Josep Tarradellas i Joan, marqués de Tarradellas. a
Tarradellas i Joan, Josep. Cervelló (Barcelona), 19.I.1899 – 10.VI.1988. Político, presidente de la Generalitat de Cataluña.
Su familia era originaria de la Plana de Vic. Su padre, Salvador, republicano y liberal, era vidriero en la cooperativa local, oficio que combinaba con el cultivo de la vid en una finca propia. Su madre, Casilda, era de una familia enraizada en Cervelló.
Los primeros años de Tarradellas discurrieron en su pueblo natal. Significativamente, desde los siete años, se convirtió en lector del El Poble Cátala, órgano del Centre Nacionalista Català de orientación nacionalista de izquierdas. La familia Tarradellas se trasladó a Barcelona en 1914, donde el padre estableció con su hermano dos importantes cafeterías en el centro de la ciudad. Posteriormente, Salvador se separó de su hermano y creó su propio negocio, hasta 1932 en que regresó a Cervelló con la familia.
La vida política de Tarradellas ofrece períodos muy precisos: los años de formación, los correspondientes a la autonomía de Cataluña, el período de la Guerra, el exilio y el regreso a Cataluña como presidente.
Tarradellas se formó en el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria (CADCI).
Promovió y colaboró en actividades políticas del nacionalismo radical y en su formación ejercieron una gran influencia el doctor Martí i Julià y Francesc Macià.
El CADCI tenía, a comienzos del siglo, dos mil socios, y brindaba a sus asociados una formación de calidad por parte de un profesorado capaz y motivado.
Tarradellas valoró siempre lo que debía al CADCI, así como el importante papel que desempeñó en la vida de Barcelona y de Cataluña hasta 1939, y fue su secretario de propaganda en 1916. A través del CADCI, pudo conocer a los líderes del movimiento obrero, como Salvador Seguí o el abogado Francesc Layret, a quien había conocido previamente en un mitin pronunciado en Cervelló.
Presidente de la Unió Catalanista, Martí i Julià se mantuvo al margen de la política electoral y, a través de la institución que presidía, luchó para que el movimiento catalanista no quedara monopolizado por la Lliga Regionalista. Martí i Julià tenia ideas socialdemócratas, admiraba a Jaurès y valoraba lo que habían conseguido las democracias europeas.
La pasión política de Tarradellas le llevó a participar en 1917 en L’Abrandament, a colaborar en escritos independentistas en L’Intransigent en 1918 y participar en la fundación de La Falç, que agrupaba un núcleo de jóvenes que siguiendo a Martí i Julià abandonaron La Renaixença. Pronto se reconoció discípulo y seguidor de Francesc Macià, y cuando fundó la Federació Democràtica Nacionalista, fue nombrado vocal de su primera Junta en 1919. Desde aquellos años, Tarradellas descartó la violencia como instrumento para alcanzar ideales políticos.
De junio de 1921 a junio de 1923, se incorporó al servicio militar en el norte de África. Durante aquel agitado período sirvió en Sanidad en Melilla y comprobó el nivel de desorganización y corrupción en que se desarrollaba el conflicto.
Tarradellas combinó su frenética actividad política con la actividad laboral en una empresa de representaciones textiles. De regreso del servicio militar y con la ayuda económica de su padre estableció su propio despacho de representación, que consiguió consolidar en 1926 cuando obtuvo —en un viaje a diversos países del norte de Europa— la representación de diferentes casas comerciales europeas y norteamericanas que le proporcionaron una muy holgada situación económica. Estos viajes le proporcionaron un creciente interés por los sucesos que vivía Europa en aquellos años convulsos.
En diciembre de 1927, se casó en la abadía de Montserrat con Antonia Macià i Gòmez. El cuidado que requería su hija Montserrat —nacida con el síndrome de Down— le aconsejó unirse a sus padres en su regreso a Cervelló en 1932.
Terminada la dictadura de Primo de Rivera, el 22 de febrero de 1931, Francesc Macià regresó del exilio y el siguiente 18 de marzo en el Foment Republicà de Sants, fundó Esquerra Republicana de Catalunya fusionando diferentes grupos de la izquierda catalana.
Poco después de su fundación, Tarradellas asumió la secretaría general del partido. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, Esquerra Republicana obtuvo un triunfo espectacular en toda Cataluña. El 14 de abril, Macià proclamó la República catalana, convertida en Generalidad de Cataluña tres días después tras la visita de los ministros del gobierno de la República Nicolau d’Olwer, Fernando de los Ríos y Marcel.li Domingo.
En las siguientes elecciones a las Cortes Constituyentes de la República, Tarradellas fue elegido diputado por Barcelona y en diciembre de 1931, el presidente Macià nombró a Tarradellas consejero de Gobernación.
La actuación del nuevo consejero en los meses anteriores al Estatuto de Cataluña se centró en tres campos.
Ante todo, la organización de la función pública de la Generalidad, para lo cual contaba con el personal procedente de las desaparecidas diputaciones provinciales y la valiosísima experiencia de la Mancomunidad de Cataluña. En segundo lugar, la ordenación de la vida local en el momento que se propiciaba la autonomía de los municipios recién elegidos.
Finalmente, la adaptación de los nuevos edificios a las necesidades de la nueva Administración. Referencia especial merece los trabajos realizados para convertir el palacio del gobernador militar de la Ciudadela en sede del futuro Parlamento de Cataluña.
Aprobado el Estatuto, Tarradellas fue elegido diputado por Barcelona en el Parlamento de Cataluña.
Con el Estatuto, las preocupaciones del consejero de Gobernación se dirigieron al previsible traspaso de las funciones de orden público y de las fuerzas que lo componían, Policía y Guardia Civil, y a la futura desaparición de los servicios de los gobiernos civiles.
Ante la buena acogida que el consejero había recibido en su visita protocolaria a los cuarteles correspondientes, el Gobierno de la República propuso a Tarradellas como gobernador de Barcelona sin dejar por ello la titularidad del departamento de Gobernación. El presidente vetó esta posibilidad y Tarradellas dimitió como consejero el 24 de enero de 1933.
Esta dimisión constituye un momento decisivo en la carrera de Tarradellas. Regresó a la actividad profesional y se retiró de la vida política activa. Detenido inicialmente a raíz de los hechos del 6 de octubre de 1934 en que el presidente Companys proclamó la Republica Federal española, no dejó de manifestar su punto de vista contrario a la decisión y de alabar la conducta del general Batet al frente de la División Orgánica.
