Ángel Galarza Gago (Abogado y político español).-a
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy |
Madrid, 4.XI.1892 – París (Francia), 25.VII.1966. Abogado, diputado republicano y socialista, ministro de Gobernación.
Estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Madrid, donde se licenció en 1919 y se doctoró en 1921.
Tuvo una primera etapa de militancia socialista afiliándose a la Agrupación Socialista Madrileña del partido Socialista Obrero Español (PSOE) en junio de 1919, pero pasados unos años se alineó en las filas del republicanismo. En 1920 comenzó a trabajar en la redacción de El Sol y, posteriormente, en La Voz, donde se ocupó de la información municipal y de tribunales y, ocasionalmente, de la vida parlamentaria.
En 1929 fue detenido por su participación en la preparación de un movimiento militar y civil en Murcia contra la dictadura de Primo de Rivera. En la cárcel coincidió, entre otros, con Marcelino Domingo, Álvaro de Albornoz y Benito Artigas, con quienes decidió fundar el Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) que, tras varias reuniones preparatorias en el Ateneo de Madrid, fue uno de los impulsores del Pacto de San Sebastián en el verano de 1930.
Por su participación en el movimiento pro-republicano de diciembre de 1930 volvió a la cárcel. Su proceso fue desglosado del de los firmantes del manifiesto republicano y por tal causa compareció solo ante un tribunal de guerra y fue condenado con mayor dureza que el resto de los encausados. Por este motivo se encontraba aún en prisión al caer la Monarquía en abril de 1931.
Fue elegido concejal del Ayuntamiento de Madrid en abril de 1931 y diputado por la circunscripción de Zamora en junio de 1931, en representación del Partido Republicano Radical Socialista. El Gobierno provisional de la República le nombró fiscal del Tribunal Supremo y poco después director general de Seguridad. Posteriormente fue subsecretario de Comunicaciones.
En febrero de 1932 la Asamblea local de Madrid del PRRS lo expulsó del Partido y aunque asistió al III Congreso del mismo, celebrado en Santander en mayo de 1932, acabó abandonándolo para ingresar tiempo después en el Partido Socialista Obrero Español, por el que llegó a ser diputado por Zamora en las elecciones del Frente Popular de febrero de 1936.
Durante su paso por las Cortes republicanas participó en las Comisiones de Responsabilidades, Presidencia y Reforma del Reglamento en la legislatura de 1931 a 1933 y en las de Actas y Calidades, Justicia, Gobernación, Presidencia, Suplicatorios y Reforma de Reglamento en la legislatura de 1936 a 1939.
Durante la Guerra Civil se hizo cargo del Ministerio de la Gobernación en los gabinetes presididos por Francisco Largo Caballero de septiembre de 1936 a mayo de 1937. Posteriormente, fue vocal del Tribunal de Responsabilidades Civiles.
Estuvo exiliado en México y Francia. Falleció en París el 25 de julio de 1966.
Anexo
Galarza comenzaba el mencionado discurso volviendo a utilizar una expresión que iba muy en la línea de su intervención del 1 de julio de 1936: «soy miembro del Partido Socialista Obrero Español y soy diputado de la minoría socialista. Pero no me atribuyo indebidamente, audaz y osadamente, ni la representación del Partido en este acto, ni el mandato de la minoría socialista. Vengo con mi exclusiva responsabilidad, con mi modestia...» «No comprometeré ni al Partido Socialista ni a la minoría del Parlamento español» y luego afirmaba que, aun conociendo que iba a hablar un representante del Partido Comunista (partido con el que tuvo un encontronazo por la destitución de Largo Caballero), no iba a ser un «títere rencoroso» sino «un político español y un ciudadano español». A pesar de esto, Galarza no se corta y aprovecha el momento para decir que salió del Gobierno porque «una alianza del Partido Comunista con una parte del Partido Socialista encabezada por Prieto, traicionó y expulsó del Poder a Francisco Largo Caballero» para luego afirmar que «no le guardaba rencor a ningún partido español aunque hayan tenido diferentes puntos de vista, que ya se encargarán de responder ante su partido y ante la historia».
Ya centrándose en el homenaje a los soldados españoles, Galarza afirmaba que no homenajear a los soldados que han derramado su sangre por la democracia y por la República es cometer un crimen, a pesar de la propaganda que hizo el bando nacional del ejército republicano español, tachándolo de “horda”. Relata además que cuando llegaban los españoles a Francia buscando acogida, la gendarmería francesa los metía en campos de concentración a culatazos y que cuando Francia se levantó contra el general Pétain, los soldados españoles lucharon al lado del pueblo francés en lugar de alzarse en armas contra las autoridades francesas.
Más adelante, y haciendo gala de un cinismo asombroso, Galarza dice que los refugiados españoles «no hemos traído aquí el oro de nadie, tenemos que demostrar que no hemos venido a disfrutar haciendas ajenas. Los que tenemos las manos limpias, que somos la enorme mayoría, y los que no las tienen ya no las tendrán nunca, pero tampoco son emigrados españoles, son unos ciudadanos de un mundo de malicia, que pueden ir buscando pasaportes distintos al de la República española». Es cuanto menos curioso que Galarza, el mismo hombre que encargó años atrás al capitán Alberto Vázquez que transportara desde Madrid a Barcelona unas «maletas con valiosísima carga» venga años después dando discursos de honradez. Pero no es solo eso, también declaró que «no podremos perdonar a los que de la guerra española han hecho un negocio» y que él mismo había cumplido sus deberes para con la república y había salido “limpio” por la frontera de España, es decir, “pobre”.
Poco después, el discurso comienza a tener otro enfoque y recomienda al Partido Comunista unirse al Partido Socialista en contra del franquismo y la Falange y a que sean leales a la Constitución de 1931 y que no piensen que España necesita un Tito, sino una Constitución y un Gobierno, que España no es Yugoslavia y que son casos totalmente distintos.
El día 25 de noviembre de 1945, Galarza pronunció otro discurso66 junto con Ramón Lamoneda, José Rodríguez Vega, Julio Álvarez del Vayo y Juan Negrín en el teatro de los cinematografistas. Esta vez es un discurso en el cual Galarza defiende el gobierno de Negrín en el exilio, el cual venía siendo muy criticado ya que Negrín era acusado de secuestrar y retener el Poder desde su posición. Galarza sostuvo que Negrín «no defendía las disidencias, sino la unidad. Y es el único político que consigue esa unidad en el mes de agosto en México, a los pocos días de llegar» y critica muy duramente el hecho de no habérsele encargado formar un gobierno a Negrín, el cual pretendía crear un Consejo de ministros donde estuviesen representadas todas las minorías parlamentarias, todos los grupos y todos los sindicatos y en lugar de eso se le hubiese encargado formar gobierno a Giral. Siguiendo con su crítica, Galarza se remonta al periodo de consultas para la elección del jefe de Gobierno, del cual recela al observar que se da el encargo de realizar dichas consultas a una persona distinta al anterior jefe de Gobierno. Luego, para mayor escándalo, se manda formar gobierno a la misma persona que ha fracasado en el cumplimiento del mandato, esto es a Giral, en lugar de darle el encargo a otra persona o de «apelar al patriotismo de los españoles» y formar un Gobierno de unidad. Después de todo esto, se les ofreció al grupo parlamentario del PSOE la posibilidad de que Negrín ostentara la vicepresidencia del Consejo además de un puesto al frente de un Ministerio, oferta que fue rechazada ya que en palabras del propio Galarza «cuando existen dos políticas que marchan por caminos distintos, no pueden estar unidas más que a condición de estar quietas. Y nosotros, para no hacer nada, no podíamos ir al Gobierno».
Poco después, Galarza alaba el Gobierno de Largo Caballero (del cual formó parte) y comparándolo por como tuvo que haber sido el gobierno de Giral: «Caballero no elige unos grupos o unas fracciones o unos amigos, Caballero se encara con España, con el pueblo español, y ve la enorme misión de nuestra guerra. Y Caballero, al que se le acusaba de dividir al Partido Socialista, se dirige a las dos matizaciones del Partido. Y le dice a Prieto: ‘Tú y dos ministros de los que estén en vuestra línea en el Partido, al gobierno’ y llama a la CNT y llama a todos los grupos republicanos y forma un Gobierno de Unidad Nacional, Gobierno de resistencia, de lucha, no de pacto».
