El macartismo I a

comité 
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(mccarthismo, maccarthismo o macarthismo) es un término que se utiliza en referencia a acusaciones de deslealtad, subversión o traición a la patria, sin el debido respeto a un proceso legal justo donde se respeten los derechos del acusado.

Se origina en un episodio de la historia de Estados Unidos que se desarrolló entre 1950 y 1956 durante el cual el senador Joseph McCarthy (1908-1957) desencadenó un extendido proceso de declaraciones, acusaciones infundadas, denuncias, interrogatorios, procesos irregulares y listas negras contra personas sospechosas de ser comunistas. Los sectores que se opusieron a los métodos irregulares e indiscriminados de McCarthy denunciaron el proceso como una «caza de brujas» y llevó al destacado dramaturgo Arthur Miller a escribir su famosa obra Las brujas de Salem (1953).
Por extensión, el término se aplica a veces de forma genérica para aquellas situaciones donde se acusa a un gobierno de perseguir a los oponentes políticos o no respetar los derechos civiles en nombre de la seguridad nacional.

Los hechos

Fue un episodio de la historia de Estados Unidos que se desarrolló entre 1950 y 1956. El contexto de la guerra fría era particularmente tenso en la medida que la Unión Soviética experimentaba con la bomba atómica en 1949, Mao Zedong llegaba al poder ese mismo año y la guerra de Corea empezaba en junio de 1950.
Esta atmósfera amenazante pesaba sobre la opinión pública estadounidense que deseaba una política enérgica y ofensiva contra el bloque soviético. En febrero de 1950, Joseph McCarthy, senador por Wisconsin, intervino —con un éxito inesperado— denunciando una conspiración comunista en el mismo seno del Departamento de Estado.
Así se inició lo que sus oponentes denominaron «caza de brujas». Gente de los medios de comunicación, del gobierno y algunos militares fueron acusados por McCarthy de sospechosos de espionaje soviético o de simpatizantes del comunismo. Apoyándose en unas fuerzas de entusiastas anticomunistas, alimentándose de la delación, adquirió un poder considerable. Los métodos eran inconcebibles para una supuesta democracia que estaba asentada. Olvidando el principio jurídico de la presunción de inocencia, ante cualquier denuncia el Comité del Senado, presidido por McCarthy, aplicaba la presunción de culpabilidad y era el acusado quien tenía que desmentir y probar su no pertenencia o simpatía por el Partido Comunista. Quienes reconocían su culpa, podían lavarla delatando a sus camaradas. Su actividad destinada a desmantelar eventuales infiltraciones de agentes comunistas en la administración pública se extendió pronto a los laboratorios de investigación y a Hollywood.​ Los empleados públicos debían hacer frente a un control de lealtad que costó la carrera a varios de ellos.
De este modo, Alger Hiss, presidente de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional, fue acusado en un proceso por haber trasmitido documentos secretos de la época del New Deal. Uno de los episodios más célebres del periodo fue el proceso seguido a los esposos Ethel y Julius Rosenberg. Fueron acusados de haber dado a la Unión Soviética el secreto de la bomba atómica, lo que ellos negaron. Bastante controvertido y atrayendo una campaña internacional en favor de los acusados, el proceso terminó con su ejecución en junio de 1953.
Eisenhower fue elegido en 1952, en el momento en el que McCarthy gozaba de su máxima influencia. Ejercía, en efecto, la presidencia de la comisión senatorial de operaciones gubernamentales además de su subcomisión de investigación. Su influencia era tan importante que el mismo secretario de Estado se deshizo de algunos de sus colaboradores para no enfrentarse a McCarthy. Del mismo modo, Robert Oppenheimer fue expulsado de la Comisión de Energía Atómica por haberse opuesto al proyecto de la Bomba de hidrógeno.

