Patagonia rebelde.-a
La Patagonia rebelde, conocida como la Patagonia trágica, es el nombre que recibió la lucha protagonizada por los trabajadores anarcosindicalistas en rebelión en el Territorio Nacional de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, entre 1920 y 1921.
Comenzó como una huelga contra la explotación de los obreros por parte de sus patrones en el sur argentino. Consciente de la crisis y bajo la presión de Gran Bretaña, el presidente Hipólito Yrigoyen, preocupado por sus compañeros propietarios de tierras en Santa Cruz, envió en enero de 1921 a tropas del Ejército comandadas por el teniente coronel Héctor Benigno Varela con órdenes de "normalizar" la situación. Entre 300 y 1500 obreros fueron fusilados o muertos.
La Policía informó la pérdida de cinco de sus hombres y el Ejército admitió haber perdido dos soldados. También se reportaron crímenes sexuales: varias esposas de estancieros, trabajadores y policías tomados rehenes fueron violadas por los huelguistas. Varela afirmó en su informe al Ministerio de Guerra que los trabajadores planeaban derrotar a la expedición militar y, con ayuda de los sindicatos, "tomarían el poder en Buenos Aires".8 Se ha afirmado que los hombres de Varela combatieron contra carabineros chilenos y que se había capturado a diez de ellos; información que se usó desde entonces para justificar la masacre como una defensa de la soberanía argentina contra un supuesto "intento de invasión" chileno.
La inusitada represión que asesinó y encarceló a más de un millar de huelguistas constituye uno de los hechos más graves de violencia contra los trabajadores durante un gobierno democrático argentino.
Los acontecimientos
La FORA (Federación Obrera Regional Argentina) había organizado en Río Gallegos, Provincia de Santa Cruz, la Sociedad Obrera de Río Gallegos12 dirigida por el anarquista español Antonio Soto, conocido como el Gallego Soto. Santa Cruz era un centro de producción de lana con destino a la exportación, con grandes latifundios y frigoríficos ingleses. La baja demanda de los stocks de lana que estaban acumulados al finalizar la Primera Guerra Mundial y la caída del precio de $9,74 a $3,08, regresando así al nivel normal de cotización en tiempos de paz, darán lugar a una crisis regional. Esta afectó a los estancieros y comerciantes, pero repercutió aún más sobre los trabajadores laneros y los peones rurales, que vivían en condiciones miserables. Con el fin de la Guerra, el precio de las exportaciones primarias patagónicas bajó. La jornada normal de los obreros de ese entonces era de 12 horas, la de los esquiladores y los arrieros rondaba las 16 horas; los salarios eran ínfimos y frecuentemente eran pagados en bonos o en moneda extranjera que al cambiarla en los comercios era tomada por un valor menor. A esto se sumaba que el único día de descanso laboral era el domingo.
Una huelga de protesta en septiembre de 1920 contra las arbitrariedades de la autoridad policial,13 el boicot a tres comerciantes ligados a la Sociedad Rural y la detención de los dirigentes de la Sociedad Obrera profundizaron el enfrentamiento. Acudieron delegados de toda la provincia, que discutieron las medidas a exigir a la Sociedad Rural. En esta situación, los obreros congregados en la Sociedad Obrera de Río Gallegos presentaron a la patronal un pliego de reivindicaciones exigiendo un mejoramiento de las condiciones laborales.
Entre otras demandas los obreros exigían que en recintos de 16 m² no durmieran más de tres hombres, que se entregase un paquete de velas a cada obrero mensualmente,14 que no se trabajase los sábados, un mejoramiento de las raciones de alimentos, un sueldo mínimo mensual de 100 pesos y el reconocimiento de la Sociedad Obrera como el único representante legítimo de los trabajadores, aceptando el nombramiento de un delegado como intermediario entre las partes en conflicto. Este pliego fue rechazado por la organización que nucleaba a los estancieros y la Sociedad Rural. La respuesta de los trabajadores fue declarar la huelga general en toda Santa Cruz.
Primera huelga.