Continua su discurso Galarza afirmando que ellos van a respetar las instituciones republicanas, no «como hicieron algunos con el legítimo Gobierno presidido por el Dr. Negrín», pero que no pueden ni van a estar en un Gobierno (el de Giral) que no está haciendo una política que vaya a traer la República de nuevo a España. Asimismo, sostiene que no solo se van a limitar a decir lo que ha venido sosteniendo durante su discurso, sino que va a trabajar por la reinstalación de la República «que no es para nosotros una simple forma de Gobierno, es el único régimen capaz de reincorporar España, independiente, libre y señora de sus destinos, al mundo. Solo con República el español será un ciudadano, solo con República el poder civil mantendrá su rango, solo la República puede disolver un Ejército que es una casta incompatible con la libertad, y crear un Ejército que sea una muchedumbre de bayonetas populares dirigidas por una selección de espadas republicanas. Solo la República puede garantizar a cada español la libertad de su conciencia. Solo la República puede dar al campesino la seguridad de la tierra, para que no sea no solo su tumba, sino su riqueza. Solo con la República asistirá España, ausente tantas veces por culpa de sus reyes extranjeros, de los grandes sucesos de la Historia».
Finaliza su discurso señalando que «la República Española no puede someterse a ningún plebiscito porque está ya plebiscitada por el pueblo español, no solamente en las urnas sino en el campo de batalla» y que «los electores españoles que no han podido conservar su vida, no quieren que se los ponga en una opción entre Monarquía y República porque saben que la Monarquía en España no puede ser más que una de estas cosas: o una Monarquía militar, como es Franco; o una Monarquía diplomática, como estuvo a punto de ser la monarquía de José Bonaparte», en referencia al hermano mayor de Napoleón, Joseph Bonaparte.
Como ya veremos, el discurso de Galarza del 25 de noviembre se verá relacionado con las reuniones que mantuvieron los Jefes de Grupos parlamentarios de los días 1 y 7 de junio de 194667. En dichas reuniones participo Galarza como Vicepresidente del Grupo Parlamentario del PSOE y se enfrentó a Pedro Vargas (Izquierda Republicana), el cual propuso que las minorías pudieran designar nuevos representantes en las Diputaciones Permanentes para el caso del traslado a Francia, oponiéndose Galarza por considerar que iba en contra del Reglamento y de la Constitución, siendo apoyado por las demás minorías.
Otro de los asuntos en los que participó Galarza fue durante la discusión de los presupuestos. El Presidente de Gobierno, Giral, relató que el Gobierno solo disponía de cuatro millones de pesos, que era lo que quedaba de lo entregado por la Comisión Administradora de los Fondos para el Auxilio de los Republicanos Españoles. Terminada su participación, Giral concedió la palabra a los demás diputados y al ver que nadie pedía la palabra se dispuso a agitar la campanilla para cambiar de asunto, pero entonces Galarza pidió la palabra. Galarza afirmo que «era su propósito intervenir en un debate político seguro de que los grupos gubernamentales se iban a apresurar a felicitar al Jefe del Gobierno, pero que ante el silencio de todos se veía precisado a ser él quien plantease el debate» (de acuerdo con el cuestionario que previamente aprobó el grupo Parlamentario).
En primer lugar indicó que la Minoría Socialista, aunque «con tardanza que indicaba resistencia», volvía a figurar en el Gobierno, pero que era necesario constatar si los grupos que no estaban en el Gobierno «estaban ausentes por haberse negado a formar parte del mismo al ser invitados, o si no habían sido invitados porque otros se habían opuesto a ello» y al acabar de leer el cuestionario previamente mencionado, felicitó al Sr. Giral por su participación en el acuerdo del Sub-Comité del Consejo de Seguridad y «le alentó para que el Gobierno mantuviera una carga de intransigencia frente a cualquier solución que no fuese la restauración en España de la República».
Justo después de la intervención de Galarza, Pedro Vargas pidió la palabra pero Giral le rogó que le permitiese hablar a él para contestarle a Galarza, al que se dirigió en los siguientes términos: «El no estar representado el grupo al que pertenece el Sr. Galarza se debe, en efecto, a lo que él ha supuesto. Dos de los grupos que están en el Gobierno me cablegrafiaron que no aceptaban la presencia en el Gobierno de ese grupo socialista. Además, el Sr. Negrín había vuelto a manifestar su decisión de no formar parte del Gobierno» y añadió con respecto a la restauración republicana en España: «Declaro que las fuerzas de resistencia en el interior de España no son lo suficientemente fuertes para un alzamiento capaz de derrocar a Franco. La caída de éste sólo es posible conjugando la acción interior con la acción internacional, y añado que ésta solo puede ser, por si sola, suficiente, mientras que la interior no lo es. El Gobierno que patrocinado por Inglaterra se va a formar en el exterior de España será inmediatamente reconocido por Inglaterra y EEUU que romperán con Franco, aconsejarán la ruptura de las demás naciones y por una acción económica y moral esperan que Franco tenga que abandonar el Poder. Ese Gobierno entrará en España y hará las elecciones. Yo, aunque me quedase solo, continuare llamándome Gobierno legítimo de España» y con respecto a la vuelta de los exiliados a España anexó que «el problema de la vuelta a España de los refugiados en ese momento es un problema individual y de conciencia». Finalizó su intervención agradeciendo muy emocionado la felicitación de Galarza, agregando que no está muy acostumbrado a recibirlas.
Vuelve Galarza a intervenir afirmando que sería descortés no agradecer a Giral su contestación y añade: «Nosotros aplaudimos la decisión del Presidente del Consejo de mantener la legitimidad de la República y sus órganos frente a toda maniobra de otra índole. Pero al oírle que lo hará aunque se quede solo, tenemos sospecha de que el Sr. Giral teme desde ahora quedarse solo; y ello es porque mientras él ocupa firmemente, con firmeza republicana, su puesto, quienes le acompañan viajan en la plataforma, dispuestos a tirarse en marcha en cuanto desde fuera les hagan un guiño. Estamos seguros de que si todos estuviesen decididos a mantenerse intransigentes, no sería posible la formación de un Gobierno híbrido que se crea para burlar la auténtica voluntad española. Nosotros desde ahora declaramos que no aceptamos ese Gobierno y que ninguna de sus disposiciones tendrá para nosotros autoridad por carecer de ella el órgano de que emanan, y que, dentro o fuera de España, ésta será nuestra actitud. No comparto el criterio de que el regreso a España sea un problema individual; sobre ello el Gobierno debe influir con sus decisiones, estímulos y orientación».
Nos remontamos a 1948, en concreto a un manuscrito del propio Galarza titulado Cada día más socialista68, en el cual Galarza habla sobre la situación del PSOE en el exilio y dentro de la política española. El texto comienza haciendo referencia a los “compañeros” que se marchan a otro partido, deseándoles suerte en esos partidos y que sean útiles en la causa común «que es la del proletariado y la de España»; ya que considera que los compañeros que se marchan no por un despacho ni por ambición merecen su respeto y que hacen bien abandonado un partido que no es afín a su ideología ya que así no perturban al propio partido. Justo después, Galarza afirmaba que cada día se siente más socialista y más encajado en el partido al que pertenecía antes de abandonar España, al PSOE, pero no por sentimiento ni por poder político, sino por razón, ya que considera que el PSOE continúa siendo socialista aunque lo nieguen algunos de los que luego lo han abandonado. Añade además que «para continuar en nuestro partido, no miro a las afueras, sino a mi patria. Y este no es el Laborista, ni el belga, ni el francés ni ningún otro, es el PSOE, el de los movimientos revolucionarios del 17, del 30, del 34 y el del coraje del 36. Es un partido de clase, de la clase proletaria, marxista, como quisieran sus fundadores, es un partido internacionalista, que elabora sus tácticas en sus Congresos; es un partido jerarquizado por el voto de cada afiliado, sin caudillos y sin personajes prefabricados». Como se desprende de sus palabras, el apego de Galarza al PSOE es mucho mayor del que demostró tener hacia al Partido Republicano Radical Socialista y no solo eso, sino que Galarza defiende que si el partido algún día no fuese lo que el anteriormente ha citado no saldría del partido, sino que lucharía para cambiarlo desde dentro.
