidez de noticias. Entre los telegramas de la guerra, la agencia de información lanza una bomba auténtica: Bergamín ha destituido al rector. Y Unamuno se entera bajo los soportales de la Plaza Mayor de Salamanca, en la cartelera de un periódico43.
El año de la publicación de su famosa obra Niebla (1914), es también el año en el que comenzó una de las etapas más duras de Unamuno, la de los últimos veintidós años de su vida, que estuvo marcada por su primera destitución como rector y por la infatigable campaña política que emprendió Unamuno a partir de entonces. Este activismo político le llevó a sufrir un destierro que le alejó de su país y de su familia, además de una condena de dieciséis años de presidio en 1920 por injurias contra Alfonso XIII escritas en un artículo. El motivo que precipitó su destitución como rector fue el problema que tuvo Unamuno con las autoridades políticas por la convalidación del título de bachiller a un colombiano por el que el ministro Bergamín le reclamó. Unamuno contestó a Bergamín —que no profesaba una gran admiración por Unamuno— justificando la decisión que había tomado con arreglo a la ley vigente, pero parece que el tema no quedó zanjado en este cruce de notas entre el rector de Salamanca y el ministro Bergamín. De este modo, Unamuno perdió la rectoría por motivos que él mismo en un escrito público afirmó que aún desconocía en el momento de su destitución. Según sus propias explicaciones, él había actuado correctamente e hizo pública su disconformidad con la decisión que había tomado el gobierno y que consideraba absolutamente injusta.
Probablemente motivos políticos llevaron a Bergamín a tomar esta decisión, y el talante polémico y díscolo de Don Miguel no ayudara mucho a mantener la armonía entre las autoridades del gobierno y la propia autoridad de Unamuno en la universidad. Ferrater Mora interpreta el motivo de la destitución de Unamuno con estas palabras que bien pudieran caracterizar el propio talante político de Unamuno:
Esta destitución tuvo lugar en 1914 (...) y el motivo de ella fue precisamente la denuncia de la incompatibilidad entre la dedicación pedagógica y la política. Denuncia curiosa en un país donde más que en una gran mayoría de otros las fallas de la política son tan graves que es obra de caridad repararlas por todos los medios que se pueda entre ellos, por la pedagogía. Sobre todo cuando por "pedagogía" se entiende el trabajo a favor de la regeneración material y moral del país, el esfuerzo denodado para que el país se avive, labore, crea, sea44.
A partir de su destitución Unamuno se involucró de forma más activa en cuestiones políticas. En mayo de 1927 Don Miguel participó como orador en el gran mitin de la izquierda celebrado en la plaza de toros de Madrid. Y en septiembre de ese mismo año fue elegido concejal en el Ayuntamiento de Salamanca. En 1920 Unamuno dio el salto a la política nacional y presentó su candidatura a las elecciones de diputados, además de presentarse en 1922 como candidato republicano a las Cortes. Pero antes de esta candidatura Unamuno estaba haciendo frente a sus problemas con la justicia causados todos por el mismo motivo: proferir injurias contra el rey Alfonso XIII. En una carta a Pedro Jiménez Ilundain lo explica el propio Unamuno:
Estoy sometido desde hace año y medio a tres procesos. Los tres en Valencia y los tres por supuestas injurias por escrito a S. M.; y estoy en libertad provisional, con obligación de presentarme en el Juzgado los días 1 y 15 de cada mes, con retención de la séptima parte del sueldo. Alcanzó el indulto; mas, para obtenerlo, he de someterme a juicio, y no quiero. No paso por esa farsa de que no retire el Fiscal la acusación, o más bien que retire en dos y acaso me condenen en el tercero y me indulten45 .
Los problemas con el gobierno y la justicia se agravaron más aún a partir del golpe de estado de Primo de Rivera —que se produjo el 13 de septiembre de 1923— que acabó por exasperar el talante luchador de Unamuno y que terminó con su condena a destierro. Entretanto, Don Miguel seguía escribiendo y publicando. Desde 1917 hasta 1924 Unamuno publicó una docena de obras relevantes. Dentro de los ensayos y artículos editó tres obras: Ensayos (1916-1918), Sensaciones de Bilbao (1922) y Andanzas y visiones españolas (1922). Además no dejó de cultivar su faceta de novelista y escribió tres de sus novelas más populares: Abel Sánchez (1917), Tres novelas ejemplares y un prólogo (1920) y La tía Tula (1921). Tres obras poéticas corresponden también a esta etapa, entre las que se incluyen una de las obras en verso más importantes que escribió Unamuno: El Cristo de Velázquez (1920), además publicó Rimas de dentro (1923) y Teresa (1923). Por último, Unamuno escribió tres obras teatrales que tituló con diferentes nombres de mujer: Fedra (1921), Soledad (1921) y Raquel (1921).