El 1 de noviembre de 1920 se declaró la huelga general. El 3 de noviembre intentaron asesinar al dirigente Antonio Soto, pero logró escaparse. El 18 de noviembre en una asamblea en la Sociedad Obrera se hizo una nueva propuesta en un 2° pliego a la Sociedad Rural, que sería aceptada por un reducido grupo de estancieros el 2 de diciembre. En Puerto Deseado y en Puerto San Julián también se declaró la huelga general, liderada por anarquistas, plegándose los ferroviarios y los empleados de La Anónima. El 17 de diciembre la policía asesinó al huelguista Domingo F. Olmedo.
La Sociedad Obrera, en una asamblea en que se discutían los pasos a seguir, radicalizó su posición al prevalecer la tendencia de la FORA del V Congreso (anarquista) sobre la de la FORA del IX Congreso (sindicalista). Antonio Soto viajó clandestinamente a Buenos Aires buscando apoyo y solidaridad en el Congreso de la FORA que se realizaba en esos días.
Los huelguistas continuaron tomando como rehenes a policías, estancieros y al personal administrativo de los establecimientos rurales, incautando las armas y los alimentos para el sustento de las columnas movilizadas. Hasta ese momento no habían ocurrido hechos de violencia graves, con excepción de los protagonizados por una banda anarquista liderada por Alfredo Fonte alias "El Toscano", que asaltaba estancias (el 2 de enero de 1921 "El Toscano" y su socio el "68" asaltaron la estancia "El Campamento").
En la región del lago Argentino, los obreros se organizaron en columnas y marcharon por las estancias levantando a la peonada, movilizándose de un lugar a otro para evitar las represalias policiales y dirigirse hacia Río Gallegos. El 4 de enero, al llegar al paraje denominado El Cerrito, la policía dice haber caído en una emboscada.15Como resultado del combate, tres policías (el sargento Tomás Rosa y los gendarmes Ernesto Bozán y Juan Campos) fueron muertos y hubo varios heridos.
Según algunos autores este hecho fue manipulado por los periódicos que respondían a la Sociedad Rural, al gobernador Edelmiro Correa Falcón16 y a la Liga Patriótica Argentina, para pintar un cuadro de situación en el que la provincia entera había caído en manos del bandolerismo anarquista. Lo que procuraba este sector era involucrar al Gobierno nacional que presidía Hipólito Yrigoyen en la represión del movimiento obrero.
El 21 de enero los obreros tomaron la estancia La Anita, haciendo rehenes a sus dueños y al comisario Micheri; luego tomaron la estancia La Primavera. El establecimiento rural La Anita está entre El Calafate y el glaciar Perito Moreno y sigue siendo uno de los más grandes de la provincia de Santa Cruz, dedicado desde sus comienzos a la cría de ovejas.17 El 29 de enero llegó el nuevo gobernador en reemplazo de Correa Falcón, el capitán Ángel Ignacio Yza, de extracción yrigoyenista.
Su política sería de tipo conciliadora, buscando arreglos pacíficos entre las partes. Mientras tanto, las tropas del Ejército comandadas por el teniente coronel Héctor Benigno Varela llegaron a Puerto Santa Cruz el 2 de febrero y se trasladaron de inmediato a Río Gallegos. La llegada de las tropas argentinas no calmó al Gobierno británico que demandó la protección inmediata de sus ciudadanos en la Patagonia.
El gobernador Yza acordó con Varela no recurrir a la represión y se entrevistaron con los huelguistas en la estancia El Tero el 15 de febrero. Las condiciones eran deponer las armas y la liberación de los rehenes. A cambio se reconocían gran parte de las demandas de los trabajadores, aceptándose un convenio que los patrones habían propuesto a los obreros con fecha 30 de enero.19 Al día siguiente se levantó la huelga mientras se vivía un clima de triunfo en la Sociedad Obrera ("El Toscano" y su banda no aceptaron la mediación y se ocultaron en el interior de la provincia, llevándose consigo gran parte de las armas, para impedir que las requisaran). El conflicto llegó a un principio de solución a través de un laudo del gobernador Yza, que fue aceptado por las partes y homologado por el Departamento de Trabajo de la Nación (22 de febrero de 1921).