La dimisión significó la escisión de Esquerra Republicana, ya que junto con Tarradellas dimitieron el primer consejero, Joan Lluhí, y los consejeros Pere Comes y Antoni Xirau. Todos ellos fueron expulsados en septiembre de 1933 y fundaron el Partit Nacionalista Republicà d’ Esquerra.
Esta dimisión dejaba al descubierto las dos tendencias que se enfrentaban en el partido mayoritario.
Una, agrupaba los militantes que publicaban el periódico L’Opinió, a los que se sumó pronto Tarradellas; para ellos, la autonomía conseguida, particularmente con las transferencias futuras del orden público, exigía que Cataluña se propusiera seriamente el ejercicio riguroso del poder; abandonando actitudes radicales y reivindicativas, que apoyaba la otra tendencia, integrada por los antiguos militantes de Estat Català.
L’Opinió consiguió tres consejeros aparte de la propia presidencia del consejo, ya que el Estatuto autorizaba al presidente a delegar sus facultades ejecutivas en un primer consejero. De esta manera, el enfrentamiento de tendencias convergía con la discusión de las competencias que guardaba el presidente en caso de delegación de funciones El 19 de julio de 1936, tras la sublevación militar, el presidente Companys pudo comprobar en la sede de la Jefatura de Orden Público, la lealtad de las fuerzas de orden público recién transferidas. Distanciado políticamente del presidente y al margen de la vida política activa, allí acudió no obstante Tarradellas para ponerse a disposición de Companys. Se incorporó al recién creado Comité de Milicies Antifeixistes formado por representantes de las fuerzas políticas y sindicales de Cataluña que habían triunfado sobre la revuelta. El 31 de julio fue designado consejero de Servicios Públicos en el primer gobierno de Joan Casanovas en quien Companys delegó facultades ejecutivas.
La renuncia de los consejeros pertenecientes al recién fundado Partit Socialista Unificat (PSUC), de preponderancia comunista, recompuso el gobierno al cabo de cuatro días y Tarradellas agregó Economía a las competencias de Servicios Públicos.
El propósito de Companys y Tarradellas era la paulatina desaparición de los nuevos organismos nacidos de la revolución, para integrar los representantes de todas las fuerzas en las estructuras normales de gobierno. A cambio, se reconocerían jurídicamente las conquistas revolucionarios, como una realidad inevitable.
A través del Departamento de Economía, Tarradellas constituyó el 7 de agosto la Comissió d’Indústries de Guerra (CIG), con el propósito de coordinar los esfuerzos de las empresas metalúrgicas, químicas y mecánicas para adaptarlas a las necesidades del material que exigía el frente. La comisión citada estaba integrada por representantes obreros casi totalmente de la CNT que trabajaban ya en dichas industrias, por técnicos —especialmente, militares— y por políticos representantes del Gobierno de la Generalidad. Tarradellas presidió esta Comisión durante toda la guerra hasta su desmantelamiento por el gobierno republicano en agosto de 1938. Se conseguía una importante industria de guerra nacionalizada que polarizó la economía catalana y la relanzó hasta mediados de 1937, cuando la escasez de aprovisionamientos limitó el crecimiento.
Siguió la constitución en el Departamento de Economía del Consell d’Economia de Catalunya, formado por representantes de todos los partidos y sindicatos, con la función de coordinar la nueva economía y de conseguir un acuerdo de principio sobre la nueva política económica. A fines de agosto se consiguió un acuerdo de once puntos (Pla de Transformació Socialista) que permitió proceder a la regulación de la colectivización y control obrero de las industrias y los comercios.
Las iniciales regulaciones de la vida industrial recibieron un tratamiento sistemático con el Decret de Col·lectivitzacions —aprobado no sin tensiones el 24 de octubre de 1936— que regulaba el ejercicio de la dirección obrera en las empresas medianas y grandes y el control a los propietarios en las pequeñas. Se descartaba, pues, la sindicalización de la industria como norma general.
El decreto fue aprobado en un gobierno ya presidido por Tarradellas, que antes había asumido la cartera de Finanzas. El nuevo Gobierno se constituyó el 26 de septiembre y al integrar junto a Esquerra a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), al PSUC y a los comunistas independientes del Partit Obrer d’ Unificació Marxista (POUM), suponía la desaparición de los organismos revolucionarios creados al margen del gobierno. En el gobierno, Tarradellas conservaba la titularidad de Finanzas.
Se dedicó entonces Tarradellas a los problemas derivados de las dificultades de proceder al pago de la nómina de salarios y de financiar los recursos productivos necesarios. A este respecto, se crearon la Oficina Reguladora del Pagament de Salaris, en julio de 1936, y la Caixa Oficial de Descomptes i Pignoracions, a fines del mismo mes. A ellas se unirían posteriormente la Caixa de Reparacions i Auxilis, en enero de 1937 y la Caixa de Crèdit Industrial i Comercial en noviembre de 1937, ya en el Departamento de Economía desde un principio. Otra parte de las preocupaciones era conseguir la estabilidad de los mecanismos de pago y de organización bancaria.
En segundo lugar, el aumento del gasto público y la reducción de ingresos fiscales colapsaron la hacienda de la Generalidad. Al no llegarse a un acuerdo con el Gobierno de la República Española, por el Decreto de la Generalidad de 27 de agosto de 1936, se intervinieron las delegaciones en Cataluña del Banco de España y se incorporaron al Departamento de Finanzas las delegaciones provinciales del Ministerio de Hacienda. A pesar de los nuevos impuestos creados por los llamados Decretos de S’Agarò, las dificultades de financiación de la Generalidad persistieron hasta conseguir un acuerdo con el Gobierno republicano en Valencia el 15 de febrero de 1937, aunque su dispar interpretación provocó nuevas tensiones entre ambos Gobiernos hasta el fin de la Guerra Civil.
Finalmente, para la normalización de la vida administrativa y financiera se reunió a una serie de técnicos, economistas y funcionarios —entre ellos, Josep María Pi Sunyer y Joan Sardà— que elaboraron en S’Agaró un proyecto de cincuenta y ocho disposiciones que fueron aprobadas por el Gobierno de la Generalidad o el propio consejero los días 8, 9 y 12 de enero de 1937. Una de las disposiciones introducía por primera vez en España el impuesto general sobre el gasto, bajo la denominación de impuesto sobre la cifra de negocios.
