Leopoldo Eijo y Garay (Obispo español); Juan March Ordinas.-a



Ordenación de los primeros sacerdotes del Opus Dei: José María Hernández Garnica, Álvaro del Portillo y José Luis Múzquiz por Obispo Leopoldo Eijo y Garay

Vigo (Pontevedra), 11.IV.1878 – 31.VIII.1963. Canónigo, predicador y capellán real, catedrático, obispo de Tuy y Vitoria, patriarca de la Indias Occidentales, académico de la Lengua y conciliarista.

Vivió por poco tiempo en su tierra natal porque, muerto su padre, la madre, vinculada al servicio de una familia noble, se trasladó con ella a Sevilla cuando el hijo contaba cinco años. Ingresó en el Seminario Pontificio de Sevilla y más tarde fue pensionado para continuar los estudios eclesiásticos en Roma, como alumno del Pontificio Colegio Español, donde estuvo considerado como uno de los más brillantes de su tiempo. Ordenado sacerdote el 27 de diciembre de 1900, quedó incardinado al servicio de la diócesis hispalense, pero todavía permaneció en Roma otro año para cursar Derecho Canónico en la Universidad Gregoriana, obteniendo también en esta materia la máxima calificación. En Sevilla fue oficial de la curia diocesana y profesor de la Universidad Pontificia, en la que enseñó Lengua Hebrea y fue catedrático supernumerario de Teología.
En diciembre de 1904 consiguió por oposición la canonjía magistral de Santiago de Compostela, en cuyo seminario conciliar fue profesor de Teología y Patrología. En la curia diocesana ocupó también diversos cargos: censor, juez prosinodal, defensor del vínculo, y se le concedió entonces el título de predicador y capellán de honor de la Casa Real. En 1909 ganó la lectoralía de la catedral de Santiago. Además de su trabajo capitular y docente, desarrolló también una intensa actividad oratoria, pronunciando sermones y conferencias.
Cuando el 28 de mayo de 1914 san Pío X le preconizó obispo de Tuy, fue el obispo más joven de su tiempo, pues apenas contaba con treinta y seis años de edad. Su nombramiento se debió al interés que mostró por él el cardenal Rafael Merry del Val, secretario de Estado, quien le había conocido en Roma y le consideraba como una de las mejores promesas del clero secular español. Recibió la consagración episcopal el 8 de noviembre del mismo año en la catedral de Santiago de Compostela de manos del cardenal Martín de Herrera. Sin embargo, no tuvo tiempo de cuajar su actuación en la diócesis tudense, pues el 22 de marzo de 1917 fue nombrado por Benedicto XV obispo de Vitoria. Pero también en esta diócesis, que entonces comprendía el territorio de las tres provincias vascongadas, tuvo un pontificado breve, pues el 14 de diciembre de 1922 fue nombrado obispo de Madrid-Alcalá por el papa Pío XI. Tras tomar posesión el día 26 de junio de 1923, hizo su entrada solemne en la capital de España el 1 de julio de 1923, en la que permanecerá durante cuarenta años, siendo posiblemente el eclesiástico con más presencia en la vida española de esa época gracias a su prestigio personal y a los cargos que desempeñó en la capital de la nación. El 21 de julio de 1946 el papa Pío XII le otorgó con carácter personal el título de patriarca de las Indias Occidentales, tradicionalmente vinculado a la jurisdicción castrense, siendo el último prelado español que lo ostentó, pues desde su muerte no ha vuelto a concederse a nadie.



