Presidente Manuel Azaña Díaz.-a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes

Scherezada Jacqueline Alvear Godoy

retrato


(Alcalá de Henares, Madrid, 1880 - Montauban, Francia, 1940), fue un Político español, madrileño, quien  fue presidente de la Segunda República Española.


Escudo de Armas

Padres.

Azaña Catarineu, Esteban. 

Alcalá de Henares (Madrid), 16.V.1850 – 10.II.1890. Alcalde de Alcalá de Henares, historiador, político y empresario.

Hijo de Gregorio Azaña Rajas, natural de Alcalá de Henares, como su padre y su abuelo, dedicados al mundo del Derecho y de tradición política liberal, y de Concepción Catarineu Pujals, también natural de Alcalá de Henares, pero de familia oriunda de Arenys de Mar. Aunque cursó estudios superiores de Derecho, se apartó de la tradición familiar por vía paterna para dedicarse a los negocios de la familia de la madre, concretamente de la fábrica de jabón. Fruto de su matrimonio con Josefa Díaz Gallo y Muguruza, tuvo cinco hijos: Gregorio, Manuel, que llegó con el tiempo a ser presidente del Consejo de Ministros y de la Segunda República, Carlos, Josefa y Concepción.
Su dedicación a la actividad empresarial le permitió participar activamente en la vida política, social y cultural de la ciudad complutense. Ocupó determinados cargos locales de diversa entidad, juez municipal, presidente del casino tesorero de la Sociedad de Condueños de la antigua Universidad, entre otros.
En el campo literario, su obra más importante es la Historia de la ciudad de Alcalá de Henares (antigua Compluto), publicada en dos tomos entre 1882 y 1883. La importancia de esta obra histórica es tal que, a pesar de haber sido publicadas otras historias generales de esta ciudad con posterioridad, actualmente continúan realizándose reediciones de la misma. Obra menor de Esteban Azaña fue Ludivina, novela de costumbres, publicada en 1877, de carácter romántico y de poca calidad. Su escaso éxito hizo comprender al autor que su futuro no estaba en la literatura.

Mejores debieron ser sus dotes oratorias y políticas, así como sus actividades sociales, que le permitieron realizar una rápida carrera en el ayuntamiento complutense.

En 1875 fue nombrado concejal y, tras la aprobación de la Constitución de 1876, en las elecciones municipales de 1877 fue reelegido, ocupando el cargo de primer teniente de alcalde. Ascendió a la alcaldía el 11 de octubre de 1877. Volvió a ser elegido concejal y alcalde por la corporación en las elecciones de 1879, cesando en este último puesto, pero no en el de concejal, el 6 de marzo de 1881. No tuvo dedicación política entre 1883 y 1885, aunque ese año volvió a obtener acta de concejal, ejerciendo de nuevo como alcalde hasta 1890.
Como alcalde de su ciudad, preocupado por recuperar su grandioso pasado, Azaña llevó a cabo una ingente labor. Fruto de una iniciativa personal suya fue la erección, en 1879, de la estatua de Cervantes obra del escultor italiano Pedro Nicoli. También fue promovido por Esteban Azaña un monumento dedicado a la memoria de El Empecinado, diseñado por el escultor Francisco Graciani, e inaugurado en la calle de la Merced en 1879.
Asimismo, en 1879, tuvo lugar la inauguración de una nueva plaza de toros en la Avenida de Guadalajara, en la que participó el famoso matador Frascuelo.
Fruto de la visita de los reyes Alfonso XII y María Cristina a la ciudad fue la concesión del título de Excelentísimo al ayuntamiento complutense. A título personal, Esteban Azaña fue distinguido con el ingreso en la Orden de Carlos III. Esteban Azaña fue parte fundamental en la acción que abortó la sublevación republicana del general Villacampa en 1886. La reina regente, María Cristina, quiso premiar su acción con la concesión del título de conde de Zulema, pero, al parecer, su padre, Gregorio Azaña, de convicciones netamente liberales, convenció a Esteban para que no lo aceptase.
Aunque no existían documentos fehacientes, sus investigaciones le llevaron a considerar, erróneamente, 1884 como el del séptimo centenario de la aparición de la Virgen del Val, patrona de la ciudad, celebrándose el aniversario con numerosos actos civiles y religiosos.
Esta fecha se ha mantenido hasta hace unos años que se demostró que no podía ser la real.
De 1885 data la instalación del primer alumbrado eléctrico en las calles de la ciudad. Ese mismo año fue creada la diócesis de Madrid-Alcalá, desgajada de la de Toledo, no sin oposición por parte de los alcalaínos, con Esteban Azaña a la cabeza, que escribió un opúsculo reclamando la capitalidad de la diócesis para la ciudad complutense, que el orden de la denominación se invirtiera, es decir, que fuera diócesis de Alcalá-Madrid, que la Magistral se elevara al rango de catedral o, al menos, que el seminario central se estableciera en la ciudad. Ninguna de sus propuestas prosperó.
En 1888, fue inaugurado el Teatro Salón Cervantes tras apenas dos meses de obras, aunque con una fachada provisional muy diferente de la actual.
Murió en su ciudad natal en febrero de 1890, víctima de una gripe. Poco antes, se había celebrado su matrimonio con María Jesús Vicario. Los motivos de esta boda fueron, al parecer, legalizar la situación de vida en común que ambos mantenían. Años después, tras un largo pleito, la familia consiguió la anulación de este matrimonio.