Voces contra el macartismo

Algunas voces comenzaron a elevarse contra el macartismo y sus excesos. Por ejemplo, en 1953 se representó la obra Las brujas de Salem de Arthur Miller, un alegato eficaz para estigmatizar la política de su tiempo. Uno de los blancos de la inquisición política fue el mundo del cine porque, entre otras razones, los interrogatorios a directores y actores famosos proporcionaron a los miembros del Comité una extraordinaria publicidad.
La figura legendaria de Edward R. Murrow tuvo gran influencia en el periodismo televisivo a raíz de sus enfrentamientos contra el senador McCarthy, con su pasión por la verdad y sus incansables esfuerzos por hacer avanzar los ideales democráticos. Sobre todos ellos se alzaba la libertad de expresión. Los programas de Murrow acerca del senador Joseph R. McCarthy, en 1954, fueron considerados no solo como los que marcaron el punto de inflexión en la campaña del senador contra los simpatizantes del comunismo, sino que también fueron el punto de inflexión en la propia Historia de la televisión.
Edward R. Murrow en el programa televisivo See it now del 9 de marzo de 1954, en el programa titulado justamente «A report on senator Joseph R. McCarthy» (‘informe sobre el senador Joseph R. McCarthy’):

Su principal logro [del senador McCarthy] ha sido el de confundir a la opinión pública, entre las amenazas del comunismo. No debemos confundir desacuerdo con deslealtad. Debemos recordar siempre que una acusación no es una prueba y que una condena depende de la evidencia y del debido proceso de la ley. [...] No caminaremos con miedo, el uno del otro. [...] No descendemos de hombres temerosos, de hombres que temían escribir, hablar, asociarse y defender causas que eran, por el momento, impopulares.[...] ¿Y de quién es el fallo? En realidad no es suyo. Él no creó esta situación de miedo; él meramente la explotó, y más bien exitosamente. Casio estaba en lo cierto: «El fallo, querido Bruto, no está en nuestras estrellas, sino en nosotros mismos».
Edward R. Murrow


En la lucha entre el Comité de Actividades Antiestadounidenses y el Comité de la Primera Enmienda, la posición de la industria del cine, con la negación de trabajo para los sospechosos, inclinó la balanza produciendo deserciones en las filas de los defensores de la libertad; fue el caso de Humphrey Bogart, que se dio de baja de su Comité, y el del director Edward Dmytryk, quien tras ser condenado a seis meses de cárcel decidió, ya en prisión, confesar su militancia comunista y su arrepentimiento, proporcionando una lista de 26 correligionarios de partido. Con esta claudicación pública salió en libertad y encontró trabajo inmediatamente.
Lo que quebró el reinado de McCarthy fue su decisión de atacar al Ejército. El Pentágono en 1953, incluso más vigorosamente que el apoyo que recibió de Eisenhower, ya consideraba incómodo a McCarthy.
McCarthy fue finalmente expulsado del Comité en una moción de censura por el Senado estadounidense en 1954, por 67 votos contra 22, acusado de «conducta impropia de un miembro del Senado» por la manera en que había dirigido la Comisión (por su lenguaje «demasiado directo») y por no haber comparecido ante otra comisión del Senado cuando fue requerido, además de otros cargos difusos y fabricados sobre la marcha.
El mismo año, el Comité de Actividades Antiestadounidenses de la Cámara anunció que daba de baja a la Unión de Consumidores de su lista de organizaciones subversivas. En 1940, la Unión de Consumidores de Estados Unidos (en inglés, Consumers Union) se había burlado de dichas acusaciones:

Si la condena de productos sin valor, adulterados y tergiversados es una actividad comunista, entonces la Administración Federal de Alimentos y Medicamentos, la Comisión Federal de Comercio y la Asociación Estadounidense de Medicina deben ser pagadas directamente desde Moscú.

Continuó otros dos años en sus tareas de senador, pero sus colegas lo evitaban y lo sucedido afectó a su ánimo y a su salud: hospitalizado por problemas de alcoholismo crónico, murió a los 48 años víctima de cirrosis y hepatitis.
El Senado estadounidense publicó en 2003 más de 4.000 páginas con las transcripciones de sus 500 interrogatorios secretos, basadas en las notas desclasificadas y en material biográfico de las audiencias de McCarthy que se desarrollaron entre 1953 y 1954.

