Santiago Casares Quiroga.-a
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy |
Hijo de Santiago Casares Paz, dirigente del republicanismo federal coruñés, y de Rogelia Quiroga Moredo. Era una familia acomodada y el matrimonio tuvo ocho hijos en un plazo muy corto de tiempo, aunque muchos de ellos murieron durante la infancia. Su hermano mayor, Arturo, que también tuvo protagonismo en la política republicana coruñesa de comienzos del siglo XX, murió en 1903.
Santiago fue también un niño de naturaleza enfermiza, a lo largo de toda su vida. Desde una edad muy temprana padeció una afección pulmonar de muy difícil tratamiento, por lo que se vio obligado a realizar sus primeros estudios en casa, antes de acudir al colegio privado del Sr. Dequidt.
En 1894 hizo el ingreso de Bachillerato y, desde el curso 1897-1898, cursó estudios en la Escuela de Comercio. En junio de 1900, obtuvo el Grado de Bachiller.
Comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Santiago de Compostela, pero en 1905 trasladó la matrícula a la Universidad de Madrid, porque el clima de la capital era más favorable para su salud. Allí se licenció en Derecho en julio de 1910. Más tarde, realizó una tesis doctoral sobre el pensamiento económico y social del gallego Ramón de la Sagra.
Durante esa estancia madrileña tuvo una hija, Esther, nacida en 1910 de una relación ocasional. Casares llevó a la niña con él a La Coruña y fue criada por unos amigos durante los primeros años de la infancia. Posteriormente, fue enviada a Francia para recibir educación.
Ya en los años anteriores había tomado parte en la vida política coruñesa con ocasión del debate, suscitado en 1907 en torno al fenómeno de la Solidaridad Catalana. Formaba parte de una joven generación republicana cuyos componentes eran conocidos en La Coruña, como los “jóvenes turcos”.
republicano |
En noviembre de 1911, resultó elegido concejal de La Coruña, en un ayuntamiento de amplia mayoría republicana y fue nombrado 6.º Teniente de Alcalde. Después de las elecciones de noviembre de 1913, pudo acceder a la tercera tenencia de alcaldía, y volvió a ser elegido en las municipales de 1915. Al constituirse el Ayuntamiento, fue nombrado síndico del mismo.
A finales de 1912, había realizado una estancia en los Alpes franceses, para recibir tratamiento médico, sin perder nunca del todo el contacto con la vida de su ciudad.
También fue destacada su participación en el periodismo local. La familia Casares tenía participación en el diario local Tierra Gallega, fundado en 1903, y Casares tomó su dirección en 1914, hasta su cierre en diciembre de 1917.
Junto a sus actividades como abogado, Casares recibe por entonces, de su padre, el puesto de administrador general de la Sociedad de Seguros Mutuos que era, posiblemente, su actividad laboral mejor retribuida. También tuvo participación en algunos negocios inmobiliarios.
El 25 de octubre de 1920 contrajo matrimonio con Gloria Pérez Corrales, persona de condición modesta pero de una gran elegancia natural. El matrimonio tuvo una hija, María (Vitola) que nació en noviembre de 1922 y que, con el tiempo, se convertiría en una gran figura del cine y del teatro francés. También por entonces se incorporó a la familia la otra hija de Casares, Esther, después de haber realizado sus estudios en Francia.
Estuvo afiliado a la Masonería desde 1917, en la Logia Hispano-Americana de Madrid y tuvo el nombre simbólico de Saint-Just. Más adelante perteneció a la Logia Gallaecia número 408, de la que fue fundador, junto con su padre. También fue miembro de la Logia Suevia número 4, que se mantuvo activa hasta mediados de la década de los treinta, aunque no haya excesiva documentación de la actividad de ninguna de ellas.
Durante la Dictadura de Primo de Rivera, Casares participó en algunas iniciativas republicanas como fue la creación de la Alianza Republicana en febrero de 1926, a la que se incorporó con el grupo del Casino republicano de La Coruña, encabezado por él.