Obras de ~: Ludivina. Novela de costumbres, Alcalá, 1877; Memoria de los acuerdos del Iltre. Ayuntamiento de la Ciudad de Alcalá de Henares para la erección de un monumento a Miguel de Cervantes Saavedra, presentada a dicha Ilte. Corporación por el presidente de la misma, Alcalá, F. García, 1879; Historia de la ciudad de Alcalá de Henares (antigua Compluto), t. I, Alcalá, 1882, t. II, Madrid, 1883 (ed. facs. Alcalá de Henares, Servicio de Publicaciones, Universidad de Alcalá, 2005); La Magistral de Alcalá y la diócesis de Madrid, Alcalá, 1885; Discurso pronunciado el día 25 de Marzo de 1886 por Don Esteban Azaña, Alcalde, Presidente del Excmo. e Ilustre Ayuntamiento [...] en el acto de inaugurar la primera Escuela de Párvulos a cargo del profesor Don José Fornell, Alcalá, 1886.

Bibl.: C. de Rivas Cherif, Retrato de un desconocido: vida de Manuel Azaña, Barcelona, Grijalbo, 1980; J. Marichal, La vocación de Manuel Azaña, Madrid, Alianza Editorial, 1982; J. García Saldaña, Documentos olvidados, Alcalá de Henares, Ayuntamiento de Alcalá de Henares-Institución de Estudios Complutenses, 1986; J. Llull Peñalba, Manuel Laredo, un artista romántico en Alcalá de Henares, Alcalá de Henares, Fundación Colegio del Rey, 1996; L. M. de Diego Pareja y J. C. Canalda Cámara, Alcalá de Henares, crónica general, Alcalá de Henares, Editorial Brocar, 2001; M. V. Sánchez Moltó, “La saga de los Azaña”, en Alcalá de Henares, páginas de su historia. XII Curso de Historia, Arte y Cultura, 2003, Alcalá de Henares, Institución de Estudios Complutenses, 2003, págs. 377-392.

Hermanos 

 1.-Gregorio Azaña Díaz

 Alcalá de Henares (Madrid), 21.V.1875 – Zaragoza, 24.XI.1934. Abogado, juez, magistrado.

Gregorio Azaña Díaz nació en la casa familiar de la calle de la Imagen, número 3, de Alcalá de Henares (Madrid) el día 21 de mayo de 1875, siendo bautizado, como sus hermanos, en la parroquia de San Pedro de la iglesia Magistral complutense. Era el mayor de los cuatro hijos —Gregorio, Manuel, Carlos y Josefina— del matrimonio formado por Esteban Azaña Catarineu y Josefina Díaz-Gallo Muguruza y perteneció por su nacimiento a una familia de letrados de honda raigambre alcalaína.

Bisnieto de Esteban Azaña Hernández, notario y secretario del ayuntamiento alcalaíno que el 5 de mayo de 1820 proclamó la Constitución Española de 1812 desde el púlpito principal de la iglesia Magistral complutense, y nieto de Gregorio Azaña Rajas, también notario y destacado político liberal, protagonista directo en la compra salvadora de los edificios de la Universidad por la Sociedad de Condueños en 1851.
Su padre, Esteban Azaña, fue caballero de la Orden de Carlos III, miembro de la Asociación de Escritores y Artistas, probablemente uno de los mejores alcaldes de Alcalá de todos los tiempos y autor de una gran historia de su ciudad. Fue siempre católico practicante y profundamente liberal de acuerdo con la rectilínea tradición familiar. Huelga decir que fue hermano de Manuel Azaña Díaz, político e intelectual que llegó a ser presidente de la Segunda República Española, con quien siempre le unieron fuertes lazos de afinidad.

Tras finalizar sus estudios de bachillerato en el colegio de los Escolapios instalado en la antigua universidad alcalaína, cursó la carrera de Derecho en la Universidad Central de Madrid, donde se licenció con nota de sobresaliente a los veintiún años el día 3 de julio de 1895. El 25 de abril de 1897 se inscribió como ejerciente en el Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, comenzando así el ejercicio de su profesión instalando un despacho en la casa familiar de la calle de la Imagen.
Contrajo matrimonio con Amparo Cuevas y en 1905 era presidente del Gremio de Labradores y de la Sociedad de Condueños de los Edificios que fueron universidad, por lo que todas sus circunstancias personales hacían prever una definitiva integración en su ciudad natal. Pero la ruina familiar, iniciada años antes al fracasar los pequeños negocios —tejares, fábrica de jabón— que iniciara su padre, acentuada por la quiebra de la fábrica de electricidad montada en Alcalá en colaboración con su hermano Manuel, le impulsó, como a aquél, a estudiar oposiciones con las que paliar los problemas económicos familiares. Y así, en 1910 preparó las oposiciones a judicatura, en las que obtuvo el segundo puesto, siendo destinado a Alhama de Granada.
Ya nunca regresó para vivir en su Alcalá natal. En su destino de Alhama falleció su mujer y Gregorio Azaña inició un periplo como juez que le llevó a las audiencias de Baza, Almería, Alcoy, Valencia y Zaragoza.
Sus sentencias han venido sentando jurisprudencia en los tribunales de Zaragoza hasta tiempos muy recientes.
Murió en Zaragoza el 24 de noviembre de 1934 siendo presidente de la Audiencia Territorial. Trasladado su cuerpo a Alcalá de Henares, su hermano Manuel, con quien siempre había estado muy unido, no puso asistir al entierro, pues en aquellos días se encontraba detenido a bordo del destructor Sánchez Barcaiztegui anclado en el puerto barcelonés, acusado de haber participado en la revolución secesionista de Cataluña en octubre de aquel mismo año.

Bibl.: A. Marchamalo Sánchez y M. Marchamalo Maín, El Ilustre Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, Alcalá de Henares (Madrid), Colegio de Abogados de Alcalá de Henares, 1999 (3.ª ed.), págs. 213-214.