Aunque Tarradellas ocupó otras responsabilidades de gobierno durante aquellos años, su actuación más significativa estuvo en el desempeño del Departamento de Finanzas y en la presidencia de la CIG. Durante dos breves períodos se hizo cargo del Departamento de Cultura, donde inició el traslado de la Biblioteca de Cataluña al antiguo Hospital, acometió la nueva instalación del Museo Marítimo en las Drassanes medievales, liberadas del cuartel adyacente, y dio nuevo impulso a la restauración arqueológica de la ciudad de Tarragona.
El conflicto por el control en Barcelona de la sede central de la Telefónica que empezó el 3 de mayo de 1937, enfrentó gravemente al gobierno de la Generalidad con la CNT; el conflicto terminó con la presencia de las fuerzas de orden del Gobierno de la República con lo que el orden público pasó a depender de este gobierno. A la CNT se le unió el POUM, poco antes que empezase la represión estalinista contra este partido. Primer consejero en aquellas circunstancias, el propio Tarradellas ha explicado posteriormente que demoró una resolución que le parecía evidente tras comprobar los contactos entre Joan Comorera (PSU) y Artemi Aguadé (Esquerra) entonces consejero de Gobernación.
El desenlace de mayo supuso la formación de un nuevo Gobierno presidido por el propio Companys, donde Tarradellas proseguía como consejero de Finanzas y Presidente de la CIG.
El desenlace de la guerra supuso la instalación en Francia del presidente de la Generalidad, que disolvió el Gobierno. Al poco de pasar la frontera, Companys entregó al presidente del Consejo de la República Juan Negrín los últimos recursos de la Tesorería de la Generalidad.
El 13 de mayo de 1940, Companys nombró un Consell Nacional de Catalunya integrado por personalidades catalanas del que Tarradellas no formó parte. El Consejo apenas pudo reunirse al generalizarse la ofensiva francesa. El 13 de agosto siguiente, Companys fue detenido por la Gestapo y entregado al Gobierno español. Moría fusilado en Montjuic el siguiente 15 de octubre.
Tarradellas, que permanecía como secretario general de Esquerra Republicana, residió con su familia en San Rafael, en el sur de Francia. Sus padres se habían establecido en la Turena, cerca de Saint-Martin-le-Beau, donde adquirieron el Clos Mosny y se dedicaron a la explotación de la vid. El desarrollo de la guerra europea complicó las cosas para Tarradellas que, detenido en dos ocasiones y habiéndosele pedido la extradición, optó por atravesar la frontera, instalándose en Lausana, donde se sumaron al poco tiempo su mujer e hijos.
Aunque oficialmente no abandonó Lausana hasta abril de 1945, cruzó la frontera en dos ocasiones para intervenir en los problemas que atravesaba Esquerra, partido del que seguía siendo secretario general.
Para algunos —como Carles Pi Sunyer— el desenlace de la Guerra Civil suponía la superación del Estatuto y del régimen jurídico de autonomía, debiendo postularse para el futuro la autodeterminación de Cataluña. Con la ocupación de Francia, Pi Sunyer había presidido en Londres un Consell Nacional de Catalunya que no ocultaba este planteamiento.
Para otros —Tarradellas, en particular—, el régimen de autonomía existente debía ser mantenido porque representaba un estado de relaciones entre Cataluña y España que no debía ser cuestionado. La Generalidad debía permanecer como expresión política de la autonomía. Esta segunda posición fue la que acabó imponiéndose en el partido.
Josep Irla, presidente del Parlamento, asumió automáticamente la presidencia de la Generalidad. En público reconocimiento, Tarradellas le hizo entrega en julio de 1945 de una copia del Informe de la Tesorería de la Generalidad desde julio de 1936 hasta marzo de 1939, comunicándole que conservaba la documentación relativa a la financiación de la Generalidad y sus relaciones con el Gobierno de la República de 1936 a 1939.
Irla constituyó un Gobierno de personalidades y partidos, del que no formó parte Tarradellas, que permaneció como secretario de su partido. El desengaño ante la conducta de los aliados y los problemas internos terminaron con aquel Gobierno. A partir de 1948, el presidente Irla y el secretario general de la presidencia Víctor Torres mantuvieron la estructura de la Institución.
Enfermo y de edad avanzada, el presidente Irla promulgó dos decretos en París el 21 de abril de 1954.
En ellos nombraba a Tarradellas consejero primero de la Generalidad. Para el caso de vacante en la presidencia, ésta sería sumida provisionalmente por el primer consejero que presidiría un Consejo de Cataluña —formado por los diputados del Parlamento, la representación catalana en el Tribunal de Garantías y el procurador general de Cataluña— con la única misión de proceder a la elección de un nuevo presidente.
Irla dimitió al mes siguiente. En la Embajada española en México —tierra por tanto española—, el 19 de julio se constituyó el Consejo de Cataluña que propuso a Tarradellas como candidato a la presidencia, tras la no aceptación de Pau Casals. El Parlamento eligió a Tarradellas el 5 de agosto por veintiocho votos sobre treinta y dos entre diputados presentes y representados.
En la misma sesión, se eligió la mesa del Parlamento designando a Ventura Gassol como presidente.
A él le substituyó Francesc Farreras y Duran que —a petición de Tarradellas— no dimitió de su cargo hasta la constitución del nuevo Parlamento de Cataluña en 1980.
Una vez elegido, Tarradellas renunció a formar Gobierno manteniendo en solitario la representación de la Generalidad.
Su ejercicio de la presidencia durante el exilio se atuvo a ciertos criterios. En 1947, defendió que debía mantenerse en el exilio la Generalidad hasta su restablecimiento en el territorio de Cataluña: restaurada en 1931, la institución era anterior al sistema constitucional español de 1931. En 1960, previó que la Generalidad podría ser la única institución que sobreviviera entre las de la República española de 1931, lo cual aconsejaba —como señaló en 1961— que si el resto de los españoles se decidían por la Monarquía, habría que respetarse esta voluntad a pesar de una Cataluña mayoritariamente republicana. También en el mensaje de 1961 afirmaba que la consecución de la libertad debía ser obra de todos los catalanes y del conjunto de los ciudadanos de Cataluña (en sus discursos y mensajes utilizó siempre la expresión “Ciutadans de Catalunya”). Finalmente, la representación de Cataluña correspondía a la Generalidad y, por tanto, su presidente debía en su caso conducir la negociación con el futuro Gobierno español.