El declive

En la segunda mitad de los años 50 el macartismo comenzó a declinar en los Estados Unidos. La opinión pública y una serie de decisiones judiciales incidieron en el fin del macartismo.
Una figura clave para terminar con las listas negras fue John Henry Faulk. Conductor de una comedia radial, Faulk era un dirigente sindical de izquierda de la Federación Estadounidense de Artistas de Televisión y Radio. Faulk fue investigado por AWARE (ALERTA), una de las empresas privadas que investigaban ciudadanos para encontrar «signos de comunismo» en ellos. Marcado por AWARE como «no apto», fue despedido por CBS Radio. A diferencia de lo que hicieron la mayor parte de las víctimas, Faulk demandó judicialmente a AWARE y ganó el caso en 1962.
A partir de esta sentencia las empresas privadas de listas negras y aquellas que las usaban tomaron nota de que podían ser demandados judicialmente por daños y perjuicios. Aunque algunas continuaron, la mayor parte debieron cerrar.
Incluso antes de la sentencia en el caso Faulk, ya en Hollywood se había comenzado a desobedecer las listas negras. En 1960, Dalton Trumbo, uno de los artistas más conocidos dentro de la lista negra conocida como Los Diez de Hollywood, fue públicamente contratado para escribir los guiones de las películas Éxodo y Espartaco.

Revaluación crítica del periodo

Inocentes perseguidos por simples sospechas, con acusaciones infundadas,​ interrogatorios,​ pérdida del trabajo y negación del pasaporte a los sospechosos de comunismo,​ o encarcelados,​ siendo estos distintos mecanismos de control social y de represión que Estados Unidos bordeó peligrosamente, acercándose al totalitarismo con citados métodos fascistas.
Cincuenta años después de la caza de brujas de Joseph McCarthy, el Senado estadounidense publicó en 2003 más de 4000 páginas con las transcripciones de sus 500 interrogatorios secretos. Basado en las notas desclasificadas y en material biográfico de las audiencias de McCarthy que se desarrollaron entre 1953 y 1954.
Una investigación del canal público canadiense CBC destapó otra «caza de brujas» en Canadá entre 1950 y 1980. Bajo el nombre de PROFUNC (siglas en inglés de Destacados Militantes del Partido Comunista), el plan estaba dirigido por la Gendarmería real de Canadá (GRC) y «fichó» a 16 000 comunistas y 50 000 presuntos simpatizantes. La lista, enviada en sobres sellados a las diferentes oficinas de la GRC, detallaba la edad de los sospechosos, su descripción física, las fotos de su casa e incluso la ubicación de las puertas por las cuales podían escaparse en caso de una redada. Una vez que fuesen arrestados, las autoridades daban carta blanca para disparar a los prisioneros si intentaban escaparse.
A pesar de estos hechos demostrados, contrastados y que son parte de la historia de Estados Unidos, unos pocos neoconservadores niegan este pasaje de la historia de Estados Unidos, como el comunista antistalisnista y politólogo estadounidense James Burnham, que señaló hasta qué punto fue real la represión que la cultura popular atribuye al periodo del macartismo, convertido por el cine y la literatura en un periodo de supuesta histeria colectiva y de terror medieval (imagen consagrada en El crisol de Arthur Miller, con la referencia de las persecuciones de Salem en 1692). Según Burnham, durante la llamada caza de brujas no hubo «ni un solo muerto, herido o torturado, ningún ciudadano arrestado arbitrariamente, encarcelado sin juicio, desahuciado, deportado, exiliado o privado de sus derechos procesales» (siempre según Burnham).
 En la misma línea, una columnista neoconservadora, Ann Coulter, lo han calificado como «el mayor mito orwelliano de nuestro tiempo» Un madrileño nacido en 1961, Martín Alonso,​ lo considera «el mito fundacional de lo políticamente correcto» y ha señalado irónicamente que McCarthy fue «la única víctima real que se cobró el maccarthismo».
Pero estas últimas opiniones son de algunos columnistas y articulistas no muy conocidos buscando la polémica. Como por ejemplo la opinión de Hank Greenspun que escribió que Joseph McCarthy, a pesar de su enfermiza obsesión de perseguir a comunistas y homosexuales, resultó que él mismo era homosexual.
En un informe publicado en el año 2000, en el marco del debate sobre la Guerra Fría y revaluando el papel jugado por el macartismo en la anulación de la libertad de expresión, la historiadora Ellen W. Schrecker sostuvo:

...en este país el macartismo hizo más daño a la Constitución que lo que jamás haya hecho el Partido Comunista Estadounidense.