Luego del acuerdo con el gobernador Yza, las tropas de Varela retornaron a Buenos Aires en mayo de 1921. Lejos de cumplirse el acuerdo, la patronal comenzó una serie de represalias contra los participantes de las huelgas en las estancias y en los puertos de Santa Cruz. Comenzaron a actuar las fuerzas policiales con refuerzos parapoliciales integrados por miembros de la Liga Patriótica Argentina del nacionalista Manuel Carlés.
Intermedio: profundización del conflicto
El grupo de estancieros, comerciantes y capitalistas patagónicos nucleados en la Sociedad Rural (y apoyados por la Liga Patriótica y algunos funcionarios policiales) abrió la ofensiva contra los otros grupos de intereses que se le enfrentaban: los obreros de la Sociedad Obrera y los radicales yrigoyenistas liderados por José María Borrero y el juez Ismael Viñas, formalmente nucleados alrededor de la figura del gobernador Yza. Este último grupo respondió a las acciones de los estancieros por medio de su periódico La Verdad, dirigido por Borrero, denunciando los contratos leoninos que el frigorífico estadounidense Swift hacía firmar a los obreros del gremio de la carne.
El conflicto finalizó con el triunfo del frigorífico, ayudado indirectamente por Santiago Lázaro y Rogelio Lorenzo, sindicalistas de la FORA del IX Congreso enviados desde Buenos Aires y enfrentados con Antonio Soto por su estilo anarquista afín a la FORA del V Congreso. Desde su vocero La Organización Obrera la FORA sindicalista atacaba a la Sociedad Obrera de Río Gallegos de carácter anarcosindicalista, logrando que varios gremios se separaran (el primero fueron los trabajadores gráficos y a continuación los chóferes y mecánicos). Así, el sector obrero quedó dividido, acercándose el grupo de la FORA del IX al grupo yrigoyenista de Borrero y de Yza. Se inició una serie de ataques a la Sociedad Obrera, con la publicación de volantes por parte los dirigentes de la FORA sindicalista.
En mayo de 1921 los telegrafistas del correo de Río Gallegos en huelga, cambiaron la comisión y rompieron con la Sociedad Obrera. El 10 de mayo en una asamblea realizada en el cine "Select" de Río Gallegos, el dirigente de la FORA sindicalista Rogelio Lorenzo y su "Sindicato autónomo de chauffeurs" ocuparon la sede de la Sociedad Obrera. Un grupo de gremialistas encabezados por Soto los expulsó violentamente del local.
Si bien los dirigentes enviados desde Buenos Aires fueron estrepitosamente derrotados en asamblea, demostrando una nula capacidad de movilización, la Sociedad Obrera comenzó a dar algunas muestras de debilidad. A pesar de haber logrado unos triunfos parciales en boicots contra algunos comerciantes acaudalados, el gobernador Yza dejó de tenerlos como interlocutores válidos, reconociendo solamente a los de la FORA sindicalista.
La Sociedad Rural comenzó a mover sus influencias en Buenos Aires, y propició una campaña en los periódicos La Prensa, La Razón y La Nación para denunciar el peligro anarquista, el bandolerismo y la posibilidad de que el Gobierno chileno intentase apoderarse de la región de Santa Cruz. Paralelamente propiciaron la inmigración de trabajadores "libres", es decir, rompehuelgas traídos desde otras regiones, que serían objeto de graves agresiones por parte de los obreros locales.
El 29 de agosto de 1921 llegaron a Río Gallegos a bordo del vapor El Asturiano. El dirigente obrero, cocinero de profesión, Rogelio Lorenzo, de la FORA sindicalista, intentó conformar un gremio autónomo de trabajadores rurales en el interior de la provincia, en especial en la zona de Lago Argentino, inundando con volantes la región. Por esa razón Soto viajó por toda la provincia de Santa Cruz, esclareciendo a los trabajadores rurales, arrieros y esquiladores, sobre la naturaleza del conflicto y el incumplimiento del acuerdo con Yza por parte de la patronal, haciendo fracasar la maniobra de Lorenzo. La asamblea organizada por la FORA sindicalista el 2 de octubre fue un completo fracaso.
