Asesinato del periodista Luis de Sirval.-a


(Valencia, 1898-Oviedo, 1934), seudónimo de Luis Higón y Rosell, fue un periodista español, asesinado por legionarios en la represión de la Revolución de Asturias de 1934. Su muerte generó gran repercusión y provocó una serie de protestas a raíz de la condena del asesino, por «simbólica o demasiado benevolente», a juicio de personalidades como Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Azorín o Juan Ramón Jiménez.

Biografía

Nacido en Valencia en 1898,​ fue colaborador en publicaciones como La Voz de Valencia, El Noticiero Universal, El Diluvio,​ La Libertad o El Heraldo. Murió en Oviedo el 27 de octubre de 1934, asesinado después de ser extraído de su celda por miembros de la Legión —entre los que se encontraban Dimitri Ivanoff, Rafael Florit de Togores y Ramón Pando Caballero— después de finalizar la Revolución de octubre de 1934, durante el segundo bienio de la Segunda República Española, sucesos que había cubierto como periodista pero en los que no tomó partido del lado de los insurgentes.​ La causa pudo deberse a que acusó a la Legión de haber asesinado «a sangre fría» a la revolucionaria Aida de la Fuente, o bien al mero hecho de investigar la violenta represión de las tropas gubernamentales.

Juicio, reclamaciones y consecuencias

El legionario Dimiti Ivanoff fue condenado en agosto de 1935 a seis meses de prisión y un pago de 15 000 pesetas como compensación a la familia de Sirval,8​ sentencia que según Aznar Soler levantó «indignación generalizada entre los intelectuales españoles».​ La muerte de Sirval daría lugar a la publicación de obras como Por qué mataron a Luis de Sirval (1935),​a​ del también periodista Ignacio Carral, o El delito de asesinato: el caso Sirval (1936), de Manuel López del Rey.
Sirval, que había llegado a Asturias cuando el movimiento revolucionario ya había sido abortado, fue detenido poco antes de enviar su tercer reportaje a El Mercantil Valenciano, en el que, a través del testimonio de tres legionarios, se implicaba al teniente Dimitri Iván Ivanoff en el fusilamiento de la joven de diecinueve años Aida Lafuente –que luego pasaría a la historia como «La Rosa Roja»–. El relato de los hechos cuenta que, encontrándose fuera de servicio, dicho oficial del Tercio y otros dos legionarios irrumpieron en la comisaría y sacaron a Sirval de su calabozo, para acribillarle en un pequeño patio de apenas 36 metros cuadrados, cerrado por muros de 9 metros de alto que no pudieron evitar que algunos vecinos presenciaron el hecho.
 El crimen tuvo una farsa de juicio en el Tribunal de Urgencia de Oviedo en agosto de 1935, en que el asesino fue condenado a seis meses y un día de prisión menor, que no cumplió «...por considerarse homicidio por imprudencia temeraria». Dicho tribunal rechazó también los testimonios presentados, hasta 27, por Eduardo Ortega y Gasset, abogado defensor, e insistió en que al teniente se le disparó accidentalmente la pistola, impactando sobre el periodista seis de los siete tiros, el último de ellos en la sien. Un mes después el Tribunal Supremo ratificó el fallo y el crimen quedó impune, provocando una serie de protestas que llegaron, como en el caso de Valencia, de donde era el periodista asesinado, a llenar su plaza de toros. Por su parte, Unamuno, Machado, Juan Ramón Jiménez y Azorín firmaron un manifiesto en contra de la sentencia.



