Dolores Ibárruri Gómez, llamada la Pasionaria.-a
1960 |
Desde que pasó a la acción con motivo de la huelga general revolucionaria de 1917, Dolores Ibárruri fue adquiriendo prestigio como oradora y articulista política, a pesar de que había interrumpido muy pronto su formación escolar para ponerse a trabajar como sirvienta.
Impresionada por el triunfo de la Revolución bolchevique en Rusia, Dolores Ibárruri participó junto con la agrupación socialista de Somorrostro, de la que era miembro, en la escisión del PSOE que dio lugar al nacimiento del Partido Comunista de España (PCE) en 1920, llegando a formar parte de su Comité Central en 1930; en 1931 se trasladó a Madrid para trabajar en la redacción del periódico del Partido, Mundo Obrero.
Su activismo de luchadora incansable le llevó a la cárcel por dos veces en 1931-33. Recién elegida diputada por Asturias en 1936, la sublevación de los militares contra el gobierno de la República acrecentó su carisma popular, al desplegar durante la siguiente Guerra Civil (1936-39) una gran actividad de propaganda; su prosa apasionada, sensible y coherente la convirtió en símbolo de la resistencia y combatividad de la España republicana.
Ya durante la guerra ascendió al segundo lugar en influencia dentro del partido, después de su secretario general, José Díaz. Tras la derrota militar se exilió en la Unión Soviética (1939-77), continuando su labor como representante de España en la Internacional Comunista. Al morir Díaz en 1942, Pasionaria le sustituyó como secretaria general del PCE, cargo del que sería desplazada por Santiago Carrillo en 1960; se mantuvo, no obstante, en el cargo honorífico de presidenta del Partido.
Dolores Ibárruri regresó a España tras la muerte de Franco y la transición a la democracia, resultando elegida de nuevo diputada por Asturias (1977). Incluso entonces permaneció aferrada a los viejos ideales del comunismo prosoviético, que apenas tenían ya eco ni en la sociedad española ni en el PCE; aquejada por problemas de salud, abandonó pronto su escaño y se retiró de la política activa.
Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva, nieta de Pasionaria.
“Estábamos juntas en Moscú cuando le comunicaron por teléfono la muerte de Franco. Mi abuela se quedó pensativa y dijo: ‘Que la tierra le sea leve".
“Nunca se adaptó al exilio ni llegó a tener pasaporte soviético”, asegura Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva (Moscú, 1960) , la nieta de Pasionaria, quien vivió con ella 38 años de exilio en Moscú. Reside entre Madrid y la capital rusa, donde nació y pasó su infancia de precoz aficionada al ballet, a la música, a los idiomas.
Entre risas, recuerda cómo su abuela le reprendía por desafiar el frío moscovita: “Andaba con minifalda y botas de tacón, y me decía: 'Lola, me parece que se te ha subido la falda.Unos pantalones te protegerían mejor de los 30 bajo cero'. Y tenía razón. Su preocupación no era moral, sino práctica”, revela en conversación telefónica. Vanity Fair la entrevista en exclusiva cuando se cumple el 40 aniversario de un acontecimiento histórico: la legalización del Partido Comunista de España.
Tal día como hoy, el 14 de abril de 1977, el PCE aceptaba la bandera oficial española. “Por 169 votos a favor, ninguno en contra y once abstenciones, el Comité Central ampliado del Partido Comunista de España ha tomado la decisión de colocar la bandera bicolor del Estado español, en todos sus actos, al lado de la bandera roja del Partido Comunista”, publicó dos días después el diario _ El País ._
“El compromiso alcanzado por el presidente del gobierno, Adolfo Suárez, y el secretario general del PCE, Santiago Carrillo, es el hecho más relevante de aquel período decisivo para la Transición española. Dos hombres de procedencia opuesta llegaron a un acuerdo. Y cada uno cumplió su parte”, continúa nuestra entrevistada.
Se decía que la legalización del PCE estaba prevista para después de las elecciones generales del 15 de junio de ese año, pero se adelantó “por la valentía de Suárez”, asegura Lola con voz dulce, casi hipnótica. Habla cuatro idiomas, “todos con un extraño acento”, pero entiende “varios más. A menudo me preguntan: ‘¿Chica, de dónde eres?’”.