Mantuvo buenas relaciones con Alfonso XIII, la Corte y el Gobierno hasta el advenimiento de la República, de tal forma que fue considerado un obispo áulico. Después tuvo sus relaciones correctas con las nuevas autoridades, aunque protestó contra la política antieclesiástica del Gobierno y defendió los derechos de la Iglesia y de los católicos. Sus relaciones personales con el nuncio Federico Tedeschini no siempre fueron fáciles debido a las visiones contrapuestas que ambos tenían en temas concretos que afectaban a las relaciones Iglesia-Estado. En 1935 el nuncio, que había intentado en varias ocasiones alejarlo de Madrid, lo propuso para arzobispo de Santiago de Compostela, pero este nombramiento no llegó a realizarse.
Consiguió salvar la vida el 18 julio de 1936 al salir de Madrid y marchar a su ciudad natal, desde donde ejerció la jurisdicción eclesiástica a través de vicarios generales que, en la capital de España, organizaron y desarrollaron una intensa actividad pastoral clandestina. Ésta funcionó hasta el final de la persecución religiosa, ya que de forma oculta se atendía a muchos sacerdotes escondidos, se celebraban misas y se administraban sacramentos en domicilios particulares, a pesar de la prohibición del culto tanto público como privado impuesto por las autoridades republicanas y de los severos controles de los milicianos armados.

El obispo Eijo Garay durante la procesión de San Isidro, a su paso por la Plaza de
 Puerta Cerrada en 1950, fotografiado por Campúa


Durante su extenso pontificado la diócesis matritense experimentó una imparable explosión demográfica a partir de la Guerra Civil. Por ello, al terminar el conflicto, realizó una reorganización general de la curia y diócesis tras la devastación del trienio anterior, que causó el asesinato de 491 sacerdotes diocesanos y seminaristas, así como de varios centenares de religiosos y seglares. Para ello emprendió importantes acciones pastorales y catequéticas, fomentó las vocaciones sacerdotales, manifestó honda preocupación misional a través de cartas pastorales, creó nuevas parroquias y mandó edificar numerosos templos. Contó con la valiosa colaboración de tres obispos auxiliares: Casimiro Morcillo González en la década de los cuarenta, y José María García Lahiguera y Juan Ricote Alonso a partir de 1950, gracias a los cuales se pudo desarrollar la vida religiosa madrileña, ya que el patriarca-obispo tuvo que compaginar las tareas estrictamente pastorales con una intensa vida social caracterizada por su actividad política, científica y cultural, que le llevó a colaborar estrechamente con el régimen franquista y a pertenecer a los máximos organismos de la vida pública, quizá a veces en detrimento de las tareas propias de su ministerio episcopal.
Fue académico numerario, desde 1929, de la Real Academia Española, de la que llegó a ser director en 1944, y de la Academia de Ciencias Morales y Políticas (desde 1935), presidente del Instituto de España y del Patronato Raimundo Lulio, director del Instituto Francisco Suárez del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, académico correspondiente de la Real Academia Gallega, y poseedor de numerosas condecoraciones eclesiásticas y civiles. También fue diputado en Cortes durante varias legislaturas entre los años cuarenta y cincuenta. Fue el prelado más representativo de la jerarquía española preconciliar; sólo pudo asistir a la primera sesión del Concilio Vaticano II (1962), cuando era ya muy anciano y vivía alejado del espíritu eclesial renovador promovido por los papas Juan XXIII y Pablo VI. Tan extensa actividad le impidió, sin embargo, cuajar una obra escrita digna de sus cualidades intelectuales; pero dejó numerosas publicaciones menores, que testimonian su pensamiento teológico, su preocupación pastoral, su talante científico y cultural. Fue enterrado en la catedral de San Isidro de Madrid.

Obras de ~: Novena al Santo Ángel Custodio de España, Madrid, Imprenta Enrique Teodoro, 1917; Oración fúnebre por el alma de Miguel de Cervantes Saavedra, Madrid, Revista de Archivos, 1920; Santo Tomás y la Mística, Madrid, Voluntad, 1923; Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública del Excmo. Sr. Dr. D. Leopoldo Eijo Garay.
Contestación de D. Francisco Rodríguez Marín, Madrid, Voluntad, 1927; La persona jurídica. Su concepto filosófico y derechos fundamentales que debe respetar en ella el Estado, Madrid, Luz y Vida, 1935; La hora presente, Madrid, 1939; Carta pastoral sobre la caridad fraternal cristiana, Madrid, 1942; Directrices sociales, Madrid, Ediciones de la Vicesecretaría de Educación Popular, 1942; A la unidad por la caridad, Madrid, [Secretariado Diocesano de Misiones del Obispado de Madrid-Alcalá], 1960; El Seminario y la Obra de Vocaciones Sacerdotales, Madrid, Gráficas Manero, 1961.


