las cafeterías mas emblemáticas de Madrid I Cafés con tertulia.-a


Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


Cafés con tertulia 

Pío Baroja, Valle Inclán o Antonio Machado fueron algunos de sus notables y habituales clientes. Los ilustres cafés literarios de la capital de España del siglo XIX como el Mahón, el Gijón o el Comercial (estos dos últimos siguen abiertos en la actualidad pese a la crisis), se convirtieron en centros culturales de primer nivel, donde se reunían los mejores artistas e intelectuales para, entre cafés, vinos y la nebulosa del humo de los cigarros, inspirar sus obras o bien debatir durante interminables horas de literatura, cultura, política y otros asuntos mundanos. También se iba allí a pelearse, a enemistarse, a vanagloriarse y hasta solucionar el mundo. El olor a vetusto, pluma y tintero todavía perduran en estos emblemáticos lugares, que se han convertido en lugares con larga historia de Madrid.

La capital de España llegó a contar a finales del siglo XIX y principios del XX con más de un centenar de cafeterías en las que se reunían escritores y artistas. La mayoría de estos lugares se concentraban en el corazón de Madrid, la Puerta del Sol. El mundo de la cultura de aquel tiempo se reunía en este céntrico lugar a tomar café, costumbre que nació en la Viena del siglo XVIII. Allí, junto al ‘kilómetro cero’ se ubicaba el Nuevo Café de Levante, del que un personaje de la talla de Valle-Inclán dijo que «ha ejercido más influencia en la literatura y en el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias».

Fachada del mítico Café Gijón./Roberto Garcia


A los pies del edificio que hasta hace poco ha estado coronado por el conocido cartelón de Tío Pepe, se alzaba el Café de la Montaña, también era conocido por el ‘café de la pulmonía’ porque por sus 16 puertas entraba un frío que pelaba durante el crudo invierno madrileño. Fue uno de los preferidos de Valle Inclán. Tan frecuente era verlo por allí que hasta perdió un brazo en una discusión con el periodista Manuel Bueno Bengoechea.
Cerca de allí, en concreto en la confluencia de las calles Alcalá y Virgen de los Peligros, se encontraba el Café de Fornos, punto de encuentro de los escritores y artistas de la Generación del 98 y que estaba rodeado de espejos. Los que seguían a Ortega y Gasset se reunían en el Antiguo Café y Botillería de Pombo, en la calle Carretas. En este sitio, el escritor Ramón Gómez de la Serna era el encargado de organizar una tertulia en la que estaba prohibido hablar de la guerra.
En el número 21 del señorial Paseo de Recoletos abre sus puertas el Café Gijón, famoso por sus tertulias literarias de otras épocas. A pesar de sus modestos comienzos a finales del XIX, pronto se convirtió, tras la Guerra Civil, en un popular escenario de cháchara literaria y reunión de intelectuales y artistas de la época. Antes pasaron allí gratos momentos ilustres científicos como Santiago Ramón y Cajal o políticos como José Canalejas. Incluso la espía Mata Hari se dejó ver por allí en alguna ocasión. La lista de ilustres visitantes es infinita.
Literatos y poetas de la talla de Blas de Otero, Gabriel Celaya o José Hierro eran asiduos del Café Comercial, localizado en la Glorieta de Bilbao. También abierto en época de la Restauración Borbónica (en concreto en el año 1887), fue uno de los primeros cafés en emplear camareras. Ahora lo frecuenta Arturo Pérez Reverte, uno de los escritores contemporáneos más reconocidos de nuestro país.
Todos estos cafés literarios del XIX y XX maman del poso que dejó una de las primeras tertulias de café que se dieron en la capital: la Tertulia de la Fonda de San Sebastián. Fue fundada en el siglo XVIII por Nicolás Fernández de Moratín alrededor de un grupo de ilustrados que charlaban de Rousseau y de sus homólogos franceses, que apostaban por una literatura distinta. Por allí deambularon y participaron los literatos Iriarte y Samaniego, Jovellanos, o el mismo Francisco de Goya.
Las tertulias de los cafés literarios comenzaron a cobrar auge durante el Trienio Liberal (1820-1823), periodo en el que los liberales, tras la Guerra de la Independencia, encuentran en estos lugares el lugar donde exaltar sus ánimos y defender sus ideas, apoyar a Riego y atacar las formas anteriores y la poca confianza que despierta el rey absolutista Fernando VII. Dos son los locales que sobresalen por encima del resto: el café Lorenzini y la Fontana de Oro, que dio nombre a la primera novela de Benito Pérez Galdós. Llegan incluso a convertirse en círculos de poder políticos paralelos al Gobierno de turno.
Más actual es el Café de Oriente, sito en la plaza de mismo nombre, al que suelen acudir el Rey don Juan Carlos o Plácido Domingo. A pesar de haber nacido en los años 8o del pasado siglo lo frecuentaban artistas como el dibujante Antono Mingote o el ex alcalde de la capital Enrique Tierno Galván. Otros cafés se han reconvertido en pubs irlandeses, como el antiguo Café del Príncipe, hoy El Parnasillo del Príncipe, junto a la Plaza de Santa Ana.

