La comuna de Estación Central.-a

escudo de armas

Estación Central es una comuna ubicada en el sector surponiente de la ciudad de Santiago, capital de Chile. Fue fundada en 1899 y debe su nombre a la estación ubicada en su sector oriente. Limita con la comuna de Quinta Normal al norte, Santiago al este, Cerrillos al sur, Maipú al suroeste, Pedro Aguirre Cerda al sur, Pudahuel al oeste y Lo Prado al noroeste.

Historia

El actual barrio Estación Central correspondía, a mediados del siglo XIX, a una zona agrícola adyacente a Santiago denominada "Chuchunco". La construcción de la primera estación de ferrocarriles en 1857 cambió paulatinamente el nombre del sector, asociándolo a la llegada de los trenes. La Estación Central transformó la fisonomía rural existente, originando un barrio ferroviario y urbano. El primer terminal, que miraba hacia la llamada "boca de la Alameda", era un galpón de 200 metros de frente y 800 de fondo hacia el sur, con cuatro andenes que podían albergar igual número de trenes. 
Ese mismo año se inauguró el servicio de ferrocarril urbano mediante carros de sangre (a caballo), con el tramo Estación Central-Universidad (calle Arturo Prat). Posteriormente, dos edificios a cada lado de la entrada contuvieron las oficinas de los ferrocarriles al sur (Concepción) y al norte (Santiago-Valparaíso).

En 1860 comenzó la subdivisión de la propiedad en el sector: Domingo Ugarte creó la "villa de Ugarte", ubicada entre la Alameda de las Delicias y el Callejón de los Patos (hoy calle Antofagasta), y entre las calles Conferencia y Abate Molina, por el poniente y oriente respectivamente. Con el tiempo surgieron también las calles Bascuñán Guerrero, Unión Americana y Hermanos Ugarte (San Alfonso). Al norte de la Alameda, el barrio se relacionaba con la Quinta Normal de Agricultura de 1841 y la Escuela de Artes y Oficios, levantada en 1886 en avenida Chuchunco, hoy Ecuador (De Ramón, Armando. "Estudio de una periferia urbana: Santiago de Chile 1850-1900", p. 285 y 286).

Hacia finales del siglo XIX, fueron construidas dos nuevas poblaciones, San Eugenio y San Vicente. La primera, al sur de la población Ugarte; San Vicente, de la Sociedad de Talleres de San Vicente de Paul, en las calles Exposición y Bascuñán Guerrero. Al oeste de ellas, se edificaron tres poblaciones más: la Valdés, la Santa María (cerca del ferrocarril a Melipilla) y la Ruiz Tagle o Chuchunco, en la calle del mismo nombre. Aunque estas poblaciones albergaban a una emergente clase media, hubo también muchas personas -en su mayoría inmigrantes de zonas rurales- viviendo en conventillos.

En 1897, se hizo una transformación de la Estación Central: se construyó una gran estructura metálica que hasta hoy cubre todo el sector de andenes. Por aquellos años también se inició la configuración del sector como un puerto urbano: hoteles, cantinas, prostíbulos y otros espacios de sociabilidad popular donde se bailaba cueca y leía la lira popular. La Plaza Argentina, inaugurada en 1903 frente a la estación, se convirtió en un masivo espacio público. Poco después, el terminal fue conectado con los estaciones de Yungay y Mapocho, originando el ferrocarril de circunvalación. Ese paisaje urbano marginal fue retratado por el escritor Joaquín Edwards Bello en su célebre novela El Roto, de 1920.

En las décadas siguientes el barrio siguió expandiéndose, ya que en 1946 arribó el Hogar de Cristo. En 1961 se inauguró el campus de la Universidad Técnica del Estado. En 1974 fue abierta la Catedral de la Iglesia Evangélica en la Alameda; poco después la Universidad de Santiago, ex Universidad Técnica del Estado. Recientemente, se han instalado en el barrio modernos terminales de buses y centros comerciales que conviven con el concurrido núcleo comercial de la calle Meiggs, nombre otorgado en honor al empresario ferroviario Henry Meiggs. Todos estos espacios confluyen en torno a la Estación Central de Ferrocarriles, la más importante del país.