La práctica de esta política le enfrentó a sectores del exilio y del interior, de manera que en 1959 se pretendió forzar una nueva elección de presidente en el Parlamento.
La iniciativa no fue secundada por la Diputación del Parlamento y no volvió a plantearse. Una parte del intento tenía un alcance político, ligado al llamado Pacto de París, donde algunos dirigentes de Esquerra Republicana parecían aceptar una cierta dependencia de las futuras instituciones catalanas respecto a las exigencias que la restauración de la democracia podría exigir para el conjunto de España. Para Tarradellas no había que ir más allá de lo conseguido, pero tampoco más acá.
El procedimiento que utilizó para dar a conocer sus puntos de vista fueron las cartas dirigidas a personas de la vida política catalana y española. En ellas, se expresaron sus prevenciones sobre iniciativas políticas y sobre implicaciones políticas de las ayudas culturales de una parte de la burguesía o de la posición de algunos eclesiásticos, en especial la abadía de Montserrat.
Hasta finales de la década de 1950, la actividad del nuevo presidente se desenvolvió principalmente con la política del exilio y con las colonias catalanas en América, a las que visitó en ocasiones. Después, su preocupación se dirigió al interior, recibiendo entre 1963 y 1966 a los líderes de los principales partidos catalanes. Pero hay otras iniciativas que le relacionan con la sociedad civil, como Jaume Vicens Vives, Josep Pla o Manuel Ortínez, que le permitió conectar con algunos sectores de la burguesía. Con todo, la nota predominante de aquellos años fue su soledad; en 1959 trasladó su residencia de París al Clos Mosny, donde ya vivían sus padres desde el final de la Guerra Civil. Dificultades económicas le obligaron a vender Mosny en 1973, pero los nuevos propietarios le autorizaron a seguir allí por un tiempo, que se amplió ante el desenvolvimiento de la vida política española a partir de 1975.
El inicio de la transición devolvió a Tarradellas un primer plano de la vida política del interior. Opuesto a la idea de un Régimen especial de Cataluña que en abril de 1976 lanzó el Gobierno y al Consejo Regional que le siguió, desde finales de 1975 le visitaron las instancias unitarias de la oposición catalana: el Consell de Forces Polítiques y la Assemblea de Catalunya.
Pero su idea de conducir las negociaciones con el Gobierno español tendría dificultades, cuando Jordi Pujol en diciembre de 1976 aceptó por unos meses formar parte de la Comisión negociadora de la oposición española. Poco antes, en noviembre, en Mosny había ya recibido una delegación oficiosa del Gobierno español.
En mayo de 1977, en el Rosellón, reunió una representación numerosa de partidos (con la excepción del PSUC y de Convergencia Democrática y sus aliados) y personas independientes en el Organisme Consultiu de la Presidència de la Generalitat.
Las elecciones de junio de 1977 para las Cortes españolas supusieron un triunfo socialista en Cataluña que, en la campaña habían postulado el regreso del presidente de forma inequívoca y precisa. La aceptación generalizada de este regreso y el realismo de la política de Tarradellas abrió las negociaciones. Se iniciaron a finales de junio con la vista de Tarradellas a Madrid donde consiguió los acuerdos de 2 de julio de 1977 con el presidente Suárez y concluyeron en la reunión de Perpiñán entre el representante del Gobierno Salvador Sánchez-Terán, el presidente y los líderes de los partidos. El Real Decreto-Ley de 29 de septiembre restableció la Generalidad y un decreto posterior (de 17 de octubre) designó a Tarradellas como su presidente.
La triunfal llegada del presidente a Barcelona, fue seguida —tras una seria enfermedad— del nombramiento del primer Gobierno de la Generalidad el 5 de diciembre y de la constitución de las Comisiones de transferencia de funciones de la Administración central y de las Diputaciones. Todos los partidos políticos catalanes con representación en las Cortes fueron integrados en estos órganos, de acuerdo con su ideal de unidad.
Durante sus años de presidencia en Cataluña, impulsó la construcción de una Administración rigurosa y la unidad territorial de Cataluña, del que fue muestra la instalación en Tortosa del Consell Intercomarcal de les Terres de l’Ebre. Se propuso el reconocimiento de aquellas funciones que habían caracterizado a la Generalidad en la década de 1930. En los acuerdos con Suárez de 15 de abril de 1978 consiguió una de estos objetivos: el poder de convocatoria sobre los gobernadores civiles de las provincias catalanas. También en estos acuerdos se previó la inmediata introducción del catalán en el sistema de enseñanza.
Se mantuvo al margen de la elaboración del nuevo Estatuto y aunque no ocultó sus prevenciones sobre él (por considerar que no aprovechaba experiencias anteriores), finalmente se declaró en favor de su aprobación en el referéndum de 1979. Sus reiteradas declaraciones de no presentarse a la reelección coincidieron con las disposiciones constitucionales que exigían que el presidente fuese antes elegido diputado en listas electorales.
Su idea de unidad fue incesantemente reiterada al constituirse el nuevo Parlamento tras las elecciones de 20 de marzo de 1980. Transmitió sus poderes al nuevo presidente Jordi Pujol el día 8 de mayo.
Retirado de la vida pública, se mostró crítico con el rumbo que tomaba la política del nuevo Gobierno de la Generalidad. Pronunció conferencias en Cataluña y España.
Investido doctor honoris causa por la Universidad de Toulouse-Le Mirail poco antes de dejar el cargo, ya ex-presidente, el Ayuntamiento de Barcelona le concedió la Medalla de Oro, el Gobierno francés le distinguió como Commandeur de la Légion d’ Honneur y en julio de 1986, el Rey de España lo ennobleció en julio de 1986 con el título de marqués de Tarradellas.
Falleció en Barcelona el 10 de junio de 1988.
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Su familia era originaria de la Plana de Vic. Su padre, Salvador, republicano y liberal, era vidriero en la cooperativa local, oficio que combinaba con el cultivo de la vid en una finca propia. Su madre, Casilda, era de una familia enraizada en Cervelló.
Los primeros años de Tarradellas discurrieron en su pueblo natal. Significativamente, desde los siete años, se convirtió en lector del El Poble Cátala, órgano del Centre Nacionalista Català de orientación nacionalista de izquierdas. La familia Tarradellas se trasladó a Barcelona en 1914, donde el padre estableció con su hermano dos importantes cafeterías en el centro de la ciudad. Posteriormente, Salvador se separó de su hermano y creó su propio negocio, hasta 1932 en que regresó a Cervelló con la familia.
