Casos judiciales del juez George Jeffreys.-a


Richard Baxter 

Grabado de Richard Baxter del siglo XVIII


Richard Baxter (1615 - 1691) fue un célebre teólogo puritano no conformista, poeta y escritor de himnos. Su padre era un rico propietario arruinado por la pasión del juego; esta catástrofe, el estado enfermizo del niño y la triste situación en que se encontraban entonces los establecimientos de instrucción en Inglaterra, no favorecieron el desenvolvimiento intelectual del joven Baxter. La lectura de un libro de Bunny le hizo tomar la resolución de estudiar teología. La muerte de su madre y la felicidad de escapar de una grave enfermedad le confirmaron su designio. En 1638 fue ordenado por el obispo de Worcester.
La conducta de los eclesiásticos de la iglesia establecida, sumergidos en la ignorancia y la inmoralidad, le escandalizó, sobre todo, cuando la comparaba con la piedad y la severidad de los eclesiásticos no conformistas, si bien se sintió atraído por la iglesia presbiteriana. El pastor de esta parroquia, que no subía al púlpito sino cada trimestre, pero que frecuentaba asiduamente la taberna, tenía grandes diferencias con una gran parte de sus ovejas.
Para poder mantenerse y contentar a sus feligreses, les había dejado la elección de un nuevo vicario; esta elección recayó sobre Baxter, pero la parroquia se encontraba en un estado poco lisonjero; la mayor parte de los habitantes habían seguido los funestos ejemplos del pastor; aquellos que estaban mejor dispuestos eran el objeto del odio de los demás, que los calificaban de puritanos. Resultó que estos se unieron a los conformistas. Baxter dejó pronto esta posición, y arrastrado por las agitaciones políticas, desempeñó durante dos años, en el ejército de Cromwell, las funciones de un capellán militar, sin recordar, acaso, que se trataba destruir la autoridad real. Una enfermedad le obligó a retirarse y en su retiro escribió su libro del "Eterno reposo de los santos".
Cuando más tarde se debió reemplazar al pastor de Kidderminster que había muerto, llamaron a Baxter, que desempeñó con celo y con éxito estas nuevas funciones. Predicaba todos los domingos y todos los jueves; distribuía una cantidad de ejemplares de sus numerosos escritos a sus feligreses; enseñaba el Catecismo en las casas a las cuales visitaba con regularidad. Su iglesia estaba siempre llena de gente; la devoción renacía en las familias y las buenas costumbres reinaban en el espíritu de todos. Baxter extendía su ministerio fuera de su parroquia, sobre sus cofrades; procuraba alentarlos en las frecuentes visitas que les hacía con su ejemplo lo mismo que con sus palabras. Su vida era sencilla y frugal; sostenía con sus ahorros a los pobres y a los enfermos y especialmente a los estudiantes necesitados. En medio de las turbulencias políticas de aquella época, pudo reservar un fondo anual de cerca de 9.000 florines para los indios del norte de América. Baxter terminó su mínisterio pastoral en Kidderminster con el fin de los dos protectores y de la república bajo Monk.
Carlos II, proclamado rey el 8 de mayo de 1660, y apenas afirmado sobre su trono, pensó en hacer que refloreciese la iglesia episcopal, pero encontró en los presbiterianos vigorosos y obstinados enemigos del episcopado inglés. Sin embargo, como los realistas tenían la superioridad en el parlamento, promulgaron el acta de corporación, según la cual solo podían desempeñar funciones públicas aquellos que se declarasen por la alta iglesia. El libro de oraciones, ya muchas veces variado, fue sometido a nuevas modificaciones y a nuevas adiciones y se promulgó una ley que privaba de su empleo a los que se negasen a servirse de este libro. Baxter fue uno de los que lo rechazaron.