Esta es la mejor prueba del espíritu infatigable de Don Miguel que no abandonó su profesión y su vocación como escritor a pesar de todos los problemas políticos en los que estaba involucrado. Unamuno seguía trabajando sin descanso por su familia y por su empeño en arreglar los problemas políticos y sociales de su país que le afectaban tanto como los problemas filosóficos y religiosos que le atormentaban. Unamuno llegó a obsesionarse con el estado de España, llegó a preocuparse de manera tal que no veía solución a los problemas que afectaban al país. En una carta a Ilundain, Unamuno expresa su falta de esperanza por encontrar alguna solución próxima:
Lo de aquí cada vez peor. Vivimos bajo un compacto y enorme nubarrón negro, preñado de pedrisco, que nos cubre todo el cielo, nos quita el sol, nos amaga con apedrearnos cualquier día. Yo me consumo en una expectativa incesante. El sentimiento de incertidumbre e inseguridad es general y continuo. Nadie sabe lo que va a pasar aquí. Y lo más terrible sería que no pasase nada46.
Unamuno también participó de manera activa en la vida académica de la Universidad de Salamanca, pues a pesar de su destitución como rector de 1914, el 19 de noviembre de 1921 es nombrado decano de la Facultad de Letras y vicerrector y, a su vez, ejercía como rector en funciones. Dos años después Unamuno presentó su dimisión para ambos cargos pero fue confirmado en los puestos por la mayoría del claustro. Don Miguel seguía siendo una autoridad académica y moral en la propia universidad. Pero este activismo político de Unamuno y su perpetua crítica a las autoridades políticas —que ya se habían personalizado en la figura de Primo de Rivera después del golpe de estado— precipitaron los acontecimientos y el 20 de febrero de 1924 fue el día en el que la vida del entonces vicerrector dio un giro completo. Ese día el gobernador de Salamanca recibió del gobierno la orden de cesar a Unamuno de sus puestos en la universidad y la pena que le condenaba al destierro.
Esta noticia no pasó inadvertida de ningún modo y las protestas contra el destierro de Unamuno se extendieron por todo el país y por el extranjero, por todo el continente europeo y por Hispanoamérica. A pesar de ello, Unamuno tuvo que abandonar la península y el 10 de marzo de 1924 llegó a Fuerteventura, lugar elegido para el confinamiento de Don Miguel. Durante su estancia en la isla Unamuno recibía noticias de la península e incluso le visitaron algunas personas. Entre ellas se encontraba Henri Dumay que propuso a Don Miguel un plan de fuga desde la isla a París, al que Unamuno accedió después de no pocas dudas por abandonar definitivamente su país. El talante luchador de Unamuno contra la política nacional no cesó ni siquiera en su destierro. Unamuno continuó su lucha:
Desde Fuerteventura siguió hablando y escribiendo contra el dictador y contra el monarca, y cuando el director de Le Quotidien, donde Don Miguel colaboraba, le preparó la huida de la isla, partió sin vacilar de ésta hacia Francia para proseguir allá, sin momento de tregua, y en destierro voluntario, su oposición indomada47.
Unamuno llegó a París el 28 de julio de 1924 pero su estancia en aquella ciudad era ya un destierro voluntario, porque antes de abandonar Fuerteventura había llegado a la isla el indulto del gobierno. Unamuno decidió exiliarse en Francia por propia voluntad, pues a pesar de ese indulto seguía manteniendo su postura contraria al régimen español. Este destierro, además de mantenerle lejos de su familia y de la ciudad de Salamanca que consideraba su hogar —ambas cosas entristecían profundamente a Don Miguel—, le costó su cátedra en Salamanca de la que fue despojado por no acudir a sus clases, después de treinta y cinco años en posesión de ella. Unamuno siguió escribiendo en París contra los políticos españoles pero no dejó de lado su tarea como novelista y fue en la capital francesa donde escribió Cómo se hace una novela (1925).