2.-Carlos  Azaña Díaz

3.-Maria Josefa  Azaña Díaz  (1884-?)





El gran collar de Orden de República Española.




El Ministerio de Asuntos Exteriores de España, 2019, ha encontrado en sus fondos el Collar de la Orden Civil de la República que lució Manuel Azaña en su toma de posesión como presidente de la II República en 1936, así como la banda y la insignia.
Gran collar de orden

La distinción estaba en una caja fuerte almacenada en la sede del ministerio y ha aparecido con motivo de unos trabajos de fotografía del área de bienes culturales, han informado fuentes de Exteriores.
Azaña lució el Collar de la Orden cuando juró el cargo de presidente de la República el 11 de mayo de 1936 en el Congreso de los Diputados.
La identificación de la distinción ha sido posible porque los collares de la Orden de la República estaba numerados y sólo se concedieron seis.
El único que se conservaba hasta ahora fue el que se otorgó al que fue presidente de Francia entre 1932 y 1940, Albert Lebrun, que se exhibe en el Museo de la Legión de Honor de París.
Exteriores subraya que la pieza tiene un valor histórico "altísimo" y lo ha prestado a la exposición sobre la vida y el legado de Azaña organizada por la Biblioteca Nacional con motivo del 80 aniversario de su fallecimiento que los reyes inauguraron este jueves.
El Collar que perteneció a Azaña fue devuelto al Ministerio de Exteriores por parte del Tribunal de Responsabilidades Políticas en 1941, un año después de su muerte en el exilio en la localidad francesa de Montauban.
Esta condecoración ha sido concedida en seis ocasiones, entre ellas a los republicanos Niceto Alcalá Zamora (1932) y Alejandro Lerroux (1933).




Manuel Azaña en los partidos políticos.


“En la República encontramos nosotros la salvación o el camino de redención del pueblo español, la ruta que conduce a su mayoría de edad, la ruta que conduce a vivir libre como él quiera, dentro de normas de derecho, de justicia y de paz, de paz en todas partes, pero una paz fundada en la ley, en la justicia, en el orden, que no sale de las manos del verdugo, sino del respeto a la justicia y al cumplimiento del deber.” Azaña, en el Discurso inaugural de Izquierda Republicana (1934)

En el 76 aniversario de la muerte de Manuel Azaña estudiamos su figura vinculada a los partidos políticos a los que perteneció.

Azaña militó en tres formaciones políticas. Comenzó su compromiso político en el Partido Reformista a partir de 1913. El Partido Republicano Reformista nació en abril de 1912 en un banquete y homenaje a Melquíades Álvarez, la figura fundamental de esta formación política. En ese acto, el político asturiano pronunció un discurso donde expuso que lo que pretendía era reorganizar a los republicanos históricos que coincidían con él y con Gumersindo de Azcárate, y que la formación tendría vocación de gobierno y sería reformista. Al año siguiente, Álvarez dio un importante discurso político en el madrileño Hotel Palace, en el que defendió la necesidad de que se emprendiese una profunda reforma constitucional para democratizar el sistema político. En esos momentos ya era evidente la crisis del turnismo entre los dos partidos dinásticos, el conservador y el liberal, formaciones que, además, estaban profundamente divididas en facciones que seguían a distintos líderes. Los intentos de regenerar el sistema desde dentro estaban demostrando su fracaso. Por otra parte, el sistema caciquil electoral estaba haciendo ya aguas.
Como hemos señalado, el nuevo partido político nació como una formación con vocación ideológica democrática, laica y gradualista. Agrupaba a republicanos que no estaban adscritos a ningún partido concreto, profesionales liberales, muchos de ellos ligados a la Institución Libre de Enseñanza y al krausismo. Las ideas del reformismo se manifestaron en la revista España. En 1913 se publicó el “Prospecto de la Liga de la Educación Política de España”, manifiesto impulsado entre otros por Ortega y Gasset y Azaña, a favor de crear una élite que fomentase el avance del verdadero liberalismo y la democracia. Era, en realidad, un texto que apoyaba el programa del Partido Reformista. El propio Manuel Azaña se afilió a la nueva formación en ese año de 1913, y que tuvo en sus filas a lo más nutrido de la intelectualidad española de la segunda década del siglo XX. En el seno de este partido intentó ser elegido diputado en varias ocasiones, pero siempre con nulo éxito. En 1918 fundó la Unión Democrática Española con un manifiesto que firmaron Unamuno, Menéndez Pidal, Américo Castro y Pérez de Ayala, entre otros.
Pero Azaña dejó de militar en el reformismo al considerar que era imposible democratizar la Monarquía a la que dicha formación había terminado por aceptar, porque el rey se había comprometido con el establecimiento de una Dictadura. El reformismo se había desprestigiado y era una opción ya inviable en 1923 para conseguir que en España imperase la democracia. Azaña, además, siempre se opuso a la solución del “cirujano de hierro”, encarnado en el dictador Miguel Primo de Rivera, para abordar los problemas de España. Azaña siempre fue firme en la defensa de sus convicciones democráticas. Ese fue el inicio del camino que le condujo hacia el republicanismo, y que tiene su principal hito con su Apelación a la República de 1924, y la creación de un grupo político, Acción Republicana, como punto de unión de un nuevo republicanismo que superase sus problemas del pasado. En 1926 se creó la Alianza Republicana. Esta plataforma política nació en la efeméride de la Primera República, el 11 de febrero, y unía o coordinaba a distintas formaciones: el Partido Radical de Lerroux, el Partido Republicano Democrático Federal, el Partit Republicà Català de Marcelino Domingo y Lluís Companys y, por último, la Acción Republicana del propio Azaña. El grupo publicó un manifiesto en el que se anunciaba su lucha política por la proclamación de la República. Este proyecto supuso una clara apuesta por modernizar el republicanismo español para acercarlo a una base social más amplia: clases medias y bajas urbanas. La Alianza tuvo sus vicisitudes en la Dictadura. El radicalismo sufrió una escisión por su izquierda, con la creación del Partido Radical Socialista. Pero este hecho no debilitó a la Alianza, ya que, al terminar la Dictadura, los radical-socialistas participaron con la Alianza en la formación de un Comité conjunto para traer la República, iniciando un proceso de conjunción con otras fuerzas republicanas de carácter regional que culminó con la creación del Pacto de San Sebastián en agosto de 1930.