Pero durante el mes de octubre la situación llegó a un punto de no retorno. Uno de los puntos conflictivos fue la actuación del grupo El Consejo Rojo, capitaneado por Alfredo Fonte alias "El Toscano", que comenzó a perpetrar asaltos, saqueos y toma de rehenes en las estancias de la provincia.26 A principios de octubre se entrevistó con Antonio Soto para exponerle su plan: huelga general, asaltar las estancias y tomar rehenes, de forma sorpresiva y violenta. Soto se opuso y sostuvo que había que hacer huelga o boicot solamente a aquellos estancieros que no hubieran cumplido con el pliego de condiciones y argumentó que era darle argumentos a la Sociedad Rural. Ambos rompieron relaciones por completo. "El Toscano" fue capturado el 8 de octubre por el comisario Vera, paradójicamente, denunciado por los obreros.
Soto partió en campaña y recorrió los parajes de Barranca Blanca, El Tero, Mac Cormack, Tapi Aike, Fuentes del Coyle, Cancha Carrera, Primavera, San José, Laurita, Rospentek, Punta Alta, Glen Cross, Rincón de los Morros, Douglas, Bella Vista, Buitreras, Paso del Medio y Clark. Si bien logró una adhesión aplastante entre los obreros rurales, la Sociedad Obrera había quedado sin apoyos externos: el juez Viñas afrontaba juicio político en Buenos Aires, José María Borrero estaba recluido y silencioso, los abogados Corminas, Cabral y Beherán tampoco aparecían a dar su apoyo, y el gobernador radical prefería a la FORA sindicalista como interlocutor.27 Además la Sociedad Obrera había perdido fuerza en los puertos, que respondían a la FORA sindicalista.
En Puerto Deseado los ferroviarios, y en Puerto San Julián y Puerto Santa Cruz los obreros estibadores y de playa, no apoyaron la huelga. El único apoyo era el de algunos anarquistas como Ramón Outerello, con excepción de Puerto San Julián, donde el dirigente era Albino Argüelles, socialista. El único apoyo en la costa provenía de Río Gallegos.
Segunda huelga
El 24 de octubre se allanaron y clausuraron los locales de la Federación Obrera de Río Gallegos, Puerto Deseado, San Julián, Puerto Santa Cruz y se arrestaron a los dirigentes obreros. Antonio Paris, secretario general de la Federación Obrera fue detenido y torturado por la policía; luego sería deportado junto con otros dirigentes obreros. Se declaró la huelga general en Santa Cruz. Antonio Soto, que estaba en la estancia Bella Vista, enarboló una bandera roja y negra del anarquismo y comenzó a impulsar la huelga y toma de estancias. A comienzos de noviembre Soto había levantado a los trabajadores de las estancias Buitreras, Alquinta, Rincón de los Morros, Glencross, La Esperanza y Bella Vista.
La policía inició una apresurada ofensiva y detuvo a los dirigentes que Soto envió a Río Gallegos: Mogilnitzky, Sambucetti y Severino Fernández fueron torturados y deportados en el vapor Vicente Fidel López, mientras que fueron detenidos y apaleados José Graña, Domingo Oyola, Restituto Álvarez y el dueño del bar donde se encontraban reunidos, Martín Tadich. La ola de detenciones de dirigentes en las ciudades costeras aisló al movimiento huelguístico, que siguió creciendo. Ramón Outerello logró evadirse de las autoridades en Puerto Santa Cruz, iniciando un accionar más agresivo que Antonio Soto, quien no quería enfrentarse con el Ejército y el Gobierno.
Outerello comenzó a organizar grandes columnas de obreros y a tomar estancias, dirigiéndose a los puertos para romper el aislamiento. En la estancia alemana Bremen, en Laguna Cifre, los huelguistas fueron atacados por los estancieros, con el resultado de dos obreros muertos y varios heridos.
