Los marinos supervivientes del exilio.-a
Marinos republicanos a bordo del buque ´Libertad´, en Cartagena en el año 1937 |
Es la otra cara del drama de la guerra: el exilio de los miles de marinos republicanos que huyeron rumbo a África para no caer en manos de Franco. "Huyeron hacia lo desconocido", relata el hijo de un ex combatiente coruñés. Sobrevivieron a los campos de concentración, la lucha contra los nazis o entre los comandos ingleses. Tras nueve años de guerra, muy pocos regresaron a España. De los que pusieron rumbo al exilio, la mayoría se reiventaron su vida alejados de su familia, pero décadas después regresaron a su tierra
Marzo de 1939. Días antes de que se declarase el triunfo de las tropas franquistas, más de 4.000 marinos levaron anclas desde Cartagena hacia Túnez. Habían sido leales a la República y antes de acabar con un tiro de gracia o entre rejas pusieron rumbo hacia un exilio que les apartó de sus raíces y de su porvenir. No les quedó otra que reiventarse su vida. Eso, o sufrir la represión del régimen. Pero los perdedores de la Guerra Civil sobrevivieron a los campos de concentración, la lucha contra los nazis junto a los aliados, en Rusia, entre los comandos ingleses, en el Ejército norteamericano, en la Marina aliada, en buques de guerra franceses, en campos de exterminio como Hadjerat M'Guil, Mauthausen, Sachsenhausen...
Después de nueve años de conflicto -primero la Guerra Civil y después la II Guerra Mundial- dispersos por varios continentes, los que habían sido desterrados no volvieron a ninguna parte porque no tenían a dónde. Lejos de su casa y de sus familias iniciaron una vida de apátridas. Cientos de marinos republicanos gallegos se integraron allí donde les tocó trabajando como mecánicos, electricistas, zapateros, artesanos... Unos en Túnez, otros en Argel, Marruecos, Francia, Chile, Argentina, Canadá, EEUU, Suiza, Cuba...
La tan esperada vuelta a su hogar no fue como la habían soñado durante décadas. Un segundo exilio les esperaba en su viaje de regreso a casa. Habían pasado más años fuera que en España y su país ya no era el que habían dejado durante la Guerra Civil.
La catedrática en la Escuela Oficial de Idiomas de Valencia Victoria Fernández Díaz, nacida en Francia hija de exiliados, reconstruye este episodio de la posguerra en El exilio de los marinos republicanos. "Contar esta historia, por su diversidad y su complejidad, es como un caleidoscopio del exilio de la República", comenta. En el libro aparecen recogidos los testimonios de 16 marinos republicanos y de familiares de casi 50 ex combatientes de la flota republicana, exiliados, represaliados o fusilados.
El destierro
Es el caso de María Luisa González Collado, hija del marino pontevedrés José González Gómez, exiliado en Túnez hasta el año 58. En 1928 empezó a trabajar en el Príncipe Alfonso como maestro zapatero. María Luisa recuerda los viajes en los que su padre coincidía con el rey Alfonso XIII. "Pero, ¿ sigue aquí el maestro zapatero?", preguntaba el Rey al marino gallego en las sucesivas revistas que pasaba a la tripulación del Príncipe Alfonso. "Los marinos cambiaban de un buque a otro, pero siempre se encontraba con una cara conocida, la del maestro zapatero", recuerda María Luisa, afincada en Ferrol.
Con la República, el Príncipe Alfonso pasó a llamarse Libertad. El 5 de marzo de 1939, José González puso rumbo al exilio a bordo del buque en el que había estado embarcado 12 años. Estuvo nueve meses en Meheri-Zebbeus, una antigua mina de fosfato de cal abandonada a orillas del desierto de Túnez. Del campo de concentración se fue al Arsenal de Ferryville.
Tras nueve años de conflictos, al ex combatiente republicano no tuvo más opción que la de quedarse en Túnez. Empezó como electricista, luego puso una zapatería y finalmente un taller de marroquinería y artesanía. No fue hasta el año 47 cuando su mujer y sus cuatro hijos se reunieron con él en Túnez. La familia ya había intentado el reencuentro en el año 46: "Vendimos todo lo que teníamos en el piso de Ferrol para irnos a Túnez. Pero al llegar a Melilla -recuerda María Luisa- no nos dejaron salir del país y vuelta para Ferrol". A los diez meses, el reencuentro se produjo. Con el paso del tiempo, los cuatro hijos regresaron a España o se trasladaron a Francia, pero José y su mujer permanecieron en Túnez. "El exilio le obligó a perderse muchas celebraciones. No pudo asistir a las comuniones ni a las bodas de sus hijos", lamenta María Luisa. El tan ansiado viaje a España llegó en 1957. En ese año, José hizo su primera salida de Túnez a Ferrol, donde residían sus hermanos. No fue hasta un año más tarde cuando el matrimonio decidió regresar definitivamente a Galicia. Aunque parte de su familia residía en Ferrol, el matrimonio se afincó en Vigo, donde José había pasado su infancia. Allí falleció en diciembre de 1987.