Proclamada la República, Azaña pasó a jugar un papel destacado en el Gobierno Provisional. Acción Republicana obtuvo treinta escaños en las elecciones generales de 1931. No era un fuerza electoral considerable si se compara, tanto con el tirón electoral de la formación republicana más conservadora de Lerroux o con los resultados del PSOE, pero aún así, gracias a la personalidad intensa de Azaña y de algunos de sus compañeros, como Claudio Sánchez Albornoz, jugó un papel importante en la elaboración de la Constitución, así como en la labor gubernamental del Bienio Reformista.
Pero la derrota de las izquierdas en el otoño de 1933 provocó que Azaña decidiese impulsar la causa republicana progresista, aunando esfuerzos, habida cuenta de la desunión existente en el seno de la izquierda no marxista. Así pues, nació en abril de 1934 Izquierda Republicana, que fusionó Acción Republicana de Azaña, la izquierda de los radical-socialistas, que había formado el Partido Republicano Radical Socialista Independiente con Marcelino Domingo y Álvaro de Albornoz, y la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) de Santiago Casares Quiroga. Al nuevo partido se unieron otras pequeñas formaciones republicanas del norte. Azaña se convirtió en el presidente del Consejo Nacional de Izquierda Republicana. El nuevo órgano oficioso del partido sería el periódico “Política”, aunque terminaría por ser el oficial en el otoño de 1936.
Izquierda Republicana fue una de las principales formaciones del Frente Popular. En las elecciones de febrero de 1936 sacó 87 diputados, siendo el tercer partido en la Cámara, detrás del PSOE y la CEDA. La importancia de Izquierda Republicana fue mayor en ese momento porque se convirtió en el núcleo principal del nuevo Gobierno, ya que los socialistas no participaron en el mismo. Azaña presidió el Gobierno y, cuando accedió a la principal magistratura del Estado, es decir, la presidencia de la República, otro miembro de IR ocupó la presidencia del Consejo de Ministros, Santiago Casares Quiroga. José Giral, miembro también de IR, le sustituiría al poco tiempo de estallar la guerra.





Azaña Díaz, Manuel.

  
Alcalá de Henares (Madrid), 10.I.1880 – Montauban (Francia), 3.XI.1940. Escritor y político. Ministro de la Guerra y Presidente del Consejo de Ministros de 1931 a 1933, y Presidente de la República española de 1936 a 1939.


Segundo de cuatro hermanos en una familia de clase acomodada. Era hijo de Esteban Azaña, propietario agrícola y alcalde de la ciudad en aquellos momentos, y de Josefina Díaz, que se dedicaba al cuidado de la familia. Su abuelo paterno, Gregorio, era notario y su abuela paterna, Concepción, se dedicaba a las tareas familiares. Ambos abuelos vivían aún cuando nació Manuel, mientras que los abuelos maternos, Manuel y Josefa habían fallecido ya en aquella fecha.
El nacimiento de Manuel se produjo en el domicilio familiar, calle de la Imagen, número 3, y entre los antepasados del recién nacido habían sido frecuentes los agricultores y los funcionarios locales. También hubo varios fabricantes. Algunos de ellos procedían de otras regiones del país como la Montaña cántabra, País Vasco, Cataluña y Toledo.
Manuel Azaña inició sus estudios de Bachillerato en un colegio privado de su ciudad natal con brillantes calificaciones.
En julio de 1889 falleció su madre, con la que tenía profundos lazos afectivos y, dos meses después, fallecería su abuelo, que había influido mucho en la formación de Manuel. La muerte de su padre, en enero del año siguiente, engrosaría el ciclo de desgracias familiares que se abatieron sobre el niño, que quedó al cuidado de su abuela y que aún tuvo que soportar la muerte de su hermano más pequeño, Carlos, durante el curso 1892-1893. Por entonces, cuando contaba once o doce años, experimentó una fuerte conmoción religiosa como consecuencia de una misión predicada por unos jesuitas en su ciudad natal.
Durante el curso 1893-194, en el que obtuvo el título de Bachiller, ingresó en el Real Colegio de Estudios Superiores María Cristina, de los agustinos de El Escorial, que acababa de ser establecido el curso anterior. Azaña dejó testimonio de esa estancia en la novela El jardín de los frailes, publicada en 1927.
Cursó allí los estudios de Derecho aunque, para obtener las calificaciones oficiales, tuvo que acudir a universidades oficiales. Se examinó del curso introductorio en la Universidad de Valladolid mientras que, en los años siguientes, lo haría en la de Zaragoza. En El Escorial –tal vez en la primavera de 1897– dejó la práctica religiosa sin especial conmoción, a la vez que cada vez se le hacía más insoportable su permanencia en aquel centro.

