Asesinos del presidente ecuatoriano Garcia Moreno.-a



retrato de presidente 
Gabriel Gregorio Fernando José María García Moreno y Morán de Butrón  (Guayaquil, 24 de diciembre de 1821 - Quito, 6 de agosto de 1875)​ fue un estadista, abogado, político, periodista y escritor ecuatoriano, que ejerció como presidente de la República del Ecuador.

Asesinato 

El 6 de agosto de 1875, cuando García Moreno ingresaba al Palacio de Carondelet, un grupo de opositores ocultos entre las columnas del edificio procedió a atacarlo a tiros y machetazos en una emboscada. El grupo estaba conformado por el colombiano Faustino Lemus Rayo (ex militar que había servido al gobierno garciano), el cual lo atacó con un machete, además de Roberto Andrade, Manuel Cornejo, Abelardo Moncayo Manuel Polanco. Estos últimos arremetieron a quemarropa con sus revólveres al presidente.
Su edecán, el comandante Manuel Pallares, no pudo evitar el atentado ya que se encontraba desarmado, siendo él también víctima de algunos ataques. Algunos historiadores, como Wilfrido Loor, aseveran que a pesar de tener un revólver en su bolsillo, García Moreno no hizo nada debido a su fe religiosa.
Falleció tiempo después al pie del Altar de Nuestra Señora de los Dolores de la vecina Catedral Metropolitana. Bajo dicho altar consta la placa que dice:


 "Homenaje del Cabildo Arquidiocesano de 1968 al Excmo. Sr. Presidente GABRIEL GARCÍA MORENO, quien expiró junto a este Altar de Nuestra Señora de los Dolores el 6 de agosto de 1875."

Una placa de piedra recuerda el lugar del crimen con la siguiente leyenda:
 "Dios no muere. Aquí cayó asesinado el presidente de la República, Dr. Gabriel García Moreno, el 6 de agosto de 1875". Llevaba en la mano un legajo de papeles y éstos quedaron ensangrentados tras el ataque. Los asesinos gritaban "¡muere tirano!", "¡muere jesuita!". García Moreno contestó "¡Dios no muere!".

Faustino Lemus Rayo intentó escapar por la Plaza de la Independencia, pero cuatro soldados del cercano cuartel del Batallón Número 1, que se encontraba en los edificios que albergan al Centro Cultural Metropolitano de Quito en la actualidad, le dieron alcance y le hirieron con espadas. Lo arrestaron y lo conducían al cuartel cuando un cabo de raza negra, llamado Manuel López, le disparó con su fusil y lo mató.


Roberto Andrade Rodriguez.


Político y escritor  ecuatoriano nacido en la hacienda Gualchán -en las cercanías de la antigua población de Puntal, hoy cantón Bolívar de la provincia de Carchi- el 26 de octubre de 1850, hijo del Sr. Rafael Andrade y de la Sra. Alegría Rodríguez.
Sus primeros estudios los realizó en el Colegio San Diego de la ciudad de Ibarra, y luego viajó a la ciudad de Quito donde ingresó al colegio de los jesuitas y finalmente a la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central.
Combatió fervientemente a la presidencia de  Garcia Moreno, y próximo a terminar sus estudios se convirtió en uno de los principales conjurados de la conspiración que culminó el 6 de agosto de 1875 con el Asesinato de García Moreno, en el que tuvo personal participación disparando su revólver contra la frente del ilustre mandatario. Perpetrado el crimen logró escapar y permaneció prófugo durante muchos años.
En 1882 combatió desde la clandestinidad a la dictadura del General Ignacio de Veintemilla, confabulándose en su contra hasta que éste fue derrotado en Guayaquil el 9 de julio de 1883; a pesar de todo debió permanecer oculto durante los gobiernos “Progresistas” de Caamaño, Flores y Cordero.