El viajero aficionado a la historia ya tiene un buen motivo para visitar la capital de España. No es el único, pues Madrid se abre como un abanico con una oferta apabullante de ocio. Vital, moderna, cosmopolita y acogedora, Madrid es una capital cultural de primer nivel mundial gracias a su formidable colección de museos (Prado, reina Sofía o Thyssen), sede de los monumentos vinculados a la Corona de España como el Palacio Real y los Reales Sitios de la Provincia o inmensos espacios verdes (El Retiro, Casa de Campo) Tanta oferta cultural merece que el viajero considere dónde puede alojarse si va a pasar aquí unos días. La oferta de hoteles en Madrid es amplia, variada y adaptada a todo tipo de bolsillos.

Madrid no fue la única ciudad de raigambre española donde se dieron conversaciones entre los intelectuales y bohemios que frecuentaban los cafés literarios. En los bajos de la Casa Martí de Barcelona, en la calle Montesión, no lejos de la plaza de Cataluña, el viajero puede encontrar la histórica cafetería-cervecería-restaurante Els Quatre Gats, que se puso de moda entre los artistas vinculados al art nouveau francés y después al vanguardismo que igualmente llegaba de París. Picasso, Ramón Casas, Gaudí o Santiago Rusiñol fueron solo algunos de sus notables visitantes.

Café Comercial, el más veterano



Desayunos en el Café Comercial - isabel permuy
Es el más antiguo de la capital. Desde hace 134 años, políticos, intelectuales y artistas han discutido, pensado, conversado y decidido sobre el futuro del país entre las paredes del Café Comercial, que siempre ha sabido guardar la necesaria intimidad convirtiéndolo en lugar de confidencias. Secretos entre madrileños y visitantes anónimos que han venido aquí a hacer de sus sueños florecientes negocios, a transformar su tesón en libros o sus pensamientos en poesía.

– Dirección: Glorieta de Bilbao, 7


Café Barbieri, a los pies de la musa Erato



El interior del Café Barbieri, en el barrio de Lavapiés - Gonzalo Cruz
En la esquina de la calle del Ave María con la travesía de la Primavera, existe este entrañable café desde 1902. El Café Barbieri es otro lugar que no envejece. Todavía hoy podemos contemplar como fue hace más de cien años, con sus divanes y las mesas de mármol, las molduras del techo, sus columnas, espejos en las paredes y la musa Erato que parece presidir desde la altura todo lo que allí sucede.


– Dirección: Calle Ave María, 45


Café Gijón, un siglo albergando la cultura
La entrada al célebre Café Gijón, en el Paseo de Recoletos


La capital ha sido durante siglos escenario de encuentros literarios que se servían tan calientes como la moca. Al calor del humeante café las tertulias, literarias y banales, saben mejor. En algunos de estos lugares las tostadas todavía se huntan con versos alejandrinos. En otros, el carajillo agiliza las plumas más melancólicas. Hubo un tiempo incluso en el que las palabras brotaban atropelladas por el humo de los cigarros. Sea como fuere, casi todos los espacios que aquí describimos conservan ese aura especial que empapa al que entra con un manto de quietud. Son cafés donde quedaron congelados los vestigios de la Historia de la capital y de tu historia.
Un inmigrante asturiano en Cuba llegó a Madrid para fundar en mayo de 1888 uno de estos cafés emblemáticos. Canalejas, Ramón y Cajal, Baroja, Pérez-Galdós, Benavente, Valle-Inclán, Severo Ochoa, Gómez de la Serna, Marañón, entre otros intelectuales de la época, fueron sus primeros clientes asiduos, por no decir moradores. Precisamente, el hervidero de personalidades que desfilaron por sus mesas inspiró la obra «La Colmena», de Camilo José Cela.
–Dirección: Paseo de Recoletos, 21


Café Varela, entre versos y acordes de los 50

Los «Versos a Media Noche» en el Café Varela de la mano del poeta Eduardo Alonso fueron la cita imprescindible de los sábados por la noche entre los madrilos de los años 50. También el Varela era un café musical. En palabras de Rafael Azcona: «El Varela era un café muy acogedor, muchos de sus habituales utilizaban sus servicios para afeitarse. Incluso había un cliente otorrinolaringólogo que pasaba allí consulta».
– Dirección: Calle Preciados, 37

Café Espejo, impasible al paso del tiempo


La entrada al pabellón de El Espejo -

Impasible al paso del tiempo, El Espejo permanece inalterable desde que abrió sus puertas en 1978. La decoración estilo Art-nouveau, que recrea el ambiente de principios de siglo, es una prueba de ello. Situado a pocos metros del Café Gijón, su terraza aderezada con los acordes sutiles del piano crean una magia singular en el Paseo de Recoletos, especialmente durante las templadas noches de la primavera madrileña.

– Dirección: Paseo de Recoletos, 31

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