Comunicaciones

A pesar de ser una comuna ubicada en el límite con el centro de la ciudad, y cerca de los centros comerciales y financieros, algunos de sus barrios han sido aislados, por ejemplo, los del lado sur de la comuna.
 En ese sector se encontraba el ex Vertedero Lo Errázuriz, con más de 42 ha cercadas, también se encuentra la línea férrea, el Zanjón de la Aguada y el Canal Ortuzano, lo que hacía dificultosa la comunicación entre la zona sur de la comuna y comunas aledañas como Lo Espejo y Cerrillos. 
Sin embargo la apertura de la Conexión Vial Las Rejas- Avenida Suiza - Departamental ha logrado disminuir considerablemente esta condición de aislamiento.

Sitios de interés

En la comuna se encuentra la Catedral Evangélica de Chile, la Universidad de Santiago de Chile, donde se encuentra enclavado el Planetario de Santiago, la planta central de la Compañía de Gas de Santiago (Gasco), el santuario del santo Padre Alberto Hurtado, la sede central del Hogar de Cristo, la sede principal del Centro de Tratamiento para Niños Minusválidos, obra de la famosa campaña de recolección a nivel nacional "Teletón" y los dos más importantes rodoviarios de Santiago (Terminal Alameda y Terminal Santiago) que conectan a la capital con el resto del país y de América del Sur. 


Además de la emblemática Unidad Vecinal Portales, una de las grandes obras de la arquitectura chilena moderna, el Barrio Pila del Ganso y la Capilla de los Padres Carmelitos, ícono de mediados del siglo XIX, el Centro Cultural Matucana 100 y el Museo Artequin, también encontramos la Decimosexta Compañía del Cuerpo de Bomberos de Santiago "Bomba Chile", ubicada en Av. 5 de abril 4944.

Población

147.918      1.982
138.314      1.992
126.066       2.002
119.470       2.012
147.041       2.017


Los guetos verticales.




En la comuna existe muchos guetos verticales, creados en la década del 2010. Los edificios súper-densos de la comunal están levantados en un polígono delimitado por las avenidas 5 de Abril, Ecuador, Exposición y Las Rejas que carece de una normativa específica que regule las edificaciones.

Eso explica, en parte, porqué los permisos que permitieron levantar los edificios de esta polémica –emitidos desde 2014 por la Dirección de Obras de municipalidad- contemplaron densidades residenciales de 15.000 habitantes por hectárea, según se indica en los permisos de edificación, mientras la densidad promedio de la comuna de Estación Central es de 79 habitantes por hectárea.
 En circunstancias normales, la altura y densidad de los edificios debería estar regulada por el Plan Regulador Comunal (PRC) de Estación Central. Pero ese PRC no existe para la zona debido a una serie de circunstancias que pasaremos a revisar.
planos reguladores

Estación Central se creó en 1985 a partir de las zonas periféricas de las comunas de Santiago, Quinta Normal, Pudahuel y Maipú. Debido a ello, la normativa urbana de la nueva comuna quedó compuesta por dos fuentes: la que regía en aquellas zonas que ya contaban con un Plan Regulador Comunal (PRC), como el sector norte (normado por el PRC de Santiago vigente en 1985); y el Plan Intercomunal de Santiago (PIS, de 1960), cuya normativa sobre densidades y alturas tenía preeminencia sobre la normativa comunal.
En el polígono que analizamos, en 1980 el PIS fue modificado por el “Plan Seccional Alameda Poniente” que se impuso al existente PRC de Santiago. Irónicamente, esta modificación quería incentivar las alturas en el polígono individualizado hasta en 15 pisos. Sin embargo, en 1994 tanto el PIS como el citado Plan Seccional fueron derogados por el Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS) el cual, de acuerdo a la normativa vigente desde 1992, no puede regular alturas.