Vuelto a Alcalá, continuó los estudios de la Licenciatura de Derecho, que alcanzaría en Zaragoza, en julio de 1898, y publicó una revista literaria, Brisas del Henares, en compañía de algunos amigos como José María Vicario y Joaquín Creagh.
En octubre de 1898 se instaló en Madrid como pasante del bufete de Luis Díaz Cobeña, en donde coincidió con Niceto Alcalá-Zamora, a la vez que realizaba los estudios de doctorado, que le permitieron conocer a Francisco Giner de los Ríos.
Los cursos de doctorado los aprobó brillantemente en junio de 1899, y en abril de 1900 leyó su tesis doctoral sobre La responsabilidad de las multitudes, lo que le permitiría alcanzar el grado de Doctor en Derecho en el mes de junio de ese mismo año.
Manuel Azaña era, al comenzar sus veinte años, un joven de convicciones democráticas y reformistas que frecuentaba, en Madrid, la Academia de Jurisprudencia, en la que pronunció una conferencia sobre La libertad de asociación el 22 de enero de 1902. Con ella se sumó al debate, absorbente entonces, sobre la “cuestión religiosa”, y se manifestó partidario de que el Estado interviniese en la regulación de las congregaciones religiosas. No era el “señorito benaventino” (Juliá, 2008: 44) y despreocupado que se ha querido ver a veces.
También dio por entonces sus primeros pasos en la vida literaria madrileña con artículos en la revista Gente vieja, que se prolongan desde febrero de 1901 hasta mayo de 1903. Su firma aparecía en esa publicación junto a las de Francisco Silvela, Francisco Romero Robledo, Gaspar Núñez de Arce, José Nakens, Miguel Morayta y Antonio Pirala, entre otros.
Desde mediados de 1903 pasó a residir en Alcalá de Henares, donde se dedicó a atender los negocios familiares mientras realizaba algunos ensayos literarios y colaboraba en La avispa, una revista dedicada a los intereses locales.
En junio del 1910 obtuvo, por oposición, la plaza de Auxiliar tercero de la Dirección General de Registros y del Notariado del Ministerio de Gracia y Justicia, en donde desarrollaría toda su carrera de funcionario.

En febrero de 1911, volvió a su ciudad natal para pronunciar una conferencia sobre “El problema español”, en un momento que parecía propicio para un primer entendimiento entre intelectuales y socialistas (Juliá, 2007, 1, XXIII). Azaña se ratificó allí en sus convicciones democráticas para la reconstrucción del Estado desde la vida local
En septiembre de ese mismo año, tomó parte en una polémica que iniciaron Ortega y Gasset y Baroja en torno a la hegemonía cultural de Francia, con un par de artículos en el diario madrileño La Correspondencia de España. Los artículos le devolvieron al escenario literario madrileño, a la vez que le proporcionaron un cierto protagonismo entre la nueva generación de intelectuales que pululaban por Madrid.
Por esa misma época, obtuvo una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios con el objeto de realizar estudios de Derecho en la École Nationale de Chartes, de París, adonde llegó a finales de noviembre. Permaneció allí hasta finales de octubre del año 1912 y asistió a los cursos de algunos profesores conocidos como Alfred Loisy, Henri Pièron y Henri Bergson, entre otros, con especial atención a los temas psiquiátricos. Desde la capital francesa enviaría crónicas al diario madrileño La Correspondencia de España con el seudónimo de Martín Piñol.
La estancia en París le dejaría una profunda huella para el resto de su vida y siempre consideró la cultura francesa como el “hogar común” y la “casa materna” de las personas cultivadas de la raza latina (La correspondencia de España, 19 de diciembre de 1911). Una parte importante de esa profunda experiencia espiritual vino también de su asistencia a algunas funciones religiosas de gran calidad estética.
En febrero de 1913, fue elegido secretario primero del Ateneo de Madrid, en una candidatura presidida por Rafael M.ª de Labra, aunque Azaña pasó a ejercer la dirección efectiva de la institución. De esa época procede su estrecha amistad con Cipriano Rivas Cherif, que se prolongaría durante el resto de su vida.

También fue por entonces cuando se integró en la Liga de Educación Política Española, que lideró Ortega y Gasset, y en el proyecto político del Partido Reformista, que encabezó Melquiades Álvarez. En ambas iniciativas vino a coincidir la llamada generación de 1914, de acuerdo con la caracterización que hiciera, años más tarde, Luis de Olariaga. Los resultados de esos compromisos políticos, sin embargo, fueron muy magros.
Desencadenada la guerra europea, suscribió el mensaje de adhesión a la causa aliada, que apareció en la prensa francesa y española a comienzos de julio de 1915 y fue uno de los principales animadores de la visita que varios académicos y artistas franceses, entre los que se contaba Henri Bergson, hicieron a España en mayo de 1916. En octubre de ese mismo año, formaría también parte de la delegación española que, en devolución de la visita de los intelectuales franceses, viajó a París y a otras ciudades francesas, y visitó los frentes de guerra. Algunos meses después, en enero de 1917, suscribiría el manifiesto de la Liga Antigermanófila, que promovió la revista España
En septiembre de 1917 también visitó los frentes de guerra italianos en compañía de Américo Castro, Miguel de Unamuno, Luis Bello y Santiago Rusiñol, y en diciembre de ese mismo año volvió a Francia, esa vez en compañía de un numeroso grupo de escritores y artistas catalanes. De todas esas visitas saldrían una serie de artículos periodísticos y un ciclo de conferencias que se convirtieron en el núcleo de su libro Estudios de política francesa contemporánea. La política militar, publicado en 1919.
El devenir de la vida política española también atrajo la atención de Azaña. En febrero de 1918 se presentó a las elecciones generales para diputados que convocó el gobierno de García Prieto, como candidato reformista por la circunscripción de Puente del Arzobispo, pero resultaría derrotado claramente por un candidato maurista. Fue una decepción pasajera porque, a finales de ese mismo año, apareció enfrascado en las tareas del partido y en la preparación del manifiesto de la Unión Democrática Española para la Liga de la Sociedad de Naciones libres.
Pero la gestión del Ateneo y la militancia reformista parecían haber completado su ciclo y, en octubre de 1919 inició una nueva estancia en París, en compañía de Rivas Cherif, que se prolongó hasta abril del año siguiente. Los amigos realizaron entonces visitas a Alsacia y Lorena, las regiones recuperadas por Francia después de la guerra, de las que ha quedado el testimonio de los artículos de Azaña en los diarios madrileños El Fígaro y El Imparcial. Esa estancia parisina les dio la oportunidad de asistir a la presentación en París de El sombrero de tres picos de Manuel de Falla  –con los Ballets Rusos y los diseños de Picasso– que ya se había estrenado en Londres en julio del año anterior.