El 9 de abril de 1977, “el Sábado Santo Rojo de la legalización del PC”, como se llamó más tarde, Dolores Ibárruri estaba en su casa en la calle Stanislavski de Moscú. Con ella, su hija, Amaya, y su nieta Lola. “No sabíamos absolutamente nada. Fue una sorpresa para todos”, recuerda hoy nuestra interlocutora. Por aquella época Pasionaria llevaba 38 años de exilio entre Rusia y Francia acompañada por Amaya y Lola. “Salió de España en marzo de 1939 con la pena no haber negociado con Franco. Ella veía posible abrir un corredor para salvar a los leales a la II República”, recuerda su nieta.
En cuanto se enteró de los acontecimiento del Sábado Santo Rojo, la histórica dirigente comunista decidió regresar a España de inmediato, pero no tenía pasaporte. “Ella lo solicitaba y solicitaba y solicitaba, pero la Embajada española no se lo concedía. Entonces tomó la decisión de emprender el vuelo a Madrid sin pasaporte”.
Dolores Ibárruri se compró un pasaje de Aeroflot para el viernes 13 de mayo de 1977. “En mi familia nunca hemos sido supersticiosos”, sentencia Ruiz-Ibárruri Sergueyeva entre risas. “Mientras corría la voz de que la Pasionaria, su hija Amaya e Irene Falcón (secretaria personal de Dolores Ibárruri) volvían a España, Carmen Menéndez, la esposa de Carrillo, voló a Moscú desde Madrid para acompañarlas en su regreso desde el exilio.
¿Dónde está Carrillo?
Un día antes de partir, el 12 de mayo, llamaron desde la Embajada para decir que ya estaban los pasaportes. La abuela lanzó un órdago y entró en España con los papeles en regla para incorporarse a la campaña electoral”, cuenta su nieta. Carrillo no fue al aeropuerto. “Por discreción”, asegura Ruiz-Ibárruri Sergueyeva.
En la primera legislatura democrática Dolores Ibárruri fue elegida “diputado” (con ‘o’) por Asturias. Entonces no se hacían distinciones entre la “o” y la “a”, subraya Lola. “Su entrada con Rafael Alberti en el hemiciclo fue triunfal”, dice sobre la irrupción del poeta y Pasionaria en el Congreso, que dio pie a una de las instantáneas icónicas de la época.
“Nadie contaba ya con ver algo así. Ella tuvo la enorme satisfacción de regresar a su país, de volver a la política –ya había ocupado un escaño en las Cortes de 1936–, y de vivir 12 años más en España. Aquí llegó a conocer a su primer bisnieto, Estanislao. Mis recuerdos de ella en esa última época son precisamente ver a Estanis, que apenas hablaba, pero enseñaba con devoción sus piezas de Lego a su bisabuela. Al evocarlo, pienso que quizás el pequeño reconocía ya su don”, evoca Lola.
Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva pasó “de la maternidad a la casa de mi abuela”. Se crió con Pasionaria. Con ella vivió, por ejemplo, la muerte de Franco. “Estábamos juntas en Moscú cuando se lo comunicaron por teléfono. Se quedó pensativa y dijo: ‘Que la tierra le sea leve’. Y añadió: ‘Voy a pedir el pasaporte para regresar a España’. Siempre fue partidaria de lo nuevo. Lectora de la Biblia, no quería acabar como la mujer de Lot. Fuerte, generosa, visionaria… Tenía un carisma extraordinario”.
En mayo de 1939, siendo ya la Secretaria general del PCE (cargo que ostentó entre 1942 y 1960) Pasionaria recaló en Moscú “para dos días y con lo puesto: vestido y sombrero de verano. Su antecesor, José Díaz, padecía una enfermedad incurable y le pidió que fuera a verlo”. Esos pocos días se transformaron en casi cuatro décadas.
“Mi abuela cosía muy bien. Cuando llegó a Madrid en 1931 para dirigir Mundo Obrero, la apoyó Teresa, madre de Paco Rabanne, jefa de taller de Balenciaga. El padre de Paco fue fusilado por Franco durante la guerra. Como era un trabajo ilegal, Teresa la ayudó a sobrevivir como modista en el Madrid de los años 30. Y la abuela vestía a la moda, con sombreros art déco y vestidos que se hacía ella misma”, cuenta sobre una figura repleta de luces y sombras.