El presidente argentino Hipólito Yrigoyen decidió el envío de tropas del Regimiento 10° de Caballería “Húsares de Pueyrredón”, dividiéndola en 2 cuerpos. El principal era comandado por el jefe de la expedición, el teniente coronel Varela, y el segundo cuerpo era comandado por el capitán Elbio C. Anaya. Partieron el 4 de noviembre de 1921 en el transporte Guardia Nacional.
El 10 de noviembre Varela arribó a Río Gallegos. Allí fue informado por los miembros de la Sociedad Rural, las autoridades policiales y el Gobierno local que
"...todo el orden se halla subvertido, que no existía la garantía individual, del domicilio, de la vida y de las haciendas que nuestra Constitución garante; que hombres levantados en armas contra la Patria amenazaban la estabilidad de las autoridades y abiertamente contra el Gobierno Nacional, destruyendo, incendiando, requisando caballos, víveres y toda clase de elementos...Informe del tte. cnel. Varela
Varela contaba con una tropa de 200 hombres bien pertrechados, mientras que los huelguistas rondaban los dos millares, en parte armados con armas largas. El historiador Osvaldo Bayer admite que algunos de los huelguistas estaban bien armados con modernos fusiles y revólveres que obtuvieron de carabineros chilenos que frecuentaban los bares de la zona en busca de alcohol, pero si esta afirmación es cierta, no explica cómo estos carabineros evitaron ser encarcelados o fusilados por quebrar el Código Militar Chileno al regresar a sus unidades. Si bien se discuten las razones que lo llevaron a hacerlo, por órdenes del Gobierno Nacional o guiado por su propio criterio, lo cierto es que Varela impuso la "pena de fusilamiento" contra los peones y obreros en huelga.
Contra lo que posteriormente argumentarían los autores de los fusilamientos para justificar su accionar, el Gobierno chileno colaboró con las fuerzas argentinas cerrando la frontera para impedir el paso de los huelguistas y permitiendo a las tropas argentinas incursionar en territorio chileno para continuar su persecución.
Contra lo que posteriormente argumentarían los autores de los fusilamientos para justificar su accionar, el Gobierno chileno colaboró con las fuerzas argentinas cerrando la frontera para impedir el paso de los huelguistas y permitiendo a las tropas argentinas incursionar en territorio chileno para continuar su persecución.
Huelguistas apresados por las tropas de Varela.
El 11 de noviembre Varela con el tte.1° Schweizer y 12 soldados, partieron en dirección a El Cifre, Paso Ibáñez. Allí Varela ordenó el primer fusilamiento (cuando aún no había publicado su bando decretando la pena de muerte): el prisionero chileno Triviño Cárcamo. Luego retornó a Río Gallegos. El 12 de noviembre el capitán Viñas Ibarra con el subtte. Frugoni Miranda y 50 soldados de tropa partieron en dirección a Pari-Aike, Fuentes del Coyle, Primavera, Punta Alta, Cancha Carrera y Cordillera de los Baguales. El 14 de noviembre, en las cercanías de Punta Alta atacaron a un centenar de huelguistas con escasas armas de fuego, casi todos armados con cuchillos, matando a 5 huelguistas y tomando prisioneros unos 80, de los que habrían fusilado a la mitad aproximadamente.
Outerello y su columna de 400 huelguistas se dirigieron a Paso Ibáñez, que en esa época contaba con unos 800 habitantes, y ocuparon el poblado. Llevaban consigo a numerosos policías, estancieros y administradores de estancia como rehenes, a los que alojaron en el cine local. Luego de resistir a las tropas de la marina con éxito, Outerello solicitó parlamentar con Varela, que arribó el 23 de noviembre. Los huelguistas demandaron la libertad de los compañeros presos y de los deportados, y el cumplimiento del pliego de condiciones que la patronal había firmado. Varela les respondió que debían rendirse incondicionalmente. Habían muerto el 26 de noviembre dos policías, Pedro Denis y N. Falcon en un enfrentamiento en la estancia de Alejandro O'Connor.33Mientras los obreros deliberaban (Outerello era partidario de no rendirse y huyó a Cañadón León, Estancia Bella Vista), Varela los atacó en Río Chico rindiendo a una columna dirigida por Avendaño, a quien fusiló junto a decenas de huelguistas. Luego tendieron una emboscada al grupo de Outerello el 1 de diciembre, que resultó muerto junto a una decena de obreros; las tropas de Varela no sufrieron bajas.