En 1894 viajaba a Panamá para regresar a la frontera del norte, donde podría ver a mi esposa y a mis hijos…y caí preso en Guayaquil…Allí me pusieron grillos y me remitieron al panóptico de Quito. Como asesino fue juzgado ni crimen ni delito he cometido en mi vida dije en mi declaración indagatoria: 

García Moreno murió en conspiración patriota.

 Quien me defendió fue un jurisconsulto eminente, el Dr. Don Luis Felipe Borja, hijo del ilustre  Juan Borja…Mi prisión duró once meses…Durante ella murió mi padre…Bienaventurados los hombres que han padecido persecución por la justicia…Aún estaría yo en el Panóptico, si de repente no hubiera retumbado Gatazo.

En 1912, luego del Asesinato de los Héroes Liberales tuvo que volver al exilio en el Perú, donde permaneció durante cinco años.

Escritor y polemista de ideas vanguardistas, publicó importantes obras como: “Lecciones de Historia del Ecuador”, “La Juventud”, “Lecciones de Geografía del Ecuador”, “Estudios Históricos”, “Olmedo, un Crítico Criticado”, “Vida y Muerte de Eloy Alfaro”; “Montalvo y García Moreno”, “6 de Agosto, o sea, Muerte de García Moreno”, “Luis Vargas Torres”, “Sangre: Quién la Derramó?”, etc. 

Además, es notable su novela “Pancho Villamar”, publicada por primera vez en Guayaquil en el año 1900, la misma que puede ser considerada como autobiográfica y con la que se convirtió en el primer novelista político del Ecuador.
Por sus escritos e ideología política sufrió una constante persecución que duró durante casi toda su vida, hasta el día de su muerte, ocurrida en Guayaquil el 27 de octubre de 1938.



Faustino Rayo (su verdadero nombre era Faustino Lemus Rayo) (1 de mayo de 1836 en Roldanillo, Colombia, 6 de agosto de 1875 en Quito, Ecuador) fue un militar colombo-ecuatoriano, y el asesino del presidente de Ecuador Gabriel García Moreno.

Faustino Lemus Rayo nació el 1 de mayo de 1836 en Roldanillo, Colombia. Sus padres fueron José Lemus y María Rosa Rayo. Muy joven se trasladó a vivir a Ecuador, país en el que más tarde obtendría la nacionalidad.
En el año 1858 comenzó a militar bajo la influencia de García Moreno, ganándose la confianza del mandatario que llegó a definirlo como un hombre valiente, leal y de mucha confianza, valiéndose de Rayo para el desempeño de comisiones, las cuales le resultaban difícil de encomendarles a otras personas​. En diciembre de 1863 bajo el mando del General Flores, con el grado de capitán pelea en la batalla de Guaspal con su patria que fuese su país natal (Colombia).
 Al concluir el mandato presidencial de Gabriel García Moreno en 1865, para evitar estragos Faustino Rayo se dedica al comerció entre Quito y el oriente ecuatoriano, dónde permaneció hasta 1871, año en que volvió a Quito para realizar trabajos de labores en un taller que había abierto en su casa, pero por esa época Moreno ya ocupaba nuevamente el puesto de presidente y se había enemistado con Rayo.
Luego del asesinato del presidente Gabriel García Moreno, Rayo fue capturado en el mismo día del hecho por el teniente Buitrón y el sargento Rodríguez ambos pertenecientes al cuartel militar que se ubicaba en el mismo lugar del hecho, a solo cincuenta pasos. Cuando ambos cruzaban la plaza de la Independencia apareció el capitán Barragán, quien arrebató al prisionero y lo llevó a una esquina poco apartada en donde apareció el Cabo Manuel López que le propinó un tiro a quemarropa que acabó con la vida del magnicida


Juanita Terraza Monsalve.