Curiosa es la reflexión con la que continúa el escrito: «Ni dentro de las fronteras, ni fuera de ellas, el partido puede dejar de ser republicano», lo que evidentemente contrasta mucho con la situación del PSOE actual.
El escrito finaliza con una autocrítica del propio partido: «Yo encuentro que el partido de aquí, reconoce cual debe ser su conducta, pero no acierta a realizarla. Ni se concierta, para acciones precisas, con el partido comunista, ni evita la división de la UGT; ni hacer el uso debido de su posición parlamentaria; ni da a la resistencia aquella eficacia, que supone pasar del concepto a la acción; ni tiene el valor de enlazarse públicamente con los partidos extranjeros que todavía son marxistas; ni dejar de mendigar la atención de los que han dejado de oírlo; ni se atreve a proclamar, virilmente, nuestros verdaderos apoyos internacionales y a señalar nuestros adversarios de ese género» pero cuida también de distanciarse del Partido Comunista, alegando que pensar así no es ser un “comunistoide”, sino que es ser socialista, y que ser socialista no implica ser anti-comunista, anti-soviético y enemigo de la unidad obrera y que solo siendo “fanáticos” puede mantenerse al PSOE, haciendo de él «una reliquia que bajo el palio de nuestro entusiasmo pasearemos un día por los caminos de España, hasta depositarla en el ara democrática de nuestro primer Congreso en Madrid».
Después de estar exiliado en México, existe constancia de que Galarza se trasladó a Francia en el año 1960, como así lo demuestra el boletín de cooperación con la Alianza Antifranquista Activa69 que recibió, cuyo objetivo era el de «organizar a todos los antifranquistas pertenecientes a la base de todos los partidos o agrupaciones, dispuestos a reimplantar la III República Española».
Para ello, está formación coincidió en crear un «Gobierno de Guerra, con representación en el interior», y en movilizar los recursos morales y materiales del destierro, así como comunicar a las potencias exteriores y a los Organismos internacionales, la formación y los propósitos del Gobierno de Guerra y por último, si no fuese posible crear este Gobierno de Guerra, crear de un “Comité de Liberación Nacional” encargado de defender las instituciones republicanas hasta la victoria final.
El día 7 de Junio de 1960, Galarza recibió una carta de Emilio Herrera, el presidente del Consejo de Ministros de la República en la que agradecía los consejos que tanto Galarza como la Alianza Antifranquista Activa le brindaban para constituir el Gobierno. Entre otros consejos, se le instaba a rodearse de colaboradores que sean útiles en la tarea de liberar a España de la dictadura de Franco y de evitar “amigos inútiles”, “políticos fracasados” y «hombres que durante el exilio han permanecido indiferentes a nuestra lucha».
Así mismo, Galarza le había aconsejado prescindir de dos de los miembros del Gobierno anterior, calificándolos de “vitalicios fracasados” y proponiéndole como miembros otros dos antiguos políticos. Emilio Herrera le responde en su carta que «¿Por qué estos dos compañeros, cuyo trabajo durante años conozco perfectamente, pueden considerarse como fracasados? Porque no han conseguido derribar a Franco apoyado moral, económica y militarmente por los Estados Unidos, moralmente por la casi totalidad del resto del mundo y sin que la emigración les haya aportado la menor ayuda en su tarea?». Además, afirmaba que uno de los personajes de los que Galarza propone prescindir se ha encargado de la protección de los exiliados por las autoridades francesas y organizaciones benéficas, y que lejos de fracasar ha conseguido que las autoridades francesas se hayan adherido a la causa republicana. Por otra parte, afirmaba que el otro compañero se ha encargado de Asuntos Exteriores y de relacionarse con altas autoridades políticas francesas con el fin de obtener relaciones de simpatía con el Grupo Diplomático acreditado en Francia. Y, por estos motivos, iba a desoír el consejo de Galarza y no entraba en su cabeza prescindir de esos compañeros republicanos, a pesar de las críticas del propio Galarza y de la Alianza Antifranquista Activa.
En los años anteriores a su muerte, Galarza mantuvo mucho contacto por correo con Eugenio Arauz Pallardó (1894-1972), el cual se encontraba en México, con el fin de informarle de los asuntos que ocurrían en Francia y a través de las cuales podemos situarnos en el momento histórico en el que vivió Galarza.
En concreto, en la misiva que le mandó el día 31 de julio de 1961, Galarza le hablaba acerca de la difícil situación que vivía Francia con el presidente Charles de Gaulle, del que teme que establezca una dictadura militar en Francia: «Nada hay tan parecido a los meses de Junio y Julio del 36 en España, como lo que en la actualidad aquí ocurre. Una derecha heterogénea, apoyada en una parte del Ejército, que conspira contra el Régimen publica y descaradamente; unos activistas, convertidos en terroristas, que diariamente atentan ruidosamente contra todo lo que significa fuerza progresista, una política, de esos elementos, de provocación para crear un clima propicio a la Dictadura; una amenaza constante del orden republicano»
En la misma carta, Galarza hace referencia a otra carta que le entregó Don Jaime de Borbón y Battenberg a el Embajador de España en París, en la cual declaraba provisional el Régimen franquista, «sin otra misión esencial que la de obtener la reconciliación de los españoles» y afirmaba que ha llegado la hora de que Franco le devuelva la libertad al pueblo español para que disponga libremente de sus destinos o el pueblo la reconquistara en una nueva explosión de violencia. Galarza precisa que la carta de Don Jaime «no tiene desperdicio» ya que puede «tener una resonancia que nosotros no hemos sabido producir en el interior de España, ni en el ambiente internacional». Asimismo, Galarza le encomienda a Arauz que publique la carta en México.
En su intercambio epistolar con Arauz, con fecha 18 de agosto de 1961, Galarza se muestra muy crítico con Indalecio Prieto, el cual, aunque es tratado de “genial político”, dice que no es acreedor de ese culto porque «la persona que merece mi respeto por lo que fue, se ha transformado en el cáncer que corroe a la emigración. Si le suprimieran los medios económicos, de los que tuvo el talento de apoderarse, sería un responsable viejo solitario en una casa modesta, santuario por ser modesta, esperando la hora final. Ello no es posible; puede emplear cada año varios millones de francos para viajar, puede a través de Comités, que son disfraces, pagar viajes a familiares y amigos y criados; puede dedicar a correspondencia, taquígrafos y secretarios, cada día, lo que los demás necesitamos para vivir una semana»72. También hace referencia al Congreso VIII del PSOE, celebrado en Puteaux, el cual describe, con términos muy duros, a través de las «palabras de un socialista francés» (cuyo nombre no dice): «Esto no es un Congreso, sino un Guignol. Los personajes no son de carne y hueso, sino marionetas de cartón, movidas por hilos que maneja un solo hombre. Los temas tan viejos como lo es el Guignol. Los clásicos personajes; el viejo que se golpea el pecho, sacando ruidos de cartón piedra, el risible, que se cree trágico; el que recita, equivocándose, una lección; incluso los que se equivocan y aplauden allí donde el argumento acota silbidos. Concluida la representación, los muñecos son guardados en sus cajas, bien cargadas de naftalina, hasta una nueva farsa». Preguntándole Galarza al “socialista francés” sobre quien es el “triunfante” del Congreso, éste le responde que Franco y al preguntarle el porqué, el socialista francés le responde que Franco no tiene motivos de preocupación ya que los socialistas en el Congreso han acordado condenar la violencia y si el pueblo quiere elecciones, el mismo Franco se las dará y triunfará.