Unamuno ya no se sentía bien en París, dudaba si volver a España, entonces decidió abandonar París pero no regresó a su patria sino que tomó un tren y se quedó en Hendaya desde donde podía contemplar el País Vasco, "el viaje y, luego, la lejanía de París han serenado el ánimo de Unamuno. El reencuentro con el verdor de su nativa tierra vasca ha puesto el poso definitivo"48. En 1928 comenzó a colaborar con Eduardo Ortega y Gasset —hermano de José Ortega y Gasset— en la publicación de Hojas Libres, pequeña revista contra el régimen de Primo de Rivera que se difundía en España clandestinamente. Unamuno ya no pudo soportar más la lejanía de su familia y de su país y el 9 de marzo de 1930 atravesó a pie hasta España por el pueblo fronterizo guipuzcoano de Irún:
Ligero de equipaje como partió camino de Fuerteventura, cruza a pie el puente internacional de Irún, camino de España. Una multitud le espera: familiares, amigos, políticos que han callado durante su destierro y ahora esperan usarlo como hombre de paja (...) Su paso es firme; sus ojos azul claro están inundados de lágrimas y su corazón late a rebato, porque sabe que —de nuevo en su España— ha de seguir la lucha de cada día49.
Unamuno tardó varios días en regresar a Salamanca, antes de eso fue de Irún a San Sebastián y de allí a Bilbao. En su camino a Salamanca se detuvo en Valladolid. Cuando por fin llegó a Salamanca su recibimiento fue apoteósico. Por fin volvía el rector. Unamuno tenía muchos enemigos que él mismo se había procurado en esa ciudad, pero mucha gente veía también en Don Miguel al rector, al hombre luchador, al padre de familia modélico, a aquel hombre que había sufrido pena de destierro y procesos judiciales por defender el país contra aquellos que él consideraba que llevaban el destino de España hacia un camino que no era el correcto.
Durante su estancia en tierras extrañas tampoco Unamuno dejó de producir. Durante su destierro escribió Sombras de sueño (1930) que es la adaptación de su obra de teatro Tulio Montalbán y Julio Macedo —que se publicó en 1927—, El hermano Juan o el mundo de teatro que se publicó en 1934. Las obras más importantes fruto de su experiencia en el destierro son Cómo se hace una novela (1925), los versos de De Fuerteventura a París (1925) —ambas publicadas en París—, y Romancero del destierro (1928). En 1925 en París, Unamuno también publicó La agonía del cristianismo.
La situación política en España cambió. El rey salió hacia el exilio y se proclamó la Segunda República. El propio Unamuno fue el encargado de anunciarla en Salamanca. En este año de 1931 no sólo el sistema político español cambió, también la situación de Unamuno volvió a normalizarse, volvió a parecerse a aquel estado de reconocimiento y de popularidad que dejó atrás el mismo día de su destierro. En 1931 Unamuno publicó otra novela que alcanzó gran reconocimiento, San Manuel Bueno, Mártir; y tres historias más, nuevamente en torno a la temática religiosa de la fe y la inmortalidad humana que tiene como protagonista otro de los héroes unamunianos, Don Manuel, el cura que racionalizó su fe, que acabó perdiéndola pero que seguía viviendo con la esperanza de la inmortalidad. Don Manuel es el personaje que usa Miguel de Unamuno para dejar constancia de sus propias dudas, de su propia agonía —lucha— entre la fe y la razón. Cuando publicó esta novela en 1933, Don Miguel ya era un anciano, se sentía cansado de luchar "ya ni siquiera sufre angustia. Es el momento de la entrega total al destino y piensa en cómo hubiera sido su vida de cura rural pasando por momentos en los que se pierde la fe"50.
Además Don Miguel fue nombrado "alcalde-presidente honorario" del primer ayuntamiento de la Segunda República en Salamanca. Y de nuevo Unamuno volvió a ocupar la rectoría que le habían arrebatado hacía diecisiete años. El 18 de abril de 1931, Unamuno fue nombrado de nuevo rector de la Universidad de Salamanca. Al mes siguiente se publicó en el periódico norteamericano The New York Times un artículo redactado por el propio Unamuno sobre la nueva situación política española51. El año 1931 fue el gran regreso de Don Miguel como personaje público y reconocido no solo por la mayoría de la ciudad de Salamanca, sino también por todo el país y por muchos países del extranjero en los que las obras de Don Miguel ya habían empezado a ser traducidas, países como Francia e Italia, y en el continente americano, en el que Unamuno hacía ya años que colaboraba en algunos diarios como el argentino La Nación.
