El pistolerismo; y Rosa de Foc (Barcelona) a

Soledad  Garcia  Nannig; Maria Veronica Rossi Valenzuela; Francia Vera Valdes
Scherezada Jacqueline Alvear Godoy



El pistolerismo fue una práctica que tuvo lugar en España bajo la monarquía de Alfonso XIII, particularmente entre 1917 y 1923, utilizada principalmente por empresarios, que consistía en contratar pistoleros y otros «matones» para matar a destacados sindicalistas y trabajadores, para así frenar sus reivindicaciones.
​ Los trabajadores respondían a su vez con la formación y contratación de hombres armados. En total se estima que esta práctica supuso la muerte de unos 200 obreros y de 20 hombres armados contratados por empresarios.

Historia
Ana Karina González Huenchuñir

El pistolerismo tiene su origen en las crecientes zonas industriales de Barcelona, que a principios del siglo xx vio un rápido crecimiento del sindicato anarquista Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y sus actividades. El poder de la CNT en los centros de trabajo fue en aumento, lo que dio lugar a numerosos conflictos laborales por las reivincaciones de mejoras laborales por parte de los obreros. Un suceso destacable de este periodo fue el éxito de la CNT en la huelga de La Canadiense (1919), que consiguió que España se convirtiera en el primer país en promulgar la jornada de ocho horas, entre otros.
Ante estas circunstancias y el creciente clima de crispación y violencia, los empresarios respondieron imponiendo cierres patronales y despidiendo a numerosos trabajadores por sus actividades, condenándolos al hambre y la pobreza. La Federación Patronal también creó los llamados sindicatos "libres" o amarillos, dirigidos por ellos con el fin de intentar dividir al movimiento obrero. Por último, los empresarios recurrieron al pistolerismo para matar a destacados dirigentes sindicales (denominado terrorismo blanco), a lo que los anarquistas respondieron con atentados contra empresarios, políticos, miembros del clero y fuerzas del orden (denominado terrorismo anarco-sindicalista o acción directa).
 Los empresarios y sus pistoleros contaron con el apoyo del gobierno, que protegió el terrorismo empresarial mientras perseguía a los anarquistas, por ejemplo con la promulgación de la célebre "Ley de Fugas", que autorizaba a la policía a disparar a los reos que huyeran de prisión —aunque muchas de estas huidas eran simuladas por las propias fuerzas del orden.
Como consecuencia de esto fueron asesinados destacados cenetistas como Pau Sabater, Evelio Boal o Salvador Seguí. Por su parte los anarquistas mataron a personalidades como Manuel Bravo Portillo, Francisco Maestre o Eduardo Dato.

Comentario de la prensa
La plaza de Sants estaba dedicada al carlista Salvador Anglada.

En los años previos a la Guerra Civil, Josep Maria Planes escribió su famosa obra Gàngsters de Barcelona, donde describía las oscuras conexiones de los hombres de la FAI con el hampa y la delincuencia común. El famoso periodista fue asesinado por ello en los primeros compases del conflicto, en la carretera de la Arrabassada. Y aquella crónica sirvió para perpetuar el estigma del pistolero anarquista. Desgraciadamente, Planes solo fue capaz de retratar a los grupos de defensa que los obreros crearon para protegerse de los verdaderos matones que en aquellos años se enseñorearon de la ciudad.
Actualmente, la plaza de Sants se ha convertido en el centro vital del barrio. Pero entre la posguerra y los años ochenta este lugar estuvo dedicado a un personaje poco conocido, que seguramente hubiese podido contarle muchas cosas a Planes. Dedicarle este entorno a Salvador Anglada no era precisamente una decisión casual. Se trataba del jefe local del carlismo y un mártir de la violencia política, razón más que suficiente para que el franquismo le incluyese en el nomenclátor, presidiendo un vecindario que había sido uno de los feudos del anarquismo. Cuando yo era un niño, el tal Anglada también daba su nombre a una calle y a un instituto. Importante sí parecía, pero nadie de mi entorno tenía la menor idea de quién era tan homenajeado personaje.
Salvador Anglada era hijo de Sants, químico industrial de profesión. Había fundado el Círculo Tradicionalista Obrero y había sido concejal del Ayuntamiento por el partido Dreta Catalana. Pero lo que le trae a estas páginas fue su vinculación a la patronal y su contribución a fundar el tristemente célebre Sindicato Libre. Por si no les suena este nombre, los del Libre formaban parte de las fuerzas paramilitares pagadas por los patronos, creadas con la intención de eliminar a líderes sindicales y a obreros contestatarios.