La vida política de Tarradellas ofrece períodos muy precisos: los años de formación, los correspondientes a la autonomía de Cataluña, el período de la Guerra, el exilio y el regreso a Cataluña como presidente.
tarradellas y company 1932 |
Tarradellas se formó en el Centre Autonomista de Dependents del Comerç i de la Indústria (CADCI).
Promovió y colaboró en actividades políticas del nacionalismo radical y en su formación ejercieron una gran influencia el doctor Martí i Julià y Francesc Macià.
El CADCI tenía, a comienzos del siglo, dos mil socios, y brindaba a sus asociados una formación de calidad por parte de un profesorado capaz y motivado.
Tarradellas valoró siempre lo que debía al CADCI, así como el importante papel que desempeñó en la vida de Barcelona y de Cataluña hasta 1939, y fue su secretario de propaganda en 1916. A través del CADCI, pudo conocer a los líderes del movimiento obrero, como Salvador Seguí o el abogado Francesc Layret, a quien había conocido previamente en un mitin pronunciado en Cervelló.
Presidente de la Unió Catalanista, Martí i Julià se mantuvo al margen de la política electoral y, a través de la institución que presidía, luchó para que el movimiento catalanista no quedara monopolizado por la Lliga Regionalista. Martí i Julià tenia ideas socialdemócratas, admiraba a Jaurès y valoraba lo que habían conseguido las democracias europeas.
La pasión política de Tarradellas le llevó a participar en 1917 en L’Abrandament, a colaborar en escritos independentistas en L’Intransigent en 1918 y participar en la fundación de La Falç, que agrupaba un núcleo de jóvenes que siguiendo a Martí i Julià abandonaron La Renaixença. Pronto se reconoció discípulo y seguidor de Francesc Macià, y cuando fundó la Federació Democràtica Nacionalista, fue nombrado vocal de su primera Junta en 1919. Desde aquellos años, Tarradellas descartó la violencia como instrumento para alcanzar ideales políticos.
De junio de 1921 a junio de 1923, se incorporó al servicio militar en el norte de África. Durante aquel agitado período sirvió en Sanidad en Melilla y comprobó el nivel de desorganización y corrupción en que se desarrollaba el conflicto.
Tarradellas combinó su frenética actividad política con la actividad laboral en una empresa de representaciones textiles. De regreso del servicio militar y con la ayuda económica de su padre estableció su propio despacho de representación, que consiguió consolidar en 1926 cuando obtuvo —en un viaje a diversos países del norte de Europa— la representación de diferentes casas comerciales europeas y norteamericanas que le proporcionaron una muy holgada situación económica. Estos viajes le proporcionaron un creciente interés por los sucesos que vivía Europa en aquellos años convulsos.
En diciembre de 1927, se casó en la abadía de Montserrat con Antonia Macià i Gòmez. El cuidado que requería su hija Montserrat —nacida con el síndrome de Down— le aconsejó unirse a sus padres en su regreso a Cervelló en 1932.
Terminada la dictadura de Primo de Rivera, el 22 de febrero de 1931, Francesc Macià regresó del exilio y el siguiente 18 de marzo en el Foment Republicà de Sants, fundó Esquerra Republicana de Catalunya fusionando diferentes grupos de la izquierda catalana.
Poco después de su fundación, Tarradellas asumió la secretaría general del partido. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, Esquerra Republicana obtuvo un triunfo espectacular en toda Cataluña. El 14 de abril, Macià proclamó la República catalana, convertida en Generalidad de Cataluña tres días después tras la visita de los ministros del gobierno de la República Nicolau d’Olwer, Fernando de los Ríos y Marcel.li Domingo.
En las siguientes elecciones a las Cortes Constituyentes de la República, Tarradellas fue elegido diputado por Barcelona y en diciembre de 1931, el presidente Macià nombró a Tarradellas consejero de Gobernación.
La actuación del nuevo consejero en los meses anteriores al Estatuto de Cataluña se centró en tres campos.
Ante todo, la organización de la función pública de la Generalidad, para lo cual contaba con el personal procedente de las desaparecidas diputaciones provinciales y la valiosísima experiencia de la Mancomunidad de Cataluña. En segundo lugar, la ordenación de la vida local en el momento que se propiciaba la autonomía de los municipios recién elegidos.
Finalmente, la adaptación de los nuevos edificios a las necesidades de la nueva Administración. Referencia especial merece los trabajos realizados para convertir el palacio del gobernador militar de la Ciudadela en sede del futuro Parlamento de Cataluña.
Aprobado el Estatuto, Tarradellas fue elegido diputado por Barcelona en el Parlamento de Cataluña.
Con el Estatuto, las preocupaciones del consejero de Gobernación se dirigieron al previsible traspaso de las funciones de orden público y de las fuerzas que lo componían, Policía y Guardia Civil, y a la futura desaparición de los servicios de los gobiernos civiles.
Ante la buena acogida que el consejero había recibido en su visita protocolaria a los cuarteles correspondientes, el Gobierno de la República propuso a Tarradellas como gobernador de Barcelona sin dejar por ello la titularidad del departamento de Gobernación. El presidente vetó esta posibilidad y Tarradellas dimitió como consejero el 24 de enero de 1933.
Esta dimisión constituye un momento decisivo en la carrera de Tarradellas. Regresó a la actividad profesional y se retiró de la vida política activa. Detenido inicialmente a raíz de los hechos del 6 de octubre de 1934 en que el presidente Companys proclamó la Republica Federal española, no dejó de manifestar su punto de vista contrario a la decisión y de alabar la conducta del general Batet al frente de la División Orgánica.
La dimisión significó la escisión de Esquerra Republicana, ya que junto con Tarradellas dimitieron el primer consejero, Joan Lluhí, y los consejeros Pere Comes y Antoni Xirau. Todos ellos fueron expulsados en septiembre de 1933 y fundaron el Partit Nacionalista Republicà d’ Esquerra.
Esta dimisión dejaba al descubierto las dos tendencias que se enfrentaban en el partido mayoritario.