Al poco de proponer lo arriba mencionado, Galarza vuelve a escribirle a Arauz y le comunica que Jiménez de Asúa solo ha asumido la presidencia del Congreso, y solo actuar como tal. Galarza afirma que no lo acepta porque «es tanto como suprimir un órgano esencial de las Instituciones: la Presidencia de la República. Segundo es nombrar Jiménez de Asúa un Gobierno que no tiene que dar cuenta a nadie de su actuación ya que ni ha de dársela a quien le ha nombrado. Ese Gobierno es eterno, ya que solo estaría en crisis cuando sus componentes así lo decidieran», asimismo sostiene que es jurídicamente «un absurdo» porque «Besteiro solo asumió el rol de Presiente porque no había Constitución y porque las Cortes eran Constituyentes y estaban en funcionamiento permanente y porque los gobiernos así creados en cuanto no tenían mayoría Parlamentaria tenían que dimitir» y afirmando que con la situación así, esto solo podría beneficiar a Franco.
El 2 de Abril de 1963, Galarza se dirige a Jiménez de Asúa, presidente del Congreso de los Diputados en el exilio, que entonces era catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires, para darle su interpretación acerca de algunos preceptos constitucionales. En concreto, le encomienda que asuma el rol de la Presidencia de la República, que hasta entonces había ostentado Diego Martínez Barrio, y que como consecuencia de su muerte, había quedado vacante.
Galarza le recuerda la situación en la que se encontraban hace algunos años, ya que no tuvieron más remedio que «adaptar a las circunstancias los respetos que le debemos a la constitución» de forma que Martínez Barrios dejó de ser Presidente de las Cortes al no ejercer de Presidente de la República al dimitir Azaña, pero sí que ejercía las funciones del Presidente de la República, tanto las activas como las de representación, no solo siendo reconocido por los españoles que lo permitieron, sino por otros estados.
Así las cosas, Galarza le pide a Jiménez de Asúa (tal y como ya hizo en el entierro de Martínez Barrios) que deje de lado su “espíritu de jurista” y que aunque sea Presidente de las Cortes asuma también las funciones del Presidente de la República. Afirma además, que el hecho de eludir «con fórmulas ambigüas, serlo o aparentar que lo es» pone en peligro el prestigio de las instituciones republicanas, ya que está tan debilitado que «ni siquiera Franco se ocupa de pedir al Gobierno francés que no permita en su territorio la existencia del Gobierno. No solo este no le inquita ni le molesta, sino que es para él una garantía de tranquilidad». Por último, Galarza se despide y le pide que ponga remedio a esta situación o «la acción comenzará».
Unos días después, Galarza se crece y le dirige una carta76 nada más y nada menos que al General Franco, presentándose como Ministro que fue de la Gobernación de España. Dicha carta comienza recordando cómo se conocieron en la antesala del Presidente de Gobierno Provisional de la República, donde Franco esperaba para rendir pleitesía a Niceto Alcalá Zamora y a reiterarle la lealtad a la República y donde él, Galarza, esperaba para dar cuenta de las querellas que se habían presentado contra Juan March, siendo Galarza el primero en ser recibido por el Presidente debido a su jerarquía (Fiscal General de la República) y al salir, disculpándose con Franco por prolongar su espera. Continúa Galarza el escrito tachando ese encuentro de “simbólico”, ya que «fue el cruce de dos conductas, representadas por dos hombres de idéntica edad, jóvenes. La de Vd. con sus entorchados, que diciéndose portador de lealtad, había de cometer, pocos años después, el delito de perjurio y el crimen de rebelión militar, abriendo sobre la tierra española un millón de tumbas. La mía, que ponía los vuelillos de la Toga al servicio de un pueblo ansioso de justicia, que era ya hora se hiciera con un plutócrata delincuente. He continuado siendo leal a ese pueblo, y por ello me encuentro en el exilio».
A continuación, Galarza le reprocha a Franco que ha ascendido a Caudillo a través de un millón de cadáveres españoles, ayudado de sus “cómplices” Hitler y Mussolini y financiado por el traidor Juan March y le dirige unas muy duras palabras a consecuencia de la reciente noticia del fusilamiento de Julián Grimau: «Perduran en el anciano que Vd. es, la crueldad del que fue Jefe del Tercio, la inconsciencia del capitán que sacrificaba soldados españoles en busca de estrellas para su bocamanga, la villanía del aliado de dos grandes criminales, Hitler y Mussolini».
Finalmente, Galarza se ofrece a ser la “última víctima” del sadismo de Franco, disponiéndose a cruzar la frontera para ponerse a disposición del Consejo Supremo de Guerra y Marina y someterse a un juicio, considerando que sus funciones como Ministro de la Gobernación eran más importantes que las de Julián Grimau. Para someterse al juicio propone las siguientes condiciones:
Como podemos ver, Galarza pretendía terminar su vida como un mártir, dando su vida a cambio del perdón de todos los demás exiliados. Hemos de señalar que no existe constancia alguna de que el general Francisco Franco respondiese a esta carta.
Dos años antes de fallecer, Galarza criticó muy duramente a las nuevas generaciones españolas, a las cuales no veía capaces de luchar contra el franquismo desde el interior. Las catalogó como «formadas en un ambiente mefítico, sometidas a las presiones deformadoras de una Iglesia arcaica, de unos principios reaccionarios, de falsedades fabricadas, que necesitan años para cambiar de piel».
También habló muy positivamente del turismo, el cual decía que había de ser fomentado, ya que de él vivían muchos españoles y entre todos ellos, muchos de clase trabajadora, y criticó muy duramente a la Iglesia ya que «con su jerarquía retrograda» estaba considerando mal al turismo como si fuese una «invasión demoníaca» y afirmaba Galarza que, si de la Iglesia dependiese, suprimiría el turismo. Literalmente dijo que la Iglesia «proclama venenosos a los turistas, la mayoría de los cuales no va a misa, entran a las iglesias medio desnudos, parejas enlazadas, muchachas sin “dueñas”, generosidad en la exhibición de las bellezas físicas».
Anexo
Ángel Galarza, republicano exiliado en México
Galarza comenzaba el mencionado discurso volviendo a utilizar una expresión que iba muy en la línea de su intervención del 1 de julio de 1936: «soy miembro del Partido Socialista Obrero Español y soy diputado de la minoría socialista. Pero no me atribuyo indebidamente, audaz y osadamente, ni la representación del Partido en este acto, ni el mandato de la minoría socialista. Vengo con mi exclusiva responsabilidad, con mi modestia...» «No comprometeré ni al Partido Socialista ni a la minoría del Parlamento español» y luego afirmaba que, aun conociendo que iba a hablar un representante del Partido Comunista (partido con el que tuvo un encontronazo por la destitución de Largo Caballero), no iba a ser un «títere rencoroso» sino «un político español y un ciudadano español». A pesar de esto, Galarza no se corta y aprovecha el momento para decir que salió del Gobierno porque «una alianza del Partido Comunista con una parte del Partido Socialista encabezada por Prieto, traicionó y expulsó del Poder a Francisco Largo Caballero» para luego afirmar que «no le guardaba rencor a ningún partido español aunque hayan tenido diferentes puntos de vista, que ya se encargarán de responder ante su partido y ante la historia».
Ya centrándose en el homenaje a los soldados españoles, Galarza afirmaba que no homenajear a los soldados que han derramado su sangre por la democracia y por la República es cometer un crimen, a pesar de la propaganda que hizo el bando nacional del ejército republicano español, tachándolo de “horda”. Relata además que cuando llegaban los españoles a Francia buscando acogida, la gendarmería francesa los metía en campos de concentración a culatazos y que cuando Francia se levantó contra el general Pétain, los soldados españoles lucharon al lado del pueblo francés en lugar de alzarse en armas contra las autoridades francesas.