El pistolerismo barcelonés es un tema difícil y polémico, pero los números son tozudos


El pistolerismo barcelonés es un tema difícil y polémico, aunque los números son muy tozudos. Entre 1917 y 1923 se calcula que fueron asesinados unos 200 sindicalistas, alrededor de 100 obreros y un número indeterminado de sus abogados y políticos afines, como Francesc Layret. Entre los patronos hubo 50 víctimas, a las que hay que añadir unos 30 policías y 40 pistoleros del Libre. El fenómeno se inicia con la muerte del empresario Joan Tapias, a lo que respondió la patronal acabando con la vida de uno de los suyos: Avellí Trinxet, partidario de negociar con los trabajadores. En el contexto de la I Guerra Mundial el jefe de la policía era Bravo Portillo, a sueldo del espionaje alemán. A él le debemos la creación de los primeros grupos de pistoleros y la muerte del empresario Barret i Moner, que era aliadófilo y que fue el auténtico Savolta en el que se inspiró el escritor Eduardo Mendoza para su famosa novela.
Tras la huelga general de la Canadenca en 1919 se crea el Sindicato Libre, de origen carlista e integrado por hampones y esquiroles, a quienes dirigen hombres como Anglada o Ramón Sales. Tras la muerte del líder sindicalista Pau Sabater, Tero, estos grupos se ponen bajo el mando del siniestro barón de König, a quien debemos el sangriento atentado perpetrado en el teatro Pompeya del Paral·lel, considerado una respuesta tardía al atentado contra el Liceo. A partir de ese momento la espiral de violencia cada vez es mayor, con la implicación del somatén barcelonés dirigido por Bertrán y Musitu, mano derecha de Francesc Cambó (aún con monumento dedicado en la Via Laietana).

Tras la huelga de la Canadenca se forma ese grupo de rufianes formado por hampones

Durante los años 1920 y 1921 se suceden las huelgas obreras y los asesinatos del Libre. Lo cual lleva a muchos trabajadores a organizarse a fin de proteger la vida de sus representantes, surgiendo grupos de pistoleros como Los Justicieros o Los Solidarios, que intentan devolver golpe por golpe. Hasta que en 1923 se produce la muerte a tiros de Francesc Comes y de Salvador Seguí, el Noi del Sucre, en la esquina entre las calles de la Cadena y de San Rafael. En aquel momento la urgencia la dicta el ruido de sables que se oye ya en los cuarteles de Barcelona, donde poco después el general Primo de Rivera da inicio a un golpe de Estado que será el funesto presagio de los protagonizados posteriormente por Sanjurjo y después por Franco.
El rígido control militar, la ilegalización de los sindicatos y la violencia policial acabaron con el pistolerismo obrero. Pero el Sindicato Libre todavía resistió en pie hasta la proclamación de la Segunda República, cuando ya resultó más difícil matar impunemente a los trabajadores. Desaparecía así la organización de los auténticos gánsteres de Barcelona.

Biografía

Salvador Anglada Llongueras (Barcelona, 1878 - 19 de agosto de 1936) fue un empresario y político carlista español.

Vivía en el barrio de Sants, donde tenía una fábrica de tintes y blanqueo, y fundó el Centro Carlista de Sants. En 1919 participó en una reunión del Ateneo Obrero Legitimista de Barcelona, presidida por Pedro Roma, Miguel Junyent, Estanislao Rico Ariza y Ramon Sales Amenós, donde decidió organizar el Sindicato Libre, un sindicato obrero independiente basado en la doctrina social de la Iglesia que posteriormente se enfrentaría a los terroristas anarquistas.
Fue concejal del ayuntamiento de Barcelona por el distrito 7 en las elecciones municipales de 1920 como candidato jaimista. Durante estos años fue subcabo del Somatén dirigido por José Bertrán. En mayo de 1921 fue objeto de un atentado personal que lo dejó gravemente herido.
Fue designado miembro de la Junta Regional de la Comunión Tradicionalista en Cataluña en marzo de 1931.​ En noviembre del año siguiente se integró en la candidatura Derecha de Cataluña. El 20 de septiembre de 1934 fue detenido por la Guardia Civil en Prades al encontrar municiones y armas cortas en su domicilio de Barcelona.​ Fue arrestado en su casa, en la calle Rey Martín de Barcelona, el 14 de agosto de 1936. Acusado de tradicionalista y católico, fue fusilado en Casa Antúnez el 19 del mismo mes y año.
Su hijo Ricardo Anglada luchó en la guerra civil española integrado en el Requeté catalán, siendo hecho prisionero e internado en el campo de trabajo del SIM en Concabella. Su hija, Casilda Anglada Tomás, estuvo casada con Joaquín Isern Fabra, alcalde de Parets (1962-1966). Un nieto suyo fue Carles Isern Anglada, militante del Partit Carlí de Catalunya.
Durante  franquismo la plaza de Sants de Barcelona se llamó en su honor Plaza Salvador Anglada.