En octubre de 1929 impulsó la creación de la Organización Republicana Gallega Autónoma (ORGA) y, como representante de esa organización, acudió a la reunión política que se celebró en el casino republicano San Sebastián en agosto de 1930, conocida como Pacto de San Sebastián. Casares formó parte del Comité revolucionario que se formó a continuación y, a finales de ese mismo año, también formó parte del “gobierno en la sombra” organizado por los revolucionarios. A Casares se le asignó el ministerio de Marina.
El plan revolucionario preveía un pronunciamiento militar que ayudara a derribar la Monarquía pero no hubo buena comunicación con la guarnición de Jaca, en donde no se había recibido la decisión de retrasar unos días el pronunciamiento, por lo que el Comité revolucionario envió a esa ciudad aragonesa a Casares con la misión de abortar el intento. La misión de Casares fracasó por un desajuste de horarios y los oficiales Fermín Galán y Ángel García Hernández se sublevaron en la madrugada del día 12 de diciembre, aunque fracasaron a las pocas horas y fueron fusilados.
Lo sucedido en Jaca precipitaría también el fracaso de la huelga general prevista para el día 15 y condujo al encarcelamiento de la mayoría de los miembros del Comité revolucionario, Casares entre ellos.
Permaneció en la Cárcel Modelo de Madrid hasta marzo de 1931, cuando fue absuelto en el Consejo de Guerra que se celebró para enjuiciar la intentona revolucionaria de diciembre del año anterior. El fiscal pedía para Casares ocho años de reclusión, con inhabilitación, y su defensor fue Luis Jiménez de Asúa. Todos los procesados fueron condenados a seis meses y un día por incitación a la rebelión militar, pero se les concedió la libertad provisional. De vuelta a su tierra gallega, Casares tomó parte en el Pacto de Lestrove que pretendía organizar a los republicanos de la región.
En las inmediatas elecciones municipales del día 12 de abril de 1931 Casares fue elegido concejal del Ayuntamiento de La Coruña, en donde, como en tantas otras ciudades españolas, triunfó abrumadoramente la candidatura republicana. Tras conocerse esos resultados, Casares salió inmediatamente para Madrid.
El 14 de abril de 1931, cuando se proclamó la Segunda República española, Casares pasó a ser ministro de Marina como ya estaba previsto. Se trataba de un ministerio con escaso peso político, pero su presencia entre los ministros contribuía a aumentar el peso de la Alianza Republicana dentro del nuevo Gobierno. Casares se trajo a la familia desde La Coruña para instalarse en un piso de la calle Alfonso XI, a la espalda de su nuevo ministerio. La hija pequeña, María, pasó a realizar sus estudios en el Instituto Escuela, que seguía las inspiraciones de la Institución Libre de Enseñanza.
En las elecciones generales a diputados de las Cortes Constituyentes, celebradas el 28 de junio de 1931, Casares fue elegido diputado por La Coruña, como representante de la Federación Republicana Gallega. Con 88.470 votos encabezó holgadamente la candidatura de izquierdas, ya que sacó casi trece mil votos al segundo candidato electo.
Pocos días después de aquellas elecciones, el 3 de julio, se celebró el matrimonio de su hija Esther con el capitán de Caballería Enrique Varela Castro, hijo de un general de esa misma arma y persona de convicciones muy conservadoras. Disconforme con la elección de su hija, Casares no compareció a la ceremonia ni a la celebración posterior, aunque no hubo ninguna ruptura familiar y, cuando Casares se convirtió en ministro de la Guerra, tomó como ayudante a su yerno.
La crisis gubernamental de octubre de 1931, que llevó a la dimisión de Alcalá-Zamora y de Maura, y a la elevación de Manuel Azaña a la presidencia del Consejo de ministros, hizo que Casares pasara al ministerio de la Gobernación, en donde contó con el permanente respaldo de Azaña, que apreciaba mucho su lealtad y su actitud desinteresada. Por aquellas fechas, trasladó de nuevo su domicilio a un piso de la calle Alfonso XII, frente a los jardines del Retiro madrileño.