Las tropas dirigidas por el capitán Viñas Ibarra fueron en persecución de las columnas lideradas por Antonio Soto. El 2 de diciembre cruzaron el río Santa Cruz en bote con 20 hombres y más adelante, sorprendieron a un grupo de huelguistas, sometiéndolos en el paraje de "El Perro" donde son exterminados unos 20 obreros. En Cerro Negro las tropas de Viñas Ibarra recorrieron la región "limpiándola" de activistas, y fusilándolos en el lugar donde se los encontraba. Luego, avanzaron hacia la región de Lago Argentino por el camino de Cordillera de los Baguales. El 6 de diciembre en La Leona se entregaron voluntariamente unos 100 huelguistas, mientras que unos 80 siguieron a Soto a la estancia La Anita. Viñas Ibarra luego de alcanzarlos les exigió una rendición incondicional. Durante la noche discutieron en una asamblea, mientras las tropas se preparaban para el asalto: la asamblea votó por la rendición, contra la posición de los anarquistas, que no confiaban en el ejército. Los huelguistas envían dos delegados a pedir condiciones para la rendición, pero Viñas Ibarra los fusila en el acto.
Finalmente llega la rendición incondicional. Según diversos testimonios la cifra de fusilados oscilaría entre 100 y 200. Antonio Soto, que era contrario a la rendición, huyó a caballo rumbo a Chile con 12 compañeros. El 9 de diciembre, el grupo de Soto cruzó la frontera por la zona del cerro Centinela. Nunca fue atrapado. Entre el 12 y el 20 de diciembre Viñas Ibarra recorrió la región capturando y fusilando a los últimos huelguistas dispersos en la región.
La represión continuó desde la región de San Julián hasta Cañadón León. Las tropas de Anaya el 17 de diciembre desde estancia San José marcharon hacia el norte. Cerca del mediodía, luego de un tiroteo en Tapera de Casterán se tomaron numerosos prisioneros. Si bien los militares declararon que murió tan sólo el dirigente Albino Argüelles y dos huelguistas, se fusiló un centenar de prisioneros.
Parte de la represión también sería llevada a cabo por el general de caballería Elbio Carlos Anaya, encargado de reprimir a los huelguistas de la Patagonia en los años 20 y asistente directo del teniente coronel Varela. Dos décadas más tarde estuvo al frente de la guarnición Campo de Mayo en el levantamiento del 4 de junio de 1943, fue ministro de Justicia e Instrucción Pública de ese régimen y luego participó de los intentos de desplazar a Perón en 1945 y más tarde durante la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu; siendo un acérrimo antiperonista estuvo al frente de la "Comisión 48", que funcionaba bajo la órbita del almirante Isaac Rojas.
Final
La última y final columna de huelguistas que quedaba activa era la dirigida por José Font, más conocido como Facón Grande, en la zona de Ferrocarril Patagónico. Este dividió sus fuerzas en dos columnas, una de 300 hombres hacia el sur de Puerto Deseado, en Bahía Laura, y la otra liderada por "Facón Grande" hacia Pico Truncado. Ocuparon el poblado de Las Heras y dejaron a cargo al delegado Antonio Echevarría. El 18 de diciembre Varela envió un tren de exploración desde Puerto Deseado, que llegó a Las Heras a cargo del subteniente Jonas. Retomó Las Heras sin resistencia y fusiló a Echevarría y a otros dirigentes huelguistas.
El 20 de diciembre Varela arribó a la estación Tehuelches informado sobre un campamento de huelguistas. Al llegar, se produjo el único acto organizado de resistencia contra el ejército en toda la campaña: en el combate resultaron heridos al menos dos soldados conscriptos (Peralta y Salvi) y muerto el soldado conscripto Fernando Pablo Fischer,38 el favorito de Varela. Entre los huelguistas hubo al menos tres muertos y varios heridos. Varela y su grupo tuvieron que retroceder hasta la estación Jaramillo. Desde allí envió al gerente de La Anónima, Mario Mesa, a parlamentar con "Facón Grande", y les prometió respetar la vida de todos y acceder a sus demandas si se rendían. Luego de una asamblea, los obreros decidieron entregarse en la estación Tehuelches el 22 de diciembre. Contrariamente a lo prometido, Varela fusiló a Facón Grande, a Leiva y al menos a medio centenar de obreros.