Más adelante, y haciendo gala de un cinismo asombroso, Galarza dice que los refugiados españoles «no hemos traído aquí el oro de nadie, tenemos que demostrar que no hemos venido a disfrutar haciendas ajenas. Los que tenemos las manos limpias, que somos la enorme mayoría, y los que no las tienen ya no las tendrán nunca, pero tampoco son emigrados españoles, son unos ciudadanos de un mundo de malicia, que pueden ir buscando pasaportes distintos al de la República española». Es cuanto menos curioso que Galarza, el mismo hombre que encargó años atrás al capitán Alberto Vázquez que transportara desde Madrid a Barcelona unas «maletas con valiosísima carga» venga años después dando discursos de honradez. Pero no es solo eso, también declaró que «no podremos perdonar a los que de la guerra española han hecho un negocio» y que él mismo había cumplido sus deberes para con la república y había salido “limpio” por la frontera de España, es decir, “pobre”.
Poco después, el discurso comienza a tener otro enfoque y recomienda al Partido Comunista unirse al Partido Socialista en contra del franquismo y la Falange y a que sean leales a la Constitución de 1931 y que no piensen que España necesita un Tito, sino una Constitución y un Gobierno, que España no es Yugoslavia y que son casos totalmente distintos.
El día 25 de noviembre de 1945, Galarza pronunció otro discurso66 junto con Ramón Lamoneda, José Rodríguez Vega, Julio Álvarez del Vayo y Juan Negrín en el teatro de los cinematografistas. Esta vez es un discurso en el cual Galarza defiende el gobierno de Negrín en el exilio, el cual venía siendo muy criticado ya que Negrín era acusado de secuestrar y retener el Poder desde su posición. Galarza sostuvo que Negrín «no defendía las disidencias, sino la unidad. Y es el único político que consigue esa unidad en el mes de agosto en México, a los pocos días de llegar» y critica muy duramente el hecho de no habérsele encargado formar un gobierno a Negrín, el cual pretendía crear un Consejo de ministros donde estuviesen representadas todas las minorías parlamentarias, todos los grupos y todos los sindicatos y en lugar de eso se le hubiese encargado formar gobierno a Giral. Siguiendo con su crítica, Galarza se remonta al periodo de consultas para la elección del jefe de Gobierno, del cual recela al observar que se da el encargo de realizar dichas consultas a una persona distinta al anterior jefe de Gobierno. Luego, para mayor escándalo, se manda formar gobierno a la misma persona que ha fracasado en el cumplimiento del mandato, esto es a Giral, en lugar de darle el encargo a otra persona o de «apelar al patriotismo de los españoles» y formar un Gobierno de unidad. Después de todo esto, se les ofreció al grupo parlamentario del PSOE la posibilidad de que Negrín ostentara la vicepresidencia del Consejo además de un puesto al frente de un Ministerio, oferta que fue rechazada ya que en palabras del propio Galarza «cuando existen dos políticas que marchan por caminos distintos, no pueden estar unidas más que a condición de estar quietas. Y nosotros, para no hacer nada, no podíamos ir al Gobierno».
Poco después, Galarza alaba el Gobierno de Largo Caballero (del cual formó parte) y comparándolo por como tuvo que haber sido el gobierno de Giral: «Caballero no elige unos grupos o unas fracciones o unos amigos, Caballero se encara con España, con el pueblo español, y ve la enorme misión de nuestra guerra. Y Caballero, al que se le acusaba de dividir al Partido Socialista, se dirige a las dos matizaciones del Partido. Y le dice a Prieto: ‘Tú y dos ministros de los que estén en vuestra línea en el Partido, al gobierno’ y llama a la CNT y llama a todos los grupos republicanos y forma un Gobierno de Unidad Nacional, Gobierno de resistencia, de lucha, no de pacto».
Continua su discurso Galarza afirmando que ellos van a respetar las instituciones republicanas, no «como hicieron algunos con el legítimo Gobierno presidido por el Dr. Negrín», pero que no pueden ni van a estar en un Gobierno (el de Giral) que no está haciendo una política que vaya a traer la República de nuevo a España. Asimismo, sostiene que no solo se van a limitar a decir lo que ha venido sosteniendo durante su discurso, sino que va a trabajar por la reinstalación de la República «que no es para nosotros una simple forma de Gobierno, es el único régimen capaz de reincorporar España, independiente, libre y señora de sus destinos, al mundo. Solo con República el español será un ciudadano, solo con República el poder civil mantendrá su rango, solo la República puede disolver un Ejército que es una casta incompatible con la libertad, y crear un Ejército que sea una muchedumbre de bayonetas populares dirigidas por una selección de espadas republicanas. Solo la República puede garantizar a cada español la libertad de su conciencia. Solo la República puede dar al campesino la seguridad de la tierra, para que no sea no solo su tumba, sino su riqueza. Solo con la República asistirá España, ausente tantas veces por culpa de sus reyes extranjeros, de los grandes sucesos de la Historia».
Finaliza su discurso señalando que «la República Española no puede someterse a ningún plebiscito porque está ya plebiscitada por el pueblo español, no solamente en las urnas sino en el campo de batalla» y que «los electores españoles que no han podido conservar su vida, no quieren que se los ponga en una opción entre Monarquía y República porque saben que la Monarquía en España no puede ser más que una de estas cosas: o una Monarquía militar, como es Franco; o una Monarquía diplomática, como estuvo a punto de ser la monarquía de José Bonaparte», en referencia al hermano mayor de Napoleón, Joseph Bonaparte.
Como ya veremos, el discurso de Galarza del 25 de noviembre se verá relacionado con las reuniones que mantuvieron los Jefes de Grupos parlamentarios de los días 1 y 7 de junio de 194667. En dichas reuniones participo Galarza como Vicepresidente del Grupo Parlamentario del PSOE y se enfrentó a Pedro Vargas (Izquierda Republicana), el cual propuso que las minorías pudieran designar nuevos representantes en las Diputaciones Permanentes para el caso del traslado a Francia, oponiéndose Galarza por considerar que iba en contra del Reglamento y de la Constitución, siendo apoyado por las demás minorías.
Otro de los asuntos en los que participó Galarza fue durante la discusión de los presupuestos. El Presidente de Gobierno, Giral, relató que el Gobierno solo disponía de cuatro millones de pesos, que era lo que quedaba de lo entregado por la Comisión Administradora de los Fondos para el Auxilio de los Republicanos Españoles. Terminada su participación, Giral concedió la palabra a los demás diputados y al ver que nadie pedía la palabra se dispuso a agitar la campanilla para cambiar de asunto, pero entonces Galarza pidió la palabra. Galarza afirmo que «era su propósito intervenir en un debate político seguro de que los grupos gubernamentales se iban a apresurar a felicitar al Jefe del Gobierno, pero que ante el silencio de todos se veía precisado a ser él quien plantease el debate» (de acuerdo con el cuestionario que previamente aprobó el grupo Parlamentario).
En primer lugar indicó que la Minoría Socialista, aunque «con tardanza que indicaba resistencia», volvía a figurar en el Gobierno, pero que era necesario constatar si los grupos que no estaban en el Gobierno «estaban ausentes por haberse negado a formar parte del mismo al ser invitados, o si no habían sido invitados porque otros se habían opuesto a ello» y al acabar de leer el cuestionario previamente mencionado, felicitó al Sr. Giral por su participación en el acuerdo del Sub-Comité del Consejo de Seguridad y «le alentó para que el Gobierno mantuviera una carga de intransigencia frente a cualquier solución que no fuese la restauración en España de la República».
Justo después de la intervención de Galarza, Pedro Vargas pidió la palabra pero Giral le rogó que le permitiese hablar a él para contestarle a Galarza, al que se dirigió en los siguientes términos: «El no estar representado el grupo al que pertenece el Sr. Galarza se debe, en efecto, a lo que él ha supuesto. Dos de los grupos que están en el Gobierno me cablegrafiaron que no aceptaban la presencia en el Gobierno de ese grupo socialista. Además, el Sr. Negrín había vuelto a manifestar su decisión de no formar parte del Gobierno» y añadió con respecto a la restauración republicana en España: «Declaro que las fuerzas de resistencia en el interior de España no son lo suficientemente fuertes para un alzamiento capaz de derrocar a Franco. La caída de éste sólo es posible conjugando la acción interior con la acción internacional, y añado que ésta solo puede ser, por si sola, suficiente, mientras que la interior no lo es. El Gobierno que patrocinado por Inglaterra se va a formar en el exterior de España será inmediatamente reconocido por Inglaterra y EEUU que romperán con Franco, aconsejarán la ruptura de las demás naciones y por una acción económica y moral esperan que Franco tenga que abandonar el Poder. Ese Gobierno entrará en España y hará las elecciones. Yo, aunque me quedase solo, continuare llamándome Gobierno legítimo de España» y con respecto a la vuelta de los exiliados a España anexó que «el problema de la vuelta a España de los refugiados en ese momento es un problema individual y de conciencia». Finalizó su intervención agradeciendo muy emocionado la felicitación de Galarza, agregando que no está muy acostumbrado a recibirlas.
