El marqués de Viana y la caza', un libro sobre los años dorados de la montería.-a


Caballerizo y montero mayor de Alfonso XIII, el marqués de Viana encarna como nadie lo que se ha dado en llamar la edad de oro de la caza en España. Un libro rescata las fotografías de sus jornadas cinegéticas, instantáneas de otro tiempo.
Quienes escribieron sobre él en la España de los años 60 del siglo pasado ya lo describían como un personaje de otro tiempo; imaginen hoy. José Saavedra y Salamanca, II marqués de Viana, caballerizo y montero mayor de Alfonso XIII, además de su íntimo amigo, fue una de las figuras clave de aquella aristocracia alfonsina a caballo entre los siglos XIX y XX. Nació en Madrid el 7 de abril de 1870 y murió en la misma ciudad y el mismo día en 1927. En esos 57 años cupo la vida intensa de un hombre de volcánico, meticuloso, gozador de los placeres de la vida y audaz.
 "Un gran carácter de una clase que sólo España es capaz de producir", en palabras de su pariente y también miembro del círculo de Alfonso XIII Manuel Escandón, marqués de Villavieja.
Fue, además de todo ello, una de las mejores escopetas del momento. Y es precisamente a su afición cinegética y a su papel como organizador de las cacerías reales adonde apunta el libro El marqués de Viana y la caza (ed. Turner), que reúne alrededor de 150 fotografías de aquellas monterías legendarias. Nombrado montero mayor en junio de 1906, Viana lo fue hasta su muerte y esas algo más de dos décadas constituyen lo que otro ilustre cazador -y dotado dibujante-, el conde de Yebes, llamó la "época de oro de la montería española". 

"Se monteaba con menos frecuencia que hoy, pero, en cambio, generalmente, las monterías duraban cinco o seis días, y escasamente eran más de doce los monteros que tomaban parte, que es la verdadera manera de montear. ¡Qué contraste con los guateques de sociedad de noventa asistentes y un solo día de montería que predomina en la época en la que vivimos", escribió Yebes en el epílogo al libro Viajes regios y cacerías reales, de Manuel María Arrillaga (1962).

Cazadores con las rehalas antes de salir a los puestos en una montería en El Contadero (Jaén), en 1911. Además de Viana participaron compañeros de caza habituales del rey como el duque de Arión y el conde de la Maza. También el torero Ricardo Torres Reina "Bombita".

Viana y el rey se conocieron hacia 1900 o 1901 durante unas maniobras de tiro. El marqués era entonces oficial del arma de Artillería; el rey aún no había alcanzado la mayoría de edad. Y a pesar de los 16 años que los separaban, desde ese momento se hicieron inseparables. No se ofrecía el cargo de caballerizo y montero mayor en vano: considerado el segundo puesto más importante en el entorno del monarca (el primero era el de mayordomo mayor, a la sazón Andrés Avelino de Salabert, marqués de la Torrecilla, otro de los habituales en las cacerías), solo podía ser ejercido por un grande de España y, además de un sueldo anual de 15.000 pesetas llevaba aparejados privilegios como el de ser el único que podía pasear por Madrid en coche con tiro de seis caballos y obligaciones como la de calzar las espuelas al rey o sujetarle el caballo cuando fuese a montarlo.
También, por supuesto, ser administrador de los cazaderos reales: la Casa de Campo, El Pardo y Riofrío. A diferencia del marqués, el rey siempre prefirió la caza menor, sobre todo la perdiz, a las monterías. Yebes llega a sugerir que si participó en monterías -y lo hizo con bastante frecuencia- "quizá fuera por dar gusto a Viana", entusiasta de esta forma de caza mayor. Tal vez para tratar de fomentar la inclinación del monarca por esta modalidad fuese por lo que el aristócrata comprara en 1920 -por 370.000 pesetas- el Coto del Rincón Alto, en la sierra de Hornachuelos (Córdoba), próximo a su finca de Moratalla. No tardó en convertirse en uno de los mejores cotos de venados y jabalíes de Europa. Lo decía el duque de Almazán en su Historia de la montería en España, de 1944: 

"Fue El Rincón el primer Coto de la península, en número de reses cobradas pasaba de cien en cada mancha [...], el cazador menos aficionado no podía sentir un momento de tedio, pues constantemente estaba viendo pasar reses por su puesto".