De hecho, en el año 1934, Unamuno fue nombrado Doctor Honoris Causa por la universidad francesa de Grenoble, y de nuevo en 1936, la Universidad de Oxford hizo lo propio y Don Miguel viajó hasta Inglaterra para acudir a su investidura. El propio gobierno volvía a reconocer el peso público de Don Miguel y el 27 de abril de 1931 le nombró presidente del Consejo de Instrucción Pública —cargo del que dimitió un año después, el 1 de mayo de 1932—, y en 1935, el Consejo de Ministros le nombró ciudadano de honor. Unamuno ya había entrado de nuevo en la vida política del país con todas sus esperanzas puestas en la nueva república de la que en los dos últimos años de su vida acabaría desilusionándose. El genio de Don Miguel seguía presente en la vida pública. Jean Cassou —el traductor francés que Unamuno conoció en París— caracteriza el talante de Unamuno en el texto a modo de prólogo que escribió para la edición francesa de la primera publicación de Cómo se hace una novela, con las siguientes palabras:
Tal es la agonía de Don Miguel de Unamuno, hombre en lucha, en lucha consigo mismo, con su pueblo y contra su pueblo, hombre hostil, hombre de guerra civil, tribuno sin partidarios, hombre solitario, desterrado, salvaje, orador en el desierto, provocador, irreconciliable, enemigo de la nada y a quien la nada atrae y devora, desgarrado entre la vida y la muerte, muerto y resucitado a la vez, invencible y siempre vencido52.
Participando de manera práctica también en la vida política Unamuno fue elegido diputado a Cortes por la ciudad de Salamanca. Acabó hastiado de los asuntos políticos y dejó de creer en la república que se estaba fraguando en el país y abandonó las Cortes. Ferrater Mora resume con las siguientes palabras esta etapa agitada de Don Miguel en la vida política nacional:
Fue proclamado en 1935 ciudadano de honor de la República y recibió, entre grandes festejos, en 1934, la jubilación de su cátedra, nombrándosele simultáneamente rector perpetuo de Salamanca. Estas consagraciones marcaron el fin de una etapa turbulenta que todavía había perdurado en las Cortes Constituyentes donde sus discursos eran, al tiempo que orlados de doctrina, repletos de incisivos ataques53.
En efecto, el 29 de septiembre de 1934 llegó el momento de dar la última clase de Don Miguel como profesor de la Universidad de Salamanca. Pero su jubilación no fue acogida como el retiro de cualquier profesor. El aula donde Don Miguel impartió su última lección se llenó, todos querían acudir a la última clase de Don Miguel, todos apreciaban al viejo catedrático luchador que había sido centro y figura de los treinta y cuatro últimos años de la Universidad. Se celebraron grandes fiestas en honor y, como homenaje a Don Miguel, se creó una cátedra con su nombre con la que Don Miguel poseía plena libertad para regentarla a su parecer.
Pero Unamuno volvió a levantarse y a rebelarse contra lo que no le parecía bien y denunció al gobierno de la República. Este levantamiento contra la autoridad produjo una nueva destitución, esta vez, el gobierno destituyó a Unamuno como rector perpetuo y anuló la creación de la cátedra que llevaba su nombre. En abril de 1936 Don Miguel ya estaba enfermo y distanciado de sus amistades por haber apoyado a los militares —que posteriormente se alzaron el 18 de julio de 1936—, aunque posteriormente fue repudiado en Salamanca por republicano. "El claustro unánimemente, decide retirar su confianza a Don Miguel de Unamuno y pedir al general Franco su destitución como rector perpetuo de Salamanca"54 que le destituyó el 22 de octubre mediante decreto.