Ana Karin
 Barcelona, la 'Rosa de Fuego'


"Barcelona tiene en su haber histórico más combates de barricadas que ninguna otra ciudad en el mundo", Friedrich Engels.-La Sagrada Familia.



2019-10-18

Gracias a una de las operaciones de relaciones públicas más exitosas de la historia nacional, los españoles del último tercio del siglo XX estaban convencidos de que los catalanes eran más trabajadores que los andaluces, más limpios que los murcianos, más cultos que los extremeños, más sanos que los aragoneses, más tolerantes que los castellanos, más altos que los gallegos, más viajados que los madrileños, más elegantes que los santanderinos, más antiguos que los asturianos y más pacíficos que los vascos. Esa propaganda pervive todavía en las nuevas generaciones de la extrema izquierda, que odia todo lo español.
Parte de esta operación consistió en ocultar los numerosos episodios de violencia que sacudieron Barcelona desde finales del siglo XIX hasta el establecimiento del franquismo.
Desde el derrocamiento de reina Isabel II de España (1868), la violencia política y social en España, con la excepción de la última carlistada (1872-1876), se radica en Madrid, por ser la sede del Gobierno, y, sobre todo, en Andalucía y el Mediterráneo. Por ello, se elaboraron teorías que hoy provocan risa, como las que vinculaban la tendencia del mediterráneo a la rebelión con una supuesta herencia racial fenicia o árabe, en vez de con el analfabetismo, el atraso agrícola y la falta de derechos laborales.
Debido a su rápida industrialización, con la atracción de docenas de miles de emigrantes de Cataluña y del resto de España, y la avaricia de los industriales catalanes, la pacífica Barcelona del siglo XVIII, se convirtió pronto en el centro de la violencia política en España y hasta en Europa. Por ello, recibió el apodo de la Rosa de Foc.
En la ciudad catalana, los anarquistas cometieron numerosos atentados, no sólo individualizados contra las autoridades y los industriales, sino de masas: la bomba del Liceo en 1893 y la bomba de la procesión del Corpus en 1896. A la 'propaganda por el hecho', el Gobierno español respondió con la lógica represión. Los procesos de Montjuic, en que se dictaron y ejecutaron penas de muertes contra varios anarquistas entonces contaron con la aprobación de la sociedad catalana.
La conflictividad social fue aumentando, con abundantes huelgas generales, como la de 1902, con al menos una docena de muertos. La patronal catalana Fomento del Trabajo Nacional, fundada en 1889, reclamaba al Gobierno nacional no sólo todo tipo de medidas proteccionistas para la industria local, sino, además, la mano dura. El nacimiento del catalanismo envenenó aún más el ambiente, pues unió a las disputas laborales y económicas el desprecio a los emigrantes y el clasismo.