Vuelve Galarza a intervenir afirmando que sería descortés no agradecer a Giral su contestación y añade: «Nosotros aplaudimos la decisión del Presidente del Consejo de mantener la legitimidad de la República y sus órganos frente a toda maniobra de otra índole. Pero al oírle que lo hará aunque se quede solo, tenemos sospecha de que el Sr. Giral teme desde ahora quedarse solo; y ello es porque mientras él ocupa firmemente, con firmeza republicana, su puesto, quienes le acompañan viajan en la plataforma, dispuestos a tirarse en marcha en cuanto desde fuera les hagan un guiño. Estamos seguros de que si todos estuviesen decididos a mantenerse intransigentes, no sería posible la formación de un Gobierno híbrido que se crea para burlar la auténtica voluntad española. Nosotros desde ahora declaramos que no aceptamos ese Gobierno y que ninguna de sus disposiciones tendrá para nosotros autoridad por carecer de ella el órgano de que emanan, y que, dentro o fuera de España, ésta será nuestra actitud. No comparto el criterio de que el regreso a España sea un problema individual; sobre ello el Gobierno debe influir con sus decisiones, estímulos y orientación».
Nos remontamos a 1948, en concreto a un manuscrito del propio Galarza titulado Cada día más socialista68, en el cual Galarza habla sobre la situación del PSOE en el exilio y dentro de la política española. El texto comienza haciendo referencia a los “compañeros” que se marchan a otro partido, deseándoles suerte en esos partidos y que sean útiles en la causa común «que es la del proletariado y la de España»; ya que considera que los compañeros que se marchan no por un despacho ni por ambición merecen su respeto y que hacen bien abandonado un partido que no es afín a su ideología ya que así no perturban al propio partido. Justo después, Galarza afirmaba que cada día se siente más socialista y más encajado en el partido al que pertenecía antes de abandonar España, al PSOE, pero no por sentimiento ni por poder político, sino por razón, ya que considera que el PSOE continúa siendo socialista aunque lo nieguen algunos de los que luego lo han abandonado. Añade además que «para continuar en nuestro partido, no miro a las afueras, sino a mi patria. Y este no es el Laborista, ni el belga, ni el francés ni ningún otro, es el PSOE, el de los movimientos revolucionarios del 17, del 30, del 34 y el del coraje del 36. Es un partido de clase, de la clase proletaria, marxista, como quisieran sus fundadores, es un partido internacionalista, que elabora sus tácticas en sus Congresos; es un partido jerarquizado por el voto de cada afiliado, sin caudillos y sin personajes prefabricados». Como se desprende de sus palabras, el apego de Galarza al PSOE es mucho mayor del que demostró tener hacia al Partido Republicano Radical Socialista y no solo eso, sino que Galarza defiende que si el partido algún día no fuese lo que el anteriormente ha citado no saldría del partido, sino que lucharía para cambiarlo desde dentro.
Curiosa es la reflexión con la que continúa el escrito: «Ni dentro de las fronteras, ni fuera de ellas, el partido puede dejar de ser republicano», lo que evidentemente contrasta mucho con la situación del PSOE actual.
El escrito finaliza con una autocrítica del propio partido: «Yo encuentro que el partido de aquí, reconoce cual debe ser su conducta, pero no acierta a realizarla. Ni se concierta, para acciones precisas, con el partido comunista, ni evita la división de la UGT; ni hacer el uso debido de su posición parlamentaria; ni da a la resistencia aquella eficacia, que supone pasar del concepto a la acción; ni tiene el valor de enlazarse públicamente con los partidos extranjeros que todavía son marxistas; ni dejar de mendigar la atención de los que han dejado de oírlo; ni se atreve a proclamar, virilmente, nuestros verdaderos apoyos internacionales y a señalar nuestros adversarios de ese género» pero cuida también de distanciarse del Partido Comunista, alegando que pensar así no es ser un “comunistoide”, sino que es ser socialista, y que ser socialista no implica ser anti-comunista, anti-soviético y enemigo de la unidad obrera y que solo siendo “fanáticos” puede mantenerse al PSOE, haciendo de él «una reliquia que bajo el palio de nuestro entusiasmo pasearemos un día por los caminos de España, hasta depositarla en el ara democrática de nuestro primer Congreso en Madrid».
Ángel Galarza, republicano exiliado en Francia
Para ello, está formación coincidió en crear un «Gobierno de Guerra, con representación en el interior», y en movilizar los recursos morales y materiales del destierro, así como comunicar a las potencias exteriores y a los Organismos internacionales, la formación y los propósitos del Gobierno de Guerra y por último, si no fuese posible crear este Gobierno de Guerra, crear de un “Comité de Liberación Nacional” encargado de defender las instituciones republicanas hasta la victoria final.
El día 7 de Junio de 1960, Galarza recibió una carta de Emilio Herrera, el presidente del Consejo de Ministros de la República en la que agradecía los consejos que tanto Galarza como la Alianza Antifranquista Activa le brindaban para constituir el Gobierno. Entre otros consejos, se le instaba a rodearse de colaboradores que sean útiles en la tarea de liberar a España de la dictadura de Franco y de evitar “amigos inútiles”, “políticos fracasados” y «hombres que durante el exilio han permanecido indiferentes a nuestra lucha».
Así mismo, Galarza le había aconsejado prescindir de dos de los miembros del Gobierno anterior, calificándolos de “vitalicios fracasados” y proponiéndole como miembros otros dos antiguos políticos. Emilio Herrera le responde en su carta que «¿Por qué estos dos compañeros, cuyo trabajo durante años conozco perfectamente, pueden considerarse como fracasados? Porque no han conseguido derribar a Franco apoyado moral, económica y militarmente por los Estados Unidos, moralmente por la casi totalidad del resto del mundo y sin que la emigración les haya aportado la menor ayuda en su tarea?». Además, afirmaba que uno de los personajes de los que Galarza propone prescindir se ha encargado de la protección de los exiliados por las autoridades francesas y organizaciones benéficas, y que lejos de fracasar ha conseguido que las autoridades francesas se hayan adherido a la causa republicana. Por otra parte, afirmaba que el otro compañero se ha encargado de Asuntos Exteriores y de relacionarse con altas autoridades políticas francesas con el fin de obtener relaciones de simpatía con el Grupo Diplomático acreditado en Francia. Y, por estos motivos, iba a desoír el consejo de Galarza y no entraba en su cabeza prescindir de esos compañeros republicanos, a pesar de las críticas del propio Galarza y de la Alianza Antifranquista Activa.
En los años anteriores a su muerte, Galarza mantuvo mucho contacto por correo con Eugenio Arauz Pallardó (1894-1972), el cual se encontraba en México, con el fin de informarle de los asuntos que ocurrían en Francia y a través de las cuales podemos situarnos en el momento histórico en el que vivió Galarza.