En el mismo año de su muerte ocurrió un hecho que fue el máximo ejemplo del perpetuo talante crítico de Don Miguel con las autoridades políticas. Enfrentado ya con los militares, con el nuevo gobierno militar del general Franco, Unamuno fue protagonista de un enfrentamiento con el general Millán Astray. Se celebraba en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca un acto literario en conmemoración de la festividad de la raza. El acto era presidido por Miguel de Unamuno. A este acto acudió también la esposa del general Franco, Carmen Polo de Franco que tomó asiento a la derecha del rector, Don Miguel. El guión del acto se componía de diferentes discursos en torno al tema de la raza. Después de terminar todos los oradores, tomó la palabra Don Miguel para cerrar el acto, a pesar de que había anunciado que no lo haría. Unamuno sostenía en sus manos una cuartilla doblada con notas que había ido tomando a lo largo de las intervenciones de los anteriores oradores. Unamuno comenzó su intervención haciendo una dura crítica a la guerra civil con estas famosas palabras:
La nuestra es una guerra incivil. Nací arrullado por una guerra civil y sé lo que digo. Vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia55.
Don Miguel continuó su discurso defendiendo a vascos y catalanes, remitiéndose a sus orígenes vascos. El general Millán Astray airado, golpeó violentamente la mesa e interrumpió el discurso de Don Miguel pronunciando unas palabras a favor del levantamiento militar, defendiendo a los soldados y terminó gritando "¡Mueran los intelectuales!, ¡Viva la muerte!". Don Miguel, fiel a sus principios y a sus palabras, replicó dirigiéndose directamente al general. El espectáculo ya estaba servido, el público se escandalizó por lo que estaba aconteciendo, y comenzaron a abuchear a Don Miguel. La esposa de Franco entonces tomó del brazo a Unamuno y ayudada por su guardia personal consiguió sacar a Don Miguel del Paraninfo y llevarle hasta su casa. Este incidente le costó a Don Miguel los reproches y el ser repudiado por algunos sectores de la ciudad de Salamanca que lo tacharon de "rojo", y de posicionarse en contra de España56.
Aislado, repudiado por el gobierno y hastiado de tanta polémica, Unamuno decidió recluirse en su propia casa, decidió encerrarse voluntariamente y alejarse de la vida pública como forma de protesta. Don Miguel ya no recibió el nuevo año, murió de repente el último día del año 1936, año en el que la guerra civil que estalló trajo nuevos e importantes cambios que dividieron de nuevo la España que tanto había preocupado a Don Miguel:
A las seis de la tarde el viento lleva por las calles de Salamanca la noticia como en un susurro de misterio: Don Miguel ha muerto, el Prometeo español que quiso robar el fuego de los dioses ha sucumbido al buitre. El aire es más frío. Salamanca parece una tumba. Las sombras caen sobre la ciudad, y la casa de la calle Bordadores, con la puerta entreabierta, empieza a recibir la visita de muchos que habían dejado solo al viejo escritor57.
Notas
1. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, Buenos Aires, Editorial Sudamericana, 1957, p. 24.
2. L. González Egido, "Introducción" en L. González Egido, Miguel de Unamuno, Valladolid, Junta de Castilla y León, 1997, p. 7.
3. Ibidem.
4. Cf. E. Salcedo, Vida de Don Miguel. Unamuno en su tiempo, en su España, en su Salamanca, Salamanca, Anaya, 1964, p. 24.
5. Cf. L. González Egido, Miguel de Unamuno, p. 41.
6. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 28.
7. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, p. 18.
8. Ibidem, p. 35.
9. M. de Unamuno, "Mi bochito" (1900) en De mi país, Obras completas de Miguel de Unamuno, Madrid, Escelicer, 1966, I, p. 170. De aquí en adelante se usará la abreviatura OC para referirse a las obras completas de Miguel de Unamuno de la editorial Escelicer. En este ensayo Unamuno aclara en una nota a pie de página el significado de la palabra "bocho", término con el que popularmente se conoce al viejo Bilbao, y dice que "bocho significa en bilbaíno un hoyo hecho en el suelo, como el que se hace para jugar a las canicas".
10. L. Granjel, Retrato de Unamuno, Madrid, Guadarrama, 1957, p. 37.
11. Unamuno ya había publicado en 1895 su obra En torno al casticismo, época en la que "lo encontramos, en efecto, en plena batalla contra el casticismo y el tradicionalismo, contra lo convencional y lo hueco, contra la falta de personalidad y de autoafirmación". J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, pp. 24-25.