Escudo de Leopoldo Eijo y Garay, patriarca-obispo de Madrid-Alcalá (1922-1963)




Bibl.: L. Martínez Kleiser y J. Z aragüeta, A la memoria del Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Leopoldo Eijo y Garay, Patriarca Obispo de Madrid-Alcalá y Presidente del Instituto de España, Madrid, Magisterio Español, 1964; C. García Cortés, “Obispos de Galicia procedentes del Seminario compostelano”, en Estudios Mindonienses, 7 (1991), págs. 614-618; V. Cárcel Ortí, “Benedicto XV y los obispos españoles. Los nombramientos episcopales en España desde 1914 hasta 1922”, en Archivum Historiae Pontificiae, 29 (1991), págs. 197-254; 30 (1992) 291-338; “Nombramientos de obispos en España durante el pontificado de san Pío X (1903-1914)”, en Analecta Sacra Tarraconensia, 68 (1995), págs. 235-423; Pablo VI y España (1963-1978), Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1997, págs. 308-309; Z. Pieta, Hierarchia catholica, vol. IX, Padova, Edizioni Messaggero Padova, 2002, págs. 8, 27, 199 y 200; A. Hernández Matías, “La Iglesia de Tuy y sus prelados recientes (1586-2000)”, en J. Aranda Doncel et al., Historia de las Diócesis Españolas, vol. 14. Iglesias de Santiago de Compostela y Tuy-Vigo, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 2002, págs. 685-687.


Juan March Ordinas


Santa Margarita, Mallorca (Islas Baleares), 3.X.1880 – Madrid, 9.III.1962. Hombre de negocios y gran capitalista.

Nacido en un hogar muy modesto de índole mercantil y provista su instrucción sólo de estudios elementales, muy pronto entró en el mundo de los negocios de turbio origen de la mano de su coterráneo Toniet Farol, contrabandista de Santayi. Fabricante de tabaco al poco tiempo en Argel, simultaneó tal actividad con la compraventa de considerables extensiones de terreno en Alicante y La Mancha hasta que en 1911 obtuvo la verdadera palanca de su fortuna: el monopolio de tabacos en Marruecos, con exclusión, en un principio, de las plazas de soberanía, renovado en 1919. En esta fecha, Juan March se había convertido ya en una de las primeras fortunas del país a socaire de la coyuntura que la Primera Guerra Mundial proporcionase a sus actividades. Su dedicación preferente en aquellos días al transporte marítimo —al abrigo del astronómico precio de los fletes— le permitió controlar en 1918 la Compañía Naval Transmediterránea, fundada en noviembre de 1916, que, ya bajo su hegemonía, pasó a absorber a la local La Isleña Marítima. Aunque en la posguerra la red de sus empresas abarcase toda la Península y algunos países extranjeros, antes de la instauración de la primera dictadura española del novecientos consagró una especial atención a labrarse un dominio indisputado en la isla que le viera nacer, sosteniendo al efecto reñidas batallas con la oligarquía mallorquí y con el maurismo dominante en la cabeza de las Baleares. En tal línea, su principal pretensión radicaba en la configuración de un nuevo arquetipo de empresario y capitalista, muy conectado con los ambientes obreros y con los sectores más avanzados ideológicamente del establishment. La proximidad al proletariado balear la manifestó a través del apoyo financiero a parte de sus tareas, así como en su incardinación en el albismo, dentro del cual —pero a título de “independiente”—, obtuvo en 1923 la primera de sus tres actas de diputado en el Parlamento nacional.
Un año antes, en el último de los Gobiernos presididos por Antonio Maura, su miembro más prominente, Francesc Cambó —ministro de Hacienda—, respaldó con decisión la persecución desatada contra March por algunos altos representantes de la Administración, escandalizados de sus métodos y ejemplo.
La dictadura prosiguió por la misma senda, habida cuenta, en particular, de la visceral inquina con que Primo de Rivera distinguiera a Santiago Alba, acompañando a éste por los caminos de su exilio francés.
No obstante, casi sin tardanza se produjeron su retorno y el aquistamiento de la voluntad del general andaluz, que dio su visto bueno a la extensión de su monopolio tabaquero a Ceuta y Melilla, así como a la puesta en pie en 1926 de la Banca March. No consiguió, empero, ninguna opción para entrar en Campsa, llegando incluso el poder dictatorial a la incautación de la Compañía de Petróleos de Porto Pi, erigida en 1925 por March con tal finalidad.
Contratiempos y dificultades para la deslumbrante carrera empresarial del capitalista balear que en nada, sin embargo, podrían compararse con las sobrevenidas con la implantación de la Segunda República.
Suprimido por ésta su monopolio de Tabacos en junio de 1931, el logro de un escaño parlamentario por su tierra natal en las elecciones del mismo mes y el apoyo de Alejandro Lerroux, prohombre de la nueva situación, no se revelaron suficientes para impedir la anulación de su acta de diputado por mayoría de los miembros de las Cortes, tras un enconado debate en su seno y en la prensa —parte de la cual estaba bajo el control del financiero mallorquín—, quien contaría incondicionalmente con el respaldo de una figura como Azorín.
Ingresado en prisión el 15 de junio de 1932, un año y medio después, una vez invalidada una nueva elección parlamentaria, protagonizó una novelesca fuga de la cárcel de Alcalá de Henares con destino a Gibraltar y, más tarde, a Francia, de donde regresó meses después para tomar posesión de su escaño en las Cortes.