Ese mismo año murió otro ex combatiente del Libertad. El cabo de artillería apuntador Eugenio Porta Rico, uno de los miles de exiliados que rehicieron su vida fuera de su país, murió en la ciudad francesa de Périgueux, pero, tal y como era su voluntad, fue enterrado en Ferrol "por lo civil".
El marino ferrolano también estuvo en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus. Salió de allí para trabajar en las minas de Cap Bon (Túnez). Junto con otros ex combatientes republicanos fue obligado a desenterrar, a pico y pala, una antigua presa medio derruida en el río Oled Derb, a unos cuatro kilómetros de Kasserine. Tras el desembarco de los aliados en el norte de África, Porta estuvo trabajando en el aeropuerto de Túnez y después ya libre en una taller de electricidad que montó con otro marino republicano en Túnez. Y de África se fue a Francia. "Aún estando en África fueron mi tío y su mujer a verlo. Eugenio mandó un abrazo para mi padre y para el resto de familiares que no habían podido ir y envió regalos para todos. A mí, una pluma. Fue muy emocionante escuchar a mi tío el relato del reencuentro", recuerda desde Ferrol su sobrino José Manuel Porta.
A mediados de los años 50, el ex marino republicano puso rumbo a Francia. "No fue hasta el año 63 cuando mi padre pudo reencontrarse con él", relata José Manuel , testigo del reencuentro. Como cientos de exiliados, Eugenio rehizo su vida lejos de su tierra. Lejos de Galicia murió, pero su última voluntad le trajo de nuevo a ella. Sus restos yacen en Ferrol, junto a un monolito con una placa que le dedicaron sus compañeros.
El retorno
Quien sí regresó a España tras décadas en el exilio fue David Fernández Dopico, natural de la localidad coruñesa de Fene. Su hijo David, nacido en Argelia, relata el periplo del ex marino republicano a bordo del Lepanto, destructor en el que huyó desde Cartagena el 5 de marzo de 1939. Dos días más tarde fue detenido en la ciudad tunecida de Bizerta, donde fue internado en el campo de concentración de Meheri-Zebbeus. De ahí, fue trasladado a los campos argelinos de Gabès, Boghari y Kenadsa, de donde fue liberado en mayo de 1943. Y fue en Argelia donde fijó su residencia, hasta que en el año 1972 decidió regresar a Galicia.
"Fue un horror. Este es un tema que se desconoce. Se sabe qué pasó en tierra, pero no lo que ocurrió con la Marina. Prácticamente toda la flota republicana huyó para no caer en manos de Franco. Fue una huida hacia lo desconocido", relata David Fernández Martínez desde Ferrol.
Cuando David se despidió de su mujer al poco de casarse nada le hacía presagiar que su futuro y el de miles de amigos y compañeros se vería alterado por el estallido de la Guerra Civil. "Se marchó pensando en volver, pero estalló el movimiento y no volvió. La familia estuvo cinco años sin tener noticias de él. No fue hasta el 43 cuando mi madre recibió la gran noticia", relata David. Su padre estaba vivo. Así lo atestiguaba una foto que había mandado desde un campo de concentración en Argelia.
Ocho años más tarde, en octubre de 1949, su mujer y su hija hicieron las maletas y pusieron rumbo a Orán. A los dos años, nació el pequeño de la familia, David. "Los años que estuve en Argelia -recuerda- fueron estupendos". Pero a su padre sólo le rondaba una cosa por su cabeza: regresar a España.
Aunque en el verano del 63, su mujer, sus dos hijos y su yerno pasaron sus primeras vacaciones de verano en Galicia, David no fue hasta el año siguiente cuando pisó por primera vez la tierra de la que había huido hacía ya 25 años. Pero era un billete de ida y vuelta. En 1972 volvió a hacer las maletas. En esta ocasión para poner fin a décadas de destierro.
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