Así, dado que lo que el PRC de Estación Central nunca reguló este polígono y que la normativa intercomunal (PRMS) dejó sin efecto las restricciones de altura, este sector quedó sin normativa específica, cuestión que se mantiene hasta hoy.
Esa ausencia de normativa, sin embargo, no autoriza a hacer cualquier cosa, pues de todos modos la zona está regida por las reglas generales contenidas en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones (OGUC). Al contrario de lo que se ha dicho, esa normativa general sí regula límites de altura para los edificios a partir de cómo estos se agrupan (es decir, cómo se relacionan con el resto de las edificaciones y con los límites del predio). Para los edificios aislados de otros o pareados, ante la ausencia de PRC el límite son rasantes (líneas en determinados grados que se trazan desde el espacio público). 
El problema, sin embargo, es que no existe una norma que defina explícitamente la limitación de la altura en los casos de edificios continuos (aquellos que extienden su fachada de deslinde a deslinde). Este tipo de construcciones, que son los que se levantaron en Estación Central, tienen como límite la altura que establece la norma de planificación territorial, que en este caso no existe.

En mayo del 2016 el Ministerio de Vivienda y Urbanismo aclaró que si en un lugar no hay una norma de altura, no pueden aprobarse edificios continuos (ver Circular 313 de la División de Desarrollo Urbano). Pero antes de ese pronunciamiento, desde 2014, una serie de empresas inmobiliarias solicitaron permisos de edificación en el polígono en cuestión. Su argumento fue que, al no existir un límite de altura en las normas generales para edificios de agrupación continua, era el desarrollador inmobiliario el que lo establecía.

Adoptando este análisis, entre 2014 y 2016 la Dirección de Obras de Estación Central aprobó 75 proyectos de edificios de entre 30 y 43 pisos, sin límite de altura ni densidad u ocupación del suelo (es decir, sin limitar qué porcentaje del terreno podía ser construido) para el polígono descrito.
En otras palabras, ante la ausencia de normativa explícita, tanto los actores privados como públicos actuaron como si el cielo fuera el único límite pera un negocio inmobiliario. Una interpretación como esa no considera las normas generales y su espíritu orientado al bien común. Solo el ingenio en la interpretación de la normativa y la astucia para aprovechar los aparentes vacíos en un contexto de debilidad regulatoria urbana permitió que desarrolladores inmobiliarios obtuvieran los más de 70 permisos de la Dirección de Obras. Ello inscribe a estos edificios súper-densos en el grupo de las astutas estrategias desplegadas por la industria inmobiliaria para eludir las normas urbanísticas y producir efectos en la ciudad que nunca fueron buscados por el legislador, y que parecen más bien ser el producto del descriterio.

LOS INGENIOSOS

El ingenio interpretativo es un fenómeno recurrente en la planificación urbana y la obtención de permisos. Estrategias innovadoras de algunas empresas inmobiliarias incluyen desde limitar el número de estacionamientos a 149 unidades para evitar la realización de Estudios de Impacto Vial, el cual es necesario a partir de los 150 estacionamientos; terrenos que se subdividen y se vuelven a fusionar para obtener mayor altura y densidad, aprovechando beneficios urbanísticos creados para incentivar la construcción en paños más extensos; o loteos de terrenos que acceden a 10 centímetros de calle para no quedar sin conexión a la calle, (de manera de evitar la ejecución de urbanización que encarecería el proyecto). Lo cierto es que estas conductas, que han sido objetadas por el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, han contado con que la literalidad de la ley parece permitirlas, criterio que la Contraloría ha aplicado favoreciendo e incentivando este ingenio inmobiliario.