En concreto, en la misiva que le mandó el día 31 de julio de 1961, Galarza le hablaba acerca de la difícil situación que vivía Francia con el presidente Charles de Gaulle, del que teme que establezca una dictadura militar en Francia: «Nada hay tan parecido a los meses de Junio y Julio del 36 en España, como lo que en la actualidad aquí ocurre. Una derecha heterogénea, apoyada en una parte del Ejército, que conspira contra el Régimen publica y descaradamente; unos activistas, convertidos en terroristas, que diariamente atentan ruidosamente contra todo lo que significa fuerza progresista, una política, de esos elementos, de provocación para crear un clima propicio a la Dictadura; una amenaza constante del orden republicano»
En la misma carta, Galarza hace referencia a otra carta que le entregó Don Jaime de Borbón y Battenberg a el Embajador de España en París, en la cual declaraba provisional el Régimen franquista, «sin otra misión esencial que la de obtener la reconciliación de los españoles» y afirmaba que ha llegado la hora de que Franco le devuelva la libertad al pueblo español para que disponga libremente de sus destinos o el pueblo la reconquistara en una nueva explosión de violencia. Galarza precisa que la carta de Don Jaime «no tiene desperdicio» ya que puede «tener una resonancia que nosotros no hemos sabido producir en el interior de España, ni en el ambiente internacional». Asimismo, Galarza le encomienda a Arauz que publique la carta en México.
En su intercambio epistolar con Arauz, con fecha 18 de agosto de 1961, Galarza se muestra muy crítico con Indalecio Prieto, el cual, aunque es tratado de “genial político”, dice que no es acreedor de ese culto porque «la persona que merece mi respeto por lo que fue, se ha transformado en el cáncer que corroe a la emigración. Si le suprimieran los medios económicos, de los que tuvo el talento de apoderarse, sería un responsable viejo solitario en una casa modesta, santuario por ser modesta, esperando la hora final. Ello no es posible; puede emplear cada año varios millones de francos para viajar, puede a través de Comités, que son disfraces, pagar viajes a familiares y amigos y criados; puede dedicar a correspondencia, taquígrafos y secretarios, cada día, lo que los demás necesitamos para vivir una semana»72. También hace referencia al Congreso VIII del PSOE, celebrado en Puteaux, el cual describe, con términos muy duros, a través de las «palabras de un socialista francés» (cuyo nombre no dice): «Esto no es un Congreso, sino un Guignol. Los personajes no son de carne y hueso, sino marionetas de cartón, movidas por hilos que maneja un solo hombre. Los temas tan viejos como lo es el Guignol. Los clásicos personajes; el viejo que se golpea el pecho, sacando ruidos de cartón piedra, el risible, que se cree trágico; el que recita, equivocándose, una lección; incluso los que se equivocan y aplauden allí donde el argumento acota silbidos. Concluida la representación, los muñecos son guardados en sus cajas, bien cargadas de naftalina, hasta una nueva farsa». Preguntándole Galarza al “socialista francés” sobre quien es el “triunfante” del Congreso, éste le responde que Franco y al preguntarle el porqué, el socialista francés le responde que Franco no tiene motivos de preocupación ya que los socialistas en el Congreso han acordado condenar la violencia y si el pueblo quiere elecciones, el mismo Franco se las dará y triunfará.
El día 15 de enero de 1962 Galarza le escribe a Arauz para comentarle acerca
del asunto de Luis Jiménez de Asúa (1889-1970), el cual no estaba dispuesto a aceptar la Presidencia de la República debido a su interpretación literal de los preceptos constitucionales. Galarza establece en su carta el método a seguir para que Jiménez de Asúa acepte dicha presidencia. En concreto Galarza propone:
1.Dar en el plazo más breve posible con Jiménez de Asúa y conocer su decisión
Una vez establecido el contacto, hacerle saber que solo cabe una alternativa. Aceptación, pura y simple, de ocupar la Presidencia de la República, o renuncia a ello y por lo tanto, consecuencia fatal, dimisión del cargo de Vicepresidente primero de las Cortes.
2. Caso de aceptación por Jiménez de Asúa.
a) puede tomar posesión de la Presidencia o bien en la Embajada de México o bien viniendo a París. Aun cuando no es preceptiva la promesa, pues expresamente la Constitución guarda silencio sobre ello, y el cargo es interino, puede hacerlo –ya que no estorba‒ en un documento que sea enviado a todos y cada uno de los diputados.
b) cumplido el requisito, el General Herrera presenta la dimisión de su Gobierno y cargo. Lo hace aquí, en el caso que se hubiera trasladado el nuevo Presidente; lo hace por carta, si fuera en México donde se hiciera la instalación.
c) el Presidente forma el nuevo Gobierno adecuado a las circunstancias actuales y a su misión. Quiere ello decir: número muy limitado de Ministros; cargo considerado como “servicio”, por lo tanto sin sueldo (este solo puede ternerlo el Presidente de la República y el del Consejo y los dos o tres funcionarios que han de trabajar horas determinadas).
d) Constituido el Gobierno e instalado en México en el local de la Embajada, nombra un delegado, sin sueldo, en París, para hacerse cargo de la oficina. En ésta dos empleados pagados. Misión de la Delegación: mantener las relaciones con toda la emigración española en Europa: con los Diputados aquí residentes; defender ante las autoridades francesas a los refugiados, a los que lo son ya de derecho y a los que diariamente solicitan serlo; organización de la propaganda republicana entre los sesenta mil emigrantes que trabajan en Alemania y los doce mil que lo hacen en Suiza. Fuerzas estas importantísimas, por estar constituidas de gente joven, que vuelve, en parte, a España al finalizar sus contratos y que lo poco que se hace entre ellas da resultados magníficos.
e) El Gobierno estimula la constitución de un Comité Revolucionario, autónomo, que se encarga desde Europa, de organizar la acción en el interior, sin limitación de medios, pudiendo buscar las ayudas allí donde crea encontrarlas sin tener que dar cuenta a nadie de sus actos, aun cuando notificándolos al Gobierno una vez que ello no significa riesgo que lo impidiera.
3.-Caso de no aceptación de Jiménez de Asúa
Inmediata comunicación a Dolores, invitándola a ocupar la Presidencia y en el caso de su conformidad:
f) Notificación al Gobierno Francés del hecho, para saber si otorga al nuevo Presidente igual tolerancia de residencia de la que venía otorgando a Martínez Barrios.
Esto lo considero indispensable para poner al Gobierno de este país ante el problema y que lo resuelva con su responsabilidad total. Hay un 99% de probabilidades de que la contestación sea negativa, pero ello es necesario provocarlo para que la izquierda francesa no tenga pretextos que alegar el día de mañana.
g) Si por un milagro la contestación fuera favorable, Dolores se persona en París. Ante ella dimite el Gobierno y tramita la crisis. Deja aquí una Delegación en la misma forma ya explicada, y se traslada a México, donde Presidencia de la República y Gobierno deben instalarse.
h) Lo mismo que en el caso de Jiménez de Asúa, se constituye en Europa el Comité revolucionario.
i) En el caso en que ocurriera lo del apartado g) y que en cambio el Gobierno de México no otorgase a Dolores autorización de residencia, por ser Dolores, Presidencia y Gobierno estarían obligados a permanecer en Francia.
j) Si a Dolores ni Francia ni México, le dieran autorización de residencia, Presidencia y Gobierno se instalan en el país que lo autorice, cualquiera que sea su signo político y su hemisferio.
4.- Caso de no aceptación de ninguno de los dos vicepresidentes actuales.
El Gobierno actual da cuenta a todos los diputados de la situación creada y les invita a que en un plazo dado se reúnan en los diferentes países donde residen y hagan candidaturas para elegir un Presidente de las Cortes y cuatro Vicepresidentes. Ellas se remiten al Presidente del Consejo y este reuniéndolas las envía todas a los Diputados.
Estos votan, con su firma, una de ellas o una que resulte de las combinaciones de varias, y estos votos se remiten por duplicado: uno al Presidente del Consejo y otro al Embajador de España en México. Los que obtengan el mayor número de votos quedan proclamados en los cargos respectivos.