Comentario de la prensa

Sirval había llegado tarde a Asturias, como Manuel Chaves, pero no tanto. Durante cuatro días recorrió las cuencas mineras y se puso a hacer preguntas. Llevaba ya dos crónicas enviadas desde allí a su periódico. Las había titulado «Quince días de guerra bajo la enseña roja». La siguiente estaba basada en entrevistas a tres legionarios testigos de lo sucedido cerca de la iglesia de San Pedro de los Arcos, de Oviedo, el 13 de octubre. Allí, las fuerzas legionarias, de artillería y de regulares comandadas por el general Yagüe se liaron a tiros con los civiles. La joven comunista Aída Lafuente defendía la posición con una ametralladora. Tenía 16 años. Las tropas avanzaron y Aída cayó. Su cuerpo fue encontrado en una fosa común.
Sirval tenía un tercer reportaje escrito que aún no había enviado pero cometió el error de comentar en el Café Regina, lo que sus fuentes le habían contado: que Dimitri Ivanoff estaba implicado en el asesinato de Aída Lafuente, a quien posteriormente llamaron la Rosa Roja. Dimitri se enfadó. Mucho.Ay, Luis, pero cómo se te ocurre hablar de esto en el Café.
La noche del 26 de octubre los guardias de Asalto fueron a detener a Luis a la pensión La Flora, donde, casualidad o no, también se alojaba un capitán de los de Asalto. En los bolsillos, llevaba la crónica inédita, su carné de identidad, el de la Asociación de la Prensa, la credencial para el Congreso de los Diputados, el carné de la Asociación de la Prensa de Madrid y el del Ateneo. El parte policial decía que Sirval había sido detenido por ir indocumentado.
De ahí se lo llevaron al cuartel de Santa Clara y luego a la Comisaría. Sin mediar acusación ni juicio, ni rápido ni lento, un teniente del Tercio lo ejecutó en el patio. Nos ejecutó.
Cinco meses después de nuestro acto en el Ateneo se procesó a Dimitri Ivanoff, que basó su defensa en que el periodista le insultó e intentó darse a la fuga. El fiscal desestimó la declaración de una testigo que afirmaba haber visto la escena desde su ventana. Según el fallo del tribunal, el arma del legionario se le escurrió de las manos y se disparó sola. El Tribunal de Urgencia condenó al soldado por un delito de homicidio por imprudencia temeraria a seis meses de cárcel, los cuales ya casi había cumplido en preventiva, y una multa de 15.000 pesetas para nuestra viuda, pago que, para colmo, eludió al declararse insolvente. A la familia del reportero le tocó pagar las costas.

En 1936, antes de la Guerra Civil, se abrió una querella contra los magistrados que dictaron sentencia en 1935, circunstancia que luego daría lugar a otro asesinato en Ávila tras el «alzamiento» de julio —la ciudad quedó rápidamente en poder de los sublevados—, en este caso se acabó con la vida de uno de los magistrados que admitieron la apertura de este nuevo proceso, según Antonio Linage Conde.
Prueba de la repercusión que tuvo la detención y muerte del periodista es que durante la Guerra Civil Española de 1936 en Torrebaja, pequeña localidad del Rincón de Ademuz próxima al frente de Teruel y sede del Alto Mando del Cuerpo de Ejército, a la popular calle de San Roque se le cambió el nombre, poniéndole «Calle Luis de Sirval».

Notas

El 7 de marzo de 1935 tuvo lugar en el Ateneo de Madrid la presentación del libro-denuncia de Ignacio Carral Por qué mataron a Luis de Sirval. Introdujo el acto el poeta Antonio Machado con una reflexión sobre la supeditación del Ejército al poder civil. En este caso concreto las fuerzas enviadas por el gobierno radical-cedista de Alejandro Lerroux para sofocar la insurrección asturiana –provocada por la entrada en el gobierno de tres ministros del partido no republicano CEDA– una fuerza militar gubernamental que por decisión del general Francisco Franco, que dirigió las operaciones militares desde Madrid, integraron las tropas coloniales marroquíes –los regulares del Ejército de África– y a la Legión procedentes del protectorado español de Marruecos. Machado, siguiendo el hilo argumental de Carral, definió al asesino, un legionario búlgaro, como «sicario del ejército, que no compareció ante ningún auténtico tribunal de justicia», y avisó a la conciencia pública sobre los amargos resultados que puede arrojar el «enfrentamiento entre un poder legítimo, la autoridad civil, y un poder que no lo es: la autoridad militar».

Aida de la Fuente Penaos
fotografía

 (León, 25 de febrero de 1915 - Oviedo, 13 de octubre de 1934) fue una militante comunista asturiana que murió durante el levantamiento revolucionario reprimido por el Ejército Republicano que tuvo lugar en octubre de 1934. En alguna bibliografía de la revolución de 1934 ha sido rebautizada como la Rosa Roja de Asturias.