Juana Terrazas Monsalve se encuentra dentro de este grupo de mujeres que se inclinó desde su juventud por sus ideas liberales. Junto con Abelardo Moncayo Jijón. Roberto Andrade, Manuel Cornejo, Manuel Polanco y el comandante Francisco Sánchez participó en la conspiración contra García Moreno, que desembocó en el asesinato del Presidente el 6 de agosto de 1875.
Juana Terrazas. “En aquel tiempo tendría veinte años. Era alta y roza­gante y no carecía de atractivos”, recuerda Andrade. Juana era amante de Abelardo Moncayo. Sin embargo, un militar de alta graduación —el comandante Francisco Sánchez— había puesto sus ojos en ella. La mujer sirvió de nexo entre los jóvenes complotados y Sánchez, a quien lo com­prometió para la sublevación con el bata­llón Nº 1, sobre el que tenía segundo man­do y estaba junto al Palacio de Gobierno.
 El requisito puesto por Sánchez era matar a García Moreno. Este militar traicionó a los jóvenes. ¿Los engañó solo para conseguir los favores de Juana Terrazas? ¿Obtuvo in­formación de los conjurados para pasarla al Gobierno? ¿Lo hizo con conocimiento del general Francisco Javier Salazar, minis­tro de Guerra de García Moreno y político clave en estos años?
Juana Terrazas tuvo conciencia de su importante papel en la muerte de García Moreno. Años después todavía lo confe­saba orgullosa: “Yo lo hice todo con estas polleras y este cuerpo que se han de co­mer los gusanos”. Ayala Mora señala:
“Era deseada por muchos y despreciada por la buena sociedad, a pesar de ser hermana de un canónigo. Pero al parecer tenía cla­ras convicciones liberales, que no solo se expresaban en su vida ‘liviana’, sino en su acción política”.





Manuel Cornejo Astorga.

LIBERAL.- Nació en Quito y se bautizó en el Sagrario el 6 de Febrero de 1849. Hijo legítimo del Dr. Rafael Cornejo y Herrera, Abogado liberal que se inició en El Quiteño Libre, miembro de la Sociedad Filotécnica en 1843 con García Moreno y José Modesto Espinona quisieron asesinar al presidente Flores. Congresista opositor. Concejal de Quito, hombre notable por su cultura pues poseía una de las mejores bibliotecas privadas de la capital, falleció de escasos 39 años en 1855, dejando a sus numerosos hijos en la orfandad y en la pobreza, y de Josefa Astorga Salvador, quiteños.

Creció bajo el amparo social y económico de su abuelo paterno Manuel Cornejo Ribera, liberal y discípulo del mártir Coronel Francisco Hall; pero en 1869 formó parte de la sociedad secreta del anillo para derrocar al presidente Javier Espinosa y con tal fin asistió a varias reuniones en casa de García Moreno, que había sido muy amigo de su padre.

El 17 de Enero de 1869 se produjo el golpe, García Moreno recorrió los cuarteles y mandó que salieran a las calles las Bandas de Música para alegrar el ambiente. Le acompañaban varios individuos entre ellos el joven Manuel Cornejo. Se intimidó al presidente Espinosa para que quedara encerrado en su casa so pena de destierro y confiscación de sus bienes, se enviaron escoltas a las casas de algunos liberales donde estaban reunidos algunos caballeros de honor, pero varios de ellos lograron escapar. Juan Montalvo y Mariano Mestanza se refugiaron en la Legación de Colombia, fueron aprehendidos el anciano Dr. Manuel Angulo, el Canónigo Nicolás Rivadeneira, Javier Sáenz, los sacerdotes Borja y Herrera y todos los que se hallaban en casa del Dr. Pedro José Ceballos Salvador (El Coronel Víctor Proaño, Juan Nepomuceno Navarro, los Dres. Aparicio Ortega y Alejandro Cárdenas). Antes del amanecer se reunió una Junta y firmó con su hermano Rafael Cornejo el Acta de Pronunciamiento a favor de García Moreno.
En 1872 estuvo en la Universidad y se hizo conocido por tener guardada una colección de escritos históricos antiguos encontrados en la Biblioteca de su padre, que había leído con detenimiento y se relacionaban con la Historia del país.