Una, agrupaba los militantes que publicaban el periódico L’Opinió, a los que se sumó pronto Tarradellas; para ellos, la autonomía conseguida, particularmente con las transferencias futuras del orden público, exigía que Cataluña se propusiera seriamente el ejercicio riguroso del poder; abandonando actitudes radicales y reivindicativas, que apoyaba la otra tendencia, integrada por los antiguos militantes de Estat Català.
L’Opinió consiguió tres consejeros aparte de la propia presidencia del consejo, ya que el Estatuto autorizaba al presidente a delegar sus facultades ejecutivas en un primer consejero. De esta manera, el enfrentamiento de tendencias convergía con la discusión de las competencias que guardaba el presidente en caso de delegación de funciones El 19 de julio de 1936, tras la sublevación militar, el presidente Companys pudo comprobar en la sede de la Jefatura de Orden Público, la lealtad de las fuerzas de orden público recién transferidas. Distanciado políticamente del presidente y al margen de la vida política activa, allí acudió no obstante Tarradellas para ponerse a disposición de Companys. Se incorporó al recién creado Comité de Milicies Antifeixistes formado por representantes de las fuerzas políticas y sindicales de Cataluña que habían triunfado sobre la revuelta. El 31 de julio fue designado consejero de Servicios Públicos en el primer gobierno de Joan Casanovas en quien Companys delegó facultades ejecutivas.
La renuncia de los consejeros pertenecientes al recién fundado Partit Socialista Unificat (PSUC), de preponderancia comunista, recompuso el gobierno al cabo de cuatro días y Tarradellas agregó Economía a las competencias de Servicios Públicos.
El propósito de Companys y Tarradellas era la paulatina desaparición de los nuevos organismos nacidos de la revolución, para integrar los representantes de todas las fuerzas en las estructuras normales de gobierno. A cambio, se reconocerían jurídicamente las conquistas revolucionarios, como una realidad inevitable.
A través del Departamento de Economía, Tarradellas constituyó el 7 de agosto la Comissió d’Indústries de Guerra (CIG), con el propósito de coordinar los esfuerzos de las empresas metalúrgicas, químicas y mecánicas para adaptarlas a las necesidades del material que exigía el frente. La comisión citada estaba integrada por representantes obreros casi totalmente de la CNT que trabajaban ya en dichas industrias, por técnicos —especialmente, militares— y por políticos representantes del Gobierno de la Generalidad. Tarradellas presidió esta Comisión durante toda la guerra hasta su desmantelamiento por el gobierno republicano en agosto de 1938. Se conseguía una importante industria de guerra nacionalizada que polarizó la economía catalana y la relanzó hasta mediados de 1937, cuando la escasez de aprovisionamientos limitó el crecimiento.
Siguió la constitución en el Departamento de Economía del Consell d’Economia de Catalunya, formado por representantes de todos los partidos y sindicatos, con la función de coordinar la nueva economía y de conseguir un acuerdo de principio sobre la nueva política económica. A fines de agosto se consiguió un acuerdo de once puntos (Pla de Transformació Socialista) que permitió proceder a la regulación de la colectivización y control obrero de las industrias y los comercios.
Las iniciales regulaciones de la vida industrial recibieron un tratamiento sistemático con el Decret de Col·lectivitzacions —aprobado no sin tensiones el 24 de octubre de 1936— que regulaba el ejercicio de la dirección obrera en las empresas medianas y grandes y el control a los propietarios en las pequeñas. Se descartaba, pues, la sindicalización de la industria como norma general.
El decreto fue aprobado en un gobierno ya presidido por Tarradellas, que antes había asumido la cartera de Finanzas. El nuevo Gobierno se constituyó el 26 de septiembre y al integrar junto a Esquerra a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), al PSUC y a los comunistas independientes del Partit Obrer d’ Unificació Marxista (POUM), suponía la desaparición de los organismos revolucionarios creados al margen del gobierno. En el gobierno, Tarradellas conservaba la titularidad de Finanzas.
Se dedicó entonces Tarradellas a los problemas derivados de las dificultades de proceder al pago de la nómina de salarios y de financiar los recursos productivos necesarios. A este respecto, se crearon la Oficina Reguladora del Pagament de Salaris, en julio de 1936, y la Caixa Oficial de Descomptes i Pignoracions, a fines del mismo mes. A ellas se unirían posteriormente la Caixa de Reparacions i Auxilis, en enero de 1937 y la Caixa de Crèdit Industrial i Comercial en noviembre de 1937, ya en el Departamento de Economía desde un principio. Otra parte de las preocupaciones era conseguir la estabilidad de los mecanismos de pago y de organización bancaria.
En segundo lugar, el aumento del gasto público y la reducción de ingresos fiscales colapsaron la hacienda de la Generalidad. Al no llegarse a un acuerdo con el Gobierno de la República Española, por el Decreto de la Generalidad de 27 de agosto de 1936, se intervinieron las delegaciones en Cataluña del Banco de España y se incorporaron al Departamento de Finanzas las delegaciones provinciales del Ministerio de Hacienda. A pesar de los nuevos impuestos creados por los llamados Decretos de S’Agarò, las dificultades de financiación de la Generalidad persistieron hasta conseguir un acuerdo con el Gobierno republicano en Valencia el 15 de febrero de 1937, aunque su dispar interpretación provocó nuevas tensiones entre ambos Gobiernos hasta el fin de la Guerra Civil.
Finalmente, para la normalización de la vida administrativa y financiera se reunió a una serie de técnicos, economistas y funcionarios —entre ellos, Josep María Pi Sunyer y Joan Sardà— que elaboraron en S’Agaró un proyecto de cincuenta y ocho disposiciones que fueron aprobadas por el Gobierno de la Generalidad o el propio consejero los días 8, 9 y 12 de enero de 1937. Una de las disposiciones introducía por primera vez en España el impuesto general sobre el gasto, bajo la denominación de impuesto sobre la cifra de negocios.
Aunque Tarradellas ocupó otras responsabilidades de gobierno durante aquellos años, su actuación más significativa estuvo en el desempeño del Departamento de Finanzas y en la presidencia de la CIG. Durante dos breves períodos se hizo cargo del Departamento de Cultura, donde inició el traslado de la Biblioteca de Cataluña al antiguo Hospital, acometió la nueva instalación del Museo Marítimo en las Drassanes medievales, liberadas del cuartel adyacente, y dio nuevo impulso a la restauración arqueológica de la ciudad de Tarragona.