Llegada la Guerra Civil, March fue uno de los principales sostenedores materiales del Gobierno de Burgos, más allá y muy por encima de la anécdota de la compra del Dragón Rapide para transportar a Franco desde Canarias a Marruecos. El máximo conocedor del tema, José Ángel Sánchez Asiaín, no duda en calificar su ayuda financiera como uno de los elementos de la tríada de factores económicos sobre los que descansó el triunfo del bando “nacional”. Pese a lo cual las relaciones con el dictador gallego no discurrirían en la década de 1940 por cauces de cordialidad y entendimiento, dada la inclinación monárquica y aliadófila del capitalista balear, amenazado incluso de prisión por el régimen en una ocasión.

Tras prolongadas estancias en Portugal y Suiza en la posguerra española y mundial, reconciliado en parte con el Sistema, March se asentó definitivamente en Madrid para colocar las últimas piedras de su inmenso imperio —por tales calendas se le atribuía, conforme a cálculos solventes, la séptima fortuna planetaria—.

En el gran número de negocios y empresas rectoradas o dinamizadas en el decenio central del siglo xx por March y el eficiente equipo de colaboradores de los que siempre supo rodearse en los diversos campos mercantiles, financieros, jurídicos, políticos y periodísticos por los que se extendía el mundo de sus negocios, quizá fuera el controvertido suceso de la quiebra de la Barcelona Traction el que colocara con mayor impulso a March en el primer plano de la economía española y europea de la época. Fundada por su decisión la Compañía de Fuerzas Eléctricas de Cataluña (FECSA) en 1951 con el propósito de adquirir mediante subasta pública la Barcelona Traction, el Estado franquista permitió un año después que aquélla incorporase a su patrimonio el de esta última. En plena —y ardida— controversia internacional por la operación llevada a cabo por March, como último reflejo de su genio financiero y muy peculiares procedimientos en orden a alcanzar las metas ambiciosas de su quehacer empresarial, erigió en noviembre de 1955 la Fundación Juan March, consagrada al fomento de la creación cultural en sus variadas dimensiones. Fecunda en gran parte de sus trabajos y considerada modélica en diversos planos de su labor, su trayectoria ha venido a compensar y neutralizar en amplios sectores de la opinión pública el descrédito que en ella produjera a veces la figura y actuación de quien fuera calificado con fortuna mediática como “el último pirata del Mediterráneo”.