Roberto Andrade ha escrito que Cornejo era agudo y festivo. Su madre había vuelto a casar con el Dr. Nicolás Espinosa y al fallecimiento de éste entró a administrar los bienes de la familia y como dichas rentas no le daban suficiente holgura para la vida, se dedicó al comercio.
Su carácter, mejor dicho, su falta de carácter, le había complicado la vida, pues aunque moraba en la casa de su madre, convivía con la joven Eufemia Rubio, de clase media baja, quien esperaba un hijo suyo que nació en Diciembre de 1875.

Ese año siguió frecuentando la amistad de García Moreno pero al conocer "La Dictadura Perpetua" de Montalvo se enfervorizó por la doctrina liberal, profundizó sus conocimientos en las raíces históricas del país, en su destino democrático, le dio por ser librepensador a la moda de autores franceses tales como los Enciclopedistas Voltaire, Volney y Diderot y llegó al punto de creer en un cristianismo puro, como había emanado de su autor, rechazando con pena las imposturas conciliares posteriores. Quizás en todo ello influyera el recuerdo de su padre liberal y las enseñanzas prácticas de su abuelo radical. Entonces comprendió todo el horror de la dictadura teocrática que estaba viviendo y el egoísmo autocrático y enfermizo de García Moreno, quien no soportaba la presencia de iguales sino de inferiores y trataba a todos con un cierto desdén, casi con desprecio.

Posiblemente el dictador sabía que Cornejo solo era un joven y lo soportaba por el recuerdo a la amistad con su padre y por cuanto le distraía su amena conversación. Cornejo solía hablar de corrillo en corrillo con el chiste y la risa en los labios como la generalidad de los jóvenes de su tiempo, conocidos con el nombre de Chullas. Era casi alto y bien presentado, de familias conocidas y su forma de ser hacía rabiar o reír según las circunstancias; unos le querían, otros le admiraban y no faltaban los serios y circunspectos que hasta le tenían tirria, como sucedió con Gabriel Moncayo, que no le soportó una tarde en su casa y lo echó, irritado de sus bromas. Suave en su trato con tos demás, hablaba con voz bajita e indudablemente era un joven chispeante, que estimaba necesario derrocar a García Moreno pero no matarlo y unas tres semanas antes del crimen, sus amigos Abelardo Moncayo y Roberto Andrade lo llevaron de visita a casa del Dr. Manuel Polanco y Carrión, conocido abogado quiteño, para que hablara con su hermano el General José Antonio Polanco sobre los preparativos del hecho, donde parece que se dejó convencer que sin la muerte del tirano no era posible llegar a ninguna revolución y como además le aseguraron que el Batallón de Artillería estaba comprometido y que la muerte no aparecería como asesinato, sino como una de las tantas que ocurrirían durante la revuelta, aceptó.

En eso arribó de Guatemala un sujeto de apellido Cortés, quien cometió la ligereza de expresarse contra el régimen y fue conminado a abandonar inmediatamente el país; intercedió Cornejo por él pidiéndole a García Moreno que le diera tiempo para que arreglara sus asuntos, pero el dictador no aceptó porque era inflexible en sus resoluciones y raramente las cambiaba, dada la dureza de su carácter. También se ha indicado que Cortés era masón y tenía algo que ver en el complot, pero nunca se lo ha probado, de suerte que tal afirmación no tiene asidero lógico ni histórico.

El día Jueves 5 de Agosto acompañó a García Moreno a la casa de su suegra y allí ocurrió la siguiente anécdota que revela claramente el carácter autocrático del déspota y la gracia oportuna de Cornejo. (1).


(1) Iba García Moreno por la acera acompañado de sus Edecanes Jorge Villavicencío y Francisco Xavier Martínez y junto a Villavicencio caminaba Cornejo. Como García Moreno apurara el paso y se adelantase, Villavicencio quedó en el centro y Cornejo comentó jovialmente "Vamos de edecanes de Villavicencio".