De vuelta a Madrid fundó, también con Rivas Cherif, la revista literaria La Pluma, con el apoyo económico de Amós Salvador Sáenz y Carreras, reconocido arquitecto y diputado liberal demócrata por Logroño. La revista sacó treinta y siete números, antes de desaparecer en junio de 1923. En la revista colaboraron escritores de muy diversas características, como Unamuno, Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez y varios de los poetas de lo que sería la generación de 1927 (Guillén, Lorca, Salinas). También lo hicieron Ramón Gómez de la Serna y el crítico musical Adolfo Salazar.
En cuanto a su actividad política, Azaña se mantuvo ligado al Partido Reformista, aunque de una forma un tanto reticente, que se convirtió en abierta crítica cuando Miguel Primo de Rivera estableció la Dictadura en septiembre de 1923. Unos meses antes, Azaña había intentado de nuevo su elección como diputado reformista por Puente del Arzobispo pero volvió a ser derrotado por un candidato conservador.
A comienzos de ese año 1923, Azaña había asumido la dirección de la revista España, por consejo de Amós Salvador, mientras que La Pluma desaparecería a mediados de ese mismo año.
La dictadura de Primo de Rivera aceleró la ruptura de Azaña con el Partido Reformista y con el régimen monárquico. Cuatro días después del golpe de Estado escribió a Melquiades Álvarez para hacérselo saber y reclamar del líder reformista una actitud de neta oposición a la situación creada.
La falta de respuesta de Álvarez le llevó a darse de baja en el Partido Reformista y poner sus esperanzas en un cambio de régimen que se plasmó en el folleto Apelación a la República, publicado de forma anónima a mediados de 1924. Dos meses antes había firmado, junto con otros muchos intelectuales madrileños, un mensaje dirigido al presidente del Directorio en defensa de la lengua catalana. El mensaje lo había puesto en circulación Pedro Sáinz Rodríguez.
La posición republicana de Azaña se afianza con el manifiesto, que presenta en mayo de 1925, y con la creación del Grupo de Acción Política, germen de la futura Acción Republicana. Desde ella participó en la constitución, el 11 de febrero de 1926, de una Alianza Republicana que aglutinaba las organizaciones del republicanismo histórico (Lerroux) con las del nuevo republicanismo que encarnaba Azaña.

La vida política, sin embargo, parece adormecida por la aparente solidez de la Dictadura, y Azaña dedicó buena parte de sus energías a la actividad literaria con estudios sobre Ganivet y Valera. En la primavera de 1927 publicó la novela El jardín de los frailes, de la que había adelantado doce capítulos seis años antes en la revista La Pluma.
Por entonces Azaña se había sentido atraído por Lola Rivas Cherif, la hermana menor de su amigo Cipriano y, tras los comprensibles titubeos de todos los conocedores del asunto –el pretendiente era veinticuatro años mayor que la joven–, la boda se celebró el 27 de febrero de 1929 en la Iglesia de los Jerónimos de Madrid. El matrimonio no tuvo hijos.
La caída del dictador Primo de Rivera a finales de enero de 1930 dio un nuevo impulso al republicanismo de Azaña y a su decisión de conseguir el cambio de régimen: el día 8 de febrero se constituyó el grupo de Acción Republicana, dentro una Alianza Republicana con Lerroux y, tres días más tarde, Azaña concurrió con su nuevo partido a la conmemoración del aniversario de la República de 1873.
La conspiración republicana estaba ya en marcha y, a finales de marzo, formó parte de la delegación de intelectuales madrileños que acudieron a Barcelona para recibir el reconocimiento de la ciudad por el manifiesto que, unos años antes, habían firmado en defensa de la lengua catalana. Fue también el inicio de un entendimiento con las fuerzas políticas catalanas de izquierdas.
El escenario de buena parte de la actividad política de Azaña se trasladó por entonces al Ateneo madrileño, del que fue elegido presidente a mediados de junio, con una votación casi unánime. El Ateneo fue, durante aquellos meses, un lugar que parecía sustituir al Congreso de los Diputados, cerrado por el régimen dictatorial.
Azaña participó en las iniciativas de coordinación entre los partidos republicanos, que se sucedieron durante la primavera de 1930, culminaron en el entendimiento con algunos republicanos catalanes, que se alcanzó en San Sebastián en el mes de agosto y al que se le ha dado, un tanto pretenciosamente, el nombre de Pacto de San Sebastián. Fue un simple acuerdo de principio sobre la manera en que los catalanes podían satisfacer sus apetencias autonómicas, a cambio de integrarse en la conspiración republicana que se presentó solemnemente el 28 de septiembre en Madrid, con un gran mitin que tuvo como escenario la Plaza de Toros de las Ventas. En las semanas siguientes, los socialistas se unieron también a la conspiración y se incorporaron a un gobierno “en la sombra”, en el que correspondió a Azaña la cartera de Guerra.