El conflicto por el control en Barcelona de la sede central de la Telefónica que empezó el 3 de mayo de 1937, enfrentó gravemente al gobierno de la Generalidad con la CNT; el conflicto terminó con la presencia de las fuerzas de orden del Gobierno de la República con lo que el orden público pasó a depender de este gobierno. A la CNT se le unió el POUM, poco antes que empezase la represión estalinista contra este partido. Primer consejero en aquellas circunstancias, el propio Tarradellas ha explicado posteriormente que demoró una resolución que le parecía evidente tras comprobar los contactos entre Joan Comorera (PSU) y Artemi Aguadé (Esquerra) entonces consejero de Gobernación.
El desenlace de mayo supuso la formación de un nuevo Gobierno presidido por el propio Companys, donde Tarradellas proseguía como consejero de Finanzas y Presidente de la CIG.
El desenlace de la guerra supuso la instalación en Francia del presidente de la Generalidad, que disolvió el Gobierno. Al poco de pasar la frontera, Companys entregó al presidente del Consejo de la República Juan Negrín los últimos recursos de la Tesorería de la Generalidad.
El 13 de mayo de 1940, Companys nombró un Consell Nacional de Catalunya integrado por personalidades catalanas del que Tarradellas no formó parte. El Consejo apenas pudo reunirse al generalizarse la ofensiva francesa. El 13 de agosto siguiente, Companys fue detenido por la Gestapo y entregado al Gobierno español. Moría fusilado en Montjuic el siguiente 15 de octubre.
Tarradellas, que permanecía como secretario general de Esquerra Republicana, residió con su familia en San Rafael, en el sur de Francia. Sus padres se habían establecido en la Turena, cerca de Saint-Martin-le-Beau, donde adquirieron el Clos Mosny y se dedicaron a la explotación de la vid. El desarrollo de la guerra europea complicó las cosas para Tarradellas que, detenido en dos ocasiones y habiéndosele pedido la extradición, optó por atravesar la frontera, instalándose en Lausana, donde se sumaron al poco tiempo su mujer e hijos.
Aunque oficialmente no abandonó Lausana hasta abril de 1945, cruzó la frontera en dos ocasiones para intervenir en los problemas que atravesaba Esquerra, partido del que seguía siendo secretario general.
Para algunos —como Carles Pi Sunyer— el desenlace de la Guerra Civil suponía la superación del Estatuto y del régimen jurídico de autonomía, debiendo postularse para el futuro la autodeterminación de Cataluña. Con la ocupación de Francia, Pi Sunyer había presidido en Londres un Consell Nacional de Catalunya que no ocultaba este planteamiento.
Para otros —Tarradellas, en particular—, el régimen de autonomía existente debía ser mantenido porque representaba un estado de relaciones entre Cataluña y España que no debía ser cuestionado. La Generalidad debía permanecer como expresión política de la autonomía. Esta segunda posición fue la que acabó imponiéndose en el partido.
Josep Irla, presidente del Parlamento, asumió automáticamente la presidencia de la Generalidad. En público reconocimiento, Tarradellas le hizo entrega en julio de 1945 de una copia del Informe de la Tesorería de la Generalidad desde julio de 1936 hasta marzo de 1939, comunicándole que conservaba la documentación relativa a la financiación de la Generalidad y sus relaciones con el Gobierno de la República de 1936 a 1939.
Irla constituyó un Gobierno de personalidades y partidos, del que no formó parte Tarradellas, que permaneció como secretario de su partido. El desengaño ante la conducta de los aliados y los problemas internos terminaron con aquel Gobierno. A partir de 1948, el presidente Irla y el secretario general de la presidencia Víctor Torres mantuvieron la estructura de la Institución.
Enfermo y de edad avanzada, el presidente Irla promulgó dos decretos en París el 21 de abril de 1954.
En ellos nombraba a Tarradellas consejero primero de la Generalidad. Para el caso de vacante en la presidencia, ésta sería sumida provisionalmente por el primer consejero que presidiría un Consejo de Cataluña —formado por los diputados del Parlamento, la representación catalana en el Tribunal de Garantías y el procurador general de Cataluña— con la única misión de proceder a la elección de un nuevo presidente.
Irla dimitió al mes siguiente. En la Embajada española en México —tierra por tanto española—, el 19 de julio se constituyó el Consejo de Cataluña que propuso a Tarradellas como candidato a la presidencia, tras la no aceptación de Pau Casals. El Parlamento eligió a Tarradellas el 5 de agosto por veintiocho votos sobre treinta y dos entre diputados presentes y representados.
En la misma sesión, se eligió la mesa del Parlamento designando a Ventura Gassol como presidente.
A él le substituyó Francesc Farreras y Duran que —a petición de Tarradellas— no dimitió de su cargo hasta la constitución del nuevo Parlamento de Cataluña en 1980.
Una vez elegido, Tarradellas renunció a formar Gobierno manteniendo en solitario la representación de la Generalidad.
Su ejercicio de la presidencia durante el exilio se atuvo a ciertos criterios. En 1947, defendió que debía mantenerse en el exilio la Generalidad hasta su restablecimiento en el territorio de Cataluña: restaurada en 1931, la institución era anterior al sistema constitucional español de 1931. En 1960, previó que la Generalidad podría ser la única institución que sobreviviera entre las de la República española de 1931, lo cual aconsejaba —como señaló en 1961— que si el resto de los españoles se decidían por la Monarquía, habría que respetarse esta voluntad a pesar de una Cataluña mayoritariamente republicana. También en el mensaje de 1961 afirmaba que la consecución de la libertad debía ser obra de todos los catalanes y del conjunto de los ciudadanos de Cataluña (en sus discursos y mensajes utilizó siempre la expresión “Ciutadans de Catalunya”). Finalmente, la representación de Cataluña correspondía a la Generalidad y, por tanto, su presidente debía en su caso conducir la negociación con el futuro Gobierno español.
La práctica de esta política le enfrentó a sectores del exilio y del interior, de manera que en 1959 se pretendió forzar una nueva elección de presidente en el Parlamento.
La iniciativa no fue secundada por la Diputación del Parlamento y no volvió a plantearse. Una parte del intento tenía un alcance político, ligado al llamado Pacto de París, donde algunos dirigentes de Esquerra Republicana parecían aceptar una cierta dependencia de las futuras instituciones catalanas respecto a las exigencias que la restauración de la democracia podría exigir para el conjunto de España. Para Tarradellas no había que ir más allá de lo conseguido, pero tampoco más acá.