Lo malo de la izquierda estadounidense es que traicionó para salvar sus piscinas. Somos pocos quienes no hemos traicionado nuestra postura, los que no hemos dado nombres de otras personas.
Orson Welles

De los diez testigos hostiles, dos tienen talento, los demás son simplemente hostiles
Billy Wilder


Joseph Raymond McCarthy


( Appleton, Wisconsin, 1908 - Bethesda, Maryland, 1957) Político ultraderechista de Estados Unidos. Abogado de Wisconsin, fue senador republicano de 1947 a 1957.
Joseph McCarthy carecía de toda notoriedad hasta que, en 1950, se convirtió en paladín de la lucha contra la supuesta infiltración de comunistas en el aparato del Estado. Su instrumento principal fue un comité de investigación del Senado desde el que organizó la persecución contra políticos, militares, funcionarios, artistas e intelectuales sospechosos de «actividades antiamericanas».
Sus denuncias hallaron eco en el marco de la guerra fría (recrudecida con la victoria de Mao Zedong en China y con los primeros experimentos nucleares de Stalin en la URSS) y condujeron a la sociedad norteamericana a un clima de histeria anticomunista y de sospecha generalizada, que se conoce como «macarthismo». Bajo su influjo se aprobaron leyes que autorizaban el registro de las organizaciones simpatizantes del comunismo (1950) e imponían restricciones a la inmigración (1952).
La conciencia de que esta «caza de brujas» ponía en peligro la esencia de la democracia llevó a los líderes de su partido a permitir que prosperara una moción de censura contra él en 1954, una vez arrebatada la presidencia a los demócratas, con la sustitución de Harry Truman por el general Eisenhower (1953).



REPORTAJE: Las víctimas secretas de McCarthy
Nuevos documentos revelados esta semana ahondan en la etapa más negra (1952-1954) de la historia de EE UU
Washington 11 MAY 2003


El senador Joseph McCarthy tapa el micrófono para consultar a su asesor legal, Roy Cohn,
durante una de las sesiones públicas celebradas en abril de 1954. 


El senador Joseph McCarthy destruyó muchas vidas entre 1952 y 1954. Finalmente, se destruyó a sí mismo. Su mandato como presidente del Subcomité de Investigaciones del Senado de Estados Unidos y su búsqueda de comunistas infiltrados en la Administración y en el mundo del arte son conocidos como macartismo, algo que él definía como "patriotismo en traje de faena" y que otros llamaron "caza de brujas", o delirio paranoide de un hombre generalmente ebrio y deseoso de ser el centro de atención del país.
Esta semana se han hecho públicas las transcripciones de medio centenar de interrogatorios desarrollados en secreto por McCarthy y sus colaboradores. El tono no es muy distinto al de los interrogatorios públicos, pero los documentos recién revelados permiten comprobar que el senador utilizaba las sesiones secretas para elegir víctimas frágiles. Éstas eran llamadas a comparecer formalmente ante el subcomité y ante ellas el senador republicano bramaba, acusaba y amenazaba, en un espectáculo penoso con el que, más que nada, buscaba (y conseguía) aparecer en la prensa como "martillo de traidores". Su campaña carecía de fundamentos sólidos y aunque, como se comprobó al caer la URSS, había efectivamente agentes soviéticos infiltrados en el Gobierno, nunca condujo a ningún procesamiento. Pero causó un suicidio, unos 300 despidos (la mayoría anulados posteriormente), la ruina o el exilio de escritores, músicos y cineastas y un terrible bochorno nacional.

El senador hacía interrogatorios privados para elegir a los testigos más frágiles

El interrogatorio a que fue sometida, el 24 de marzo de 1953, la escritora de cuentos infantiles Helen Goldfrank, ofrece muestras del terror que despertaba McCarthy. Los testigos acababan negándose a contestar a las preguntas más simples, por miedo a ser encarcelados por perjurio o a perjudicarse a sí mismos o a terceros. El marido de Goldfrank y ella misma eran acusados de simpatizar con el comunismo. Las preguntas, en esa ocasión, fueron formuladas por Roy Cohn, asesor legal de McCarthy.

