Miyamoto Musashi vs. Sasaki Kojiro: Duelo más famoso de la Historia de Japón I.-a


Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes


La tradición pinta a Kojiro (izquierda) como un hombre bien parecido, 
y a Musashi (derecha) como poco menos que un salvaje

Dos samuráis frente a frente, espada en mano, a la orilla del mar. Uno de ellos, de porte elegante y vestido con finos ropajes, empuña un largo acero de exquisito temple. El otro, de gesto torvo y facciones salvajes, viste con harapos y tiene como arma un tosco garrote de madera, que semeja vagamente la forma de una katana. Ambos se miran fijamente, sin mover un músculo, mientras los primeros rayos del alba empiezan a iluminar el cielo. La escena es digna de la mejor película de Kurosawa. Los aficionados a la cultura japonesa habrán adivinado ya que hablamos de uno de los combates más legendarios de la historia samurái, el lance que enfrentó a Miyamoto Musashi contra Sasaki Kojiro en la isla de Ganryujima. La palabra clave aquí es esa, legendario, porque las cosas no sucedieron tal y como las cuenta el relato tradicional que todos conocemos.
Miyamoto Musashi es un personaje controvertido. Epítome de las virtudes del samurái para unos, simple e insignificante ronin para otros, está claro que no deja indiferente a nadie. Muchos lo alaban como maestro espadachín y lo consideran el guerrero más fuerte de la Historia de Japón. Otros le niegan el pan y la sal, diciendo que su figura está muy sobrevalorada respecto a sus méritos reales, y le acusan de enfrentarse solo a adversarios de pacotilla en duelos en los que hacía trampas siempre que podía. ¿Con qué versión quedarse? Ni tanto ni tan calvo. La verdad, como de costumbre, seguramente está en el punto medio.

Miyamoto Musashi, un samurái de leyenda

Es verdad que el personaje de Musashi está bastante sobredimensionado. Cuesta trabajo creer que él solito pudiera realizar todas las proezas que sus admiradores más entusiastas le atribuyen. Pero también es innegable que fue un guerrero lo bastante importante como para que su fama le haya sobrevivido más de 400 años. Cuando el río suena, algo de agua debe de llevar. Lo malo es que separar mito y realidad cuando hablamos de Musashi es una misión casi imposible.
Aquí vamos a intentar trazar una pequeña semblanza del Musashi real, ateniéndonos a los hechos que, más o menos, sabemos con seguridad. Musashi nació probablemente en  1584 en la aldea de Miyamoto, en el seno de una familia humilde de samuráis rurales del feudo de Harima, cerca de la actual Kobe. Desde pequeño mostró excelentes aptitudes para las armas. Debía de llevarlo en la sangre, ya que tanto su padre como su abuelo habían sido espadachines de cierta fama.

De niño, Miyamoto Musashi se llamaba Shinmen Takezo. No sería hasta muchos años después que adoptaría el nombre por el que hoy es conocido. Eso de cambiarse de nombre cada dos por tres se llevaba mucho en el Japón feudal. Sin ir más lejos, su padre, Shinmen Munisai, había tomado el apellido del mismo clan al que servía, los Shinmen, ya que al parecer estaba en muy buenos términos con su señor. Gran parte de lo que sabemos de la vida de Musashi está sacado de sus propios escritos. Principalmente, su famoso Libro de los Cinco Anillos (Gorin no Sho), al principio del cual nos habla un poco de su vida y milagros. En este prólogo, escrito en 1645, apenas unos meses antes de morir, cuenta que participó en un total de seis batallas a lo largo de su vida, y en cuatro de ellas ocupó puestos de mando liderando tropas. No menciona cuáles son exactamente, pero probablemente tenía buenas razones para guardar silencio al respecto.

Todo indica que luchó en Sekigahara en el bando perdedor, del lado de los Toyotomi. También estuvo en los sitios de Osaka 15 años después, donde cortó unas cuantas cabezas, seguramente de nuevo en el mismo bando. En el Japón de principios del s. XVII, con el imperio recién unificado bajo la égida de los Tokugawa, alardear de antiguos lazos con la casa Toyotomi no era la mejor idea del mundo. Musashi, que de tonto no tenía un pelo, se guarda para sí los detalles. También se sabe que participó en la campaña de Shimabara, la última gran batalla que Japón conocería hasta bien entrado el s. XIX. Shimabara fue en realidad una revuelta campesina en la isla de Kyushu, que el shogunato aplastó con dureza en 1638. El papel de Musashi fue poco glorioso: una piedra lanzada por un campesino lo dejó fuera de combate. A sus más de 50 años, retirado hacía ya tiempo de la vida militar, tampoco estaría el hombre ya para muchos trotes.

Y es que la carrera de Musashi como duelista no duró demasiado. Después de Sekigahara, con 16 años, se hace ronin (seguramente a causa de la derrota) y empieza su peregrinar por el país en busca de aventuras y rivales a los que derrotar. A los 30, poco después de su duelo con Sasaki Kojiro, se retira del mundo de la espada y se centra en las artes. Pintura, caligrafía, escultura… todo se le daba bien, era un auténtico hombre del Renacimiento. Muchas de sus obras pueden admirarse hoy en día en museos de todo Japón.