Poco después de su destitución, el eclesiástico Baxter se casó a la edad de cuarenta y siete años con miss Charleston, que le llevó una dote de 21.000 florines. Vivió diecinueve años con ella en una perfecta unión, pero no tuvo hijos. Las perturbaciones eclesiásticas y políticas que agitaban a Inglaterra le afligían profundamente. Procuraba por todos los medios calmar los espíritus y pacificar los corazones, con frecuencia de una manera singular, y que en muchas ocasiones comprometieron su libertad. En 1684, uno de sus escritos fue causa de que le condenasen a dos años de prisión. Los asuntos de los presbiterianos fueron con corta diferencia los mismos bajo el reinado de Jacobo II; pero Guillermo III se apoderó del trono en 1689: queriendo conciliarse con la mayoría de los ingleses y de los escoceses, publicó un acta de tolerancia para todos los disidentes, exceptuando a los socinianos, que eran poco numerosos, y a los católicos. Desde entonces, Baxter pudo desempeñar apaciblemente su ministerio de cada día, predicando y escribiendo sin interrupción basta el momento en que la muerte lo libertó de grandes sufrimientos el 8 de diciembre de 1691.
Entre sus numerosos escritos, que son hasta nuestros días muy leídos en Inglaterra y en América, el más notable es el que se titula El eterno reposo de los santos. Este escrito apareció primero en 1650, pero como contenía muchas cosas que se relacionaban con las circunstancias del tiempo y de las controversias religiosas, Benjamín Fawcet hizo un compendio de esta obra en 1758, y este compendio casi ha reemplazado al original.
Richard Baxter había procurado conciliar las opiniones de Calvino con las de Arminio; por eso su sistema fue llamado sistema del justo medio. Aunque el antiguo proverbio dice: en un justo medio está la virtud, puede ser verdadero en muchas circunstancias relativas a la dirección de la vida, pero evidentemente no puede haber término medio desde el momento en que se trata de la verdad de la religión. Baxter enseñaba que Dios escogió a ciertos individuos a quienes se decide a salvar sin ninguna presciencia de sus buenas obras y que los otros a quienes se predica el Evangelio, tienen entre sus manos los medios de su salvación. Negaba que los méritos de la muerte de Jesucristo, de la cual no se había formado una idea exacta, debiesen aplicarse solo a los creyentes y pretendía que debían aprovechar a todos los hombres para su estado de salvación. Sostenía además que es necesario para esto una certidumbre de perseverancia y, sin embargo, no se atrevió a decidir que la gracia no existe en tan débil grado entre ciertos individuos que puedan perderla de nuevo.


Algernon Sidney Por Chris Baker
El Instituto Independiente

anllela hormazabal moya

Algernon Sidney (también Sydney) era un inglés devenido mártir por su defensa de la forma republicana de gobierno. Fue ejecutado en 1683, falsamente acusado de conspirar para asesinar al Rey Carlos II; sus escritos políticos fueron usados como “evidencia” en su contra. Su espíritu intransigente inspiró tanto a la Gloriosa Revolución de 1688 como a la Revolución Estadounidense de 1776.
Nacido en 1622, Sidney fue el segundo hijo del Conde de Leicester y sobrino del poeta Philip Sidney. Fue criado en la propiedad que la familia poseía en Kent. Su padre, diplomático, era dueño de una vasta biblioteca, que incluía obras clásicas sobre religión, filosofía e historia. De adolescente, Sidney viajó junto a su padre a Dinamarca, Francia y Roma. En París conoció al diplomático y teórico político de origen holandés, Hugo Grocio, quien se encontraba allí representando a Suecia ante la corte francesa.
En 1646, Sidney resultó elegido para lo que se conoció como el Parlamento Largo -debido a que sesionó por el término de once años. Los cada vez más fanáticos puritanos ordenaron la ejecución del Rey Charles I en 1649. Siendo un hombre racional, Sidney no apoyó la ejecución -siempre buscó la justicia, nunca la venganza. Cromwell disolvió el Parlamento en 1653, pero Sidney se rehusó abandonar su banca hasta que las tropas del Lord Protector lo removieron de ella por la fuerza. Al ver peligrar su vida, huyó hacia Holanda.
Sidney retornó a su banca en 1659 y fue uno de los tres hombres enviados por Inglaterra para negociar la paz en la guerra desatada entre Dinamarca (que también controlaba a Noruega) y Suecia. Por entonces, los daneses dominaban los territorios ubicados a ambos lados del estrecho pasaje que conecta el Océano Atlántico con el Mar Báltico y cobraban cánones exorbitantes a todos los barcos que deseaban atravesarlo. El tratado por el cual finalizó la guerra, le otorgó a Suecia el control total de su lado de la vía navegable. El Mar Báltico fue abierto a todas las naciones y así ha permanecido hasta hoy, a excepción de las épocas de guerra.
El Parlamento coronó a Charles II, hijo de Charles I, como Rey al año siguiente. Sidney rehusó disculparse por sus tempranas acciones y no regresó a Inglaterra tras su exitosa misión diplomática. Asesinos enviados por el Rey atentarían en dos oportunidades contra su vida. A mediados de 1660, Sidney apeló sin mayor éxito a los líderes franceses y holandeses, con la esperanza de sumarlos a su causa republicana. También se entregó a su primer amor -los libros. 