Hija de Gustavo de la Fuente, pintor de carteles y decorados para el Teatro Campoamor, y de Jesusa Penaos. Formada políticamente en una familia de comunistas (su padre había sido fundador del Partido Comunista de España en Oviedo, y sus hermanos militaban en las Juventudes), Aida era una figura conocida en el movimiento juvenil de Oviedo en 1934. El testimonio de Alejandro Valdés la sitúa los días 7 y 8 colaborando en el hospital como enfermera. Otros autores hablan de su labor en la organización de las cocinas colectivas que se montaron en la periferia de Oviedo para abastecer a los combatientes revolucionarios, a los que llevaba café y comida a la primera línea.
monumento 

El 13 de octubre de 1934, Aida actúa como enlace entre el Comité Revolucionario de Oviedo y los grupos que controlaban el oeste de la ciudad, en plena actuación del ejército de la República para sofocar la revolución. Aida Lafuente perdió la vida en las inmediaciones de la iglesia de San Pedro de los Arcos de Oviedo, en pleno enfrentamiento con la 21ª Compañía, encuadrada en las fuerzas del Ejército Republicano mandadas por el teniente coronel Juan Yagüe. Estas fuerzas, estaban constituidas por una bandera de la Legión, un tabor de Regulares y una batería de Artillería. Aida estaba intentando frenar, casi en solitario, mediante una ametralladora situada en la cota de San Pedro de los Arcos, el avance del ejército (tropas de la Legión conducidas por el general Francisco Franco) en su definitiva neutralización de la Revolución de 1934.

monumento

Existían dos nidos de ametralladora, el primero fue silenciado por las tropas de la compañía número 24. La segunda ametralladora, la de Aida, logró detenerlos varias horas. El teniente coronel Juan Yagüe ordena en ese momento al comandante de los escuadrones de sables avanzar hacia el terreno comprendido entre la actual avenida de los monumentos y la iglesia de San Pedro, de esta forma deja entre dos fuegos la posición que estaba siendo defendida por Aida, la 23ª compañía de la Legión progresa a su vez y, con la ayuda de la caballería, penetra en la cota, a pesar de los disparos que siguen saliendo de la ametralladora, la 21ª compañía avanza por la zona de la estación del norte y llega también a la posición de Aida, encontrándola muerta junto con otros combatientes, el resto de los compañeros se repliega hacia la zona de La Argañosa, perdiendo la posición. Según relatos de la época se la encontró con un vestido manchado de pólvora con un compañero, también muerto, al lado suyo. El cadáver de Aida de la Fuente fue encontrado en la fosa común que se cavó junto a una tapia de la iglesia de San Pedro de Los Arcos.

Presencia de Aida de la Fuente durante la guerra civil

Iniciada la Guerra Civil, el Partido Comunista de España convirtió a Aida de la Fuente en una de sus principales referencias simbólicas. En octubre de 1936 llevaban su nombre el Batallón Asturias número 1 «Aida de la Fuente» y una calle en Gijón. Su simbolismo también comenzó a ser aceptado por el PSOE. En el discurso organizado por el Departamento de Propaganda del Frente Popular, en el Teatro Dindurra de Gijón, para conmemorar la fecha del 16 de febrero, interviene el socialista Moreno Mateo en nombre del Partido Socialista Asturiano, y señala que Aida de la Fuente es una de las «dignas las heroínas que dio siempre a la historia el pueblo español» símbolo del «heroísmo femenino astur». Así se reseña en Avance. Diario Socialista de Asturias, de Gijón:

Hace un llamamiento [Moreno Mateo en nombre del Partido Socialista Asturiano] a las mujeres para que en estos momentos de sacrificio impongan su fuerza de ánimo a los compañeros que desangra el dolor y la desesperación. Así legareis a vuestros hijos el patrimonio de su futura felicidad, para que puedan vivir otros destinos distintos a los que hoy viven sus padres. Hay que haceros dignas de las heroínas que dio siempre a la historia el pueblo español de la cual es una firme representante nuestra Aida e la Fuente, que es todo un símbolo del heroísmo femenino astur.
17 de febrero de 1937, pág. 3.

El mito de Aida Lafuente durante la transición

La figura de Aida Lafuente fue recuperada como símbolo en los años del tardofranquismo y de la transición, en la confusa reivindicación de la Comuna asturiana de 1934, como símbolo del ímpetu revolucionario juvenil, convertida en heroína revolucionaria asturiana. Se llegó a asociar la imagen de Aida Lafuente a posteriores y recientes reivindicaciones lingüísticas, ausentes de las luchas de la revolución asturiana de 1934. Existen numerosos poemas y canciones dedicadas a su memoria, entre las que cabe destacar la de Nuberu y Víctor Manuel en 1976 y la de Nacho Vegas en 2018. Hay una estatua rememorando su gesta en el lugar donde cayó. Cuenta la leyenda que, al ser preguntado su nombre por sus atacantes, su respuesta, puño en alto, fue "¡¡¡Comunista Libertaria!!!".

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