Durante la mañana del 6 de Agosto salió a la calle con sombrero de copa, que después cambió por uno más modesto de paja, quizá para no llamar la atención. Luego, en vista que no aparecía la víctima, entró nerviosamente a presenciar los solemnes exámenes de las niñas del Colegio de los Sagrados Corazones; después de las doce, habiendo salido de su casa García Moreno acompañado de su mujer y el Edecán Pallares, con destino a la vivienda de su suegra, lo siguió con el resto de los complotados, esperando que bajara. Cornejo se situó en la nevería de Villagómez y sus cómplices en la cantina del hotel Bolívar. A la una y media de la tarde, hora del crímen, lo siguieron al palacio y allí fue donde intervino activamente pues a raíz de recibir García Moreno el primer machetazo de Rayo, sorprendido y aterrado, solo atinó a fijar sus ojos en Cornejo, como pidiéndole que interviniera en su ayuda, pero, lejos de hacerlo, le descargó un tiro de revólver que no se sabe si le hirió o pasó cerca, permaneciendo durante los restantes minutos que duró el atentado. Posteriormente bajó a la calle donde dio de taconazos a la víctima y luego siguió en su fuga a Rayo, pero se desvió hacia la esquina contraria de la plaza, donde vivía el ministro del Perú; allí encontró al Dr. Manuel Polanco, quien le preguntó: ¿Qué hay?, -le mataron- fue la respuesta, acto seguido gritó: "Viva la libertad", pero nadie le hizo eco y entonces, comprendiendo que no había estallado la anunciada revolución, se precipitó por el Palacio Arzobispal al interior de la tienda de Amadeo Rivadeneira, en el momento en que éste la estaba cerrando, y asustado se subió al altillo de ella. Momentos después bajó y se fue a instancias del propietario y desengañado de que el Comandante Francisco Sánchez del batallón de Artillería no hubiera cumplido con su ofrecimiento revolucionario.

Siguió a Santa Bárbara y su madre no quizo recibirlo, quizá para que tuviera la oportunidad de huir y ocultarse en algún lugar más seguro. Sus hermanos  tampoco quisieron tenerlo. Una de ellas, Mariana, que vivía en el barrio de La Loma, acera norte del inicio de la calle Rocafuerte, casada con el comerciante colombiano Rafael Orrantia Benites, aceptó tenerlo aunque por poco tiempo, pero Orrantia le trató muy mal, recriminándole su comportamiento. Por eso tuvo que disfrazarse de albañil y sin zapatos, con el rostro y los pies enlodados para que no se notara su blancura, se dirigió por caminos apartados a una hacienda situada al pié del Antisana en los páramos de Pasochoa, donde permaneció varios días alimentándose frugalmente con queso y coles crudas, en la mayor de las necesidades y como a las dos semanas decidió escribir a su madre pidiéndole ayuda a través del doméstico Gabriel Hidalgo, quien llegó a la casa de la señora de Cornejo, que encontró deshabitada, y como la conocía por dentro, entró en busca de la ropa que requería el fugitivo, circunstancias en que fue apresado por la policía y sometido al tormento confesó el sitio donde estaba escondido su amo, prestándose para llevarlos personalmente.

El 17 de Agosto se realizó la prisión del fugitivo, que entró en Quito el día 19, a caballo y con las manos atadas a la espalda, en medio de gran muchedumbre. El Fiscal Darío Capelo le ordenó que delatare a sus cómplices y fue respondido "Un caballero no delata a nadie, no soy un canalla", entonces le sometieron a duros interrogatorios y hasta le engañaron con el cuento de que si confesaba todo, se libraría del patíbulo.