La Semana Trágica

En 1909, la torpe movilización de reservistas para enviarlos a Melilla por parte del Gobierno Largo de Maura, provocó protestas amplificadas por la CNT entre el 26 de julio y el 2 de agosto. Como un anticipo de lo que ocurriría en la II República, las turbas asaltaron no los palacios de los poderosos ni las sedes del poder político, sino los indefensos conventos, iglesias y hasta escuelas religiosas. El resultado fue de más de un centenar de edificios incendiados y casi 80 muertos.
Siguieron nuevas huelgas, como una del sector del metal en 1910 que se prolongó durante casi 200 días. A la vez, los incidentes pasaban de algaradas o peleas a palos durante las huelgas a emboscadas con pistolas en momentos de calma.
La neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial causó una gran demanda de productos industriales, mineros y agrícolas por parte de los Aliados. Produjo enormes fortunas y, a la vez, desabastecimiento e inflación. En 1917, los grandes desestabilizadores de la Restauración, los catalanistas y las izquierdas, desencadenaron una protesta política y una huelga general revolucionaria, que el Gobierno superó. Los catalanistas de Cambó, al ver en peligro sus fábricas y propiedades, se pusieron junto a los políticos de Madrid y los militares.
El fin de la Gran Guerra agravó los problemas económicos. En 1919, una serie de despidos en la empresa de electricidad La Canadiense condujo a una nueva huelga general en la ciudad catalana. La CNT consiguió paralizar la producción industrial. El Gobierno de Romanones impuso la mediación para que la patronal y los sindicatos alcanzaran un acuerdo y, además aprobó la jornada laboral de ocho horas en todos los sectores, con lo que España fue el primer país del mundo que la aplicó. Pero los miembros de Fomento se sintieron traicionados.
Los patronos y los sindicalistas recurrieron a la violencia. Entre 1918 y 1923, Barcelona padeció el pistolerismo. Bandas de pistoleros y asesinos profesionales mataban a sindicalistas, empresarios, trabajadores y hasta clérigos. Casi un millar de personas fue víctima de agresiones, de las que murieron 261, según los últimos cálculos de Albert Balcells. Los partidos dinásticos, en descomposición y sobrepasados por los acontecimientos, permitieron que los gobernadores civiles aplicaran la 'ley de fugas'. Y mientras tanto, los catalanistas exigían en Madrid más derechos y más dinero.
Cuando el capitán general de Cataluña, Miguel Primo de Rivera, realizó su pronunciamiento en septiembre de 1923, Barcelona y Cataluña, en palabras de Josep Pla (Historia de la Segunda República), "estaban martirizadas por los crímenes del anarco-sindicalismo y por la ausencia de toda autoridad en el período de la post-guerra", aunque no menciona la responsabilidad de los patronos. Víctor Pradera, más ecuánime, juzgó así la situación de Barcelona: "cuatro pillos de blusa y otros tanto de levita, explotando vilmente a los obreros, tienen en jaque a un Gobierno".
Los burgueses catalanes fueron determinantes en imponer una dictadura al resto de España y despidieron con ovaciones a Primo de Rivera en la estación de tren de Barcelona. Si bien el Directorio Militar concluyó con el pistolerismo, recurrió a una maniobra que tendría consecuencias unos años después: para disminuir el arraigo de la CNT, dio a la UGT, según Pla, "el monopolio de la actividad sindical y la intervención, con carácter de exclusividad en la puesta en marcha de la legislación del trabajo". Parte de este plan fue el nombramiento de Francisco Largo Caballero como consejero de Estado y de numerosos socialistas en "todos los organismos sociales de nueva creación".
La caída de la Monarquía se celebró en Barcelona (de nuevo Pla), con gritos "de auténtica fuerza civil": "Mori Cambó! Visca Macià!". Los ocho años republicanos concluyeron con la entrada en Barcelna de las tropas del general Yagüe, recibidas con entusiasmo por los catalanes, porque ponían fin a las matanzas y los atentados, en ocasiones dirigidos desde el poder.
En la Transición, renació el terrorismo catalanista, encarnado en el Exèrcit Popular Català (EPOCA) y Terra Lliure: bombas adosadas al pecho de los enemigos de clase, tiros en las piernas, listas negras… Pero desapareció pronto, en gran parte debido a la colaboración de la CDC de Jordi Pujol, a fin de presentarse en Madrid como los ‘nacionalistas buenos’ y tener sus negocios en paz, y, también, gracias a delaciones de algún personaje ahora muy conocido.
Desde que el catalanismo burgués decidiera acelerar la marcha a su república de impunidad, la violencia ha regresado a Cataluña, con unos agitando el árbol y otros recogiendo las nueces o, como ha escrito José García Domínguez, "celebrando que sus hijos nos quieren matar".
Pero la gran responsabilidad, como en la Restauración y la República, corresponde a los Gobiernos que conceden impunidad a los terroristas y a sus jefes. Los magnicidas de Eduardo Dato, que como ministro impulsó leyes sociales, fueron indultados por el Gobierno Provisional republicano. Matar a un presidente del Gobierno ‘costó’ a dos de sus autores unos ocho años de cárcel.

Comentarios

  1. La ciudad de Barcelona era a comienzo del siglo XX, la ciudad mas violenta de europa, con asesinatos entre la clase patronal y los trabajadores, una verdadera guerra de clases.

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