Viana fue allí pionero en gestión cinegética. "Rincón Alto fue la primera finca de España en la que se cebaban las manchas", explica Mariana Gasset, editora de Turner a cargo del libro. "De esa forma se atraía a los animales. La práctica fue introducida también por los cotos lindantes". Hornachuelos se convirtió así en uno de los paraísos cinegéticos de España.

Moratalla, muy cerca de allí, fue, no obstante, la gran finca del marqués de Viana. Su extraordinaria casa palacio acogió al rey hasta en 13 ocasiones entre 1908 y 1930, incluso después de la muerte de su montero mayor. Situada en la vega del Guadalquivir, allí se cazaban sobre todo perdices, pero incluso cuando Alfonso XIII y Viana iban de caza mayor al Rincón Alto se hospedaban en Moratalla. Sus más de 1.500 hectáreas albergaban también un campo de polo, otra de las pasiones del monarca, de Viana y, en general, de la aristocracia de la época: cuando la veda estaba cerrada se jugaba al polo. También la reina Victoria Eugenia visitó Moratalla, a pesar de que su relación con Viana era tirante. Más allá de los recelos que en una esposa pudiera levantar el hombre encargado de organizar las diversiones de su marido pesaban razones de Estado. En tiempos de la I Guerra Mundial (1914-1919), y aunque España se mantuviera neutral, Viana era abiertamente germanófilo; ella, inglesa.

La corte del Rey: Asistentes a la semana del polo en Moratalla, la finca cordobesa de Viana. El marqués (sentado) y el rey aparecen con un círculo. La reina Victoria Eugenia está a la derecha de Viana, entre él y su esposa, Mencía Collado del Alcázar.

Minuciosa recopilación
Viana y Alfonso XIII cazaron juntos en muchos otros sitios, incluso en el extranjero (Escocia y Hungría). El marqués de Viana y la caza da buena cuenta de jornadas cinegéticas en cotos andaluces, incluido Doñana; en los Picos de Europa; en Gredos, donde la afición real sirvió para preservar la emblemática Capra pyrenaica victoriae, o en fincas de postín de la geografía española como Encomienda de Mudela (Ciudad Real), La Ventosilla (Toledo) o El Guadalperal (Cáceres), propiedad de Hernando Fitz-James Stuart, duque de Peñaranda y hermano del XVII duque de Alba. Acabaría siendo, además, yerno de Viana, al casar con su hija Carmen. El hoy duque de Peñaranda, Jaime Fitz-James Stuart, es también IV marqués de Viana. De hecho, es en El Guadalperal donde se conservan los 24 álbumes fotográficos que recopiló Viana. De dos de esos álbumes y del archivo del palacio de Viana, en Córdoba, proceden la casi totalidad de imágenes ahora recopiladas.

Su tío, el I marqués de Viana, Teobaldo Saavedra, con el que creció el futuro montero de Alfonso XIII tras quedar huérfano a los 7 años, fue un gran aficionado a la fotografía. Él no tanto, a pesar de mostrar gran interés por otros avances técnicos de su tiempo como los coches y los primeros aviones. Sin embargo, sorprende la minuciosa atención con que clasificaba sus fotos, a veces acompañadas de precisas anotaciones en depurada caligrafía. Todas juntas componen el retrato de ese señor de vitalidad exagerada que casi siempre vestía en sus jornadas de caza un sombrero hongo algo ridículo, pero también el de toda una época. Tal vez no seamos todos más que eso: retratos de la época que nos tocó vivir.



Alfonso XIII y el marqués, en la finca de este, Moratalla (Córdoba), en 1911.
 Se habían conocido en unas maniobras de tiro unos 10 años antes.
Obsérvese quién sujeta el paraguas.
Participantes en una cacería en Láchar (Granada), finca
 famosa por sus perdices, en 1910.
Alfonso XIII y Viana (dcha.) observan una cámara de cine en la
Casa de Campo, el 8 de noviembre de 1909.
Alfonso XIII (de cuadros), en la finca de Viana (detrás, sujetando un perro), en 1927. Entre los presentes hay aristócratas franceses como los duques de Mouchy o los vizcondes de Rochefoucauld, polacos como el príncipe León de Radziwill y españoles como el duque de Alba.

Piezas abatidas en la montería de los días 3, 4 y 5 de febrero de 1911 en El Pardo, el coto real más antiguo (desde 1312). Como montero mayor, Viana era el responsable de administrarlo.

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