Cornejo aún no creía que Polanco trataba de librarse de culpa y solo pensaba en la traición de Sánchez, a quien acusaba de todos sus males por no haber iniciado la revolución, sin comprender que éste último, a su vez, solamente había sido el instrumento propicio de su Jefe el Ministro de Guerra.

Por eso durante los primeros días de su prisión sólo inculpó a Sánchez, después lo carearon con Polanco y se sacó en claro que éste había sido el mentalizador de todo.

El Juicio verbal del Consejo de Guerra comenzó en la noche del 24 y duró dos días. Cornejo había pedido que lo defendieran sus amigos los Drs. Ramón Aguirre y José Rafael Arízaga, pero como ambos y otras ochenta personas conocidas de la capital, se hallaban detenidas, so pretexto de presunta culpabilidad, prácticamente no hubo quien le defendiera.

Gran cantidad de público había colmado la sala y a pesar de las difíciles circunstancias no perdió su humor, cuéntase que al mencionar un testigo haber visto a un joven alto, de sombrero negro, que subía precipitadamente las gradas del Palacio momentos antes del crímen, refiriéndose a uno de los conjurados. Cornejo se volvió hacia la barra, riéndose, señaló al abogado conservador Manuel Solano de la Sala, allí presente, quien efectivamente era joven, alto y tenía un sombrero negro en la mano y le gritó:

 "Fuiste tú, cholo, niégalo", ocasionándole una sorpresa y un susto gigante, mientras la concurrencia festejaba al acusado, que aún jugándose la vida y con los brazos esposados, tenía fuerzas para hacer gracias y bromas de tan grueso calibre.

Varios autores, entre ellos el Dr. Fernando Jurado Noboa, han opinado que Cornejo mantenía su buen humor confiando en el indulto que esperaba recibir del Ministro de Guerra, Francisco X. Salazar y de las simpatías que gozaba en el pueblo; sin embargo fue sentenciado a muerte rápidamente el 26 de Agosto y la noticia se divulgó sin que el Ministro moviera un dedo, por eso fue que numerosas matronas escribieron un Manifiesto pidiéndole la conmutación de la pena. Su madre, sabiendo que lo fusilarían al día siguiente, acudió a Salazar para que intercediera ante el Presidente encargado Francisco Javier León, pero éste le contestó: 


"Mejor es que muera ahora, porque después será un bandido".

Desde su prisión en el Cuartel de Artillería Cornejo le escribió a la una y media de la madrugada del viernes 27, cuando solo le faltaban cuatro horas para morir:

 "Mamita querida de mi alma. En este momento.... quiero dirigirle estas últimas palabras de consuelo. No puede Ud. calcular el modo prodigioso con que Dios ha tocado mi corazón. Estoy gustoso y resuelto, ansioso de que llegue el momento de ir a conocer a Dios, que a un hombre encenegado en los vicios y olvidado de él tanto tiempo, lo ha llamado a su gloria. Diga Ud. a mis hermanos que pregunten a los bondadosos padres Guardián Bernardino Damaré y Baltazar Moner de San Francisco, que han venido a consolarme de parte de Dios. ¡Qué resignación y contento he manifestado en toda la noche, desde el momento en que recibí la sagrada hostia! Díganles así mismo que acordándose de mí también se han de convertir y han de tener una vida virtuosa!. ¡Oh, cuan consoladora es la religión en estos minutos!. Me desesperaba al principio creyendo que Ud. se arruinaría en su fortuna; mas, ya ahora nada temo. Dios la guardará, si a un malvado no ha desamparado Dios, con más razón a los que practican la virtud. No llore, dé gracias a Dios, él ha vuelto los ojos hacia nosotros. Adiós, la espero en el cielo!".

Esta carta revela cuanto había disminuido su voluntad, al calificarse malvado, como erradamente le habían hecho creer sus absurdos confesores de última hora, cuando solamente era un joven risueño, soñador, inmaduro y bastante inexperto.