Al exterminar al último grupo de huelguistas, las tropas del ejército se dedicaron a rastrillar toda la provincia de Santa Cruz en busca de los huelguistas dispersos. El ejército perseguiría a los huelguistas, los iría atrapando y fusilando sumariamente. El 26 de diciembre, el cabo Domingo Montenegro murió al recibir un disparo accidental de un compañero, el soldado conscripto Eusebio Peralta.La campaña finalizó el 10 de enero de 1922. En total, 300-1500 obreros y huelguistas resultaron muertos.
Repercusiones de los fusilamientos
El domingo 1 de enero de 1922 la Sociedad Rural festejó el Año Nuevo con un apoteótico homenaje al teniente coronel Varela en el Hotel Argentino. El 7 de enero arribó el vapor "Asturiano" a Río Gallegos, con Manuel Carlés a bordo, presidente de la Liga Patriótica, para rendir homenaje y condecorar a Varela y sus hombres. El día 11 de enero el diario La Unión publicó una declaración de la Sociedad Rural anunciando la rebaja de todos los salarios en un tercio, es decir, un valor nominal inferior al de los salarios vigentes durante la primera huelga.41 El único acto de repudio a las tropas represivas fue llevado a cabo por las 5 meretrices del prostíbulo La Catalana, que se negaron a atender a los estupefactos soldados, gritándoles "asesinos".
Los periódicos anarquistas, principalmente La Antorcha y La Protesta, denunciaron la masacre de obreros prisioneros y los fusilamientos sumarios en el mismo momento en que estaban ocurriendo. Llamaron a la solidaridad y a la huelga, pero las otras organizaciones obreras (la UGT y la FORA del IX) solo protestaron formalmente para no enfrentarse con el Gobierno de Hipólito Yrigoyen. Solamente cuando se empezaron a conocer las proporciones de la matanza, se unieron a la prédica. Con excepción de los anarquistas, que publicarán testimonios, denuncias y listas de asesinados, los reclamos de los otros grupos políticos fueron entre tibios y formales.
Desde el Gobierno no se hicieron honores a los vencedores, no se avaló oficialmente el accionar de las tropas y se tendió un manto de olvido sobre el asunto, por temor a las consecuencias políticas. Hubo algunos debates y denuncias en la Cámara de Diputados de la Nación desde el 1 de febrero de 1922, en que el diputado socialista Antonio De Tomaso abordó el tema en una sesión. Las denuncias y escándalos de los diputados socialistas fueron sistemáticamente desoídos y pocos meses después el asunto cayó en el olvido.
Desde el Gobierno no se hicieron honores a los vencedores, no se avaló oficialmente el accionar de las tropas y se tendió un manto de olvido sobre el asunto, por temor a las consecuencias políticas. Hubo algunos debates y denuncias en la Cámara de Diputados de la Nación desde el 1 de febrero de 1922, en que el diputado socialista Antonio De Tomaso abordó el tema en una sesión. Las denuncias y escándalos de los diputados socialistas fueron sistemáticamente desoídos y pocos meses después el asunto cayó en el olvido.
Serie de venganzas.
El 27 de enero de 1923 un anarquista alemán de nombre Kurt Wilckens ultimó a Héctor Benigno Varela. Había intentado asesinar a Varela en otras oportunidades, pero Varela siempre aparecía acompañado por otras personas o por sus hijas, lo cual le disuadía de realizar el atentado. Ese día Varela salió de su residencia sin compañías. Wilckens lo esperó a pocos metros de la entrada de su domicilio en la calle Fitz Roy n° 2461 del barrio de Palermo de la ciudad de Buenos Aires, y al verlo salir le arrojó una bomba de percusión a los pies que hirió al militar.