Se le permitió volver a Inglaterra luego del fallecimiento de su padre, ocurrido en 1677, y comenzó a trabajar junto a William Penn en favor de la libertad religiosa, tanto en Inglaterra como en Pennsylvania. Ni si quiera la nueva colonia era lo suficientemente liberal a juicio de Sidney. Consideraba que ésta depositaba demasiado poder en manos del jefe del ejecutivo.
Conoció a otros republicanos (quienes estaban formando el Partido Whig) e hizo un desafortunado intento por incorporarse al Parlamento. En ese entonces, varios republicanos -incluyendo Sidney- recibían dinero del embajador francés. Francia, la mayor potencia europea de la época, esperaba mantener a su archirival debilitado y dividido.
En 1680, se publicó Patriarca de Robert Filmer. Filmer (fallecido en 1653) sostenía que la monarquía absoluta era una forma natural de gobierno, existente desde la creación. Los padres gobernaban las familias, y el derecho a dirigir se transmitía al primogénito. En respuesta a Filmer, Sidney escribió sus Discursos acerca del Gobierno.
Temerosos de una “conspiración papal”, los Whigs creían que Charles, con el apoyo de su hermano católico James, intentaba restablecer una monarquía absoluta. Charles II disolvió el Parlamento en 1681. Impedidos de controlar a la corona mediante mecanismos legales, algunos whigs consideraron la opción del asesinato. El desafiante Sidney fue arrestado el 26 de junio de 1683, por su supuesta participación en el “Complot de la Casa Rye”. Sus acusadores allanaron su hogar y encontraron sus escritos, respecto de los cuales alegó que no intentaba publicarlos. Condenado en un dudoso juicio, Sidney fue decapitado el 7 de diciembre de 1683.

Sidney no se oponía por completo a la monarquía. Consideraba que “Los mejores gobiernos del mundo han estado compuestos de Monarquía, Aristocracia y Democracia.” “Por lo tanto, la diferencia entre los buenos y malos gobiernos no radica en la circunstancia de que unos posean un poder arbitrario y los otros no, dado que todos lo poseen; sino que aquellos que están bien constituidos ejercen este poder en beneficio del pueblo, y establecen reglas que resultan difíciles de ser transgredidas; mientras que los demás fracasan en alguno de estos dos puntos.”

En lo que creía inflexiblemente era en el derecho de rebelión. Veía al gobierno como un contrato entre el pueblo. Escribió: “Dios deja al hombre la elección de una forma de gobierno; y aquellos que constituyan una forma, pueden luego abolirla .... La insurrección general de una nación no puede ser llamada una rebelión .... Las leyes y constituciones deberán ser evaluadas ..... para constituir aquello que sea más conducente al establecimiento de la justicia y la libertad.” Sidney observaba esta necesidad porque “Algunas cosas son desconocidas aún para los más sabios, y aún los mejores hombres no pueden nunca por completo desprenderse de pasiones y afectos .... .

Para conservar su libertad una sociedad debe de estar integrada por individuos deseosos de cuestionar la autoridad de sus “superiores”. “¿Quién usará un zapato que lo lastima sólo porque el zapatero le ha dicho que está bien confeccionado?....” se preguntaba Sidney. “Al poseer razón, entendimiento o sentido común, deberán usarlos en aquellas cosas que conciernan a ellos y su posteridad, y desconfiar de aquellas palabras que estén interesadas en inducirlos a no ver con sus propios ojos .... Una presunción generalizada de que los reyes gobernarán bien, no brinda al pueblo suficiente seguridad .... aquellos que se someten a los deseos de un hombre estarán gobernados por una bestia.”