A las seis de la mañana lo condujeron a la Plaza Mayor y en el mismo sitio donde había sido asesinado García Moreno, lo hicieron arrodillar de espaldas, juntas las manos y levantadas al cielo, recibió por la espalda los ocho disparos de la escolta. Su cadáver fue recogido por familiares y llevado al cementerio de San Diego donde le sepultaron.


"Ninguno más amistoso, más relacionado con todo el mundo, más risueño y franco que Manuel Cornejo Astorga; ni jugaba, ni bebía, ni tenía otros vicios, hasta su misma consagración al estudio de los anales de la Patria sirve para considerarlo un ciudadano ejemplar".

Estatura más que mediana, tez blanca, pelo crespo y rubio, ojos negros, usaba bigote pequeño, hablaba en voz baja, fue uno de los máximos exponentes de la gracia y el salero de su tiempo.



Abelardo Moncayo Jijón



 (Pasto, 6 de junio de 1847 - Quito, 29 de junio de 1917) fue un escritor, educador y político colombiano-ecuatoriano, destacándose como un gran educador y como profesor de diferentes materias en varios colegios de Quito.
Nacido el 6 de junio de 1847 en la ciudad de Pasto, Colombia, hijo del Sr. Alejandro Moncayo Sierra y de la Sra. Mercedes Jijón Andrade. Huérfano de padre desde los 3 años de edad, mientras su madre permanecía en Pasto fue enviado a Quito a casa de sus tías Angela, Lucía y Catalina Moncayo, quienes se esmeraron en darle la mejor educación, ocupándose ellas mismas de su primera enseñanza ya que no contaban con medios económicos para pagarle una escuela privada.
En 1860 pudo ingresar al Colegio de San Luis donde empezó a estudiar filosofía, y el 10 de febrero de 1863, cuando había cumplido los dieciséis años de edad, fue admitido como novicio en la Compañía de Jesús. Por esa época también ingresó a la misma orden el joven Federico González Suárez, junto a quien se dedicó a organizar la Biblioteca Nacional que había quedado semidestruida desde el terremoto de 1859. En febrero de 1876 contrajo matrimonio con Dolores Andrade Rodríguez en el predio "La Quinta", cercano a Otavalo de propiedad de su suegro.
Tenía 24 años de edad y 8 de noviciado, era considerado un gran orador, conocía las doctrinas materialistas y el positivismo de Spencer y se había separado temporalmente de los textos Jesuítas. Como latinista gozaba de fama en Quito y hasta daba clases a los sacerdotes. Durante ocho años permaneció en La Compañía destacándose como un gran educador y como profesor de diferentes materias en varios colegios de Quito, Guayaquil, Riobamba y Cuenca, hasta que en 1869, debido a una serie de fricciones que existían entre él y sus superiores, pidió la separación de la orden, que le fue aceptada a principios de 1871, aunque continuó dictando clases, vestido de seglar, en diferentes colegios. De nuevo en Quito fundó con la Prof. Josefa Salazar una Escuela Superior de Niñas en la calle del Comercio Bajo, que adquirió justa fama y allí trabajó hasta 1875.
Mientras tanto García Moreno le había ofrecido la Dirección General de la Escuela Santa Prisca, que Moncayo rechazó indignado, colaborando en diversos periódicos liberales de Guayaquil, Quito y Cuenca. Influenciado por las lecturas de Montalvo y de varios escritores franceses, se identificó con la doctrina liberal y empezó a colaborar con diferentes periódicos de igual ideología de Ambato, Cuenca y Guayaquil], donde enviaba sus artículos con temas relacionados con la educación, cuadros costumbristas y poemas, al tiempo que combatía duramente al gobierno del Dr. Gabriel García Moreno, de quien se había convertido en feroz enemigo.