En su nuevo cargo ministerial tuvo que afrontar situaciones muy graves como fueron los sucesos de Castilblanco y Arnedo, o intentonas anarquistas como la que se produjo en la cuenca del Llobregat en enero de 1932 y, sobre todo, los sucesos de Casas Viejas, de enero de 1933. Estos últimos dieron paso a una fuerte campaña parlamentaria y de prensa, que se prolongó hasta la caída del gobierno en el mes de septiembre. Allí se forjó la imagen de un Casares enérgico y un tanto colérico. Esa actitud ya se había podido apreciar a finales de agosto de 1932, cuando fue el único miembro del Gobierno favorable a la ejecución de Sanjurjo, condenado a muerte por la sublevación de comienzos de ese mismo mes.
La crisis política de septiembre de 1933 marcó el final de su primera etapa ministerial y, a comienzos de octubre, la constitución de un gobierno presidido por Martínez Barrio, dio paso a la disolución de las primeras Cortes republicanas y a la convocatoria de nuevas elecciones que se celebraron el 19 de noviembre de 1933.
Casares volvió a ser elegido diputado por la circunscripción provincial de La Coruña aunque, en esa ocasión, sus 88.962 votos sólo le permitieron obtener uno de los escaños reservados a las minorías dentro de una candidatura de coalición republicana que incluía a los radicales. Benito Blanco Rajoy Espada, que encabezaba la candidatura de las derechas, había obtenido 146.398 votos.
En conjunto, la alianza de republicanos y socialistas de los gobiernos del periodo 1931-1933 había quedado derrotada y Casares apoyó la opinión de Azaña, que reclamó a Alcalá-Zamora la constitución de un gobierno de republicanos de izquierdas, y la repetición de los comicios.
La propuesta no encontró eco y Casares se dedicó a colaborar con Azaña en la reconstrucción de la unidad de los partidos que habían apoyado al Gobierno durante la anterior legislatura. Fruto de esos trabajos fue la constitución, a comienzos de abril de 1934, del partido de Izquierda Republicana, que agrupaba a la Acción Republicana (Azaña), al Partido Republicano Gallego (Casares), y los Radical Socialistas independientes (Domingo).
Cuando se produjo la revolución de octubre de 1934, Casares estaba en Madrid en contacto con su partido y con su grupo parlamentario pero no participó en ninguna actividad revolucionaria. En las semanas siguiente viajó con frecuencia a Barcelona para visitar a Azaña que estaba encarcelado en barcos de guerra fondeados en el puerto. Casares también acompañó a Azaña en los mítines que el expresidente celebró en el norte de España.
En las elecciones generales de febrero de 1936, Casares volvió a ser elegido diputado por la circunscripción de La Coruña dentro de la candidatura del Frente Popular, que englobaba a hombres de Izquierda Republicana, junto con los de Unión Republicana, los galleguistas, y tres socialistas. La votación obtenida por Casares –151.523 votos– fue sólo la quinta más numerosa dentro de la candidatura triunfante.
El resultado global de las elecciones determinó la vuelta de Azaña al poder y, con él, de Santiago Casares que pasó a ocupar la cartera de Obras Públicas.
Fue un gobierno efímero porque la destitución del presidente Alcalá-Zamora en el mes de abril, y la elección de Manuel Azaña para sustituirle en la más alta magistratura de la República, condujo a que el nuevo presidente encargara a Casares la formación de un Gobierno, que inició sus tareas el día 13 de mayo de 1936. Casares se reservó, además, el ministerio de la Guerra.
Los dos meses largos que duró el gobierno de Casares fueron de una gran efervescencia política y parlamentaria, en la que Casares tuvo algunos fuertes enfrentamientos con Gil Robles y con Calvo Sotelo, que eran los líderes de la oposición. El 28 de junio, pocos días antes de que se produjera la sublevación militar, se realizó el referéndum sobre el Estatuto de Autonomía para Galicia, que fue aprobado con resultados muy poco fiables y que nunca llegaría a tramitarse en el Congreso de los Diputados.