12. Ibidem, p. 20.
13. M. Padilla, Unamuno, filósofo de encrucijada, Madrid, Cincel, 1985, p. 56.
14. L. Granjel, Retrato de Unamuno, pp. 125-126.
15. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, pp. 112-113.
16. M. Padilla, Unamuno, filósofo de encrucijada, p. 51.
17. L. Granjel, Retrato de Unamuno, p. 116.
18. Cf. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 152.
19. Cf. L. Granjel, Retrato de Unamuno, p. 190.
20. P. H. Fernández, Miguel de Unamuno y William James. Un paralelo pragmático, Salamanca, CIADA, 1960, p. 60.
21. M. Padilla, Unamuno, filósofo de encrucijada, p. 63.
22. "Nicodemo el fariseo", en cambio, se publicó en Revista Nueva 29. Madrid, 25 de noviembre de 1899, pp. 241-275.
23. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 89.
24. M. de Unamuno, "Nicodemo el fariseo" (1899), OC, VII, p. 368.
25. P. H. Fernández, Miguel de Unamuno y William James. Un paralelo pragmático, p. 60.
26. M. Padilla, Unamuno, filósofo de encrucijada, p. 148.
27. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, p. 27.
28. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 107.
29. Cf. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, p. 25.
30. Ibid., p. 26.
31. F. Yndurain, "Leyendo a Don Miguel" en M. de Unamuno, Cómo se hace una novela. Bilbao, Asociación de Amigos de Unamuno, 1986, p. 9.
32. S. Serrano Poncela, El pensamiento de Unamuno. México, Fondo de Cultura Económica, 1953, p. 13.
33. Ibid., p. 67.
34. R. Gullón, "Introducción" en M. de Unamuno, Vida de Don Quijote y Sancho. Madrid, Alianza, 1987, p. i.
35. C. Clavería, Temas de Unamuno, Madrid, Gredos, 1970. En esta obra Carlos Clavería dedica su primer capítulo (pp. 8-62) a recorrer y mostrar el conocimiento que Unamuno tenía de la obra de Carlyle y la influencia de éste en su pensamiento, especialmente en el tema del heroísmo.
36. M. de Unamuno, "Sueño y acción" (1902), De esto y aquello, OC, III, p. 957.
37. Cf. M. Padilla, Unamuno, filósofo de encrucijada, p. 155.
38. L. Granjel, Retrato de Unamuno, p. 267.
39. M. Padilla, Unamuno, filósofo de encrucijada, p. 66.
40. J. Marías, Miguel de Unamuno. Madrid, Espasa-Calpe, 1980, p. 46.
41. Con "sillonismo" Unamuno se refiere a la revista Le Sillon fundada en Francia en 1894 por Marc Sangnier que "frente a un catolicismo aún políticamente unido al Antiguo Régimen, Sangnier quería dar derecho de ciudadanía en Francia a un catolicismo social, inclinado hacia el pueblo y sinceramente republicano". Le Sillón fue condenada por el papa Pío X en 1910. E. Gilson, El filósofo y la teología, traducción de G. Torrente Ballester, Madrid, Guadarrama, 1962, p. 75.
42. Carta de Miguel de Unamuno a Pedro Jiménez Ilundain del 4 de febrero de 1911 desde Salamanca. H. Benítez, El drama religioso de Unamuno y Cartas a J. Ilundain, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 1949, p. 426.
43. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 185.
44. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, p. 27.
45. Carta de Miguel de Unamuno a Pedro Ilundain del 6 de junio de 1920 desde Salamanca. H. Benítez, El drama religioso de Unamuno y cartas a J. Ilundain, p. 453.
46. Carta de Miguel de Unamuno a Pedro Ilundain del 16 de enero de 1920 desde Salamanca. H. Benítez, El drama religioso de Unamuno y cartas a J. Ilundain, p. 452.
47. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, p. 31.
48. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 285.
49. Ibid., p. 315.
50. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 329.
51. Cf. Ibid., p. 338.
52. J. Cassou, "Retrato de Unamuno por Jean Cassou" en M. de Unamuno, Cómo se hace una novela, p. 18.
53. J. Ferrater Mora, Unamuno. Bosquejo de una filosofía, p. 35.
54. E. Salcedo, Vida de Don Miguel, p. 411.
55. Ibid., p. 409.
56. Cf. Ibid., p. 410.
57. Ibid., p. 415.
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