Cohn. ¿Cuál es el nombre de pila de su marido?

Goldfrank. Declino responder a esa pregunta porque podría incriminarme, bajo la Quinta Enmienda de la Constitución y sobre la base de la comunicación privilegiada entre marido y esposa.

Cohn. ¿Cree usted que su nombre de pila forma parte de una comunicación privilegiada?

Goldfrank. Sí, porque no lo conocería si no estuviera casada con él.

Y un poco más adelante:

Cohn. ¿Ha escrito alguna vez algún libro?

Goldfrank. Lamento tener que negarme otra vez a contestar, sobre la base de los derechos de la Quinta Enmienda...

El interrogatorio al escritor Dashiell Hammet es una exhibición del afán del subcomité por hallar trazas de comunismo en cualquier lugar y a cualquier precio. Cohn pregunta si Hammet ha escrito alguna obra ajena al género detectivesco y relacionada con "problemas sociales". Hammet recuerda una, "un relato corto llamado Night shade". Tras varios circunloquios, Cohn inquiere si el relato "refleja de alguna forma las posiciones comunistas".

Hammet. Es difícil... Si se trata de reflejar diría que no, que no la refleja. Es [una obra] contra el racismo.

Senador Mundt. ¿Diría que era similar, reflejara o no reflejara, a la posición comunista sobre los problemas raciales?

Hammet. No (...) No más que a la de otros partidos políticos.

Joseph McCarthy, que gozaba del apoyo de la familia Kennedy y de una inmensa popularidad política, era también respaldado o, al menos, tolerado por el Gobierno republicano. El presidente Dwight Eisenhower, general retirado, lo consideraba una simple molestia: "Creo que nada es tan efectivo para combatir sus enredos", escribió el 1 de abril de 1953 en su diario personal, "como ignorarle, porque es lo único que no soporta". La cosa cambió cuando McCarthy empezó a buscar comunistas en el Ejército. Lo hizo de una forma miserable: su única sospecha se centraba en un dentista militar llamado Irving Peress, quien, por otra parte, ya había fallecido. Para ratificar sus acusaciones contra el difunto, McCarthy ejerció una durísima presión sobre mandos militares.

Como el interrogatorio secreto al que fue sometido el teniente coronel Chester Brown. El senador exigió al teniente coronel que explicara si Peress había sido investigado o, al menos, obligado a responder a ciertos cuestionarios. El teniente coronel se negó a contestar, alegando que era material secreto.

"¡Le diré algo, señor, a usted y al resto de oficiales!", tronó McCarthy. "Acepto que los comunistas rechacen responder, pero no acepto que un oficial del Ejército proteja a un comunista, y va a responder a mis preguntas o su caso acabará ante el Senado por desacato y llegaré hasta el final. ¡Estoy harto! ¡Éste es el escándalo más grave con que me he topado! ¡Alguien en su cadena de mando ha estado protegiendo a un hombre culpable de traición!".

Exabruptos como ése acabaron con la paciencia de Eisenhower y de un amplio grupo de senadores. McCarthy y los suyos fueron investigados a su vez, acusados de buscar trato de favor en el Ejército para un joven millonario, David Schine, al que el senador había incluido sin causa aparente (se habló de afectos y pasiones) en el subcomité. Las sesiones de esa investigación fueron televisadas. El medio ejercía una fenomenal fascinación y 20 millones de estadounidenses siguieron en directo los debates, en la primavera de 1954.

Todo el país pudo contemplar el delirio creciente de McCarthy, que acusaba a diestro y siniestro y gesticulaba entre risitas. El momento definitivo fue cuando el senador esgrimió que un colaborador del abogado que defendía al Ejército, Joseph Welch, había sido años atrás miembro de una asociación supuestamente vinculada con el Partido Comunista. Welch dejó que McCarthy hablara. Y luego pronunció una frase que destruyó al cazador de comunistas y se grabó para siempre en la memoria del público:
 
"¿No tiene usted decencia, señor mío? ¿No le queda ya ningún rasgo de decencia?".

Poco después, el Senado condenó los abusos de Joseph McCarthy. El senador por Wisconsin se adentró en un alcoholismo agudo y murió de cirroris en 1957.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 11 de mayo de 2003

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