Un título más apropiado para los Discursos podría ser Historia de la Libertad. A lo largo del libro se hace referencia a las obras de Hugo Grocio, Livy, Nicolás Maquiavello, Cornelius Tacitus, Plutarco, Platón y Aristóteles. Sidney estaba muy impresionado por la Biblia, La Historia de Roma de Livy y La Ley de la Guerra y la Paz de Grocio. Lo fascinó especialmente la historia de la República Romana y su declinación en el imperio y eventual ruina.
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Sidney vio a la historia principalmente como un eterno conflicto entre la virtud y el vicio. Esta idea aparece a través de:

... la fuerza, virtud, gloria, riqueza, poder y felicidad de Roma procedente de su libertad, surgió, creció y pereció con ella.

Mientras la libertad, continuó, fue la enfermera de la virtud; y todas las perdidas sufridas tanto en guerras extranjeras o civiles, fueron fácilmente resarcidas: pero cuando la libertad se perdió, valor y virtud fueron arrancadas de raíz, y el poder romano originado en ella, pereció.

Sidney también advirtió un patrón común entre sus vencidos adversarios: “Todas las naciones con las que han tenido que tratar, tenían el mismo destino. Nunca conquistaron a un pueblo libre sin gran dificultad .... Aún los más grandes reyes fueron fácilmente derrotados.” Esto ha ocurrido porque “los mismos principios que hacen a los hombres honestos y generosos, también los vuelven amantes de la libertad, y constantes en la defensa de su país... Las sociedades libres han sido más prosperas, pudiendo solventar mejor las guerras y recobrarse de ellas.” Agrega “El mejor gobierno, es aquel que mejor provee para la guerra.” Las guerras de este siglo veinte, el más violento de todos, probaría que estaba en lo correcto.
The trial of the honourable Colonel Algernon Sidney, 1683. painted by F.P. Stephanoff, Esq. [London] 1835
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Las dictaduras fueron impracticables debido a que -como Friedrich Von Hayek lo observaría más tarde en Camino de Servidumbre- en ellas los peores encuentran su camino a la cima. “Las historias de Grecia,” apunta Sidney, “Sicilia e Italia evidenciaron que todos aquellos que se convirtieron en tiranos en distintos lugares, lo han hecho con la ayuda de los peores y la eliminación de los mejores.” Los tiranos detestan la virtud por una cuestión de propia conveniencia, y a los individuos virtuosos por ser muy diferentes a ellos.” Esta filosofía ha sido bastamente probada por estos días, en los llamados Estados de Bienestar, en las “repúblicas populares” y en otros sistemas económicos anticapitalistas.
Esto no significa que Sidney era un pragmático. Su principal preocupación no era que un sistema político “funcionase”. Estaba convencido de que el gobierno republicano funcionaba bien, y sabía cómo y por qué.
Sidney fue un pionero de la teoría de los derechos naturales. “Es difícil de entender como un hombre puede convertirse en amo de otros, iguales a él en derecho, a menos que medie el consentimiento o el uso de la fuerza.... Ningún derecho puede surgir de la conquista, a menos que exista un derecho a llevar a cabo tal conquista....” Resumiendo, él entendía que “Depender del deseo de un hombre es esclavitud.”

La libertad es consistente con la igualdad ante la ley. “La igualdad sólo existe entre iguales,” escribió, “se da solamente entre iguales; pero aquellos que son ruines, ignorantes, viciosos, perezosos, o cobardes, no son iguales en virtudes, naturales o adquiridas, a los generosos, sabios, valientes e industriosos.... Podrá haber cien mil hombres en un ejército, todos igualmente libres; pero solamente aquellos que posean virtudes para dirigir correctamente, surgirán naturalmente como comandantes o líderes.” Su idea de igualdad ni siquiera se parece al corrupto concepto de igualdad que se venera en el mundo en la actualidad.
Coincidiendo con Aristóteles respecto de que el hombre es un ser racional, Sidney creía que una vida virtuosa era una vida racional. “El natural amor que los seres humanos tienen por la libertad se encuentra templado por la Razón, la que originalmente constituye su Naturaleza,” declaraba. 
Mientras su más conocido contemporáneo, John Locke, criticó severamente al interés personal, Sidney se mostró a favor del mismo. Creía que “el hombre naturalmente persigue aquello que es bueno, o que para él luce como tal. Consecuentemente es en aquellos estados correctamente gobernados, donde un valor se coloca por encima de la virtud . . . . los hombres desde sus comienzos crecieron con la creencia de que nada en este mundo merece ser deseado, salvo aquellos honores que se consiguen mediante acciones virtuosas..”
La filosofía política de Sidney tenía un defecto fatal, que también fue reconocido por Locke. Consideraba que “al incorporarse a la sociedad, el hombre está obligado por sus leyes.” (Locke lo llamaba consentimiento tácito). Sidney fue el más radical hombre de su tiempo. Mientras Locke ganó fama y prestigio, Sidney se volvió famoso básicamente por su “traición”.