 

Bibl.: R. Garriga, Juan March y su tiempo, Barcelona, Planeta, 1976; B. Díaz Nosty, La irresistible ascensión de Juan March, Madrid, Editorial Sedmay, 1978; A. Puigberg, Mi vida... y otras más, Barcelona, Planeta, 1979; M. Fraga Iribarne, Memoria breve de una vida pública, Barcelona, Editorial Planeta, 1980; J. M. Cuenca Toribio, La Segunda Guerra Mundial, Madrid, Espasa Calpe, 1989; A. Piñeiro, Los March. El precio del honor, Madrid, Ediciones Temas de Hoy, 1991; J. A. Sánchez Asiaín, Economía y finanzas en la Guerra Civil Española (1936-1939), Madrid, Real Academia de la Historia, 1999 (Colección Clave Historial); J. A. Sánchez Asiaín, “La economía española durante la Guerra Civil”, en Historia Económica de España, Siglos XIX y XX, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores, Barcelona, 1999, E. Urreiztieta, Los March. La fortuna silenciosa, Madrid, La Esfera de los Libros, 2008; P. Ferrer Guasp, Juan March. El hombre más misterioso del mundo, Barcelona, Ediciones B, 2008; M. Cabrera, Juan March (1880-1962), Madrid, Marcial Pons, 2011.


Discurso 

Cuando, March, escapo  de la cárcel, llegó a Gibraltar y de allí se trasladó a París, donde la evasión alcanzará interés sensacional, porque a su llegada a la capital de Francia convocó a los representantes de la Prensa europea, para razonar las acusaciones y las motivaciones ocultas, declaró en su defensa:

Colectivamente —afirma el Sr. March— acuso a los que en 1930 vinieron a pedirme dos millones de pesetas para hacer la revolución. La República, me dijeron, le devolverá un millón por cada peseta. Acuso a cuantos me persiguieron, prevaricando a sabiendas, a los que a mi costa falsificaron documentos, a los que cometieron en la tramitación del proceso todos los delitos que es dable cometer en un procedimiento judicial. Colectivamente acuso de prevaricaciones a los ministros del Gobierno Azaña, y de un modo concreto e individual, a los Sres. Carner, Prieto y Domingo. Pero no sólo de prevaricaciones, sino de otros delitos que revisten figura penal. No me refiero, claro está, a los auxilios morales y materiales que algunos de aquellos señores hayan recabado y obtenido de mí, antes de llegar al Gobierno. A los quince días de estar recluido en la cárcel de Madrid, unos amigos o asociados del Sr. Carner, que a la sazón era ministro de Hacienda, los Sres. Viellas, comisionaron un estudio relativo a mis negocios en Marruecos, y, al mismo tiempo, el referido ministro y otros elementos del Gobierno gestionaban «oficialmente», cerca de la «Societé Internationale des Tabacs du Maroc», la rescisión de mi contrato, con el propósito manifiesto y probado de adjudicarlo a sus amigos, y previa oferta a la Sociedad de que esta entidad sería indemnizada cumplidamente. Como ya el director de la Sociedad, y el consejero español, marqués de Caviedes, objetaron al Sr. Carner la imposibilidad de ejecutar la operación sin mi asentimiento, puesto que yo era una de las partes contratantes, el ministro arguyó en su despacho oficial: «No se preocupen ustedes, March pasará en la cárcel todo el resto de su vida».
Juan March, declaraciones a la prensa internacional en 1933.