En diciembre de aquel año, cuando fracasó la sublevación de Jaca, Azaña se escondió en casa de sus suegros y dedicó su mucho tiempo libre a terminar su novela Fresdeval, que aún tardaría muchos años en ver la luz. Más adelante se encerraría en su propio domicilio, del que vendrían a sacarle el 14 de abril, cuando se proclamó la República y se formó un Gobierno provisional bajo la presidencia de Niceto Alcalá-Zamora. Conforme a lo previsto, Manuel Azaña era el nuevo ministro de la Guerra.
Desde su nuevo cargo, realizó una activa política de reformas, acordes con los trabajos que, desde hacía años, venía dedicando a los asuntos militares. Las líneas generales de sus reformas, encaminadas a conseguir un Ejército más operativo, además de leal al nuevo régimen, no tuvieron mala acogida y aumentaron el prestigio político de Azaña. El propio José Ortega y Gasset se haría, más adelante, portavoz de esas opiniones favorables.
En las elecciones a Cortes Constituyentes, que se celebraron el 28 de junio de 1931, Azaña resultó elegido en Baleares y en Valencia-capital, aunque un sorteo decidió que terminase siéndolo por esta última. Formaba parte del grupo de Acción Republicana, que sostenía al gobierno de coalición republicano-socialista, encabezado por Alcalá-Zamora.
La dimisión de este último, como resultado del debate constitucional en torno a los artículos relacionados con la cuestión religiosa, trajo como consecuencia que Azaña, que había hecho triunfar su punto de vista en el debate y gozaba de las simpatías de los socialistas, pasara a la presidencia del Consejo de Ministros a mediados de octubre de 1931, sin dejar la cartera de Guerra. En diciembre de ese mismo año, tras la aprobación de la Constitución republicana y la elección de Alcalá-Zamora como presidente de la República, Azaña se vio confirmado como presidente del Consejo de Ministros, aunque el gobierno que pudo formar resultó un poco más débil que el que había tenido hasta entonces, por la negativa de los radicales de Lerroux a integrarse en él.
En el ejercicio de su cargo Azaña tuvo que afrontar diversas dificultades, como las insurrecciones obreras de enero de 1932 (Castilblanco, Arnedo, la Cuenca del Llobregat) y, sobre todo, la insurrección militar que acaudilló el general Sanjurjo el 10 de agosto en Sevilla, fracasada a las pocas horas. Azaña demostró, en todos esos casos, una actitud enérgica para defender la democracia republicana.

Gozaba en aquel momento de un gran ascendiente en la vida política, hasta el punto de que alguno de sus críticos lo tildó de dictador, pero contaba con la consideración de amplios sectores de la opinión pública. En los primeros días de marzo se había iniciado en la Masonería, aunque da la impresión de que esta adhesión influyó poco en su actuación pública, y también por entonces recibió el reconocimiento literario de ver representada por la actriz Margarita Xirgu su obra La Corona. La obra no suscitó excesivo entusiasmo.
El fracaso de la intentona de Sanjurjo permitió acelerar su obra de gobierno, especialmente en lo que se refería al Estatuto de Cataluña y a la Ley de Reforma Agraria, pero la posición política de Azaña se debilitaría, desde comienzos de 1933 con la represión de la sublevación anarquista de Casas Viejas (Cádiz) y, también, con la intensificación de la obstrucción parlamentaria de los radicales, que tuvo su reflejo en la derrota de los candidatos del gobierno en unas elecciones municipales parciales que se celebraron en el mes de abril. Esta derrota, unida al desgaste que provocó la batalla con la opinión católica en torno a la Ley de Congregaciones Religiosas, le obligaría a modificar su gobierno a mediados de junio, aunque sólo pudo sobrevivir hasta el mes de septiembre, después de que el gobierno sufriera un nuevo revés en las elecciones para vocales del Tribunal de Garantías Constitucionales.
En las elecciones generales de noviembre de 1933, Manuel Azaña resultó elegido por la capital de Vizcaya pero su grupo político, fuertemente quebrantado por los resultados, pasó a la oposición después de que fracasara una iniciativa para que se anulara el resultado electoral y se formara un gobierno de izquierdas que convocara nuevas elecciones (Juliá, 1990, 311).

Desde la oposición política, Azaña acentuaría su labor propagandística y trabajo por la recuperación del entendimiento entre socialistas y republicanos de izquierda y, aunque no tuvo ninguna responsabilidad en el levantamiento revolucionario de octubre de 1934, fue detenido el día 9 y encarcelado hasta finales de ese año.
De vuelta a Madrid, se mostró reacio a participar en la vida política ordinaria pero se volcó en una serie de grandes mítines, “discursos en campo abierto”, que se inició en Valencia el 26 de mayo de 1935 y continuó en Baracaldo (julio), para terminar en el campo madrileño de Comillas, el día 20 de octubre. Estas reuniones masivas facilitaron el entendimiento entre los republicanos de izquierda y, más adelante, el acuerdo con partidos obreros que permitiría la coalición electoral del Frente Popular.
La inestabilidad política provocaría, poco después, la disolución del Congreso y la convocatoria de nuevas elecciones que se celebraron el día 16 de febrero de 1936. Azaña fue elegido diputado por Madrid (capital) y, tres días después de las elecciones, volvió a la presidencia del Consejo de ministros con un gobierno del que estaban ausentes los socialistas. El 10 de mayo, Manuel Azaña fue elegido Presidente de la República, después de que el Congreso de los Diputados hubiese destituido a Alcalá-Zamora.