Publicados en 1698, los Discursos son el producto de una mente brillante cuya grandeza no sería comprendida hasta mucho después de su muerte.
Al morir Charles II en 1685, James II ocupó el trono, y el Parlamento se reunió por vez primera en cuatro años. El tratamiento preferencial que el nuevo rey le otorgó a los católicos, hizo resurgir los temores de los Whigs. Cuando la reina dio a luz un hijo en 1688, aún el Parlamento que alguna vez fuera conservador, apoyó la revolución. Las tropas de James y su hija Anne lo abandonaron. Su hija mayor, Mary, y su esposo, William de Orange, reclamaron el trono. El parlamento sancionó una declaración de derechos y absolvió a Sidney al año siguiente.

Influencia en las colonias inglesas norteamericanas

John y Samuel Adams, George Mason, James Madison, y Benjamin Franklin, reconocieron la influencia de Sidney en el pensamiento político americano.
Un grupo de virginianos (incluido Patrick Henry) fundaron el Hampden-Sydney College en 1776 y en su honor le dieron su nombre (y el de John Hampden).
En 1825, como fundador de la Universidad de Virginia, Thomas Jefferson publicó esta declaración: “Se ha resuelto, tal cual es la opinión de este Directorio, que a los principios generales de la libertad y de los derechos del hombre, en la naturaleza y en la sociedad, las doctrinas de Locke en su “Essay concerning the true original extent and end of civil government” y de Sidney en sus “Discourses on government”, deben ser considerados como aquellos generalmente aceptados por nuestros conciudadanos y por los Estados Unidos.”
En el siglo diecinueve, cuando varias de sus teorías probaron ser correctas, su popularidad declinó abruptamente. Los Discursos dejaron de publicarse entre 1805 y 1979. Sus compatriotas prefirieron recordar sus colaboraciones con líderes extranjeros. Wistom Churchill lo llamó “indomable”. El católico Lord Acton escribió que era “humillante reseñar el linaje político de Algernon Sidney, quien fuera un agente pago del rey francés.” Los Anglo-Americanos perdieron también su fe en la libertad.
Pero la influencia de Sidney aún perdura. El estado de Massachusetts adoptó su lema de un pasaje que apareció en una temprana edición de los Discursos: “Ense petit placidam sub libertate quietem (Por la espada buscamos la paz, pero paz solamente con libertad).” Su más famosa frase apareció en la obra de Franklin “Poor Richard's Almanac”: “Dios ayuda a quienes se ayudan.” Abolicionistas americanos de la esclavitud como William Lloyd Garrison tomó prestada otra línea: “Aquello que no es justo, no es Ley; y lo que no es Ley, no debe ser obedecido.”
Samuel Adams dio a Algernon Sidney el rótulo más adecuado: “patriota.” En una nación de habitantes que aman la libertad, no podía ser nada menos.
Traducido por Gabriel Gasave






El complot de Rye House

Rye House (Hertfordshire) en una acuarela de 1793.
anllela hormazabal moya

El complot de Rye House de 1683 fue un plan de asesinato del rey Carlos II de Inglaterra y su hermano (heredero al trono) Jacobo, Duque de York. Los historiadores tienen varias respuestas en cuanto a los detalles cómo terminó la conspiración. Pero es una idea común que planeaban una rebelión contra la monarquía de los Estuardo, y que sus cabecillas fueron duramente represaliados. Este complot ha de ser tenido en cuenta como un presagio de las rebeliones de 1685.
La principal causa del atentado era la relación que el rey Carlos mantenía con los monarcas católicos, en especial Luis XIV. Su hermano y heredero Jacobo, había confesado su conversión al catolicismo, y esto estaba mal visto por algunos sectores del Parlamento, en especial antiguos republicanos y representantes de la población protestante. El anticatolicismo surgía de la asociación entre absolutismo y la Iglesia Católica, mientras que el rey era el jefe de la Iglesia Anglicana. En 1681 se había solicitado la aprobación de la Exclusión Bill para apartar a James (Jacobo) de la sucesión al trono, pero el rey Carlos depuso esa proposición del Parlamento.