El procedimiento que utilizó para dar a conocer sus puntos de vista fueron las cartas dirigidas a personas de la vida política catalana y española. En ellas, se expresaron sus prevenciones sobre iniciativas políticas y sobre implicaciones políticas de las ayudas culturales de una parte de la burguesía o de la posición de algunos eclesiásticos, en especial la abadía de Montserrat.
Hasta finales de la década de 1950, la actividad del nuevo presidente se desenvolvió principalmente con la política del exilio y con las colonias catalanas en América, a las que visitó en ocasiones. Después, su preocupación se dirigió al interior, recibiendo entre 1963 y 1966 a los líderes de los principales partidos catalanes. Pero hay otras iniciativas que le relacionan con la sociedad civil, como Jaume Vicens Vives, Josep Pla o Manuel Ortínez, que le permitió conectar con algunos sectores de la burguesía. Con todo, la nota predominante de aquellos años fue su soledad; en 1959 trasladó su residencia de París al Clos Mosny, donde ya vivían sus padres desde el final de la Guerra Civil. Dificultades económicas le obligaron a vender Mosny en 1973, pero los nuevos propietarios le autorizaron a seguir allí por un tiempo, que se amplió ante el desenvolvimiento de la vida política española a partir de 1975.
Generalitat catalana 1978 |
El inicio de la transición devolvió a Tarradellas un primer plano de la vida política del interior. Opuesto a la idea de un Régimen especial de Cataluña que en abril de 1976 lanzó el Gobierno y al Consejo Regional que le siguió, desde finales de 1975 le visitaron las instancias unitarias de la oposición catalana: el Consell de Forces Polítiques y la Assemblea de Catalunya.
Pero su idea de conducir las negociaciones con el Gobierno español tendría dificultades, cuando Jordi Pujol en diciembre de 1976 aceptó por unos meses formar parte de la Comisión negociadora de la oposición española. Poco antes, en noviembre, en Mosny había ya recibido una delegación oficiosa del Gobierno español.
En mayo de 1977, en el Rosellón, reunió una representación numerosa de partidos (con la excepción del PSUC y de Convergencia Democrática y sus aliados) y personas independientes en el Organisme Consultiu de la Presidència de la Generalitat.
Las elecciones de junio de 1977 para las Cortes españolas supusieron un triunfo socialista en Cataluña que, en la campaña habían postulado el regreso del presidente de forma inequívoca y precisa. La aceptación generalizada de este regreso y el realismo de la política de Tarradellas abrió las negociaciones. Se iniciaron a finales de junio con la vista de Tarradellas a Madrid donde consiguió los acuerdos de 2 de julio de 1977 con el presidente Suárez y concluyeron en la reunión de Perpiñán entre el representante del Gobierno Salvador Sánchez-Terán, el presidente y los líderes de los partidos. El Real Decreto-Ley de 29 de septiembre restableció la Generalidad y un decreto posterior (de 17 de octubre) designó a Tarradellas como su presidente.
La triunfal llegada del presidente a Barcelona, fue seguida —tras una seria enfermedad— del nombramiento del primer Gobierno de la Generalidad el 5 de diciembre y de la constitución de las Comisiones de transferencia de funciones de la Administración central y de las Diputaciones. Todos los partidos políticos catalanes con representación en las Cortes fueron integrados en estos órganos, de acuerdo con su ideal de unidad.
Durante sus años de presidencia en Cataluña, impulsó la construcción de una Administración rigurosa y la unidad territorial de Cataluña, del que fue muestra la instalación en Tortosa del Consell Intercomarcal de les Terres de l’Ebre. Se propuso el reconocimiento de aquellas funciones que habían caracterizado a la Generalidad en la década de 1930. En los acuerdos con Suárez de 15 de abril de 1978 consiguió una de estos objetivos: el poder de convocatoria sobre los gobernadores civiles de las provincias catalanas. También en estos acuerdos se previó la inmediata introducción del catalán en el sistema de enseñanza.
Se mantuvo al margen de la elaboración del nuevo Estatuto y aunque no ocultó sus prevenciones sobre él (por considerar que no aprovechaba experiencias anteriores), finalmente se declaró en favor de su aprobación en el referéndum de 1979. Sus reiteradas declaraciones de no presentarse a la reelección coincidieron con las disposiciones constitucionales que exigían que el presidente fuese antes elegido diputado en listas electorales.
Su idea de unidad fue incesantemente reiterada al constituirse el nuevo Parlamento tras las elecciones de 20 de marzo de 1980. Transmitió sus poderes al nuevo presidente Jordi Pujol el día 8 de mayo.
Commandeur de la Légion d’ Honneur |
Retirado de la vida pública, se mostró crítico con el rumbo que tomaba la política del nuevo Gobierno de la Generalidad. Pronunció conferencias en Cataluña y España.
Investido doctor honoris causa por la Universidad de Toulouse-Le Mirail poco antes de dejar el cargo, ya ex-presidente, el Ayuntamiento de Barcelona le concedió la Medalla de Oro, el Gobierno francés le distinguió como Commandeur de la Légion d’ Honneur y en julio de 1986, el Rey de España lo ennobleció en julio de 1986 con el título de marqués de Tarradellas.
Falleció en Barcelona el 10 de junio de 1988.
l marquesado de Tarradellas1 es un título nobiliario español creado por el rey Juan Carlos I, el 24 de julio de 1986, a favor de Josep Tarradellas i Joan. |
Se trata de un escudo partido: primero de oro, cuatro palos de gules, escusón en forma de “escudo cívico” de plata con una cruz plena de gules; segundo de oro, cuatro palos de gules, escusón en forma de escudo francés de gules, un relicario de oro; el pie de sinople, un racimo de uvas de oro. Jefe general de oro, un ciervo de azur. El primer cuartel carga las armas de la Diputación de Barcelona, al haber sido don Josep Tarradellas su presidente. El segundo cuartel lleva el campo de oro con cuatro palos de gules simbolizando la presidencia de la Generalitat. El escusón son las armas de Saint-Martin-le-Beau, desde donde, exiliado, ejerció la mayor parte de dicha presidencia. El jefe carga las armas del pueblo de Cervelló, de donde era originario el ex presidente. La corona de marqués por el marquesado de Tarradellas que le concedió S. M. el Rey don Juan Carlos el 24 de julio de 1986 |
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