LOS MARCH, LOS ÚLTIMOS BANQUEROS DE ESPAÑA

CREADA.27-06-2021 

Algunas de las principales entidades financieras de nuestro país han estado intrínsecamente ligadas a sagas familiares. Es el caso de Banco Santander, con los Botín; Banco Herrero (que fue absorbido por Banco Sabadell), con la familia del mismo apellido; de Banco Pastor (integrado en Banco Popular y, posteriormente éste, en Grupo Santander), unido a los Barrié, Condes de Fenosa; de los Bancos de Bilbao y Vizcaya (hoy BBVA), cuyo capital inicial fue suscrito por grandes familias de Neguri, como los Ybarra o los Zubiría, o Banco Urquijo, fundado por Manuel Urquijo Urrutia y José de Ortueta y Gorostiza que, primero fue adquirido por Banca March y, en 2006, causó baja en el Registro Oficial de Entidades del Banco de España debido a la fusión por absorción también por parte del Sabadell.
Familias que un día fueron propietarias de estos bancos, pero que, con los años, y los innumerables procesos de concentración a los que se han visto sometidos, así como por el hecho de que la gran mayoría de su capital esté disponible para su adquisición a través del mercado (free-float), hayan reducido –incluso borrado– la representación familiar en el accionariado a la mínima expresión.
Sin embargo, a día de hoy, existe una entidad financiera que se ha mantenido al margen de estos procesos. Se trata de Banca March, que continúa controlada por la familia que da nombre a la entidad, que se puede considerar la última saga banquera de España. Sin duda, una «rara avis», más si se tiene en cuenta el vuelco que el mapa bancario español ha experimentado en los últimos años. A pesar de todas las crisis y reestructuraciones, las acciones de Banca March se han mantenido siempre en manos familiares.

Lista Forbes

Los March son una de las familias más acaudaladas de España, habitual de la lista Forbes de los más ricos de España, y también una de las más discretas.

Los orígenes del grupo se remontan a 1926, cuando el patriarca Juan March Ordinas fundó el banco. Su inmensa fortuna quedó dividida en dos ramas familiares, encabezadas por sus hijos Juan y Bartolomé March Servera. Mientras que el primogénito, Juan, se dedicó a la rama financiera, Bartolomé optó por la vía ajenas a los negocios
Juan March Servera falleció en 1973, asumiendo el papel de matriarca su esposa Carmen Delgado. Aunque nunca ocupó cargos ejecutivos en la empresa familiar, sus opiniones siempre fueron tenidas muy en cuenta. El matrimonio tuvo cuatro hijos: Gloria, Leonor, Carlos y Juan, siendo precisamente estos dos últimos los que se hicieron cargo de la gestión de los negocios familiares.
Juan March Delgado se casó con María Antonia Juan, con la que tuvo cinco hijos: Carmen, María, Leonor, Catalina y Juan (vicepresidente de Corporación financiera Alba y Artá Capital). Mientras, Carlos se unió a Conchita de la Lastra, de cuyo matrimonio son fruto Juan (actual presidente de Banca March), Carlos y Gadea.
Los hermanos Carlos y Juan March dirigieron durante años un grupo, en el que el primero estuvo más centrado en la banca, y el segundo, en la actividad industrial, un reparto de poder que, a tenor de los movimientos de los últimos años, se mantendrá entre los sucesores de las dos líneas familiares.