El complot

Rye-House era una mansión de Hertfordshire, al norte de Londres, una construcción medieval rodeada por un foso. Richard Rumbold, quien por ser tuerto era conocido como Aníbal, el general cartaginés, la había alquilado con la intención de preparar una emboscada al rey y a su hermano al pasar de regreso de las carreras de Newmarket, población cercana a Cambridge. Aníbal era un republicano de los de Cromwell, veterano de la guerra civil, aunque no actuaba en solitario. Formaba parte de un nutrido grupo de whigs, a los que luego se quiso incluir a otros como Locke, que se reunían en tabernas y en los sitios más insospechados para tramar su conjura.
Durante mucho tiempo se debatió cuál sería la medida más oportuna. Unos, la Cábala de Monmmouth preferían la rebelión al asesinato, si bien pondrían a éste como substituto del rey. Otros reparaban en consideraciones morales por cometer un atentado sobre la persona del rey. Pero esta fue la postura que se decidió. El plan consistía en que los asesinos bloquearían con un carro el estrecho camino que pasaba junto a la mansión. Unos atacarían al acompañamiento, mientras que otros dispararía contra el carruaje real. El propio Aníbal se encargaría de matar al rey.
Pero al final, no tuvo lugar. El 1 abril de 1683 hubiera tenido lugar el desenlace, si una semana antes no se hubiera desatado en Newmarket un pavoroso incendio que obligó a cancelar las carreras de caballos. Por tanto, la casualidad adelantó el regreso de la comitiva real a Londres y no se produjo el atentado.

Papel del duque de Monmouth

Se discute el papel que pudieron tener la West y la Monmouth Cábala, contrarias al reinado de Carlos con algunas conexiones con Escocia, las nuevas colonias en América y los whigs exiliados en Holanda. El duque de Monmouth, hijo bastardo del rey formaba parte del complot contra su propio padre. Su papel es ambiguo, ya que no muestra un decidido interés por alcanzar el trono. Más adelante será un enemigo declarado del rey James II, por el que tuvo que marchar al exilio. Parece que Monmouth podría haber tenido conocimiento del complot través de Robert Ferguson, un clérigo de origen escocés que era uno de sus agentes.
La oposición de Monmouth al atentado hubiese sido suficiente para que se modificara la gravedad del ataque planeado. Y existe la versión de que el ataque se hubiera convenido con un advenimiento de partidarios suyos venidos desde Escocia. Los más extremistas, la Cábala de Robert West, acordaron los planes de asesinato que por escasos días, no fueron llevados a cabo.





El legado de Jeffreys

La reputación de Jeffreys sufrió aún más después de su muerte. Su efigie fue aniquilada y quemada por una turba de Londres.  Algunos en el Parlamento intentaron aprobar un proyecto de ley que despojaba a Jeffreys de todos sus títulos y propiedades, aunque este proyecto fracasó. Sin embargo, se aprobó una ley e que perdonaba a todos los culpables de cometer delitos antes del reinado de William y Mary, sin embargo, Jeffreys estaba específicamente exento de este perdón, a pesar de que ya estaba muerto. El nombre de Jeffreys fue atacado aún más por la avalancha de panfletos que lo despreciaban. En particular, The Western Martyrology, or the Bloody Assizes de John Tutchin Bautizó extraoficialmente a los western assizes como los "Bloody Assizes" y, en consecuencia, también colocó permanentemente "bloody" en el nombre de Jeffreys.

Aunque Jeffreys fue ciertamente vilipendiado después de su muerte, no puede haber intentos de blanquear el carácter de Jeffreys.  Era un tirano borracho en la sala del tribunal que se complacía sádico en torturar a los desafortunados que aparecían en su guarida del león. Por esta razón, Jeffreys siempre será recordado como un “monstruo de crueldad sedienta de sangre, rabia blasfema e intemperancia brutal  y vivirá en la infamia como el juez más odiado de Inglaterra.

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