La sublevación militar de julio de 1936, que se transformó casi inmediatamente en una guerra civil, le depararía momentos de gran congoja, como el del asesinato de su antiguo jefe político, Melquiades Álvarez, en el asalto a la cárcel Modelo de Madrid. Llegó incluso a considerar la posibilidad de abandonar su alta magistratura y, desde luego, dejó un poso profundo en su ánimo.
La proximidad a Madrid de las tropas sublevadas le obligaría a abandonar la capital el 19 de octubre. Marchó a Barcelona y, pocos días después, se instaló en el monasterio de Montserrat, donde no le faltaron tribulaciones provocadas por la entrada de los anarquistas en el Gobierno.
Desde comienzos de 1937 aumentó su presencia en los escenarios de la guerra y trabajó, con conocimiento del Gobierno, por una solución del conflicto que pusiera fin al sufrimiento de los españoles.
El enfrentamiento entre los anarquistas y la Generalidad de Cataluña –“sucesos de mayo de 1937”– le sorprendió en la capital catalana y puso en peligro su seguridad personal, por lo que se trasladó a Valencia y se instaló en La Pobleta, una finca cercana a la ciudad. Desde allí se trasladó a Madrid, a finales de ese año, para visitar los frentes de guerra. Poco después se instalaría cerca de Barcelona.
El convencimiento de que la guerra civil estaba perdida para la República, hizo que Azaña explorara alguna vía de mediación para obtener la paz, lo que atrajo la sospecha de algunos políticos, sobre todo comunistas, que le acusaron de derrotismo. En julio de 1938, en el que habría de ser su último gran discurso de la guerra Azaña ya sólo pudo apelar a “la paz, la piedad y el perdón”.
En enero de 1939, cuando empezó a hacerse aún más evidente la derrota de la República, Azaña inició un viaje que le conduciría, desde su alojamiento en Tarrasa, hasta Francia y el exilio. En el camino hizo cortas estancias en el castillo de Perelada y en La Vajol (Gerona), muy cerca ya de la frontera francesa, en donde realizó sus últimas gestiones como Presidente de la República en suelo español. Pasó la frontera el día 5 de febrero de 1939.
El primer domicilio de Azaña en tierras francesas fue en “La Prasle”, la casa de su cuñado Cipriano, en Collonges-sous-Salève (Alta Saboya), junto a la frontera suiza y muy cerca de Ginebra. Dos días después marchó a París, para volver a “La Prasle” a finales de mes, antes de que Francia reconociera el régimen del general Franco. Azaña hizo pública su dimisión de la Presidencia de la República española el día 27 de febrero.
El comienzo de la Segunda Guerra Mundial, con la invasión alemana de Polonia a comienzos de septiembre de 1939, puso de manifiesto que el lugar elegido por Azaña para residir, tan cerca de la frontera suiza, no resultaba demasiado seguro y, a comienzos de noviembre, se estableció en Pyla sur Mer (Gironde), al sur de Arcachon y cerca de Burdeos.
La invasión alemana de Francia, en junio de 1940, aconsejaría un nuevo traslado de un Azaña en el que los médicos habían descubierto serios problemas cardiacos. La última etapa, en compañía de su esposa, le llevó hasta Montauban (Tarn y Garona), al norte de Toulouse, en donde tuvo que soportar el acoso de las nuevas autoridades españolas, ansiosas de conseguir su extradición. En los últimos días, recibió las visitas de monseñor Pierre-Marie Théas, el nuevo obispo de Montauban, que se había interesado por la suerte de la familia Azaña y fue acogido con afecto por el enfermo en su residencia del hotel du Midi. Allí le llegaría la muerte el día 3 de noviembre de 1940.



Obras de ~: La responsabilidad de las multitudes, Madrid, 1900; La libertad de asociación. Discurso leído en la Academia de Jurisprudencia, Madrid, Hijos de M. G. Hernández, 1902; El problema español. Conferencia pronunciada por D. Manuel Azaña Díaz el día 4 de febrero de 1911 en el local de aquella sociedad, Alcalá de Henares, Casa del Pueblo, 1911; Los motivos de la germanofilia, Madrid, Imprenta Helénica, 1917; Estudios de política francesa. La política militar, Madrid, Saturnino Calleja, 1919; Apelación a la República, La Coruña, 1924; El jardín de los frailes, Madrid, CIAP, 1927; Valera en Italia. Amores política y literatura, Madrid, Editorial Páez, 1929 La Corona, Drama en tres actos, Madrid, Artes Gráficas, 1930; Tres generaciones del Ateneo, Discurso leído por D. Manuel Azaña el 20 de noviembre de 1930, Madrid, Sáez Hermanos, 1930; Plumas y palabras, Madrid, Cía. Ibero-Americana de Publicaciones, 1931; Una política (1930-1932), Madrid, Sáez Hermanos, 1932; En el poder y en la oposición (1932-1934), Madrid, Espasa Calpe, 1934; La invención del “Quijote” y otros ensayos, Madrid, Espasa Calpe, 1934; Grandezas y miserias de la política. Conferencia en “El Sitio” de Bilbao, el 21 de abril de 1934, Madrid, Espasa Calpe, 1934; Mi rebelión en Barcelona, Madrid, Espasa Calpe, 1935; El año de guerra. Discurso pronunciado [...] en el Paraninfo de la Universidad de Valencia el día 18 de julio de 1937], Valencia, Ediciones Españolas, 1937; Obras Completas, ed. y pról. de J. Marichal, México, Oasis, 1966-1968, 4 vols.; Ensayos sobre Valera, prólogo de J. Marichal, Madrid, Alianza, 1971; El problema español y un año de Dictadura, Madrid, Edascal, 1980; Fresdeval (novela), ed. de E. Rivas, introd. de J. M.ª Marco, Valencia, Pre-Textos, 1987 Obras Completas, ed. de S. Juliá, Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2007, 7 vols.



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