El nuevo presidente de las Cortes toma posesión de la Presidencia de la República. Lo que después se hace es lo mismo que lo indicado para el caso de aceptación de Jiménez de Asúa.
|
Al poco de proponer lo arriba mencionado, Galarza vuelve a escribirle a Arauz y le comunica que Jiménez de Asúa solo ha asumido la presidencia del Congreso, y solo actuar como tal. Galarza afirma que no lo acepta porque «es tanto como suprimir un órgano esencial de las Instituciones: la Presidencia de la República. Segundo es nombrar Jiménez de Asúa un Gobierno que no tiene que dar cuenta a nadie de su actuación ya que ni ha de dársela a quien le ha nombrado. Ese Gobierno es eterno, ya que solo estaría en crisis cuando sus componentes así lo decidieran», asimismo sostiene que es jurídicamente «un absurdo» porque «Besteiro solo asumió el rol de Presiente porque no había Constitución y porque las Cortes eran Constituyentes y estaban en funcionamiento permanente y porque los gobiernos así creados en cuanto no tenían mayoría Parlamentaria tenían que dimitir» y afirmando que con la situación así, esto solo podría beneficiar a Franco.
El 2 de Abril de 1963, Galarza se dirige a Jiménez de Asúa, presidente del Congreso de los Diputados en el exilio, que entonces era catedrático de Derecho Penal en la Universidad de Buenos Aires, para darle su interpretación acerca de algunos preceptos constitucionales. En concreto, le encomienda que asuma el rol de la Presidencia de la República, que hasta entonces había ostentado Diego Martínez Barrio, y que como consecuencia de su muerte, había quedado vacante.
Galarza le recuerda la situación en la que se encontraban hace algunos años, ya que no tuvieron más remedio que «adaptar a las circunstancias los respetos que le debemos a la constitución» de forma que Martínez Barrios dejó de ser Presidente de las Cortes al no ejercer de Presidente de la República al dimitir Azaña, pero sí que ejercía las funciones del Presidente de la República, tanto las activas como las de representación, no solo siendo reconocido por los españoles que lo permitieron, sino por otros estados.
Así las cosas, Galarza le pide a Jiménez de Asúa (tal y como ya hizo en el entierro de Martínez Barrios) que deje de lado su “espíritu de jurista” y que aunque sea Presidente de las Cortes asuma también las funciones del Presidente de la República. Afirma además, que el hecho de eludir «con fórmulas ambigüas, serlo o aparentar que lo es» pone en peligro el prestigio de las instituciones republicanas, ya que está tan debilitado que «ni siquiera Franco se ocupa de pedir al Gobierno francés que no permita en su territorio la existencia del Gobierno. No solo este no le inquita ni le molesta, sino que es para él una garantía de tranquilidad». Por último, Galarza se despide y le pide que ponga remedio a esta situación o «la acción comenzará».
Unos días después, Galarza se crece y le dirige una carta76 nada más y nada menos que al General Franco, presentándose como Ministro que fue de la Gobernación de España. Dicha carta comienza recordando cómo se conocieron en la antesala del Presidente de Gobierno Provisional de la República, donde Franco esperaba para rendir pleitesía a Niceto Alcalá Zamora y a reiterarle la lealtad a la República y donde él, Galarza, esperaba para dar cuenta de las querellas que se habían presentado contra Juan March, siendo Galarza el primero en ser recibido por el Presidente debido a su jerarquía (Fiscal General de la República) y al salir, disculpándose con Franco por prolongar su espera. Continúa Galarza el escrito tachando ese encuentro de “simbólico”, ya que «fue el cruce de dos conductas, representadas por dos hombres de idéntica edad, jóvenes. La de Vd. con sus entorchados, que diciéndose portador de lealtad, había de cometer, pocos años después, el delito de perjurio y el crimen de rebelión militar, abriendo sobre la tierra española un millón de tumbas. La mía, que ponía los vuelillos de la Toga al servicio de un pueblo ansioso de justicia, que era ya hora se hiciera con un plutócrata delincuente. He continuado siendo leal a ese pueblo, y por ello me encuentro en el exilio».
A continuación, Galarza le reprocha a Franco que ha ascendido a Caudillo a través de un millón de cadáveres españoles, ayudado de sus “cómplices” Hitler y Mussolini y financiado por el traidor Juan March y le dirige unas muy duras palabras a consecuencia de la reciente noticia del fusilamiento de Julián Grimau: «Perduran en el anciano que Vd. es, la crueldad del que fue Jefe del Tercio, la inconsciencia del capitán que sacrificaba soldados españoles en busca de estrellas para su bocamanga, la villanía del aliado de dos grandes criminales, Hitler y Mussolini».
Finalmente, Galarza se ofrece a ser la “última víctima” del sadismo de Franco, disponiéndose a cruzar la frontera para ponerse a disposición del Consejo Supremo de Guerra y Marina y someterse a un juicio, considerando que sus funciones como Ministro de la Gobernación eran más importantes que las de Julián Grimau. Para someterse al juicio propone las siguientes condiciones:
«1.- Entraré en España acompañado por un abogado francés y seré recibido
en la frontera, al poner pie en tierra española, por el Sr.Decano del ilustre Colegio de Abogados de Madrid, al que pertenecí 17 años.
2.- Acompañado por esas personas, inmediatamente me presentaré ante Magistrado designado, para ser juez de la causa, por el Alto Tribunal el cual podrá dictar mi encarcelamiento como procesado político.
3.- A los 15 días de que haya traslado a mi defensa el escrito de acusación y conclusiones provisionales del Sr. Fiscal, se celebrará la vista, que ha de ser pública.
4.- Como abogado que soy, se reconocerá mi derecho a defenderme a ejercer todos los derechos de la defensa y a pronunciar, sin limitación de tiempo el informe en apoyo a mis conclusiones.
5.- Asistirá a la vista el Decano del Colegio de Abogados de Madrid, no sólo para asistirme con su presencia si no para llamarme al orden si el creyese que faltaba a las normas que la toga impone. Ninguna otra limitación se pondrá a mi defensa.
6.- Publicarán mi defensa quienes quieran hacerlo y unida al informe del Fiscal me permitirá su distribución y circulación por toda España.
7.- Dictada y ejecutada la sentencia, se dictará una disposición con el carácter de Ley, que declarará prescritos todos los delitos, supuestos o reales, cometidos antes del 30 de Abril de 1939, aun cuando se denunciaran después. Esta disposición no sería aplicable a mi caso».
|
Como podemos ver, Galarza pretendía terminar su vida como un mártir, dando su vida a cambio del perdón de todos los demás exiliados. Hemos de señalar que no existe constancia alguna de que el general Francisco Franco respondiese a esta carta.
Dos años antes de fallecer, Galarza criticó muy duramente a las nuevas generaciones españolas, a las cuales no veía capaces de luchar contra el franquismo desde el interior. Las catalogó como «formadas en un ambiente mefítico, sometidas a las presiones deformadoras de una Iglesia arcaica, de unos principios reaccionarios, de falsedades fabricadas, que necesitan años para cambiar de piel».
También habló muy positivamente del turismo, el cual decía que había de ser fomentado, ya que de él vivían muchos españoles y entre todos ellos, muchos de clase trabajadora, y criticó muy duramente a la Iglesia ya que «con su jerarquía retrograda» estaba considerando mal al turismo como si fuese una «invasión demoníaca» y afirmaba Galarza que, si de la Iglesia dependiese, suprimiría el turismo. Literalmente dijo que la Iglesia «proclama venenosos a los turistas, la mayoría de los cuales no va a misa, entran a las iglesias medio desnudos, parejas enlazadas, muchachas sin “dueñas”, generosidad en la exhibición de las bellezas físicas».
Al mismo tiempo defiendo una “propaganda inteligente” consistente en hacer saber a los españoles que aunque Madrid gana en turistas a París, hay muchos más parisinos procedentes de todas las clases sociales, que salen de vacaciones viajando por carretera, en proporción de 50 a 1 y que no es casualidad, sino porque Francia es una democracia y los militares facciosos están en presidio y en España en el Gobierno.
Galarza falleció en el exilio francés en París el 26 de junio de 1966. La última carta de la que se tiene constancia es una que dirigió a Arauz el 18 de diciembre de 1964, poco después de ser operado de un ganglio del cuello. La carta, lejos de mostrar contenido político, se centra en explicar los detalles de su operación.
Comentarios
Publicar un comentario