Transición

Actualmente, la cuarta generación de los March es la que está al frente del banco, después de que en 2015 Carlos March cediera el relevo a su hijo Juan March de la Lastra tras más de 40 años al frente de la misma.
El actual presidente de Banca March, que está casado con María Herrero, hija de Ignacio Herrero, bisnieto del fundador del hoy extinto Banco Herrero, destaca por su extremada discreción y por ser poco amante de aparecer en medios, al igual que el resto de la familia. Juan March de la Lastra, que es presidente ejecutivo y, como tal, muy involucrado en el día a día del negocio, tiene claro por dónde tiene que pasar el futuro del banco para asegurar que el testigo llega a la quinta generación. March de la Lastra considera que el foco de toda la actividad de la entidad debe estar en el cliente, «lo que implica compromiso, exigencia, esfuerzo, integridad y ambición, requisitos para dar un valor añadido diferencial, único y de calidad», afirmó cuando fue nombrado presidente del banco. Como máximo responsable, ha completado el giro que la entidad dio hace ya tres lustros, con una remodelación profunda, que le ha llevado a transitar desde un negocio bancario generalista, muy fundamentado en la banca particular, hacia otro centrado en la banca privada, el asesoramiento y las finanzas personales, muy focalizado en el binomio empresa-empresario, y especialmente en aquellas sociedades de carácter familiar.
La trayectoria profesional de Juan March de la Lastra, iniciada en 1995, ha estado siempre vinculada al sector financiero. Tras concluir los estudios de Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Carlos III de Madrid, se incorporó al área de Mercado de Capitales de J.P. Morgan, desempeñando diversas funciones en Londres y Madrid.
En 2000, se unió a Banca March. Hasta su nombramiento como presidente, ocupó diferentes cargos: director general y presidente de March Gestión de Fondos y de March Gestión de Pensiones, consejero de Artá Capital, y vicepresidente Ejecutivo de Banca March desde 2009 hasta 2015. Es también consejero de Viscofan y patrono de la Fundación Juan March.
Entre los años 2014 y 2016, cursó el programa ejecutivo Owner and President Management Program (OPM) de la Harvard Business School.
El pasado mes de mayo asumió una de las cuatro Vicepresidencias del Instituto de la Empresa Familiar (IEF) junto a Sol Daurella, presidenta de Coca-Cola Europacific Partners; Sabina Fluxá, vicepresidenta y CEO de Iberostar, y Miguel Abelló, presidente de Torreal.
Banca March es pues un banco singular no sólo en su estructura accionarial, sino también en su modelo de negocio especializado, con el que pretenden distinguirse de sus competidores y afrontar los retos actuales del sector financieros, marcados por un entorno de baja rentabilidad, los procesos de concentración, la digitalización y la entrada de nuevos competidores como las fintech.
José Luis Acea, consejero delegado de Banca March, considera que el ADN familiar de la entidad es coherente con este modelo de negocio de largo plazo, que tiene al cliente en el centro, y que se encuentra al margen de las presiones cortoplacistas de los mercados. «Cada vez más clientes depositan su confianza en Banca March. Tenemos una historia de asesoramiento responsable que nos avala y ofrecemos una planificación patrimonial a medida de cualquier inversor o ahorrador y les acompañamos a lo largo de su vida financiera», asegura.
Fue al inicio de la pasada crisis, en 2008, cuando el Consejo de Administración de Banca March decidió acometer esta transformación estratégica de su modelo hacia la especialización en banca privada y patrimonial y el asesoramiento a empresas.
El siguiente paso lo dio en 2013, cuando optó por realizar una revisión profunda de la marca, con una política fundamentada en el crecimiento conjunto de clientes, empleados, accionistas y la sociedad.
Para avanzar en la consolidación de este golpe de timón, en 2016 –ya bajo la nueva Presidencia–, aprobó su Plan Estratégico 2017-2019, trienio en el que el banco consiguió triplicar su resultado. Pero quizá el avance más importante del mismo fue el despliegue de los aspectos más estratégicos de su modelo de negocio en áreas como gestión de personas, calidad percibida por los clientes, marca, innovación, comunicación externa y sistemas de información. Adicionalmente a lo anterior, el banco afronta una profunda transformación tecnológica en dependencia directa de la vicepresidenta Rita Rodríguez Arrojo.
Actualmente, Banca March está inmersa en un nuevo plan estratégico (2020-2022), que se apoya, tal y como explica su consejero delegado, en seguir profundizando en su modelo especializado; fomentar la sostenibilidad y aplicar criterios ESG; ahondar en la transformación y aumentar su base de clientes de banca privada y patrimonial en España, y explorar posibilidades de crecimiento en mercados cercanos. «Queremos seguir potenciando el alineamiento de empleados, clientes y accionistas con políticas activas de gestión de personas que fomenten nuestra cultura y consigan resultados; y alcanzar nuestros objetivos de rentabilidad manteniendo un amplio diferencial de solvencia respecto al sector y a las exigencias regulatorias», añade.