Luego le disparó cuatro balazos (cifra con la que Varela solía ordenar que asesinaran a sus víctimas) con su revolver Colt. Wilckens intentó huir, pero una esquirla de la bomba le había roto el peroné, impidiéndole la fuga. Al ser detenido por la policía dijo: "He vengado a mis hermanos".
Kurt Wilckens era un anarquista pacifista, abstemio y vegetariano que estaba profundamente indignado por el accionar de Varela y que no poseía experiencia en atentados ni en el manejo de explosivos.[cita requerida] Declaró que su acto fue un hecho completamente individual, aunque indudablemente recibió ayuda de otros anarquistas. Wilckens fue saludado por todo el anarquismo de la Argentina y las repercusiones de su atentado llegaron hasta Alemania y Estados Unidos, país en el que había residido.
A los funerales de Varela asistieron el ministro de Guerra general Agustín P. Justo, el doctor Manuel Carlés, el presidente Marcelo T. de Alvear y el expresidente Hipólito Yrigoyen. Allí, un joven de la Liga Patriótica Argentina y ex policía de Santa Cruz, llamado Ernesto Pérez Millán Témperley profirió insultos y amenazas al periodismo.
Los fiscales pidieron 17 años de prisión para Wilckens. Estando en prisión se recuperó saludablemente y por su carácter dócil llegó a ser estimado por los internos y respetado por los funcionarios, recibiendo visitas y material de lectura con frecuencia. Fue entrevistado por periodistas, escribiendo algunos artículos para periódicos anarquistas.
"No fue venganza; yo no vi en Varela al insignificante oficial. No, él era todo en la Patagonia: gobierno, juez, verdugo y sepulturero. Intenté herir en él al ídolo desnudo de un sistema criminal. ¡Pero la venganza es indigna de un anarquista! El mañana, nuestro mañana, no afirma rencillas, ni crímenes, ni mentiras; afirma vida, amor, ciencias; trabajemos para apresurar ese día."
Kurt Wilckens, carta del 21 de mayo de 1923).
El 15 de junio, Pérez Millán Témperley le disparó a Wilckens en su celda mientras dormía. El balazo le atravesó el pulmón izquierdo, y Wilckens falleció al día siguiente. Su asesino, al ser detenido declaró: "Yo he sido subalterno y pariente del comandante Varela. Acabo de vengar su muerte". El titular del Diario Crítica vendió más de medio millón de ejemplares y el hecho despertó la indignación de los anarquistas y las organizaciones obreras. La FORA convocó a un paro general de protesta y una manifestación en Plaza Once dejó un saldo de 2 muertos, 17 heridos y 163 detenidos por parte de los manifestantes y dos policías muertos y varios heridos. La Unión Sindical Argentina, ex-FORA del IX, apoyó la huelga pero pronto levantó la medida.
Pérez Millán fue declarado demente gracias a sus influencias, e internado en el Hospicio Vieytes, donde llevó una vida tranquila, pero albergando resentimiento por sentirse abandonado por sus camaradas de la Liga Patriótica. En la mañana del 9 de noviembre de 1925 Pérez Millán fue asesinado de un tiro por Esteban Lucich, un interno con antecedentes homicidas.
Debido a que Lucich no tendría una motivación manifiesta para cometer el hecho, los investigadores apuntaron al profesor Germán Boris Wladimirovich, un anarquista de origen ruso, autor en 1919 del primer asalto con fines políticos en la Argentina. Sometido a un duro interrogatorio y golpiza no admitiría su participación para no comprometer a sus apoyos en el exterior. Debido a la tortura a la que fue sometido Wladimirovich, murió unos meses después.
Debido a que Lucich no tendría una motivación manifiesta para cometer el hecho, los investigadores apuntaron al profesor Germán Boris Wladimirovich, un anarquista de origen ruso, autor en 1919 del primer asalto con fines políticos en la Argentina. Sometido a un duro interrogatorio y golpiza no admitiría su participación para no comprometer a sus apoyos en el exterior. Debido a la tortura a la que fue sometido Wladimirovich, murió unos meses después.
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