Musashi desarrolló un estilo de esgrima propio y original, consistente en blandir dos espadas (katana y wakizashi) al mismo tiempo. Niten Ichi Ryu (“Dos Cielos en Uno”), el nombre de la técnica, alude al hecho de manejar dos filos a la vez. También gustaba de emplear una espada de madera maciza en sus duelos, que manejaba con mortífera eficacia. En realidad, Musashi nunca dejó de seguir cultivando sus habilidades con la espada. Solo que, pasados los 30, al parecer no sintió la necesidad de ponerlas a prueba. O de jugarse la vida en el proceso.

Musashi cuenta que venció su primer duelo a la edad de 13 años y, desde entonces y hasta el día de su retirada, libró un total de 60 combates en los que no fue derrotado una sola vez. En un arranque de humildad, él mismo admite que, si logró ganar a todos aquellos adversarios, fue simplemente porque eran más débiles que él. Sea falsa modestia o no, lo cierto es que Musashi se cuidó muy mucho de desafiar a algunos de los espadachines más acreditados de su época, como los maestros del clan Yagyu, instructores personales de esgrima de los shogunes Tokugawa. Pero también parece que algunos de los duelos más famosos que le atribuye la leyenda, como sus lances contra la escuela Yoshioka en Kyoto (antiguos instructores oficiales de la anterior dinastía de shogunes, los Ashikaga), o el duelo contra Inei, maestro lancero del templo de Hozo In, ocurrieron realmente. Y, si Musashi vivió para contarlo, es de suponer que salió victorioso de ellos.
Ya hemos dicho que hay muchos mitos en torno a su persona. Dicen que llevaba muy mal el asunto de la higiene personal, y que nunca en su vida se dio un baño. Otros hablan de que iba siempre despeinado y vestido con harapos, y hasta le atribuyen enfermedades como sífilis o eccemas capilares. Es difícil discernir qué hay de verdad en todo esto pero, teniendo en cuenta que gran parte de su juventud se la pasó vagabundeando, como buen ronin errante que era, es de suponer que no iría muy aseado. Porque Musashi siempre fue un espíritu inquieto, siempre en busca de perfeccionarse a sí mismo. Sus viajes de entrenamiento por todo Japón, en pos de nuevos retos y rivales a los que enfrentarse, han quedado en el imaginario colectivo del país, y le dan al personaje cierto halo de romanticismo. La imagen arquetípica del samurái solitario que va desfaciendo entuertos de pueblo en pueblo, tantas veces vista en tebeos y películas, bebe directamente de su figura

Hacia 1640, en el ocaso de su vida, Musashi decide descansar de tanto trajín y busca asilo bajo el manto del clan Hosokawa, en la provincia de Higo (actual Kumamoto, en Kyushu). Allí pasará sus últimos días prácticamente como un eremita, en retiro y soledad. En 1645, poco antes de su muerte, termina la gran obra de su vida, el Libro de los Cinco Anillos, que recopila todas sus enseñanzas sobre el arte de la espada, la estrategia y la vida en general. Hasta aquí todo lo que sabemos del Musashi histórico.
Bueno, todo no. Falta un detalle, acaso el más importante. Cuanto menos, el pasaje más famoso de su vida. El duelo que le enfrentó a Sasaki Kojiro, que da título a este artículo. Podemos dar casi por seguro que el combate tuvo lugar realmente. Pero los detalles del lance son, como suele decirse, material de leyenda. Vamos a intentar analizar qué pudo ocurrir realmente en la playa de Ganryujima aquella mañana de abril de 1612, cuando las dos (supuestamente) mejores espadas de Japón se cruzaron. Pero, antes de nada, es de rigor hablar del hombre que estuvo frente a Musashi en aquella pelea.

¿Quién era Sasaki Kojiro?

Sasaki Kojiro, el otro protagonista de esta historia, es un tipo aún más envuelto en el misterio que el propio Musashi. Apenas sabemos nada de él, al menos de manera fiable. Algunas fuentes pretenden que tenía 18 primaveras en el momento de su duelo contra Musashi, pero eso se antoja altamente improbable. Al parecer se alojaba como invitado en el castillo de los Hosokawa, en Kokura. El poderoso clan Hosokawa, señores de la provincia, estaba pensando ofrecerle un puesto como instructor de esgrima en su corte. Resulta difícil creer que un muchacho de 18 años pudiese aspirar a semejante posición. Parece más acertado pensar que tendría ya sus buenos 40 o 50 años.

sasaki kojiro

Se dice que Kojiro era un ronin originario de Echizen (actual prefectura de Fukui, al Norte de Kyoto). Todo indica que había sido discípulo de Toda Seigen, o al menos había aprendido el arte de la espada en su escuela. La misma escuela, dicho sea de paso, en la que estudió por las mismas fechas el célebre Itto Ittosai antes de fundar su archifamoso estilo Itto Ryu. Kojiro hizo algo parecido y acabó independizándose de su maestro para crear también su propio estilo, al que llamó Ganryu. La tradición nos dice que Kojiro gustaba de usar espadas especialmente largas, con hojas de más de noventa centímetros (lo cual, en realidad, tampoco es una longitud exagerada para una katana de la época). Su acero favorito, Monoboshi Zao (“Vara de tender la Ropa”) tenía ese nombre, cuentan, por su extremada largura.