Banca March, además de ser el último banco familiar español, y décima entidad financiera del país, cuenta con la mayor ratio de solvencia de la banca española y una de los más elevadas de Europa, con un CET 1 del 18,43% a cierre de 2021. Además, mantiene la tasa de mora más baja de la banca, un 1,62% a diciembre de 2020, frente al 4,51% del sector. Asimismo, los niveles de liquidez –LCR (237%) y DTL (138%)– y cobertura de riesgos dudosos (58,89%) se sitúan entre los más altos de la banca. «La firmeza y estabilidad de la estrategia, los resultados y la propuesta de valor de Banca March fue respaldada en plena pandemia por la agencia de calificación crediticia Moody’s en abril de 2020, al ratificar el rating a largo plazo en A3 con perspectiva “estable”, una de las mejores notas del sistema financiero español, por delante del Reino de España (en la actualidad Baa1)», destaca Acea.
El resultado después de impuestos de la actividad de Banca March ascendió en 2020 a 87,3 millones de euros, un 16% menos que el año anterior, debido al aumento prudencial de la dotación para insolvencias en un 13%.
Desde esta posición sólida, asume los retos derivados de la crisis de la COVID-19. «La experiencia de la pandemia nos ha reafirmado en nuestras convicciones: nuestros clientes y profesionales deben situarse en el centro de nuestra estrategia, y nuestro compromiso con la sociedad nos debe llevar a seguir profundizando en vías para ofrecer propuestas de financiación y asesoramiento patrimonial sostenibles», señala el consejero delegado. En este sentido, destaca que, frente a la tendencia del sector, en Banca March, se ha optado por la estabilidad laboral para todos los profesionales, aun en los peores momentos de la pandemia. «En nuestro caso, no sólo no sobran personas, sino que, gracias a una activa y prudente gestión de los recursos humanos, seguimos incorporando, año tras año, jóvenes de alto potencial a través de nuestro Programa Talento», agrega.
Desde su nacimiento en Mallorca hace ya casi un siglo, Banca March no ha perdido su carácter balear, contando con una gran presidencia en las islas. Además, tiene oficinas repartidas por Madrid, Cataluña, Valencia, País Vasco, Andalucía y La Rioja.
Su banca corporativa está muy enfocada a las empresas familiares y de mediana dimensión. De hecho, se ha especializado en emisiones de Renta Fija en el MARF, convirtiéndose en uno de los principales colocadores de programas de pagarés en este mercado

Corporación Financiera Alba

Banca March es el brazo financiero del grupo, mientras que el inversor es Corporación Financiera Alba. Creada en 1986, el grueso de sus inversiones (67%) se concentra en empresas cotizadas, mientras que el 24% se corresponde con compañías ajenas al parqué, y el 9% restante a activos inmobiliarios. Actualmente, es accionistas, entre otras sociedades, de Naturgy (aunque de forma indirecta junto a CVC), Acerinox, EbroFoods, Indra, Parques Reunidos, CIE Automotive, Euskaltel, Verisure.
Entre sus desinversiones más recientes, destacan la venta del 1,33% de Indra el pasado mes de abril, o del 12,06% del capital de Bolsas y Mercados Españoles (BME), que fue adquirida el pasado año por SIX por 332,6 millones. Anteriormente, también se desprendió de su participación en ACS, Antevenio, Flex, Pepe Jeans o Mecalux. Otras de sus participaciones históricas han sido Simago, Uralita, San Miguel, Damm, Phiplip Morris, Canal Plus o Sogetel.
La tercera pata del Grupo March la constituye la Fundación Juan March. Creada en 1955, es una institución patrimonial y operativa, que desarrolla sus actividades en el campo de la cultura humanística y científica. La Fundación organiza exposiciones de arte, conciertos musicales y ciclos de conferencias y seminarios y, a través, del Centro de Estudios Avanzados en Ciencias Sociales, promueve la investigación especializada en el ámbito de la ciencia política y la sociología.
Todo un imperio empresarial, que ha convertido el patrimonio de los March, los últimos banqueros, en uno de los más importantes de España.

“Los accionistas invierten en los mismos productos que los clientes”

José Luis Acea se incorporó en 2010 a Banca March, donde fue responsable de las direcciones generales de Banca Comercial y Privada, y Banca Corporativa. En 2016, fue nombrado consejero delegado, a propuesta del entonces nuevo presidente, Juan March de la Lastra. Desde entonces, «el banco ha apostado por un modelo de negocio único, basado en la coinversión como elemento distintivo, de manera que los accionistas invierten en los mismos productos con los clientes, y en la rentabilidad a largo plazo, que ha convertido a la entidad en una referencia en banca privada y asesoramiento», explica.

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