La estrategia de usar las normas urbanísticas con un objetivo distinto al que se planteó por el regulador, se ha asumido como parte del legítimo ejercicio del interés particular inmobiliario. Este tipo de interpretación beneficia a quién puede obtener más de la norma urbanística, que en términos inmobiliarios es aquel desarrollador que tenga “más ingenio y creatividad” en su interpretación: quien logra generar un método que permita agregar pisos a un proyecto, por ejemplo, puede pagar más por un lote de terreno. En consecuencia, quien mejor interpreta la normativa y sus límites, adquiere una posición ventajosa en la gestión inmobiliaria. Tal como el abogado tributarista Francisco Saffie argumenta para criticar la distinción entre la elusión y la evasión tributaria, en el campo urbanístico se separa la forma de lo sustantivo de la norma. Y la literalidad hace que efectos no previstos puedan ser aplicados en el espacio construido.

En el caso de Estación Central, como se dijo, el MINVU a través de la Circular 313 generó una herramienta para frenar el ingenio inmobiliario que permitió la aprobación de los edificios súper-densos. Sin embargo, actualmente existen requerimientos ante la Contraloría General de la República que pretenden dejar sin efecto la Circular 313 y restituir la interpretación que hizo posible la consolidación de los edificios súper-densos. Empresas inmobiliarias activamente defienden la interpretación que posibilitó la construcción de los mega-edificios. No se trata solamente, entonces, de que meramente exista una “debilidad en la planificación” que lleve a una “suma de decisiones individuales que produzcan mal espacio urbano” como señaló el presidente del Comité Inmobiliario de la CChC, Bernardo Echeverría. La posición de que no exista norma de altura para este tipo de edificios es activamente defendida por la CChC. En otras palabras, la creatividad a la hora de interpretar la norma es un activo de la industria inmobiliaria.

La estrategia de separar la forma del objeto de la norma es aún más crítica en contextos de debilidad institucional como es el caso del PRC de Estación Central. Sin embargo, la incapacidad de controlar el descriterio urbano no se agota en la inexistencia de un PRC. Por ejemplo, los encargados de fiscalizar son los Direcciones de Obras Municipales, que no cuentan con presupuesto robusto, equipos o incentivos que permitan contrarrestar presiones inmobiliarias. 
Los diversos actores que podrían monitorear dicha fiscalización, no cuentan por lo general con herramientas para modificar el destino de estas construcciones: Primero, si un Director de Obras no aplica correctamente la normativa urbanística mediante el otorgamiento de un permiso de edificación, ninguno de sus superiores -el Alcalde o el Secretario Regional Ministerial- puede hacer mucho para invalidar sus permisos o corregir administrativamente sus funciones.

Más aún, la Contraloría ha sido firme en considerar que aquellos permisos que fueron aprobados por un Director de Obras, aún en contravención de la LGUC y la OGUC, cuentan con la buena fe de los terceros, en este caso los terceros que presentaron el proyecto.

Por su parte, la comunidad que circunda un edificio generalmente se entera de la existencia de un anteproyecto o de un permiso de edificación con posterioridad a que este ingresó a la Municipalidad, limitando su campo de acción. Y por último, nuestra normativa permite que la figura de Revisores Independientes (la totalidad de los mega-edificios de Estación Central contó con uno), sean contratados por el desarrollador inmobiliario; los revisores fiscalizan el cumplimiento de la normativa técnica, que incluye el largo de pasillos, tamaño de escaleras, alto de los departamentos y un sin número de decisiones normadas por la OGUC. Al ser fiscalizadas por alguien que es contratado por el mismo desarrollador inmobiliario, las motivaciones del revisor independiente para encontrar errores a su mandante son, por decirlo de alguna manera, bastante leves.

Si bien las alturas y densidades de los edificios súper-densos de Estación Central son excepcionales, el uso literal de la normativa que atenta en contra del principio del bien común no lo es, contribuyendo al descrédito de los procesos de participación y a la desconfianza en las instituciones. Lejos de ser un caso excepcional, los edificios súper-densos de Estación Central son otra prueba de los efectos de la interpretación literal en nuestro sistema urbano.

Comentario de prensa.



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