La técnica de Kojiro también es un misterio. Ha quedado para la historia el nombre de Tsubame Gaeshi (“Giro de la Golondrina”), el golpe maestro de la escuela Ganryu, pero no se sabe en qué consistía exactamente. Haciendo un poco de ingeniería inversa, estudiando los tratados de esgrima de la época, podemos especular que se trataba de una especie de finta en la que, tras dar un potente tajo descendente, se efectuaba un rápido giro de muñeca para dar otro en dirección ascendente. Otros dicen que el Tsubame Gaeshi era una técnica que Kojiro había perfeccionado a base de asestar katanazos a golondrinas en pleno vuelo, para horror de los ecologistas de la época. Otros hablan también de la técnica Kosetsu (“Corta-Tigres”), pero de esta sabemos todavía menos.

La leyenda pretende que Musashi y Kojiro eran rivales por destino, enemigos por antonomasia, una especie de Darth Vader y Obi Wan Kenobi del Japón feudal, condenados a enfrentarse quisieran o no. Probablemente la realidad era más prosaica. Históricamente, el caché de un samurái siempre se midió en relación a sus méritos con las armas. En tiempos de guerra, en base a las cabezas enemigas que se cobraba en el campo de batalla. En tiempos de paz como aquellos, qué remedio, en base a los adversarios derrotados en duelo individual. Cuanto más renombre tuviera el rival abatido, mejor. Así que, al coincidir en un mismo lugar dos reputados duelistas como Musashi y Kojiro, la cosa estaba clara. Con una pieza tan suculenta a tiro de katana no quedaba sino batirse, que diría Pérez-Reverte
La tradición dice que Sasaki Kojiro fue el adversario más fuerte al que jamás se enfrentara Musashi. Pero en realidad el lance no debió de dejarle una impresión demasiado honda, porque no lo menciona en ninguno de sus escritos. Quién sabe, tal vez simplemente preferió olvidar lo sucedido en Ganryujima. Porque, como veremos, algunas versiones de los hechos no dejan a Musashi en muy buen lugar.

Duelo en Ganryujima

La versión canónica del duelo es más o menos como sigue. En la primavera de 1612, Miyamoto Musashi, a sus 29 años, dirigió sus pasos a Kokura, en el Norte de la isla de Kyushu. Allí se alojó en casa de Nagaoka Sado, un samurái vasallo de los Hosokawa que antaño había sido alumno de su padre, Munisai. Por casualidades de la vida o por maquinaciones del destino, un afamado espadachín, Sasaki Kojiro, se encontraba también de paso por Kokura. Si bien Musashi estaba aún haciéndose un nombre por sí mismo como duelista, Kojiro era ya un tipo consagrado. Su buen nombre le precedía. No solo era un maestro de la espada, sino que también tenía fama de hombre culto y elegante, bien versado en etiqueta cortesana. Se hospedaba en el castillo como invitado personal de los Hosokawa, y se rumoreaba que pronto entraría a formar parte del séquito de Hosokawa Tadaoki, daimyo de aquellas tierras.

La oportunidad era demasiado tentadora como para dejarla pasar. Musashi quiso medir sus fuerzas con tan formidable adversario y le envió la carta de desafío de rigor, que Kojiro aceptó al punto. Al estar Musashi hospedado en casa de un vasallo de los Hosokawa, retar a duelo a un huésped personal del propio señor Hosokawa podía suponer un problema de protocolo, pero el desafío se cursó siguiendo los cauces oficiales pertinentes y nadie puso mayor inconveniente. El duelo se fijó a las 8:00h de la mañana del 14 de abril en la isla de Funajima, un pequeño islote en mitad del estrecho de Shimonoseki, frente a la costa de Kyushu. Tras el duelo la isla sería conocida popularmente como Ganryujima, por el estilo de esgrima de Sasaki Kojiro, aunque su nombre oficial a día de hoy sigue siendo Funajima.
El día anterior al combate, Musashi desapareció de casa de Nagaoka Sado dejando una simple carta a modo de despedida, en la que explicaba que no quería causar a su anfitrión más molestias. Por más que lo buscaron, nadie pudo dar con él en todo Kokura. Llegó el día señalado y Kojiro se presentó a la hora convenida, ataviado con sus mejores galas y su querida Monoboshi Zao al cinto. Pero Musashi no aparecía por ningún sitio. Kojiro y sus testigos esperaron y esperaron en la playa, hasta que al fin vieron acercarse un pequeño bote de remos con el retador a bordo. Una partida de samuráis del clan Hosokawa lo habían encontrado horas antes en una posada cercana, durmiendo como un tronco.

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