“Nunca he pensado en las leyendas que circulan e intento, por higiene mental, no leerlas. Cualquier líder político tiene pros y contras, aliados y detractores. Durante una época se habló de ella en términos medievales, pero ya pasó”, arguye Lola, quien compagina su trabajo como intérprete con la recopilación de los archivos familiares.
“El español y el ruso. Voy por años y por personajes”, explica acerca de esta tarea agotadora, sobre el fondo de la historia reciente de Europa, de la Revolución de Octubre de 1917 a la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 (Dolores murió tres días después, a los 93 años de edad) , pasando por la dictadura de Stalin o la Guerra Civil española.
Si su abuela materna era Pasionaria, su abuelo paterno, Fiódor Serguèyev, fue uno de los fundadores y Jefe de Gobierno de la República Donetsko-Krivorozhskaya en 1918. “Fue asesinado en 1921 en un atentado. Alguien colocó piedras sobre los raíles del tren donde viajaba. Mi padre, Artiom Serguèyev, se quedó huérfano a los tres meses. Stalin tenía un hijo, Vasili, que nació con pocas semanas de diferencia. Vivían juntos en el Kremlin. Mi abuela Isabel, médico, montó junto con la psiquiatra Sabina Spielrein, la protagonista de la película Un método peligroso de David Cronenberg, y otros médicos y educadores una guardería que cerró en 1927 cuando la URSS prohibió el psicoanálisis”, desvela.
Admiradora de Václav Havel, “un hombre de consenso”, durante su etapa como periodista Lola entrevistó a Fidel Castro. Ha trabajado con la gran bailarina Maya Plisétskaya. Rostropóvich le presentó en un concierto a su gran amor, el magnate judío Marc Rich, fallecido en 2013. Su vida ha sido fascinante. “No tengo otra y he pagado un precio alto por vivirla”, murmura. Su afición a la música clásica la acercó a la reina Sofía, “una cariátide griega que mantuvo con elegancia el peso de la institución que le cayó en suerte. Su discreta preocupación por la cultura y las obras sociales es extraordinaria".
El mismo día que se cumple el 40 aniversario de aquella histórica votación del comité central del PCE, Lola regresará a Moscú. “Acercarte en avión a Madrid y ver los cielos abiertos ya te cambia el estado de ánimo. El español es hijo del sur y esa mentalidad le ayuda mucho... Será lo que Dios quiera, pero hay sol para todos. Con 30 bajo cero, estés bien o mal, te influye, se te encoge el alma”.
En 1991 presenció el fin de la URSS. “Cuando arriaron la bandera roja soviética de la cúpula del edificio del Senado en el Kremlin e izaron la rusa tricolor nos quedamos sobrecogidos. Supe que empezaba una nueva era”, admite.
“En mi entorno se veía venir. Conocía la obra de Hélène Carrère d'Encausse, la historiadora francesa de origen ruso (su hijo es el célebre escritor Emmanuel Carrère, autor de El adversario y Limonov) . Estuve presente en varias de sus conferencias. Ella escribió un libro profético, L'Émpire éclaté, analizando las tensiones nacionales que pusieron fin a la URSS. ¿Qué puedo añadir yo? Tal vez que la historia de la sociedad soviética siempre fue compleja y contradictoria. Pero había una universidad maravillosa y despuntaba una cultura extraordinaria. A pesar de todo”.
Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva, nieta de Pasionaria.
“Estábamos juntas en Moscú cuando le comunicaron por teléfono la muerte de Franco. Mi abuela se quedó pensativa y dijo: ‘Que la tierra le sea leve".
“Nunca se adaptó al exilio ni llegó a tener pasaporte soviético”, asegura Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva (Moscú, 1960) , la nieta de Pasionaria, quien vivió con ella 38 años de exilio en Moscú. Reside entre Madrid y la capital rusa, donde nació y pasó su infancia de precoz aficionada al ballet, a la música, a los idiomas.
Entre risas, recuerda cómo su abuela le reprendía por desafiar el frío moscovita: “Andaba con minifalda y botas de tacón, y me decía: 'Lola, me parece que se te ha subido la falda.Unos pantalones te protegerían mejor de los 30 bajo cero'. Y tenía razón. Su preocupación no era moral, sino práctica”, revela en conversación telefónica. Vanity Fair la entrevista en exclusiva cuando se cumple el 40 aniversario de un acontecimiento histórico: la legalización del Partido Comunista de España.