Fue uno de los principales inspiradores del atentado que acabó con la vida del presidente García Moreno, y en su habitación, situada en la Plaza del Teatro, se reunieron varias noches los comprometidos para ultimar los detalles del crimen. El 6 de agosto de 1875, a las 12 del día, junto a los otros conjurados acechó al Presidente en las cercanías del Palacio de Gobierno, y a la 1 p.m., en el mismo instante del magnicidio fue uno de los que sostuvo al edecán Pallares para que no pueda defender al mandatario del machete asesino de Faustino Lemus Rayo.
Perpetrado el asesinato de García Moreno permaneció oculto durante varios años en una hacienda de su familia política, los Andrade Rodríguez, en la población de Puntal (hoy Bolívar), Provincia de Carchi, y en la hacienda Peguche, donde recibió la visita de Juan Montalvo con quien trabó una gran amistad. Casi seis años permaneció oculto, dedicado a filosofar, a escribir y a practicar la agricultura, y se preparaba a abandonar su confinamiento voluntario, cuando el 6 de junio de 1882, un decreto supremo del Gral. Ignacio de Veintemilla lo hizo constar como fuera de la ley.
 En octubre del año siguiente la Corte lo declaró culpable de homicidio, por lo que volvió a ocultarse en el campo y se dedicó a las letras y a escribir varias obras de carácter político, histórico y biográfico. Al estallar en Guayaquil la Revolución Liberal de 1895, se dirigió al norte y se incorporó a las tropas de los coroneles Nicolás Arellano y Manuel Antonio Franco, con las que entró en Quito; y en septiembre de ese mismo año, apenas llegó a la capital, el propio Eloy Alfaro logró que la Corte declare prescrita la acción penal en su contra.
Alfaro sabía que Moncayo era poseedor de un talento de elevados quilates, por lo que buscando rodearse de los mejores hombres de la República lo llamó a su lado para que lo ayude desde diferentes cargos de gobierno. En enero de 1896 fue nombrado Gobernador de la Provincia de Imbabura, pero en abril tuvo que volver a Quito para hacerse cargo de la Cancillería. Más tarde asistió como Diputado por la Provincia de Carchi a la Convención Nacional que ese mismo año se reunió en Guayaquil, y al año siguiente fue elegido Presidente de la Asamblea Constituyente que se reunió en Quito, y en calidad de tal le correspondió ceñir la banda que consagró al Gral. Alfaro como Presidente Constitucional de la República.
Entre octubre de 1896 y septiembre de 1898 fue Ministro del Interior y Policía, cargo que volvió a desempeñar en mayo de 1899; y en el año 1900, junto a otros ideólogos del liberalismo como José Peralta y Juan Benigno Vela Hervas, consiguió que Alfaro designara al Gral. Leónidas Plaza Gutiérrez como sucesor de la Presidencia de la República. En junio de 1908 presidió junto al Gral. Eloy Alfaro los actos de la llegada del ferrocarril a Quito; al mes siguiente fue elegido Senador por la Provincia de Imbabura y Presidente de la Cámara, y en calidad de tal fue Encargado de la Presidencia de la República, desde el 23 de agosto hasta el 10 de septiembre, mientras el Gral. Alfaro realizaba un viaje a Guayaquil.
Poco tiempo después, intrigas políticas propiciadas por simpatizantes de Flavio Alfaro celosos de las buenas relaciones existentes entre Moncayo y don Eloy ocasionaron un distanciamiento entre ellos, pero al poco tiempo vino la reconciliación y Alfaro lo nombró Miembro de la Junta de Notables Liberales. En 1914, dos años después del horroroso y sangriento Asesinato de los Héroes Liberales, el Gral. Leonidas Plaza, que ocupaba la Presidencia de la República por segunda vez, ordenó su destierro a Lima, Perú junto con José Peralta y José de Lapierre, por lo que tuvo que permanecer fuera del país durante un año.
 Volvió entonces a Guayaquil y en 1916 se trasladó a Quito donde, retirado de la política y dedicado a sus libros y a la vida particular. Muere en Quito, Ecuador el 29 de junio de 1917 a los 70 años de edad.



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