Al producirse la sublevación militar de julio de 1936, Casares fue sustituido por Azaña en la Presidencia del Gobierno, y también como ministro de la Guerra. Buena parte de la historiografía y numerosos testimonios personales de aquellos días han insistido en el desdén y la indiferencia de Casares hacia los preparativos de la sublevación, de los que parece que recibió numerosos avisos, pero son testimonios muy condicionados por lo que sucedió después y deben ser tomados con alguna precaución.
La hija mayor de Casares, Esther, que veraneaba en Galicia, quedó en la zona sublevada y ya no volvería a ver nunca a su padre. Su mujer y su hija pequeña prestaron servicio en un hospital de guerra de Madrid.
Parece que, en los días posteriores, se dejó ver en los frentes de la sierra de Madrid, ocupados por los milicianos llegados de la capital, con una presencia testimonial que atrajo la censura de algunos testigos de aquellos hechos (Martínez Barrio, Zugazagoitia). En los meses siguientes actuó como portavoz de Izquierda Republicana y fue interlocutor habitual del presidente Azaña. Como tal participó, el 1 de octubre de 1936, en la última sesión que las Cortes republicanas celebraron en Madrid.
A finales de ese mismo mes de octubre, envió a su esposa y a su hija María a Barcelona y, unas semanas después, se trasladaron a París, donde María reanudó sus estudios. Gloria, su mujer, viajó varias veces a España para acompañar a su marido, que permaneció la mayor parte del tiempo en la capital de España.
Tras la guerra civil se exilió en París, con la preocupación de que su hija Esther, y su nieta del mismo nombre, permanecían en la Coruña bajo el estrecho control de la policía y de las autoridades militares, obsesionados por eliminar las huellas del político republicano. Su casa de la calle Panaderas, con la rica biblioteca que había en ella, había sido requisada y expoliada y Casares fue condenado por los tribunales del nuevo régimen.
Por motivos de salud, se trasladó a Suiza durante una temporada y la invasión de Francia por los alemanes, en junio de 1940, le obligó a huir de París y embarcarse en Burdeos para pasar a Inglaterra, en compañía de Juan Negrín, que le protegió. La mujer y la hija de Casares volvieron poco después a París, mientras que su otra hija, Esther, seguía en La Coruña con su hija Esther (Cuca). El yerno de Casares, había conseguido escapar de Galicia en los primeros días de la sublevación militar y había combatido en el bando republicano, pero tuvo que exiliarse a México después de la guerra.
Casares pasó en Londres cinco años en circunstancias difíciles y frecuentó el trato de algunos españoles como Felipe Fernández Armesto (Augusto Assía). En Francia, mientras tanto, su hija María había iniciado una brillante carrera teatral a la vez que entablaba algunas relaciones sentimentales con personajes famosos como el escritor Albert Camus o los actores Jean Servais y Gérard Philipe.
En julio de 1945, Casares regresó a París pero, seis meses después, el 10 de enero de 1946, falleció su esposa, que fue enterrada en el cementerio de Montparnasse. Quedó, por tanto, solo con su hija María y, a través de las cartas que le dirigió a ella se ha podido saber algo de su escasa actividad política y de sus crecientes problemas de salud.
Entre abril y septiembre de 1947 realizó una larga estancia en Roma, mientras acompañaba a su hija que trabajaba en la capital italiana.
De vuelta a París, su salud se fue minando poco a poco en su domicilio parisino de la rue de Vaugirard, en donde falleció el 17 de febrero de 1950, antes de cumplir los sesenta y seis años de edad.
Su cuerpo fue inhumado el día 19 en el cercano cementerio de Montparnasse, junto al de su esposa. Juan Negrín fue de los pocos que acompañaron a María en aquella ocasión.
Obras de ~: Casares Quiroga: discursos parlamentarios (1931-1936), ed. de E. Grandío Seoane, Sada (La Coruña), Ediciós Do Castro, 2006; La ruta del sol, Santiago Casares Quiroga: "Aurea dicta": frases seleccionadas de artículos, entrevistas, cartas, mítines y discursos parlamentarios (1909-1936), La Coruña, Ayuntamiento, 2007; Cartas no exilio: correspondencia entre Santiago Casares Quiroga e María Casares (1946-1949), Baía, 2008.
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