Tal día como hoy, el 14 de abril de 1977, el PCE aceptaba la bandera oficial española. “Por 169 votos a favor, ninguno en contra y once abstenciones, el Comité Central ampliado del Partido Comunista de España ha tomado la decisión de colocar la bandera bicolor del Estado español, en todos sus actos, al lado de la bandera roja del Partido Comunista”, publicó dos días después el diario _ El País ._
“El compromiso alcanzado por el presidente del gobierno, Adolfo Suárez, y el secretario general del PCE, Santiago Carrillo, es el hecho más relevante de aquel período decisivo para la Transición española. Dos hombres de procedencia opuesta llegaron a un acuerdo. Y cada uno cumplió su parte”, continúa nuestra entrevistada.
Se decía que la legalización del PCE estaba prevista para después de las elecciones generales del 15 de junio de ese año, pero se adelantó “por la valentía de Suárez”, asegura Lola con voz dulce, casi hipnótica. Habla cuatro idiomas, “todos con un extraño acento”, pero entiende “varios más. A menudo me preguntan: ‘¿Chica, de dónde eres?’”.
El 9 de abril de 1977, “el Sábado Santo Rojo de la legalización del PC”, como se llamó más tarde, Dolores Ibárruri estaba en su casa en la calle Stanislavski de Moscú. Con ella, su hija, Amaya, y su nieta Lola. “No sabíamos absolutamente nada. Fue una sorpresa para todos”, recuerda hoy nuestra interlocutora. Por aquella época Pasionaria llevaba 38 años de exilio entre Rusia y Francia acompañada por Amaya y Lola. “Salió de España en marzo de 1939 con la pena no haber negociado con Franco. Ella veía posible abrir un corredor para salvar a los leales a la II República”, recuerda su nieta.
En cuanto se enteró de los acontecimiento del Sábado Santo Rojo, la histórica dirigente comunista decidió regresar a España de inmediato, pero no tenía pasaporte. “Ella lo solicitaba y solicitaba y solicitaba, pero la Embajada española no se lo concedía. Entonces tomó la decisión de emprender el vuelo a Madrid sin pasaporte”.
Dolores Ibárruri se compró un pasaje de Aeroflot para el viernes 13 de mayo de 1977. “En mi familia nunca hemos sido supersticiosos”, sentencia Ruiz-Ibárruri Sergueyeva entre risas. “Mientras corría la voz de que la Pasionaria, su hija Amaya e Irene Falcón (secretaria personal de Dolores Ibárruri) volvían a España, Carmen Menéndez, la esposa de Carrillo, voló a Moscú desde Madrid para acompañarlas en su regreso desde el exilio.
¿Dónde está Carrillo?
Un día antes de partir, el 12 de mayo, llamaron desde la Embajada para decir que ya estaban los pasaportes. La abuela lanzó un órdago y entró en España con los papeles en regla para incorporarse a la campaña electoral”, cuenta su nieta. Carrillo no fue al aeropuerto. “Por discreción”, asegura Ruiz-Ibárruri Sergueyeva.
En la primera legislatura democrática Dolores Ibárruri fue elegida “diputado” (con ‘o’) por Asturias. Entonces no se hacían distinciones entre la “o” y la “a”, subraya Lola. “Su entrada con Rafael Alberti en el hemiciclo fue triunfal”, dice sobre la irrupción del poeta y Pasionaria en el Congreso, que dio pie a una de las instantáneas icónicas de la época.
“Nadie contaba ya con ver algo así. Ella tuvo la enorme satisfacción de regresar a su país, de volver a la política –ya había ocupado un escaño en las Cortes de 1936–, y de vivir 12 años más en España. Aquí llegó a conocer a su primer bisnieto, Estanislao. Mis recuerdos de ella en esa última época son precisamente ver a Estanis, que apenas hablaba, pero enseñaba con devoción sus piezas de Lego a su bisabuela. Al evocarlo, pienso que quizás el pequeño reconocía ya su don”, evoca Lola.
Lola Ruiz-Ibárruri Sergueyeva pasó “de la maternidad a la casa de mi abuela”. Se crió con Pasionaria. Con ella vivió, por ejemplo, la muerte de Franco. “Estábamos juntas en Moscú cuando se lo comunicaron por teléfono. Se quedó pensativa y dijo: ‘Que la tierra le sea leve’. Y añadió: ‘Voy a pedir el pasaporte para regresar a España’. Siempre fue partidaria de lo nuevo. Lectora de la Biblia, no quería acabar como la mujer de Lot. Fuerte, generosa, visionaria… Tenía un carisma extraordinario”.
En mayo de 1939, siendo ya la Secretaria general del PCE (cargo que ostentó entre 1942 y 1960) Pasionaria recaló en Moscú “para dos días y con lo puesto: vestido y sombrero de verano. Su antecesor, José Díaz, padecía una enfermedad incurable y le pidió que fuera a verlo”. Esos pocos días se transformaron en casi cuatro décadas.
“Mi abuela cosía muy bien. Cuando llegó a Madrid en 1931 para dirigir Mundo Obrero, la apoyó Teresa, madre de Paco Rabanne, jefa de taller de Balenciaga. El padre de Paco fue fusilado por Franco durante la guerra. Como era un trabajo ilegal, Teresa la ayudó a sobrevivir como modista en el Madrid de los años 30. Y la abuela vestía a la moda, con sombreros art déco y vestidos que se hacía ella misma”, cuenta sobre una figura repleta de luces y sombras.
“Nunca he pensado en las leyendas que circulan e intento, por higiene mental, no leerlas. Cualquier líder político tiene pros y contras, aliados y detractores. Durante una época se habló de ella en términos medievales, pero ya pasó”, arguye Lola, quien compagina su trabajo como intérprete con la recopilación de los archivos familiares.
“El español y el ruso. Voy por años y por personajes”, explica acerca de esta tarea agotadora, sobre el fondo de la historia reciente de Europa, de la Revolución de Octubre de 1917 a la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 (Dolores murió tres días después, a los 93 años de edad) , pasando por la dictadura de Stalin o la Guerra Civil española.
Si su abuela materna era Pasionaria, su abuelo paterno, Fiódor Serguèyev, fue uno de los fundadores y Jefe de Gobierno de la República Donetsko-Krivorozhskaya en 1918. “Fue asesinado en 1921 en un atentado. Alguien colocó piedras sobre los raíles del tren donde viajaba. Mi padre, Artiom Serguèyev, se quedó huérfano a los tres meses. Stalin tenía un hijo, Vasili, que nació con pocas semanas de diferencia. Vivían juntos en el Kremlin. Mi abuela Isabel, médico, montó junto con la psiquiatra Sabina Spielrein, la protagonista de la película Un método peligroso de David Cronenberg, y otros médicos y educadores una guardería que cerró en 1927 cuando la URSS prohibió el psicoanálisis”, desvela.
Admiradora de Václav Havel, “un hombre de consenso”, durante su etapa como periodista Lola entrevistó a Fidel Castro. Ha trabajado con la gran bailarina Maya Plisétskaya. Rostropóvich le presentó en un concierto a su gran amor, el magnate judío Marc Rich, fallecido en 2013. Su vida ha sido fascinante. “No tengo otra y he pagado un precio alto por vivirla”, murmura. Su afición a la música clásica la acercó a la reina Sofía, “una cariátide griega que mantuvo con elegancia el peso de la institución que le cayó en suerte. Su discreta preocupación por la cultura y las obras sociales es extraordinaria".
El mismo día que se cumple el 40 aniversario de aquella histórica votación del comité central del PCE, Lola regresará a Moscú. “Acercarte en avión a Madrid y ver los cielos abiertos ya te cambia el estado de ánimo. El español es hijo del sur y esa mentalidad le ayuda mucho... Será lo que Dios quiera, pero hay sol para todos. Con 30 bajo cero, estés bien o mal, te influye, se te encoge el alma”.
En 1991 presenció el fin de la URSS. “Cuando arriaron la bandera roja soviética de la cúpula del edificio del Senado en el Kremlin e izaron la rusa tricolor nos quedamos sobrecogidos. Supe que empezaba una nueva era”, admite.
“En mi entorno se veía venir. Conocía la obra de Hélène Carrère d'Encausse, la historiadora francesa de origen ruso (su hijo es el célebre escritor Emmanuel Carrère, autor de El adversario y Limonov) . Estuve presente en varias de sus conferencias. Ella escribió un libro profético, L'Émpire éclaté, analizando las tensiones nacionales que pusieron fin a la URSS. ¿Qué puedo añadir yo? Tal vez que la historia de la sociedad soviética siempre fue compleja y contradictoria. Pero había una universidad maravillosa y despuntaba una cultura extraordinaria. A pesar de todo”.
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